Instrucciones: Lea atentamente lo que se pide en cada ejercicio y elija la alternativa correcta. Encierre en
un círculo la letra de la alternativa elegida (no olvide pasar sus alternativas a la hoja de respuestas). En las
preguntas de desarrollo elabore respuestas con sentido completo respetando reglas ortográficas.
l. COMPRENSIÓN LECTORA. Lea los siguientes fragmentos de la novela “Ensayo sobre la ceguera” y
luego conteste las preguntas de cada texto.
TEXTO 1
Se iluminó el disco amarillo. De los coches que se acercaban, dos aceleraron antes de que se encendiera la
señal roja. En el indicador del paso de peatones apareció la silueta del hombre verde. La gente empezó a
cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas en la capa negra del asfalto, nada hay que se parezca
menos a la cebra, pero así llaman a este paso. Los conductores, impacientes, con el pie en el pedal del
embrague, mantenían los coches en tensión, avanzando, retrocediendo, como caballos nerviosos que vieran
la fusta alzada en el aire. Habían terminado ya de pasar los peatones, pero la luz verde que daba paso libre
a los automóviles tardó aún unos segundos en alumbrarse. Hay quien sostiene que esta tardanza,
aparentemente insignificante, multiplicada por los miles de semáforos existentes en la ciudad y por los
cambios sucesivos de los tres colores de cada uno, es una de las causas de los atascos de circulación, o
embotellamientos, si queremos utilizar la expresión común. Al fin se encendió la señal verde y los coches
arrancaron bruscamente, pero enseguida se advirtió que no todos habían arrancado. El primero de la fila de
en medio está parado, tendrá un problema mecánico, se le habrá soltado el cable del acelerador, o se le
agarrotó la palanca de la caja de velocidades, o una avería en el sistema hidráulico, un bloqueo de frenos,
un fallo en el circuito eléctrico, a no ser que, simplemente, se haya quedado sin gasolina, no sería la primera
vez que esto ocurre. El nuevo grupo de peatones que se está formando en las aceras ve al conductor
inmovilizado braceando tras el parabrisas mientras los de los coches de atrás tocan frenéticos el claxon.
Algunos conductores han saltado ya a la calzada, dispuestos a empujar al automóvil averiado hacia donde
no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. El hombre que está dentro vuelve hacia ellos
la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite
una palabra, una no, dos, así es realmente, como sabremos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta,
Estoy ciego. Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre parecen sanos, el iris se presenta nítido,
luminoso, la esclerótica blanca, compacta como porcelana. Los párpados muy abiertos, la piel de la cara
crispada, las cejas, repentinamente revueltas, todo eso que cualquiera puede comprobar, son trastornos de
la angustia. En un movimiento rápido, lo que estaba a la vista desapareció tras los puños cerrados del
hombre, como si aún quisiera retener en el interior del cerebro la última imagen recogida, una luz roja,
redonda, en un semáforo. Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación mientras le ayudaban a salir
del coche, y las lágrimas, al brotar, tornaron más brillantes los ojos que él decía que estaban muertos. Eso
se pasa, ya verá, eso se pasa enseguida, a veces son nervios, dijo una mujer. El semáforo había cambiado
de color, algunos transeúntes curiosos se acercaban al grupo, y los conductores, allá atrás, que no sabían lo
que estaba ocurriendo, protestaban contra lo que creían un accidente de tráfico vulgar, un faro roto, un
guardabarros abollado, nada que justificara tanta confusión. Llamen a la policía, gritaban, saquen eso de ahí.
El ciego imploraba, Por favor, que alguien me lleve a casa. La mujer que había hablado de nervios opinó que
deberían llamar a una ambulancia, llevar a aquel pobre hombre al hospital, pero el ciego dijo que no, que no
quería tanto, sólo quería que lo acompañaran hasta la puerta de la casa donde vivía, Está ahí al lado, me
harían un gran favor, Y el coche, preguntó una voz. Otra voz respondió, La llave está ahí, en su sitio, podemos
aparcarlo en la acera. No es necesario, intervino una tercera voz, yo conduciré el coche y llevo a este señor
a su casa. Se oyeron murmullos de aprobación. El ciego notó que lo agarraban por el brazo, Venga, venga
conmigo, decía la misma voz. Lo ayudaron a sentarse en el asiento de al lado del conductor, le abrocharon
el cinturón de seguridad. No veo, no veo, murmuraba el hombre llorando, Dígame dónde vive, pidió el otro.
a) Dentro de su vehículo, esperando la señal de la luz verde para avanzar por la pista vehicular.
b) Frente a un paso peatonal.
c) Como copiloto en un vehículo esperando la señal verde para avanzar por la pista vehicular.
d) Esperando la luz roja para poder avanzar por el cruce peatonal.
e) ninguna de las anteriores.
3.- ¿Por qué los autos se mantienen en tensión ante la luz roja?
6.- ¿Qué sucede después que el conductor del vehículo se queda ciego?
TEXTO 2
Llovía torrencialmente cuando llegó a la calle. Mejor, pensó, jadeando, con las piernas temblándole, así se
sentiría menos el olor. Alguien la había agarrado por el último harapo que apenas la cubría de cintura arriba,
ahora iba con los pechos al aire, por ellos, lustralmente, palabra fina, corría el agua del cielo, no era la libertad
guiando al pueblo, las bolsas, afortunadamente llenas, pesan demasiado como para llevarlas alzadas como
una bandera. Tiene esto sus inconvenientes, ya que las excitantes fragancias van viajando a la altura de la
nariz de los perros, cómo podían faltar los perros, ahora sin dueños que los cuiden y alimenten, es casi una
jauría lo que va tras la mujer del médico, ojalá no se le ocurra a uno de estos animales soltar una dentellada
para comprobar la resistencia del plástico. Con una lluvia así, que es casi diluvio, sería de esperar que la
gente estuviera recogida, esperando que escampase. Pero no es así, por todas partes hay ciegos con la
boca abierta hacia las alturas, matando la sed, almacenando agua en todos los rincones del cuerpo, y otros
ciegos, más previsores, y sobre todo más sensatos, sostienen en sus manos cubos, palanganas, cazos, y
los levantan al cielo generoso, cierto es que Dios da nubes cuando hay sed. No se le había ocurrido a la
mujer del médico la posibilidad de que de los grifos de las casas no saliera ni una gota del precioso líquido,
es defecto de la civilización, nos habituamos a la comodidad del agua canalizada, llevada a domicilio, y
olvidamos que, para que tal suceda, tiene que haber gente que abra y cierre las válvulas de distribución,
estaciones elevadoras que necesitan energía eléctrica, computadoras para regular los débitos y administrar
las reservas, y para todo faltan ojos. También faltan para ver este cuadro, una mujer cargada con bolsas de
plástico, andando por una calle inundada, entre basura podrida y excrementos humanos y de animales,
automóviles y camiones abandonados de cualquier manera, bloqueando la vía pública, algunos con las
ruedas ya cercadas de hierba, y los ciegos, los ciegos, con la boca abierta, abriendo también los ojos hacia
el cielo blanco, parece imposible cómo puede llover de un cielo así. La mujer del médico va leyendo los
nombres de las calles, unos los recuerda, otros no, hasta que llega un momento en que comprende que se
ha desorientado y anda perdida. No hay duda, se ha extraviado. Dio una vuelta, dio otra, ya no reconoce ni
las calles ni los nombres que llevan, entonces, desesperada, se deja caer en un suelo sucísimo, empapado
en cieno negro, y, vacía de fuerzas, de todas las fuerzas, rompe a llorar. Los perros la rodearon, olfatean las
bolsas, pero sin convicción, como si ya se les hubiera pasado la hora de comer, uno de ellos le lame la cara,
tal vez desde pequeño esté habituado a enjugar llantos. La mujer le acaricia la cabeza, le pasa la mano por
el lomo empapado, y el resto de lágrimas las llora abrazada a él. Cuando al fin alzó los ojos, mil veces alabado
sea el dios de las encrucijadas, ve que tiene ante ella un gran plano, de esos que los departamentos de
turismo colocan en el centro de las ciudades, sobre todo para uso y tranquilidad de los visitantes, que tanto
quieren poder decir a dónde han ido como saber dónde están.
a) El recorrido que hace la mujer del médico por las calles, mientras observa las calamidades de la ciudad.
b) La visita de un perro.
c) La lluvia que cubre la ciudad.
d) La mujer del médico camina desorientada, ya se encuentra extraviada.
e) Ninguna de las anteriores.
8.- Se puede inferir que, por el ambiente físico del relato, la mujer del médico se siente:
11.- ¿Qué sucede después que la mujer del médico rompe a llorar?
12.- ¿Qué hacen los ciegos frente a la lluvia torrencial que se encuentra a la ciudad?
II. LEXICO CONTEXTUAL. Lea los siguientes fragmentos y encuentre las palabras en contexto que
reemplace en significancia a la palabra ennegrecida.
13.- “… qué parte de la conciencia abatida empezaron a conturbar al ladrón en cuanto puso el coche en
marcha.”
14.- “… el medico cogió la ficha del hombre que se había quedado ciego súbitamente…”
15.- “Pidió un refresco y lo tomó sosegadamente, sin posar los ojos en nadie, no querían que la
confundieran.”
16.- “Ya en el interior, la cuerda se bifurcaba, una hacia la izquierda, otra hacia la derecha…”
17.- “… tenía temblores, quería aliviar la pierna dolorida, razones suficientes para que le dieran primacía.”
18.- “… llegada de la calle, una confusión de gritos, órdenes dadas a pleno pulmón, un vocerío inextricable.”
19.- “Hasta la sala parecía haberse vuelto más espesa, con hedores que flotaban, gruesos y lentos…”
20.- “…el dependiente de farmacia, mostrando buena voluntad, dulcificó aquella negativa perentoria…”
III. LECTURA DE LA NOVELA. De la lectura “Ensayo sobre la Ceguera” responde las preguntas de la
22.- Al comienzo de la historia ¿Cuál fue la motivación del ladrón para ayudar al primer ciego?
24 ¿Cuál fue la teoría del médico con respecto a la ceguera del primer ciego?
28.- De los siguientes enunciados, según lo leído, cuál es falsa sobre la muchacha de las gafas oscuras:
29.- ¿Cuál era la cantidad de mujeres que fueron obligadas a prestar servicios sexuales:
a) 5 b) 8 c) 7 d) 4 e) 6
Liceo Antonio Varas de la Barra
Depatrtamento de Lengua y Literatura
Prof: Francy Vitali Arce.
a) Que los personajes dejaron la ceguera. e) Una fuga ante la venganza de los malvados.
b) La distracción de los vigilantes. d) Un incendio provocado.
c) Una pelea entre bandas rivales.
IV. PRODUCCIÓN DE TEXTOS. A continuación, redacte con sus propis palabras las siguientes preguntas,
no se olvide de su buena ortografía, coherencia y cohesión.
Relate como fue el momento cuando los siguientes personajes quedaron ciegos. ( 9 pts.)
Primer ciego:
Ladrón:
1.- ¿A qué le atribuyes que la mujer del médico no haya sufrido el contagio de la enfermedad?
Buen espíritu.
A pesar de verlo visto todo, pudo haberse ido, pero decidió quedarse al lado de su marido, ayudar y cuidarlo.
Por compasión, pues sabía que el estado en que se encontraba su marido era denigrante y vulnerable.
Además, el médico ya no la veía como una esposa, sino como una mamá que le ayudaba atender sus
necesidades.