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que a sus 98 años se enrumba a convertirse en una de las pocas entidades centenarias de nuestro país.
Inserta en la historia, la tradición, la ideosincracia de los ticos, debería declararse como patrimonio
histórico cultural y social de Costa Rica, Institución benemérita o algo así que le haga justicia la papel
que ha significado en la formación de los costarricenses.
El Jardín Botánico y Zoológico Nacional Simón Bolívar (ZNSB) embellece nuestra capital desde 1916.
“La creación del zoológico Simón Bolívar llenó de vida a San José
En los años 40, la fauna costarricense ocupó un lugar destacado en la correspondencia del
Museo Nacional (https://www.facebook.com/museonacionalcr). Decenas de animales
desfilan entre páginas de arqueología y botánica. Mi objetivo era investigar temas
históricos en documentos de esa institución, pero encontraba monos, serpientes, cocodrilos
y venados en una página sí y en otra no.
Intrigada, decidí brindar atención también a historia del zoológico Simón Bolívar
(http://fundazoo.org/web/), que en los años 40 –y hasta 1953– estuvo adscrito al Museo
Nacional de Costa Rica. Creció mi asombro cuando observé que una danta viajaba en tren
de Guápiles a San José. Por medio de un telegrama se avisaba a qué hora llegaría para que
la recogieran en la estación. ¡Vaya pasajera distinguida, declarada “carga oficial”!
Luego leí que un coyote llegaba en avión a San José desde Guanacaste. Mi sorpresa
aumentó cuando descubrí que un oso hormiguero fue embarcado en lancha para luego
depositarlo en una carreta que lo llevaría al ferrocarril, el que lo traería a la capital desde
Pozo de Agua de Ballena, en la península de Nicoya.
Escenas de la Costa Rica de los años 40 se me presentaban en las figuras de los animales
que venían a enriquecer la muestra de nuestra fauna en el Jardín Botánico y Zoológico
Simón Bolívar. Las raíces de esa institución están en el Jardín de Plantas y Animales
fundado por Henri Pittier en 1884, entidad adscrita al Instituto Geográfico Costarricense.
Sin embargo, también se necesitaba dinero para comprar animales. Dos monos, tres
mapachines y un pizote costaron 38 colones. Es claro que el zoológico no disponía de un
presupuesto adecuado. En 1948, el secretario del Estado Mayor del Ejército de Liberación
Nacional donó una pareja de venaditos y un pavón. El flujo de animales no era continuo ni
abundante. A su vez, la Sociedad Protectora de Animales denunciaba la mala atención que
los ejemplares recibían pues algunos enfermaban y morían.
Los animales describen Costa Rica. Los vecinos el zoológico se interesaron en que las
instalaciones y el cuidado de los animales estuvieran en mejores condiciones. En algunas
ocasiones, por falta de vigilancia nocturna, se escaparon osos colmeneros, tepezcuintles y
pizotes, que con seguridad merodearon por las viviendas de los sorprendidos vecinos del
barrio Otoya.
Los vecinos sugirieron que se cobrase la entrada, como en todos los zoológicos del mundo,
para aumentar los ingresos del parque. La respuesta de Rómulo Valerio fue que se negaba
rotundamente a cobrar “ni un cinco”. Argumentaba que el objetivo del parque era enseñar,
sobre todo a niños de primaria. Valerio añadía que cobrar la entrada iría contra la
Constitución porque la educación era libre y obligatoria en Costa Rica. Por lo menos en el
decenio de 1940 no se cobró el ingreso. El intercambio de especies de fauna entre
zoológicos era frecuente. En agosto de 1948, Uladislao Gámez, ministro de Educación
Pública, solicitó a Valerio una danta, monos titís y una pantera negra para que los niños de
Costa Rica se los enviasen como regalo a los niños de la ciudad de Los Ángeles, a un
espacio que se llamaría “Rincón de Costa Rica”. A cambio, Gámez sugirió pedir un
par de focas entrenadas para nuestro zoológico.
La información acerca de las actividades del zoológico señala notables cambios entre la
Costa Rica de ayer y la de hoy. El telégrafo era muy útil entonces, y el contraste entre lo
rural y lo urbano era mucho mayor.
Esta historia denota el error en que la Administración Chinchilla-Castro 2010-2014 cometió agrediendo
y amenazando con el cierre de la Institución (rechazada por los tribunales), a cambio de retomar los
terrenos del Centro de Conservación Santa Ana zona de alta plusvalía y el Zoológico Nacional Simón
Bolívar en el puro centro de San José para utilizarlos en quién sabe que usos y fines espúreos
sacrificando para ello la posibilidad de que el Estado dé a conocer las maravillas de la riqueza biológica
de nuestro país antes de excusarse y obviar su responsabilidad de dirigir el manejo de la fauna
entregándola cobarde y acomodaticiamente a la administración privada en zoológicos de pésima
calidad, sin facilidades adecuadas, con precios prohibitivos para el común de las familias
costarricenses.