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reducciones en América
Colonial
Inicio » Edad Moderna » Órdenes religiosas y reducciones en América Colonial
Adriano VI, con la bula Onmimoda, había renovado los privilegios de las órdenes
mendicantes para evangelizar a los paganos, reforzando su papel frente a las órdenes
monásticas tradicionales, como las contemplativas y las órdenes militares,
protagonistas de la reconquista española. Las primeras órdenes mendicantes en
América fueron la franciscana y la dominicana, acompañadas por la Merced, una
orden no mendicante que a través de uno frailes, había acompañado a Colón en su
segundo viaje. Posteriormente arribaron los agustinos y a mediados del siglo XVI los
jesuitas, la cuarta orden mendicante en hacer acto de presencia, seguida de otras órden
menores, como carmelias descalzos, capuchinos, etc. También encontramos una
importante presencia de órdenes femeninas: agustinas, brígidas, capuchinas,
carmelitas, clarisas, concepcionistas, dominicas, la Encarnación, la Enseñanza y
jerónimas. Las religiosas, especialmente las franciscanas y dominicas, tuvieron un
papel importante en la educación de niñas y jóvenes indígenas. Ya en 1524 Hernán
Cortés había solicitado el envío de religiosas a México. Además, estuvieron presentes
en las colonias americanas algunas órdenes hospitalarias, como la de San Juan de
Dios.
Desde el comienzo de la conquista espiritual y ante el protagonismo creciente de las
órdenes religiosas, el Vaticano quiso estar presente y en 1568 creó la Congregación
para la Conversión de los Infieles, buscando un cierto liderazgo en el proceso. En
1622 comenzó a funcionar Propaganda Fide, con un objetivo misional relacionado
con América. Sin embargo, España y Portugal se opusieron frontalmente a las
reivindicaciones vaticanas impidiendo la injerencia papal. La evangelización de los
indios se modificó a partir del Concilio de Trento, ya que la preeminencia de las
órdenes religiosas fue relegada a un segundo plano en beneficio del clero secular y de
los obispos, a tal punto que los nuevos monasterios de las órdenes religiosas deberían
erigirse en los territorios periféricos.
La orden mercedaria tuvo una labor misional discreta en las colonias. Desde muy
temprano, en 1514, fundó su primer convento en La Española. Los mercedarios habían
sido los capellanes del ejército castellano durante la reconquista y prolongaron su
papel en las expediciones de conquista, formando parte de las huestes de Hernán
Cortés, Francisco Pizarro, Pedrarias Dávila y Diego de Almagro. En 1528
contaban con 30 miembros en Indias. Su labor evangelizadora con los indios se centró
en Guatemala, Perú, Tucumán, Bolivia y Chile, aunque no supieron sacar partido de
su posición privilegiada y salvo el establecimiento de Guatemala, los demás
terminaron fracasando. En su labor apostólica siguieron el ejemplo de otras órdenes y
crearon escuelas donde acudían los hijos de los indígenas que se formaban como
catequistas.
Ordenes Religiosas
Jesuitas
Las reducciones
Las reducciones eran concentraciones de indios de una región determinada en uno o
más poblados administrados según pautas occidentales, que debían permanecer
aislados de la población española. Su origen se sitúa en los hospitales-pueblos creados
por Vasco de Quiroga en Michoacán a partir de 1537, el primero de los cuales fue
el de Santa Fe. En ellos la organización social y el reparto de las tierras era comunal,
siguiendo el modelo de Tomás Moro. Quiroga estimaba que el carácter ingenuo y
bondadoso de los indios, que contrastaba con el alma corrupta de los europeos,
facilitaba el desarrollo de la utopía de Moro en el Nuevo Mundo. En México, a estas
reducciones se las llamó congregaciones. Uno de sus principales objetivos fue la
cristianización de los indígenas, ya que la cercanía a curas y autoridades españolas
favorecía su aculturación. Las reducciones más conocidas son la de las jesuítas,
especialmente importantes en el Paraguay y zonas vecinas, que afectaban a los indios
guaraníes. Las primeras misiones, controladas por algo menos de 5 jesuítas, se
fundaron a comienzos del siglo XVII y llegaron a reunir en 32 pueblos cerca de
300.000 indios de origen guaraní. En el norte de México las misiones congregaron a
100.000 indígenas. Si bien se suele insistir en el aspecto utópico de las misiones, éstas
funcionaban bajo un régimen laboral muy duro y con horarios sumamente estrictos y
reglamentados que hacían mella en el ánimo de los indígenas reducidos, cuya vida
cotidiana se regía por el comunitarismo. Las misiones gozaban de una amplia
autonomía respecto al poder político, lo que era causa de frecuentes roces con los
hacendados de la región, como se puso de manifiesto en el enfrentamiento librado por
los terratenientes entre 1721 y 1735, pero también con las autoridades locales —
gobernadores o corregidores—. Precisamente por eso los reformistas borbónicos,
ansiosos por reforzar el poder de la monarquía, tampoco los veían con buenos ojos y
fueron firmes partidarios de su expulsión de Indias. Los ataques de los bandeirantes,
cazadores de indígenas provenientes de la región paulista, cuyo propósito era vender
como esclavos en Brasil a los indios, comenzó a erosionar la vida de las misiones.
Éstas recibieron un golpe mortal con la expulsión de los jesuítas en 1767, que impulsó
su definitivo declive. Desde su exilio europeo, los jesuítas expulsados de América por
orden de Carlos III, idealizaron el papel de las reducciones paraguayas en la
promoción de los indígenas y especialmente su carácter utópico.