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El Ñandú o avestruz americano.

Un habitante de las pampas visto


por nuestros antepasados
Publicado: 17.01.2010 por José Athor

Nuestro paisano el ñandú, ave emblemática de los pastizales pampeanos, ostentó antaño un
papel de alto protagonismo dado su gran tamaño y su abundancia. Fue llamado avestruz por los
europeos, haciendo referencia a su pariente africano. Actualmente se diferencian tres especies,
uno habitó casi todo el país, hoy mas circunscrito al centro del mismo (Rhea americana), que
comparte la familia con otras dos especies, el ñandú petizo o choique (Pterocnemia pennata)
que es propio de la Patagonia y el ñandú del norte o suri cordillerano (Pterocnemia
tarapacensis), habitante del altiplano puneño.

Recorreremos algunos aspectos del comportamiento de estas aves y la impronta dejada entre
quienes compartieron con él la inmensidad de las pampas, hoy por demás modificada, donde los
“avestruces” resisten en condiciones de semilibertad bajo el amparo de establecimientos rurales
que protegen a estos “gauchos” emplumados en un intento de conservar su indiscutida estirpe
criolla.

Para el desarrollo de la nota me asistiré con la prosa antigua y en general poco difundida de
quienes dejaron testimonio escrito sobre distintos aspectos de lo que significaron las
poblaciones de ñandúes que deambulaban por los campos, entre “ .”, desfilarán citas textuales
con su debida referencia bibliográfica que nos dará muestras de las particularidades que mas
llamaron la atención y la forma a veces sorprendente de contarlas.

“Andan en tropillas como el ganado”

De su abundancia nos decía Acarette du Biscay en el 1600; “...Asimismo abundan los


avestruces, que andan en tropillas como el ganado…”(1), y sobre su reproducción poco común
ya que el macho es el encargado de empollar el nido en el que han depositado sus huevos varias
hembras, el gran naturalista español Félix de Azara quien residió en el país a fines del 1700 nos
dice “...hay algunas aves singulares que no parecen conocer los celos porque se reúnen en
bandadas para hacer un nido. De este número es el ñandú o avestruz pero este tiene algo
singular y es que un solo macho se encarga de incubar los huevos y conducir a los pollos...”(2),
otra costumbre singular es la de dejar huevos sin empollar para que atraigan insectos que
favorezcan la alimentación de los polluelos al nacer, tal nos lo cuenta Heinrich Peschke,
Hermano de la compañía de Jesús, en una carta fechada en 1702 “…agrupa en el centro cinco o
seis huevos frescos, y los viejos alrededor. Los seis frescos ec1osionan solos, pero los restantes
se pudren. Entonces, en cuanto los polluelos saltan fuera de su huevo, el avestruz adulto
picotea uno de los huevos podridos: grandes mosquitos y moscas se posan en cantidad sobre la
yema hedionda y empiezan a escarbar en ella hasta que ellos mismos son atrapados y tragados
por los polluelos de avestruz. Sin esta solicitud divina y esa alimentación liviana tendrían que
hambrear miserablemente, porque en esa primera edad les es imposible digerir alimentos
duros antes de que los huevos viejos sean consumidos por las moscas y éstas por ellos mismos”
(3) y Acarette “…tienen un instinto que les hace prever por la mantención de los polluelos: así,
cinco o seis días antes de que salgan del cascarón, colocan un huevo en cada uno de los
ángulos del lugar donde están y luego los rompen, de modo que cuando se pudren se crían
gusanos y moscas en número prodigioso, los cuales sirven para alimentar a los pichones de
avestruz desde el momento que nacen hasta que son capaces de ir más lejos en busca de
alimento.” (1). En la actualidad, José Larralde, sobre el mismo tema nos regala la siguiente
estrofa:

El avestruz cuando empolla


guarda huevos pa’la mosca

nace el charo y como rosca

se entrevera en el reparto

se llena hasta quedar harto

con el buche como tosca.(4)

“Tiene un estómago de avestruz”

A propósito del buche, otra característica de este animal es la particularidad de tragar elementos
no digeribles como alimento, “…Hay gentes que creen que el avestruz se alimenta de hierro,
tal vez a causa del proverbio que dice de una persona con buen estómago y que se adapta a
toda suerte de alimentos, sin sentir molestias, que tiene "un estómago de avestruz". Yo me
imagino que come hierro como nuestras palomas comen pequeños guijarros, solamente para
hacer la digestión, y a fin de que ellos les sirvan como muelas para desmenuzar el alimento en
sus estómagos. En verdad, los avestruces tragan clavos, piedras y otras cosas igualmente duras
que se les arrojan, pero ellos despiden esas mismas cosas como las han tragado.Por eso, es
necesario concluir que estos animales comen esas cosas por una avidez natural y no para
alimentarse.”(5).

A través del Martín Fierro, José Hernández nos decía

!Ah, pulpero habilidoso!

Nada le solia faltar.

!Ahijuna!, para tragar

Tenía un buche de ñandú;

La gente le dió en llamar

-El boliche de virtú.-(6)

El pulpero era el acopiador de los productos que en canje por mercancías le dejaban los
paisanos, y las plumas de avestruz eran un producto codiciado “Hacen sombrillas con sus
plumas, las cuales son muy cómodas para el sol.”(1), “Concluida la cena, barrimos el suelo
con una escoba de plumas de avestruz y acomodamos nuestros lechos"(7) este segundo
comentario corresponde a William Mac Cann, de Viaje a Caballo por las provincia Argentinas.

“…Tampoco falta el ñandú, cuya pluma se vende a buen precio, y cuya carne comen con placer
los habitantes de la Patagonia. No he podido comprobar la afirmación varias veces oída, de
que es mejor para comer que el avestruz de Buenos Aires, tan duro y mal oliente”,(8)

Roberto Payró, en La Australia Argentina.

Con respecto al sabor de su carne había opiniones dispares “... y aunque su carne es buena, sin
embargo nadie la come sino los salvajes”(1). “Los avestruces viejos son muy gordos, sus
muslos son gruesos como los de un hombre, su carne es desagradable, es un alimento grosero y
no de los mejores”(3).

Payró, también sugiere que el choique tiene mejor aceptación por su carne:

“…no faltan ni guanacos ni avestruces, mucho más comestibles que el durísimo ñandú de la
provincia de Buenos Aires”.(8)

También se aprovechaban los huevos del avestruz; “Sus huevos son buenos y todos los comen,
aunque dicen que son de difícil digestión.”(1).

Muchos otros usos se les daba a los subproductos obtenidos, en el diario de viaje de 1783 de
Antonio de Viedma encontramos: “El freno del caballo se compone de un palito, o hueso de
canilla de avestruz, labrado con dos perillas a los extremos, tan largo como ancha la boca del
caballo, y en dichas perillas están sujetas las riendas y dos correítas que atan en la barbada,
con lo que queda seguro para que no se le salga de la boca”.(9) Con los huesos los aborígenes
confeccionaban puntas de flechas, de lazas y hasta instrumentos musicales. De su faena muchas
partes se utilizaban y fue esta su mayor desgracia que lo empujó al borde de la extinción.

“La caza del avestruz es deporte muy difundido”

El éxito de su cacería conocida como boleadas, constituyó además de la forma de obtenerlos en


un deporte en si mismo apoyada por una generalizada aprobación oficial que fue objetada recién
cuando su extendida práctica comenzó a poner en riesgo la mano de obra de la paisanada. Rosas
llegó a prohibir totalmente las boleadas, práctica que por otra parte fue ampliamente descripta.

En el Martín Fierro se describe una usanza india:

Caminan entre nieblas

Con un cerco bien formao;

Lo estrechan con gran cuidao

Y agarran, al aclarar,

Ñanduces, gamas, venaos,

Cuanto a podido dentrar(6)

Y el inglés Mac Cann dice,”La caza del avestruz es deporte muy difundido. Cuando se
organiza una cacería, los participantes se disponen en un semicírculo que va cerrándose de
más en más, en torno a los animales, hasta una distancia conveniente: entonces les arrojan las
boleadoras a las patas haciéndolos caer por el suelo. Los movimientos del avestruz, al iniciar
su carrera, son desmañados y torpes; parece que se sirviera de las alas como el hombre de los
brazos en las carreras a pie. Dícese que prefiere correr contra el viento, pero no podría yo
asegurarlo porque lo he visto siempre huir en distintas direcciones”.(7)

Las boleadas a campo traviesa constituyó una práctica irresistible para el gaucho, una poética
descripción de la pampa y la boleada hace Head:

“La paja es su producción única, y en verano, cuando está alta, es lindo ver el efecto del
viento pasando por esta extensión salvaje de pasto ondulante; los matices entre el oscuro y
amarillo son bellos -el espectáculo plácido, más allá de toda descripción-; no se ve ninguna
habitación ni ser humano, excepto en ocasiones, la salvaje y pintoresca silueta del gaucho en el
horizonte; el poncho escarlata volándole por detrás, las boleadoras girando encima de su
cabeza, y, cuando se agacha hacia su presa, estirados todos los nervios del caballo, delante va
el avestruz que persigue. Esta persecución es realmente acompañada de un peligro
considerable, pues el campo está siempre minado, de vizcacheras y el gaucho a menudo rueda
con toda la furia; si se quiebra un miembro, es probable que su caballo siga galopando, y él
quede entre las pajas hasta que camaradas o muchachos vengan en su ayuda; pero si éstos no
tienen éxito en la busqueda, no le queda más que mirar el cielo y, mientras viva, alejar de su
cama las águilas salvajes, siempre listas para atacar cualquier animal caído. El campo no
tiene rasgos sorprendentes, pero posee, como toda obra de la Naturaleza, diez mil bellezas.
Tiene también la grandeza y magnificencia del espacio, y hallé que cuanto más se cruza más
encantos se le descubren”. (10)

Sarmiento ahonda en la idiosincrasia del gaucho cuando narra en el Facundo:

“Es preciso conocer al gaucho argentino y sus propensiones innatas, sus hábitos
inveterados. Si andando en la Pampa le vais proponiendo darle una estancia con ganados que
lo hagan rico propietario; si corre en busca de la médica de los alrededores para que salve a
su madre, a su esposa querida que deja agonizando, y se atraviesa un avestruz por su paso,
echará a correr detrás de él olvidando la fortuna que le ofrecéis, la esposa o la madre
moribunda; y no es él sólo que está dominado de este instinto; el caballo mismo relincha,
sacude la cabeza y tasca el freno de impaciencia por volar detrás del avestruz”(11).

“Su plumaje oscuro, color de niebla”

La adaptación desarrollada por el ñandú en nuestras pampas fue así expresada por Hudson “su
plumaje oscuro, color de niebla, lo hace casi invisible a cierta distancia, pues el largo cuello es
muy delgado y el voluminoso cuerpo está casi al mismo nivel que los pastos altos”(12)

Entre los usos, uno no tan común pero del que hay varias muestras según cuenta Luís Alberto
Flores es la confección de lazos con tendones de avestruz, trenzados generalmente con ocho
hebras.(13). Con sus dedos de realizan mangos de cuchillos, con su buche tabaqueras. La grasa
se utilizaba como remedio para dolores renales y como lubricante, también su sangre se
aprovechaba. El hueso del esternón es un formidable recipiente. También se lo criaba como
mascota. “Paseaba por la casa un avestruz guacho, y durante todo el tiempo que
permanecíamos dentro, o sentados en el corredor, él se quedaba cerca de nosotros. Tan pronto,
empero, como nos dirigíamos al monte, nos seguía. Poseía las características de un perro
regalón y no podía soportar que lo dejaran solo, o en la poco simpática sociedad de otros
animales domésticos: perros, gatos, gallinas, pavos y gansos. Consideraba a los hombres y a
las mujeres, como a los únicos compañeros apropiados para un ñandú”. (14) José Hernández
en Instrucción al estanciero hablaba de la cría del ñandú como animal doméstico, “...dedicarle
algunas páginas de nuestro libro a este nuevo ramo de industria y de comercio, que ha de abrir
fuentes de riqueza, inexploradas hasta hoy, y nuevo campo de empleo a la actividad, al capital
y al trabajo.”(15)

Hoy la cría en cautiverio se está desarrollando vigorosamente, además de su carne que esta
sumando adeptos, y sus plumas que encuentran destino en plumeros, trajes o relleno de
almohadones, se comercializa su piel para camperas, bolsos carteras y zapatos, su pico para
botones, sus pestañas para pinceles, su hígado como paté y su aceite está siendo investigada.
Hay una Asociación de Criadores de Ñandú y su cría es habilitada por la Dirección de Fauna
Silvestre.(16)

Para finalizar elegimos las mismas palabras con que el Dr. Francisco Javier Muñiz concluyó su
excelente trabajo sobre el ñandú y que fuera publicado en varias entregas en La Gaceta
Mercantil en el año 1848 “ Hemos concluido nuestra tarea: si hicimos lo que pudimos por
perfeccionarla, no creemos por eso haberlo conseguido, pues como dicen en su idioma
rústico, pero tan significativo los gauchos - el argumento del Avestruz es muy largo - y
aun cuando esta descripción lo sea igualmente, ni lo dijimos todo en ella, ni habremos
acertado siempre, ni evitado el error en que lo expusimos. Los venideros reivindicarán
esas faltas, siendo menos concisos y más exactos que los naturalistas, que han tratado
hasta hoy sobre el Ñandú. Ellos reconocerán en este trabajo, el corto estudio que
hicimos de la hermosa familia ñandúesica y nos es lisonjero esperar que valorarán una
parte, aunque mínima, del que emprendimos sobre el genio y habitudes de nuestros
apreciados compatriotas de la campaña.” (17)

La realidad del ñandú en nuestros días

En la actualidad existen poblaciones en semicautiverio en las estancias bonaerenses y hay una


asociación de criadores y mucho interés de promover esta especie autóctona como alternativa a
las tradicionales actividades agrícola-ganaderas de la pampa.

También hay poblaciones relictuales que merecen especial atención ya que la creciente
arbustificación de las “pampas” ha generado su retracción en numerosos sectores incluso de
áreas protegidas.

Probablemente la especie califique en el orden nacional como de riesgo bajo dependiente de la


conservación. (18).

No debemos descuidarnos, todo esfuerzo es poco para preservar este verdadero “gaucho” de
nuestros campos, si bien fuera posible que en el futuro se mantengan poblaciones domésticas
para su utilización comercial, poco tendrán que ver con los silvestres, no nos engañemos con esa
alternativa y démosle al “avestruz” la posibilidad de vivir en libertad.

Fuentes:

(1)- Acarette du Biscay. Relación de un viaje al Río de la Plata y de allí por tierra al Perú con
observaciones sobre los habitantes, sean indios o españoles, las ciudades, el comercio, la
fertilidad y las riquezas de esta parte de América. Acarette, francés que realizó dos viajes al Río de la
Plata. El primero, a fines de diciembre de 1657 y el segundo en abril del año siguiente, y cuya crónica se edito por
primera vez en 1663.

(2)- Félix de Azara, El gran naturalista español que vivió 20 años en el Río de La Plata entre
1781, el párrafo corresponde a su obra Viajes por la América Meridional.

(3)- Heinrich S. J Peschke, Hermano de la Compañía de Jesús, nacido en Francia. En Carta a


sus padres. Fechada en 1702 Recopilada por Daisy Ríspodas Ardanaz.2002. Viajeros al Río de
La Plata 1701-1725. Edición de la Academia Nacional de la Historia.

(4)- José Larralde editó en 1982 La Reflexión por Milonga “Allí donde alcé mi rabia”, de donde
proviene la estrofa.

(5)- Bachelier-Durret. (1708) – Viaje de Marsella a Lima y otros lugares de las Indias
Occidentales. Escribe dicha carta en 1702, fue editada en una compilación en 1735. Recopilada
por Daisy Ríspodas Ardanaz.2002. Viajeros al Río de La Plata 1701-1725. Edición de la
Academia Nacional de la Historia.
(6)- José Hernández, publicó en 1872 El gaucho Martín Fierro.

(7)- William Mac Cann, comerciante inglés que llegó al país en 1842 –Escribió Viaje a caballo
por las provincias argentinas. Traducida del inglés por José Luis Busaniche.

(8)- Roberto J. Payró, escritor y periodista argentino en La Australia Argentina: excursión


periodística a las costas patagónicas, Tierra del Fuego e Isla de los Estados.

(9)- Antonio de Viedma, español, dejó el Diario de un viaje a la costa de Patagonia, para
reconocer los puntos en donde establecer poblaciones, 10 de diciembre de 1783, de la
Colección de obras y documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las provincias
del Río de La Plata recopilada por Pedro de Angelis.

(10)- Francis Bond Head, Ingeniero inglés, escribió Las Pampas y Los Andes en 1826 como
resultado de su visita al país en el año anterior.

(11)- Domingo Faustino Sarmiento, escribió en 1845, Facundo, civilización y barbarie.

(12)- Guillermo Enrique Hudson, en 1920 escribió en Inglaterra Aves del Plata, libro concebido
muchos años antes en su niñez y adolescencia transcurridas en las pampas argentinas.

(13)- Luís Alberto Flores. Lazos de tendones de avestruz artículo publicado en El Chasque
Argentino Nº 159 – Enero de 2008.

(14)- Guillermo Enrique Hudson, en 1918 escribe Allá lejos y hace tiempo, obra prácticamente
autobiográfica, también escrita en Inglaterra.

(15)- José Hernández, Instrucción del estanciero, manual de recomendaciones para la


actividad agropecuaria editada en 1881.

(16)- Cukierkorn, A.2008. El norte del ñandú. Revista El Federal Nº 203: 22-30.

(17)- Muñiz, Francisco Javier, escribió en el año 1848 en La Gaceta Mercantil una obra
descriptiva sobre el Ñandú o Avestruz Americano, trabajo que fuera fuera publicado en varias
entregas y posteriormente recopilado y publicado por Sarmiento en un trabajo sobre el Dr.
Muñiz.

(18)- Chebez, Juan Carlos, párrafos tomados de Otros que se van, obra complementaria de Los
que se van, donde se tratan todas las especies argentinas con algún grado de amenaza.

Bibliografía:

-C.E.A.L. (Centro Editor de América Latina). 1984. El ñandú. Aves 1. Buenos Aires.

-Cinti, R. R.2005. Fauna Argentina.

-Chebez, J. C. 1994. Los que se van. Ed. Albatros. Buenos Aires.

-Chebez, J. C. 2008. Los que se van. Aves. Ed. Albatros. Buenos Aires.

-Chebez, J. C. 2009. Otros que se van. Ed. Albatros. Buenos Aires.

-Hudson, G. E. 1984. Aves de Plata. Libros de Hispanoamérica. Buenos Aires.

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