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Manual de Historia de las Instituciones Argentinas Victor Tau Anzoétegui / Eduardo Martiré He Liters - aio RICA, Emilio J. Perot ‘Taw Anzoétegul, Victor ‘Manual de historia de les Instituclones argentinas / Victor Tau Anzoétegul y Eduardo Martire.-7a ed, - Buenos Aires: Librefa Hietériee, 2008. ‘68p.; 23x18 em. | senser-z0eaex | 1, Historia Instituclonal Argentina, |. Martire, Eduardo, Il, Titulo coves Fecha de catalogactén: 0615/2005 Hy: Litre Eater HISTORICA Emiko J. Pewoe ©deeeuedicien Lier Histon SRL, ‘Azcutnaga 1846 (P1128 Buenos Aires-Repblia Argentina Telex 4801.025714803.5591 ‘mal: inf@iberishioica come ise de coecid ua Palo Ribeiro say. 9872120602. Hecho el depésito que indica a ey 11.723, Impreso en Argentina, Printed Argentine ‘Primer edicin de eta coleciée noviembre el 2003 “Todos los derechos reserva, Est publican no puede sr reproducida en todo nen pars, niregitrad eno rasta orn stam de ecuperacin de informacién ea ninguna formar por ningin medio sea ‘ecanca,fwoquic,eleorenen, magneto eee oopto, por Roopa, por ‘ualuier oto, sine! penniso po esto de ea eitorial Prdlogo a la séptima edicién Presentamos una nueva edicién del Manual publicads por primera vez. en 1967. En ediciones y reimpresiones posteriores hubo revisiones del texto y actualizaciones bibliogréficas. Pero -como lo dijimos en el pro- logo de la ultima de ellas- nuestro propésito fue siempre respetar la estructura de la obra y aun su propio estilo, salvo modificaciones indis- ppensables, porque consideramos que, principalmente como instrumen- to didéctico, el libro fue adquiriendo una trayectoria propia y un elenco de lectores, en cuya relacién no deseamos interfer. En esta edicién decidimos incorporar una cuarta parte, dedicada a las instituciones entre 1930 y 1983, que aproxime al lector a los tiempos presentes, sin perder por ello la distancia temporal que el historiador debe observar en la apreciacién del pasado. Esto mismo nos ha llevado a realizar algunas modificaciones y ampliaciones en cap{tulos correlati- ‘vos de la tercera parte. Durante la larga vida literaria de este libro, los estudios histéricos han sido enriquecidos no s6lo por el crecimiento de la labor de investi- gacidn specifica, sino y principalmente por los nuevos planteos teéri- cos, ya en el orden general, ya en las diversas historias especiales que lo integran. La Historia del Derecho y de las Instituciones se ha beneficia- do de esos planteos; y en su interior se han sucedido exposiciones y debates sobre métodos y enfoques renovadores que le han otorgado una mayor complejidad cientifica y que han modificado 0 matizado parcialmente sus visiones més tradicionales. Asi, por ejemplo, cuando emprendimos la redaccién originaria del Manual, era corriente que los estudiosos mirasen el pasado a través de la imagen y estructura del Es- tado contemporsneo y exaltasen de modo particular las tendencias 1 cionales, centralistas y uniformadoras que se daban en aquel. En cam- bio, desde hace unos afios, las concepciones historiogrsficas criticas y revisionistas en esta materia han empezado a revalorar el significado politico de lo local y del auto-gobierno, y el fuerte sentido consuetudi- nario y casuista que envuelve al Derecho y a la Politica. Se impone asi repensar cuestiones que parecian haber encontrado explicaciones defi- nitivas ¢ incluso revisar periodificaciones histéricas petrificadas que suponian cortes temporales mis 0 menos abruptos. Como estas revisio- nes sélo han alcanzado la etapa de los primeros resultados, con muchas hipétesis aun por desarrollar, es prematuro valerse de ellas para aplicar- las en la elaboracién de visiones panordmicas. Sin embargo, el lector podré aproximarse a esa tarea renovadora a través de la nueva bibliogra s (Manta pp Historta DB Las INsTITUucionss ARGRNTINAS fia que, a esos fines, se ha incorporado a esta obra en algunos temas significativos. La misma imagen del Estado contemporineo, utilizada como tinico modelo para mirar el pasado, levé a una nocién estrecha de la historia institucional, refiriéndola con cardcter exclusivo a los poderes y meca~ nismos estatales. Desde la primera edicién, nosotros adoptamos una nocién mds amplia, considerando a la institucién como un elemento de Ja vida social, lo que llevé a observar su existencia en diversos campos. Esta estructura de la obra es la que hoy seguimos manteniendo, sin olvidar que, en ese orden, nociones y esquemas son nada mds que instru- mentos destinados a aprehender el pasado historiable, haciéndolo com- prensible a través de su articulacién conceptual, principalmente a quie- nes se inician en estos estudios. La bibliografia elemental que se acompafta por materia, al pie de pé- gina, ha sido actualizada con nuevos aportes, tal como lo hicimos ya en ediciones anteriores. Pero en esta ocasin hemos agregado por separa- do, en algunas materias 0 puntos que lo requieren, libros, articulos y ensayos recientes que, por su enfoque, interpretacién o informacion aportada, pueden ser de particular ayuda para el lector interesado en ampliar conocimientos o perspectivas que, por las razones explicadas, no se hayan incorporados o suficientemente desarrollados en el texto. Esta nueva bibliografia se ha colocado en pérrafo separado. Nos es grato manifestar que la presente edicién aparece bajo el nuevo sello editorial de un prestigioso editor y librero, don Emilio J. Perrot, antiguo amigo a quien hemos confiado con anterioridad otros libros nuestros. Se reproduce el prdlogo que escribimos para la primera edi- cin porque explica el origen y destino inicial de este libro, que fixe adquiriendo con posterioridad nuevos espacios en las aulas universita- rias y en otros Ambitos culturales. VTAyEM. Buenos Aires, abril de 2005. Prélogo a la primera edicién El Manual que presentamos esti dirigido a quienes se inician en los studios juridicos y tiene un origen cierto: los cursos que dictamos en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Aunque suponernos que la utilidad de este libro puede extender- se a otros campos intelectuales, sefialamos la finalidad y el origen para que de esta manera no se pretenda encontrar en el mismo desarrollos ajenos al objetivo propuesto. El plan de la obra ha seguido la orientacién del programa de la materia vvigente desde 1960 en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, no slo porque es el que hemos utilizado en la ensefianza, sino porque consideramos que su contenido esté de acuerdo con la moderna concepcién de la disciplina. Las modificacio- nes introducidas, especialmente en la segunda y la tercera parte, respon- den mds que nada al deseo de obtener una mejor sistematizacién del ‘material expositivo. Siguiendo, pues, esa orientacién hemos procurado dar a las institucio- nes argentinas su campo inteligible de accién. Asi, en los siglos XVI y XVI, el estudio comprende todo el imperio hispénico, con una escasa atencidn al Rio de la Plata. En el siglo XVIII el lente se aproxima a observar este tertitorio, que empieza a ser realmente valorado dentro del imperio. Finalmente después de 1810 el enfoque se reduce a nuestro pas, aunque sin omitir las naturales concomitancias de los sucesos que ‘curren fuera del mismo y que se hallan estrechamente vinculados a la evolucién institucional argentina. Existen dificultades acerca de lo que debe contener una historia de las instituciones, Algunos manuales suelen confundirla con la historia cons- titucional y refieren a aquélla sdlo a una evolucién de los textos constitu- cionales y sus reformas. A veces, también bajo la denominacién de bisto- ria de las instsuciones, se agrupa un conjunto de hechos que se asemeja a la clisica cronologfa politico-militar. Es frecuente asimismo que se utili- cen métodos diversos para el tratamiento de las diferentes épocas. Asi, mientras la época hispdnica o colonial (tres siglos) se estudia bajo un insatisfactorio enfoque institucional, la época nacional (tun siglo y me- dio), en cambio, se expone con un criterio exclusivamente cronoligico. El contenido de esta obra se sustenta en el concepto que damos sobre instituciones (SS 5-9), cuya importancia es de orden metodolégico, es decir, destinado a fijar el rumbo de nuestro curso y no simplemente a formular vanas especulaciones. ‘Mawuat. os Histonta pp cas Instin {ONES ARGBNTINAS ‘Al ajustarnos estrictamente al punto de vista institucional, hemos omi- tido la relacién cronolégica de los hechos en cuanto no afectan directa- mente aquel enfoque. Suponemos el conocimiento de esos hechos por el estudiante y el lector comin, y en todo caso una relacidn de los mis- mos se halla ficilmente a su alcance en los numerosos manuales u obras especializadas. Nuestra preocupacién, sobre esta base conocida, ha sido lade brindar en forma clara y sistematica las estructuras institucionales. Esperamos haberlo logrado. Abril de 1967 VIA. y EM. Advertencia Son necesarias algunas indicaciones relativas al modo de utilizar el li- bro. A fin de evitar repeticiones de correlacionar los distintos temas 0 épocas y de posibilitar la consulta por separado de cada tema, nos servi- ‘mos de la numeracién corrida de pardgrafos. De esta manera se facilita la remisidn a otras partes del libro donde se traen antecedentes, refor- mas posteriores, anotaciones conexas, o cualquier otro aspecto de inte- és vinculado con el tema que se estudia. El mimero entre paréntesis precedido del signo § indica esa circunstancia. {Al pie de la pagina donde comienza cada tema se indica la bibliagra- fia principal wiilizada, a fin de remitir a esas obras a quienes deseen obtener una informacién més completa. Cierta desproporcién cuan- titativa en la bibliografia citada se debe a que en algunos temas nos hemos visto obligados a trabajar con una més abundante para alcan- zat la sintesis adecuada. Hemos prescindido en casi todos los casos de la mencién de las fuentes éditas documentales o de las colecci ines de leyes, para no recargar aun mds las ya extensas néminas bliogréficas. Enesta edicién hemos colocado en algunos temas, en pirrafo separado, precedida del niimero correlativo y la letra “a” la nueva bibliografia, que no necesariamente se halla incorporada o reflejada en el texto. Incluimos también un indice de abreviaturas, destinado a aclarar las siglas con que aparecen las publicaciones més citadas en la bibliografia correspondiente. La contribucién realizada por cada autor en Ja elaboraci6n de la presen- te obra es la siguiente ‘Al doctor Tau ANzoATrGUI corresponden la Introduccién (parrafos 6- 15); y los capitulos I (16-32 y 34-55), If, THI (93-119 y 121), IV (146- 152), V (153-161), VI (197-205), VIM, IX, X, XI, XIII, XIV, XY, XVI, XVI, XVM, XIX, XXII, XXUT, XXIV, XXVI (686-699), XX ‘VIII, XXX (785-791 y 800-817), XXXI, XXXII (846 y 848), XXXIV, XXXV, XXXVIL, XXKVITL, XXKIX, XL, XL, XLU, XLII y XLIV. ‘Al doctor Martie pertenecen los capitulos I (pdrrafo 33), TIT (120), IV (122-145), V (162-164), VI, VII (189-196 y 206-236), XI, XX, XQ, XXV, XXVI (700-704), XXVIT, XXIX, XXX (792-799), XXXIT (837-845 y 849-863), XXXII y XXXVI. De elaboracién conjunta son los pérrafos 1-5 de la Introduccién. Abreviaturas A. Archivum. Revista de la Junta de Historia Eclesidstica Argentina. Buenos Aires. AD.H. Anuario del Departamento de Historia, Facultad de Filosofia y Humanidades de la Universidad Nacional de Cérdoba, AEA. Anuario de Estudios Americanos. Sevilla. AHLD.E. Anuario de Historia del Derecho Espafol. Madrid. AHJ.E. Anuario Histérico Juridico Ecuatoriano. Quito, ALE.HSS. Anuario del Instituto de Estudios Histbrico-sociales. Tandil B.AN.H, Boletin de la Academia Nacional de Historia. Buenos Aires. BLLLH. Boletin del Instituto de Investigaciones Histéricas. Facultad de Filosofia y Letras. Buenos Aires. B.LHER. Boletin del Instituto de Historia Argentina y Amerizana Dr Emilio Ravignani. Facultad de Filosofia y Letras. Buenos Aires. C.C.LELA. Academia Nacional de la Historia. Cuarto Congreso Inter- nacional de Historia de América. Buenos Aires, 1966. H. Historia. Revista trimestral de Historia argentina, americana y es- paiiola. Buenos Aires. HLA. Historia Argentina, planeada y diigida por Roserto Levit ier. Buenos Aires, 1968, HLA.C, Academia Nacional de la Historia. Historia Argentina Contem- pordnea: 1862-1930. Buenos Aires. H.Ch. Historia. Instituto de Historia. Universidad Catdlica de Chile Santiago de Chile. HLN.A. Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nacién Argen- tina. Buenos Aires. ‘Hum, Humanidades, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educa- cidn. Universidad Nacional de la Plata. L.C. Ius Commune, Zeitschrift ir Europiische Rechtgeschichte, Frankfurt am Main. LE. Investigaciones y Ensayos. Academia Nacional de la Historia, Bue- nos Aires. J.GL. Jahrbuch flir Geschichte Latcinamerikas. Kiln. NJH.N.A. Academia Nacional de la Historia. Nueva Historia de la Nacién Argentina. Buenos Aires, 1999-2002. P. Prohistoria, Rosario, QE Quaderni Fiorentini per la Storia del pensiero giuridico modemno. Uni- versiti de Firenze. Milano. R.CHLA. Revista Complutense de Historia de América. Madrid, ‘Manvat Du Historia De Las Instrructonns ARGENTINAS R.ChELD. Revista Chilena de Historia del Derecho. Seminario de His- toria y Filosofia del Derecho de la Facultad de Ciencias Juridicas de la Universidad de Chile. Santiago de Chile. REHJ. Revisea de Escudios Historico-Juridicos. Valparaiso. REP Revista de Esudios Politicos. Madrid. RED.CSS. Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Bue- nos Aires. RH. Revista Histbrica. Instituto Histérico de la Organizacién Nacio- nal. Buenos Aires. RHA. Revista de Historia de América. México. R.HLAA. Revista de Historia Americana y Argentina. Facultad de Filo- sofia y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza. RLD. Revista de Historia del Derecho. Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho. Buenos Aires. RL. Revista de Indias. Madtid RIAD. -RLHD.RL. - RH-DR.L. Revista del Instituto de Histo- ‘in del Derecho Ricardo Levene. Buenos Aires. (Las distintas abreviaturas corresponden al cambio de denominacién de la publicacién) S.C.LH.A. Academia Nacional de la Historia. Sexto Congreso Interna- cional de Historia de América, Buenos Aires, 1982. TC. Tabajos y Comunicaciones. La Plata T.C.LH.A. Academia Nacional de la Historia. Tercer Congreso Interna- cional de Historia de América, Buenos Aires, 1961. ‘U. Universidad, Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe. Prélogo a la séptima edicién Prélogo a la primera edicién ... Advertencia .. ‘Abreviaturas «so Introduccién Concepto de la historia (1 a 5) Las instituciones (6 a 9) ‘Metodologia histérica (10 a 15) La heuristica (12) La critica (13) El ordenamiento y la exposicién (14) ‘Métodos en la ensefianza (15) Primera parte LA EPOCA HISPANICA Capitulo I La peninsula ibérica a fines del siglo XV (16 a 33) (Organizacién politica (20 a 23) ‘Ordenamiento legal 824 a 28) Evolucién social y econémica (29 a 33) La conquista de América: titulos (34 a 41) Los fines de la empresa (42) El caricter de la colonizacién espafiola (43 a 49) La condicién politica de las Indias (50 a 55) Tncorporacién de las Indias a la Corona de Castilla (55) oo 4B “Mauat bp Bistonsa ps Las INsTrTUctonss ARGENTINAS Capitulo IT o La organizacién politica indiana hasta fines del siglo XVII (56 y 57) El gobierno indiano desde la peninsula (58 a 67) El rey (59 y 60) Origen del poder politico (61 a 63) La Casa de la Contratacién de Indias (64) El Consejo Real y Supremo de Indias (65 y 66) Las juntas especiales (67) El gobierno local de las Indias (68 a 94) Generalidades (68 y 69) Las capitulaciones (70) Los adelantos (71) Los virreyes (72a 74) Los gobernadores (75 y 76) Los corregidores y alcaldes mayores (77) (Otros funcionarios (78) El control de los funcionarios indianos (79 a 84) Los cabildos y el gobierno de las ciudades (85 y 92) Capitulo I El derecho indiano (93 a 103) La organizacién judicial (104 a 121) Jucces capitulares (106) Jueces reales (107) Jucces celesiésticos (111) Las audiencias (112 a 115) Los fiscales (116) Jueces mercantiles (117) El protomedicato (118) El fuero universitario (119) El furero minero (120) Letrados y abogados (121) Capitulo IV us La politica econémica de las Indias bajo los Austrias. El mercantilismo (122 148) La agricultura (126) ‘La ganaderia 8127 a 130) La propiedad de la tierra (131 y 132) La mineria (133 a 136) La industria (137 y 138) El cometcio (139 a 143 El contrabando (144) Los consulados (145) La Real Hacienda (146 a 152) Las regalias (147) ‘Los monopolios o estancos (148) Los impuestos (149 y 150) La administracign fiscal (151 y 152) Capitulo V ........ 145, EI Rio de la Plata durante los siglos XVI y XVII (153 a 164) El sentido colonizador y la organizacién politica (153 a 159) La organizacién judicial (160 y 161) El desarrollo comercial (162 a 164) Capitulo VI os 155 El despotismo ilustrado. Sus manifestaciones en lo politico, rligioso, econémico y social (165 a 178) El libre comercio (179 a 188) Capitulo VIL... we TL El Rio de la Plata durante el siglo XVIII (189 a 236) Creacién del virreinato (191 a 193) La audiencia y la organizacién judicial (194 a 197) El régimen de las intendencias (198 a 205) El consulado de Buenos Aires (206) Situacién econémica (207 a 221) Las nuevas ideas econdmicas (222 a 228) La apertura del puerto de Buenos Aires (229 a 236) Capitulo VIO 199 La sociedad estamental en Indias (237) Los blancos: espaiioles y criollos (238 y 239) La condicién de los indios (240 a 255) ‘Manual pe Historia ps Las Inst Las encomiendas (247 a 252) Reducciones y pueblos indigenas (253 y 254) Las misiones jesuiticas (255) El mestizaje (256 a 259) La esclavitud: la trata de negros (260 a 268) La familia (269 a 275) Los extranjeros (276 y 277) Los derechos personales (278) 1ONBS ARGUNTINAS Capitulo Ix su 229 La Iglesia (279 a 289) La organizaciGn eclesidstica (279 a 284) La predicacién religiosa (285 y 286) 1a influencia social del clero (287 a 289) EL Real Patronato (290 a 296) Capitulo X ... Laensefianza (297 a 300) Las universidades (301 a 308) La Universidad de Cérdoba (305 y 306) ‘La Universidad de Charcas (307 y 308) La enseftanza del derecho (309 a 313) La medicina y el protomedicato (314 a 317) La imprenta (318 y 319) Los libros e impresos (320 a 325) El periodismo (326 a 329) Capitulo XI .. 261 La organizacién militar durante la conquista y la colonizacién (33 La hueste (330 a 333) “ney (220038) El cjército defensivo 8334 a 338) La autoridad militar (39) Las fuuerzas militares del Rio de la Plata (340 a 342) Capitulo XII. La crisis del régimen indiano (343 a 360) La conduccién gubernativa (344 y 345) Tensiones, ideas e intentos de independencia (346 a 352) Los acontecimientos desencadenantes (353 a 360) Segunda parte LA EPOCA PATRIA 291 Capitulo XIII La Revolucién de Mayo: fundamentos politicos y juridicos (361 a 383) Las corrientes ideol6gicas influyentes (372 y 383) El gjercicio del gobierno propio (374 a 383) Hacia la declaracién de la Independencia (384 a 390) El caricter continental de la lucha por la emancipacién (391 a 395) oa B17 Capitulo XIV... El constitucionalismo (396 a 404) Los derechos y deberes de las personas (405 a 414) Capitulo XV La forma de gobierno (415 a 439) El Poder Legislativo (418) El Poder Ejecutivo (419 a 424) ‘La correlacién de las finnciones legislativas y ejecutivas (425) Requisitos para ocupar la funcidn piiblica (426) 1Los secretarios de Estado (427) Organos consultivos (428) ‘La organizacién judicial. Origenes del Poder Judicial (429 a 437) Las residencias y la responsabilidad de los fiancionarios puiblicos (438) Intentos mondnquicos (439) ‘Maycat px Historia bi as INst1Tucionts ARGENTINAS Capitulo XVI... La forma de Estado: federalismo y unitarismo (440 a 448) Las causas del federalismo (443 a 448) ‘La organizacién territorial 8449 a 452) El régimen de las autonomias provinciales (453 a 471) El Poder Legislativo (457) El Poder Ejecutivo (458) La organizacién judicial (459 a 465) Carécter y aplicacién de los ensayos constitucionales (566 y 467) El caudillo (468 y 469) Las facultades extraordinarias y la suma del poder puiblico (470 y 471) Capitulo XVIL 2 B71 Los pactos interprovinciales (472 y 473) El pacto federal de 1831 y las tentativas constitucionales (474 a 480) El encargo de las relaciones exteriores. El jefe supremo de la Confedera- cién Argentina (481 a 488) La generacién de 1837 (489 a 494) Capitulo XVII .. .. 387 Las segregaciones territoriales (495 a 500) La politica exterior (501 a 506) El reconocimiento de la independencia (501) La guerra con el Brasil: causas y consecuencias (507 a 510) Conflictos durante el periodo 1835-1852 (511 a 519) Bolivia (512) Paraguay (513) Las Islas Malvinas (514) La Banda Oriental y la intervencién anglo-francesa (515 a 518) Chile (519) Capitulo XIX .. 403 La representacién politica (520 a 532) El ciudadano (522 a 525) Caricter de la representacién (526 a 529) El acto electoral (530 a 532) El derecho patrio precodificado (533 a 540) ee Capitulo XX La economia (541 a 578) Librecambio y proteccionismo (1810-1829) (541 a 546) La ley de aduana de 1835 (547 a 551) El movimiento comercial 8552) La ganaderfa (553 a 562) El saladero (563 a 566) La agricultura (567 a 573) Las industrias (574 y 575) La mineria (576 a 578) La tierra publica (579 a 590) Capitulo XXI.... Las finanzas (591 a 615) La politica financiera nacional (1810-1820) (591 a 595) La politica financiera provincial (1820-1852) 596 a 601) La moneda (602 a 605) Los bancos (606 a 615) 457 Capitulo XXI.... ‘Las reformas sociales de la Revohucién (616 a 628) Los espafioles peniinsulares (617 a 620) Laesclavitud (621 a 623) Los indigenas (624) Los extranjeros (625) La familia (626) La abolicién de titulos (627 y 628) Capitulo XXIII .. La ensefianza elemental (629 a 633) Fundacién de la Universidad de Buenos Aires (634 a 641) La ensefianza del derecho (642 a 645) La libertad de imprenta (646 a 654) La circulacién de libros (653) La Biblioteca Publica de Buenos Aires (654) El periodismo (655 y 656) Manuva ISTORIA DR Las INSTITUCIONES ARGENTINAS Capitulo XXIV 479 La Iglesia ante la emancipacién americana (657 a 665) En el Rio de la Plata (658 a 661) La posicién de la Santa Sede (662 a 665) ‘Origen del Patronato Nacional (666 a 670) La reforma eclesidstica (671 y 672) Capitulo XXvV ............. 491, El ejército patrio (673 a 685) Las tropas veteranas (675 y 676) Las milicias (677 a 680) Las armas y elementos bélicos (681 a 683) ‘La marina de guerra (684) El mando de las armas (685) Tercera parte LA EPOCA CONSTITUCIONAL Capitulo XXVI 503 La organizacién constitucional (686 a 704) El Acuerdo de San Nicolds (690 a 692) La Constitucién Nacional de 1853 (693 y 694) La formacidn del Estado de Buenos Aires (695) El conflicto entre la Confederacién y Buenos Aires (696 a 698) La reforma de 1860 (699) La unién definitiva (700 a 704) Capitulo XXVII apes econémico-financieros de la organizacién constitucional (705 La libre navegacién de los rios (706 a 708) Factores econémicos en la separacién de Buenos Aires (709) Las finanzas de la Confederacién (810 a 716) Los bancos de la Confederacién (717 y 718) Las finanzas del Estado de Buenos Aires (719 a 721) Capitulo XXVIII 1 583 El sistema politico constitucional (722 a 752) Los derechos y deberes de las personas en la Constitucién Nacional (727 y 735) El Poder Legislativo Nacional (736 a 740) El Poder Ejecutivo Nacional (741 a 744) El Poder Judicial Nacional (745 a 747) La Corte Suprema de Justicia (748 y 749) Los gobiernos de las provincias (750 a 752) La préctica constitucional (753 a 765) Las intervenciones federales (763 a 765) Capitulo XXIX 555 Las tendencias politicas predominantes (766 a 784) El testamento politico de Mitre (766 a 768) La politica de conciliacién (769) La época de Roca (770 a 772) La revolucién de 1890 (773 y 774) La politica del Acuerdo (775 y 776) La segunda presidencia de Roca (777 y 778) La rerminacidn del predominio roquista (779 y 780) El radicalismo en el poder (781 a 783) La revolucién de 1930 (784) Capitulo XXX 878 La sancidn de los cédigos nacionales (785 a 791) La cucstién capital (792 a 799) Los territorios nacionales (800 a 802) El sistema electoral (803 a 818) Régimen anterior a 1912 (804 a 814) La ley Séenz Pefia (815 a 818) Capitulo XXXI ... soins OL La politica exterior (819 a 830) La guerra con el Paraguay (820 a 822) Las cuestiones limitrofes (823 a 828) Relaciones con las naciones europeas (829 a 833) La politica continental (824 a 836) a (MaxtaL pp Historia bs Las INsTiTuctonss ARGENTINAS Capitulo XXXII La conquista del desierto (837 a 848) La Patagonia (388 a 845) El Chaco (846 a 848) Inmigraci6n y colonizaci6n (849 a 859) La ley de 1876 (853 a 856) El desarrollo ferroviario (860 a 863) 619 Capitulo XXXII... El desarrollo econémico (864 a 881) La ganaderia (864 a 869) Los frigorificos (870 a 874) La agricultura (875 a 877) El comercio de exportacién (878) La minerfa (879) Las industrias (880 y 881) Las finanzas (882 a 898) La moneda (889 a 891) Los bancos (892 a 898) La cuestidn obrera (899 a 907) Capitulo XXXIV .. La ensefianza elemental y media (908 a 914) Los estudios universitarios (915 a 925) La ley Avellaneda (919) Fundacién de la Universidad de La Plata (920 a 922) Antecedentes de la creacién de a Universidad Nacional del Litoral (923) La Universidad Nacional de Tucumin (924) La reforma de 1918 (925) La ensefianza del derecho (926 a 929) Las academias nacionales (930) El periodismo (931 a 934) 643 Capitulo XXXV La Iglesia y el Estado (935 a 950) La libertad de cultos (937) El Patronato Nacional (938 a 942) Relaciones con la Santa Sede (943 y 944) El matrimonio civil (945 a 947) La onganizacién eclesidstica (948 a 950) La accién politica y social del catolicismo (951 a 953) Capitulo XXXVI... El ejército nacional (954 a 961) La marina de guerra (962 a 964) La aviacién militar y naval (965 y 966) Cuarta Parte LAS INSTITUCIONES ENTRE 1930 y 1983 Capitulo XXXVI... Las tendencias politicas predominantes (967 a 982) Entre gobiernos civiles y militares. Los presidentes de la Concordancia (967 a 969) La Revolucién de 1943 y las presidencias de Pern (970 971) La Revolucién Libertadora (972) La presidencia de Frondizi (973 y 974) La presidencia de Illia (975) La Revolucién Argentina (976 y 977) El retorno de Pern y su tercera presidencia (978 y 979) El Proceso de Reorganizacién Nacional (980 a 982) Capitulo XXXVIIL....... saves 713, El funcionamiento del sistema politico (983 a 1011) La vigencia de la Constitucién de 1853 y sus reformas (983 a 989) Los poderes ejecutivo y legislativo: su funcionamiento (990 a 992) El poder judicial (993 y 994) La Corte Suprema de Justicia (995 2 997) La legislacidn nacional (998 a 1001) Los gobiernos provinciales (1002 a 1006) El constitucionalismo provincial (1007) Los territorios nacionales y su conversidn en provincias (1008 a 1010) El régimen municipal (1011) Mawuat pp Historia bs Las INstrructonns ARGENTINAS: Capitulo XXXIX 43 Lineamientos de la economia y las finanzas en sus marcos instituciona- les (1013 a 1029) La producci6n agraria (1020 a 1023) La industria (1024 y 1025) La modernizacién del transporte: vias férreas y carreteras; Iineas fluviales, maritimas y aéreas (1026 a 1029) Capitulo XL 765 Poblacién, inmigracién y estructura social (1030 a 1033) El mundo de! trabajo (1034 a 1040) Legislacién laboral (1034 a 1037) Organizacién sindical (1038 a 1040) Capitulo XLI La politica exterior (1041 a 1051) Europa y los Estados Unidos (1041 y 1042) La Segunda guerra mundial y el nuevo orden internacional (1043 a 1045) Diplomacia, politica y comercio en la posguerra (1046 y 1047) Las relaciones con Iberoamérica (1048 y 1049) Las Malvinas: negociacién diplomtica y conflicto bélico (1050 y 1051) Capitulo XLIL..... La ensefianza elemental y media (1052 a 1057) ‘Los estudios universitarios (1058 a 1064) La ensefianza del Derecho (1068 y 1069) Las academias nacionales (1065) La investigacién cientifica (1066 y 1067) El periodismo: prensa grifica, radio y televisién (1068 a 1072) Capitulo XLII La Iglesia y la cultura catdlica (1073) El Concilio Vaticano II y la renovacién religiosa (1074 y 1075) La relacién con el Estado, El Acuerdo de 1966 sobre Patronato (1076 a 1081) La organizacién eclesiistica (1082) oo 793, 815 4 ne xLIV z seseteeereesensees 825 rains ‘Armadas: Ejército, Marina y Aerondutica (1083 a 1094) lesarrollo cientifico e industrial (1089) Laseguad ‘continental y la lucha contra la subversién (1090 a 1094) Las Fuerzas de Seguridad (1095 a 1097) La Prefectura Naval Argentina (1095) La Gendarmeria Nacional (1096) La Policia Federal Argentina (1097) as Introduccién Concepto de la historia “ 1. La primera tarea consistiré en aclarar los vocablos que sirven para denominar nuestra disciplina. Como ocurre con otros vocablos de las ciencias sociales, el significado de la voz “historia” ha sido atentamente estudiado a través del tiempo, y las conclusiones que pueden extracrse al respecto no son concordantes en cuanto a su objeto. Si observamos a un cientifico trabajando en su laboratorio, advertire- ‘mos que realiza sus estudios sobre la base de experimentos efectuados con objetos fisicos accesibles. Trabaja en el presente, y personalmente puede seguir el desarrollo del experimento en todas sus fases. Sino ha captado con precisién algiin aspecto del proceso, puede repetitlo cuan- tas veces quiera y dar luego sus conclusiones, Ese estudioso se encuen- tra ante un objeto real, que existe, y le es permitido presenciar el desa- rrollo del experimento o hecho fisico hasta que su reiteracién pueda dar lugar a la formulacién de una ley fisica Con a historia no ocurre lo mismo. Se ocupa, si, de objetos reales, pero inexistentes, y pretende llegar a conocer cada objeto tal cual existié, no tal cual pudo ser o tal cual debié ser. El objeto sobre el cual versa la historia es un hecho pasado ¢ irreversi- ble, ha estado en el tiempo y en el espacio, pero ahora no existe, no acta En a historia no se da la ldgica de la misma manera que en los fendme- nos fisicos. Ello se debe especialmente a que el agente promotor del hecho histérico es la voluntad humana, la que no responde de igual (1) Mane Beocat, Ieraduccién ala hésona, México-Buenos Aires 1952; Jonae L:ns Cassa y “AvTonao J. Pinr2 Anensrzour, Dl gaa a bere cena. Una vin dela torigraa través del méad, Buenos Aires, 1961; R.G. Cotsvowoon, Iden de a Hiri, Méice, 1980; Tost Axrowo Manavats, Tria del saber bitdrce, segunda ediciéa, Madi, 1961; Hh ‘Masnct, El comcimiotahixcy, Barcelona, 1968; EDUARDO MAKTiRg, La Pistoia del deco, ‘iiplina iarice, RLLD.,N° 20, 1969; Las hist epecialesyla bison de dencho,.C., N° 21,1972. (a) Peven Burns (ed), Farmar de hacer ior, Made, 1993; Eowano HE. Cann, 20 ea Hizoria?, Barcelona, 1993; Fupuaico Suinsz, La Historia ye métdo de inmsigain hitrice, Madrid, 1987. ‘Mawuals Histonta Ds Las INstrructonss ARoRNTINAS manera ante dos incitaciones idénticas. La voluntad del hombre se halla en permanente lucha para modificar la naturaleza, y tampoco puede este aspecto correlacionarse con los hechos fisicos. 2. Alla pregunta équé ¢s la historia?, podemos responder utilizan explicaciones que ha dado el histoiador francés Hn Thun Manno [a bistora eel conacimiento del pasado humano. Un conocimiento vslido, verdadero, opuesto a lo que podria haber sido, al resultado de la imagi- nacidn, de la novela, del mito, de las leyendas pedagégicas, de aquellas “aay” de la escuela primaria,conocimiento qu seri culminacién de un esfuerzo riguroso y sistemitico por hallar la verdad de lo sucedi- do, Al hablar de pasado humano eee por tal todas las acciones, Jos pensamientos, los sentimientos y las obras (materiales y espiritua. les) del hombre o de los hombres de ayer, susceptibles de comprensién por el hombre de hoy, que es el historiador. El pasado, que por obra del historiador vuelve a la vida en su concien- cia, se convierte en alguno distinto -continia Maxxou- de lo que fue en realidad, pues por lo pronto no se lo conoce como presente (tal como lo vivieron los hombres del pasado), sino como pretérito, como algo que fue y no que es. Por otra parte, el historador tiene una visidn ‘mucho més amplia de esos hechos investigados, conoce sus anteceden- tes (tl vez mejor que quien viv el pasado de que se trata) y sus conse- ‘cuencias, es decir, sabe qué pasé después, cosa que el hombre de ayer, el hombre del pasado, nunca pudo saber. También el historiador que ¢o- noce, que comprende el pasado, vuelca en ese conocimiento todo el igaje de otros conocimientos, impresiones y experiencias que no s6I 4, sino todos los hombres que han sucedido a aquel que wid an tiempo y lugar determinados, le han trasmitido. Por eso la historia estéinseparablemente unida al historiador. “Para que podamos conocer un sector dl pasado, no sdlo es preciso que queden de él documentos significativos, sino también que haya un historiador capaz de dar con ellos y, sobre todo, de comprenderlos”, pues para co- nocer el objeto de sus estudios el historiador “debe poser en su cultura personal y en la estructura misma de su espiritu las afinidades psicolégi- cae gue se pennian imagina, volver a sentir y comprender los senti- mientos, las ideas, la conducta de los asado sastreando en los documentos? ee Entre nosotros, Cassant y Pérez AMUCHASTEGUI han elaborado una definicién que es conveniente conocer. Para estos autores la historia es 1a recreacién intelectual del pasado buomano mediante la busqueda de los duc ead sobre a base detesimonios yh expsicincongrnte 2 Pesta daip sa eesseesEnsSInESI NES HNESBvESPOTEDNTEPNEEI C2¥WWIormD D8 La STO=Ls| ‘La expresién “re-creacién intelectual” es rica en contenido. Ella, por si, define el alcance de la historia. Sefiala su objetivo y coloca los limites ‘naturales a su dominio. Todo debe reducirse a una re-creacién intelec- tual, El hecho ha ocurrido una vez, s6lo una. Ha sido captado de alguna ‘manera por otro u otros hombres, trasmitiéndose a Ja posterioridad bajo la forma de testimonio. Gracias a ello, el historiador advierte el hecho y sobre la base de esas huellas procede a la re-recreacidn intelec- tual del mismo, Hay, naturalmente, una gran diferencia entre la recrea- cién intelectual y el hecho real. Aquélla depende exclusivamente de la ‘existencia de testimonios, pues en caso de no existir o no conocerse & tos, el hecho no puede ser conocido. Ademis, conviene sefialar que al intervenir en esta re-creacién la mente del historiador, los hechos anali- zados reciben inevitablemente un impacto subjetivo, ya sea por los ele- mentos utilizados en la operacién intelectual 0 por el enfoque que el estudioso tiene interés en dar a los mismos. ‘Aldecir que la historia tiene por objeto cl pasado humano, no se quiere significar que ha de acumularse desordenadamente todo lo que ha deja- do de ser presente. Esto ser4 el pasado, pero la historia tiene que supe- rar una visiGn tan simple. En efecto, la historia, como ciencia, aspira a dar una sistematizacién de sus conocimientos que impida que la marea de los hechos ~cada dia més complejos y més numerosos- termine por anonadarla. Es asi como ese pasado humano debe entenderse no en su totalidad, que dificilmente pueda ser abarcada, sino en sus parcialidades yen su estructura, Debe acentuarse también esa idea de pasado humano en el sentido de aque la historia es una disciplina netamente retrospectiva, que necesita tuna cierta distancia temporal para apreciar los hechos. Esta manera de ver es distinta para el historiador, que analiza el pasado, que para el espectador, que contempla el mundo en que vive. Mientras aquél puede, ‘en cierta medida, desprenderse de las ataduras de todo tipo que ligan al hombre a “su mundo”, en cambio, ¢sa misma disposicién espiritual no se le presenta a quien pretende juzgar su época con criterio histérico. Esta diferencia de enfoque puede asimilarse al caso de quien aprecia tina obra de arte desde una distancia recomendable y quien lo hace, en cam- bio, sobre la tela, advirtiendo los trazos del pincel, pero anulando la vvisiGn artistica de la obra, Asimismo, este pretérito debe ser humano, ¢s decir, debido a la accién del hombre. A la historia sélo le interesan los hhechos del hombre; le son indiferentes los fendmenos de la naturaleza, Tan s6lo se ocupa de éstos cttando de alguna manera han modificado, impulsa- do, detenido o de cualquier forma motivado una accién humana. Para que se pueda alcanzar el conocimiento histérico debemos ir un poco mis alld. Se trata de na larga y fatigosa pesquisa, que requiere la 2» Manvat Dk Historia Di 1s INSTITUCIONDS ARGHNTINAS acién de un método apropiado ($§ 10-14), a fin de llegar aun resultado satisfactorio. Los elementos de que se vale el historiador para conocer el pasado hu- ‘mano y que constituyen el fin de su pesquisa reciben el nombre de testimonios, y sou ellos propiamente los residuos o huellas que ha dejado el hombre én su paso por la Tierra, Este trabajo exige una informacién previa, una busqueda ordenada, una correlacién de los testimonios, con la consiguiente critica y valoracién. ‘Una vez superada esta etapa, el conocimiento adquirido debe ser ex- puesto o presentado en forma adecuada e inteligible a los demés, y no debe limitarse a una emunciacién de los testimonios hallados, sino que cabe al historiador referir y explicar ese pasado, sefialando el encadena- iiento de los sucesos. PPara esta dificil tarea -que algunos limitan a una cronologfa de los he- cchos y otros extienden hasta convertir al historiador en un juez supre- ‘mo~ es necesario que el historiador disponga de elementos que permi- tan valorar o interpretar esos testimonios. 3. El historiador debe adquirir y aplicar un criterio histérico, es decir, la facultad de interpretar los hechos con la unidad de medida apropiada, y despojarse al mismo tiempo de todos los prejuicios que puedan oscu- recer su libre reflexidn ¢ interpretacién. Los hechos deben ser analiza- dos a la huz del “ambiente histérico” en que ocurrieron, evitando el tan ‘comuin trastrocamiento de hechos, ambientes ¢ ideas. Es asi frecuente que regimenes politicos, sistemas econdmicos o ideologias influyentes en determinada época sean analizados, censurados o elogiados a la luz de principios ajenos a ese tiempo histérico, con lo que se incurre en una lamentable confusion de dimensién temporal. Debe cuiidar el historiador otra dimensién: la espacial. Resulta siempre pobre toda interpretacién local, regional o nacional de los hechos hist6- ricos, El émbito histérico-espacial debe ser cautelosamente estudiado para advertir su verdadero alcance. En nuestra historia, a partir del siglo XV; ese dmbito debe extenderse a a llamada sociedad occidental, pues si se estrechan en demasia los limites, el hecho histérico puede llegar a set ininteligible. 4, Nos encontramos, pues, frente a una disciplina érida, de compleja biisqueda, de inciertos resultados, pero de apasionantes perspectivas. Lega cl momento de preguntarse: épara qué sirve la historia, équé utilidad presta a los hombres? A Ja segunda interrogacién le debemos quitar desde un principio el sentido de beneficio material que parece indicar en nuestro tiempo el tan usado vocablo “utilidad”. Concerro pa a mIsTORIA La historia, en primer lugar, satisface la necesidad del hombre que de- ‘sea conocer el pasado de su especie y explicar el origen del tiempo en jue vive. Gomo biea ha dicho Manno, la fancin de a historia o susinistrar a la conciencia del hombre de hoy tuna abundancia de materiales sobre los cuales ejercer su juicio y su voluntad, “su fecundidad reside en esta ex- tensidn précticamente indefinida que ella realiza de nuestra experiencia, de nuestro conocimiento del hombre. Es ésta su grandeza, su uilidad”. ‘También la historia apoya a las ciencias sociales en el estudio de Los fendémenos sociales. Mientras éstas analizan el hecho en un momento dado del presente, la historia los estudia en su dinémica a través del tiempo. A través de la historia es posible advertir cémo se producen las transformaciones sociales, cémo se suceden las instituciones y cudles han sido los sistemas de derecho vigentes. De ahi la necesidad del juris- ta de recurrir a la historia. Como el derecho no es un conjunto de nor- mas abstractas dictadas por el legislador, sino que, en mayor o menor medida, es una resultante de diversos factores sociales, politicos, econé- micos, geograficos, raciales y religiosos, tanto el jurista como el legisla- dor deben frecuentemente recurrir al conocimiento de esos factores, que tienen su raiz histérica, para dictar el derecho positivo. ‘La historia constituye asimismo un instrumento cultural en varios senti- dos. Es un instrumento de solidaridad que ayuda a comprender y valo- rar la existencia de otras sociedades; a apreciar la rapidez con que trans- ccurre la vida de las naciones. Es un instrumento de preparacién intelec- tual, en cuanto el conocimiento y la prictica del método histérico son aplicables a otras disciplinas sociales. Es, en fin, un instrumento de educacién moral, al ofrecer ejemplos de hombres dignos, humanos, y con defectos y virtudes semejantes a los que viven en el presente. ‘También se ha sostenido que la historia contribuye a la formacién del vinculo de la nacionalidad. Creemos, sin embargo, que, sin dejar de reconocer la influencia producida en este campo, ese servicio no ¢s pro- piamente conveniente para el desarrollo de la historiografia, pues se corre el riesgo de deformar la imagen histérica, en beneficio del senti- ‘iento local, perdiendo el historiador su juicio histérico, o encontrén- dose en Ia desagradable disyuntiva de optar por su nacién o por su ‘vocacién historicista, 5. La historia, durante muchos afios, imité voluntariamente su estudio alos aspectos politicos o guerreros del pasado. Era la historia tradicio- nalmente llamada genteral, que se ocupaba de los “grandes acontecimientos histdricos”: batallas, negociaciones diplomticas, ciertos heckos salien- tes de la politica interior donde se destacaba la intervencién de tal o cual TANRAL DB EUSTORIA DE LAS INSTITUCIONES ARGENTINAS personaje, los matrimonios y las muertes de esos mismos personajes alguna que otra referencia a grandes catistrofes, pestes 0 plagas, ad ‘Una vez, que el historiador advirtié que, ademis de los actos guerreros © politicos, existfan otros, de distinta naturaleza, pero de igual o supe- rior importancia, parcializé los estudios nprender cabal- mente la vida del hombre en el pasado. cer aber De esta manera, alejado definitivamente de la mera reconstruccién de guerras y vicisitudes politicas, el historiador moderno descubrié un amplio y desconocido campo de accién, hallando respuesta adecuada on a f pipes inerrogantes que wa exrcha visin de Ia hstora, sujeta al individuo, al hecho aislado -generalmente guerrero o politi venia ofreciéndole. ® fe ae Es que como bien ha sostenido Marrou, “para el historiador moderno el hombre no es sélo un animal politico”; por ello, porque es preciso atender toda su inmensa complejidad, el historiador se ha visto enfren- tado al apasionante y acuciante problema de analizarlo en sus institu- ciones, en sus ideas, en sus acciones, en sus esfuerzos, en st vida fami- liar, social, politica, econémica, religiosa, juridica, etc. La respuesta adecuada consistid en la aparicidn de las historias especiales, que sin des- centenderse de todos y cada uno de aquellos aspectos, vinieron a profin- dizar el estudio de uno o varios de ellos, para concurrir luego con st resultado al enriquecimiento de la historia de la civilizacién, de la histo- ria del hombre en sociedad. Pero estas historias especiales contribuyen también, y en gran medida, a nuestro juicio, a auxiliar a la disciplina que en el presente se ocupa de aquel aspecto de la vida del hombre que cada historia especial ha estudiado en el pasado. Nadie dudari del exce- lente ¢ imprescindible aporte que la historia del derecho, o la historia econémica, por ejemplo, brindan al estudioso de la ciencia del derecho © de la economia Las instituciones @) 6. El vocablo “institucién”, en sus multiples acepciones corrientes, se ha convertido en una expresién equivoca. Se trata, sin embargo, de un (2) Auzoxso Gancia-Grst0, Problonas metadlz dela hieria det derecho ina, N° 18,197. Veren Ta Avon Emp kc dlr naronet RFCA A, ioe, 7 y 8, 1962-1963; V. Tau Axzodrecus, Intitucione: indiamasy derecho indiano, Pastas part ncaa de a biovin el derecho indians, R, ChHL.D., N® 6, 1970. . (23) Photo Gross, Stra srt edimeson iri, ene volumen a scargo gue leva Lisi shal, Milan, 1986; AvTontoM, Hist, Cala urls erp. Stes evil, Mad 2002, Cap. La 3; Vicror Tau Anzodnncut, Et hisorindor ante ef Derecho, Buenos Aires, 2003, 2 Las INSTITUCIONES: concepto clave, que debe estudiarse cuidadosamente. El estudio de la historia a través del lente de las instituciones constituye un modemo y fecundo instrumento de trabajo, que ha sido y es utiliza- do por la historiografia desde hace mis de medio siglo. El hombre, a través de su existencia, construye, “hace su vida”. Es cialmente, esa vida se traduce en convivencia. De esta convivencia, de esa obra del hombre, queda “algo”, a la manera de una decantaci6n estabilizada que, siendo creacién de él, ya no le pertenece y escapa casi «asus posibilidades de control. En forma provisional, llamaremos inst sucidn ese conjunto o sistema coherente de actos o acciones humanas. ‘Asf, cada individuo, al “hacer su vida”, se mutre en gran parte de ciertos elementos que la vida social pone a su disposicién. Ese aporte social a la vida del individuo no se le presenta de una manera optativa, pues debe servirse del mismo imperativamente. Ese aporte -que ¢s lo institucio- zal- ejerce una incuestionable presién sobre el individuo y, més atin, establece pautas de comportamiento, lo atrapa en sus redes y lo impele a que se sirva del mismo. Naturalmente, empleamos el vocablo institu- cidn como género, pues el individuo puede, hasta cierto punto, rechazar © repudiar determinado tipo o clase de institucién. Lo que no puede hacer es repudiar ese conjunto de instituciones, que constituyen el es- gueleto sobre el que existe la vida social. Las instituciones forman, por tanto, tina compleja red, que abarca los mis diversos aspectos de la vida del hombre. Cada una de ellas repre- senta slo sendos ordenamientos parciales, pues si bien hay algunas ‘nds importantes que otras, ninguna en su finalidad especifica—se ago- taas{ misma ni aspira a constituir una totalidad, ‘Ninguna institucién pretende abarcar la integridad del ser humano. Atin aquellas de cardcter espiritual -como la Iglesia~ se valen de otras insti- tuciones para el cumplimiento de sus fines sobrenaturales. Es decir que, al margen de una escala de valores, la parcialidad y no la totalidad carac~ teriza la institucién. 7, Pero no basta con lo dicho para esclarecer el concepto. Cuando ha- blamos de instituciones en un tiempo y lugar dados, estamos tratando de algo que tiene actualidad espacio-temporal, que ejerce de alguna ‘manera tuna influencia irresistible sobre esa sociedad. Es decir que las instituciones constituyen un sistema de vigencias. Pero si analizamos en particular esas instituciones vigentes, veremos que cada una tiene un conjunto de fuerzas en estado de tensidn, las que, presionando la vida humana, tienden a tonificarlas con sus potencias ¢ incitan al hombre a buscar en ellas el libre juego de sus posibilidades, promoviendo as{ el desarrollo social. Para que una institucién pueda ser xs “Maxat HistontA DB LAS considerada vigente es preciso que haya alcanzado una cohesién sufi- ciente, que ésta sea s6lida y autnoma. Es decir que no sdlo su arraigo sea efectivo en la sociedad, sino que pueda ser perfectamente diferencia- da de las otras instituciones. Sin embargo, y dada la compleja interrela- cién de los actos humanos, no deber4 buscarse a las instituciones fun- cionalmente aisladas, sino que ello serviré exchusivamente como méto- do de estudio. i ‘Debemos buscar ahora los elementos que nos permitan determinar cuén- do existe una institucién, y ello nos llevaré a conocer los fundamentos 0 pilares sobre los cuales se asienta cada una. La vigencia de una institu- cin depende, en primer lugar, de su utilizacién por los individuos que integran determinada sociedad. Es decir que el uso social constituye tuno de los fundamentos de la institucién. El uso social ~situacidn o elemento fictico- trae aparejado una serie de normas valorativas y reguladoras, cuyo estudio corresponde al campo de la moral y del derecho. No interesa aqui averiguar ni puntualizar pri- micias. La moral debe interpretarse en este caso en tun sentido amplio, sin encasillarla cn una moral rligiosa ni dejarla al arbitrio del individuo. ‘Simplemente, lo que puede denominarse moral-media de una sociedad. De ahi que, segiin Garcia-Gatzo, la institucién se integra con tres ele- mentos: la situacién, o hecho social, la valoracién y la regulacién. Son necesarios estos tres elementos para sostener que una determinada ins- titucidn ha alcanzado cohesi6n, estabilidad, en fin, que se ha arraigado en la sociedad. Cuando alguno de los elementos citados no apoya la subsistencia de la institucién, es sefial de que ésta ha entrado en crisis, vale decir que es proclive a transformarse por necesaria adecuacién a ‘nuevos condicionamientos ambientales. 8. Las instituciones no pueden ser presentadas ni analizadas en un dm- bito histérico temporalmente limitado, como, en cambio, si pueden enfocarse otros aspectos histbricos, tales el ritmo de las generaciones © el desarrollo de cierta ideologfa. Las instituciones requieren un campo de observaciGn, a veces tan vasto que escapa a la actual posibilidad de nuestro conocimiento histdrico. Con todo, puede afirmarse que la vigencia de una institucién sélo dura tuna parte de su periodo de desarrollo. El resto de ese periodo se halla cubierto por la fuerza de la inercia. No es posible sentar principios generales sobre este aparente desarrollo +, menos atin, sobre el alcance de cada uno de los tres elementos enun- iados, Pero puede adelantarse algo respecto de cémo juegan en el desa- rrollo institucional. Los que marcan rumbos son la sitwacién y la valora- cién. Ellos son los que dan vitalidad ala institucién. Aunque el primero Las msrirvctonas| desempefia en este caso posiblemente un papel més activo, la naloracion hha obrado en muchos casos de tal manera que la institucién ha perdido fuerza, aunque por un tiempo més ha continuado su uso social. La regulacién juridica desempetia un papel distinto en este proceso. Como se encuentra al servicio de la sociedad y de sus principios, se limita a reglar la existencia de las instituciones nacidas para responder a las ne- cesidades sociales. Con todo, desempeiia una funcién irreemplazable y sin la cual la institucién no podré existir. Conviene aclarar que nos estamos refiriendo al derecho positivo, pues, desde luego, lo dicho no es aplicable al llamado derecho u orden natu. ral ex cyos precept a nein encuentra us ies nfaaques les. El enfoque del jurista corre el riesgo de deformarse cuando ve sélo la institucién en funcién del derecho o de la norma juridica, y no advierte que ésta se halla subordinada a aquélla en el sentido indicado y que forma parte de un engranaje, por lo que su existencia se halla injertada en la institucién que regula. La institucién tiene un sentido de permanencia en contraposicién, por ejemplo, al dinamismo vital dela generacién, cuyo sentido es justamen- te el de cambio. Ello no quiere decir que aquélia no experimente tam- bién el proceso de su crisis y transformacién, aunque el mismo sea de ‘una duracién temporal mucho mayor. Tampoco implica que cl cambio, la transformacién o la renovacién no actien sobre aspectos secundarios c internos de la institucién, adecudndola a las necesidades de las distin- tas sociedades. La existencia de las instituciones no puede medirse con la vida del hombre, ni siquicra con la vida de las naciones. Hay algunas que se han conformado en remotos tiempos y que se hallan atin en pleno desarrollo. La institucién es creada, conservada y transformada por el hombre, y esté exclusivamente a su servicio. Es decir que depende, en todo aso, de la actividad humana y necesita su renovada adhesin. Todos los indi- viduos que integran la sociedad tienen una relacidn directa con ls ins- tituciones, ya como agentes pasivos que prestan su adhesién o como agentes activos que actian de una manera diversa sobre la vigencia de Jas mismas. Cuando una institucién no responde satisfactoriamente a las necesida- des reales y actuales de un determinado momento, cesa de ser itil como tal, entra en crisis de acondicionamiento ambiental y es adecuads, pat- cial o totalmente, a las nuevas exigencias de la vida social. De ahf que tal vez la expresidn més adecuada para dar cuenta de esa actividad humana es la de generacién, que da fuerza existencial a las ‘Maun pa Historia DE instituciones, que son, en ultima instancia, el producto resultante de esa actividad generacional. ‘Una historia de las instituciones, de acuerdo a esta idea, deberfa mos- trarse como menos formal y més dependiente del modo de operar de Jos protagonistas que las crearon, moldearon y desenvolvieron; es decir, fueron actores decisivos de su esplendor y ocaso. En un enfoque reno- vador se hace necesario un mayor conocimiento del contexto social y sobre todo de las redes politicas, intelectuales, familiares, etc., actuantes en cada momento. 9. En sintesis, se puede entender por institucién una ordenacién parcial ln vide del hombre en sociedad, gue ba legado m un deere ido autinomo a través de la actividad desplegada y la renovada adhesién de muchas generaciones, Queda de esta manera explicado el concepto que serviré de pauta y de contenido a nuestro enfoque. La historia de las instituciones constitu- Ye, pues, una necesaria introduccién a la historia del derecho que, a diferencia de nuestra disciplina, agudiza su lente cientifico en el estudio de uno de los elementos de la institucidn (la regulacién juridica), pero siempre atendiendo al contexto social en donde actian. ° Si bien el historiador de derecho y de las instituciones tiene su observa- torio auténomo ¢ instrumental cientifico propio, lees preciso entablar un fluido y continuo didlogo con los historiadores y otros estudiosos del mundo social. Como afirma Paoto Grosst, el Derecho es uno de Jos hilos que forma el tejido de una civilizacién, siendo preciso verficar su accién en cada sociedad y cultura Metodologfa histérica ® 10. Es conveniente que quienes se inician en estas disciplinas conozcan cémo trabajan los historiadores, cudles son sus problemas y cudles son Jas herramientas que utilizan. De esta manera se introduce al estudiante en la senda de la investigacién, uno de los fines de la formacién univer- sitaria, y se le ensefia la cautela con que debe manejar los hechos histé- ricos, a cuyo conocimiento lle te por in siones su- fens, a cwyo -g4 generalmente por informaciones su- Toda actividad humana se realiza de acuerdo con un orden determina- Daehn Sopp ph aspen arene sae te te an i Mrropowocta Histonica do. Esto es evidente hasta en los actos puramente mecénicos de la vida (vestirse, alimentarse, estudiar, etc.). Estas formas adoptadas en cada oportunidad, aunque sean rutinarias, constituyen métodos 0 caminos para llegar a Ja meta buscada. Cuando nos preparamos a realizar un trabajo de investigacién en cual- quier ciencia 0 disciplina, debemos adoptar un método, un ordena- miento, una serie ordenada de operaciones. Asi, podemos decir que método “es la busqueda de los medios adecuados para hacer con orden una cosa”. El método no es el mismo para todas las ciencias. La filoso- fia, la matemtica y la fisica, por ejemplo, tienen cada una método pro- pio. También lo tiene la historia, y el de ésta se aplica en buena medida al derecho y a las ciencias sociales. LL. La investigacién histérica se realiza a través de tres etapas: la heuristica, que corresponde a la biisqueda de noticias o testimonios sobre los hechos humanos del pasado; la critica, donde se analizan, confrontan y valoran esos testimonios, y el ordenamiento y la exposi- ién, que son la adecuada ordenacién de esos materiales y la pre- sentacién de sus resultados. Esta divisiGn es sdlo de alcance didctico, pues en la préctica no existen distinciones tan categéricas en el proceso aludido y muy especialmente enlacritiea, que debe estar presente en todo el curso de la investigacién y significar una actitud permanente en el estudioso. ‘Resulta dificil explicar, a quienes son ajenos al oficio, cémo se elige un tema de investigacién. Se podria afirmar, tal vez, que el tema llega solo a la mente del estudioso y que toda cuestién o planteamiento forzado esti destinado al fracaso. Estamos casi en lo que se llama la inspiracién artistica, aunque en el investigador no se da como, por ejemplo, en el poeta. Esa “inspiracién” llega a la mente del historiador después de prolijas investigaciones de otros temas, de lecturas, etc., que le revelan la posibilidad de dedicar sus futuras tareas a un determinado t6pico. A veces ef tema surge de las anotaciones de otra investigacién y que, sin ser titiles para ésta, se revelan aptas para un nuevo trabajo. Ha sido también frecuente que el hallazgo fortuito de un conjunto de testimo- nios abra el camino para la investigacién de determinado asunto. Y asi podrian sefialarse innumerables matices que conforman ese estinmulo promotor de los trabajos cientificos. 12. La heuristica. Elegido el tema, el historiador realiza la biisqueda de noticias sobre el hecho o los hechos objetos de su investigacién. Corresponde primero efectuar una compulsa bibliggrafica, es decir, in- formarse acerca de lo que otros han escrito sobre el tema. x “Mavvvat pi Historia ps Las INsriTUctonss ARGENTINAS De inmediato se impone la biisqueda de las huellas 0 los vestigios deja- dos por los hechos humanos investigados. A tal fin se debe recurir a las fuentes utilizadas por los anteriores autores que se han ocupado del tema, en el caso de que se estimase necesario efectuar una nueva inter- pretacién de los testimonios dados a conocer o con el objeto de obtener suievos datos, omitidos en la obra utilizada. También cabe utilizar las ‘numerosas colecciones de documeiitos, publicados precisamente con el fin de facilitar as tareas de investigacién en esta disciplina. Finalmente se acudird a los repositorios de testimonios (archivos y museos), donde se podran examinar los documentos originales, éditos ¢ inéditos. Indu- dablemente, el hallazgo de testimonios desconocidos por la historio- grafia coustituye uno de los aspectos més emotivos en la apasionante tarea de la investigacién histérica. Bajo la denominacién de testimonios se engloba todo resto, huella 0 vestigio material del pasado, y, entre otros, pueden mencionarse los libros, los manuscritos, las monedas, las inscripciones, los sellos, los periddicos, los monumentos, los recuerdos, los restos biolégicos, eteétera. Esta etapa suele ser la mis fatigosa c incierta, y de su resultado depende el éxito de la investigacién. Todos los datos que sc estimen tities para la labor deben ser cuidadosamente fichados, ya sea con la transcripcién de textos 0 con un fiel resumen de los mismos, anotindose la procedencia de la fuente. Las etapas posteriores de la investigacién revelarin la in- utilidad de muchas de esas fichas y se escogern las que realmente con- vengan al plan trazado. 13, La critica, Fin esta etapa —que, como ya dijimos, debe extenderse a todo el proceso de investigacin— se analiza cualitativamente cada testi- monio hallado. Enffentado el investigador a un testimonio, puede preguntarse si es auténtico, Hay que determinar entonces las caracteristicas del mismo. Asi, si se trata de un manusctito, se determinaré el tipo de papel, de tinta, de letra, etc. Se establecerd, en el caso de un documento firmado, si éste es auténtico y, aun ahi, si se han alterado, a espaldas del autor, partes esenciales del mismo. Este aspecto de la investigacién obliga a recurrir a ciencias auxiliares, peritajes quimicos y caligraficos, etc. No se trata, sin embargo, de una exigencia habitual en el hallazgo de cada testimonio, sino que la necesidad de su aplicacién apareceré sdlo cuan- do se ponga en duda la autenticidad del documento, Se sucle denomi- nar este momento de la investigacién critica externa o de autenticidad. Lallectura del manuscrito plantea nuevos interroganites. Queda por co- rover el grado de veracidad de las afirmaciones contenidas en el mismo. ‘Maronovocia nistonica Lo que el autor del documento expresa no es forzosamente lo que él crefa en el momento de redactarlo, porque puede haber mentido, y lo que ha crefdo entonces no era necesariamente fielreflejo de la realidad, ‘porque puede haberse engafiado. Sobre estas hipdtesis debe girar la agudeza del historiador para descu- brit los méviles del autor del documento y las circunstancias que lo rodearon. De all{ se impone la necesidad de confrontar y comarar ese testimonio con otros de distinta procedencia. Este paso de la investiga- biemo”, que, segiin Zonraquin Bact, eran “las de orden contencioso sdrinei regidas por el derecho piiblico de la época, asf como los tos entre particulares, originados por esa legislacin”. Las principa- les causas de ese tipo eran: = * 2) las relativas al cumplimiento de las leyes protectoras de los indigenas; b) las derivadas del intercambio maritimo (contrabando de mmereade- uy dann «bode pets come rips, ena yea deb ques); ¢) las vinculadas con el comercio de esclavos En estas causas, el gobernador, al principio, intervenia personalmente, pero luego se hizo frecuente la delegacidn de funciones en otro magis- trado, varianda esta competencia através de la distintas 6pocasy regio- 18 La oRaANtZAci6N JUDICIAL nes. En materia de contrabando, por ejemplo, aunque intervenfan al principio primitivamente los oficiales reales, se admitié mis tarde en algunas ciudades que conociera también el gobernador, junto con aqué- los (§ 110). ‘A su ver, el presidente gobernador, en wn rango superior al anterior, agre~ ‘96, las funciones detalladas la de presidir la audiencia establecida en la capital de su distrito. El justicia mayor ~casi siempre anexado a las funciones de gobernadores y corregidores- era, en cambio, por su mismo origen terminolégico, quien especificamente estaba encargado de administrar justicia, siendo competente para intervenir en los pleitos civiles o causas criminales, en ‘un mismo grado, con los alcaldes ordinarios, correspondiendo el ‘cono- cimiento del asunto a quien primero se abocara al mismo (§ 106), 109. El capisdn general -titalo otorgado a los virreyes, presidentes y gobernadores~ tenia competencia exclusiva en primera y segunda ins- fancia en ef lamado fuero de guerra. Pero en la prictica, la primera instancia se sustanciaba ante un jefe militar subaltemno. En la segunda instancia, el capitin general recurria al asesoramiento letrado para dic- tar su fallo, que era apelable ante la junta de guerra de Indias. Originariamente este fuero, dice Zonaquiy Bact, “comprendia los asuntos civiles y criminales de las tropas regulares, que estaban a suel- dos y respecto de los soldados, solamente cuando estaban en campafa”. Hubo luego algunas modificaciones tendientes, en general, a aminorar ‘su rigorismo, en raz6n de las abusos cometidos en perjuicio de particu- lares que contrataban con personas amparadas por este fuero. Enel siglo XVIII se establecié un fuero andlogo para la marina LO. Los oficiales reales (§ 151) intervenfan privativamente en los asuntos del fuero de hacienda, que eran, sobre todo, las ejecuciones de las deudas fiscales y los pleitos sobre contrabandos. Dicha juris- diccidn, reservada en un principio a las audiencias, fue concedida a los oficiales reales de México en 1560 y extendida después a las de- mis provincias. Enel ejercicio de la funcidn judicial, como en las otras tareas a su cargo, los oficiales reales debian actuar conjuntamente, formando un tribunal. Delos fallos se podia apelar ante las auiencias, que resolvian en defini- tiva, En los casos de comisos por contrabando en los puertos indianos, la apelacién se sustanciaba ante el Consejo de Indias. Cuando no fan cionaba audiencia en la ciudad donde actuaban los oficiales reales, el ggobernador conocfa en estos pleitos, en segunda instancia. En algunas provincias, el Rio de la Plata, por ejemplo, se autorizé al gobernador 109 Manvat-p Hisronia bp Las Insrirucionss ARGENTINAS para que pudiera entender juntamente con los oficiales reales en los pleitos de contrabando (§ 108). El ejercicio de esta jurisdiccién hacendistica suftié importantes refor- ‘mas en la segunda mitad del siglo XVI, al instaurarse el régimen de las intendencias (§ 203). LLL. Jucces eclesidsticos. La Iglesia tenfa en la época que estudiamos ‘una activa insjerencia en la vida social y politica (§ 287), que llevaba a sus mis altos dignatarios a controlar ia actuacién y la conducta de los funcionarios puiblicos. De esta manera, los jueces eclesidsticos no sola~ ‘mente intervenian en aquellas cuestiones de orden exclusivamente reli- oso, sino que, ademés, estaban a su cargo los juicios en que debfan aplicarse normas candnicas 0 que directamente interesaban ala Iglesia 0 a sus bienes, salvo determinadas excepciones. Competia a estos jueces todo lo referido al matrimonio (licencias en caso de impedimento, causas de disenso, oposiciones, esponsales, nuli- dad, divorcio, alimentos, litisexpensas, dote, tenencia de hijos). En cuanto a adulterio, concubinato e incesto, se considerd como de “fueto mixto”, es decir, que competia al juez ordinario o eclesidstico que pri- mero conociera ent la causa. En esta misma situacién se consideraban Jos procesos motivados por ataques cometidos contra los religiosos, robes de cosas sagradas, exhumacin de cadavers, blasfemias, duclos, sactilegios, etc. Las causas sobre diezmos (§ 140) originaron numero- sas controversias a fin de determinar los jueces competentes, hasta que en el siglo XVIII se constituyeron tribunales especiales. También se atribuyeron a este fuero las causas civiles y criminales en que fueran parte sacerdotes, tanto seculares como pertenecientes a 6r- denes religiosas, y las sucesiones de los religiosos que hubieran legado bienes a la Iglesia u otras obras piadoras, A fines del siglo XVIII se restringié sensiblemente este fuero, eliminén- dose de su conocimiento los asuntos relativos a disensos, alimentos, litis-expensas, dote, concubinato y sucesiones. Los religiosos no podian remunciar al privilegio que significaba el fuc~ ro, y los jueces competentes eran, segiin los casos, los arzobispos 0 obispos, los provisores o vicarios generales, los vicatios fordncos y los cauras parrocos. Habfa hasta tres instancias, y desde el siglo XVII los pleitos terminaban indefectiblemente en Indias, sin apelacién ante la Santa Sede. Para reprimir el eventual abuso que podian cometer estos jueces se establecié cl llamado recurso de fuerza, consistente en wna que- ja que el agraviado presentaba ante la audiencia, destinado a comregir vicios o arbitrariedades del procedimiento seguido. Dentro de esta justicia eclesidstica cabe ubicar también los tribunales 0 La oncanzacion juptctat del Santo Oficio de la Inguisicién, establecidos en México y en Lima durante el siglo XVI con el propésito de conservar la ortodoxia religio- sa. Entendian estos tribunales, en forma privativa y con exclusidn ce ottos jueces, en todas aquellas cuestiones que afectaran el dogma de la religidn catdlica, como herejfa, apostasia, hechiceria, blasfemias heréti- cas, supersticiones, idolatrfa, adivinacidn, etc. De sus fallos se podia apelar solamente ante el Consejo de la Santa y General Inquisicién, en Espafia. La actividad de estos tribunales, que tenfan delegados en otras ciudades, fue mayor durante los siglos XVI y XVIL, decayendo visible- mente en la siguiente centuria. 112. Las audiencias. Dentro de la organizacién indiana, las audiencias cuparon un lugar de jerarqufa no menor al de los virteyes. Es imposi- ble establecer cul de ellos era superior, en razén de que la propia legis- Jacién indiana procuré imponer en el mis alto nivel un singular sistema de control reciproco. Segrin Rurz Guntazt, las audiencias constituyeron la base de la divi- sidn territorial de la Monarquia y de las demarcaciones politicas de los Estados que sucedieron a aquella, restando de esa manera la importan- cia que en tal sentido se ha reconocido a los virreinatos. No todas Jas atidiencias indianas tuvieron la misma jerarquia. Bllo de- pendia de la ciudad donde se establecfan y de las atribuciones otorga- das. Row Guniazu distingue tres categorias: audiencias pretoriales vi- ‘reinales, las que funcionaban en la capital de los virreinatos, eran presi- didas por el virrey y tenfan, como veremos, las mas importantes atribu- ciones gubernativas y judiciales (Lima y México); audiencias pretoriales, las que, establecidas en la ciudad cabeza de una gobernaci6n, eran pre sididas por el gobernador, proviniendo de all{ la denominacin de pre: sidente gobernador (Santo Domingo y Bogot, entre otras); y audien- «ias suborlinadas (por ejemplo: Charcas), las que estaban presididas por tun miembro del mismo cuerpo y cuyas atribuciones en materia guber nativa eran sensiblemente inferiores a las anteriores. Las audiencias eran organismos colegiados que tenfan, al igual que el virrey, la representacién directa del monarca en cuyo nombre actuaban. Se establecieron en las principales ciudades, y a mediados del siglo XVII, su mimero alcanzaba a once, legando a trece a fines de la siguiente centuria. La primera funciond en Santo Domingo a partir de 1526. ‘Los miembros de las audiencias recibfan el nombre de oidores, y sui ni ‘mero varid entre tres y diez, de acuerdo con la jerarquia de cada una. La designacién cra vitalicia, efectudndola directamente el rey. El oidor te nia sucldo fijo y debfa ser graduado en derecho (§ 309). ‘Las audiencias indianas fueron creadas no sdlo para el ejercicio de altas m ‘Mawuat ps Hisronta pe 1as Insrrrucionns ARGENTINAS atribuciones judiciales -como las que funcionaban en la peninsul: también con objetivos politicos, de manera que sus fanciones, siguien- doa Zonraguiv Brot, podrian ser consultinas, gubernativas y judiciales Ensu primer carécter expedian informes y evacuaban consultas. Se ha- bia encomendado especificamente a estos drganos que informaran al monarca sobre todos los importantes problemas existentes en su distri- to especialmente ls relativos al ato dels indigens- como, asimis- ‘mo, que expresaran las quejas que tuvieran contra el virrey o el presi- dente del propio cuerpo. Respondian también a ue el fesformubre ee aaeenine = fancién conspondié iguulmente alas audencas de menor cate goria, aunque se limité casi siempre a informar y no Sl monarca ” lean 113. Las facultades gubernativas de las audiencias fueron suficiente- mente importantes para permitirles intervenir en el mecanismo politico con frecuencia y autoridad. Asi-dice Zorraquin Bect=, conocfan “en Jos recursos acordados contra las resoluciones tomadas por los manda- tarios politicos en materia de gobiemo, en la resolucién de los confflic- tos que se suscitaban entre diversas autoridades menores, y en la revi- sidn de los actos politicos si no eran realizados con arreglo a las Leyes” En ciertos actos de gobiernos era necesaria la accién conjunta de la audiencia y del virrey. En los casos de jueces pesquisadores, de comi- sin y de residencia, el nombramiento era privativo de los virreyes y presidentes gobernadores, pero antes debia Ia audiencia autorizar el envio del comisionado, salvo que por la indole del asunto fuera menester guar- dar secreto. También se requerfa el acuerdo con la audiencia y los oficia- Jes reales para realizar gastos extraordinarios en circunstancias urgentes. Elrrey delegaba a veces en las audiencias algunas funciones ejecutivas, y Jo propio hacta el virey con las audiencias de menor categoria. ‘También se habia dispuesto ~se aplicé hasta 1806- que, en ausencia 0 imposibilidad del virrey o del presidente gobernador, las audiencias asu- pan ae las fianciones de aquéllos. lems, se les habfa encomendado, junto con los virreyes, presidentes gobernadores y gobemnadores, la guarda y la defensa de los derechos y preeminencias del Real Patronato ($§ 290-295) 114. Las facultades judiciales atribuidas a las audiencias las convertfan nel tribunal superior de Indias, donde terminaban indefectiblemente muchos de los pleitos provenientes de instancias inferiores (competen- cia por via de apelacidn) y donde se resolvian directamente otras causas especiales (competencia originaria). En el primer caso, intervenian en m La oncantzactOn suptcia lo o en tercera instancia en los juicios criminales y civiles de de- nada monta y en los del fuero de hacienda. aaudiencia estudiada y resolvia los pleitos sometidos a su considera- en dos instancias procesales: vista y revista. Producido el primer (vista), las partes podian solicitar wn nuevo pronunciamiento (re- vista), que constitufa la sentencia definitiva y contra la cual sélo era posible interponer los recursos excepcionales ante el rey (§ 115). Pero sien las distintas instancias del proceso se habian producido tres fallos conformes, no cabjan més recursos ni stiplicas. Por competencia originaria las audiencias conocian: a) en Jos lamados “casos de corte” (los pleitos en que eran parte los cabildos, los alcaldes ordinarios, corregidores, oficiales reales y los pro- cesos por delitos gravisimos, como la falsificacién de moneda); }) enas causas criminales ocurridas dentro de las cinco leguas de la sede del tribunal, no habiendo lugar a recurso alguno contra la sentencia; ©) en los pleitos sobre encomiendas de indios, de valor o renta infe- rior a mil ducados, siendo los superiores de competencia del Conse- jo de Indias; 4) en las demandas promovidas contra bienes de los obispos fallecidos. Por tiltimo, la audiencia resolvia los diversos y frecuentes conflictos de ‘competencia que se suscitaban entre los funcionarios encargados de ad- ‘ministrar justicia Cabe sefialar, ademds, que individualmente los oidores desempefiaban diversas magistraturas especiales, entre las que debemos sefialar el juz- “gado de bienes de difuntos, encargado de la conservaci6n, la administra- cidn y la liquidacién de los bienes de los difuntos que no dejaban here- deros en América. También formaban parte de otros tribunales especia- les, como el que conocfa los recursos deducidos en los juicios mercan- tiles contra los fallos del consulado ($ 117) y como el tribunal del pro- tomedicato (§ 118). 115. Aunque ordinariamente los juicios conclufan en América, la legislacién habfa previsto la interposicién de un iiltimo recurso ante el rey para que, por intermedio del Consejo de Indias, conociera en la causa. Este recurso se denominaba de segunda suplicacin y estaba restringido a los pleitos iniciados ante la audiencia y cuando la causa fuera “ardua y dificil”. Quien interponia el recurso debia dar wna fianza de pagar mil ducados en cardcter de pena, en caso de que se confirmase la sentencia apelada. También podia interponerse con el anterior el recurso de nulidad. Enel siglo XVIII se establecié un nuevo recurso: el de injusticia nororia, destinado a remediar la comisidn de graves y manifiestas injusticias 0 1 Maxuat pe Hisronia pa 1as Insrrrucionss ARORNTINAS de irregularidades procesales. También en 1776 se emprendié una pro- finda reforma judicial dirigida a agilizar la administracién de justicia, destruir vicios y corruptelas, ¢ independizarla de la tutela de goberna- dores y virreyes. Se aumenté el mimero de oidores, se elevaron sus suieldos y se introdujo un nuevo funcionario en las audiencias indianas, el regente- (§ 195), que recortaba las atribuciones de los presidents y supervisaba la marcha de las audiencias, velando porque se concedieran las apelaciones, se guardara la competencia de los tribunales y se realiza- ra una mis pronta y acertada dilucidacién de los pleitos. Asimismo se crigieron nuevas audiencias en toda América. 116. Los fiscales. La organizacién judicial indiana se completaba con la existencia de los fiscales. En efecto, la defensa del patrimonio y la hacienda real en Indias, asi como también la vigilancia de la aplicacién del derecho y la conduccién de los pleitos de la Corona, estuvieron confiadas a estos funcionarios, que, como los ya nombrados, combina- ban funciones administrativas y judiciales Ante el Consejo Supremo de Indias actuaba un fiscal. Su fancién de control y vigilancia abarcaba a todos los funcionarios indianos, aun a los de la Casa de Contratacién; intervenfa en las cuestiones gubernati- ‘vas ¥ contenciosas ventiladas ante el Consejo, y debfa enterarse de todos sus despachos, que luego comunicaba a los fiscales de las audiencias oa Jos funcionarios a quien estuviesen ditigidos. Estaba facultado para de- ‘mandar ante el Consejo alos particulares por cualquier asunto que inte- resara a la Corona, asi como también éstos podlfan litigar contra él por pleitos referidos a Indias. Debia dictaminar en la concesién de merce- des 0 gratificaciones de servicios e intervenia en el nombramiento de los altos fancionarios indianos. Tenia igual sueldo que los demds miem- bros del Consejo y similar jerarquia. Los fiscales que actuaban ante la audiencia tenfan facultades importan- tes, legando a cjercer un efectivo control sobre los demds integrantes del tribunal. Existéa un fiscal para los asuntos criminales, y otros para los civiles; sin embargo, podian actuar en uno uw otro ramo, segrin fuese necesario. Estaban encargados de dictaminar en todos los asuntos que se trataban ante la audiencia, ademés de ser los defensores natos de la hacienda, los derechos reales y los pleitos de la Corona. Posefan iguales prerrogativas que los oidores y gozaban de enorme pre- dicamento en la sociedad indiana. A falta de designacién de fiscal, o en. caso de acefala, era el oidor mis joven quien lo reemplazaba. Cuando las tareas de los fiscales resultaban excesivas, éstos podian delegar parte de ellas en los “solicitadores fiscales”, designados por la Corona, quiie- nes obraban en su nombre. na La oncantzaci6y pypictat Los dictémenes y pareceres de los fiscales de las audiencias son una fuente importantisima para el conocimiento de la aplicacién del dere- cho en Indias, ya que cuando las sentencias de los tribunales no eran fundadas, y por lo tanto no surgia de ells la opinién oficial en el asunto que se ventilaba, debia recurrirse a la opinién fiscal para conocer el derecho aplicado. Los fiscales desarrollaban en sus dictimenes, no solo ‘una relacién sucinta de los hechos investigados, sino la aplicacién razo- nada del derecho pertinente, aconsejando ademds la solucién que, a su juicio, resultaba més justa. Los gobemnantes utilizaron a menudo la opinién fiscal para resolver algtin pleito que se sometia a su decisidn, o bien para adoptar una reso- lucidn de gobierno, 117. Jueces mercantiles. Una de las funciones mis importantes atri- buidas a los consulados ($ 145) era la de administrar justicia. A tal fin, el tribunal se integraba con el prior y los dos cénsules, y debia conoce: en “las diferencias y pleitos” que se suscitaren entre los mercaderes acer ca de cuestiones atinentes al comercio, comprendiendo en esa jurisdic: cién los contratos mercantiles, el transporte maritimo, los fletes y de- ms cuestiones conexas, algunas de las cuales habian sido, en un princi pio, de conocimiento de la Casa de Contratacién ($ 64) El establecimiento de wna jurisdiccién especial para esta clase de asuun- tos respondia a una antigua aspiracién de los comerciantes, que de esta manera podfan resolver con sencillez, en la misma corporacion que los agrupaba, sus disputas profesionales. A tal fin existia un breve y suma- rio procedimiento judicial sin intervencién de letrados. El fallo del tri bunal era apelable ante el amado juez.de apelaciones, que era un oidor de la aucliencia, y debfa designar a dos comerciantes del consulado para que lo acompafiasen en el conocimiento del recurso. Si estos magistra- dos confirmaban el fallo de primera instancia, la causa quedaba conclui- da; pero si, en cambio, revocaban la sentencia recurrida, la parte afecta- da podia suplicar ante el mismo juez de apelaciones para que teviese la ‘causa, acompafiado de otros dos comerciantes. El nuevo fallo clausura- ba definitivamente el proceso. En has ciudades indianas donde no funcionaban consulados y existia una actividad comercial que lo requiriera, la jurisdiccién mercantil era desempefiada por un dipusado, que solia enviar aquel organismo, 0 por los jueces especiales que se designaban por los comerciantes del lugar. Sin embargo, en algunas ciudades, durante ciertos periodos, esta juris- diccidn fue ejercida por los jueces ordinarios. 118. El protomedicato. Este organismo, que es us ‘Maswuat ps Hisrona bp 1as Instructions ARGENTINAS lante ($$ 315-317), tenfa a su cargo lo relativo al arte de curat, habién: dosele conferido determinadas facultades judiciales para que conociera’ enlos crimenes y excesos que en el ejercicio de sus profesiones cometi ran los médicos cirujanos, boticarios y demas personas dedicadas a cho arte. También intervenfa en los juicios criminales y civiles que se suscitaran entre los profesionales en relacidn con sus oficios. Se exigia en tales casos que los protomédicos fueran acompafiados en la resolu- ccidn del caso por un oidor, siendo los fallos apelables ante la audiencia 119. El facro universitario. Se concedié a los rectores de las universi- dades de Lima y México ~se extendié luego a otras, aprobadas por el rey- el cjercicio de un poder disciplinario y jurisdiccional en asuntos ctiminales cometidos dentro o fuera del recinto universitatio, pero siem- ‘pre que furan concernientes a los estudios, Quedaron exchuidos aquellos delitas en que hubiese “pena de efusidn de sangre o mutilacidn de miembros, u otra corporal”, y también todos los juicios civiles y comerciales. 120. El fuero minero. Los asuntos mineros tuvieron también su fuero especializado, Bajo la vigencia de las ordenanzas del virrey FRaNcisco 8 ToLeDo (§ 100), la autoridad judicial con comperencia privativa en todos los asuntos derivados de esta actividad, tanto civil como crimi- ral, fue el alcalde mayor de minas, quien debia resolver los pleitos su- ‘mariamente, procurando no entorpecer las labores comprometidas, con apelacién para ante la audiencia En las ordenanzas mineras de Nueva Espaiia (11783) se organizaron el Real Tribunal de Miner‘a y las diputaciones mineras, para conocer en estos asuntos, pero tales tribunales no llegaron a organizarse en nuestro territorio durante cl perfodo que tratamos, pasando los casos a ser re sueltos por la anterior justicia minera, 0 bien por la justicia ordinaria, Las apelaciones, segxin las ordenanzas mexicanas, se concedian ante el juzgado de alzada, integrado por un oidor y dos mineros. 121. Letrados y abogados. En los primeros tiempos de la conquista cxistié cierto recelo hacia los letrados y abogados, en la creencia de que sw actividad contribufa a originar o avivar los pleitos y discusiones. Asi fue como, interpretando el sentir de funcionarios locales, vecinos y po- bladores, se les impidié que pasasen a Indias 0 que, al menos, ejercieran su profesién, Esta prevencién se hizo extensiva, atin a principios del siglo XVI, a ciudades recién fandadas. Pero paulatinamente, y sobre todo en las ciudades del Nuevo Mundo donde se establecieron audien- cias, ya en la primera mitad del siglo XVI se fue revisando este criterio us le personas conocedoras del derecho para atender los intereses de las Este ultimo asesoramiento alcanz6 més importancia en el siglo XVII, al punto de que se establecié el dictamen letrado obligatorio en las La ORGANIZACION JUDICIAL te la complejidad de los asuntos forenses, que exigia la intervencién litigantes. De igual manera, una vez, asentado cl proceso conquis- lor, Toa etrados ‘empezaron a actuar como asesores de los gobernan. yde los cabildos, para resolver las més dificiles cuestiones de gobier- y de la administracién de justicia, as civiles y criminales que resolvian los alcaldes. ; Si bien lo letridos gonaron de una posicin distinguida, concediéndo- seles honores, preeminencias y exeniciones, no desaparecié con todo la prevencién que suscitaba la actuacién de los abogados en los pleitos, y asi fre como, al mismo tiempo que los letrados tenian una mayor inter- vencién en los negocios puiblicos, en cambio, sc les impedia abogar en Jos pleitos mercantiles y mineros, donde se subrayaba que debia proce derse “con buena fe sabida y con verdad guardada”. ; Fue contradictorio también el concepto social del que gozd la abogacia Mientras algunos la ensalzaban, considerdndola el sostén de repsiblicas ¥ reinos, otros, en cambio, la vituperaban, considerndola enemiga del bbien publica, y se mofaban de la misma con ingeniosos epitetos, que ‘muchas veces recogian abusos e incorrecciones particulares de los abo~ gros, Pero ajuzgar por la estima y la ubiacién socal que aleanzaron Ietrados y abogados, por el interés que despertaron los estudios juridi- cos ~aun sin buscar en ellos afin de lucro- y por la constitucién de foros selectos y prestigiosos, el oficio letrado alcanz6, sobre todo en el siglo XVIII, una notable influencia gubernativa, intelectual y social

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