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Les comparto este interesante artículo sobre parte de la historia del Zoológico Simón Bolívar entidad

que a sus 98 años se enrumba a convertirse en una de las pocas entidades centenarias de nuestro país.
Inserta en la historia, la tradición, la ideosincracia de los ticos, debería declararse como patrimonio
histórico cultural y social de Costa Rica, Institución benemérita o algo así que le haga justicia la papel
que ha significado en la formación de los costarricenses.
El Jardín Botánico y Zoológico Nacional Simón Bolívar (ZNSB) embellece nuestra capital desde 1916.

Se inauguró el 24 de julio 1921 y desde entonces está abierto a todo el público.


En el año 1884, Henry Pittier Promond fundó el Jardín de Plantas y Animales como Institución adjunta
al Instituto Geográfico Costarricense, cerca del Liceo de Costa Rica, pero dado que los vecinos se
quejaron por el ruido de los animales, fue necesario reubicarlo en el sector noroeste de la capital, en las
inmediaciones del Barrio Otoya.

“La creación del zoológico Simón Bolívar llenó de vida a San José

POR EUGENIA IBARRA ROJAS - Actualizado el 4 de mayo de 2014 a: 12:00 a.m.


En el decenio de 1940. El Zoológico Simón Bolívar tiene una historia que nos enseña
mucho de Costa Rica
Actualizado el 5 de mayo de 2014 a: 12:00 a.m.

En los años 40, la fauna costarricense ocupó un lugar destacado en la correspondencia del
Museo Nacional (https://www.facebook.com/museonacionalcr). Decenas de animales
desfilan entre páginas de arqueología y botánica. Mi objetivo era investigar temas
históricos en documentos de esa institución, pero encontraba monos, serpientes, cocodrilos
y venados en una página sí y en otra no.

Intrigada, decidí brindar atención también a historia del zoológico Simón Bolívar
(http://fundazoo.org/web/), que en los años 40 –y hasta 1953– estuvo adscrito al Museo
Nacional de Costa Rica. Creció mi asombro cuando observé que una danta viajaba en tren
de Guápiles a San José. Por medio de un telegrama se avisaba a qué hora llegaría para que
la recogieran en la estación. ¡Vaya pasajera distinguida, declarada “carga oficial”!

Luego leí que un coyote llegaba en avión a San José desde Guanacaste. Mi sorpresa
aumentó cuando descubrí que un oso hormiguero fue embarcado en lancha para luego
depositarlo en una carreta que lo llevaría al ferrocarril, el que lo traería a la capital desde
Pozo de Agua de Ballena, en la península de Nicoya.

Escenas de la Costa Rica de los años 40 se me presentaban en las figuras de los animales
que venían a enriquecer la muestra de nuestra fauna en el Jardín Botánico y Zoológico
Simón Bolívar. Las raíces de esa institución están en el Jardín de Plantas y Animales
fundado por Henri Pittier en 1884, entidad adscrita al Instituto Geográfico Costarricense.

Mediante un decreto ejecutivo del 5 de julio de 1916 se fundó el Jardín Botánico y


Zoológico Simón Bolívar, que se inauguró el 24 de junio de 1921. Su nombre representa un
homenaje al libertador Simón Bolívar
por sus esfuerzos en la independencia de América Latina. De todo el país. El propósito del
zoológico
era conservar las especies en peligro de extinción, funcionar como instrumento educativo y
propiciar la investigación científica. La documentación revisada evidencia la escasez de
animales, por lo que Rómulo Valerio, director del museo, solicitaba el envío de ejemplares
de especies vivas procedentes de distintas partes del país. Valerio escribía en el Diario de
Costa Rica y enviaba notas a directores de escuelas y a maestros, y pedía que le enviasen
ejemplares. Entre los destinatarios se incluía a alumnos, al jefe político y hasta al sacerdote
del pueblo. Las respuestas no se hacían esperar.
Mediante la correspondencia –toda escrita a mano por maestros– se comunicaba el envío de
ejemplares varios, y Rómulo Valerio respondía expresando su agradecimiento. La mayoría
de la fauna remitida en esos años llegó en forma de obsequio, aunque sí hubo quien pasara
una factura. Se encuentran documentos de quienes cobraron la jaba, el transporte en lancha,
el costo del viaje en carreta y en ferrocarril de un oso hormiguero, y hasta el telegrama al
director, en el que se le avisaba del envío del animal. Algunos de los especímenes
procedían de lugares tales como Guastomatal, Palo de Jabón, San Isidro de Nicoya, San
Rafael de Pococí, Santo Domingo de Heredia, San Antonio de Belén, Lagunilla de Santa
Cruz, Pacayitas de Turrialba, Desmonte, Manzanillo y Pozo de Agua de Ballena. Todos
eran lugares alejados de San José, zonas rurales de complicado acceso. La alimentación y el
presupuesto. Los especímenes enviados al zoológico consistían de monos tití, cariblancos y
colorados. Entre los felinos destacan “tigritos”, manigordos y cauceles. Mandaban boas,
serpientes coral y sabaneras, dantas, osos hormigueros, osos perezosos, venados, pizotes,
lagartos, coyotes, tortugas, ardillas, iguanas, guatusas, mapaches, armadillos, tepezcuintles
y puercoesines. Entre las aves llegaban currés, cuyeos, patos de agua, garzas, lechuzas,
pájaros bobo, piches, pelícanos, oropéndolas y palomas moradas. Se alimentaba a los
animales con víveres comprados a particulares. En 1943, las verduras y las frutas se les
pagaban con 50 colones (no se especifica la cantidad de frutas). Se les pedían 50 racimos
de guineo y de bananos. En el Almacén Tomás Fernández se adquirían maíz en cajuelas,
millo en cuartillos, afrecho en arrobas, y sal y alpiste en libras. También se daba “carnasa”
a los animales, la que se conseguía en el matadero. La compañía bananera entregaba fruta a
la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Valerio le solicitaba bananos para el zoológico.
En esos años, el Museo Nacional dependía de la Universidad de Costa Rica, y de allí salía
su escuálido presupuesto. Mensualmente, los gastos incluían la alimentación de la fauna,
que en mayo de 1945 sumaba 375 colones con 25 céntimos, incluidos las verduras, los
bananos, el afrecho, el millo, las semillas y la sal.

Sin embargo, también se necesitaba dinero para comprar animales. Dos monos, tres
mapachines y un pizote costaron 38 colones. Es claro que el zoológico no disponía de un
presupuesto adecuado. En 1948, el secretario del Estado Mayor del Ejército de Liberación
Nacional donó una pareja de venaditos y un pavón. El flujo de animales no era continuo ni
abundante. A su vez, la Sociedad Protectora de Animales denunciaba la mala atención que
los ejemplares recibían pues algunos enfermaban y morían.

Los animales describen Costa Rica. Los vecinos el zoológico se interesaron en que las
instalaciones y el cuidado de los animales estuvieran en mejores condiciones. En algunas
ocasiones, por falta de vigilancia nocturna, se escaparon osos colmeneros, tepezcuintles y
pizotes, que con seguridad merodearon por las viviendas de los sorprendidos vecinos del
barrio Otoya.

Los vecinos sugirieron que se cobrase la entrada, como en todos los zoológicos del mundo,
para aumentar los ingresos del parque. La respuesta de Rómulo Valerio fue que se negaba
rotundamente a cobrar “ni un cinco”. Argumentaba que el objetivo del parque era enseñar,
sobre todo a niños de primaria. Valerio añadía que cobrar la entrada iría contra la
Constitución porque la educación era libre y obligatoria en Costa Rica. Por lo menos en el
decenio de 1940 no se cobró el ingreso. El intercambio de especies de fauna entre
zoológicos era frecuente. En agosto de 1948, Uladislao Gámez, ministro de Educación
Pública, solicitó a Valerio una danta, monos titís y una pantera negra para que los niños de
Costa Rica se los enviasen como regalo a los niños de la ciudad de Los Ángeles, a un
espacio que se llamaría “Rincón de Costa Rica”. A cambio, Gámez sugirió pedir un
par de focas entrenadas para nuestro zoológico.

La información acerca de las actividades del zoológico señala notables cambios entre la
Costa Rica de ayer y la de hoy. El telégrafo era muy útil entonces, y el contraste entre lo
rural y lo urbano era mucho mayor.

En San Antonio de Belén, zona residencial y comercial hoy, se capturaron “leones”.


Tampoco hemos vuelto a saber de dantas que viajen en tren ni de coyotes pasajeros en
avión. En los materiales revisados, eso sí, destaca el papel del Museo Nacional y el de los
educadores de zonas alejadas, por su interés en hacer, del zoológico, un lugar de enseñanza.
El norte educativo no se ha perdido, y el Zoológico Simón Bolívar está ahora sometido a
nuevas ideas y a conceptos asociados con un mayor bienestar para los animales.

La autora es historiadora y miembro de la Academia de Geografía e Historia de Costa


Rica.”

Esta historia denota el error en que la Administración Chinchilla-Castro 2010-2014 cometió agrediendo
y amenazando con el cierre de la Institución (rechazada por los tribunales), a cambio de retomar los
terrenos del Centro de Conservación Santa Ana zona de alta plusvalía y el Zoológico Nacional Simón
Bolívar en el puro centro de San José para utilizarlos en quién sabe que usos y fines espúreos
sacrificando para ello la posibilidad de que el Estado dé a conocer las maravillas de la riqueza biológica
de nuestro país antes de excusarse y obviar su responsabilidad de dirigir el manejo de la fauna
entregándola cobarde y acomodaticiamente a la administración privada en zoológicos de pésima
calidad, sin facilidades adecuadas, con precios prohibitivos para el común de las familias
costarricenses.

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