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Universidad Nacional de San Martín

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

CÁTEDRA: Derecho Constitucional II


DOCENTE: Dr.
GRUPO: 2
ESTUDIANTES: Arévalo Silva Karen Janeth
Ramírez Vela Jhon Hans
Ramírez Gonzales Soraya Beatriz
Cisneros García Paola Nicolle
Moreno Del Águila Yuri
Zamora Delgado Jackeline

CICLO: IV

2018
INTRODUCCION

En el presente trabajo denominado “El carácter fundamental de la


constitución”, se tocarán temas relacionadas al nacimiento y evolución del
aparato jurídico, ley de leyes, por lo que en la etapa previa al nacimiento del
constitucionalismo se caracterizó por el ejercicio arbitrario y despótico del poder
por los monarcas absolutos; el constitucionalismo en general y la constitución en
particular surgieron con la finalidad de evitar que el poder fuera ejercitado de
modo que interfiriese en la esfera de autodeterminación individual de la persona

El hecho de que una Constitución tenga como objetivo principal organizar las
instituciones del Estado y garantizar los derechos de los ciudadanos deja clara
su vocación para convertirse en la norma fundamental del ordenamiento, ello se
traduce. En suma, lo que significa el carácter fundamental de la Constitución es
que sus mandatos quedan fuera de la disponibilidad de las fuerzas políticas, esto
es, no son alterables o modificables por los poderes públicos en su actuación
ordinaria. Por ello, los mandatos constitucionales han de entenderse también
como límites a los poderes del Estado

También está la función de determinar y fundamentar todo el ordenamiento


jurídico unificado se realiza a través de una doble vía: Primero, instituyendo los
órganos de gobierno y sanción del Derecho fundando así la unidad del
ordenamiento jurídico a través de una serie jerárquica de competencias, donde
un órgano inferior está sujeto y determinado por un órgano superior que ejerce
una competencia de rango superior. Y segundo, determinando su contenido a
través de su fin, expresado en los principios rectores y teleológicos en que
descansa el orden constitucional. De esta manera se nutre de contenidos a las
instituciones sociales y políticas de un contexto. A la jerarquía formal se integra
una jerarquía material de fines y valores que definen un ordenamiento jurídico.
EL CARÁCTER FUNDAMENTAL DE LA CONSTITUCIÓN

La historia del constitucionalismo se puede establecer y al mismo tiempo vincular


entre el concepto de Constitución y el de la Ley Fundamental. Vattel respondía
a la pregunta, ¿Qué es constitución?, con esta respuesta: <<la relación
fundamental que determina el modo y manera en que debe ser ejercida la
actividad pública>>, el cual Carl Schmitt lo recordaría en un conocido tratado del
siglo XVIII.

Ramón Salas, en el siglo pasado, en sus “Lecciones de Derecho Público


Constitucional”, indica que Constitución “significa lo mismo que ley fundamental
de un gobierno cualquiera”. Esta idea divulgada por aquel autor, influyó a otros
autores, pues desde el siglo XIV en adelante, existió frecuentes vinculaciones y
referencias a la idea de Ley fundamental.

De tal vinculación se puede inferir que la Constitución es, un orden jurídico que
tiene la calificación de fundamental y presenta al mismo tiempo un carácter
fundamental.

Siguiendo a Sanchéz Agesta, indica que son tres los sentidos en que hace
referencia al carácter fundamental.

1. La Constitución se nos presenta como la expresión de los valores de un


orden, de tal modo que en la medida en que el ordenamiento
constitucional entraña verdaderamente la supremacía de unos valores, es
verdadero orden fundamental.
2. La Constitución aparece como la estructura esencial del orden, y ello en
cuanto que contiene el mínimo de elementos necesarios para que ese
orden jurídico pueda existir, imprimiéndole a la par una forma específica.
3. La Constitución es, por último, un orden fundamental por cuanto se nos
presenta como la base misma, el punto de apoyo sobre el que descansa
el resto del ordenamiento jurídico.

Se puede decir que la Constitución es un conjunto de normas que a todos vincula


y que consagra un sistema de valores materiales que sirven de base a toda la
organización, por ellos, presenta un carácter fundamental.
La Constitución- ha dicho el Tribunal Constitucional (STC 9/1981, de 31 de
marzo)- es una norma; pero una norma cualitativamente distinta de las demás,
por cuanto incorpora el sistema de valores esenciales que ha de constituir el
orden de convivencia política y de informar todo el ordenamiento jurídico. La
Constitución es así la norma fundamental y fundamentadora de todo orden
jurídico.

De este carácter fundamental derivan distintas consecuencias.

Una consecuencia es la idea de permanencia. Este ha sido vinculado hasta tal


punto, que la estabilidad se ha considera como un atributo necesario de la
constitución. Es claro que la permanencia es parte de esta, pues es el
fundamento de la organización estatal y el ordenamiento jurídico, así que tiene
que estar en todos los tiempos.

La conveniencia de la estabilidad, de la permanencia constitucional, viene


exigida por una consideración de índole sociológica, pues es necesario el
sentimiento constitucional porque la creación de normas en un país supone el
mejor desenvolvimiento, desarrollo e integración de sus pobladores. Es por eso
que una norma debe ser permanente para que la adecuación por parte de los
pobladores sea positiva. Las reformas constitucionales coadyuda a la estabilidad
y permanencia de la norma en todos sus ámbitos.

Loewenstein dice que, cada Constitución es un organismo vivo, siempre en


movimiento como la vida misma, y está sometido a la dinámica de la realidad,
que jamás puede ser captada a través de fórmulas fijas. Para que la Constitución
no sea cambiada ni alterada, se apoya de otras Leyes, principios, etc las cuales
facilitaran mejores procesos, pues se sabe que el contexto social va cambiando
y se necesita adecuaciones o mutaciones en aquellas Leyes, principio, etc.

Otra consecuencia del carácter fundamental de la Constitución es el control de


constitucionalidad de orden jurídico ordinario, con lo que pretenden evitar la
vulneración de la Constitución por una norma de rango inferior. Pues la
Constitución posee normas primarias y aquellas normas de valor secundario les
resulta intangible las normas Constitucionales. A estos también se los puede
llamar poder constituyente y poder constituido.
Del carácter fundamental derivan una serie de limitaciones de muy diversa
naturaleza para los poderes públicos: unos son materiales, otros formales y otros
se desprenden del valor constitucional.

Hacemos una pequeña detención en el punto de valor constitucional en el que la


Constitución toma parte de Declaraciones Universales y de Leyes
Internacionales sobre Derechos humanos y las concepciones que esta toma no
son totalitarias, sino que es influida por otros pensamientos. Al no ser se su
propia concepción, pueden derivarse limitaciones.

EL CARÁCTER NORMATIVO DE LA CONSTITUCIÓN

a) Evolución y significado de este principio

La idea de norma suprema, superior al derecho positivo e inderogable por este


se remonta su origen a la doctrina que defiende la existencia de un derecho
natural a cualquier otro.

En Inglaterra, el derecho natural era un límite frente al poder del rey, como para
las supuestas omnímodas facultades del parlamento. Juez Coke afirma que:
“cuando una ley del parlamento se opone al derecho común o a la razón, el
derecho común verificara dicho acto y lo sancionara de nulidad”

La versión pura y laica del derecho natural sostenida por Locke. conducirá la idea
de un “fundamental law”, para Locke y Hobbes los hombres son libre e iguales.
Pero existe una “ley natural” que obliga a otros. Locke sostuvo que los derechos
y deberes morales son intrínsecos y son prioridad en el derecho, los gobiernos
están obligados a hacer vigente por la ley que es justo, natural y moral.

Esta concepción favorable de un derecho primario ( higher law ), no llegara a


consolidarse en Inglaterra, pero si en colonias americanas, donde las
condiciones eran mejores. Como ejemplos tenemos:

El Pacto del Mayflower es un acuerdo escrito compuesto de un consenso de los


nuevos colonos que llegaron a Nueva Plymouth en noviembre de 1620. Ellos
cruzaron el océano en el barco Mayflower, el cual ancló en lo que es hoy
Provincetown Harbor, cerca de Cape Cod, Massachusetts. El Pacto del
Mayflower fue redactado con leyes justas y equitativas para el bien general de la
colonia y por voluntad de la mayoría. Los pasajeros del Mayflower sabían que
los anteriores colonos del Nuevo Mundo fracasaron debido a la falta de gobierno.
Ellos discutieron el contenido y eventualmente elaboraron el Pacto para su propia
supervivencia.

Todos los 41 hombres a bordo del Mayflower firmaron el pacto. Ya que fueron
las primeras leyes escritas en la nueva tierra, el Pacto determinó la autoridad
dentro del asentamiento y fue observado como tal hasta 1961. Esto estableció
que la colonia, estaba libre de las leyes inglesas. Fue ideado para establecer un
gobierno seleccionado entre ellos mismos, y fue escrito por aquellos que serían
gobernados.

Al crear el Pacto del Mayflower, los firmantes creían que los pactos no solamente
debían ser honrados entre Dios y el hombre, sino también entre ellos mismos.
Ellos siempre habían respetado pactos como parte de su integridad y con el
Pacto acordaron atenerse a este mismo principio. John Adams y muchos
historiadores se han referido al Pacto del Mayflower como el fundamento de la
Constitución de los Estados Unidos, escrita más de 150 años más tarde.

América ciertamente comenzó con hombres que honraron a Dios y establecieron


sus principios fundamentales por las palabras de la Biblia. Ellos vivieron sus
vidas con honestidad, confiabilidad, y justicia para establecer este país "por el
bien de su supervivencia." Muchos de los Fundadores de América han sido
citados en referencia al vivir por los valores bíblicos.

También tenemos a las ordenes fundamentales de Connecticut. Fue una de las


Trece Colonias originalmente establecidas por el Reino Unido. La colonia de
Connecticut fue la primera subdivisión localizada en lo que es actualmente
Estados Unidos de América en poseer una Constitución escrita, llamada
Fundamental Orders, o First Orders, adoptada el 14 de enero de 1639. Esta
Constitución colonial serviría de base para la formación de la Constitución
estadounidense. Los oficiales de Connecticut tuvieron un papel esencial en la
aprobación del "Gran Compromiso" realizado en la Convención Constitucional
de 1787, que dio al Congreso de los Estados Unidos su forma actual. A causa
de estos eventos, el estado es apodado como El Estado de la Constitución, y el
Gran Compromiso de 1787 pasó a ser conocido nacionalmente como
Compromiso de Connecticut. El 9 de enero de 1788 se convirtió en el quinto
estado estadounidense.

Como Pritchett dijo: “Los colonos siempre pretendían legitimar o limitar la acción
colectiva, mediante los escritos.

Tal circunstancia contrasta la evolución constitucional inglesa donde termina


imponiéndose la doctrina de la “soberanía del parlamento “que afirma el poder
del parlamento es absoluto y carece de control.

Así la revolución americana aportara la idea de una constitución que se formaliza


en un documento escrito y solemne. Hamilton dice: la constitución que contiene
ciertas prohibiciones expresas aplicables a la autoridad legislativa, exige de los
tribunales de justicia el mantenimiento de sus cláusulas de justicia frente a los
actos que les opongan, concepción en la que se halla en germen la doctrina de
la judicial review.

La evolución de los códigos constitucionales se ha dirigido diferentes


concepciones de la norteamericana.

La dogmática alemana del pasado siglo iba a desempeñar un papel importante


en orden a la normativización de la constitución. A partir de esa revaloración se
impondría la tesis a la normativización de todas las regulaciones que establece
el poder estatal y el poder público, así como de aquellas otras que precisan su
estructura.

b) Las peculiaridades de la norma constitucional

La Constitución es, como acabamos de ver, una norma; sin embargo, tal
afirmación no conlleva la consecuencia de que sea siempre y en todo caso
directamente aplicable. Por lo demás, es claro que los efectos de las normas
jurídicas son, de hecho, variadísimos, y en muchos casos no son directos.

A la vista de esta circunstancia, bien evidente, Nieto ha acudido a la llamada


doctrina de la complitud de las normas para buscar la precisa caracterización de
las normas constitucionales.
De conformidad con el resumen que de esa doctrina hizo Karl Larenz, una ley
consiste en una pluralidad de proposiciones jurídicas que tienen el sentido de
una orden de validez; pero no toda proposición es una proposición jurídica
completa. Algunas de ellas son proposiciones jurídicas incompletas, lo que
quiere decir que participan del sentido de validez de la ley, esto es, pretenden
ser observadas, no queriendo limitarse a ser meras proposiciones declarativas;
sin embargo, sólo desarrollan su fuerza constitutiva, fundamentadora de
consecuencias jurídicas, en conexión con otras proposiciones jurídicas. El rasgo
de la incomplitud vendría, pues, a caracterizar a algunas de las normas
constitucionales.

En todo caso, es patente que aún en el supuesto de normas incompletas, se


trata de normas, no de meros principios programáticos o re tóricos, normas con
unos efectos peculiares a los que también se ha referido el propio Nieto, y de los
que destacaremos estos dos:

- La Constitución, al tiempo que norma jurídica, es un proyecto de futuro que se


autoasigna la comunidad nacional, y a cuya realización se encomienda en
gran parte al Estado. Y así, por poner un ejemplo, cuando el artículo 130 de
nuestro código constitucional determina que: “Los poderes públicos atenderán
a la modernización y desarrollo de todos los sectores económicos (…), a fin
de equiparar el nivel de vida de todos los españoles”, lo que está haciendo
esta norma es encomendar a los poderes públicos la realización de esta
tarea, pero es obvio que su incumplimiento no podrá ser alegado ante los
Tribunales; si acaso generará una responsabilidad política, sancionable en
último término no tanto por el Parlamento cuanto por el cuerpo electoral
mediante la manifestación de su voluntad soberana en los comicios.
Una proposición como la citada nos muestra cómo los preceptos
constitucionales no son normas jurídicas ordinarias, porque tienen un minus
de efectividad jurídica y un plus de efectividad social.
- La Constitución, por su propia naturaleza, es una norma axiológica, tal y como
ya expusimos con anterioridad, esto es, una norma que define los valores
superiores, nucleares, del ordenamiento y, consecuentemente con ese
carácter, una norma de reenvíos.
Como afirma Nieto, una buena parte del texto constitucional es, en sentido
estricto, lo que VInogrado denomina una “guía de conducta”, que no es
necesariamente un mandato, sino que comprende una declaración de lo que
es bueno y lo que es malo. De aquí la necesidad de su ulterior desarrollo, de
esos reenvíos que concretan la “guía de conducta”, los valores principales, en
mandatos y sanciones.
En este sentido puede afirmarse que la Constitución es algo más que la Norma
Suprema del ordenamiento jurídico, el vértice superior de la conocida pirámide
kelseniana: es el centro mismo del propio ordenamiento jurídico.
Cuanto acabamos de señalar nos pone sobre aviso de que dentro de la
Constitución podemos distinguir un plural conjunto de normas. En la Constitución
existe en realidad un heterogéneo catálogo de normas constitucionales.

c) La heterogeneidad de las normas constitucionales


Buen número de textos constitucionales han procedido a establecer lo que bien
podríamos estimar como una gradación jerárquica de sus propios preceptos, que
de esta forma se ordenan con rangos diferenciados.

Esta jerarquización ha llegado al extremo de admitir la posible


inconstitucionalidad de normas constitucionales. Otto Bachof, en 1951, se
planteaba teóricamente esta problemática (“Verfassungswidrige
Verfassungsnormen?”), de la que se hacía eco cinco años después Gottfried
Dietze (“Unconstitutional constitutional norms? Constitutional developmen in
postwar Dermany”) Y en 1950, el Tribunal Constitucional de Baviera tras
reconocer la existencia de “principios constitucionales fundamentales que son de
naturaleza tan elemental y expresión de un Derecho que precede a la
Constitución, que el mismo constituyente está vinculado a ellos”, admitía la
posibilidad de considerar nulas aquellas normas de la Constitución que no
poseyendo tal rango, no concordaran con los referidos principios.

Nuestra Constitución ha jerarquizado perfectamente sus propias disposiciones


cuando, en su Título C, ha previsto un doble procedimiento de reforma
constitucional, protegiendo muy especialmente, y por ello mismo, otorgándoles
un rango jerárquico superior, las normas acogidas por los Títulos Preliminar y II
(relativo a la Corona) y por la Sección primera del Capítulo 2° del Título I
(referente a los derechos fundamentales y a las libertades públicas).

Pero al margen ya de esta jerarquía formal, es clara la heterogeneidad de las


normas constitucionales, por lo menos en atención a su fuerza vinculante. Entre
nosotros, Rubio Llorente, siguiente la tipología de las normas materiales de la
Constitución formulada en Alemania por Scheuner, ha distinguido los siguientes
tipos de normas:

a) Derechos fundamentales
b) Garantías institucionales
c) Mandatos al legislador
d) Principios fundamentales y fines del Estado.

A ellas bien podríamos añadir, a nuestro juicio:

a) Normas orgánicas
b) Normas atributivas de competencia
1. Las normas orgánicas, esto es, las que contemplan la Constitución de los
órganos constitucionales, al igual que las normas atributivas de
competencia, es claro que vinculan de modo inmediato, desde el instante
mismo de entrada en vigor de la Constitución.
2. Otro tanto puede decirse de los derechos fundamentales, que no
requieren de la previa “interpositio legislatoris”, esto es, de la necesidad
de una ley interpuesta, vinculando de modo inmediato, si bien no puede
ignorarse que, como ha significado el Tribunal Constitucional (en relación
con el derecho a la objeción de conciencia: STC 15/1982, de 23 de abril),
cuando la Constitución, al reconocer un determinado derecho, opera con
una reserva de configuración legal, el mandato constitucional puede no
tener, hasta que la regulación se produzca, más que un mínimo contenido
que, en cualquier caso, ha de ser protegido.

3. LAS GARANTÍAS INSTITUCIONALES, con las que el constituyente intenta


salvaguardar el núcleo esencial o irreductible de una determinada institución (asi,
por ejemplo, la autonomía local), vinculan al legislador pues su vulneración
entraña un vicio de inconstitucionalidad material.

Como dijera Carl Schmitt, la estructura de las garantías institucionales es por


completa distinta, lógica y jurídicamente, de un derecho fundamental. Ni aun
siquiera cuando se aseguran con la garantía institucional derechos subjetivos de
individuos o de corporaciones, hay ahí derechos fundamentales ningunos. La
basa, no en la idea de una esfera de libertad ilimitada en principio, sino que afecta
a una institución jurídicamente reconocida, que, como tal, es una cosa
circunscrita y delimitada al servicio de ciertas tareas y de ciertos fines.

4. LOS MANDATOS AL LEGISLADOR, como su propio nombre indica,


constituyen disposiciones que prevén la necesidad de que del poder legislativo
emanen normas encaminadas a completar, a dar su complitud, aciertas normas
constitucionales. Tal puede ser el caso de la Ley Orgánica de Régimen Electoral
General, exigida por diversos preceptos de la constitución. Sin embargo, donde
la problemática se plantea con mayor intensidad es en el supuesto de aquellas
normas de vigencia obligada para el ejercicio de determinados derechos y de
modo muy especial, de bastantes de los derechos prestacionales.

A juicio de Rubio Llorente, los mandatos del legislador son fuente de Derecho
objetivo e imponen obligaciones, pero su eficacia para engendrar también
derechos subjetivos correlativos de estas obligaciones depende de que el
legislador pueda ser forzado a dictar estas leyes sin las cuales se frustra el
ejercicio real de derechos contenidos en la constitución.

En definitiva, estos mandatos vienen a plantear la problemática de la


inconstitucionalidad por omisión. A este respecto, nuestro supremo intérprete de
la constitución ha sido rotundo al sostener (una vez más en relación con el
Derecho a la objeción de conciencia) que “la dilatación en el cumplimiento del
deber que la constitución impone al legislador no puede lesionar el derecho
reconocida en ella”.

5. LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL ORDEN JURÍDICO-POLÍTICO


tienen un valor básicamente interpretativo. No es que la positivización de estos
principios (así, por ejemplo, el artículo 1° de la constitución al definir a Perú como
un estado democrático) nos situé ante enunciados vacíos, pero es evidente que
la complitud de estas disposiciones solo pueden producirse a partir de otras
determinaciones constitucionales.

6. EN CUANTO A LOS PRECEPTOS QUE MARCAN LOS FINES DEL


ESTADO, NORMAS DE ASIGNACIÓN DE FINES O NORMAS
PROGRAMÁTICAS.

Como tradicionalmente se les conoce, precisan los fines que la Constitución


asigna al Estado, y en nuestra Norma suprema se integran en su mayor parte en
el capítulo 3. Del Título I, cuyo rotulo (“De los principios rectores de la política
social y económica”) es ya por sí mismo lo suficientemente significativo.

Rubio Llorente entiende que estos preceptos imponen una obligación a todos los
poderes públicos, los vinculan, aunque el artículo 53.3 de la Constitución diga
otra cosa, y sobre todo obligan al juez a la hora de interpretar cualquiera otra
norma.

Desde luego, la necesidad- de la que se hace eco el citado artículo 53.3- de que
los principios rectores informen la practica judicial, es un reconocimiento de que
lo que los constitucionalistas alemanes llaman “determinaciones de fines del
estado” son algo más que meras normas programáticas, en el sentido tradicional
de las mismas surgido a raíz de la Constitución Weimar, que les negaba toda
aplicabilidad judicial. Así o constata entre nosotros García de Enterría.

Ahora bien, esto sentado, no puede afirmarse, por lo menos en el estricto sentido
de la expresión, tal y como se utiliza respecto de los derechos del Capítulo 2°
por el artículo 53.1, que los principios rectores del capítulo 3° vinculen a los
poderes públicos. Estos principios carecen de eficacia inmediata, lo que no
significa obviamente que puedan ser privados de todo medio de garantía y tutela.
Y ello, sin perjuicio de que asuman un indiscutible valor como criterio
hermenéutico. A este respecto, el Tribunal constitucional ha significado que el
articulo 53.3 impide considerar a estos principios como normas son contenido,
obligando a tenerlos presentes en la interpretación, tanto de las restantes normas
constitucionales como de las leyes ( STC 19/1982, de 5 de mayo).

Pero, como advierte Cascajo, los principios rectores no solo generan


obligaciones frente a determinados órganos públicos, si no que comprometen,
como no podía ser de otra forma, a toda la acción del Estado en su conjunto y
también a los poderes privados. Bien es cierto que el Tribunal Constitucional ha
considerado como muy improbable que una norma legal cualquiera pueda ser
considerada inconstitucional por omisión, esto es, por no atender, aisladamente
considerada, el mandato a los poderes públicos y en especial al legislador, en
que cada uno de esos principios rectores por lo general se concreta (STC
45/1989, de 20 de febrero)

De la sujeción al resto del ordenamiento jurídico. Y es que, como dijera Otto


Bacho F. en su discurso en la Universidad de Tubinga (1959), las normas
materiales de la Constitución poseen una enérgica prete3nción de la validez de
la que se desprende una fuerte vinculación a ellas por parte de todos los poderes
públicos. Bien es verdad de que el hecho de esrta sujeción no supone que
cualquier tipo de infracción de cualquier parcela del ordenamiento jurídico acarre
la inconstitucionalidad del acto que se haya producido tal infracción (STC
108/1986, de 29 de julio).

El Tribunal Constitucional ha asumido como doctrina esencial el reconocimiento


del carácter normativo de la constitución, como ya queda claramente puesto de
manifiesto con la jurisprudencia precedentemente citada.

d) El artículo 9.1. y la fuerza normativa de la constitución

Arrancando de la heterogeneidad de las normas constitucionales y su diferente


fuerza vinculante y teniendo en todo momento presente esta peculiaridad de las
disposiciones constitucionales podemos pasar a abordar con carácter general la
fuerza normativa de nuestra constitución.

Tal fuerza normativa se deduce sin ningún esfuerzo de la determinación del


artículo 9.1. de nuestra “Lex Superior”, conformidad con la cual (los ciudadanos
y los poderes públicos están sujetos a la constitución y el resto del ordenamiento
jurídico).Queda así explicada formalmente con meridiana claridad la pretensión
constitucional de regir efectivamente el comportamiento de toda la colectividad
ciudadana y los poderes públicos, en definitiva su pretensión de normatividad
“que la constitución es nuestra norma suprema y no una declaración
programativa o principal, es algo a dicho el tribunal constitucional (STC 80/1982,
de 20 de diciembre) – que se afirma de modo inequívoco y general en su artículo
9.1”

Más aún como señala García de Enterría del texto del artículo 9.1. no se deduce
solo el carácter vinculante general de la constitución sino algo más el carácter
de esta vinculación, como “vinculación más fuerte”, en la tradicional expresión
del constitucionalismo norteamericano. Ello es patente si se advierte que el
precepto, en cuestión al declarar la vinculación de “todos a la constitución al resto
del ordenamiento jurídico, otorga una minifiesta primacía a la vinculación
constitucional, que, además, se espera.
CONCLUSIONES
1. La constitución es nuestra norma fundamental, la que jerárquicamente
nos encabeza y organiza al país. Busca que las personas se adapten,
desarrollen y se desenvuelvan teniendo en cuenta lo que esta estipula. La
influencia que puede tener de Decretos universales no debería derivar
limitaciones, pues todos los países siempre han necesitado poco de
orientación.

2. El carácter normativo de la constitución ha ido evolucionando acorde al


pensamiento de los países, ya que tuvieron una concepción diferente o
tan solo no se hallaron las características necesarias para desarrollar
una normatividad universal o similar, pero eso ayuda a que cada uno
aporte una visión recalcable del cual se fue concretando hasta hoy en
día una normatividad constitucional.

3. Al hablar de Garantía institucionales se trata de abordar aquí


someramente una distinción necesaria para manejar con soltura el tema
de la protección de los derechos constitucionales. Y es que las
Constituciones utilizan a veces impropiamente el término derecho para
denominar lo que no es propiamente un derecho sino lo que, más
precisamente, es una garantía institucional. La Constitución española, por
ejemplo, habla del derecho a la autonomía local o del derecho a la
autonomía universitaria. Pero no se trata de derechos sino de garantías
institucionales.

4. Los preceptos que marcan los fines del Estado, imponen una obligación
a todos los poderes públicos, al respecto el Tribunal Constitucional hace
relevancia que el artículo 53.3 entiende que no debe ser interpretado
como principios sin contenido, obligando a tenerlos presentes en la
interpretación, además que los principios rectores no solo generan
obligaciones frente a cualquier órgano público, si no que comprometen, a
toda la acción del estado en su conjunto y también a los poderes privados.

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