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El panorama dista mucho de derivar en una paz poselectoral, y sin embargo este proceso le
atraviesa de punta a punta, pese a que lo que predomina en el escenario mediático son una serie
de alternativas macropolíticas que limitadamente repercutirían en pro de los sectores y clases
populares, dado que se asientan en torno a la activación del capital y en segundo o menor plano
de los intereses sociales.
Sin embargo, lo interesante de este proceso tal como está, según el contexto social imperante, es
caldo de cultivo para que se desarrollen antagonismos y luchas en torno a otras posiciones
especialmente populares dentro del fenómeno.
En estas circunstancias de décadas de enconada agresión y saqueo del país, salen a la luz nuevos
problemas como el rechazo al sistema vigente, la desfachatez de los poderes fácticos, el
narcopoder, el burocratismo paralizante, la violencia política, el sistema de corrupción, el
mecanismo de fraude electoral institucional, el desgaste del neoliberalismo y la depredación
capitalista. Factores catalizadores en un momento determinante para juntar los descontentos
subyacentes en el seno de las clases trabajadoras, las capas medias, los sectores y pueblos
históricamente marginados del panorama de la clase dominante.
Cuando vemos las disputas políticas mediáticas entre los contendientes al poder ejecutivo, se
entiende además una grave política que recoge las líneas de las guerras de cuarta generación
específicamente para la deconstrucción de la conciencia social del pueblo mexicano (posverdad
mediática, asesinatos en torno al proceso electoral, maniobras para urdir el fraude, inducción del
miedo al cambio de régimen).
Como se sabe, hay una disputa real en torno a que por esta vía en la condición presidencialista del
país, se deciden importantes aspectos de la vida social inmediata, que dimensionan las
circunstancias en que ha de moverse la lucha de clases a continuación, es un hecho por encima de
todo dogmatismo, es la realidad del país.
Lo que unos u otros logren hacer dependerá de las fuerzas que remuevan para ello, lo interesante
es el despuntar de los procesos de organización democráticos que consigan consolidarse en el
camino, lo cual hace tanta falta en las desmembradas condiciones de unidad entre los de abajo; en
que las banderas desdeñadas por los principales actores, deben ser retomadas sin vacilaciones: la
cuestión del antiimperialismo, la crítica al capitalismo y el impulso de la lucha popular
latinoamericana.
Otro hecho evidente es que la represión y todas las formas de reaccionarismo de las clases
opresoras van a incrementarse como respuesta de contención ante el desarrollo de un nuevo
proceso social. Tanto contra los pueblos como a las organizaciones revolucionarias y democráticas,
sea cual sea el resultado, van a acosarles; por lo que acuerparse y proyectar las líneas estratégicas
y el programa de lucha es vital.
La disputa es con la burguesía, el imperialismo y quienes concilien con sus intereses, no obstante
hay que responder al planteamiento de que el pueblo se propone las metas que puede lograr en
circunstancias concretas. El desarrollo del movimiento de fuerzas revolucionarias hacia un proceso
democrático y consecuente depende de que las clases populares encuentren mejores condiciones
de confrontación, sea manifestación, derechos sociales, espacios públicos de lucha, sacudidas y
desequilibrio en la estructura dominante, una tendencia de ascenso en la lucha de clases, u otros.
Centro de Estudios Karl Liebknecht (CEKL), Frente Sindical de Trabajadores Independientes (FSTI),
Frente Popular Francisco Villa Independiente (FPFVI), Movimiento Proletario Independiente (MPI),
Frente de Izquierda Revolucionaria.