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Endeudándose a corto plazo e invirtiendo a largo plazo: iliquidez y colapso del crédito

Por Antal Fekete


Traducido por Jesús Gómez Ruiz

Este ar tículo fue publicado en 1984. Agr adecemos a Elizabeth Courier , del Comitee for Monetar y Resear ch and E ducation ( CMRE ), su
autorización par a hacerlo disponible en internet en lengua española.

El concept o de liquidez se encuentr a en el núcleo de t odos los pr oblemas económicos. Es una curiosa aberr ación de nuestr os tiempos
que este concept o tan impor tante e incluso la existencia misma de los f enómenos económicos que este concept o representa, sea
negado v ehementemente por los economistas más r epresentativ os de las corrientes económicas vigentes. T odo est o muy a pesar del
hecho de que dos de los más gr andes pensador es de la ec onomía de t odos los tiempos, Adam Smith (1723-1790) y Carl Menger (1840-
1921), dier an gran impor tancia al concept o de liquidez y lo emplear an en la explicación de impor tantes f enómenos económicos.

Una de las más gr andes contribuciones a la ciencia económica es la "teoría del cr édito comer cial" ( commer cial loan theor y) tal como se
describe en la obr a de Adam Smith La Riqueza de las Naciones (Wealth of nations ) publicada por primer a vez en 1776. Adam Smith
escribió que la masa de los pr oductos de consumo (terminados o semiterminados) que cambian de manos con la suficiente r apidez
desde los pr oductores, a tr avés de los distribuidor es hasta los punt os de v enta minorista y que ser án adquiridos por el consumidor final
en un plaz o de 91 días (llamado por A. Smith el capital soc ial circulante – social cir culating capital –) tiene una liquidez solamente
superada por los metales moneda, or o y plata. A. Smith no tuv o ninguna dificultad par a demostr ar su tesis. Ha y un mínimo de
consumo, absolutamente indispensable, par a el normal funcionamient o de la sociedad, que pr oyectado a 91 días (la duración de una
estación completa del año) en el futur o, corr esponde a un volumen de pr oductos terminados o semiterminados en su camino desde los
productores a los consumidor es finales. Est os productos seguir án su curso incluso en ausencia de diner o, en el adv enimient o de un
desastr e nacional, bajo una ocupación militar , o en cualqui er otra situación adv ersa, debido a que la bondad del cr édito emitido con el
respaldo de est os productos no puede ser cuestionada de maner a alguna. Antes se pondr á en duda la v alidez de aser ciones tales
como que la gente debe comer , vestir, usar combustible par a calefacción, etc., que cuestionar la solv encia del cr édito que mantiene el
flujo de los pr oductos que satisfacen las más ur gentes nec esidades de las personas.

La liquidez de los pr oductos más ur gentemente demandad os por la gente, es decir , la liquidez del capital social cir culante se manifiesta
en el hecho de que est os productos cambian de dueño no contr a pago en metálico sino contr a pago en un tipo de papel denominado
real bills .

Debido a esta car acterística distintiv a del capital social cir culante, es por lo que la teoría de la liquidez de Adam Smith es conocida
como la doctrina de las real bills. El término fue acuñado por los detr actores de la liquidez, dándole connotaciones pe yorativas, per o
con el tiempo llegó a ser r espetado (de la misma forma qu e, a pesar del car ácter pe yorativo dado por Karl Marx al té rmino
"capitalismo ", éste llegó a ser una palabr a admir able y llena de fuerza par a referirse al sistema de iniciativ a privada y libr e empr esa en
contraposición al dirigismo socialista y la planificación centr alizada).

Una real bill (letra o efecto comer cial) se libr a por el pr oveedor de bienes de consumo sobr e su cliente en el moment o de la entr ega de
los productos y se paga cuando el pr oducto es v endido al consumidor final (en cualquier caso siempr e antes de 91 días). Una real bill
conocida como bill of ex change (letra de cambio) es tan líquida como el diner o cuando está aceptada por el libr ado (el que r ecibe la
mercancía del libr ador de la letr a). De hecho una letr a de c ambio puede " circular" por sí misma. La única dif erencia entr e la cir culación
de una letr a de cambio y la cir culación de billetes bancario s es que la primer a está sujeta a un plaz o tempor al para su descuent o (su
valor nominal se descuenta de acuer do al tipo de descuen to y al númer o de días que faltan par a su v encimient o), mi entras que los
billetes bancarios se aceptan a su v alor nominal y su v encimient o es a la vista.

Sin embar go, tal como A. Smith nos advier te en su obr a, sería un err or el concluir que un billete de banco es un instrument o superior
simplemente por el hecho de no estar sujet o a descuent o. De hecho, un billete bancario es un pasiv o del banco equilibr ado por un
activo autoliquidable, el cual, es una letr a o un metal monetario. El metal monetario es aut oliquidable y a que es aceptado como pago
de una deuda sin ser legal o contr actualmente conv ertible en algo distint o. En otr as palabr as, los metales monetario s representan
liquidez absoluta. Son la liquidez por ex celencia. P or otro lado, las letr as (real bills) son aut oliquidables, y a que a su v encimient o se
pagan con el pr oducto de la v enta de los bienes de consumo sub yacentes. P or contr aste, una letr a financier a (por eje mplo, aquella
emitida par a financiar la construcción de un hotel) no es aut oliquidable, y a que el diner o ha sido conv ertido en los lad rillos y materiales
que constituy en el hotel y el comienz o del pr oceso de amo rtización de los costes del hotel exigir á un tiempo más lar go.

El vencimient o a un máximo de 91 días par a las letr as (real bills ) no se deriv a de una cábala. No venta y un días es la dur ación de una
estación del año. El tipo y la cantidad de bienes demandados por los consumidor es cambian con las estaciones del año. Si no puede
garantizarse la v enta de una cier ta mer cadería en un plaz o de 91 días, con ma yor motiv o no podr á garantizarse su v enta en un plaz o de
3x91=273 días, hasta que la misma estación del año vuelv a a apar ecer. No pueden usarse letr as para los bienes que se mue ven con
esta lentitud, debiéndose financiar su inv entario mediante otr os medios (est o es, ahorr o real). Si 91 días pueden par ecer arbitr arios, la
Providencia es r esponsable por hacer el año de 365 días y dividirlo en cuatr o estaciones. En cualquier caso, la liquidez de las letr as se
juzga y decide por el mer cado de letr as y no por los teóricos.

En el mer cado de letr as (por ejemplo, aquel que flor eció en Lancashir e y Manchester en los tiempos de Adam Smith) siempr e se
rechazaban t odas las letr as libradas con v encimient o supe rior a los 91 días. Mientr as que una letr a con dos buenas firmas y
vencimient o igual o inf erior a 91 días podía ser compr ada y vendida a continuación sin pér dida alguna, otr a letra con las mismas dos
buenas firmas per o vencimient o superior a los 91 días gener almente ocasionaba una pér dida. Tales letr as no er an líq uidas. No podían
ser liquidadas con la suficiente r apidez o sencillez. En el mer cado de letr as también se r echazaban aquellas cuy o librador y libr ado eran
una empr esa y su subsidiaria r espectiv amente. Estas letr as eran conocidas "letr as cer do sobr e puer co" (pig on pork bills ). Las letr as
financier as, de anticipo (sobr e producción futur a y del teso ro) no corrían mejor suer te. Los bancos comer ciales pujaban por las letr as
real bills en el mer cado de letr as, debido a que el papel aut oliquida ble de forma aut omática ha sido siempr e consider ado la forma de
activo más fiable y líquida que un banco puede poseer par a equilibr ar su pasiv o a la vista (billetes y depósit os). La banca comer cial
creció en impor tancia debido a que el cr édito de un banco es fr ecuentemente más fácilmente negociable que el cr édito de los
productores y distribuidor es de los bienes más ur genteme nte demandados por los consumidor es finales. Est o es debido a las
siguientes r azones:

Los billetes y depósit os bancarios son negociables " a la vista ", es decir , en el plaz o más cor to.
Los billetes bancarios se emiten en denominación estándar y debido a su conv ertibilidad a la vista, normalmente no son
descontados.
Los bancos están siempr e en primer a plana, bajo el escrutinio del público y se asume, de maner a acer tada o equiv ocada, que
cualquier pr oblema r elativo a la calidad del cr édito bancario ser á puest o de manifiest o inmediatamente (no puede decirse
necesariamente lo mismo del cr édito de los pr oductores y distribuidor es de bienes de consumo).

Al contr ario que la liquidez, que es una categoría económica, la negociabilidad es una cualidad institucional. Los acuer dos
institucionales que pueden alter ar y de hecho tienen un impact o en la negociabilidad, no af ectan a la liquidez que es algo intrínseco.
Esto nos de vuelve a nuestr o punt o de par tida, idea original de Adam Smith, de que los billetes bancarios no pueden ser más líquidos
que las letr as (real bills ) existentes en la car tera de los bancos que los emiten. La fuerza y cr edibilidad de las letr as no se deriv a del
crédito de los bancos o gobiernos que las libr an. La causa lidad v a en el otr o sentido: el crédito de un banco o Gobierno es tan bueno o
malo como la liquidez de los activ os que equilibr an su pasiv o.

Casi un siglo después de que se escribier a La Riqueza de la Naciones , Carl Menger , otro gigante de la ciencia económica y pioner o del
moderno subjetivismo, estableció en su obr a Grundsätz e (traducida al español como Principios de E conomía política ) los element os de
una teoría de la liquidez más completa ( Absatzfähigk eit).

Menger obser vó que los mer cados no cotizaban un solo p recio sino dos, el más bajo o pr ecio ofr ecido por un bien ( bid price ) y el más
alto o precio pedido ( asked price ), y que la dif erencia entr e ellos ( spread) nunca podía ser cer o. Aunque la ciencia económica poco
puede decir sobr e los pr ecios y su e volución, no ocurr e lo m ismo con su spread. Menger obser vó que tant o el pr ecio ofr ecido como el
pedido se cotizaban par a cantidades definidas de bienes y que inv ariablemente un spread más amplio estaba asociado a cantidades
mayores. Est o llevó al resultado (que par a Menger fue un teor ema deductiv o en lugar de inductiv o) de que el spread es una función
creciente de la cantidad . Pero el ritmo de cr ecimient o del spread no es igual par a todos los bienes. Mientr as para el or o es muy lent o
(casi despr eciable), par a los bienes per eceder os es muy r ápido. P or tant o, podemos definir la liquidez de un bien económico en
términos de su spread. Podemos decir , siguiendo a Menger , que un bien es más líquido que otr o si su spread se incr ementa más
despacio que el del otr o en función de la cantidad.

Menger intr odujo el concept o de liquidez por que quería en tender la r azón por la que el or o llegó a ser diner o. Menger descar tó la teoría
cartalista, según la cual el or o fue declar ado diner o y moneda de curso legal por decr eto de un sober ano y su pueblo, que acor daron el
incluir la efigie del sober ano en cada por ción de or o como garantía de su peso y le y. Al contr ario, fue un pr oceso de mer cado lo que
promovió al or o (y a la plata) a la posición de liquidez supr ema y el sober ano encontr ó apropiado el unirse a la elección del mer cado.

En las etapas más a vanzadas del sistema de trueque er a posible clasificar v arios bienes de acuer do con su liquidez. En la antigüedad
las cabezas de ganado, la sal, el gr ano y el tabaco junt o con los metales y piedr as preciosas alcanzar on gran liquidez. Más tar de, con el
desarr ollo del comer cio, la liquidez de los metales pr eciosos (or o y plata) comenz ó a crecer con r apidez dejando la de otr os bienes muy
atrás. Hasta hace sólo 130 años existían dudas sobr e si ha bría un ganador absolut o ó serían conjuntamente el or o y la plata quienes
reinarían como los bienes más líquidos. Sin embar go, en la década de 1870 se decant ó la obtención de la máxima liq uidez a fa vor del
oro y como r econocimient o de este hecho la inmensa ma yoría de las naciones civilizadas (con la notable ex cepción de China) habían
adoptado el patr ón oro en 1914.

La teoría de Menger sobr e el origen del diner o es la mejor que tenemos. A su v alidez hist órica añade su claridad conceptual y más aún,
extiende y gener aliza la desarr ollada por Adam Smith. Las teorías de Menger y Smith ponen de manifiest o de forma clar a el pr oceso
por el que el or o, el bien más líquido, y las letr as de cambio, el segundo bien más líquido, han llegado a ser la base de nuestr o sistema
monetario.

Los fundament os lógicos de la teoría de los pr éstamos co merciales de Adam Smith (según la cual los pr éstamos más líquidos que un
banco puede r ealizar son los pr éstamos a cor to plaz o, –au toliquidables– sobr e bienes de intensamente demandados en su camino
desde el pr oductor al consumidor final; y a que al v enderse los bienes se obtienen los medios par a liquidar el pr éstamo) consistían en
que los bancos deben pr estar a cor to ya que piden pr estado a cor to. Sin embar go, las pr ácticas bancarias se han apar tado
gradualmente de este ideal al comenzar a pr estar a lar go mientr as piden pr estado a cor to, violando el principio de la liquidez. Después
del esplendor alcanzado con la teoría de la liquidez de Smith y Menger , las subsiguientes teorías pueden consider arse más un
retroceso que un pr ogreso. La teoría de la liquidez desarr ollada en nuestr o siglo no es más que una apología poco s ólida en fa vor de la
iliquidez cr ónica de los bancos, según iban sur giendo nue vas teorías par a respaldar las nue vas prácticas. P ara el pr opósit o de este
ensayo, explicar emos cinco etapas de esta degr adación te órica: (1) La teoría de los coeficientes de r eserva (balance sheet r atios); (2) la
teoría de la negociabilidad-r edescontabilidad ( shiftability ); (3) la teoría del flujo de caja ( cash flow ); (4) la teoría de la gestión de la
liquidez; y (5) la teoría de la licuefacción.

La teoría de los coeficientes de r eserva (balance sheet r atios)

La imper eceder a gloria de la teoría del cr édito comer cial elaborada por Adam Smith es que hace corr esponder la cr eación de diner o
con la llegada de nue vos bienes a los mer cados. Sin emba rgo, las pr ácticas bancarias se han separ ado pr ogresivamente del ideal
expuest o en La Riqueza de las Naciones . Tales pr ácticas pueden describirse como un desfase entr e los v encimient os de los activ os y
los pasiv os del balance. Como consecuencia, el diner o se cr ea más r ápido de lo que la llegada de nue vos bienes al m ercado justifica.

Para entender qué ha estado sucediendo y por qué, es pr eciso tener en cuenta que los bancos han sido pr otegidos por el Estado contr a
sus acr eedores, quienes fuer on priv ados del der echo de ex igir la liquidación en caso de incumplimient o de contr ato. En consecuencia,
los bancos siguier on emitiendo papel del cual no r esponde rían al v encimient o. Así, los bancos están por encima del derecho de quiebr a
aplicable a t oda persona o empr esa: un banco puede segu ir funcionando si el Estado lo consider a conv eniente, aun a pesar de que
haya incumplido la le y o sus compr omisos.

Desde luego, esta pr otección que ot orga el Estado a los ba ncos no puede justificarse ni jurídica ni lógicamente. E quivale a conceder
privilegios sin exigir las corr espondientes r esponsabilidades. Los bancos, como er a de esper ar, se tomaron la licencia de ob viar los
principios elementales de la seguridad y la liquidez. Empezar on a forr arse con las extr aordinarias ganancias pr ocedentes de
inversiones especulativ as y a lar go plaz o, financiadas con deudas a cor to plaz o.
Bajo la pr otección del Estado, los bancos se hicier on con el contr ol del mer cado de letr as. El papel emitido por pr oductores ineficientes
fue a esconderse en las car teras de ef ectos de los bancos para evitar el examen y posterior r echaz o del público. Antiguamente este
papel tenía que arr eglárselas él solo cada día en el mer cado de letr as hasta su v encimient o. Una v ez llegado este, y p asados dos días
de cor tesía, si la letr a era impagada, el libr ado, el libr ador y los endosantes arruinaban su cr édito. Hoy en día, los bancos pueden
proteger las letr as de dudosa calidad, lo que en r ealidad eq uivale a un subsidio a los pr oductores ineficientes y a la especulación con
inventarios.

Un banquer o compasiv o renueva el cr édito sin demasiadas alhar acas. El juicio del inter ventor vino a sustituir a la sabiduría del mer cado
abier to.

Los teóricos no se quedar on atrás. La liquidez fue r edefini da como la r atio entr e créditos y depósit os, el cual muestr a hasta qué punt o
ha empleado su capacidad de pr estar.

Aunque esta r atio podría usarse como medida de la iliquid ez, es completamente inadecuado par a medir la liquidez, pr ecisamente
porque oculta activ os de dudosa calidad. Si fuer a una med ida adecuada del gr ado de liquidez, ent onces tendría que asumirse que
todos los cr éditos son a cor to plaz o y aut oliquidables. P ero la nue va teoría se elabor ó precisamente por que era necesario desviar las
miradas indiscr etas de la estructur a de v encimient os de lo s préstamos del banco.

Una teoría completa de la liquidez bancaria debe incluir v arias ratios; de suy o, uno por cada categoría de v encimient o. El más
impor tante de ellos es la r atio de activ os monetarios contr a depósit os. Cuant o más cer cano esté a uno, más líquida ser á la entidad.
Después está la r atio de activ o contr a deudas entr e 3 y 12 meses, etc. Si t odos los bancos son ilíquidos en el sentido de que sus
deudas v encen antes que sus cr éditos, ent onces no puede n cumplir con sus obligaciones si no es monetizando sus deudas, est o es,
los bancos se v en obligados a v ender sus cr éditos a lar go al Banco Centr al para entre "hacer caja " y poder atender su s deudas a cor to
plazo. Mer ced a este pr oceso, el Banco Centr al convier te deudas en diner o de curso legal. Sin embar go, este expediente no car ece de
consecuencias. Como v eremos, una v ez que los bancos em piezan a tr ansitar por la senda de la monetización de deuda ponen en
marcha un cír culo vicioso que tiene su pr opia dinámica interna. El cr ecimient o equilibr ado de la economía sólo es posible si se pr esta
la debida atención a la liquidez del sistema bancario.

La teoría de la negociabilidad-r edescontabilidad ( shiftability )

Después de la Primer a Guerr a Mundial el pr ofesor Har old G. Moult on expuso su teoría de la negociabilidad, de acuer do con la cual, en
condiciones normales, la liquidez no es tant o un pr oblema de v encimient o como un pr oblema de tr ansferir los activ os a otr os bancos y
"hacer caja ". Si un banco en pr oblemas puede obtener a yuda de otr o en mejor situación no es tan necesario atender a la casación de
plazos. En lugar de est o los bancos confían en activ os que puedan ser tr ansferidos a otr os bancos antes del v encim iento para hacer
frente a sus necesidades de tesor ería. La liquidez se identifica con la tr ansferibilidad ( shiftability ).

La nue va doctrina mudó la fuente de liquidez desde el pr éstamo a la car tera de inv ersiones, especialmente inv ersiones en deuda
pública. Sin embar go, la teoría er a irremediablemente falsa: el pr oblema de la liquidez es, pr ecisamente, cómo pr oteger la solv encia del
banco en tiempos difíciles, cuando t odos los bancos y sus clientes se esfuerzan por mejor ar sus posiciones de liquidez. El banquer o
prudente sabe que el papel del Estado no es una inv ersión líquida por que en tiempos difíciles no se puede v ender (tr ansferir) sin
levantar sospechas sobr e la situación del banco. P ero aun que el banco no tenga r azones par a preocuparse por las sospechas, ha y
situaciones en las que no se puede v ender el papel del Estado sin ocasionar al T esoro tremendos apur os.

El mer cado de deuda pública se hundió en 1920 engullend o una par te consider able de los activ os bancarios ante la sorpr esa y
consternación de los banquer os. El mer cado les enseñó qu e no er a prudente ni segur o invertir en deuda del Estado p or un impor te
superior al del capital del banco. No obstante la lección se olvidó pr onto.

La teoría del cash-flow

Un nue vo concept o de liquidez conocido como la doctrina del cash flow introducido por Herber t W. Prochnow después de la Segunda
Guerra Mundial. Una v ez más, es patente que se pr omueven nue vas teorías par a justificar nue vas prácticas. La facha da del descuent o
de letras al menos se había conser vado por bastante tiempo, aunque en r ealidad, al v encimient o se renovaba sistemáticamente el
crédito.

Pero después de la Segunda Guerr a Mundial cesar on los ambages: pr éstamos a lar go plaz o cuya amor tización se hacía coincidir con el
cash flow esperado del cliente. Pr ochnow sugirió que la liquidez bancaria consistía en la capacidad de los pr estatarios de pagar las
cuotas de sus pr éstamos y no en su capacidad de liquidar su deuda. Así, un pr éstamo incobr able todavía podría ser vir como fuente de
liquidez siempr e y cuando el pr estatario siga pagando los inter eses (incluso si par a ello el banco tiene que compr ometer r ecursos
adicionales). En otr as palabr as, los bancos pueden cr ear liquidez " echando diner o bueno sobr e diner o malo". El Banco Centr al lo
refrendará todo.

Si creemos que el Banco Centr al puede v alidar t odos los m alos cr éditos que los bancos comer ciales han concedido en el pasado sin
hacer su pr opia posición más ilíquida, ent onces cr eemos e n milagr os. Es cier to que el castigo par a el Banco Centr al por olvidar su
propia liquidez puede no ser inmediat o, pero es, sin embar go, ine vitable.

La teoría de la gestión de la liquidez ( liquidity management )

Antes de los años 60 los banquer os veían la liquidez casi ex clusivamente en el activ o del balance. Desde ent onces e mpezar on a v erla
en el pasiv o. En lugar de adaptar los activ os a las deudas, decidier on hacer lo contr ario. No había por qué mantener liquidez a mano en
absolut o (en vista de su baja r entabilidad), puest o que er a posible compr arla en el mer cado cuando fuer a necesario.

Los bancos cr eaban las condiciones par a un cr ecimient o y unos beneficios ilimitados pujando por el diner o sólo cua ndo sus r eservas
se revelaran insuficientes.

Esto condujo a la legitimación del mer cado de fondos f ederales por el cual el ex ceso de depósit os con los bancos de la Reser va
Federal podía ser r ecolocado " por ahí"; así como al nacimient o de los cer tificados de depósit o. Los banquer os se dier on cuenta de que
el gran mérit o de los cer tificados de depósit o era su flexibilidad. Al poder emitir cer tificados a dif erentes tipos y v encimient os, podían
ajustar sus pujas por la liquidez a las necesidades del moment o.
Los cer tificados de depósit o y los fondos f ederales, sin em bargo, no fuer on la única forma de cr ear nue va liquidez en el pasiv o del
balance. Las obligaciones subor dinadas, así como los bon os conv ertibles entr aron en escena. De este modo, los ban cos apr endier on a
estar en misa y r epicando. Pr etendiendo que algunos de sus depósit os debían ser consider ados como par te del pas ivo no exigible
(capital), cerr aron de golpe la separ ación entr e pasiv o circulante y capitales permanentes. La teoría de la gestión de la liquidez alcanz ó
su apoteosis en el mer cado de eur odólar es. Las gr andes entidades financier as encontr aron más cómodo pr oveerse de liquidez a tr avés
de sus sucursales de Londr es. Ya no er a necesario matar e l oso par a vender su piel.

La teoría de la licuefacción

Con tal inagotable v ariedad de opor tunidades par a compr ar la liquidez necesaria con la que hacer fr ente a la, apar entemente, insaciable
demanda de pr éstamos, los bancos se embriagar on con s u propio éxit o. Olvidar on que ellos también, como Absalón, que podían
acabar colgados de sus pr opios cabellos.

La desenfr enada puja por los activ os líquidos lle vó los tipo s de inter és a altur as vertiginosas. Como consecuencia, lo s activ os a lar go
plazo en las car teras bancarias fuer on diezmados y se v olvieron aún más ilíquidos de lo que en principio se temía. Hubo que lle var a
pérdidas algunos pr éstamos –la postr era humillación par a el banquer o que cr eyó que, bajo las doctrinas del cash flow y de la gestión
de la liquidez, los pr éstamos incobr ables er an algo del pas ado–.

Hoy, el sistema bancario en los Estados Unidos es cr ónicamente ilíquido. Como el dr ogadict o, sólo puede manteners e en pie con dosis
crecientes de liquidez pr oporcionadas por la Reser va Federal, y manteniendo, gr acias al permiso del Gobierno, balances inflados (lo que
equivale a la legalización del fr aude).

Puesto que a los bancos se les permite sostener que sus activ os valen mucho más de lo que podrían obtener de su liquidación, el
problema a r esolver es cómo fabricar nue vas reservas (reconstruir el encaje) a par tir de sus malos activ os. Pues bien, el banco
cambiar á bonos del Estado de su car tera por ef ectivo.

¿Pero por qué un imposit or en su sano juicio pagaría al banco 1.000 dólar es por un bono que podría obtener por 500 en el mer cado
abier to? Simplemente, el banco le dice al imposit or que el mer cado se equiv oca, y que el v alor del bono es r ealmente el v alor facial de
éste. P ara probarlo, el banco pr omete pagar incluso más p or el mismo bono la mañana siguiente. Así nació el REPO . De acuer do con
esto, la teoría de la licuefacción enseña que no ha y malos activ os, sólo malos banquer os. Un buen banquer o, por definición, es el que
convier te sus err ores en fuentes de liquidez (cuant os más errores, mejor). Cuando hace Repos, el banco en r ealidad v ende sus malos
activos al cierr e de la sesión compr ometiéndose simultáne amente a r ecompr ar al comienz o de la siguiente sesión. La teoría de la
licuefacción es la hist oria de los tr emendos apur os en los que los bancos se encuentr an. Ya no son capaces de hace rse con nue vas
reservas liquidando sus activ os. Tienen que acudir al fr aude legalizado.

De acuer do con Arist óteles, es imposible que un objet o esté en dos sitios distint os al mismo tiempo. Lamentablemente, el or o está
sujeto a las limitaciones descritas por Arist óteles. Es por est o por lo que los economistas conv encionales tr atan al o ro con desdén.
Suspiran por algo más sublime, más etér eo, más " creativo" y menos pr osaico que el or o. Por consiguiente, el or o fue expulsado sin
miramient os de su posición como r eserva monetaria, y su lugar lo t omaron las "r eservas sintéticas" las cuales y a no están sujetas a las
limitaciones del mundo sublunar . Uno de est os dispositiv os sintéticos es el Repo; otr o el cr édito para operar con v alores. Son diner os
dotados de la "impr escindible " propiedad de estar pr esente en dos o más sitios a la v ez. Si el or o no se pr esta al juego de la
contabilidad cr eativa, el banquer o avispado y su ángel de l a guar da, el economista conv encional, no tienen por qué s entirse frustr ados.
La prestidigitación continuar á con trucos más amenos.

La chister a de la que sacan las nue vas formas de liquidez par ece inagotable.

La Escuela de Chicago r echaza la idea de liquidez. Los mo netaristas menospr ecian la idea de los pr éstamos aut oliquidables como la
base del cr édito y, en lugar de contr ol cualitativ o, abogan p or el contr ol cuantitativ o del cr édito. Esta actitud r efleja el dalt onismo en
relación con la liquidez y un esfuerz o consciente de negar cualquier dif erencia entr e préstamos a la especulación o la inv ersión y los
préstamos a cor to plaz o autoliquidables, basados en bienes intensamente demandados por los consumidor es.

Uno de los más gr andes exper tos en liquidez, Melchior P alyi, dijo en su obr a póstuma El Crepúsculo del Or o (The Twilight of Gold ).

Hay algo intelectualmente tentador en el intent o de explicar los mo vimient os en los pr ecios y en el niv el de actividad por los cambios
en el v olumen o el pr ecio del diner o, o ambos. T ales explic aciones tienen el " atractivo" de una fórmula simple, aliviando al analista de la
carga de estudiar la multiplicidad y complejidad de los f enómenos del mer cado y sus interr elaciones; y también ofr ecen un dispositiv o
"científico " para contr olar los pulsos de la economía... La met odología sub yacente en el enfoque monetarista, un pr éstamo de la
Mecánica, supone pr ocesos aut omáticos más que la, a v eces impr edecible, conducta humana.

La teoría de la liquidez, ex ceptuando las ex crecencias del s iglo XX, explica las cosas tal y como son, incluy endo lo im predecible de la
acción humana.

La teoría de la liquidez de Menger

Un bien económico (o un activ o financier o) es una entidad de dos dimensiones en el sentido de que puede car acterizarse (o
clasificarse) según dos v ariables: v alor y liquidez. De las dos, la segunda es menos conocida y más contr overtida, si bien su
compr ensión es un r equisit o previo par a una teoría consis tente del diner o y del cr édito.

La liquidez, como el v alor, no es ante t odo un númer o o una medida, sino un or den o clasificación. Igual que el v alor existe sin
necesidad de pr ecios, en un sistema de trueque, puest o que dados dos objet os cualquier a, hay consenso en cuál de los dos es " más
valioso"; igualmente la liquidez puede no ser mensur able, p ero dados dos objet os cualquier a, siempr e es posible decidir cuál de los dos
es "más líquido ".

Resumiendo mucho, un bien es más líquido que otr o si puede ser compr ado y r evendido en gr andes cantidades con menor es pér didas
que el otr o. Obviamente los bienes per eceder os como el gr ano o las patatas son menos líquidos que las piedr as o los metales
preciosos. No impor ta lo v entajoso que sea el pr ecio que paguemos por el gr ano o las patatas, pr obablemente no seamos capaces de
revenderlos en gr andes cantidades sin sufrir pér didas, como podríamos hacer en el caso de las piedr as y metales pr eciosos. Debe
advertirse que, contr ariamente a la cr eencia popular , la propiedad inmobiliaria (rústica o urbana) no es líquida: el mar gen (spread) entre
el precio ofr ecido y el pr ecio pedido aumenta r ápidamente según más tierr as y casas salen a la v enta en el mer cado.
Este apunte nos muestr a cómo medir la liquidez. El mer cado cotiza, no uno, sino dos pr ecios par a cada bien, a saber , el menor pr ecio
ofrecido (al cual los especialistas market-mak ers están dispuest os a compr ar) y el más alt o precio pedido ( al cual los market-mak ers
están dispuest os a v ender). La dif erencia entr e ambos r ecibe el nombr e de mar gen (spread). Además, el pr ecio pedido y el pr ecio
ofrecido se cotizan par a una determinada cantidad; par a una cantidad ma yor el mar gen (spread) será mayor. Por tant o el mar gen
(spread) es una función cr eciente de la cantidad par a la que se co tiza. Sin embar go, el ritmo al que aumenta el mar gen no es uniforme
para todos los bienes. Un bien se consider a más líquido que otr o si su mar gen aumenta más despacio que el de otr o.

El significado del concept o de liquidez es ob vio. No es pos ible compr ender el atesor amient o, el almacenamient o, o la especulación
alcista o bajista sin él. Sobr e todo, ninguna teoría coher ente del diner o puede construirse sin r eferirse a él. La r evolución producida por
la invención del diner o fue, de hecho, una e volución de la liquidez. La distinción entr e compr ar y vender, existía, también, dur ante los
tiempos del trueque, mucho antes de la aparición del diner o. Vender significa, por definición, cambiar un bien menos líquido por otr o
bien más líquido –pr eferiblemente por el más líquido de t odos–, si este existe. El hecho es que la aparición del máxi mo de liquidez
coincide con la aparición del diner o. Finalmente, y lo más impor tante par a los pr opósit os de este ensa yo, es concept o de liquidez es
clave en la teoría y la pr áctica bancaria, donde el pr oblema es cómo manejar o inv ertir el diner o propiedad de otr os sin incurrir en
pérdidas.

Pasemos ahor a a examinar la cuestión de la liquidez de lo s bonos (suponiendo, par a simplificar , que su pago y ser vicio están
garantizados). Los bonos que v encen en menos de un año son líquidos. De hecho, pueden ser utilizados como diner o para
determinados tipos de tr ansacciones (por ejemplo par a pagos a cuenta o como pago de bienes que ser án entr egados en el futur o). Por
contra, las obligaciones con v encimient o a 10 años son ilíquidas por que un pequeño cambio en el tipo de inter és supondr á un gr an
cambio (en sentido inv erso) en el v alor de la obligación, lo que supone un amplio mar gen (spread). De hecho, cuant o más lejano sea el
vencimient o, más amplio es el mar gen y menos líquido ser á el título (siendo iguales el r esto de car acterísticas). Está clar o que los
préstamos bancarios, las hipotecas y otr os activ os de r enta fija son equiv alentes económicamente a los bonos, y ob edecer án las
mismas le yes en lo que se r efiere a su liquidez.

Ahora estamos pr eparados par a compar ar la calidad del c rédito extendido por un banco con la del extendido por otr o. Examinamos el
balance de situación de cada banco y calculamos la r atio de activ os contr a pasiv os ambos con v encimient o inferior a 91 días. Si la
ratio es igual o ma yor que uno, ent onces el banco es líquido; en otr o caso el banco es ilíquido y la r atio menor corr esponder á al banco
menos líquido. Si el balance de ambos bancos tiene el mismo r atio, pasamos a calcular y compar ar la ratio de activ os contr a pasiv os
con vencimient o superior a 91 días e inf erior a un año, a co ntinuación la r atio activ os contr a pasiv os con v encimient o entre un año y
cinco años, etc. El primer r atio que sea inf erior (par a el mis mo vencimient o) indicar á qué banco es menos líquido. (S i los activ os del
banco no están ex entos del riesgo de impago, ser á necesario r ealizar ajustes, extendiendo el v encimient o de los acti vos dudosos,
hasta el infinit o si fuer a necesario. Además, debe confirmarse que t odos los cr éditos a cor to plaz o del banco pueden de hecho ser
liquidados al v encimient o; si no, deber án realizarse los cor respondientes ajustes).

Esta definición de liquidez o, lo que puede consider arse lo mismo, de la calidad del cr édito bancario no es ninguna abstr acción. Es muy
real. Si las deudas del banco v encen antes que sus activ os, sólo podr án ser pagadas mediante la monetización de deuda. Incluso si el
banco canjea sus activ os de lejano v encimient o por el ef ectivo de otr o banco, como sugier e que debe hacerse la teoría de la
"negociabilidad-r edescontabilidad" ( shiftability ), el pr oblema no se r esuelv e. En este caso el banco A sim plemente compr a un alivio
tempor al para las consecuencias de su cr eciente iliquidez, a expensas del banco B que ahor a es más ilíquido como consecuencia del
canje. P ero la iliquidez del sistema bancario t otal, que es lo que impor ta en el análisis final, no puede cur arse dispers ando los activ os a
largo plaz o.

Peor aún, si el tipo de inter és sube, como de hecho tiene q ue ocurrir como consecuencia de la carr era por la liquidez, ent onces el
capital de los bancos ilíquidos se contr aerá. De hecho, cuant o más ilíquido sea el banco ma yor será la contr acción. La v erdad de esta
aseveración se sigue de la le y matemática llamada ecuación del bono , que establece una r elación rígida entr e el pr ecio del bono y el
tipo de inter és para cada clase de v encimient o. La r elación es inv ersa, es decir , cuant o más alt o es el tipo de inter és, menor es el pr ecio
del bono, y vice versa. Además, dada una determinada subida en el tipo de inter és, las pér didas en el v alor de los bonos no ser án
uniformes par a todos los v encimient os. De hecho, las pér didas ser án mucho ma yores para los v encimient os largos que par a los cor tos.

Por tant o, se sigue de la ecuación del bono que, en el caso de subidas en los tipos de inter és, en el balance de un banco ilíquido (con un
pasivo exigible con un v encimient o más cer cano que el pe riodo de madur ación de sus activ os) apar ecerán pér didas de capital. A pesar
de que la subida de tipos de inter és producirá una caída ta nto en el v alor de las deudas como de los activ os, la caída ser á mayor en la
parte del activ o debido al v encimient o relativamente más l argo de los activ os. Las deficiencias del capital r esultante nunca podr án
compensarse con una caída en los tipos de inter és. Est o es especialmente cier to si el sistema bancario en su globalidad es ilíquido. Al
tratar los bancos de hacer fr ente a sus deudas v encidas m ediante la v enta de activ os (con v encimient o a lar go), el pr ecio de los bonos
caerá y el tipo de inter és subir á.

Hasta aquí coincide el análisis de la iliquidez bancaria tant o para un sistema de patr ón oro como de papel moneda inconv ertible. La
diferencia apar ece en la fase de desencadenamient o de la crisis que pr oduce la iliquidez bancaria cr ónica.

Iliquidez bancaria en el r égimen de patr ón oro

Si todos los bancos de un país bajo el r égimen de patr ón oro son ilíquidos, ent onces se pr oducirá una deflación en ese país. Los
depositantes que sepan leer y analizar balances r etirarán sus depósit os de los bancos y atesor arán oro. Los bancos pier den reservas
de oro, es decir , sus activ os más líquidos, situándose así en una posición aun más ilíquida. Intentar án, por supuest o, proteger su
solvencia liquidando inv ersiones y no r enovando pr éstamos. Sin embar go, dado que t odos los bancos y sus clientes simultáneamente
están en una carr era por la liquidez, la liquidación forz osa de los activ os hace que el v alor de ést os caiga aun más, agr avando así una
situación y a mala de por sí. Los pr estatarios de los bancos tienen pr oblemas al serles exigido el pago de sus deudas o no serles
renovados sus cr éditos, y algunos de ellos pueden quebr ar. En este pr oceso el capital del banco sufr e por dos lados: unos activ os
desapar ecen al r esultar incobr ables y el v alor del r esto cae como consecuencia de la subida de los tipos de inter és.

Por tant o la iliquidez bancaria gener alizada no es una situación que se aut ocorrija sino que se agr ava en el r égimen de patr ón oro,
produciéndose un cír culo vicioso: la iliquidez motiv a retiradas de depósit os, haciendo a los bancos aun más ilíquidos , causando más
retiradas, etc. El pr oceso termina con una gigantesca liquid ación de t odo el cr édito malo, que continúa hasta que la ma yoría de los
bancos (super vivientes) vuelv en a ser líquidos otr a vez.
Salvo que los bancos tengan pr ohibido t omar pr estado a c orto plaz o y prestar o inv ertir a lar go, el pr oceso mediante el cual el sistema
bancario se queda atr apado en la ciénaga de la iliquidez vuelv e a iniciarse de nue vo. Esto da lugar a la aparición del f enómeno del ciclo
económico, con sus fases de auge y depr esión. El auge co incide con el periodo en que los bancos t oman pr estado a cor to y prestan a
largo, mientr as que la depr esión coincide con la fase en que tant o los bancos como sus clientes r ehacen su liquidez. Como cada
pecado lle va en sí su penitencia, algunas personas y empr esas inocentes pueden v erse atr apadas en la liquidación; e mpresas
solventes pueden hundirse por la quiebr a de sus clientes y personas con buena cualificación y disposición ser despe didas.

El análisis pr ecedente muestr a claramente que la causa de la deflación y el mot or del ciclo económico no es el patr ón oro en sí, sino la
iliquidez de los bancos o su causa r aíz: la pasión por endeudarse a cor to y prestar a lar go. A pesar de este hecho, hist óricamente la
moneda de or o ha sido la cabeza de tur co de la deflación y el patr ón oro el chiv o expiat orio al que atribuir la génesis del ciclo
económico. Estas teorías no r esisten un análisis científico y reflejan sólo la confusión en la mente de sus aut ores.

El patr ón oro no adulter ado, que no permite a los bancos acumular activ os ilíquidos (les impide endeudarse a cor to y prestar a lar go),
estaría libr e de deflación y no sujet o ya a la maldición del c iclo económico.

Iliquidez bancaria bajo el r égimen de moneda inconv ertible

Ha habido en la hist oria muchos y notables experiment os diseñados par a evitar el colapso de bancos ilíquidos r ecurriendo a la moneda
inconv ertible. El más gr andioso de t odos es pr ecisamente el que ahor a está en funcionamient o, inundando por primer a vez el mundo
entero de papel. Sin embar go, la suspensión de la conv ertibilidad con el or o no suspende ni puede suspender la v alidez de las le yes
económicas que gobiernan la liquidez. Eliminar (descar tar) el or o del sistema monetario equiv ale no más que a lle varse el termómetr o
de la cama del enf ermo, dejando así a la enf ermera a oscur as acer ca del estado del paciente. ¿Quién sabe? Quizá el paciente se
reponga antes si, cándidamente, ignor a su condición f ebril.

Si todos los bancos de un país con moneda inconv ertible son ilíquidos, ent onces ese país sufrir á una inflación pr ogresiva que
culminar á, necesariamente, en una hiperinflación. Analicemos el pr oceso:

En primer lugar , la retirada de depósit os y el atesor amient o de oro no juegan el mismo papel que en el patr ón oro. Incluso la fuga de
capitales puede r esultar ineficaz, por que las mermadas r eservas de los bancos se r eponen con nue vas reservas creadas ad hoc por el
Banco centr al. Cier tamente, el Banco centr al tiene r eservas para que éstas puedan hacer fr ente a sus deudas con v encimient os más
próximos que los de sus activ os. Si el Banco centr al vacilara en hacerlo, podría pr ovocar un pánico que compr ometería la estructur a
financier a del país.

En estas cir cunstancias el incr ement o de la of erta moneta ria, como quier a que se defina, no es la causa sino un ef ecto, o un sínt oma de
inflación. La causa primer a de la inflación, según queda expuest o aquí, es la pr áctica bancaria univ ersal de endeudar se a cor to y
prestar a lar go.

Para entender completamente el pr oceso inflacionario deb emos darnos cuenta de que la iliquidez bancaria gener alizada no se
autocorrige sino que tiende a agr avarse, no menos con moneda inconv ertible que con patr ón oro. Aquí tenemos otr o círculo vicioso,
aunque las r etiradas de depósit os, el atesor amient o de or o y la fuga de capitales deben quedar fuer a del análisis, puest o que pueden no
tomar par te en el pr oceso. En v ez de est o, el cír culo vicioso consiste en el éx odo cr eciente y masiv o de los tenedor es de bonos desde
los vencimient os largos a los v encimient os cor tos.

Una moneda inconv ertible está forz osamente basada en d euda, par ticularmente, la deuda del Estado. De esta forma, la calidad de la
moneda (est o es, la calidad del cr édito otorgado por el Banco centr al) se puede identificar con la calidad del cr édito del Estado. Lo que,
a su v ez, es un sinónimo de la capacidad del T esoro para consolidar la deuda del Estado (endeudarse a lar go). P or lo tanto, la medida
de la solv encia del Estado es la estructur a de v encimient os de su deuda viv a. Vencimient os medios pr ogresivamente más lar go indican
una alta y cr eciente calificación cr editicia. Y al contr ario, v encimient os medios pr ogresivamente más cor tos significan una baja y
decreciente calificación cr editicia.

Si las deudas del banco v encen antes que sus cr éditos y ta les deudas no son inmediatamente monetizadas, ent onces los bancos
tienen que r ecurrir forz osamente a la liquidación de sus activ os en los mer cados financier os. Sin embar go, el público sólo adquirir á
dichos activ os con un descuent o en el pr ecio. O lo que es lo mismo, el tipo de inter és debe subir como consecuencia de la liquidación
forzada de los activ os bancarios. El T esoro tendr á que fina nciar su nue va deuda y r efinanciar la antigua a un tipo de inter és más alt o,
infligiendo así pér didas a los tenedor es de las emisiones anterior es. Dichas pér didas, impr evistas o no, har án que mu chos tenedor es de
obligaciones se agolpen en los v encimient os cor tos, donde el riesgo de ser masacr ados es más pequeño. De este m odo, el
vencimient o medio de la deuda, incluida la del Estado, disminuy e. Esta es una indicación de que el cr édito del Estado (último gar ante de
las reservas bancarias bajo el r égimen de moneda inconv ertible) se deterior a.

No ha y salvación par a el Tesoro en pagar un cupón más el evado en sus nue vas emisiones de obligaciones. Cada incr ement o en el
pasado ha diezmado el v alor de emisiones más antiguas en el mer cado secundario, infligiendo se veras pér didas a las obligacionistas
que confiar on en el cr édito del Estado en tiempos más f elices. Los obligacionistas no pondr án la otr a mejilla. E vitarán pér didas
huyendo hacia los v encimient os más cor tos en los cuales, según ellos esper an, estar án en el futur o mejor pr otegidos contr a las
pérdidas en el caso de nue vas subidas en el tipo de inter és. Pero los inv ersores se quedan pr onto sin esta salida, a medida que las
deudas a cor to van venciendo. Se v en liter almente empujados hacia el or o por la política de alt os tipos de inter és. Por lo tant o, los tipos
de inter és crecientes no cur an el moribundo mer cado de d euda a lar go, sino que, más bien, lo entierr an.

En resumen, si las deudas bancarias v encen antes que sus créditos, sólo se puede hacer fr ente a éstas monetizándolas y emitiendo
deuda a cor to a cambio de deuda a lar go. En otr as palabr as, el sistema bancario, lider ado por el Banco centr al, se v e forzado a financiar
el éxodo de los ahorr adores desde la deuda a lar go a las deudas a cor to. El sistema bancario tiene que absorber má s deuda a lar go a
cambio de cr éditos a cor to. Esto significa que el sistema b ancario continua, a ritmo aceler ado, pr acticando el " arte" de endeudarse a
corto y prestar a lar go. Los bancos se vuelv en cada v ez más ilíquidos, r eforzándose así el cír culo vicioso.

Lo que hemos dicho acer ca de la sangría del capital de los bancos como r esultado de la cr eciente iliquidez bajo un patr ón oro será, por
razones aun más poder osas, v álido en un sistema de mon eda inconv ertible.

El Banco centr al está indef enso. Cualquier v acilación por s u par te en facilitar las r eservas necesarias par a hacer fr ente a los
vencimient os de los bancos simplemente destruiría el cr édito del Estado. Cier tamente, tal v acilación amenazaría al mer cado con una
inminente y enorme subida en los tipos de inter és. El Banc o centr al desv elaría la pr ofundidad de la sima en la que el valor de la deuda
se hundiría. Los obligacionistas par ticular es, ansiosos por evitar ma yores pér didas, malbar atarían sus títulos. Incluso si quisier an
retenerlos par a el lar go plaz o, un descenso inminente en e l precio los conv ertiría en v endedor es. Cuando t odos los obligacionistas
vendan, no habr á compr adores y el cr édito del Estado sufrir á un daño irr eparable. Como no se puede permitir que eso suceda, el Banco
central tomará todas las obligaciones de las que el descontent o público quier a deshacerse. De gr ado o por fuerza, el Banco centr al
continúa endeudándose a cor to (con el público) y pr estand o a lar go (al Estado) cada v ez en ma yor escala.

El círculo vicioso, sin embar go, no puede continuar indefinidamente, puest o que el v encimient o medio de la deuda no puede ser
negativ o. El desenlace llega cuando el v encimient o medio se acer ca peligr osamente a un año. En ese punt o, la defunción de la moneda
es un hecho consumado. No habr á más compr adores de o bligaciones fuer a del sect or financier o. Este hecho se identificar á por una
irreversible huida hacia el or o y otr os activ os tangibles. Pu esto que un colapso cr editicio ocurrir á al mismo tiempo, puede pr oducirse
una confusión semántica acer ca de si el colapso es una d eflación o una hiperinflación. P ero no ha y necesidad de po lémicas
semánticas. Está clar o que el colapso cr editicio inducir á al desesper ado Banco centr al a monetizar la deuda pública a una escala
jamás vista. A est o seguir á una explosión en el pr ecio del o ro en dólar es, referencia par a el comer cio internacional de mer cancías.
Desde este punt o de vista, deflación e hiperinflación son sólo las dos car as de la misma moneda, est o es, la aut odestrucción del
sistema monetario y de pagos internacional, cuy a primer a etapa es la incapacidad del T esoro (nor teamericano) par a atraer auténtico
ahorro. El modo más simple de diagnosticar la fase terminal de la enf ermedad es por medio del decr ecimient o progresivo de la
estructur a de v encimient os de la deuda pública.

La Torre de Babel cr editicia

Bajo el r égimen de moneda inconv ertible, la iliquidez del si stema bancario ha cr eado una desenfr enada T orre de Babel cr editicia que y a
no es posible liquidar por medios or dinarios. P ase lo que pase continuar á creciendo. Cr ecerá, desde luego, si los tipos de inter és bajan;
pero también cr ecerá si ést os suben. El anterior es un nue vo aspect o llamado " efecto Ponzi" por el pr ofesor H. P. Minsky y consiste en
lo siguiente. Los bancos, poco deseosos de lle var a pér didas sus pr éstamos incobr ables (y a que ello v olatilizaría completamente su
capital y más que su capital), conv encen a sus deudor es, mediante alguna que otr a presión si es necesario, de que se endeuden más
para poder pagar los cada v ez más alt os inter eses. P ero los tipos de inter és más alt os exacerban el pr oblema: los malos cr éditos se
van apilando uno sobr e otro.

El aspect o más inquietante de la T orre de Babel cr editicia es que cr ece más r ápido que el Pr oducto Nacional Brut o. Antes de 1960,
producir un nue vo dólar de PNB compr ometía menos de un dólar de deuda adicional. En los años 60, como media, c omprometía dos
dólares; en los setenta, tr es dólar es; y en lo que lle vamos d e los 80, un dólar adicional de PNB compr omete y a cuatr o dólar es.

Debería estar clar o que esta tendencia no puede continuar indefinidamente. La deuda adicional no tiene justificación económica en
ningún caso. No pr oduce los r endimient os necesarios par a amor tizarla. No pr oduce la r enta necesaria par a el pago de sus inter eses, no
hablemos y a de pr oducir r enta consumible . Más tar de o más tempr ano, la fantástica T orre de Babel e ngendr ada por la iliquidez cr ónica
del sistema bancario tendr á que derrumbarse sobr e la com placencia y la apatía dominantes.

Hay una forma, sólo una, de e vitar el inminente desastr e: detener el explosiv o crecimient o de esta T orre de Babel de una v ez bajando el
tipo de inter és al dos o el tr es por cient o anual, donde éste tendría de nue vo relación con la pr oductividad mar ginal del capital en este
país. Ent onces, los inter eses de la deuda podrían pagarse sin recurrir a la " máquina de hacer billetes".

Hay una forma, sólo una, de bajar el tipo de inter és al dos o el tres por cient o de la noche a la mañana: hacer el dólar conv ertible en or o
a un cambio fijado por estatut o. La r eforma monetaria deb e, desde luego, acompañarse de una oper ación de r eembolso, por la cual la
deuda viv a se cambiar á por deuda denominada en or o y con cupones pagader os en or o a un tipo de inter és más bajo. (Sin mencionar
las reformas políticas necesarias par a limitar la pr opensió n a gastar de los políticos, la cual no podría a venirse con u n régimen de
moneda conv ertible.)

Esta obser vación se justifica por el hecho de que el or o es el activ o más líquido dentr o del panor ama que se ofr ece a un hombr e del
siglo XX. Décadas de difamación del or o no pueden cambiar este hecho. Que tiene que existir el activ o más líquido se deduce del
hecho de que la liquidez de un activ o siempr e puede comp ararse con la de otr o. Entonces sur ge un activ o que es más líquido que
cualquier otr o. Este activ o es el or o, porque su utilidad ma rginal decr ece más lentamente que la de cualquier otr o activ o, como
demuestr a la enorme cantidad de or o existente compar ada con la pequeña pr oducción anual de este metal. Quienes nieguen que el or o
tiene esta pr opiedad única car gan con la tar ea de encontr ar el activ o más líquido existente. El hecho es que si la r atio entre existencias
y producción de cobr e (el cual es normalmente una fr acció n) fuer a tan alt o como el del or o (el cual está normalmente cer ca de 100),
entonces el cobr e sería un bien libr e tanto como el agua, y los pr oductores de cobr e se arruinarían. En este sentido, el or o no es escaso
en absolut o. En r ealidad, el or o es el bien más abundante q ue se conoce y pr oduce. La abundancia del or o junto con su incesante
demanda es la gar antía par a cada poseedor de este metal de que es el puer to más segur o para sus ahorr os en tiempos de t ormentas
monetarias.

La maliciosa campaña contr a el or o, y contr a el concept o de liquidez, es una car acterística de nuestr os tiempos y de la ideología
colectivista que manifiesta la llamada " macroeconomía ". Pero aquellos que quier an entender qué es lo hace mo verse al mer cado –y al
oro– deben r ecurrir a la " microeconomía ", a la idea de liqui dez y a su contr aria, la iliquidez.

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