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Abigail

Por Alicia Cajas

Para Abigail lo único importante era atender su pequeño restaurante, a sus 28 años no se había
casado, su familia constantemente le hacía la pregunta de rigor:

- ¿cuándo llegará el indicado? –

Pero ella siempre les respondía:

- Cuando sea verano y entre por esa puerta un hombre con abrigo de esquimal.

En realidad, era una exageración porque nadie en su cabal juicio entraría a un restaurante con
abrigo de esquimal y en verano.

Su restaurante era muy famoso por su deliciosa comida, llegaban todo tipo de personas a
servirse su almuerzo y luego continuaban a su trabajo. Ella era muy apreciada por todos debido
a su amabilidad al atender, todos los días brindaba un postre diferente.

Un día caluroso, entró un hombre nuevo al local. Tomo asiento en una mesa central, Abigail fue
a atenderlo personalmente.

- Buenos días caballero, ¿qué puede servirle? – le dijo.


- Buenos días – contestó – me sirve el plato del día por favor – su voz fue muy amable.

Abigail se quedó pensando en su manera de contestar y al traerle la comida no dejaba de


mirarlo. Aquel hombre levantó su mirada y encontró la de ella. Eso marco el corazón de Abigail,
y sentía latir su corazón con fuerza, la respiración se pauso demasiado, sentía que no podía
continuar de pie, tuvo que retirarse enseguida.

Al siguiente día el caballero volvió, ella con cierta emoción controlada, rápidamente lo atendió:

- Buenos días caballero, ¿le sirvo el plato del día? – preguntó - con recelo esta vez.
- Buenos días Abigail – la saludó afectuosamente – Sí por favor, sírvame el plato del día.

Para ella oír su nombre en los labios de aquel caballero desconocido la dejó sin respirar, no sabía
qué hacer y menos aún que decir y con algo de balbuceo preguntó:

- ¿Cómo supo mi nombre?


- Lo dice en el gafete de tu blusa – respondió.

Eso fue un alivio para ella y luego se retiró pensando “No tiene traje de esquimal, así que no es
el indicado”. Y quiso saber su nombre. Entonces debía elaborar un plan.

Le indicó a la cajera que le pida los datos para la factura, que era una norma legal del local y que
si convertía en cliente frecuente tendría descuentos especiales.

Abigail miró como aquel caballero conversaba con la cajera, canceló la cuenta y se retiraba
dando las gracias. Enseguida fue con ella y le pregunto el nombre de aquel caballero, la cajera
mostrando curiosidad le dijo:

- Xavier Donato – y esperó a ver la reacción de su jefa.


Esta absorta y como si todo el lugar estuviera vacío solo repetía en su cabeza “Xavier Donato,
Xavier Donato, Xavier Donato…”, perdió la cuenta de los suspiros hasta que un fuerte –
Craaaassshhhh- la trajo a la realidad, tiró una bandeja entera de vasos. Hizo recoger todo y
regreso a sus labores tan distraída, a estas alturas todos sabían lo que le pasaba menos ella.

El siguiente día estuvo nublado, pero para Abigail era el día más brillante que hubiera vivido,
llovía un poco, era como para abrigarse. En su restaurante espero a la hora del almuerzo para
ver llegar a Xavier, no podía concentrarse por la espera así que no salía de la cocina, avanzó la
tarde y él no llegó. Para ella esto fue fatal, el mundo se le caía encima, se fue a casa dejando a
cargo de todo a su fiel cajera.

Era el cuarto día desde que vio por primera vez a Xavier, el amanecer era hermoso parecía que
la llovizna anterior había limpiado el cielo, el sol estaba radiante, pero para ella no importaba si
no veía o sabía algo de él.

Estaba trabajando con algo de desánimo y al medio día con un sol fuerte y radiante vio entrar
por la puerta un hombre con traje de esquimal, ella se restriega los ojos para asegurarse que no
está fantaseando, pero el hombre retira su capucha de la cabeza y sí era él, Xavier.

Abigail sale corriendo de la cocina y se para frente a él.

- ¿cómo lo supiste? -
- Lo supe cuando miré tus ojos.

Abigail se acercó a Xavier, puso las manos en su pecho y lo besó.

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