Está en la página 1de 3

Si la gramática es el arte de hablar y escribir correctamente una lengua, toda

lengua es un vasto conjunto de palabras, y toda palabra es un sonido —o


conjunto de sonidos— o un signo —o grupo de signos—, que por sí solo
representa alguna idea completa o incompleta. Las palabras se construyen, se
combinan, se modifican, se expresan: al transmitir lo que pensamos o
sentimos, realizan o constituyen la estructura del lenguaje. En la gramática,
la prosodia enseña a pronunciar las palabras; la analogía, a conocer la
naturaleza de cada una de ellas, con sus propiedades y accidentes; la sintaxis,
a enlazarlas; la ortografía, a escribirlas con corrección. Cuando al hablar o
escribir el idioma se cometen faltas, dícese que existen vicios de dicción:
aquellos que afectan directamente a las 1ª, 2ª y 4ª ramas de la gramática,
llámanse barbarismos, y solecismos a los que violan las leyes de la sintaxis.

El lenguaje es la facultad, adquirida por el ser humano durante su desarrollo y


facilitada por la herencia, que le permite expresar su pensamiento por medio de
signos: habla, mímica, escritura. Decimos que es una facultad adquirida
durante el desarrollo porque al nacer el niño carece de la capacidad para
expresar su pensamiento, si es que éste en verdad existe como tal: dado que el
sistema nervioso cerebroespinal no se halla cabalmente desarrollado, lo más
probable es que la formación de ideas resulte confusa en un principio, puesto
que los órganos de los sentidos, indispensables para la ejecución correcta del
lenguaje, tampoco están plenamente desarrollados; en los albores de la vida
extrauterina la percepción ha de resultar ciertamente irregular o inadecuada. A
partir de los primeros meses la visión y la audición empiezan a madurar: la
palabra oída comienza a entenderse, y la palabra vista constituirá una
captación ulterior. Podemos decir que el lenguaje está facilitado por la herencia
cuando comprobamos que a través de numerosas generaciones no se pierde,
sino que se afianza, y cuando se logra simplemente a partir de las relaciones
ambientales, en un terreno en el cual las partículas genéticas quizá influyan.

Resulta curioso que para poder entrar en relación con sus semejantes por
medio de la palabra hablada y escrita, el ser humano no sólo necesita oír y ver,
sino también comprender tales palabras dichas o leídas y, a su vez, poder
expresar sus ideas con vocablos. Debe poseer, entonces, además de los
sentidos de la audición y de la visión adonde van a depositarse las palabras
habladas como sonidos y las palabras escritas o impresas como imágenes
visuales, centros especiales encargados de la comprensión de dichas palabras
habladas, escritas o impresas. Para conseguir a su vez articular palabras,
además del centro cortical que dirige los músculos de la lengua, cara y laringe
que entran en juego en el lenguaje hablado, debe también poseer otro centro
especial que ordene los movimientos de articulación precisos ...

Cap 2

La morfología, rama de la analogía, nos enseña la estructura, formación y las


transformaciones de los vocablos. La etimologíaes la explicación verdadera del
origen de la palabra; si también se le denomina lexicogenesia o
engendramiento del lenguaje, es porque estudia la razón de la existencia de las
palabras por medio de la derivación y composición. La etimología es una rama
complementaria de la semántica —ciencia que trata del significado de las
palabras—, utilísima para la redacción, porque el origen de la palabra
interviene, en la mayoría de los casos, en su significación. Estrictamente
hablando, el estudio de la etimología de una lengua presupone sólidos
fundamentos de lingüística general y profundos conocimientos del idioma cuyo
léxico se investiga; de seguir a la palabra paso a paso en su evolución
diacrónica, registrando todos sus cambios fonéticos, morfológicos y
semánticos, iríamos demasiado lejos, mucho más allá de la intención que
perseguimos. Interesados sólo en la acepción que se otorgaba al vocablo en la
lengua original y en la significación que toma en la época presente, estamos
capacitados para apreciar el estudio semántico o ideológico del vocablo en las
épocas históricas clásica y actual.

La palabra que, según fray Luis de León, “sustituye a la cosa que nombra; su
fin es hacer que lo ausente nos sea presente y cercano, y lo que se aleja
conserve en la imagen de su origen la significación de aquello de donde nace
no obstante ser sólo el sonido de una palabra”, está constituida por dos
elementos: raíz y morfemas. La raíz es el núcleo de una serie o familia de
palabras, ligadas entre sí por el sentido fundamental; los morfemas son los
constituyentes inseparables de la raíz que, unidos a ella, concretan e
individualizan el significado vago, impreciso, de la misma raíz.1

González Peña señala que en la formación y transformaciones de las palabras


deben distinguirse diferentes fragmentos. Llama raíz a la porción literal o
silábica que se considera el elemento primitivo de la palabra y que representa
la idea matriz o principal significada por ella. Cuando la raíz altera su estructura
material, principalmente por adición de una o varias letras, se convierte en
radical; a la letra o letras que se añaden a la raíz para formar el radical se les
nombra formativas. Así, la raíz es el origen común de las palabras de toda una
misma familia, y el radical es el origen inmediato de parte o de una sola rama
de palabras de dicha familia: la raíz es como el primitivo, y el radical puede
considerarse ya como un primer derivado; la raíz es primaria, el radical es una
raíz secundaria.2

Las raíces son invariables o casi invariables; si presentan alguna variación —y


ello sucede sobre todo cuando las raíces pasan de un idioma a otro—, ésta es
muy leve, y suele consistir en la pérdida, adición o mudanza de una letra; así,
...

También podría gustarte