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PSICOGENEALOGÍA

PRÓLOGO La imparable expansión de la psicogenealogía La idea de que nuestros destinos


puedan estar determinados por la historia psicológica de las generaciones anteriores es muy
antigua. Las primeras terapias inventadas por el hombre lo atestiguan. La medicina china o la
africana, por ejemplo, a diferencia de la medicina occidental, contemplan la enfermedad
dentro de un contexto familiar genealógico. ¿Por qué tengo hepatitis? La respuesta de la
medicina occidental es: por un virus y una mala alimentación. Los curanderos chinos o yorubas
ofrecen unas explicaciones que restablecen el orden en el mundo, ya sea por un demonio que
nos quiere mortificar (y a quien hay que ofrecer un animal en sacrificio) o porque hemos
perturbado el orden cósmico ocupando un lugar que no nos correspondía y habiéndonos
olvidado de honrar a nuestros antepasados. El curandero sabe una cosa que el médico ignora:
la ley genealógica y la relación con los antepasados definen en gran parte los lazos, los
derechos, los deberes y las identidades que estructuran al ser humano en su cultura y su
biografía. El curandero también conoce las palabras y los rituales que le permitirán conjurar la
presencia, al fantasma (un antepasado desgraciado o que deshonró a su familia), sinónimo del
desorden inconsciente que se puede transmitir de generación en generación.

Sin embargo, de repente, en Occidente surge una novedad: el psicogenealogista. Un terapeuta


que, sin olvidarse de los nuevos descubrimientos de la era moderna, sobre todo aquellos
relacionados con la singularidad del individuo, recupera los lazos contextuales y
transgeneracionales a los que su cultura había vuelto la espalda. ¿Y qué hace? También se
centra en esa parte de la historia que no nos pertenece: "Si sufres una bronquitis crónica,
puede ser que tu bisabuelo se asfixiara en una trinchera durante la guerra y nadie te lo haya
dicho porque, a su regreso a casa, tu abuela se avergonzara de él". Otro ejemplo más
espectacular: a un señor le duele constantemente la garganta y eso le provoca un deterioro en
la circulación sanguínea en las extremidades. No consigue curarse con ningún remedio. Hasta
que un día descubre, en una sesión de terapia transgenealógica, que un antepasado lejano,
que nació el mismo día que él, murió guillotinado durante la revolución. A partir de este
descubrimiento, los dolores de garganta y los molestos efectos circulatorios desaparecen
como por arte de magia. ¿Cómo puede, por ignorancia o por el peso de un secreto de familia,
un acontecimiento del pasado, ya sea bueno o malo, tener esas consecuencias varias
generaciones más tarde?

Algunas personas buscan escapar de su familia huyendo, porque les parece que ésta
representa un peligro mortal. Como si la historia de su línea sucesoria fuera una amenaza real.
El peligro no

tiene que ser forzosamente fantasmagórico. Pero huir no sirve de nada. Donde quiera que la
evasión pueda llevarlos, la historia familiar los perseguirá y los devolverá siempre al pasado, a
repetir eternamente las mismas situaciones, al menos siempre que no hayan decidido
reaccionar para librarse de los anclajes transgenealógicos negativos.

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