EL BARGO DE VAPOR
| Eric Wilson
| Asesinato en el
| “Canadian Express”
Sreevisor. que cruzaba la estackén. Corctié bacla
él. abriéndose paso entre la gente que aguar-
daba para subir al tren, y le sujetd por el braze,
— Por favor, setiur—diio Jadeando—, ven-
BH eoseguidal
Bi hombre miré a Tom con anos grandes
ojos azules, aumentadns por el grosor de las
galas.
——(Qué? —dijo, evandase una mrana al
aide.
—1Que me ayudel —dijo Tom, temeraso
de pritar que se trataba de una bomba.
E] hombre movié la cabeza.
—No te oigo, hijo. La estecion es demusia-
de ruldosa.
Bi revisor parecié perder todo interés por
Tom ¥ se puso a escribir en unw Bbreta de
notas. Durante un segunda, Tom pensé mar-
charse y ponerse a salvo, pera, de repente, le
arrebat® la Iloreta y salté corriendo.
—EhI iablos! —grité el hombre.
Muchas caras se valvieron al verlos pasar
come una flecha, Tem con su pelo rojo, ¥ el
revisor tras él. Aquel hombre era buen corre
dor. y casi habiz dado alcance a Tom cuan-
eg6 junta a su malcta.
Hl paquete habia Gesaparecido.
Umposible! Tom levanié la maleta, huscan—
do la bomba perdida. y en aquel momento
llegé el revisor y sujeté a Tom.
—iMocoso!
Se produjo una enorme confusién. El revi-
sor arrancé la libreta de notas de Ja soaane de
Tom y Jes curlosos se agolparon mirando.
Un perra comenz6 a ladrar y Tom, de pren-
fo, encuntré la bomba...
En las manos de Dietmar Gban. $i, el rival
de Tom sujetaba ef paquete con una mirada
%iréniea en su rostro, al tiempo que se abria
paso entre las mirones,
Tom habia side engaiado y comprendié
que la «bomba» na era sino un viejo desper-
tador. Avergonzada, levanté la mirada hacia
el revisor.
—Por favor, senor —dijo amablemente—,
puedo explicarselo todo.
—iVoy a levarte a la paliciat
— Si, pero...
Desde arriba. un aliavoz anuncld:
«jPasajeros al twenty
Los mirones dudaron, lamentande perder-
sce el Binal de tode aquel jaleo que habia
originada Tom, pero se dierom la vuelta y
comenzarcu @ alejarse. Los grandes njos
azules del revisor se dirigieron de nueva a
Tom.
~-Ne crees mds problemas, nuchacho, o
acabaras entre rejas_
—Si, sefior dijo Torn.
Vio al revisor alejarse y se dio la vuella
para chillarle a Dietmar, pero éste se hubla
esfumadu. Moviendo la cabeza, Tom recoglé
Ja malata y se dirigid hacia el andén.
Afortunadamente para él, pronto Je yulvid
a invadic la emocién por el inminente viaje.
1a
Al llegar al andéu encontré un panorama
emocionarile: no cesaban de pasar carretillas
cargadas de maletas, los allavuces atronaban
COD sus Avisos. y lus inozos de estacién, con
chaquetillas blancas, cherlaban entre at,
mientras los pasajeros se apresuraban.
Pero lo més cowwcionante de tedo era el
tren. Largo. con la estructura de acero inoxl-
dable celuciente bajo les luces del andén, el
Canadian-Express s¢ extendia como un #igan-
te a lo large de las vias, esperanda impacien-
tt para lanzarse hacle la inminente aventu-
ra. ‘Tom se estremecié aute la belleza del
tren. Le hublera guslado quedarse alga gas
de tempo contemplindolo, pero soné el pitt
da de la iocomotora diesel y se sublé al
vapon més cercano.
—#Al bittete. -por favor --dijo un mezo al
que las palabras le silbaben per we bueco
que lenia entre los dientes supericres, Tem
observé tn cara de aquel hombre mayar.
deseando que fuera su amigo durante el viaje.
—Yo sx la Heve, sefor —dijo el moro,
tomandu la maleta de fom y echando a
andar por el vagén. Atravesando In puerta
que tenin el letrero Sherwood Manor, pasaron
junto B® Les pequetios compartimentos, ¥
ulluego recozieron un pasilly en ¢] que habia
una fila de pucrtas azuies.
-~Qné hay ubi dentro? —-le pregeunto
Tom al crapleado.
—Cunius. para la gente de dinero —curstes-
ts.
Finalmente, Jegaron 4 un vagén que tenia
los asientes colocadcs unos enfrente de otros.
de dos en dos. El snoz0 colocd Ja maleta de
Tom bajo wno de ios asienics,
—Este es sn sitio —dilo- -. Cuando salga-
imos de Winuipeg uniré csos dos asientos y
quedaré becha la cama. Que tenga un buen
viaje, sefier Austen.
Tom sonrid al moze y mind al otro lado dei
pasilio, donde estabua seatados un hombre
¥ woe mujer.
--Hals, waige —dijo e! hombre, con los
pulgares infroducides en ss franies—-.
éAdénde va usted?
-—A Colanbia Britanica. Voy a pasar et
verano con mis aluclos.
La mujer le alargé una caja grande.
—z(huierc una pasta? —-pregunts, sonrien-
daa Tom.
—Si, graci
—Su amigo se comié cuatro.
12
gMi amigo?
—St. el mruchucho que viaja can usted -—y
seialé bajo el asiento de Tom—: Ahi esti sa
matleta, debuju de su asiento.
—jOh, not —murmurd ‘Torn para si, sin
alreversc a mitar. Se agach6 y se estremect
cuando feyé la etiqueta: «Dietmur Obane.
Cuando se incerperé Tom, la mujer pare-
cia estar muy alegre.
---(Qué muchache mas simpatico! —dijo—.
Un. poce delgado, pero seis pastas de choco-
late le vensdran bien.
{Qué inala suerte, atrapado alli coun Dict-
mar Obant Un magnifico viaje echado a
perder. Pero, en fin. podria tniciarle rompién-
dole la cara a Dietmar por la broma de la
bomba. Tom se volvié hacia ta mujer:
—Por dande se fue esa rata asquerosa?
—e pregunid.
La mujer fruncié el cefic y cernd con
fuerza la tapa de Ja caja de pastas, antes de
responder friamente:
--Hacla el mirader.
—