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El imperativo urbano-regional
Desequilibrio que probablemente procede del peso que tienen Bogotá y su región
en la dinámica urbanizadora del país (la ciudad Bogotá, al albergar más del 15%
de la población nacional, con un crecimiento anual de 140.000 nuevas personas
aprox.); y también de la localización de las principales actividades industriales
nacionales en el entorno inmediato de la ciudad, donde hoy se ubica más del 50
por ciento del sector empresarial colombiano, con un aporte del 32 por ciento al
Producto Interno Bruto nacional.
Entre los instrumentos urbanísticos y de gestión del suelo del POT de Bogotá y de
cada uno de los municipios de su entorno, claramente sólo se puede expresar una
intención, un interés, y acaso una necesidad por establecer propósitos regionales.
Sin embargo, aún resultando imprescindible, la vía normativa para consolidar el
proceso de regionalización de Bogotá, no sólo constituye el escenario menos
eficaz, sino el más árido en materia de resultados concretos.
Los verdaderos constructores de la Región Capital son hoy los intereses privados
que gravitan sobre la propiedad de la tierra y la industria. En ausencia de
instrumentos públicos que permitan recuperar el plus valor generado por las
infraestructuras, serán ellos quienes sigan capitalizando las inversiones públicas
realizadas con los tributos ciudadanos, y quienes también sigan causando los
principales desequilibrios ambientales regionales.
Tal como lo muestra el caso del Túnel de la Aurora, programado para comunicar a
Bogotá con el municipio de Sopó a la altura de la calle 200, para cuya realización
no se ha calculado el impacto sobre la estructura urbana municipal (Sopó es
casualmente el municipio con mayor tasa de crecimiento poblacional en Colombia,
a una velocidad cinco veces mayor que la del resto del país) [2]; y tampoco los
estudios del efecto del trazado sobre el valor de la tierra y las formas de ocupación
del territorio.
En cuanto al Plan Zonal, la experiencia no ha sido más feliz, considerando que las
mismas autoridades ambientales y de planeación con jurisdicción sobre el área,
aún no logran coincidir en determinar la vocación del territorio, frente a los
actuales requerimientos ambientales y de suelo urbanizable que tiene la ciudad.
Y todo ello en ausencia de los municipios de la Sabana, con los cuales debería
concertarse el futuro de los bordes de Bogotá, oportunidad que podría
aprovecharse para poner en marcha ejercicios focalizados de planeación
compartida con la región; si de construir región se trata, tal como lo expresa el
POT vigente de la ciudad.