Madrid 2018
Índice
Introducción
Aportación Pedagógica
Magisterio de la Iglesia
Conclusiones
Bibliografía
Introducción
La Pastoral Litúrgica tiene como objetivo que los fieles vivan cada vez con más
profundidad las celebraciones cristianas, para lo cual es necesaria una catequesis
mistagógica, que les introduzca en el misterio y les enseñe el significado de los
símbolos que forman parte de los diversos ritos. Por lo tanto, lo primero que
descubrimos al abordar esta materia es su relación intrínseca con la formación, como de
hecho veremos en este trabajo que ponen de manifiesto los diferentes textos
magisteriales que se refieren a esta disciplina. En particular, la catequesis de iniciación
cristiana también tiene que formar para la liturgia, y ha de hacerlo desde las diversas
materias. Por ejemplo, si no conocemos la Sagrada Escritura, no podremos entender
gran parte de los ritos sagrados.
Frente a los bandazos, de uno u otro signo, el camino a seguir viene marcado por
la fidelidad a los libros litúrgicos, que han de conocerse y comprenderse, y con cuyos
textos debe hacerse oración para que se integren en la espiritualidad del clero y de los
fieles. La liturgia debe impregnar toda la vida del cristiano, y toda la vida del cristiano
debe hacerse ofrenda en la celebración. Para que este objetivo se cumpla, no es
necesario cambiar la celebración, pero sí dar la formación necesaria que la haga
significativa, para lo cual habrán de verificarse una serie de condiciones.
De todo lo anterior, podemos colegir que la pastoral litúrgica es la acción que
tiene por objetivo inmediato la participación activa y fructuosa en la celebración, y por
finalidad, la construcción del cuerpo de Cristo, el pueblo de Dios. La liturgia es el
ejercicio del sacerdocio de Cristo, mediante signos sensibles (ritos y preces) que
significan y realizan la santificación del hombre. La celebración hace presente toda la
historia de la salvación, cuya cumbre es el misterio de Cristo, que transforma la vida de
los fieles. El misterio se actualiza en la celebración por medio del memorial o
anamnesis, que forma parte del ritual de cada uno de los siete sacramentos, e incluso de
otras ceremonias como la consagración de un altar o la profesión religiosa.
SC 12. Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa que, "recibida la ofrenda de la
víctima espiritual", haga de nosotros mismos una "ofrenda eterna" para Sí.
SC 14. Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y
activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria de donde han
de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano.
SC 48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este
misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través
de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada,
sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den
gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por
manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en
la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.
SC 104. Además, la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los
demás santos, que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya
alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por
nosotros. Porque al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la Iglesia
proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo,
propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre y por los
méritos de los mismos implora los beneficios divinos.
SC 112. Por tanto, el sacrosanto Concilio, manteniendo las normas y preceptos de la tradición y
disciplinas eclesiásticas y atendiendo a la finalidad de la música sacra, que es gloria de Dios y la
santificación de los fieles, establece lo siguiente:
EE 67. No obstante las amplias áreas descristianizadas en el Continente europeo, hay signos
que ayudan a perfilar el rostro de una Iglesia que, creyendo, anuncia, celebra y sirve a su
Señor. En efecto, no faltan ejemplos de cristianos auténticos, que viven momentos de silencio
contemplativo, participan fielmente en iniciativas espirituales, viven el Evangelio en su
existencia cotidiana y dan testimonio de él en los diversos ámbitos en que se mueven. Se
pueden entrever, además, muestras de una «santidad de pueblo», que manifiestan cómo en la
Europa actual es posible vivir el Evangelio no sólo en la esfera personal sino también como una
auténtica experiencia comunitaria.
EE 80. No se debe olvidar que el «culto espiritual agradable a Dios» (cf. Rm 12, 1) se realiza
ante todo en la existencia cotidiana, vivida en la caridad por la entrega libre y generosa de uno
mismo incluso en momentos de aparente impotencia. Así, la vida está animada por una
esperanza inquebrantable, porque sólo se apoya en la certeza del poder de Dios y la victoria de
Cristo: es una vida rebosante de consolaciones de Dios, con las cuales hemos de consolar, por
nuestra parte, a cuantos encontramos en nuestro camino (cf. 2 Co 1, 4).
SC 11. Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la
sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y
colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano.
SC 49. Por consiguiente, para que el sacrificio de la Misa, aun por la forma de los ritos alcance
plena eficacia pastoral, el sacrosanto Concilio, teniendo en cuanta las Misas que se celebran
con asistencia del pueblo, especialmente los domingos y fiestas de precepto, decreta lo
siguiente:
SC 90. El Oficio divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es, además, fuente de piedad y
alimento de la oración personal. Por eso se exhorta en el Señor a los sacerdotes y a cuantos
participan en dicho Oficio, que al rezarlo, la mente concuerde con la voz, y para conseguirlo
mejor adquieran una instrucción litúrgica y bíblica más rica, principalmente acerca de los
salmos.
VQA 10. Puesto que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, es necesario mantener
constantemente viva la afirmación del discípulo ante la presencia misteriosa de Cristo: «Es el
Señor» (Jn 21, 7). Nada de lo que hacemos en la Liturgia puede aparecer como más importante
de lo que invisible, pero realmente, Cristo hace por obra de su Espíritu. La fe vivificada por la
caridad, la adoración, la alabanza al Padre y el silencio de la contemplación, serán siempre los
primeros objetivos a alcanzar para una pastoral litúrgica y sacramental.
SS 6 ¿Se entiende como camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostólico y del
espíritu misionero eclesial?
EE 71. En las celebraciones hay que poner como centro a Jesús para dejarnos iluminar y guiar
por Él. En ellas podemos encontrar una de las respuestas más rotundas que nuestras
Comunidades han de dar a una religiosidad ambigua e inconsistente. La liturgia de la Iglesia no
tiene como objeto calmar los deseos y los temores del hombre, sino escuchar y acoger a Jesús
que vive, honra y alaba al Padre, para alabarlo y honrarlo con Él. Las celebraciones eclesiales
proclaman que nuestra esperanza nos viene de Dios por medio de Jesús, nuestro Señor.
EE 71 Se trata de vivir la liturgia como acción de la Trinidad. El Padre es quien actúa por
nosotros en los misterios celebrados; Él es quien nos habla, nos perdona, nos escucha, nos da
su Espíritu; a Él nos dirigimos, lo escuchamos, alabamos e invocamos. Jesús es quien actúa
para nuestra santificación, haciéndonos partícipes de su misterio. El Espíritu Santo es el que
interviene con su gracia y nos convierte en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
EE 71 Se debe vivir la liturgia como anuncio y anticipación de la gloria futura, término último
de nuestra esperanza. Como enseña el Concilio, «en la liturgia terrena pregustamos y
participamos en la Liturgia celeste que se celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la que
nos dirigimos como peregrinos [...], hasta que se manifieste Él, nuestra Vida, y nosotros nos
manifestamos con Él en la gloria».
Características de la participación
SC 11. Pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las
leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella
consciente, activa y fructuosamente.
SC 14. La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella
participación plena, consciente y activa.
SC 50. Revísese el ordinario de la misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el
sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión y se haga más fácil la piadosa y
activa participación de los fieles.
SC 107. Revísese al año litúrgico de manera que, conservadas o restablecidas las costumbres e
instituciones tradicionales de los tiempos sagrados de acuerdo con las circunstancias de
nuestra época, se mantenga su índole primitiva para que alimente debidamente la piedad de
los fieles en la celebración de los misterios de la redención cristiana, muy especialmente del
misterio pascual.
VQA 10. Al ser una celebración de la Iglesia, la Liturgia requiere una participación activa,
consciente y plena por parte de todos, según la diversidad de órdenes y funciones [49]: todos,
tanto los ministros como los demás fieles, al desempeñar su cometido, hacen aquello que les
corresponde y solo aquello que les corresponde [50].
SS 7 Desde esta perspectiva, sigue siendo más necesario que nunca incrementar la vida
litúrgica en nuestras comunidades, a través de una adecuada formación de los ministros y de
todos los fieles, con vistas a la participación plena, consciente y activa en las celebraciones
litúrgicas que recomendó el Concilio (cf. n. 14; Vicesimus quintus, 15).
SC 12. Con todo, la participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En
efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto
para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol. Y el
mismo Apóstol nos exhorta a llevar siempre la mortificación de Jesús en nuestro cuerpo, para
que también su vida se manifieste en nuestra carne mortal.
SC 86. Los sacerdotes dedicados al sagrado ministerio pastoral rezarán con tanto mayor fervor
las alabanzas de las Horas cuando más vivamente estén convencidos de que deben observar la
amonestación de San Pablo: «Orad sin interrupción» (1 Tes., 5,17); pues sólo el Señor puede
dar eficacia y crecimiento a la obra en que trabajan, según dijo: «Sin Mí, no podéis hacer nada»
(Jn., 15,5); por esta razón los Apóstoles, al constituir diáconos, dijeron: «Así nosotros nos
dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra» (Act., 6,4).
EE 67. No obstante las amplias áreas descristianizadas en el Continente europeo, hay signos
que ayudan a perfilar el rostro de una Iglesia que, creyendo, anuncia, celebra y sirve a su
Señor. En efecto, no faltan ejemplos de cristianos auténticos, que viven momentos de silencio
contemplativo, participan fielmente en iniciativas espirituales, viven el Evangelio en su
existencia cotidiana y dan testimonio de él en los diversos ámbitos en que se mueven. Se
pueden entrever, además, muestras de una «santidad de pueblo», que manifiestan cómo en la
Europa actual es posible vivir el Evangelio no sólo en la esfera personal sino también como una
auténtica experiencia comunitaria.
EE 80. No se debe olvidar que el «culto espiritual agradable a Dios» (cf. Rm 12, 1) se realiza
ante todo en la existencia cotidiana, vivida en la caridad por la entrega libre y generosa de uno
mismo incluso en momentos de aparente impotencia. Así, la vida está animada por una
esperanza inquebrantable, porque sólo se apoya en la certeza del poder de Dios y la victoria de
Cristo: es una vida rebosante de consolaciones de Dios, con las cuales hemos de consolar, por
nuestra parte, a cuantos encontramos en nuestro camino (cf. 2 Co 1, 4).
EE 78. Junto con la celebración Eucarística, hace falta promover también otras formas de
oración comunitaria, ayudando a descubrir la relación entre ésta y la oración litúrgica. En
particular, manteniendo viva la tradición de la Iglesia latina, se han de promover las diversas
manifestaciones del culto eucarístico fuera de la Misa: adoración personal, exposición y
procesión, que se han de concebir como expresión de fe en la presencia real y permanente del
Señor en el Sacramento del altar. Se ha de educar a ver una conexión similar con el misterio
eucarístico en la celebración, personal o comunitaria, de la Liturgia de las Horas, cuyo valor
para los fieles laicos ha sido puesto también de relieve por el Concilio Vaticano II. Se exhorte a
las familias a dedicar algún tiempo a la oración en común, de tal modo que interpreten a la luz
del Evangelio toda la vida matrimonial y familiar. Así, partiendo de quienes se ponen a la
escucha de la Palabra de Dios, se formará una liturgia doméstica que marcará cada momento
de la familia.
VQA 12 Por ello conviene dar gracias a Dios por el paso de su Espíritu en la Iglesia, como ha
sido la renovación litúrgica [58]; por la mesa de la Palabra de Dios, dispuesta con abundancia
para todos [59]; por el inmenso esfuerzo realizado en todo el mundo para ofrecer al pueblo
cristiano las traducciones de la Biblia, del Misal y de los otros libros litúrgicos; por la mayor
participación de los fieles, a través de las plegarias y los cantos, de los gestos y del silencio en
la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos; por los ministerios desempeñados
por los laicos y las responsabilidades que han asumido en virtud del sacerdocio común, del que
participan por el Bautismo y la Confirmación; por la irradiante vitalidad que tantas
comunidades cristianas reciben de la Liturgia.
Educación
SC 14. Los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia en toda su actuación pastoral,
por medio de una educación adecuada. Y como no se puede esperar que esto ocurra, si antes
los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la
Liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea antes que nada a
la educación litúrgica del clero.
SC 17. En los seminarios y casas religiosas, los clérigos deben adquirir una formación litúrgica
de la vida espiritual, por medio de una adecuada iniciación que les permita comprender los
sagrados ritos y participar en ellos con toda el alma, sea celebrando los sagrados misterios, sea
con otros ejercicios de piedad penetrados del espíritu de la sagrada Liturgia; aprendan al
mismo tiempo a observar las leyes litúrgicas, de modo que en los seminarios e institutos
religiosos la vida esté totalmente informada de espíritu litúrgico.
SC 48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este
misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través
de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada,
sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den
gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por
manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en
la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.
SC 56. Las dos partes de que costa la Misa, a saber: la liturgia de la palabra y la eucarística,
están tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto. Por esto el Sagrado
Sínodo exhorta vehemente a los pastores de almas para que en la catequesis instruyan
cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda la misa, sobre todo los
domingos y fiestas de precepto.
SC 90. El Oficio divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es, además, fuente de piedad y
alimento de la oración personal. Por eso se exhorta en el Señor a los sacerdotes y a cuantos
participan en dicho Oficio, que al rezarlo, la mente concuerde con la voz, y para conseguirlo
mejor adquieran una instrucción litúrgica y bíblica más rica, principalmente acerca de los
salmos.
SC 105. Por último, en diversos tiempos del año, de acuerdo a las instituciones tradicionales, la
Iglesia completa la formación de los fieles por medio de ejercicios de piedad espirituales y
corporales, de la instrucción, de la plegaria y las obras de penitencia y misericordia.
SC 108. Oriéntese el espíritu de los fieles, sobre todo, a las fiestas del Señor, en las cuales se
celebran los misterios de salvación durante el curso del año. Por tanto, el cielo temporal tenga
su debido lugar por encima de las fiestas de los santos, de modo que se conmemore
convenientemente el ciclo entero del misterio salvífico.
VQA 10. Por esto la Iglesia da preferencia a la celebración comunitaria, cuando lo requiere la
naturaleza de los ritos [51]; alienta la formación de ministros, lectores, cantores y
comentadores, que desempeñan un auténtico ministerio litúrgico [52]; también ha
restablecido la concelebración [53] y recomienda el rezo común del Oficio divino [54].
VQA 15. El cometido más urgente es el de la formación bíblica y litúrgica del pueblo de Dios:
pastores y fieles. La Constitución ya lo había subrayado: «No se puede esperar que esto ocurra
(la participación plena, consciente y activa de todos los fieles), si antes los mismos pastores de
almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser
maestros de la misma» [64]. Esta es una obra a largo plazo, la cual debe empezar en los
Seminarios y Casas de formación [65] y continuar durante toda la vida sacerdotal [66]. Esta
misma formación, adaptada a su estado, es también indispensable para los laicos [67], tanto
más que éstos, en muchas regiones, están llamados a asumir responsabilidades cada vez
mayores en la comunidad.
SS 7 Desde esta perspectiva, sigue siendo más necesario que nunca incrementar la vida
litúrgica en nuestras comunidades, a través de una adecuada formación de los ministros y de
todos los fieles, con vistas a la participación plena, consciente y activa en las celebraciones
litúrgicas que recomendó el Concilio (cf. n. 14; Vicesimus quintus, 15).
SS 12. Ante este anhelo de encuentro con Dios, la liturgia ofrece la respuesta más profunda y
eficaz. Lo hace especialmente en la Eucaristía, en la que se nos permite unirnos al sacrificio de
Cristo y alimentarnos de su cuerpo y su sangre. Sin embargo, los pastores deben procurar que
el sentido del misterio penetre en las conciencias, redescubriendo y practicando el arte
"mistagógico", tan apreciado por los Padres de la Iglesia (cf. Vicesimus quintus, 21). En
particular, deben promover celebraciones dignas, prestando la debida atención a las diversas
clases de personas: niños, jóvenes, adultos, ancianos, discapacitados. Todos han de sentirse
acogidos en nuestras asambleas, de forma que puedan respirar el clima de la primera
comunidad creyente: "Eran asiduos a la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la
fracción del pan y en las oraciones" (Hch 2, 42).
EE 72. Aunque se ha avanzado mucho después del Concilio Ecuménico Vaticano II en vivir el
auténtico sentido de la liturgia, todavía queda mucho por hacer. Es necesaria una renovación
continua y una constante formación de todos: ordenados, consagrados y laicos.
EE 72 La verdadera renovación, más que recurrir a actuaciones arbitrarias, consiste en
desarrollar cada vez mejor la conciencia del sentido del misterio, de modo que las liturgias
sean momentos de comunión con el misterio grande y santo de la Trinidad. Celebrando los
actos sagrados como relación con Dios y acogida de sus dones, como expresión de auténtica
vida espiritual, la Iglesia en Europa podrá alimentar verdaderamente su esperanza y ofrecerla a
quien la ha perdido.
EE 73. Para ello se necesita un gran esfuerzo de formación. Ésta se orienta a favorecer la
comprensión del verdadero sentido de las celebraciones de la Iglesia y requiere, además, una
adecuada instrucción sobre los ritos, una auténtica espiritualidad y una educación a vivirla en
plenitud. Por tanto, se ha de promover más una auténtica «mistagogía litúrgica», con la
participación activa de todos los fieles, cada uno según sus propios cometidos, en las acciones
sagradas, especialmente en la Eucaristía.
Participación interna/externa
SC 19. Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la
participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de
vida y grado de cultura religiosa, cumpliendo así una de las funciones principales del fiel
dispensador de los misterios de Dios y, en este punto, guíen a su rebaño no sólo de palabra,
sino también con el ejemplo.
SC 99.Todos cuantos rezan el Oficio, ya en coro ya en común, cumplan la función que se les ha
confiado con la máxima perfección, tanto por la devoción interna como por la manera externa
de proceder. Conviene, además, que, según las ocasiones, se cante el Oficio en el coro y en
común.
SC 19. Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la
participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de
vida y grado de cultura religiosa, cumpliendo así una de las funciones principales del fiel
dispensador de los misterios de Dios y, en este punto, guíen a su rebaño no sólo de palabra,
sino también con el ejemplo.
SC 28. En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio,
hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas
litúrgicas.
VQA 10. Al ser una celebración de la Iglesia, la Liturgia requiere una participación activa,
consciente y plena por parte de todos, según la diversidad de órdenes y funciones [49]: todos,
tanto los ministros como los demás fieles, al desempeñar su cometido, hacen aquello que les
corresponde y solo aquello que les corresponde [50].
EE 73. Para ello se necesita un gran esfuerzo de formación. Ésta se orienta a favorecer la
comprensión del verdadero sentido de las celebraciones de la Iglesia y requiere, además, una
adecuada instrucción sobre los ritos, una auténtica espiritualidad y una educación a vivirla en
plenitud. Por tanto, se ha de promover más una auténtica «mistagogía litúrgica», con la
participación activa de todos los fieles, cada uno según sus propios cometidos, en las acciones
sagradas, especialmente en la Eucaristía.
Medios de participación
SC 30. Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las
respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas
corporales. Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado.
SC 48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este
misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través
de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada,
sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den
gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por
manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en
la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.
SC 51. A fin de que la mesa de la palabra de Dios se prepare con más abundancia para los fieles
ábranse con mayor amplitud los tesoros de la Biblia, de modo que, en un período determinado
de años, se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura.
SC 53. Restablézcase la «oración común» o de los fieles después del Evangelio y la homilía,
principalmente los domingos y fiestas de precepto, para que con la participación del pueblo se
hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren cualquier
necesidad, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero.
SC 111. De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y
sus reliquias auténticas. Las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus
servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles.
SC 110. Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes
el Viernes de la Pasión y Muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al
Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con
ánimo elevado y entusiasta.
VQA 12 Por ello conviene dar gracias a Dios por el paso de su Espíritu en la Iglesia, como ha
sido la renovación litúrgica [58]; por la mesa de la Palabra de Dios, dispuesta con abundancia
para todos [59]; por el inmenso esfuerzo realizado en todo el mundo para ofrecer al pueblo
cristiano las traducciones de la Biblia, del Misal y de los otros libros litúrgicos; por la mayor
participación de los fieles, a través de las plegarias y los cantos, de los gestos y del silencio en
la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos; por los ministerios desempeñados
por los laicos y las responsabilidades que han asumido en virtud del sacerdocio común, del que
participan por el Bautismo y la Confirmación; por la irradiante vitalidad que tantas
comunidades cristianas reciben de la Liturgia.
SS 12. Ante este anhelo de encuentro con Dios, la liturgia ofrece la respuesta más profunda y
eficaz. Lo hace especialmente en la Eucaristía, en la que se nos permite unirnos al sacrificio de
Cristo y alimentarnos de su cuerpo y su sangre. Sin embargo, los pastores deben procurar que
el sentido del misterio penetre en las conciencias, redescubriendo y practicando el arte
"mistagógico", tan apreciado por los Padres de la Iglesia (cf. Vicesimus quintus, 21). En
particular, deben promover celebraciones dignas, prestando la debida atención a las diversas
clases de personas: niños, jóvenes, adultos, ancianos, discapacitados. Todos han de sentirse
acogidos en nuestras asambleas, de forma que puedan respirar el clima de la primera
comunidad creyente: "Eran asiduos a la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la
fracción del pan y en las oraciones" (Hch 2, 42).
SS 13. Un aspecto que es preciso cultivar con más esmero en nuestras comunidades es la
experiencia del silencio. Resulta necesario "para lograr la plena resonancia de la voz del
Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la
palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia" (Institutio generalis Liturgiae Horarum, 202). En
una sociedad que vive de manera cada vez más frenética, a menudo aturdida por ruidos y
dispersa en lo efímero, es vital redescubrir el valor del silencio. No es casualidad que, también
más allá del culto cristiano, se difunden prácticas de meditación que dan importancia al
recogimiento. ¿Por qué no emprender, con audacia pedagógica, una educación específica en
el silencio dentro de las coordenadas propias de la experiencia cristiana? Debemos tener ante
nuestros ojos el ejemplo de Jesús, el cual "salió de casa y se fue a un lugar desierto, y allí
oraba" (Mc 1, 35). La liturgia, entre sus diversos momentos y signos, no puede descuidar el del
silencio.
Domingo
SC 106. La Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la
Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con
razón "día del Señor" o domingo. En este día los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando
la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la
gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los «hizo renacer a la viva esperanza por la
Resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1 Pe, 1,3). Por esto el domingo es la fiesta
primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea
también día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a
no ser que sean de veras de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el
núcleo de todo el año litúrgico.
EE 82. Renuevo, por tanto, la invitación a recuperar el sentido más profundo del día del Señor,
para que sea santificado con la participación en la Eucaristía y con un descanso lleno de
fraternidad y regocijo cristiano. Que se celebre como centro de todo el culto, preanuncio
incesante de la vida sin fin, que reanima la esperanza y alienta en el camino. Por eso no se ha
de tener miedo a defenderlo contra toda insidia y a esforzarse por salvaguardarlo en la
organización del trabajo, de modo que sea un día para el hombre y ventajoso para toda la
sociedad. En efecto, si se priva al domingo de su sentido originario y no es posible darle un
espacio adecuado para la oración, el descanso, la comunión y la alegría, puede suceder que «el
hombre quede cerrado en un horizonte tan restringido que no le permite ya ver el “cielo”.
Entonces, aunque vestido de fiesta, interiormente es incapaz de “hacer fiesta”». Y sin la
dimensión de la fiesta, la esperanza no encontraría un hogar donde vivir.
EE 81 En el contexto actual, diversas circunstancias hacen difícil que los cristianos vivan
plenamente el domingo como día del encuentro con el Señor. No es raro que se reduzca a un
simple «fin de semana», a un tiempo de mera evasión. Hace falta, pues, una acción pastoral
articulada en el ámbito educativo, espiritual y social, que ayude a vivir su sentido genuino.
Oración
SS 16 Es preciso que en este inicio de milenio se desarrolle una "espiritualidad litúrgica", que
lleve a tomar conciencia de Cristo como primer "liturgo", el cual actúa sin cesar en la Iglesia y
en el mundo en virtud del misterio pascual continuamente celebrado, y asocia a sí a la Iglesia,
para alabanza del Padre, en la unidad del Espíritu Santo.
EE 66 La Iglesia que recibe esta revelación es una comunidad que ora. Orando escucha a su
Señor y lo que el Espíritu le dice: ella adora, alaba, da gracias e invoca la llegada del Señor, «
¡Ven, Señor Jesús! » (cf. Ap 22, 16-20), afirmando así que sólo de Él espera la salvación.
EE 66 También a ti, Iglesia de Dios que vives en Europa, se te pide que seas comunidad que
ora, celebrando a tu Señor con los Sacramentos, la liturgia y toda la existencia. En la oración
descubrirás la presencia vivificante del Señor. Así, enraizando en Él cada una de tus acciones,
podrás proponer de nuevo a los europeos el encuentro con Él mismo, esperanza verdadera y la
única que puede satisfacer plenamente el anhelo de Dios escondido en las diversas formas de
búsqueda religiosa que retoñan en la Europa contemporánea.
EE 68. Junto con muchos ejemplos de fe genuina, hay también en Europa una religiosidad vaga
y, a veces, desencaminada. Sus manifestaciones son frecuentemente genéricas y superficiales,
en ocasiones incluso contrastantes en las personas mismas de las que proceden. Hay
fenómenos claros de fuga hacia el espiritualismo, el sincretismo religioso y esotérico, una
búsqueda de acontecimientos extraordinarios a todo coste, hasta llegar a opciones
descarriadas, como la adhesión a sectas peligrosas o a experiencias pseudoreligiosas.
EE 69 Por eso te dirijo a ti, Iglesia que vives en Europa, una invitación apremiante: sé una
Iglesia que ora, alaba a Dios, reconoce su absoluta supremacía y lo exalta con fe gozosa.
Descubre el sentido del misterio: vívelo con humilde gratitud; da testimonio de él con alegría
sincera y contagiosa. Celebra la salvación de Cristo: acógela como don que te convierte en
sacramento suyo y haz de tu vida un verdadero culto espiritual agradable a Dios (cf. Rm 12, 1).
EE 70. Algunos síntomas revelan un decaimiento del sentido del misterio en las celebraciones
litúrgicas, que deberían precisamente acercarnos a él. Por tanto, es urgente que en la Iglesia se
reavive el auténtico sentido de la liturgia. Ésta, como han recordado los Padres sinodales, es
instrumento de santificación, celebración de la fe de la Iglesia y medio de transmisión de la fe.
Con la Sagrada Escritura y las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, es fuente viva de
auténtica y sólida espiritualidad. Con ella, como subraya certeramente también la tradición de
las venerables Iglesias de Oriente, los fieles entran en comunión con la Santísima Trinidad,
experimentando su participación en la naturaleza divina como don de la gracia. La liturgia se
convierte así en anticipación de la bienaventuranza final y participación de la gloria celestial.
Lengua vernácula
SC 54. En las Misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la
lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la «oración común» y, según las
circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor del artículo
36 de esta Constitución.
SC 54. Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos
en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde.
SC 54. Si en algún sitio parece oportuno el uso más amplio de la lengua vernácula, cúmplase lo
prescrito en el artículo 40 de esta Constitución.
SC 100 § 3. Cualquier clérigo que, obligado al Oficio divino, lo celebra en lengua vernácula con
un grupo de fieles o con aquellos a quienes se refiere el § 2, satisface su obligación siempre
que la traducción esté aprobada.
VQA 10. Ya que la Liturgia es la gran escuela de oración de la Iglesia, se consideró oportuno
introducir y desarrollar el uso de la lengua vulgar —sin eliminar el uso de la lengua latina,
conservada por el Concilio para los Ritos latinos [55]— para que cada uno pueda entender y
proclamar en su propia lengua materna las maravillas de Dios (cf. Act 2, 11); igualmente se
consideró oportuno aumentar el número de prefacios y de las Plegarias eucarísticas, que
enriquecen el tesoro de la oración y ayudan a entender los misterios de Cristo.
Penitencia
SC 109. Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a
oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebran el misterio pascual, sobre todo
mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular
relieve en la Liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo. Por
consiguiente:
SC 109. a) Úsense con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la Liturgia
cuaresmal y, según las circunstancias, restáurense ciertos elementos de la tradición anterior.
SC 110. La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también
externa y social. Foméntese la práctica penitencia de acuerdo con las posibilidades de nuestro
tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles y recomiéndese por parte de las
autoridades de que se habla en el artículo 22.
EE 76. Junto con la Eucaristía, el sacramento de la Reconciliación debe tener también un papel
fundamental en la recuperación de la esperanza: « En efecto, la experiencia personal del
perdón de Dios para cada uno de nosotros es fundamento esencial de toda esperanza respecto
a nuestro futuro ».(127) Una de las causas del abatimiento que acecha a muchos jóvenes de
hoy debe buscarse en la incapacidad de reconocerse pecadores y dejarse perdonar, una
incapacidad debida frecuentemente a la soledad de quien, viviendo como si Dios no existiera,
no tiene a nadie a quien pedir perdón. El que, por el contrario, se reconoce pecador y se
encomienda a la misericordia del Padre celestial, experimenta la alegría de una verdadera
liberación y puede vivir sin encerrarse en su propia miseria. Recibe así la gracia de un nuevo
comienzo y encuentra motivos para esperar.
SC 90. Al realizar la reforma, adáptese el tesoro venerable del Oficio romano de manera que
puedan disfrutar de él con mayor amplitud y facilidad todos aquellos a quienes se les confía.
VQA 10. Ya que la Liturgia es la gran escuela de oración de la Iglesia, se consideró oportuno
introducir y desarrollar el uso de la lengua vulgar —sin eliminar el uso de la lengua latina,
conservada por el Concilio para los Ritos latinos [55]— para que cada uno pueda entender y
proclamar en su propia lengua materna las maravillas de Dios (cf. Act 2, 11); igualmente se
consideró oportuno aumentar el número de prefacios y de las Plegarias eucarísticas, que
enriquecen el tesoro de la oración y ayudan a entender los misterios de Cristo.
VQA 12 Por ello conviene dar gracias a Dios por el paso de su Espíritu en la Iglesia, como ha
sido la renovación litúrgica [58]; por la mesa de la Palabra de Dios, dispuesta con abundancia
para todos [59]; por el inmenso esfuerzo realizado en todo el mundo para ofrecer al pueblo
cristiano las traducciones de la Biblia, del Misal y de los otros libros litúrgicos; por la mayor
participación de los fieles, a través de las plegarias y los cantos, de los gestos y del silencio en
la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos; por los ministerios desempeñados
por los laicos y las responsabilidades que han asumido en virtud del sacerdocio común, del que
participan por el Bautismo y la Confirmación; por la irradiante vitalidad que tantas
comunidades cristianas reciben de la Liturgia.
VQA 16. Otro cometido importante para el futuro es el de la adaptación de la Liturgia a las
diferentes culturas.
EE 72. Aunque se ha avanzado mucho después del Concilio Ecuménico Vaticano II en vivir el
auténtico sentido de la liturgia, todavía queda mucho por hacer. Es necesaria una renovación
continua y una constante formación de todos: ordenados, consagrados y laicos.
Comunión
SC 113. La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran
solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa
activamente.
SC 114. Consérvese y cultívese con sumo cuidado el tesoro de la música sacra. Foméntense
diligentemente las "Scholae cantorum", sobre todo en las iglesias catedrales. Los Obispos y
demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con
canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le
corresponde, a tenor de los artículos 28 y 30.
SC 118. Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios
piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y
prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles.
SC 120. Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento
musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias
eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales.
SC 121. Compongan obras que presenten las características de verdadera música sacra y que
no sólo puedan ser cantadas por las mayores "Scholae cantorum", sino que también estén al
alcance de los coros más modestos y fomenten la participación activa de toda la asamblea de
los fieles.
Otros sacramentos
SC 67. Revísese el rito del bautismo de los niños y adáptese realmente a su condición, y
póngase más de manifiesto en el mismo rito la participación y las obligaciones de los padres y
padrinos.
EE 74. Se debe dar gran relieve a la celebración de los Sacramentos, como acciones de Cristo y
de la Iglesia orientadas a dar culto a Dios, a la santificación de los hombres y la edificación de la
Comunidad eclesial. Reconociendo que Cristo mismo actúa en ellos por medio del Espíritu
Santo, los Sacramentos se deben celebrar con el máximo esmero y poniendo las condiciones
apropiadas. Las Iglesias particulares del Continente han de poner sumo interés en reforzar su
pastoral de los Sacramentos, para que se reconozca su verdad profunda. Los Padres sinodales
han destacado esta exigencia para contrarrestar dos peligros: por un lado, algunos ambientes
eclesiales parecen haber perdido el auténtico sentido del sacramento y podrían banalizar los
misterios celebrados; por otro, muchos bautizados, por costumbre y tradición, siguen
recurriendo a los Sacramentos en momentos significativos de su existencia, pero sin vivir
conforme a las normas de la Iglesia.
Oficio Divino
VQA 10. [La Iglesia] recomienda el rezo común del Oficio divino [54].
Carácter comunitario
SC 99. Siendo el Oficio divino la voz de la Iglesia o sea, de todo el Cuerpo místico, que alaba
públicamente a Dios, se recomienda que los clérigos no obligados a coro, y principalmente los
sacerdotes que viven en comunidad o se hallan reunidos, recen en común, al menos, una parte
del Oficio divino.
SC 100. Procuren los pastores de almas que las Horas principales, especialmente las Vísperas,
se celebren comunitariamente en la Iglesia los domingos y fiestas más solemnes. Se
recomienda, asimismo, que los laicos recen el Oficio divino o con los sacerdotes o reunidos
entre sí e inclusive en particular.
VQA 10. Por esto la Iglesia da preferencia a la celebración comunitaria, cuando lo requiere la
naturaleza de los ritos [51]; también ha restablecido la concelebración [53] y recomienda el
rezo común del Oficio divino [54].
EE 67. No obstante las amplias áreas descristianizadas en el Continente europeo, hay signos
que ayudan a perfilar el rostro de una Iglesia que, creyendo, anuncia, celebra y sirve a su
Señor. En efecto, no faltan ejemplos de cristianos auténticos, que viven momentos de silencio
contemplativo, participan fielmente en iniciativas espirituales, viven el Evangelio en su
existencia cotidiana y dan testimonio de él en los diversos ámbitos en que se mueven. Se
pueden entrever, además, muestras de una «santidad de pueblo», que manifiestan cómo en la
Europa actual es posible vivir el Evangelio no sólo en la esfera personal sino también como una
auténtica experiencia comunitaria.
Piedad popular
VQA 18. Finalmente, para salvaguardar la reforma y asegurar el fomento de la Liturgia, hay que
tener en cuenta la piedad popular cristiana y su relación con la vida litúrgica. Esta piedad
popular no puede ser ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, pues es rica en valores
y expresa de por sí la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser evangelizada
continuamente, para que la fe que expresa llegue a ser un acto cada vez más maduro y
auténtico. Tanto los actos piadosos del pueblo cristiano, como otras formas de devoción, son
acogidos y aconsejados mientras no suplanten y no se mezclen con las celebraciones litúrgicas.
Una pastoral litúrgica auténtica sabrá apoyarse en las riquezas de la piedad popular,
purificarlas y orientarlas hacia la liturgia como contribución de los pueblos.
EE 79 En el campo de la piedad popular hay que vigilar constantemente los aspectos ambiguos
de algunas de sus manifestaciones, preservándolas de desviaciones secularistas, consumismos
desconsiderados o también de riesgos de superstición, para mantenerlas dentro de formas
auténticas y juiciosas. Se ha de llevar a cabo una pedagogía apropiada, explicando cómo la
piedad popular se ha vivir siempre en armonía con la liturgia de la Iglesia y vinculada con los
Sacramentos.
EE 79. Se ha de dedicar también una atención especial a la piedad popular. Muy extendida por
las diversas regiones de Europa mediante las cofradías, procesiones y peregrinaciones a
numerosos santuarios, enriquece el itinerario del año litúrgico, inspirando usos y costumbres
familiares y sociales. Todas estas formas deben ser consideradas cuidadosamente mediante
una pastoral de promoción y renovación, que les ayude a desarrollar todo lo que es expresión
auténtica de la sabiduría del Pueblo de Dios. Lo es ciertamente el Santo Rosario. En este año
dedicado al mismo, me complace recomendar su rezo, porque «el Rosario, comprendido en su
pleno significado, conduce al corazón mismo de la vida cristiana y ofrece una oportunidad
ordinaria y fecunda, espiritual y pedagógica, para la contemplación personal, la formación del
Pueblo de Dios y la nueva evangelización».
Sacrosanctum Concilium SC
Spiritus et Sponsa SS
Ecclesia in Europa EE