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Síntesis.
Introducción.
1. De los fundamentos a las definiciones.
1.1. Fundamentos de la reputación corporativa.
1.2. Un intento de definición.
2. Identidad, imagen, reputación y posicionamiento.
2.1. La identidad.
2.2. La imagen.
2.3. El posicionamiento.
2.4. La reputación.
2.5. Significados estratégicos.
3. La reputación como estrategia corporativa.
3.1. Significado estratégico de la reputación.
3.2. Reputación y estrategias de rentabilidad.
3.3. Circuitos virtuosos y viciosos de la reputación.
3.4. Punto y ejes de posicionamiento.
3.5. Brechas estratégicas.
4. Reputación y mercadeo.
4.1. Las cuatro “p” del mercadeo.
4.2. De las “p” a las “c” y las “s”.
4.3. Problemas de reputación asociados al mercadeo.
4.4. La administración de la reputación.
5. La reputación en el marco de las nuevas responsabilidades corporativas.
5.1. Evolución de las organizaciones del siglo XX al siglo XXI.
5.2. Distinciones derivadas de la reputación.
5.3. La reputación como foco de acción y de prioridades.
6. Reputación y responsabilidad social.
6.1. La reputación como responsabilidad.
6.2. Efectos de la responsabilidad social sobre la reputación corporativa.
7. Aspectos éticos de la reputación.
7.1. Ética, reputación y responsabilidad social empresarial.
7.2. Ética, ética gerencial y reputación.
7.3. Asumir la ética para favorecer la reputación.
8. Bibliografía.
1. De los fundamentos a las definiciones
2.1 La Identidad
La identidad representa la cualidad de ser alguien que se dice que es. Es una igualdad
que se verifica en la teoría y en la práctica. Así como cada uno es lo que señalan sus
características físicas y sus conductas, de manera análoga la identidad de una
corporación la constituyen la conjugación de sus datos de identificación, así como sus
desempeños.
De manera más especifica, la identidad de una empresa está constituida por los
símbolos, rúbricas y emblemas que la distinguen, así como por:
a) Lo que hace, es decir, los productos que ofrece y los servicios que presta.
b) La forma como lo hace, es decir, sus desempeños y comportamientos hacia todos los
públicos con los cuales se relaciona.
c) Lo que es, es decir, su misión, visión y valores reflejados en cultura de la
organización.
d) Lo que dice que es, es decir, las acciones de información, comunicación, relaciones
públicas, y formas y contenidos de publicidad.
e) El espacio donde está, es decir, las infraestructuras y arquitecturas que establecen el
territorio físico de su presencia.
Ventana de la Identidad
Los contenidos de los cuadrantes del cuadro anterior revelan que pueden aparecer
cuatro opciones distintas que van, desde la más transparente y abierta en donde la
organización y los otros conocen lo mismo, hasta un cuadrante que indica que hay cosas
que difícilmente son observadas por la propia organización y por el público. En el medio
de estos extremos se encuentran resultados interesantes de aspectos que no son
compartidos. Pues bien, podríamos decir que la identidad termina siendo
fundamentalmente aquellos cuadrantes de los cuales tiene conciencia, mientras que la
imagen estaría conformada sólo por lo que los otros conocen, independientemente de
que la empresa esté o no consciente de ello.
2.2 La Imagen
Lo anterior nos permite sostener que, así como la identidad se expresa como la
conciencia que tiene la empresa acerca de su propia existencia, la imagen vendría a ser
la conciencia que los otros tienen acerca de la existencia de ella. Esto supone que
siempre hay un espacio y un tiempo entre lo que se es, lo que se dice que se es, lo que
los otros oyen y lo que los otros creen haber oído. Estos mismos criterios pueden
utilizarse respecto al sentido de la vista, así como a las emociones que todo el proceso
comporta, porque la imagen se produce como una impresión que cubre los oídos, los
ojos y las emociones. La imagen es, en definitiva, lo que la gente ve, cree y piensa de la
organización. Representa la percepción que el público tiene de una entidad. En este
sentido, la imagen conjuga, tanto los atributos deseados y percibidos, como los defectos
negados y percibidos.
2.3 El Posicionamiento
El posicionamiento se refiere al grado de preferencia que puede tener la corporación
como un todo, o sus productos y servicios. Esta preferencia resulta de las impresiones,
percepciones y sentimientos de los consumidores y del público en general, luego de
establecer las comparaciones con las otras empresas que forman parte de la
competencia. Con términos más directos: el posicionamiento es la preferencia de un
producto y la selección de un servicio después de que el público los ha comparado con el
resto de los productos y servicios que ofrecen todas las demás empresas. En cierto
sentido, podríamos decir que es un nivel más avanzado de la imagen, en tanto que es
traducción de la buena percepción en la selección preferida.
Una opción adecuada para comprender esas distinciones es la que encontramos en el
cuadro que establece las posibles actitudes de los clientes.
Tipos de Clientes
Como se observa, el cuadro nos muestra los procesos por medio de los cuales se operan
cambios significativos en los clientes luego de confrontar lo que esperaban con lo que
realmente obtuvieron. En medio de este proceso, una determinada imagen se afianza o
modifica para determinar luego el debido posicionamiento expresado en preferencia
ordinaria (preferencia ocasional) o en extraordinaria (preferencia leal). No deja de ser
importante añadir que los estudios actuales en materia de clientes, ya están asomando
un nivel más elevado que el del cliente fiel o leal, ahora incluso se habla del cliente
comprometido que es aquel que, no sólo mantiene una fidelidad, sino que se involucra
con la empresa y asume actitudes orientadas a apoyarla. De esta manera, el cliente se
convierte en una especie de socio que está dispuesto a defender a la empresa como
propia.
2.4 La Reputación
Las diferencias establecidas anteriormente reportan datos interesantes para comprender
el alcance de la reputación y su relación con el posicionamiento. Recordemos que el
posicionamiento es la selección preferida de una empresa, o de sus productos y
servicios, después que la han comparado con las otras que hacen lo mismo que ella.
Ahora debemos decir que la reputación es la admiración, valoración y aprecio de una
empresa, o de sus productos y servicios, después que la han comparado con las otras que
hacen lo mismo que ella. Como se nota, la diferencia entre una y otra viene tan sólo
dada por una pequeña expresión que representa, al mismo tiempo, una abismal
diferencia. En efecto, no es lo mismo preferir que admirar, ya que existe un orden de
prioridad y de jerarquía distinto entre los dos. Generalmente, se prefiere algo luego de
admirarlo y no al revés. Aquí reside la pequeña y, al tiempo, gran diferencia entre
reputación y posicionamiento.
De lo anterior podríamos deducir que si bien es cierto que las corporaciones aseguran su
supervivencia y prolongación como consecuencia de su posicionamiento, no es menos
cierto que ellas logran asegurar ese posicionamiento como resultado de una reputación.
Por esta razón, la reputación termina siendo la verdadera razón de competitividad de las
organizaciones. Esta afirmación ha dejado de ser hipótesis para convertirse en realidad,
debido a las comprobaciones procedentes de los casos de las empresas Enron, Arthur
Andersen y Worldcom, entre otras.
Al cruzar los activos (tangibles o intangibles) con los ámbitos (internos o externos), tal
como se observa en el cuadro anterior, se producen cuatro tipos de capitales. El capital
físico que refleja los recursos económicos internos de la organización; el capital de
mercado que revela la conquista de mercados y el posicionamiento ante clientes; el
capital intelectual que corresponde a los conocimientos, personas y patentes; y el
capital relacional que indica el capital intangible externo convertido en imagen
respetada credibilidad y admiración. Lo más interesante de este cuadro es algo que no
se refleja visualmente pero que subyace en los recuadros. Nos referimos a que los
capitales intangibles internos y externos son los que favorecen a los capitales tangibles
internos y externos. La locomotora no está del lado de lo que se toca o se ve, sino más
bien se identifica con lo que hace que se puedan tener y tocar patrimonios
organizacionales.
Pero puede asimismo que cada uno de estos propósitos desvirtúe su particular esencia
para conducirse en una dirección contraria o incorrecta. Esta posibilidad la consideramos
como circuitos viciosos de la reputación. Ellos se expresan mediante los siguientes
desenvolvimientos:
1. “Producir valor” engendra una secuencia de acumulación-especulación-corrupción.
2. “Añadir valor” engendra una secuencia de formulismo-eficientismo-efectivismo.
3. “Afianzar valores” engendra una secuencia de simulación-disimulación-manipulación.
Como se observa, unos mismos puntos de partida pueden bifurcar sus proyecciones para,
en un caso, consolidar y enriquecer la reputación, o en otro, disminuir y proscribir la
reputación de las empresas. Lo que hace que los desenlaces tomen una u otra opción se
relaciona explícitamente con el sentido ético que inspire la función gerencial.
4. Reputación y Mercadeo
Toda empresa que aspire mantenerse debe desplegar acciones destinadas a investigar
sus mercados reales y potenciales, así como a desarrollar iniciativas que favorezcan la
ampliación de sus mercados y la conquista de nuevos clientes. Además, la empresa debe
precisar la tendencia del mercado, la posibilidad de explorar nuevos productos y
servicios, los canales de distribución más eficientes, la organización de las ventas, la
rotación del inventario, los medios de publicidad y promoción, la situación de la
competencia y la percepción que tienen los grupos de interés, entre otras cosas. Esto
quiere decir que la función de mercadeo es esencial para asegurar su presencia y
prolongar su perspectiva en el tiempo.
El abanico expuesto muestra los grados que pueden convertir una intención transparente
en su extremo opuesto. Esto debe tenerse en cuenta ya que las intenciones poco claras
pueden generar irreversibles problemas de reputación.
Con base en los dos cuadros anteriores, se hace posible establecer las opciones que
podrían resultar de los cruces entre las actitudes y las sensibilidades expuestas. De esta
manera, encontraríamos las siguientes combinaciones: el reactivo-inclusivo, el reactivo-
excluyente, el proactivo-excluyente y el proactivo-inclusivo. Desde luego, que la opción
ideal es la del proactivo-inclusivo, debido a que ninguna ética es posible, ni tampoco se
garantizaría una responsabilidad social transparente en las otras opciones. Desde las
perspectivas excluyentes o reactivas se hace imposible favorecer reflexiones enfocadas,
decisiones justas y evaluaciones honestas. En este marco, debe entenderse que la
reputación, es un asunto más proactivo que reactivo porque es más realización que
prohibición. El problema no es si la empresa debe actuar con transparencia, sino si
podría darse el lujo de no hacerlo.
Más allá de la sugerencia directa que nos ofrece este esquema, ahí se alude
implícitamente a la idea de que hoy la ética no puede concebirse sino en su significado y
alcance social. Esto se debe a que la ética aparece, con toda su exigencia, cuando entra
en escena el otro y los otros. No hay ética sino frente a los otros, con los otros, entre los
otros, por los otros y para los otros. Esta explicación implica que lo social y lo ético
deben formar parte de los criterios de decisión en las empresas.
Individualmente atendemos las situaciones en función de referencias asociadas a lo
legal, la justicia y a la seguridad de conciencia. De manera equivalente, en la empresa
funcionan los criterios empresariales, sociales y éticos. Cada uno de estos criterios se
revelan en preguntas orientadas hacia el rendimiento del negocio, el servicio prestado al
entorno y la transparencia y de las relaciones. De estas relaciones se deduce que las
decisiones y gestiones empresariales plantean siempre una relación equilibrada. Cuando
sólo se atiende lo financiero y operacional, la motivación, la reputación y la autoestima
se desmoronan haciendo imposible la sobrevivencia de la empresa. Igualmente, cuando
sólo se privilegian los resultados sociales y humanos a costa de lo financiero y
operacional, sólo se consigue la quiebra y desaparición de la organización. En este caso,
el equilibrio que siempre subyace es el de la ética, la responsabilidad social y la
reputación.