las piernas muy abiertas, y asentada en una silla ancha y espaciosa.
Mirándoselo estaba muy gozosa,
después que ya quedó muy bien rapada, y estándose burlando, descuidada, metióse el dedo dentro de la cosa.
Y como menease las caderas,
al usado señuelo respondiendo, un cierto saborcillo le dio luego.
Mas como conoció no ser de veras,
dijo: «¡Cuitada yo! ¿Qué estoy haciendo? Que no es ésta la leña deste fuego».
Soñaba una doncella que dormía
con un galán que amaba tiernamente, y que en él todo andaba diligente y descuido ninguno no tenía.
Ella, aunque mal, al fín, se resistía,
diciendo:”¿Qué dirá de mí la gente?”, en efecto cumplíó con su accidente, dando los dos remate a su porfía.
El galán la besaba y la abrazaba
con más calor que un encendido leño; lo dulce a derramar no comenzaba,
cuando de despertó, y le dijo al sueño:
“¿Durar un poco más, qué te costaba, pues para mí era gusto no pequeño?”
Historia, sino que testimonia la brutalidad mediante una identificación entre el
observador y lo observado, como ya hicieran los románticos, pero en un sentido diferente. No se trata de la fusión del autor con un paisaje natural, infinito y conciliador, sino de la identificación del autor con el dolor inherente a toda guerra: la naturaleza se ha sustituido por la devastación. Si en los románticos cierta reconciliación espiritual a través de la naturaleza todavía era posible, a pesar de que por momentos resultase hostil a los seres humanos Si fueras una ola, serías mi juego favorito. Si me quisieras siempre, serías la plenitud. Si fueras una manera de hablar, serías el diálogo. Si lloraras inquieta, te buscaría y no te encontraría. Si fueras una puesta de sol, serías la más bella de todas. Si fueras un árbol, serías un cedro. Si ostentases colores, serías blanca y roja. Si fueras la nieve, pasarías más allá. Si fueras una sustancia, serías el bálsamo. Si fueras sustituida, serías la madera de una columna. Si yo fuera un barco, te llevaría delante mismo de la proa. Si no fueras una muchacha, serías una rosa silvestre.