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EPISTEMOLOGÍA GENERAL O CRÍTICA DEL CONOCIMIENTO

La crítica del conocimiento es un tratado que aún no está hecho. Está en curso de
formación y aún no está completamente separado de la historia, especialmente de la
historia de la filosofía moderna. Y es que el problema del conocimiento ha adquirido toda
su importancia, su relieve, su urgencia, desde Descartes. Incluso a veces se dice que los
antiguos no lo sospecharon, pero es falso. La diferencia que existe entre los antiguos y los
modernos no es que los modernos hayan suscitado una cuestión que los antiguos hayan
ignorado, sino que los modernos la han planteado en una perspectiva idealista, como el
primero e incluso el único problema de la filosofía, mientras que los antiguos la
plantearon en una perspectiva realista, como una parte de su metafísica. Y, naturalmente,
si se admite que la fórmula idealista es la única valedera, se sigue de ello que los antiguos
ni siquiera la sospecharon; pero esta suposición no es segura.
Históricamente, no sería difícil mostrar que el problema del conocimiento no es una
invención de Descartes y de Kant. Está en el centro de las preocupaciones de Platón, como
podemos ver en particular en el Teeteto, diálogo enteramente consagrado a buscar las
condiciones de un conocimiento que sea verdaderamente científico. Aristóteles lo trata
sistemáticamente: primero en los Segundos Analíticos, en los que se halla expuesta la
teoría de la ciencia; después en el tratado Del Alma, en el que se analizan las diversas
funciones del conocimiento; por último, en muchos lugares de la Metafísica,
especialmente en el libro xv, en el que defiende el valor de los primeros principios contra
los sofistas. Por último, absorbe enteramente la atención de los escépticos, desde Pirrón a
Sexto Empírico. San Agustín es manifiestamente el precursor de Descartes. Se libera del
escepticismo advirtiendo que la existencia del yo es indudable: si fallar sum. Se eleva
después del yo a Dios, y fundamenta la verdad del conocimiento sobre una «iluminación»
del espíritu por las Ideas divinas.

Crítica y metafísica.
Para terminar con estos preliminares, sólo nos queda precisar las relaciones de la crítica
con la metafísica. Dos cuestiones se presentan: la de su prioridad y la de su especificidad.
¿Es anterior la crítica a la metafísica? Nada se opone a que el primer paso de la filosofía
sea una reflexión crítica sobre los modos infrafilosóficos de conocer: conocimiento
empírico y conocimiento científico. Importa en efecto mostrar que estos modos de
conocimiento no son enteramente satisfactorios y que el espíritu exige un conocimiento
más profundo de lo real. Es lo que hace Aristóteles, muy sumariamente, en el primer
capítulo de la Metafísica. Pero la cuestión no es ésta. Consiste en saber si una crítica del
conocimiento en general, o de la inteligencia, de la razón, es previa a la metafísica. Es la
tesis de Descartes, para quien la reflexión de la inteligencia sobre sí misma es el primer
paso de la filosofía. Es también la tesis de Kant, para quien la crítica de la razón pura es el
prefacio obligado de la metafísica. Evidentemente, debe entenderse como una prioridad
lógica, no una prioridad cronológica. La idea parece justa, pues la crítica discute la
posibilidad de la metafísica. Por tanto, ésta no estará fundamentada hasta después del
examen de las funciones de conocimiento que utiliza. Pero la idea contraria no es menos
justa. La crítica del conocimiento meta22 Introducción físico supone que hay una
metafísica; de otro modo no tendría objeto. Por ello en Kant la imposibilidad de la
metafísica está implicada en el modo que plantea el problema. Si no hay metafísica como
ciencia, por más que examinemos cuanto queramos las demás ciencias, no hallaremos
jamás la posibilidad de ésta y sólo podremos concluir su imposibilidad. Así, pues, la crítica,
¿es a la vez anterior y posterior a la metafísica? Sí, y no hay en ello una contradicción ni un
círculo vicioso, es una reciprocidad como se encuentran a menudo. Digamos que la crítica
es interior a la metafísica, que es la metafísica misma que se pone en cuestión y reflexiona
sobre sus fuentes. Este no puede ser su primer paso, pero poco importa que sea el
segundo o el último: desde el punto de vista crítico, la metafísica no estará fundamentada
hasta que sea criticada. En otros términos, la crítica es lógicamente anterior a la metafísica
cuando se sitúa en el punto de vista crítico, pero el punto de vista crítico es posterior al
punto de vista metafísico. Pero, decir que la crítica es interior a la metafísica, ¿no es
negarle toda especificidad? La distinción entre las dos disciplinas sería neta si se pudiese
decir que el objeto de la metafísica es el ser en cuanto ser, mientras que el objeto de la
crítica es el conocimiento del ser. La crítica tendría entonces un objeto formal propio, y
por consiguiente estaría constituida como disciplina autónoma. Ahora bien, nos parece
que el primer punto es verdadero, pero que el segundo no. Es cierto que la metafísica
tiene por objeto el ser, y la crítica, el conocimiento. Pero el conocimiento es también un
ser, pues todo es ser, de modo que por ello forma parte del objeto de la metafísica. ¿No
podría estudiarse el conocimiento como conocimiento y dejar a un lado, al menos
provisionalmente, el conocimiento en cuanto ser? No, no es posible, porque conocer es
un cierto modo de ser. Prescindir del ser del conocimiento, sería prescindir del
conocimiento mismo, y privar con ello a la crítica de su objeto. Pero hay una diferencia
entre la crítica y la metafísica: la metafísica da juicios de realidad como todas las ciencias,
mientras que la crítica da juicios de valor. como la moral. Como aquí se trata no de actos
de voluntad por los que el hombre tiende a su fin último, 23 Epistemología general sino de
actos de conocimiento por los que la metafísica se constituye en ciencia del ser, esta
búsqueda es obra de la metafísica misma. Es una de las direcciones de la metafísica, a
saber, su movimiento reflexivo, su movimiento de autocrítica. Hablar del ser y de sus
propiedades, de sus leyes, de sus formas, no es lo mismo que hablar del modo cómo
podemos conocerlas. Esto es bastante evidente y no cederemos fácilmente en ello. El
primer movimiento es directo, a él le conviene el nombre de metafísica, si tomamos al pie
de la letra la definición de Aristóteles; el segundo es reflejo, es el que nos tomamos la
libertad de llamar crítica. Pero una reflexión sobre el conocimiento del ser sólo puede
hacerla la inteligencia que conoce el ser. Por ello mantenemos la especificidad de la crítica
aunque la declaremos anterior a la metafísica. Obligar a la metafísica tomista a reflexionar
sobre sus fuentes y a criticarlas, obligarla a explicitar más completamente y a profundizar
su epistemología, nos parece ser todo el beneficio que puede obtener de su contacto con
los filósofos modernos. Ni más ni menos. En cierto sentido, es muy poco, pues ello nada
añade al cuerpo de verdades que ya poseía. Pero es un progreso considerable, pues le
procura una conciencia de sí misma más clara. Nuestra exposición comprenderá tres
partes. La primera será principalmente polémica, la segunda descriptiva y la tercera
dogmática. Pero sólo se trata de intenciones generales, pues no es posible separar
completamente los tres puntos de vista. Como ya hemos indicado las principales obras de
los maestros actuales de la escuela tomista, no volveremos sobre ello. Si quiere estudiarse
un punto particular en ellas, no hay más que consultar sus índices. Los trabajos especiales
se indicarán en su lugar.

La noción de crítica.
No existe nombre apropiado para designar el estudio del problema del conocimiento.
Ninguno de los que se han propuesto es enteramente satisfactorio, ni admitido por todo
el mundo. El término «criteriología» ha sido mucho tiempo clásico. Pero tiene el
inconveniente de ser estrecho, pues sólo designa el estudio de los criterios de la verdad,
que sólo es un problema particular. «Epistemología» podría convenir. El término está
tomado en un sentido muy general por los filósofos de lengua inglesa. Estamos dispuestos
a aceptarlo en este sentido, y lo emplearemos cuando llegue la ocasión. Pero en Francia,
ordinariamente se le da su sentido etimológico: estudio de la ciencia. Se hace entonces
demasiado estrecho, pues el conocimiento científico no es el único modo de
conocimiento. «Gnoseología» sería excelente, pero solamente lo ha empleado el filósofo
italiano Zamboni, y no está corrientemente aceptado. Además, también podríamos
llamarlo, por analogía con la lógica y la ética, la «gnóstica». Pero el término no se utiliza.
No vemos ningún inconveniente en adoptar el nombre de crítica. En el sentido
etimológico, criticar es escoger, elegir, por lo tanto, juzgar, juzgar el valor de una cosa en
función de una regla o un ideal. En este sentido se habla de crítica literaria, de crítica
musical, etc. En el campo filosófico, hay dos especies de crítica: una 15 Epistemología
general crítica de los actos humanos, o digamos del obrar, en relación con el bien del
hombre tal como lo define la razón; es la ética, y una crítica de los conocimientos
humanos, o digamos del conocer, en relación con lo verdadero. Ciertamente, el término
tiene un característico sabor kantiano, pues ha sido introducido por Kant en el lenguaje
corriente de la filosofía con el título célebre: Crítica de la razón pura. Pero lo característico
de Kant no es emprender una crítica, sino emprender una crítica de la razón pura. Hay
más que un matiz, hay un abismo entre una crítica de la razón pura y una crítica del
conocimiento. La primera lleva necesariamente al idealismo, porque de él parte. La
segunda nada prejuzga. Esto es lo que aparecerá con claridad al precisar el método y el
punto de partida de la crítica.

El método crítico.
Una vez definido el problema, de él se desprende por sí misma la naturaleza del método.
Empecemos por apañar los métodos que no pueden convenir. 1.° No puede ser la duda. El
método cartesiano es inadmisible por muchas razones. Primero, porque el papel de la
duda metódica consiste en descubrir una primera verdad; ahora bien, ahí hay, como
hemos visto, un falso problema. Después, por t g si sateméto- e do viene a admitir el
escepticismo„ al menos provisionalmente y con la intención de rebasarlo. Pero el
escepticismo no es admisible bajo ninguna razón: los argumentos que emplea no tienen
valor, lo que equivale a decir que es arbitrario; y como actitud del espíritu, es una especie
de muerte espiritual. Por último, si se admiten. aunque sólo sea un instante, sus
argumentos, ya no se puede ir más allá, se está definitivamente prisionero. 2.° El método
crítico no se reduce al análisis psicológico. sobre todo, si por él se entiende un análisis
genético de las ideas. procediendo por observación interna, y prohibiéndose rebasar el
plano de los fenómenos o hechos de conciencia. La introspección es sin duda
indispensable para proporcionar a la crítica su objeto, para describir el conocimiento y los
conocimientos, pues esto es lo Introducción que hay que criticar. Y el análisis genético de
las ideas es necesario para dar un juicio de valor acerca de ellas. Pero el análisis
psicológico no puede bastar, y hablando estrictamente no es el método de la crítica. En
este punto Kant tiene razón contra Locke. Una «fisiología del entendimiento», como él la
llama, tal como Locke la ha practicado, no puede dar respuesta a la cuestión crítica pues
ésta no es una cuestión de hecho, sino una cuestión de derecho. No se pregunta, por
ejemplo, si tenemos certezas, o si pensamos por conceptos abstractos; se busca en qué
casos las certezas que tenemos son legítimas, o lo que pueden representar los conceptos.
Para decidir una cuestión de derecho, los hechos no bastan, debe entrar en juego la razón.
3.° Pero de ello no se sigue que el método crítico sea el análisis trascendental de Kant, o el
análisis reflexivo de Lachelier y Brunschvicg que sólo difiere por su nombre. Pues este
método está tan bien adaptado al problema kantiano que no puede transportarse a otro
contexto. Consiste en buscar en la razón pura las fuentes de los juicios sintéticos a priori
que constituyen la ciencia. Así pues, si no se acepta la fórmula kantiana del problema
crítico, tampoco puede aceptarse el método kantiano. La crítica exige un análisis de las
funciones de conocimiento y del sujeto cognoscente, y no sólo un análisis psicológico que
se quede al nivel de los fenómenos, sino un análisis lógico o racional. Pero no se puede,
sin un grave equí- voco, llamarlo trascendental. Además, buscar sólo en el espíritu la
explicación del conocimiento, es presuponer el idealismo, es admitir sin crítica que el
objeto conocido está íntegramente construido por la actividad del sujeto. Si el
conocimiento resulta de la unión entre un sujeto y un objeto existente en sí, la explicación
del conocimiento exige un análisis de los dos términos en cuestión. a fin de mostrar cómo
es posible relacionarlos. Aparece entonces, a fin de cuentas, que el método crítico no es
simple. Podríamos sin duda definirlo con una palabra: reflexión o análisis, pues es
efectivamente una reflexión sobre el conocimiento, un análisis del conocimiento. Pero
estos términos son tan amplios que dejan escapar el carácter específico de la reflexión y el
análisis críticos. La crítica exige una descripción de los conocimientos, que, si se quiere,
depende de la psicología, pero que tal vez sería 16 17 Verneaux, Epistemología 2
Epistemología general mejor designada como una «fenomenología del conocimiento».
Requiere después una valoración de nuestros conocimientos, que no intenta en modo
alguno ponerlos en duda, pero que sólo acepta como absolutamente ciertos los que son
evidentes. Queda por último por explicar la evidencia. No es posible demostrarla; sería
una empresa absurda, pues la evidencia se basta y es la garantía suprema del
conocimiento. Pero podemos dar razón de ella, o, como se dice, «fundamentarla». Basta
para ello tomarla como un hecho y remontamos a sus principios tanto objetivos como
subjetivos. Tal es el esquema general y teórico del método crítico. En la aplicación es
mucho menos claro. Podría tenerse el momento descriptivo como preliminar y remitirlo a
la psicología. Igualmente puede creerse que la explicación del conocimiento pertenece a
la psicología racional. Poco importa; la repartición de las materias en tratados distintos,
está, a nuestro juicio, desprovista de interés. Si se es partidario de ella estamos dispuestos
a admitir que lo esencial de la crítica se reduce a realizar la unión entre la psicología y la
ontología, pues precisamente de esto depende el valor del conocimiento.

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