Lo cierto es que muy raramente los aditivos alimentarios provocan o causan
determinadas reacciones alérgicas. Aunque los más comunes y habituales en este sentido son los siguientes: Sulfitos: pueden causar problemas en personas sensibles a los conocidos como agentes de sulfitación. Se emplean para el control de la proliferación de microbios en bebidas fermentadas. En personas asmáticas y sensibles los sulfitos pueden causar dificultad respiratoria, tos, silibancia y respiración entrecortada. Glutamato monosódico: compuesto por sodio y ácido glutámico, se utiliza como potenciador del sabor en comidas preparadas, y sobretodo en la comida china. Aunque se cree que puede causar dolor de cabeza y sensación de hormigueo en el cuerpo (afección conocida tradicionalmente con el nombre del síndrome del restaurante chino), lo cierto es que algunos estudios científicos han observado que no existiría esta relación. Aspartamo: se trata de un conocido edulcorante utilizado habitualmente en productos dietéticos. Se cree que podría provocar efectos adversos parecidos al glutamato monosódico, pero no han podido ser demostrados por estudios científicos. Determinados colorantes: como por ejemplo la carmina (E 120 o cochinilla roja) o la tartracina (E 102), que podrían causar reacciones alérgicas en personas sensibles, tales como congestión nasal, urticaria y erupciones en la piel. Como vemos, lo cierto es que la mayoría de los efectos secundarios causados por los aditivos alimenticios, se deberían principalmente o bien a una mayor sensibilidad que la persona puede tener hacia los mismos (reacciones alérgicas y/o adversas relacionadas), o bien por un consumo excesivo de alimentos o productos alimenticios con presencia de determinados aditivos. Tal es el caso del consumo excesivo de chicles sin azúcar y su contenido en sorbitol, que podría causar diarreas.