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FILOSOFÍA
DE LO
MARAVILLOSO POSITIVO
OBRA DEL AUTOR
DE LO
MARAVILLOSO POSITIVO
POR.
MADRID SEVILLA
LIBRERIA DE FERNANDO FÉ LIBRERÌA DE HIJ03 DE FÉ
Carr. San Jerónimo, 2 Sierpes, nú'm. zoo
1889
ES PROPIEDAD
Páginas.
PRÓLOGO X[
INTRODUCCIÓN . . . . . . i
PRIMERA PARTE
l o maravilloso en la Ciencia, en la Filosofía
y en la Religión.
C A P Í T U L O PRIMERO
L o inexplicable y lo desconocido 11
CAPÍTULO SEGUNDO
L a materia y la fuerza. 25
CAPÍTULO TERCERO
L a realidad y la razón 39
CAPÍTULO CUARTO
E l instinto 49
CAPÍTULO QUINTO
L o inconsciente 61
CAPÍTULO SEXTO
L o sobrenatural. ¡ 71
CAPÍTULO SÉPTIMO
E l milagro 87
SEGUNDA PARTE
t o maravilloso en los estados anormales
del organismo humano.
CAPÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO SEGUNDO
CAPÍTULO CUARTO
CAPÍTULO QUINTO
CAPÍTULO SEXTO
CAPÍTULO SÉPTIMO
CArÍTULO OCTAVO
CAPÍTULO NOVENO
Apariciones 247
CAPÍTULO DÉCIMO
TERCERA PARTE
Conclusiones.
CAPÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO SEGUNDO
CAPÍTULO TERCERO
LÉASE
el es 17
había habría 81
Scot Scott 107
Boerhave Boerhaave 110
alliquid aliquid I [0
est es 132
del Fedro de la Fedra 170
meliorce meliora 220
inmiscuéndose inmiscuyéndose 231
E R R A T A S DE LAS NOTAS
mental mentale
Stüdes studies
dificulties difficulties
Psicologie Psychologie
de deux monde des deux mondes
Exquisse Esquisse
de Maravilleux du Merveilleux
doctor docteur
Raport Rapport
morvorum morborum
particulaires particuliers
Procedings Proceedings
PRÓLOGO
Y EN LA RELIGIÓN
CAPÍTULO I
LO INEXPLICABLE Y LO DESCONOCIDO
LA MATERIA Y LA FUERZA
-—— — J
de centímetro.
i .000.000.000
Varenne asegura que en una milésima de milímetro, que
es ya lo microscópico invisible, hay más de 225.000 millo-
nes de átomos acuosos, susceptibles de separarse por eva-
poración.
28 FILOSOFÍA
LA REALIDAD Y LA RAZÓN
El Espíritu.
«Acaso, después de haber observado el mundo exterior,
»donde las cosas tienen siempre fuera de s í , la causa que
»las crea y modifica, has concluido que esta ley erauniver--
»sal, lo cual te habrá llevado á aplicártela á tí mismo y á
»tus propias modificaciones.»
Yo.
«Es tratarme como niño hacerme semejante razonamien-
»to. ¿No te he dicho que es por medio del principio de cau-
»salidad, por el que paso del yo, á las cosas exteriores?
«¿Cómo, pues, había de encontrar este principio entre las
«mismas cosas?»
«La tierra es soportada por el gran elefante; pero el gran
»elefante ¿lo será por la tierra?»
Este gran elefante es la causa primera. ¿ Cómo concebir
que llevando la tierra á cuestas, tenga él sostén para sus
pies? La causa primera ¿de dónde sale? ¿Qué origen, qué
fundamento tiene?
Es pretencioso empeño de los hombres creer, que lo que
abarcan con su inteligencia y con su vista es toda la posi-
bilidad existente, y que no hay más. Decimos: ¡el orden uni-
versal ! y creemos comprender el todo. Pero, ¿ no habrá más
orden universal que este que vemos? L a causa primera que
buscamos no puede ser más que la causa de este universo
que conocemos. Si hubiera otros de diferentes órdenes, se-
rían tantos los datos que nos faltasen, que el hallazgo de la
primera causa de todos ellos sería imposible, aun existien-
do esa primera causa, pues no sabemos si la serie de las
causas y de los efectos formará el orden de esos otros uni-
versos, como el de éste. La causa primera de este universo
en que estamos, puede tener su raíz y origen desconocido
en otro universo tan distinto, que todo cálculo nuestro para
conocerlo sea una suposición absurda.
Pero en ese universo ó superior orden universal, diréis, ó
en el tercero y cuarto, ó en fin, en alguno, habrá causa
42 FILOSOFÍA
EL INSTINTO
LO INCONSCIENTE
LO SOBRENATURAL
(i) Essais et Traites sur divers sujets, por David Hume. Essai sur les
miracles. T . I I I , p. 1 1 9 á 1 4 5 . Bâle, 1 7 9 3 .
DE LO MARAVILLOSO POSITIVO 75
E L MILAGRO
LO MARAVILLOSO EN LA ALUCINACIÓN
4.
a
La calma y el silencio en el estado intermedio de
vigilia y sueño.
5.
a
La acción de ciertos venenos como el haschich,
opio, belladona.
L a primera causa es periférica; las otras dependen de
un desorden central.
Si realmente son estas las causas de la alucinación, de-
berán encontrarse reunidas todas ó algunas de ellas, en los
siguientes casos que pasan por otras tantas alucinaciones:
Descartes, dice, que después de una larga reclusión, se
sentía seguido por una persona invisible que le gritaba
continuamente, que trabajase en su investigación de la
verdad.
Malebranche oyó la voz de Dios que le llamaba.
El doctor Jonhson oyó la voz de su madre ausente que
le decía: «¡Samuel! ¡Samuel!»
Goethe nos cuenta que vio venir en dirección opuesta á
la suya, la imagen exacta de su propia persona, pero con
otro traje; acordándose nueve años después, al pasar por
el mismo sitio, de que iba vestido de idéntica manera que
aquel fantasma.
Lord Byron confiesa que era visitado algunas veces por
espectros, y Walter Scot tuvo una aparición de Byron
muerto.
Lazarus, el psicólogo alemán, refiere que un día en Sui-
za, después de mirar las cimas'nevadas de los Alpes, vio
la aparición de un amigo ausente que tenía todo el aspecto
de un cadáver.
Estos hechos se prestan ai estudio. Empezando por el
último, el mismo Lázarus lo explica diciendo, que la apari-
ción de su amigo no fué más que el producto de una ima-
gen de la memoria, combinada de un modo ó de otro con la
positiva de la nieve. Es una explicación como otra cual-
quiera, y no era necesario ciertamente ser doctor ni psicó-
logo alemán para darla tan fútil y arbitraria. Ese poder de
108 FILOSOFÍA
8
ii4 FILOSOFÍA
labras: así como las letras son ya signos de signos, esto es,
signos de las sílabas que forman la palabra, que es á su vez
signo de la idea, así ésta tiene también, en el cerebro, su
signo propio de imagen, más otro que representa la pala-
bra especial con que se expresa la idea. Estos signos cere-
brales de la palabra son tantos, cuantos puedan ser los idio-
mas que se empleen para formularla.
Para trasmitir un pensamiento por sugestión mental, será
pues, necesario, transmitir el signo de la imagen ó el signa
de la palabra que la representa, según que el trasmisor con-
centre su atención y voluntad más en uno que en. otro. En
toda orden ó pregunta mental, lo ordinario es fijarse en la
imagen más que en sü signo verbal correspondiente.
Poco importará, pues, á un extático ó hipnotizado, que
se le hable en ésta ó en la otra lengua desconocida, si en
su cerebro aideico se reflejan los signos imágenes del ce-
rebro trasmisor. De las palabras prescinde por completo;
lo que él ve y entiende son las imágenes, que son iguales
en todos los idiomas.
Se comprende así perfectamente, supuesta la natural
trasmisión de signos, que las religiosas de Loudun obede-
ciesen las órdenes dichas ó pensadas en alemán ó en griego,
y entendiesen al caballero americano que les hablaba en
salvaje.
Hasta se puede concebir y a , sin ser milagro, que un
grupo de personas influidas y dispuestas de cierto modo,
pueda entender un sermón en lengua desconocida, como
se cuenta que sucedió con uno de San Pedro.
No obstante, las cosas pasarán de otra manera, si el sig-
no nombre ó palabra se graba más profundamente que el
signo imagen, en la mente del que pretende ser adivinado.
En este caso, que es el de Cumberland, por ejemplo, en
el nombre Abbas del hijo del Kedive, el signo nombre se
sobrepuso indudablemente en el cerebro de éste último, al
signo imagen, y se ve la razón de ser así: lo que se quería
DE LO MARAVILLOSO POSITIVO 179
LO MARAVILLOSO EN LA ADIVINACIÓN.
DACIANA, UIACONISA
sorprenden extraordinariamente?
¿Qué criterio es ese?
O se señala la superchería, si existe, ó es preciso admi-
rarse.
«Algunos de estos mágicos, según el mismo viajero,
«después de haber invocado á los demonios, hacen-apare-
»cer en el aire las imágenes del jefe de su secta y de sus
«principales ídolos. Poseen lapiceros, que escriben solos
«sin que nadie los toque, sobre papel ó arena, respuestas
ȇ las preguntas que se les hacen; y en un vaso lleno de
«agua muestran escenas del porvenir».
«En toda la India, dice Fariá ( 2 ) , se encuentran mágicos
«prodigiosos:
»Cuando Vasco de Gama se dirigía á la conquista de la
«India, algunos mágicos de Kalekut mostraron en fuentes
»llenas de agua los tres buques que conducían á los portu-
«gueses. Cuando D. Francisco de Almeida, el primer virey
(1) De Vinfluence des maladies sur la formation des idées et des affec-
tions morales.
208 FILOSOFÍA
como se dice, tienen que estar las dos por precisión, fuera
de todo orden providencial; consecuencia que destruye to-
das las doctrinas encomiadoras del libre arbitrio.
La libertad de la voluntad es, pues, una ilusión, y la cau-
sa de esta ilusión está en la apariencia de libertad que se
manifiesta en la voluntad por ser toda interior. Un hombre
cierra sus ojos; prescinde de los motivos ó determinaciones
exteriores y dice: Y o soy libre de ir y venir, de salir ó de
entrar; puedo hacerlo que quiera; soy libre. Es verdad;en
estas indiferentes acciones tiene libre albedrío, como hemos
dicho ya; al menos, si hay algo que contrarreste la volun-
tad, como una sugestión, por ejemplo, no se ve ni se apre-
cia. Pero propóngase ese hombre libre un acto moral ó de-
lincuente , un poco más importante: dar una limosna ó pe-
gar una puñalada á alguno; y entonces verá en qué se con-
vierte su tan ponderado libre albedrío. ¡ Qué rebullimiento
de determinaciones se forma en su cabeza! Todos estos im-
pulsos interiores son opuestos los unos á los otros; todos
están en lucha, y debe preguntarse, por qué alguno de ellos
y no otro consigue la victoria. Habrá de convenirse en que
es debida á la mayor intensidad ó fuerza del motivo que
prevaleció; enteramente lo mismo que si los motivos fuesen
exteriores. Es la misma ley.
No hay, pues, libre arbitrio, y si lo hubiera, excluiría
toda responsabilidad. El hombre que no es libre en su na-
turaleza física, es decir, que ni escoge su cuerpo, ni su tem-
peramento, ni su familia, ni su raza, ni su época, mal puede
ser libre en su naturaleza moral, con esa libertad de indife-
rencia.
Ahora, si se dice, como dice Santo Tomás: que el libre
arbitrio es determinadojpor la razón, entonces estamos en
pleno determinismo; ya hemos visto que todo juicio supo-
ne determinaciones.
Verdaderamente, estas palabras de libertad y libre arbi-
trio, no han hecho más que oscurecer la cuestión.
DE LO MARAVILLOSO POSITIVO 223
LO MARAVILLOSO EN EL PRESENTIMIENTO
APARICIONES
t
(i) Civilisation primitive, pág. 242, tomo II. -
252 FILOSOFÍA
17
258 FILOSOFÍA
explica por las leyes del azar; que no tiene nada de común
con el cálculo de las probabilidades.
Póngase el más agudo crítico en este caso: su padre está
de viaje cien leguas lejos, y él encerrado tranquilamente en
su despacho; de repente, levanta la cabeza y ve la imagen
ó espectro de su padre, triste y descolorido que le anuncia
haber muerto en aquel momento. Un telegrama recibido al
día siguiente, confirma que la desgraciada ocurrencia suce-
dió en el mismo día y hora en que se le apareciera la visión.
¿Qué diría el crítico?
En buena lógica su comentario debiera ser éste: Mi pa-
dre se ha muerto, es cierto; y á la misma hora he tenido y o
ayer una visión espectral. ¡Bah, una alucinación! Y en
cuanto á la coincidencia... una casualidad.
Pero no diría eso. Lo que diría más bien sería: «¡Cosa
»más extraña! ¡Esto no puede ser casual! Esta suposición es
»absurda. La aparición fué real y verdadera, puesto que me
»anunció la verdad.»
Si las apariciones fuesen hechos comunes y repetidos,
pudiera darse el caso de que esa coincidencia fuese casual,
es decir, que la aparición ilusoria de una persona sucediese
en el mismo día y hora de su muerte; pero lejos de eso,
las apariciones no son tan frecuentes, y entre las que se rea-
lizan, las más llevan consigo aquella coincidencia.
¿Puede eso ser casual?
La principal causa de error, en todo lo que á las apari-
ciones se refiere, consiste en que se confunden las diferen-
tes clases de visión: hay apariciones ilusorias sin realidad
ninguna, y hay apariciones espectrales de personas vivas y
en buen estado de salud. De algunos casos de estos se
dedujo que todas las apariciones eran productos de la ilu-
sión ó de la enfermedad.
Por eso, además de las apariciones atribuidas á los muer-
tos ó á sus espíritus, es preciso tener en cuenta también
las apariciones de los vivos, porque ellas dan mucha luz so-
^66 FILOSOFÍA
18
TERCERA PARTE
CONCLUSIONES
CAPÍTULO PRIMERO
LA S U G E S T I Ó N UNIVERSAL
LA ÚLTIMA HIPÓTESIS
FIN