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La impulsividad es un estilo cognitivo, término usado en psicología. Es la predisposición a
reaccionar de forma inesperada, rápida, y desmedida ante una situación externa que
puede resultar amenazante, o ante un estímulo interno propio del individuo, sin tener una
reflexión previa ni tomar en cuenta las consecuencias que pueden provocar sus actos.
En la impulsividad predomina la baja tolerancia al estrés y la frustración, la falta de control
de impulsos, y los comportamientos agresivos, que pueden poner en riesgo al individuo
que puede llegar a ser asociado a actos delictivos. Una persona impulsiva puede
calificarse como imprudente, arriesgada, poco reflexiva, insensata, natural, inconsciente,
rápida e irresponsable.1
Puede ser genética o por déficit de serotonina y es considerada una de las características
más predominantes en síndromes psicopatológicos como el trastorno de déficit atencional
con/sin hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de personalidad (TLP), el trastorno
bipolar, el trastorno por control de los impulsos, los comportamientos antisociales y el
trastorno de dependencia de sustancias.2 Según el CIE (Clasificación Internacional de
Enfermedades) realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la versión CIE-
10 señala que en personas con TDAH la impulsividad puede estar presente con las
siguientes características: a) las personas hacen exclamaciones constantemente y
responden antes de que se culmine el planteamiento de una pregunta. b) No pueden
guardar turno o son intolerantes a la espera. c) Interrumpen o se entrometen en asuntos
de otros. d) Hablan en exceso sin contenerse en situaciones sociales.3 En las situaciones
de incertidumbre o ambigüedad el individuo debe elegir entre actuar, aunque cometa
errores, o sólo dar los pasos que considere y evalúe como correctos, minimizando los
errores (pero también perdiendo un tiempo precioso en ocasiones, claro).