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Elecciones femeninas en el Perú: la vida política de la mujer después de las

elecciones de 1956

¿En qué medida el voto femenino de 1956 favoreció la participación política de la

mujer peruana?

Número de Palabras: 1896

Código de estudiante:
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A. Identificación de las fuentes

El objetivo de esta investigación es entender el contexto en el que se desarrolló el

ingreso de la mujer peruana a la política. Buscando responder la siguiente pregunta:

¿En qué medida el voto femenino de 1956 favoreció la participación política de la

mujer peruana?

Para ello, me basaré en el análisis de dos fuentes secundarias que develan

las circunstancias en que se dieron las votaciones peruanas de 1956, a través de

entrevistas, donde las mujeres peruanas hablan de las experiencias que tuvieron

que vivir antes, durante y después de las elecciones de 1956. Ambas fuentes

permiten un adentramiento en los cambios de la política peruana, durante el siglo

XX.

Fuente I: La ampliación del cuerpo electoral: Ciudadanía, sufragio femenino y

experiencia parlamentaria 1956-1962, de Roisida Aguilar Gil

La fuente I es un estudio sobre los orígenes de la inclusión femenina como

ciudadana y su aceptación en el sufragio de 1956. Además, destaca los

movimientos femeninos en el Perú en años anteriores a 1956 y las actividades de

la mujer como precursora en el congreso, después de 1956.

El propósito de esta fuente es ilustrar como se logró establecer el sufragio

femenino y la participación de la mujer en la cámara congresal del estado.

Esta fuente secundaria tiene gran valor porque contiene una recopilación de

lo que vivió la mujer durante la búsqueda de una participación electoral, hechos que
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serán usados para entender cómo actuó y fue vista la mujer después de 1956. Sin

embargo, esta fuente muestra cierta subjetividad, porque la historiadora Aguilar Gil

se limita a analizar las actividades que realizaron las mujeres sin tomar mucha

consideración de la participación masculina, demostrando una tenencia defensora

del poder femenino.

Fuente II: El poder en el mundo formal, entre el voto y la cuota, de Victoria

Villanueva Chávez

Esta otra fuente es una compilación informativa hecha por la iniciativa del

movimiento Manuela Ramos sobre las acciones que se tomaron antes, durante y

después de las primeras elecciones de 1956, basándose principalmente en el

desarrollo que la mujer tuvo en el ámbito laboral, el cual pudo ser ampliado con la

integración femenina en el sufragio y lo poderes políticos del estado.

El propósito de esta fuente es demostrar la evolución de la equidad de

derechos en el país, la aceptación de las diferencias y la libre expresión que se dio

conjuntamente al desarrollo de la política electoral del Perú, además de la

ampliación laboral de la mujer.

Esta fuente secundaria tiene un gran valor para mi investigación, ya que

presenta los efectos de la aceptación de la mujer en las elecciones como ciudadana,

con mayores derechos a la educación, el empleo y la política. Además, muestra la

función que los partidos políticos del siglo XX en la aceptación de la mujer en la

política. Sin embargo, se limita por las ideas subjetivas de la autora Victoria

Villanueva Chávez, una antigua miembro del movimiento feminista Manuela Ramos,

el cual tiene ideologías subversivas que defienden a la mujer.


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B. Investigación

Elecciones de 1956

El derecho al voto femenino en el Perú, en contraste con países como Canadá,

Ecuador o Estados Unidos, aún era restringido en 1930. Sin embargo, la voz de la

mujer iba ganando lugar a través de movimientos como el llamado Evolución

Femenina, fundado en 1914 por María Jesús Alvarado o la Asociación Feminismo

Peruano, creado por Zoila Aurora Cáceres en 1924 que tenía como objetivo

determinar el igualitarismo de los derechos femeninos en ámbitos de educación,

empleo, y el derecho de sufragio de la mujer como ciudadana activa del estado

peruano (Aguilar, R., 2003).

En 1931, en el congreso constituyente expuso la posible inclusión femenina

en el sufragio. Durante el debate, salieron a relucir tres ideas. Primero, la del Partido

Descentralista del Perú, que se oponía rotundamente bajo la idea de que la mujer

tenía otros deberes, aquellos dados por la naturaleza de la maternidad y el hogar

que no se podía mezclar con la política. En segundo lugar, la del APRA, que indica

la necesidad de solo aceptar participación de las mujeres independientes, por su

autonomía en las elecciones, a comparación de las mujeres casadas, que podrían

ser influenciadas por las ideas de sus cónyuges. En tercer lugar, el Partido Unión

Revolucionaria, que aludía a que toda mujer alfabeta debía tener el derecho al voto.

Al finalizar el debate, en 1933, fue aceptada la votación de la mujer en las próximas

elecciones municipales, con la condición de que solo podrían sufragar “las mujeres

alfabetas, mayores de edad, casadas o madres de familia aunque no hubiesen

llegado a la mayoría de edad (art. 86)” (Paniagua, V., 2003, 71). Sin embargo,
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Aguilar, R. (2002) señala que las elecciones municipales fueron derrocadas,

convirtiéndose en el obstáculo de la no participación de la mujer en el sufragio, que

no se reestablecerían hasta 1963.

Por otro lado, fue durante el gobierno de Manuel A. Odría (1948-1956) que

se aceptó el sufragio femenino. De acuerdo con Villanueva, V. (2010), a finales del

gobierno de Odría, este señaló que las mujeres peruanas se encontraban en

condiciones de ejercer el sufragio como otras mujeres del mundo. Además, gracias

a la modificación de la Carta de 1933, “las mujeres alfabetas mayores de 21 años

adquirieran la plenitud de sus derechos políticos en 1955” (Paniagua, V., 2003, p.

71). Lo cual aun siendo una restricción parcial que separaba a las mujeres alfabetas

de aquellas analfabetas, permitiría que un año después, en las primeras elecciones

femeninas de 1956, el número de sufragistas fuese mayor al estimado.

Para una buena participación femenina en las elecciones de ese año, la

educación del ejercicio del voto femenino fue dada a través de emisoras radiales,

charlas en centros comerciales y películas (Villanueva, V., 2010, p. 12). Como

consecuencia principal de estas elecciones, se dio la elección de Manuel Prado

Ugarteche y de los primeros miembros femeninos dentro del Congreso. No

obstante, aun cuando la aceptación del sufragio de la mujer generó entusiasmo, las

palabras de una parte de la población femenina aun demostraba el miedo a la

reacción “anarquista” y machista que podrían traer los resultados a causa de su

intervención en las elecciones (Aguilar, R., 2003).

El proceso que tuvo que pasar la mujer peruana para intervenir en las

elecciones de 1956, pueden ser divididas según Pérez, P. (citado por Abad, S. 2009)
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a través de tres etapas que fortalecimiento del derecho de la mujer que usó para las

mujeres de Europa: Primero, la lucha femenina por la obtención de los derechos, al

ser ignoradas como ciudadanas. Segundo, la formalización de la participación

femenina como ciudadanas gracias a expansión del igualitarismo, un pensamiento

que señala la igualdad sin distinción que debería haber entre varones y mujeres, lo

que permitiría la votación femenina del 1956. Finalizando con el adentramiento de

la mujer en la política, al permitirse la participación política de las mujeres en el

congreso.

La conversión de la constitución política después de 1956

El primer voto femenino de 1956, fue causa de varias conversiones de los artículos

constitucionales, de tal forma que estos también incluyeran a la mujer como

ciudadana capaz de participar en la política del país. Antes de las elecciones, la

mujer ya era participe de cargos que hasta entonces solo pertenecían al varón. Aun

así, “La llegada de la mujer al Congreso rompió los acostumbrados esquemas de

representación política masculina” (Aguilar, R., 2003, p. 155) dando hincapié a la

revalorización femenina y el desarrollo de un país más liberal y democrático.

Un dato interesante, presentado por Villanueva, V. (2010) es que ocho

mujeres terminaron siendo aceptadas en los cargos de diputado; sin embargo,

dentro del senado aún se veía una fuerte carga de exclusión, ya que solo una mujer

pudo convertirse en senadora, Irene Silva de Santoalla. Aguilar, R. (2002) señala

que “la mayoría de los diputados y senadores estuvo de acuerdo con el proyecto de

reforma constitucional que reconocía el derecho de sufragio de la mujer” (p. 147).

Sin embargo, dentro del senado era donde se concentrada la oposición, y fueron
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quienes crearon restricciones para la aceptación total de la mujer en la política.

Villanueva, V. (2010) señala que el derecho de sufragio se delegó solo a aquellas

mujeres que tenían como mínimo estudios primarios, excluyendo a aquellas que

eran analfabetas y que representaban la mayor parte de la población femenina

“especialmente, las de zonas rurales” (p. 32). Por ejemplo, Del Águila, A. (2009)

menciona que “en Apurímac había el doble de analfabetos mujeres que hombres.

En Ayacucho, la población alfabeta constituía el 31,5% del total. De ésta, sólo el

37,7% era del sexo femenino” (p. 53). Por lo que se puede observar que el sur

peruano, por su característica rural y poca educación, no hubiese tenido gran

participación en las elecciones y la política. No obstante, gracias a las disputas y a

la búsqueda del igualitarismo político “La Constitución de 1979 (…) estableció

formalmente el sufragio universal, incluyendo, desde luego, el voto de los

analfabetos” (Paniagua, V., 2003, p. 79) permitiendo el ingreso del grupo femenino

analfabeto a formar parte de la ciudadanía, ampliando la participación política en el

Perú.

En conclusión, puedo afirmar que el primer sufragio femenino de 1956

permitió la participación de la mujer peruana en la política, ya que justo después de

haber sido realizados, ya se podía observar a las primeras parlamentarias y a la

primera senadora, lo cual marcaría la entrada de la mujer al congreso y a su

participación de la toma de decisiones como representantes del sector femenino de

todo país.
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C. Reflexión

Al concluir este trabajo pude comprender la necesidad de fuentes confiables para la

reconstrucción de un hecho histórico, para lo cual es necesario analizarlas y

compararlas con otras fuentes para validar su información. Por ello, comprendí que

un historiador tiene un trabajo muy arduo al registrar nuestra historia, especialmente

porque durante esta labor, ellos buscan mostrar los hechos con la mayor objetividad

posible.

En mi caso, encontré una amplia gama de información sobre la participación

femenina en las elecciones de 1956, lo cual me dificultó la elección de las fuentes

más importantes para mi investigación, ya que los documentos de los que nosotros

podemos disponer nos pueden informar sobre el acontecimiento histórico, pero solo

es una narración, desde la mirada del autor del documento. Aun cuando uno busca

ser objetivo, la forma en que uno piensa es la que permite que entendamos una

situación y la que presenta la percepción con la que vemos el mundo, esta es una

de las batallas que los historiadores tienen, ya que es muy difícil contradecirse a

uno mismo, y aun cuando uno se contradice la forma de percibir esa contradicción

y las perspectivas que el historiador tiene no pueden evitar que se filtre la

subjetividad.

Por otro lado, me di cuenta que todas mis fuentes se conectan unas con

otras, así como un hecho histórico da pase a otro. Este tipo de enlaces deben ser

desenredados por el historiador para facilitarle a la población conocer el pasado.

Por ello, creo que aquel que actúa como historiador está conectándonos con

nosotros mismos, lo cual es una función muy importante y necesita más que solo
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leer y analizar un documento, porque al igual como hice en esta investigación, ellos

deben absorber y entender cada palabra e ideología que llegue a través de las

fuentes que buscan para registrar de nuestro pasado.

Referencia

Abad, S. (enero-diciembre, 2009). Participación ciudadana: avances y retos

pendientes. Elecciones, 8(9), 11-38. Recuperado de

https://www.web.onpe.gob.pe/modEducacion/Publicaciones/L-0049.pdf

Aguilar, R. (diciembre, 2003). La ampliación del cuerpo electoral. Elecciones, 2(2),

141-168. Recuperado de

https://www.web.onpe.gob.pe/modEducacion/Publicaciones/L-0025.pdf

Aguilar, R. (noviembre, 2002). El sufragio de la mujer: Debate en el Congreso

Constituyente de 1931-1932. Elecciones, 1(2), 123-164. Recuperado de

https://www.web.onpe.gob.pe/modEducacion/Publicaciones/L-0021.pdf

Del Águila, A. (enero-diciembre, 2009). El otro desborde popular: el voto analfabeto,

los nuevos ciudadanos y la «crisis» del sistema de partidos peruano.

Elecciones, 8(9), 39-59. Recuperado de

https://www.web.onpe.gob.pe/modEducacion/Publicaciones/L-0049.pdf
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Paniagua, V. (diciembre, 2003). El derecho de sufragio en el Perú. Elecciones, 2(2),

61-89. Recuperado de

https://www.web.onpe.gob.pe/modEducacion/Publicaciones/L-0025.pdf

Villanueva, V. (agosto, 2010). El poder en el mundo formal, entre el voto y la cuota.

Lima, Perú: Movimiento Manuela Ramos. Recuperado de

http://www.manuela.org.pe/wp-content/uploads/2010/06/54074260-El-

poder-en-el-mundo-formal-Entre-el-voto-y-la-cuota.pdf

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