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Marcela Lagarde: Una feminista contra el feminicidio

Toda una personalidad en el feminismo latinoamericano, Marcela Lagarde es hoy legisladora y


preside la Comisión especial de la Cámara de Diputados que da seguimiento a las investigaciones
sobre el feminicidio en México. Sus ideas buscan dejar huella en las políticas públicas.

Jorge Alonso

Las luchas sociales son grupales. Su éxito depende de la contundencia de la grupalidad. No


obstante, en todas las luchas surgen personalidades que les imprimen determinadas
características, por lo que conviene examinar estos liderazgos. Hoy quiero destacar la trayectoria
de una feminista que, entre otros muchos méritos, tiene el de impulsar en México y en América
Latina una importante lucha contra el feminicidio. Se trata de Marcela Lagarde, a quien los
lectores de Envío ya conocen porque en sus páginas apareció su texto “Las mujeres queremos el
poder” (marzo 2001).

DESDE LA CÁMARA,

IMPULSAR LA EQUIDAD

Es la primera vez en la historia del poder legislativo mexicano que, por méritos propios, una
destacada feminista acepta ser candidata externa del PRD. Alcanzó una curul en la Cámara de
Diputados en la legislatura que inició a mediados de 2003. Desde el feminismo se ha criticado
firmemente al Poder Legislativo como un espacio de patriarcalismo misógino donde se toman
decisiones verticales. La propia Marcela Lagarde sabía que las mujeres que alcanzaban cargos en el
gobierno o en los congresos lo hacían por procesos partidistas, donde los liderazgos de las mujeres
se desarrollan en medio de tensiones muy grandes entre quienes están dentro y quienes no
pertenecen a ellos.

No obstante, Marcela Lagarde consideró que desde la Cámara de Diputados se podía impulsar la
equidad con la perspectiva de género e irradiar una visión transformadora de género. Y se decidió
a participar en la revisión de políticas públicas, con acciones afirmativas luchando por la paridad
de oportunidades entre hombres y mujeres y exigiendo del gobierno un verdadero compromiso
hacia la población femenina. Se propuso más específicamente contribuir al esclarecimiento de los
asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez e impulsar la transparencia en el uso de los recursos del
Instituto Nacional de las Mujeres.

Se integró a la Comisión de Equidad y Género y una de sus primeras acciones como diputada fue
proponer un punto de acuerdo para solicitar a las autoridades panistas del estado de Baja
California que cumplieran las recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en
el caso de Paulina Ramírez, una niña que había sido violada y a quien las autoridades le obligaron a
tener el niño fruto de esa violación. En la Cámara de Diputados consiguió la presidencia de la
comisión especial que da seguimiento a las investigaciones relacionadas con el feminicidio y a la
procuración de justicia vinculada. Su desempeño en esta presidencia ha recibido el
reconocimiento de propios y ajenos.

LOS CAUTIVERIOS

DE LAS MUJERES

En su juventud, Marcela Lagarde fue militante del Partido Comunista. Se formó como antropóloga
y desde muy temprana edad militó en las filas del feminismo. Como académica, ha enseñado en la
Universidad Nacional Autónoma de México. Es autora de muchos libros y de más de un centenar
de artículos académicos que han tenido mucha repercusión en la teoría y en la práctica del
feminismo. Coordinó los talleres Casandra de antropología feminista y es colaboradora de grupos
y redes feministas de centros e institutos de la mujer en México, América Latina y España. En la
ONU es asesora en los análisis de género. También participa en organismos de cooperación
internacional y es parte de consejos editoriales de revistas feministas mexicanas

y españolas.

Hace quince años publicó un libro que se ha hecho clásico, “Los cautiverios de las mujeres:
madresposas, monjas, putas, presas y locas”, que ha tenido que ser reeditado varias veces por la
gran demanda que ha tenido. En él analiza a fondo los diversos cautiverios que sufren las mujeres.
Lagarde construyó la categoría “cautiverio” para sintetizar el hecho cultural que define el estado
en que sobreviven oprimidas las mujeres en la sociedad patriarcal. Estos cautiverios producen
sufrimiento, conflictos, contrariedades y dolor. Sin embargo, y a semejanza de la reinterpretación
que Albert Camus hizo del eterno castigado Sísifo, hay mujeres que encuentran la falsa salida de
imaginarse y sentirse dichosas en sus cautiverios.

Así como las mujeres son diversas, diversos son también sus cautiverios. Desde esta perspectiva,
Marcela Lagarde ha revisado la historia de las mujeres, destacando su relación con el poder, para
concluir que a las mujeres les urgen liderazgos y que en todo el mundo están en condiciones de
emergencia. Requieren de más poder para que se les reconozcan y respeten sus derechos. En este
contexto, la democracia consiste también en la creación de condiciones que permitan a las
mujeres vivir como ciudadanas.

EL FEMINISMO

NO ES EXCLUYENTE

Marcela Lagarde ha enfatizado que el paradigma feminista no es excluyente, pues desde el


feminismo las mujeres construyen alternativas no sólo para las mujeres, también para los varones.
Sostiene que las alternativas en la historia no son oposiciones binarias y que eliminar el
patriarcado no implica la instauración del matriarcado. Ha hecho ver que lo sustantivo en el relato
antropológico ha sido la constatación de las maneras en que mujeres y hombres son la más
sofisticada de las creaciones culturales. Esto es lo que la ha llevado a oponerse al etnocentrismo
racista, clasista y sexista.

Es central en su pensamiento que las desigualdades sociales entre hombres y mujeres no están
determinadas biológicamente, sino socialmente construidas. Hay hombres que han entendido las
vivencias individuales y colectivas de las mujeres y hombres que han asumido un compromiso por
esta alternativa y conducen a la construcción de un nuevo orden simbólico liberador y
profundamente democrático.

LA SORORIDAD:

UN CONCEPTO CRUCIAL

Marcela Lagarde ha incursionado en la aculturación feminista desde una reflexión antropológica


sobre la transmisión de las concepciones, valores, conocimientos, prácticas y experiencias de las
feministas en condiciones de hegemonía patriarcal. Constata que las mujeres participan en
minoría, ilegitimadas y desautorizadas en la creación de un paradigma histórico reconstructivo, a
la vez que alternativo, aunque advierte también que los procesos no son lineales y progresivos y se
dan retrocesos y avances.

Otro de sus fundamentales planteamientos ha sido destacar -frente al concepto-lema de


“fraternidad” proveniente de la Revolución Francesa- la “sororidad”, que significa el
reconocimiento y la unidad de las mujeres en su actuación pública. Un encuentro entre las
mujeres con el que se va construyendo una alternativa compartida y un apoyo para transformar la
vida de cada mujer. Es un concepto que lleva implícita la modificación de los condicionamientos de
género. Cuando las mujeres logran esa sororidad, esa conexión, establecen una afirmación
identitaria. Si no se desarrolla una conciencia de género, tampoco se puede lograr una identidad
positiva y sólo así es posible superar la carencia de poder de las mujeres y crear espacios de
solidaridad.
LOS MIEDOS

Y EL EMPODERAMIENTO

Marcela Lagarde ha profundizado en los miedos de las mujeres: a la libertad, a tomar decisiones, a
la soledad y ha hecho ver cómo en particular el miedo a la soledad ha sido un gran impedimento
en la construcción de autonomía. Según su teoría, no habrá autonomía entre las mujeres si no se
revoluciona la manera de pensar y el contenido de los pensamientos. Insiste en formular claves
feministas para la autoestima de las mujeres, poniendo en primer lugar la conciencia y la identidad
de género.

Considera que hay en cada mujer un proceso personal en la formación de su conciencia e


identidad feminista y en la transmisión de todo esto a la sociedad y a las instituciones. Entre las
claves de esta identidad, destaca el empoderamiento como fundamental para adquirir autonomía
y fuerza. El empoderamiento es una categoría analítica que plantea la necesidad del acceso de las
mujeres al poder, pero no al poder establecido, sino a los poderes positivos para la vida de las
mujeres. Este empoderamiento permite deconstruir y desarticular la opresión y remontar y crear
alternativas. El empoderamiento posibilita que las mujeres se vayan haciendo de recursos, bienes,
habilidades, capacidades y espacios a favor de su propia vida. No se trata de un poder ajeno a la
persona, de algo externo, sino de procesos en los que las mujeres internalizan su propio poder. Se
trata de una manera de ser, vivir, pensar, actuar y sentir.

Pero, para que se dé este empoderamiento de género individual tiene que haber un proceso de
empoderamiento de género colectivo y social. Se trata de articular una construcción social
colectiva con una apropiación individual subjetiva. Esto tiene que ver con un conjunto de
capacidades de las mujeres para enfrentar como género sus específicas problemáticas. Este
empoderamiento permite a las mujeres salir del cautiverio impuesto por los hombres y crear
espacios para una identificación positiva entre ellas. Para lograrlo es menester una concientización
y un aprendizaje práctico. Marcela Lagarde también ha llamado la atención sobre las claves
feministas para la negociación en el amor.

POR LOS LIDERAZGOS

FEMENINOS

Como militante, Marcela Lagarde se ha empeñado en la construcción de una democracia genérica,


en donde prevalezca la justicia, el respeto y la solidaridad entre hombres y mujeres y se ha
propuesto hacer verdad la igualdad que se proclama legalmente. Para ello, impulsa que las
mujeres redimensionen políticamente su identidad de género. Para vivir una democracia social
resulta urgente el reconocimiento y respeto de los derechos de las mujeres y que las mujeres
legitimen su identidad de género como dimensión que justifica su participación política, para luego
politizar esa identidad y establecer liderazgos que asuman las causas de las mujeres. Las mujeres
requieren configurar liderazgos específicos. Marcela Lagarde ha estudiado cómo pueden
originarse los liderazgos femeninos, cómo se desarrollan y cómo se vencen los obstáculos. Y ha
detectado que hay que sanear también las relaciones generacionales, pues en la sociedad
patriarcal las mujeres adultas tienden a ejercer poderes autoritarios sobre las más jóvenes.

Como pieza integral de su quehacer académico y militante en el feminismo, Marcela Lagarde optó
por ser diputada de la izquierda mexicana. Está empeñada en mostrar que las leyes no son
neutrales y que detrás de la aplicación del marco jurídico establecido se oculta la discriminación
contra las mujeres. También ha denunciado las condiciones de discriminación en que trabajan las
legisladoras.

TIPIFICAR EL DELITO

DE FEMINICIDIO

Desde la presidencia de la comisión especial de la Cámara de Diputados para dar seguimiento a las
investigaciones relacionadas con el feminicidio ha demandado castigo para quienes por omisión,
negligencia

o colusión permitieron los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez.

Pero no se ha limitado a los crímenes ocurridos en esa ciudad. Ha impulsado la investigación de


feminicidios en todo el país, exigiendo que a los huérfanos y huérfanas de las mujeres asesinadas
se les asegure su desarrollo.

Como legisladora, una de sus iniciativas más importantes ha sido proponer la aprobación de
disposiciones legales que tipifiquen el delito de feminicidio. Califica al feminicidio como un crimen
de Estado que se produce tanto en condiciones de guerra como de paz. Y reflexiona que es en la
inexistencia de un estado de derecho y en sus fracturas donde se reproducen la violencia sin límite
y los asesinatos sin castigo y donde se favorece la impunidad.

Ha señalado los casos de secuestros y desapariciones de niñas y mujeres en un cuadro de colapso


institucional, hablando incluso de genocidio contra las mujeres cuando las condiciones históricas
generan prácticas sociales que permiten continuos atentados contra la integridad, el desarrollo, la
salud, las libertades y la vida de las mujeres en manos de conocidos y de desconocidos, de
violentos y violadores, de asesinos individuales y grupales, ocasionales o profesionales. Estos
crímenes, seriales o individuales, tienen en común el considerar a las mujeres como objetos
usables, prescindibles, maltratables y desechables.
CRÍMENES DE ODIO

CONTRA LAS MUJERES

Explica Marcela Lagarde que los feminicidios son crímenes de odio contra las mujeres, crímenes
misóginos acunados en una enorme tolerancia social y estatal ante la violencia genérica.

Esa perversidad está alentada por la impunidad, alimentada por pésimas investigaciones,
averiguaciones mal integradas, encargados de la persecución del crimen que son dolosos o
misóginos y que desatienden las denuncias de las víctimas, jueces misóginos para quienes la vida
de las mujeres es secundaria o que muestran un claro sesgo descalificador y culpabilizador de las
mujeres. Al feminicido contribuyen de manera criminal el silencio, la omisión, la negligencia y la
colusión de autoridades encargadas de prevenir y erradicar esos crímenes.

Hay feminicidio cuando el Estado no da garantías a las mujeres y no les crea condiciones de
seguridad para sus vidas en la comunidad, en la casa y en los espacios de trabajo, de tránsito o de
esparcimiento. Suceden los feminicidios cuando las autoridades no realizan con eficiencia sus
funciones para prevenirlos, evitarlos y sancionarlos. El ambiente ideológico y social del machismo
y la misoginia alientan estos crímenes.

VIOLENCIA DE GÉNERO:

UNA PRIORIDAD MUNDIAL

Marcela Lagarde sostiene que la erradicación de la violencia contra las mujeres ocupa hoy un sitio
prioritario en la conciencia política de las mujeres, en la agenda democrática de cada país y en el
mundo. Según sus ideas, la violencia de género, esa violencia que padecen las mujeres por el
hecho de serlo, sintetiza formas de violencia sexista y misógina, clasista, etárea, racista, ideológica,
religiosa, identitaria y política.

Esa violencia se incuba en la sociedad y en el Estado por la inequidad genérica patriarcal, por la
falta de democracia y de desarrollo y porque las instituciones se encuentran rebasadas por la falta
de políticas públicas adecuadas. La violencia de género pretende mantener a las mujeres en
desventaja y desigualdad en el mundo; permite excluir a las mujeres del acceso a los bienes,
recursos y oportunidades; contribuye a desvalorizar, denigrar y amedrentar a las mujeres; y
reproduce el dominio patriarcal. La violencia de género contra las mujeres recrea la supremacía de
género de los hombres sobre las mujeres.

Desde una perspectiva feminista, Marcela Lagarde coloca la violencia de género como un
problema político para México, América Latina y el mundo entero. Se opone a los conceptos
misóginos como el de “crimen pasional” y llama a definir jurídicamente la violencia sexual -la
violación, el estupro, el incesto, el acoso-, la violencia conyugal y familiar, la violencia callejera, y
otras formas de violencia de género -laboral, patrimonial, intelectual, simbólica, lingüística,
económica, jurídica y política-.

Siempre ha dado relieve a las mujeres de distintos países que dan vida a la cultura feminista al
denunciar la opresión de género y crear una conciencia crítica sobre la condición de las mujeres,
resaltando la discriminación, la marginación, la explotación y la enajenación genéricas. Marcela
Lagarde rechaza la falsa creencia sobre la inevitabilidad de la violencia de género, considerándola
un atentado a los derechos humanos de las mujeres y uno de los más graves problemas sociales,
de urgente atención en nuestro tiempo.

LAS MUJERES

HAN ABIERTO ESPACIOS

Haciendo una síntesis histórica, Marcela Lagarde considera que las mujeres han ido abriendo
espacios, creando oportunidades y participando en los más diversos ámbitos de la sociedad, la
cultura y la política. Desde su experiencia, considera que las mujeres han dado vida a la
construcción democrática, pues al denunciar y combatir la opresión de género han aportado
elementos para crear una conciencia crítica.

Han contribuido a nombrar y a definir la discriminación, la marginación, la explotación y la


enajenación genérica,

y como fruto de estos esfuerzos la condena y la lucha contra la violencia hacia las mujeres tiene
hoy un sitio prioritario en la agenda política y democrática de los países. Por medio de
investigaciones científicas se ha ido creando en la conciencia de las mujeres un paradigma para
diferenciar las distintas formas de violencia, para erradicar los conceptos misóginos, y para definir
jurídicamente la violencia sexual.

SU INICIATIVA LEGISLATIVA

SOBRE EL FEMINICIDIO

Marcela Lagarde argumenta que el asesinato, la violación, la desaparición forzada y la tortura


contra mujeres son delitos que la mayoría de los países han estado incluyendo en la normatividad
penal para sancionarlos. Como legisladora, exhorta a que se evite que a la muerte violenta se
agregue la ausencia de justicia.

Su iniciativa legislativa ha propuesto la creación de un nuevo título en el código federal penal


mexicano sobre delitos de género en el que se aborde el feminicidio bajo la consideración de que
es un delito que se ha generalizado. Propone su tipificación como un delito permanente y
continuo. Aduce que esa tipificación contribuirá a eliminar el silencio social y la falta de acciones
concretas.

Su propuesta contiene esta formulación: “a quien atente, sin importar la finalidad de la acción, en
contra de la vida, la dignidad, la integridad física o mental de mujeres en una determinada
comunidad o región donde de manera recurrente se hubieran cometido estos delitos, se le
impondrá una pena de 20 a 40 años, además de las penas que corresponden por los delitos
cometidos (homicidio, desaparición forzada, secuestro, violación, mutilación, lesiones graves, trata
de personas, tráfico de personas, tortura, abuso sexual, prostitución forzada, esterilización
forzada, discriminación por orígenes étnicos, raciales, preferencias sexuales o por estado de
gravidez)”.

LOS MÁS CERCANOS

SON LOS RESPONSABLES

En una entrevista en enero de 2005 Marcela Lagarde subrayó que si no se promovían políticas
públicas para prevenir la violencia, proseguirían los asesinatos de mujeres. Denunció entonces que
los gobernantes no estaban atendiendo este gravísimo problema y exigió al gobierno federal un
plan integral de atención y prevención de la violencia contra las mujeres. Reitera que esa violencia
es prevenible y erradicable, pero hacerlo requiere voluntad política. Ya se ha constatado que en
todos los rincones de México hay violencia doméstica -llamada intrafamiliar-, y sobre todo
conyugal, contra las mujeres. Parejas, ex-parejas, esposos, amantes, concubinos y novios son
quienes maltratan a las mujeres de una manera más terrible llegando hasta el asesinato. También
son lastimadas y asesinadas las mujeres fuera de sus casas. No están seguras en ninguna parte. Sin
buscar la violencia, son violentadas. Siendo pacíficas, son asesinadas.

El problema es jurídico, económico, político y cultural. Mientras sea tan enorme la desigualdad
entre mujeres y hombres, y mientras los hombres se sientan con derecho sobre las mujeres, las
mujeres permanecerán en condiciones precarias. La enorme desigualdad y la exclusión de las
mujeres se expresa en deficiencias sociales -educación, salud, empleo-, en salarios desiguales, en
condiciones desiguales de trabajo. Mientras persista la discriminación, las mujeres seguirán en
riesgo, y serán vistas como de menor valor en la sociedad, lo que hace sentir a los hombres con
derecho a maltratarlas, vejarlas, violentarlas y hasta asesinarlas.

LA ALTERNATIVA:

UNA VERDADERA PAZ

Marcela Lagarde no se ha contentado con mantener esta lucha contra el feminicidio en el ámbito
mexicano. Se ha empeñado en extenderla a América Latina. A finales de 2004, tanto en una
reunión de la Internacional Socialista de mujeres de la región como en el Congreso de la República
de Guatemala planteó que si la violencia es el problema, la búsqueda de una verdadera paz es la
alternativa. Denunció que las latinoamericanas no están incluidas en un pacto social democrático,
igualitario y equitativo en el Estado. La solución que ha propuesto para combatir el feminicidio es
la construcción de los derechos humanos de las mujeres en condiciones sociales de democracia,
desarrollo y paz. Recuerda que diversos organismos, cumbres y conferencias mundiales han
reconocido una guerra soterrada o abierta contra las mujeres y que lo que hay que hacer es
detenerla y erradicarla. Advierte que el problema es grande y grave y que hay que apresurarse.
Puso como ejemplo la acción de la Premio Nóbel de la Paz Shirin Evadi, que ha demandado a la
Corte Penal Internacional que atienda los casos de violencia de género en contra de las mujeres.

DERECHOS DE LAS MUJERES PARA EVITAR LA VIOLENCIA

Marcela Lagarde dice que se requiere construir una paz para las mujeres y ha propuesto un
combate legislativo de las latinoamericanas para satisfacer los reclamos de los movimientos de
mujeres y feministas en los últimos años: inclusión de las mujeres en el control social y en el pacto
político del Estado en condiciones de paridad;

reforma del Estado desde la perspectiva de la democracia genérica; y transformación del modelo
de desarrollo con equidad y bienestar para las mujeres.

Si se quiere erradicar la violencia de género como síntesis de todas las violencias experimentadas
por las mujeres y si se opta por erradicar el feminicidio de América Latina, es preciso priorizar en la
agenda política democrática la justicia y los derechos humanos de las mujeres. Lagarde ha
convocado a legisladores y legisladoras a mostrar una gran responsabilidad al hacer propuestas y
al aprobar presupuestos orientándolos a avanzar en el enfrentamiento de la violencia que sufren
las mujeres. Y ha insistido en que se debe seguir un paradigma -alternativo al orden depredador
neoliberal- basado en la defensa de estos derechos humanos de las mujeres: derecho a la vida, a la
integridad personal, al desarrollo, a los beneficios del desarrollo, a la democracia con equidad -
para caminar hacia la igualdad-, a la protección y a la seguridad por parte del Estado, al trato
respetuoso, a la justicia plena, a una vida sin miedo y sin violencia, a la paz social y a la paz en la
vida cotidiana.

TODAS LAS INSTITUCIONES

TIENEN UN PAPEL

Marcela Lagarde ha hecho convincentes llamados para que los casos paradigmáticos de
feminicidio sean interpretados como focos rojos sobresalientes de una situación crítica
relativamente soterrada. Constata que el Estado falla no sólo donde se produce el feminicidio, sino
de muchos otras maneras, y está convencida de que se debe impulsar una reforma profunda de
las instituciones estatales, porque las actuales ya no son adecuadas para enfrentar los nuevos
retos. En particular, señala el sistema de impartición de justicia y el de seguridad pública.
En su propuesta, se debe garantizar la intervención policial a tiempo, profesional, confiable,
eficiente y respetuosa de los derechos humanos; la adecuada averiguación, el debido proceso, el
conocimiento de la verdad, la sanción a los responsables directos e indirectos -funcionarios- y la
reparación del daño con equidad.

La seguridad pública debe ser atendida por profesionales capaces de prevenir la violencia de
género a través de reformas educativas y de participación ciudadana. Todas las instituciones del
Estado tienen un papel que desempeñar en estos objetivos y deben actuar de manera coordinada
e integral para poner en práctica políticas públicas eficaces. Un instrumento democrático
indispensable para lograrlo es la consulta y participación de la sociedad civil y de los organismos
internacionales en estos procesos.

CONVOCA A LAS MUJERES

Y A LOS HOMBRES

Marcela Lagarde no se cansa de repetir que la específica lucha por los derechos de las mujeres
debe ser muy visible y permanecer inscrita en la agenda política, legislativa y gubernamental de las
naciones, más intensamente incluso en la de los organismos internacionales. Para lograrlo hay que
favorecer el empoderamiento de las mujeres. Sin él, las mujeres no podrán alcanzar el desarrollo y
la democracia, indispensables para detener el feminicidio. Por eso, convoca a que las mujeres,
como género, actúen pública y contundentemente, digan basta a la violencia, a los crímenes, a la
impunidad, a la feminización de la pobreza y a la negación de la ciudadanía de las mujeres.

Para ella, la lucha por erradicar el feminicidio y todas las formas de opresión genérica coincide con
la lucha por extender a todas las mujeres los derechos humanos y las oportunidades de desarrollo,
desterrando el miedo de las mujeres en sus casas y en los sitios públicos y alcanzando la paz social,
y específicamente, la paz para las mujeres. Marcela Lagarde está convencida de que si esto se
logra la sociedad se transformará de manera radical.

Con su consigna “Por la vida y la libertad de las mujeres, fin al feminicidio” y con la claridad y
fuerza de sus argumentos más la constancia y determinación de su actividad ha conseguido
ampliar el contingente mexicano e internacional de mujeres y hombres que luchamos por acabar
con la ignominia del feminicidio.

UNA MUJER EXITOSA

LINCHADA POR LOS MEDIOS


Y como una expresión más, y bien concreta, de la discriminación contra las mujeres en México, en
los mismos días en que terminaba de ordenar las ideas que Marcela Lagarde me compartió por
escrito para elaborar este texto, el país asistió a un hecho revelador y conmovedor.

Una mujer exitosa, que estuvo al frente de la CANACINTRA, una organización empresarial
nacionalista, en donde con su liderazgo alcanzó mucho reconocimiento, aceptó ser postulada por
el PRD como candidata al gobierno del Estado de México, entidad federativa colindante con el DF.
El PRI conserva allí el poder y se sabe que, por el gran número de electores que se concentran en
esa entidad, el resultado electoral que se obtiene allí se anuncia los resultados de las elecciones
presidenciales de 2006.

En la guerra sucia que los medios, controlados por grupos que adversan al PRD, lanzaron contra
ella salió a flote que tenía otro nombre. Hasta ese momento la conocíamos como Yeidckol
Polevnsky Gurwitz. Los medios encontraron unas actas en donde aparecía con el nombre de Citlali
Ibáñez. También se “reveló” que era nieta “ilegítima” del hermano de quien fuera Presidente de la
República, Manuel Ávila Camacho. Se originó un gran revuelo y los medios la condenaron a un
linchamiento implacable.

El 2 de marzo, Yeidckol se vio obligada a dar explicaciones y a revelar su historia familiar. Una
historia en la que se condensan muchos hechos de ese dolor tan cotidiano que viven las mujeres y
que tan bien ha sabido analizar Marcela Lagarde.

Yeidckol llegó a la conferencia de prensa con sus dos hijos, con su madre y el esposo de su madre y
con sus hermanas. No con su padre, que contribuyó a las acusaciones contra ella.

“HAY MILES DE EXPEDIENTES

COMO EL MÍO”

Resumo el conmovedor relato de esta mujer: “Mis padres se divorciaron cuando mis tres
hermanas y yo éramos unas niñas de entre uno y seis años. El divorcio fue traumático. Una de las
muchas diferencias entre mis padres fue si mi madre pertenecía o no a la familia Ávila Camacho.
(Su madre fue hija natural de Maximino, hermano del Presidente). Cuando era una niña de doce
años quedé embarazada. Mi embarazo a esa edad fue un acontecimiento traumático que marcó
mi vida y afectó a toda mi familia”.

“Por mi embarazo tuvimos que salir de la escuela a la que asistíamos. Y tuvimos que recorrer
muchas escuelas hasta que nos aceptaran. Y aunque yo estudiaba y actuaba correctamente, era
juzgada y condenada. Fue en esas circunstancias, y para protegernos, que mi madre tomó la
decisión de cambiarme de nombre y me puso Yeidckol. También me cambió los apellidos. Fue la
respuesta de una mujer que buscaba desesperadamente defender a sus hijas del estigma social
que nos perseguía. Lo hizo después de haber intentado de todo para protegernos”.

“He luchado para salir adelante. No ha sido fácil. Pasé de escuelas religiosas a escuelas laicas, y
tuve que trabajar mientras estudiaba desde los 14 años. Me he hecho en la lucha y no guardo
rencores contra nadie. Mi caso no es único. En México perviven miles de expedientes de violencia
intrafamiliar, de violación a los derechos humanos de las mujeres, de exclusión y estigmatización
para ellas, sus familias y sus hijos. Se nos condena de manera sumaria. Se destruye a nuestras
familias y llevamos esa carga toda la vida”.

“Mi verdadero nombre, mi nombre original, Citlali, significa “estrella”. Es hermoso y me hubiera
gustado mantenerlo, pero no lo pude hacer. A los doce, catorce o dieciséis años una niña no
puede, por sí sola, vencer tanta adversidad. Entonces, la sociedad no entendió el sufrimiento de
una niña. Ahora, mi nombre es Yeidckol. Con este nombre quiero vivir. Es el símbolo de alguien
que se sobrepuso a hechos difíciles. Sólo aquel que ha caído sabe lo que significa estar de pie. No
me avergüenzo de haber sufrido y menos de buscar salir adelante”.

“SOY EL DISCURSO FEMINISTA

EN VIVO”

En respuesta a algunas preguntas de los periodistas, Citlali-Yeidckol afirmó: “No voy a hablar del
discurso feminista. Yo soy ese discurso en carne viva. ¿Quién defiende a las miles de mujeres que
viven la violencia intrafamiliar? La sociedad tiene que sensibilizarse para que quienes sufren tanto
no sean además estigmatizadas. Sus historias se repiten día con día. Son muchísimas las mujeres
que sufren una tragedia y después se quedan solas y se les cierran las puertas y son vejadas en
lugar de ser apoyadas. En la mayoría de los casos no son culpables”.

“Hay que sensibilizar a la sociedad para que las madres solteras, las niñas que tienen que trabajar
cuando no tienen edad ni preparación, las familias que se quedan sin nada y en la calle no se
vuelvan nota de escarnio o de estigmatización, porque es muy doloroso. Yo lo viví”.

Y recordó que unos días antes, al llegar a ciudad Nezahualcoyotl -una de las más marginales y
pobladas del DF-,

una mujer se le acercó. No le pidió nada, sólo le dijo: “Soy de las mujeres de la calle y la admiro
mucho”. Al recordar este encuentro Yeidckol comentó entre sollozos: “¿Qué oportunidades le dio
la vida a esta mujer? Ninguna. Le quitó todo y la lanzó a la calles. Le arrebataron todas las
posibilidades. ¿Dónde está quien la defienda? ¿Quién está pensando en las vejaciones que esa
mujer vivió? Nadie, porque eso no es rentable ni mediática ni políticamente”.

La televisión, los medios, no le perdonan a una mujer, que ha sido exitosa pese a todo, el haber
optado por un partido de izquierda y en el crucial Estado de México. A Yeidckol la han querido
liquidar políticamente y humanamente por ser de izquierda siendo exitosa y... por ser mujer. Y ella
se ha sabido defender. Es un ejemplo.

INVESTIGADOR DE CIESAS OCCIDENTE. CORRESPONSAL DE ENVÍO EN MÉXICO.

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