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Conclusiones:

El hombre es un ser vivo y, como tal, forma parte de la Naturaleza. El hombre es un ser
natural, cuya naturaleza específica consiste en la racionalidad, en poseer una inteligencia y
una voluntad libre. Dicha naturaleza humana es universal y lo coloca en una situación
privilegiada ya que, a diferencia del resto de los seres naturales, su comportamiento no
está determinado por los instintos y necesidades naturales sino que, gracias a su voluntad
libre, incluso puede obrar en oposición a los mismos (sacrificio de la propia vida, huelga de
hambre...).
La conservación del ambiente es tan antigua como la humanidad; el hombre siempre tuvo
plena conciencia de su dependencia del ambiente, sus primeras normas religiosas y
jurídicas consagraron su protección. Todas las culturas primitivas temían a los elementos
naturales, los identificaban, les ofrecían sacrificios para que preservaran su ambiente
natural, imponían tabúes para protegerlos.
Vivimos una época con graves alteraciones ambientales, que son el resultado de la acción
humana. Vemos a la naturaleza y sus recursos como fuentes inagotables de extracción de
riquezas y receptores exclusivos de desechos y contaminantes. El crecimiento
demográfico, la industrialización, la ganadería y la agricultura, han sido los principales
motores que han incidido en el deterioro ambiental.
El desarrollo de una cultura ambiental supone un cambio de concepción del hombre sobre
sí mismo y sobre su lugar en el mundo, y consecuentemente de su lugar respecto con los
otros hombres, con la sociedad y con la naturaleza. El problema es que no disponemos
todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos
que marquen caminos, buscando atender las necesidades de las generaciones actuales
incluyendo a todos, sin perjudicar a las generaciones futuras.

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