Cabe al alto honor de volver a ocupar esta tribuna con ocasión de la
heroica defensa de Tacna “Altar de la Peruanidad” como bien lo dijera nuestro insigne historiados tacneño Dn. Jorge Basadre Grohman.
La batalla de Tacna acaecida al despuntar el sol del 26 de Mayo de
1880, por el hecho de parecer que no influía en los resultados generales de la campaña, pocos investigadores se han ocupado de ella. No concebían como lo comprendió Kahler que: “Para volverse historia los acontecimientos deben ante todo estar relacionados entre sí, formar una cadena, un continuo flujo”, no se pueden dar saltos y preocuparse solamente de lo que pueda dar lucimiento al que escribe. En esto es muy severo Pérez Galdós: “Abrase la historia - expone - no la que anda de mano en mano de todos, sino otras algo íntimas y que los testigos presenciales dictaron”. Será más importante para nosotros que todo lo sucedido en el frente, por los siguientes motivos:
1. Por la insólita resolución que dejara un vacio en el poder del gobierno
peruano, cuando ante la imposibilidad de mantener el Dpto. de Tarapacá, el Presidente Mariano I. Prado retorna a Lima, el 28 de Noviembre de 1879, en su fracaso de continuar un Gabinete que representara la unidad nacional, decide alejarse del país el 18 del mes siguiente, lo que supo aprovechar Piérola, el 23, asumiendo la Suprema Magistratura con facultades omnímodas.
2. El descalabro del régimen gubernamental de nuestros aliados cuando
la fuerza boliviana acantonada en Tacna secundaba al Coronel Eleodoro Camacho, poniendo término a la actuación del Presidente Hilarión Daza, el 27 de Diciembre del mismo año, sustituyéndolo por una Junta de Gobierno que entrega el mando el Gral. Narciso Campero, el 19 de Enero del siguiente año, con reorganización de mandos militares y concepciones operativas que colapsaron la inicial alianza Perú-Boliviana.
Estas situaciones internacionales que precedieron a la batalla librada en
el cerro Antiorco, y que impropiamente se le llama hasta hoy “El Alto de la Alianza”, ya que en sus cumbres precisamente se deshizo la unión de dos Estados hermanos que debieron permanecer unidos hasta las últimas consecuencias, en nada respetan el razonamiento lógico de Kant: ”La Guerra es mala, porque hace más hombres malos que los que 1 de 4 mata”, pues los súbditos de Caupolicán ensáñanse con los heridos con el criminal sistema del “repase”, clavándoles la bayoneta y diciéndoles: ¡Toma Tarapacá!. Victoria efímera, que no escapa a la compulsa del historiógrafo y médico madrileño Gregorio Marañón; “La historia no es una novela, es la vida y la vida es así: anverso de gloria y reverso de dolor” y que para Cáceres significó la muerte de su joven hermano Juan, a quien consuela en sus últimos instantes e igualmente la de Tacna, conllevó la desaparición de otro hermano espiritual, Crl. Víctor Fajardo, quien ofrenda su vida mandando las primeras columnas del Nº 5 de “Cazadores del Cuzco”, respetando las balas a su amigo Cáceres, que le permite seguir al frente del “Zepita” y “Cazadores del Misti”. Partiendo del desembarco chileno, el 31 de Diciembre de 1879, cuando el Alto Comando Aliado decide enviar una expedición conjunta hacia la caleta de Ite, situada al SO del puerto de Ilo, en la desembocadura del río Locumba, dirigida por el Crl. Cáceres, por decisión de Jefes y Oficiales unionistas, al punto que el contralmirante Lizardo Montero, pierolista que había tomado el Comando General, le dice despechado: “Los bolivianos piden que Ud. mande la expedición; lo felicito por la deferencia singular de nuestros aliados hacia Ud.”. Sale de Arica con sus huestes el 3 de Enero de 1880, el Alto Comando prefirió concentrar las fuerzas de Tacna contrariando la voluntad del héroe, desoyéndole totalmente, siendo éste el primer error táctico en el fatal encuentro. De inmediato se produce la segunda falla, al dividir el contingente para satisfacer la vanidad de “El Califa”, creyendo amedrentar al adversario aparentando la creación de una nueva y fortísima unidad que debía estacionarse en las inmediaciones del Misti. Nadie puede negar que el “Vencedor de Pacocha” era un eximio financista, pero pésimo estratega. Por eso, como lo hubo previsto Don Andrés Avelino, aparte de reducir las fuerzas defensoras de nuestra patria, dieron lamentablemente a los sureños la oportunidad de que hollaran el suelo de Ilo sin encontrar resistencia. Siguiendo el confuso plan sugerido por el Comando boliviano de querer atacar por sorpresa al campamento de la estrella solitaria, se produce el tercer error en el mismo teatro de operaciones: el Gral. Narciso Campero, acostumbrado a pelear en plena luz y sus rústicos e intonsos seguidores, desconociendo los escabrosos vericuetos de la serranía, se equivocaron de camino, pese a las protestas del Coronel Ayacuchano, debiendo los bisoños efectivos retornar a sus emplazamientos, agotados, entumecidos y desmoralizados, ocurriendo el cuarto desacierto y tal vez el peor de los yerros: prender fogatas, contra la advertencia de Cáceres, para evitar que se localizaran a sus troperos. Es doloroso confesar que los que quisieron sorprender, resultaron sorprendidos. Al observar frente a ellos, completamente repuesto a los invasores, que cómodamente 2 de 4 atrincherados en excelente posición, recibían la alborada conscientes de su abrumadora superioridad numérica y combativa.
A las 9 de la mañana, se inician las acciones con un prolongado duelo
de artillería y a pesar de la potencia de las armas de largo alcance que nos atacaban, por el lado izquierdo se movilizaron en perfecta formación las guerrillas que lideraba el Crl. Gregorio Albarracín “El Centaruro de las Vilcas”, valiente Jefe de un sector cacerista, cuya agilidad para desplazarse y bravura inspiraron al escritor araucano Alberto del Solar, Comandante del Regimiento “Esmeralda”, más conocido en Chile por “El Séptimo de Línea” y en el Perú, como el más sanguinario de toda la contienda del Pacífico. Este anoto en su diario de campaña: “Albarracín y los suyos constituían una amenaza permanente para la tranquilidad de nuestro campamento, manteniendo su ferocidad en la lucha, multiplicándose Dn. Gregorio junto con su hijo el Tte. José Rufino, arengándolos: ¡Adelante muchachos! ¡Las balas no matan! ¡Es el destino!”. Era una gran verdad, pues ni él ni Andrés Avelino murieron, pese a su arrojo y desprecio por la vida.
A las 11 de la mañana, nuestros contrarios realizan un ataque frontal con
gran fuerza. Es entonces que Cáceres sale a la palestra y tras reñida brega hace retroceder a los hombres de pie y a caballo, siendo imposible romper los cuadros de la infantería peruana, inmortalizándose ante la admiración y asombro de los mejores tácticos militares del planeta, quienes posteriormente imitaron sus movimientos estratégicos en campaña. No decía mal Freud: “Porque es imposible negar la influencia personal de algunos grandes hombres sobre la historia del mundo”. Sucesivamente sufrió la pérdida de dos corceles, el tercero es destrozado el estribo por un disparo, pero pudo rechazar los embates, más la pérdida de vida fue atroz. En total 150 de la Oficialidad y 2500 soldados y ya sin refuerzos que solicitara a vivas voces, toma el camino a una loma que conducía a Tacna, ordenando el toque reglamentario para reunir a los dispersos alrededor de la bandera. El Contralmirante Moreno ordeno concentración en Tarata, indicando a los jefes marcha forzada hacia Arequipa, pero Cáceres, pese a su disciplina militar, no puede dejar hacerle notar la quinta falla, al abandonar las tropas de Arica que comandaba el Crl. Bolognesi. El resultado es conocido por todos. Hemos de hacer hincapié que el Perú no limitó nunca por el Sur con Chile y la república de Bolivia tenia salida al mar por la región de Atacama. La gresca se origina entre estas dos naciones limítrofes; absolutamente nada teníamos que ver con ella. En consecuencia, jamás estas 3 potencias podrán sentirse satisfechas, puesto que su contención será 3 de 4 eterna e inspirada en los fragmento de Tito Livio, “Nulla lex satis commoda ómnibus est” (Ninguna ley puede contentar a todos), Clemente Cimorra, no puede menos que sentenciar que: “Es preferible una paz injusta a una guerra justa”.