TRATADO DE LOs DELITOS Y DELAS PENAS = 157
Todo esto debe creerse probado evidentemente, y confor-
me a los verdaderos intereses de los hombres, si hay quien
con reconocida autoridad lo ejercite. Hablo solo de los
delitos que provienen de la naturaleza humana y del pacto
social, no de los pecados, cuyas penas, aun las temporales,
deben arreglarse con otros principios que los de una filo-
sofia limitada. °
Capitulo XL
FALSAS IDEAS DE UTILIDAD
Un manantial de errores y de injusticias son las fal-
sas ideas de utilidad que se forman los legisladores. Falsa
idea de utilidad es aquella que antepone los inconvenientes
particulares al inconveniente general; aquella que manda
a los dictémenes en vez de excitarlos; que hace servir los
sofismas de la légica-en lugar de la raz6n. Falsa idea de
" utilidad es aquella que sacrifica mil ventajas reales por un
inconveniente imaginario 0 de poca consecuencia que qui-
tarfa a los hombres el fuego porque quema, y el agua por-
que anega,’que solo destruyendo repara los males. De
esta naturaleza son las leyes que prohiben llevar armas:
no contienen mas que a los no inclinados ni determinados
a cometer delitos; pero los que tienen atrevimiento para
violar las mas sagradas de ia humanidad y las més im-
portantes del Cédice, c6mo respetarén las menores y lag
puramente arbitrarias, cuyas contravenciones deben ser
tanto més faciles e impunes cuando su ejecucién exacta
quita Ia libertad personal, tan amada del hombre y tan
amada del legislador, sometiendo los inocentes a todas
las vejaciones que debieran sufrir los reos? Empeoran
éstas Ja condicién de los asaltados, mejorando la de los
asaltadores: ‘no aminoran los homicidios.sino los aumen-
tan, porque es mayor Ja confianza en asaltar a tos des des-
armados que a los prevenides. Liémanse, no leyes pri
tivas sino medrosas de los delitos: nacen de la tumaltuaria
impresién de algunos hechos particulares, no de la medi-
tacién considerada de inconvenientes y provechos de un
decreto universal. Falsa idea de utilidad es aquella que
querria dar a una muchedumbre de seres sensibles la si-
metria y orden que sufre la materia brutal e inanimada,158 MARQUES DE BECCARIA
que descuida motivos presentes, los tinicos que con eficacia
ghzan sobre el mayor. niimero part dar fuerza e los dis-
tantes; cuya immpresién es débil y brevisima, si una viveza
extraordinaria de imaginacién en la humanidad no suple
con el aumento a Ja distancia del objeto. Finalmente, es
falsa idea de utilidad aquella que sacrificando 1a cosa al
hombre divide el bien del piblico del bien de todos los par-
ticulares, Hay esta diferencia del estado de sociedad al
estado de naturaleza, que el hombre salvaje no hace dafio
a otro sino en cuanto basta para hacerse bien a af mismo;
pero el hombre sociable es alguna vez movido por las ma-
Jas leyes a ofender a otro sin hacerse bien a sf. Despético
arroja en el dnimo de sus esclawos el temor y el abati-
miento; pero rechazado vuelve atormentar con mayor
fuerza su 4nimo. Cuanto el temor es mas aolitario y do-
méstico tanto es menos peligroso al que lo hace instrumen-
to de su felicidad; pero cuanto es més piiblico y agita
mayor namero de hombres, es tanto mas facil que haya,
o el imprudente, o el desesperado 0 el cuerdo atrevido, que
haga servir los hombres a su fin, despertando en ellos
ideas més gratas, y tanto mas seductoras cuanto el ries-
_go de la empresa eae sobre un numero mayor, y el valor
que los infelices dan 2 Ja existencia propia se disminuye
a proporcién de Ja miseria que sufren. Esta es la causa
porque las ofensas originan otras; pues el odio es un
movimiento tanto més durable que el amor, cuanto el pri-
mero toma su fuerza de la continuacién de los actos que
debilitan al segundo,
CariruLo XLI
COMO SE EVITAN LOS DELITOS
Es mejor evitar los delitos que castigarlos. He aqui
el fin principal de toda buena legislacién, que es el arte
de conducir los hombres al punto mayor de felicidad o
al menor de infelicidad posible, para hablar segtin todos
los céilculos de bienes y males de Ia vida. Pero los medios
empleados hasta ahora son por lo comin falsos y contra-
rios al fin propuesto, No es posible reducir ia turbulenta
actividad de los hombres a un orden geométrico sin irre-
gularidad y confusién. Al modo que las leyes cimplisimas
y constantes de la naturaleza no pueden impedir que losTRATADO DE LOS DELITOS Y DE LAS PENAS = 159.
planetas se turben en sts movimientos, asi, en las infini-
tas y opuestisimas atraccionea del placer y del dolor no
pueden impedirse por las leyes humanas las turbaciones y
el desérden, Esta es la quimera de los hombres limitados
siempre que son duefics del mando. Prohibir una muche-
dumbre de acciones indiferentes no es evitar los delitos
sino crear otros nuevos; eg definir a su voluntad la virtud
y el vicio, que se nos predican eternos e inmutables. ,A
que nos viéramos reducidos si se hubiera de prohibir todo
aquello que puede inducir a delito? Seria necesario privar
al hombre del uso de sus sentidos. Para un motivo que
impela los hombres a cometer un verdadero delito hay
mil que los impelen a practicar aquellas acciones indiferen-
tes que Haman delitos las malas leyess 9 y ai la probabilidad
de los delitos es proporcionada al ntimero de los motivos,
ampliar Ja esfera de aquellos es acrecentar la probabilidad
de cometerlos. La mayor parte de las leyes no son mAs que
privilegios, esto es, un tributo que pagan todos a la como-
didad de algunos.
i Queréis evitar los delitos? Haced que las leyes sean
. claras y simples, y que toda la fuerza de la nacién esté em-
pleada en defenderlas, ninguna parte en destruirlas. Ha~
ced que las Jeyes favorezean menos las clases de los hom-
bres que los hombres mismos. Haced que‘los hombres
Jas teman, y no teman mAs que a ellas, El temor de las
leyes es saludable; pero el de hombre a hombre es fatal
y fecundo de delitos. Los hombres esclavos son mAs sen-
suales, #4s desenvueltos, y m4s cruelés que los hombres
libres. Estos meditan sobre Jas ciencias, meditan sobre los
intereses de Ja nacién: ven objetos grandes y los imitan;
pero aquellos, contentos del dia presente, buscan entre el
estrépito y desenvoltura una distraccién del apocamiento
que los rodea: acostumbrados al éxito incierto de cual-
quier cosa, se hace para ellos problemftico el éxito de sus
delitos, en ventaja de la pasién que los domina, Si-la in-
certidumbre de Jas leyes cae sobre una nacién indolente
por clima, aumenta y mantiene su indolencia y estupidez;
si cae sobre una nacién sensual, pero activa, desperdicia
su actividad en un infinito nimero de asl y tramas,
que aunque pequefias, esparcen en todos los corazones la
desconfianza, haciendo de la traicién.y el disimulo la base
de la pradencia; si cae sobre una nacién valerosa y fuerte,
Ja incertidumbre se sacude al fin, causando antes muchos
frbstes de la ltbertad a la esclavitud, y de la ecclaviind a
i .Capfiru.o XLII
DE LAS CIENCIAS
zQueréis evitar los delitos? Haced que acompaiien las
juces a Ia libertad. Los males que nacen de los conocimien-
tos son en razén inversa de su extensi6n (rr), y los bienes
Jo son en la directa. Un impostor atrevido, que siempre es
un hombre no vulgar, tiene las -adoraciones de un Pueblo
ignorante y la grita de uno iluminado. Los
las ciencias, facilitando las comparaciones de los ‘objetos
y multiplicando lag miras, contraponen muchos dictame-
nes los unos a los otros, que se modifican reciprocamente
con tanta més facilidad cuanto se preveen en los otros las
mismas ideas y las mismas resistencias. A vista de las Ju-
ces esparcidas con profusién en una nacién calla la igno-
rancia calumniosa, y tiembla Ia autoridad, desarmada de
razones, en tanto que la vigorosa fuerza de las leyes per-
manece inalterable; porque no hay hombre iluminado que
no ame los pactos publicos, claros y titiles a la seguridad
comin, comparando el poco de libertad inttil sacrificada
por él, a la suma de todas las libertades sacrificadas por
Jos otros hombres, que sin leyes podrfan conspirar en con-
tra suya. Cualquiera que tenga un alma sensible, echando
una mirada sobre un Cédice de leyes bien hechas, y en-
contrando no haber perdido més que 1a funesta libertad
de hacer mal a otro, sera obligado a bendecir el trono y
quien lo ocupa,
No es verdad que las ciencias sean siempre dafiosas
a la humanidad ; y cuando lo fueran, era un mal inevitable
para los hombres. La multiplicacién del género humano
sobre la faz de la tierra introdujo le guerra, las artes mis
rudas: las primeras leyes, que eran pactos momenténeos,
nacfan con la necesidad y parecfan con ella, Esta fué la pri-
mera filosofia de los hombres, cuyos pocos elementos eran
justos, porque su indolencia y poca sagacidad los preser-
vaba del error. Pero las necesidades se multiplicaban cada
(rx) Esta asercién no es més verdadera que la de J.
sean. Poraue las ciencias sean més o menos esparcidas,
Producen mas males, Hn todo caso solo seria ef abuso
‘que pervierte su verdadero fin, (Brissot de Warville).TRATADO DE LOS DELITOS Y DELAS PENAS 161
‘vez nids con la multiplicacién de los hombres. Eran, pues,
necegatias impresiones m4g fuertes y mis durables que
los separasen de los continuados regresos que hacian al
primer estado de desunién, siempre m4s y mas funesto.
Asf hicieron un gran bien ¢ la humanidad aquellos prime-
xog errores que poblaron la tierra de falsas divinidades
(digo gran bien politico), y que crearon un universo indi-
sible, regulador del nuestro, Fueron bienhechores de los
hombres aquellos que se atrevieron a sorprenderlos, y
arrastraron a los altares la ignorancia décil. Presentandoles
objetos colocados més all de Jo que alcanzaban los sen-
tidos que se les hufan delante, a medida que crefan
alcanzarlos: nunca despreciados, Porque nunca bien co-
nocidos, reunieron y fijaron las pasiones, divididas en uno
solo, que los ocupaba fuertemente. Estas fueron las pri-
meras mudanzes de todas las naciones que se formaron de
pueblos salvajes: esta fué la época de la formacién de
s grandes sociedades; y tal fué el vinculo necesario, y
acago el tnico, No hablo de aquel pueblo elegido de Dios,
en quien los milagros mas extraordinarios y las gracias
més sefialadas tuvieron lugar de politica humana. Pero
como es propiedad del error subdividirse hasta lo infinito,
asf las ciencias que nacieron, hicieron de los hombres una
muchedumbre fandtica de ciegos, rae en un laberinto ce-
rrado se tropezaban y atropellaban de modo que algunas
aimas sensibles y filoséficas desearon a su pesar el anti-
cola. salvate, He aqui la primera época en que las
faces, mejor decir las opiniones, son dafiosas,
La segunda es en el dificil y terrible paso de los erro-
yes a la verdad, de la oscuridad no conocida a la luz. El
choque inmenso de Jos errores Gtiles a pocos poderosos con-
tra las verdades titiles a muchos desvalidos, la reunién y
el fermento de las pasiones, que se despiertan en aquella
ocasi6n, causan infinitos males a Ja miserable humanidad,
Cualquiera que‘reflexione sobre las historias, en quienes
después de algunos intervalos de tiempo se halle cierta
semejanza cuanto a lag principales, encontraré
muchas veces una gener: entera sacrificada a Ja fe-
licidad de aquellas que le suceden en ei trabajoso pero
necesario paso de Jas tinieblas de la ignorancia a la luz
de la filosoffa, y de la tiranfa a la libertad, que son las
consecuencias. Pero cuando calmados los énimos y extin-
guido el fuego, que ha purificado la nacién de los males
que la oprimen, la verdad, cuyos progresos son lentos al
principio y después acelerados, se sienta como compafiera162 MARQUES DE BECCARIA
sobre el trono de es monarcas, y tiene culto y aras en los
parlamentos de las repiblicas: ;Quién podré entonces
afirmar que el resplandor que ilumina la muchedumbre
sea mds dafioso que las tinieblas, y que las verdaderas y
sitaples relaciones de las cosas bien conocidas por los hom-
bres Jes sean funestas?
Si Ja ciega ignorancia es menos falta que el mediano
y-confuso saber, porque éste afiade a los males de Ja pri-
mera los del error inevitable, en quien tiene una vista li-
mitada a espacios m4s cortos que aquel donde Ilegan los
confines de la verdad, el hombre iluminado es el don mas
precioso que puede hacer a la nacién y a si mismo el So-
berano, creéndolo depositario y guardador de las leyes
santas. Ensefiado a ver la verdad y # no temeria, privado
de la mayor parte de las necesidades de la opinién, nunca
bastantemente satisfechas, que hacen experiencia de la
virtud en la mayor parte de los hombres, acostumbrado a
contemplar la humanidad desde las mds elevadas atalayas,
es en su inteligencia Ja nacién una familia de hombres her-
manos, pareciéndole tanto mienor Ia distancia de los gran-
des al pueblo, cuanto es mayor Ja masa de la humanidad
misma que tiene delante de los ojos. Los filésofos tienen
cuanto necesitan; y de los intereses no conocidos por
hombres comunes aguel principelmente de no desmentir en
Ja luz pablica los principios predicados en Ja oscuridad, ad-
quiriendo el h&bito de amar la verdad por si misma. Un
escogimiento de tales hombres forma la felicidad de una
naelon, pero felicidad momentanea si las buenas leyes no
umentan de tal manera el ntimero que disminuyan la pro-
babitidad, siempre considerable, de una mala eleccién.
CariruLo XLII
MAGISTRADOS
Otro medio de evitar los delitos es interesar ef ma-
gistrado, ejecutor de’ las leyes, més a su observancia que
8 su corrupeién, Cuanto mayor fuese el nimero que lo
componga, tanto es menos peligrosa la usurpaci6n sobre
Jas leyes, porque la venalidad es ms diffcil en miembros
que se observen entre sf, y son menos interesados en acre-
centar Ja autoridad propia cuanto es menor Ia porcién queTRATADO DE LOS DELITOS ¥ DELAS PENAS = 163
tocaria a cada uno, principalmente comparada con el pe-
ligro del atentado. Si el Soberano con el eparato y con
Ja pompa, con Ia austeridad de los edietos, y con no per-
mitir las quejas justas e injustas de los que se juzgan
* ofendidos, acostumbra los sibditos a temer mds a los ma-
gistrados que a las leyes, estos se aprovechardn de su temor
més de lo que convenga a Ja seguridad privada y piblica.
Capitulo XEIV
RECOMPENSAS
Otro medio de evitar los delitos es recompensar la
virtud. Sobre este asunto observo al presente en las leyes
de todas las naciones un silencio universal, Si los premios
propuestos por las Academias a los descubridores de las
verdades provechoses han multipticado las noticias y los
buenos libros, gpor qué los premios distribuidos por la be-
néfica mano del Soberano no multiplicarian asimismo las
aeciones virtuosas? La moneda del honor es siempre in-
agotable y fructifera en las manos del sabio distribuidor.
Capitulo XLV
EDUCACION
Finalmente, el mAs seguro, pero més dificil medio de
evitar los delitos es perfeccionar la educacién, objeto muy
vasto, y que excede los limites que me he sefialado: objeto
(me atrevo a decirlo) que tiene vinculos demasiadamente
estrechos con la naturaleza del gobierno (ss) para permi-
(es) be lacs de U,aduesin sn las primean que seeinon
como’ nos preparan para ser ciudadanos, cada lar
Ea se bernarve poral plas de la grande familia quo las suse.
rra todas.
Si el pueblo en general tiene un las partes qne le com-
onan, esto en; fun fasias, To tendrdn. tassbeén? Lecoge tae leyes
ae Ia JaducaciGh serdn diferentes en cada esperie de goblerno-
‘Tendrdn por objeto en los mondrquicos r,
Jas repiiblicas, y el temor en €l despotismo, Gitontane. Bol Henini
de las Leyes,’ Lib. rv, cap. 1).164 MarQqués DE BECCARIA
tir que sea un campo estéril, y solamente cultivado
corto némero de sabios. Un grande hombre, que famine
la misma humanidad que lo persigue, ha hecho ver por
lo menos cuéles son Jas principales maximas de educa-
cin (1), verdaderamente ttiles a los hombres, esto es,
que consisten menos en una estéril muchedumbre de ob-
fetes, que en la eleccién y brevedad de ellos: en subsistir
ales a las copias en ids fenédmenos asi morales
como fisicos, que el accidente o la industria ofrece a los
tiernos 4nimos de los jévenes, en guiar a la virtud por el
“camino fécil del dictamen, y en separar del mal‘por el in-
falible de la necesidad y del inconveniente, en vez de ha-
cerlo por el incierto del mando y de la fuerza, por cuyo
medio se obtiene solo una disimulada y momenténea obe-
Capiruro XLVI
DEL PERDON
A medida que las penas son més dulces, la clemencia
y el perdén son menos necesarios, ;Diehosa aquella nacién
en gue fuesen funestos! Esta clemencia, esta virtud, que
ha sido alguna vez en un Soberano el suplemento de to-
das las obligaciones del trono, deberia ser exclufda en una
perfecta legialacién, donde las penas fuesen suaves y el
método de juzgar arreglado y corriente. Parecer4 esta
verdad dura a los que viven en el desérden del sistema cri-
minal,.en que los perdones y las gracias son necesarias 4
proporcién de lo absurdo de las leyes, y de la atrocidad de
Jas sentencias. Esta es la mia bella prerrogativa del tro-
no, este el atributo mas apetecible de la soberania, y esta
es la técita desaprobacién que los benéficos dispensadores
de la felicidad publica dan a un Cédice, que, con todas las
imperfecciones, tiene en su favor la preocupacién de los
sigloz, el voluminoso y arbitrario atavio de infinitos co-
mentadores, el grave aparato de las formalidades eternas,
ye Epes ¢ de los mas astutos habladores y menos temidos
semidoctos. Pero considérese que la clemencia es virtud
del legislador, no del ejecutor de las leyes; que debe res-
plandecer en el Cédice, no en los juicios particulares; que
hacer ver a los hombres la posibilidad de perdonar los de-
@\ J, J. Rousseau: Emilio,