Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DEL
FRASCO AZUL
Novela
de
1
La ciudad de Oaxaca es un lugar de misterios. ¿Cuántas despedidas se
han dado en las salas y pasillos de su vieja estación de autobuses? Lo de
menos es quien se va o quien se queda. Una despedida es una
convocatoria del destino.
Linda estaba más emocionada que nunca y eso que apenas era el segundo
acontecimiento de la próxima boda. El primero fue un mes antes, cuando
los padres de Gabino pidieron la mano de la muchacha. ¿Cuántas cosas se
aproximaban? El vestido blanco, la ceremonia religiosa en la iglesia de la
Soledad, la fiesta, el mole, los regalos, la música, el viaje de luna de miel a
Huatulco, la primera noche; sin duda el embarazo, poco después el
nacimiento del primogénito, el placer de ser respetada como señora y sin
duda al final, una muerte tranquila.
Gabino quería que el día de la boda, Linda luciera preciosa, así como la
muchacha merecía. Para eso había ahorrado lo suficiente y ahora no se iba
a detener ante el precio de un ajuar. Es un día que sólo una vez ocurre en
la vida, bien vale la pena que se haga en grande, que se tire la casa por la
ventana, pensaba.
2
evidenciaba un capricho infantil, sin ninguna intención mayor que la de ser
capaz de presumirle a sus primas y amigas que ella se había atrevido a
viajar sola hasta la ciudad de México.
Era una chiquilla seria, siempre lo fue; nadie tenía por qué ver con malos
ojos su viaje o su capricho, si alguien quiere pensar así. Más bien, podía
interpretarse como seña de que la muchacha no se iba a conformar con ser
un ama de casa preocupada sólo por las labores domésticas, sino una
mujer de trabajo, de esas que se fajan los pantalones y producen a la par
de sus maridos.
3
Resultaba necesario buscar una esposa respetable, no una joven propensa
a las pasiones y arrebatos. Linda era linda: cuerpo de espiga y formas
discretas. Además con su decencia llegaba a más, aunque más es una
palabra que siempre resulta peligrosa, quizá por eso el destino la usa como
aliada.
El autobús iba casi repleto. La de las nueve era una de las corridas
predilectas. Se llegaba a muy buena hora a la ciudad de México. Resultaba
extraño que Linda fuera la única viajera que no iba acompañada. Mejor. Así
podría estirarse en el asiento y hasta dormir en ambas plazas.
El autobús detuvo su marcha. Del taxi bajó un hombre vestido con traje
caqui. Traía un boleto en la mano. Era un pasajero atrasado que alcanzaba
al autobús. La idea de Linda de estirarse y dormir en los dos asientos se
vino abajo. Sin duda el lugar libre pertenecía al nuevo pasajero.
4
Ella era una muchacha seria y jamás se había ruborizado ante los ojos de
un extraño y mucho menos sentido que su corazón latía tan de prisa. Una
vez una tía solterona le dijo que todos en el mundo tenemos una media
naranja, que el secreto de la felicidad radica en hallarla. “El dinero, el
poder, son simples pretextos para soportar la ausencia de esa media
naranja”. Y pensar que la tía Chole le parecía una solterona loca que en las
fiestas bebía más mezcal de lo bien visto.
Aún el autobús recorría las calles de la ciudad. Pudo pedirle al chofer que
la bajara argumentando cualquier excusa, eso resultaba lo de menos. Su
equipaje era mínimo: una maleta de mano, así como la del desconocido...
5
En menos de un minuto podría estar en una calle céntrica, tomar un taxi,
regresar a su casa aduciendo cualquier excusa, casarse con un vestido
común y corriente comprado en cualquier almacén de Oaxaca...
Linda ya había probado otra cosa. La erección de sus pezones y un tic tac
en su sexo lo confirmaban. Cerró los ojos reconociéndose en esa nueva
naturaleza: un animal vive en mí, pensaba. Un animal vive en todos y algún
día despierta.
Ella también en su casa leía el periódico. Ella desde niña leyó. No era
tonta. Su familia estaba suscrita a Excélsior. ¿Cuál será el animal del
desconocido?
6
A Linda el periódico le temblaba entre los dedos. Apoyó sus brazos en los
costados para que el movimiento no fuera notorio. Como si poseyeran
voluntad propia, sus labios dijeron casi en secreto: Tú condúceme. El
desconocido de inmediato volteó a verla y dijo: ¿perdón?
Traía dinero suficiente. Todo era cosa de bajarse del camión, caminar unas
cuadras, refrescar su “desvarío” con una nieve de mango, después saludar
a su madrina, respirar el olor a “conocido” que se da en toda casa decente;
incluso pedirle la bendición a la madrina y después tranquila tomar otro
autobús pensando que el hombre de caqui nunca existió. ¿Tranquila? ¿Y el
animal?
7
maravillosa, porque yo sé que usted es un hombre decente que de ninguna
manera me insinuará algo ofensivo. Usted no sería capaz de hacerme
sentir avergonzada... ¡Avergüénceme si quiere!, también el rubor trae
destino y placeres”.
Linda se sintió ridícula cuando le contó que ella y su prometido abrirían una
farmacia y si las cosas iban bien, una papelería. Ya en el largo plazo, quizá
cuando los niños hubieran crecido lo suficiente, pensarían en la apertura de
algunas sucursales en Salina Cruz, después planes para la vejez. ¿Qué es
la vida?, se preguntó Linda.
Y ella que siempre supuso que la farmacéutica y la papelería eran los más
bellos negocios. Ella que aseguraba que la capacidad de planear la vida
evidenciaba una noble aptitud de la gente decente, ella que no reparaba en
afirmar que lo respetable siempre fue mejor que lo aventurado.
8
pues incluso el más insignificante de sus movimientos resultaba
maravilloso; un animal afín. Lo supo cuando vio los músculos de sus
manos. Cuando sintió que los dedos del desconocido eran transmisores de
virilidad. Sus ojos miraban directo, pero de ningún modo caían en la
fanfarronada. ¿Qué animal eres, desconocido? No se atrevió. Era más fácil
usar el camino conocido, las frases que preludian una charla insulsa:
Linda se dio cuenta lo tonta que resulta la conversación vacía. Ese decir
“algo” con la sola idea de no permanecer callado, de parecer sociable. A
ella en ese momento le interesaba concebir algo más que un hilo de frases
y temas que siempre culminan con un: “hasta luego”, fue un placer”.
Es divorciado, con un hijo de ocho años que vive con la madre en los
Estados Unidos. Linda se lo repetía mil veces en cada segundo.
Que ganas de una mañana de sábado pasear por los pasillos y salas del ex
convento y relatarle mil anécdotas. De caminar del brazo sintiendo la
protección de un hombre maduro cuyo único plan de vida es ser feliz,
realizarse como hombre sin importarle mucho las finanzas, quizá sólo lo
necesario para seguir siendo libre, dueño de cada una de sus acciones.
9
Por la noche besarle el pecho. Dejarlo... dejarlo... dejar que lo que nazca
perdure hasta el amanecer.
Se sintió ridícula cuando lo único que pasaba por su mente era hablar de
las tlayudas y el mole. Que ganas de “existir” junto a Bernardo durante un
atardecer. Sentarse en una hamaca a beber agua de coco con limón,
acaso él una cerveza fría.
Así como si durante muchos años hubieran vivido juntos, Bernardo tomó
ambas maletas y siendo dos aventureros caminaron rumbo al sitio de taxis.
¿Aventureros de qué? ¿Aventureros de qué?
10
- Si trabaja tanto debería...
- Encontré todas las plantas que necesitamos y a muy buen precio. En
cuanto entregue el informe me voy a casa. Vivo muy cerca de ahí. En la
colonia San Rafael.
- Yo...
Existen “no”, que resultan terribles, pero nunca aquel que se dice mientras
nuestros ojos se mezclan con el brillo de los ojos del otro.
11
tiempos? ¿Acaso Linda le estaba diciendo no, a algo que el destino ya le
tenía pronosticado? ¿Su animal aullaba ansioso?
- Tengo diecinueve años. No se ría que soy más adulta que muchas que
me doblan la edad.
- No me río. Veía sus ojos.
La despedida fue algo momentáneo que podía ser eterno. El tiempo jugó
con la vida. Ya eran las siete de la noche. Fue la tarde mas larga de su
vida. Una vida dentro de una vida.
12
- ¡Suena! ¡Obedece a los dedos de Bernardo! Él ya debe estar marcando el
número del hotel. ¡Cierro los ojos y suenas!
Desnuda era otra. Sus ojos eran más negros y grandes. Combinaban la
paz con la inquietud. Su talle se alargaba formando un triángulo escaleno
donde los vértices eran su ombligo y los pezones... el palpitar de sus
pezones.
- ¡Suena teléfono!
Una vez su tía Purísima le dijo: “Sobrina de mis amores, los pecados nunca
se olvidan... por fortuna”.
¿Dónde podría estar Bernardo? La ciudad era tan pequeña para huir y tan
grande para encontrarlo. No resistió más y se acarició un poquito al
teléfono...
¡Por fin sonó el aparato! Que alivio, que susto, que emoción. Primero un
prolongado timbrazo. Cuando iniciaba el segundo llamado, Linda ya estaba
lista para descolgar, pero dejó que terminara el llamado. Se vio al espejo,
entreabriendo los ojos. Un instante cohabitado con nuestro instinto, es un
instante de eternidad.
13
Linda después de esperar tres segundos mojó sus labios para así obtener
un saludo capaz de contener su sensualidad.
- Hola...
- ¡Bueno!
- Gabi, dejé la regadera abierta, se está tirando el agua, en un rato van a
cerrar el restaurante y quiero bajar a tomarme un vaso de leche y un
sándwich, tengo mucho sueño, mañana pienso levantarme temprano.
- Cuídate mucho...
14
Por fin el tiempo hizo lo suyo. Se despidieron. Otra vez recomendaciones,
besos, peticiones de cuidado...
Linda se quitó la toalla de encima y otra vez se miró desnuda frente al gran
espejo... amó sus ojos, ellos la descubrían. Hipnotizada ante su respiración
logró contener el llanto y las ganas de un poco de agua fría...
15
había detectado, que... no valían la pena más conjeturas, lo importante era
que él estaría esperándola en veinte minutos en el recibidor del hotel.
Bajó las escaleras. En un folleto turístico leyó que el edificio data del siglo
XVI. Necesitaba entretener su mente con algo. Podría ser terrible que
Bernardo descubriera su inquietud.
16
- Un poco mío, un poco suyo.
- Cualquier hombre que sea su novio debe sentirse muy seguro. Nunca en
mi vida he visto una mujer con tanta energía e intensidad como usted.
17
abandonado. ¿Por qué Bernardo la llevaba ahí? ¿Se trataba de alguna
broma, de un equívoco o de una maldad?
Treinta segundos. ¿Dónde fue Bernardo? Por fin encendió las luces. Se
alcanzaba a leer: Pizzería “La Coincidencia”. No parecía una razón social
muy “adecuada”, pero en ese momento era significativa.
- Entre, Linda. Quiero que conozca. Aquí hace años deposité mis sueños.
No se aterre, podemos cenar en otro sitio menos polvoso. Sólo quiero que
conozca...
- ¿Por qué no mejor...?
18
mágicas, olvidarse que estaba solo. Fue hasta un fregadero y lavó unas
copas, descorchó el vino...
19
resultaban necesarias para la gente que no coincide en cuestiones
profundas.
Un brindis con licor de menta y una mirada que todo lo dice. Escaleras de
caracol, un pequeño apartamento del quinto piso. Respiración agitada. El
viejo edificio estilo “Decó” de la calle de Serapio Rendón era modesto, un
lugar para dormir, quizá para leer de vez en cuando. Linda se preguntaba si
antes otras mujeres habían estado ahí “durmiendo” con Bernardo.
En cuanto Bernardo le besó los senos, sus ojos viriles tuvieron la mirada
más limpia del horizonte. Los ojos de él y los pezones de ella eran la
analogía de la consonancia, una pureza que deseaba ser más pura. Ella
sólo dejó que sus páginas fueran recorridas por el tacto, la mirada y la
imaginación de su hombre, de su Bernardo.
- Soy tu libro. ¡Léeme! Soy una selva, descubre mi clorofila. Olvídate del
tiempo. Piensa en mí.
Unos días después ocurriría lo mismo con Gabino, aunque eso “mismo”,
sería diferente. Gabino no conocía las lecturas de selva... El amor sin la
complicidad del deseo profundo no existe, se convierte en uno de los tantos
inventos de la sociedad.
20
Bernardo la penetraba con suavidad, así como si ambos cuerpos
coincidieran en ansiedad y movimiento... en las lecturas del ansia, en los
preceptos del anhelo. La suavidad y el impulso se hizo concordancia y
éxtasis frenético. Ella ahí entendió que su virginidad seguiría siendo
sagrada, pues le pertenecería eternamente a Bernardo. Él la tomaba con
suavidad que concluía en fuerza, en una fuerza brutal que la elevaba al
éxtasis.
21
mirada les propuso. Ella tuvo miedo. ¿Qué dirá la gente de mí? Voy a estar
en boca de todo Oaxaca. Tuvo miedo de tener miedo, porque cuando dijo
no puedo quedarme contigo, estaba abrazando a Bernardo y junto a él, el
miedo no existe.
Quizá Bernardo necesite más del mundo que de mí. ¿Qué seguridad puede
ofrecerme una aventura con un desconocido?
- Ahora que la gente nada dirá de mí, ¿qué podré decir yo? ¿En boca de
quién estaré, si mi boca es de Bernardo? Si toda yo ya estoy en su boca.
Ella llegó hasta el altar. Ahí cerró los ojos para mirar más de cerca a
Bernardo, pues hasta con los ojos abiertos lo veía. Creyó que las primeras
palabras del sacerdote decían: “¿A quién recuerdas en esos momentos en
que todo mundo piensa que eres feliz?”.
22
Hongos. Ella la enterró en uno de los patios del ex convento de Santo
Domingo. Años después un albañil la encontró. El obrero supuso que algún
anticuario podría darle unos pesos por el papel. La receta llegó hasta
Bernardo gracias a un pintor oaxaqueño con el que comparte misterios.
Durante la luna llena, la pócima no surte efecto. Es por eso que quien la
probó, en esas fechas puede llegar hasta el asesinato. El deseo, la sangre
y el misterio están muy cercanos. Sin duda el brebaje es peligroso. La
Inquisición quemó a muchas mujeres por usarlo. Qué le importaba a Linda.
Lo principal era que el recuerdo de Bernardo podía adquirir cuerpo.
Se dice que Linda vivió “muy a gusto” con Gabino. Los negocios fueron
bien, muy bien. Ella no quiso engendrar hijos. Gabino nunca entendió la
negativa, pero ante el hecho, guardaba silencio. Ella siempre le impuso.
Era una mujer muy fuerte. Desde aquella vez que vino a México, nadie
pudo sostenerle la mirada.
23
Oaxaca todos la conocen. Su marido se llama Gabino... Ahora ya no es
una joven, pero sin duda no ha perdido el brillo de sus ojos.
Lindas se perdía por horas. Caminaba por los pasillos de Santo Domingo.
Al parecer Gabino consideraba que el ensimismamiento de su mujer era
producto de la locura. Que lejos está de la verdad, aunque esa verdad
nunca la conozca.
Al otro día Linda me llevó a visitar Mitla y Monte Albán. Considero que es la
mujer más lúcida que he conocido. Sus ojos reflejan satisfacción. Envidié a
Bernardo. Al salir de la zona arqueológica tomamos un taxi. Fuimos a
24
comer hasta el Tule. Probamos el Amarillo, mole, empanadas. En una
destilería tomamos una copa de mezcal. Linda sonreía al mirar mis gestos
al comer los chapulines que nos ofrecieron de botana.
Me dijo que Bernardo la visitó dos años antes. “Ese día no tuve que usar el
ungüento. Tú me entiendes”. Él estaba en persona.
- Me lo contó.
- Él me dijo que la llegada de uno de sus amigos sería la señal. Lo esperé
un buen tiempo. Tus ojos son muy parecidos a los de Bernardo. A él
tampoco le hacen mucha gracia los chapulines.
- Yo...
25
algún sitio fuera a llegar una respuesta. Gabino caminaba por la acera
como un loco que llora desconsolado.
26
- La última voluntad de don Bernardo fue que si usted venía, le diera la
llave. Puede llevarse lo que quiera. Él eso me dijo.
- ¿La última voluntad?
- El señor Bernardo murió... se quedó dormido...
Llegamos a un río. Los tres estábamos tomados de la mano. Los ojos y los
dedos son el más grande conducto del amor. De aquel lado está la vida,
me dijo Bernardo. ¿Y de este la muerte?, contesté.
27
- Se llama pasión. Algunos insisten en llamarle infierno.
- Pero...
- Como podrás darte cuenta, las llamas son muy especiales. Quien vive
una pasión en vida, la vive eternamente.
Linda sonreía pícara, su desnudez también era una sonrisa. Abrió sus
brazos para despedirse, así mostrándose. Ambos me besaron en la frente.
Me lancé al río. Desde la orilla Linda me gritó: “¡usa el ungüento!”.
28
- Así es ella. Aunque sentí que la conquistaba, siempre supe que no
era mía. Lo siento, pero tienes que regresar a tu dimensión. Tu
cuerpo físico puede presentar problemas”.
- Todo va estar bien, señor. Ahorita vamos al hospital. Deje el frasco. Nadie
se lo va a robar. ¿A quién puede interesarle un frasco azul?
29