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NOEL BURCH

EL TRAGALUZ DEL INFINITO


(Contribución a la geneaología
del lenguaje cinematográfico)

CUARTA EDICIÓN

CATEDRA
Signo e imagen
Director de la colección:
Jenaro Taiens

Título original de la obra: La hicarne de L 'injini


Traducción de Francisco LÜnás

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© Noel Burch
© De la edición inglesa: Scolar Press
De la presente edición: Ediciones Cátedra, S. A., 1999
Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid
Depósito legal: M. 11.856-1999
I.S.B.N.: 84-376-0642-X
Prinled in Spain
Impreso en LaveL S. A.
Pol. Ind. Los Llanos, C/ Gran Canaria, 12
Humanes de Madrid (Madrid)
Introducción

En lo esencial, este libro fue escrito entre 1976 y 1981. Sur­


gió de los debates que, .en Francia y en Italia, al menos des­
de 1965, en Gran Bretaña y en Estados Unidos aproximadamente
desde 1970, habían trastocado el orden del día de la historia, de
la estética y de la sociología del cine. Dado que el enorme trabajo
llevado a cabo en aquel momento en ambos continentes se había
efectuado bajo el signo del estructuralismo, del materialismo dia­
léctico e histórico y, en los países anglosajones, del feminismo
de izquierda, los logros de esta época sufren, durante la actual
reacción «postmoderna», un cierto eclipsamiento. En esta época
nuestra de triunfante empirismo, todo lo que huele de cerca o de
lejos a sistematización, teorización, aparece irremediablemente
como «hurgón». Igualmente, todo aquello que implique una opo­
sición fundamental a los valores segregados por el capitalismo
aparece simplemente como irrisorio.
Por desgracia no todas las mentes funcionan a idéntica velo­
cidad. Y ésta es mí desgracia. Soy un lento, mi tren siempre lle­
ga con retraso. En una época en que todo a mi alrededor —in­
cluso entre mis estudiantes— se dirigía hacia la primera crítica
materialista consecuente del cine, comparable a la que Brecht ha­
bía hecho del teatro tradicional; en una época en la que se in­
tentaba desmontar los mecanismos profundos del cine, como ha­
bían hecho en la novela los «formalistas» rusos y checos; en una
época en la que de nuevo se intentaba, por primera vez desde
Vertov y Eisenstein, crear un cine al mismo tiempo comprome­
tido y que rompiera el lenguaje; en esta misma época el autor

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de estas líneas se encontraba todavía anclado en un form alismo Pero a quien quiero interrogar es a la institución, o, más exac­
«m usicalista», propio del arte por el arte de finales del X IX 1. tamente, a ese modo de representación que la caracteriza.
Y hay que decir que, pese a los esfuerzos realizados para po­ Puesto que, y ésta es la tesis principal de este libro, veo a la
ner en hora mi reloj —a propósito del cine japonés2— este li­ época 1895-1929 como la de la constitución de un Modo de R e­
bro fue concebido en un principio más como réplica a una his­ p re se n ta c ió n Institucional (a partir de ahora M.R.I.), que desde
toriografía muy clásica, cinefílica y pre-estructuralista del cine hace cincuenta años es enseñado explícitamente en las escuelas
que como prolongación «río arriba» de los trabajos de Christian de cine como Lenguaje del Cine; lenguaje que todos interioriza­
Metz, de Jean-Louis Baudry y otros, que apenas conocía. mos desde muy jóvenes en tanto que competencia de lectura gra­
Pero recordemos que también el libro había sido concebido a cias a una experiencia de las películas (en las salas o en la tele­
la sombra de una inmensa aspiración que por entonces animaba visión) universalmente precoz en nuestros días en el interior de
a determinados cineastas-teóricos (los más prestigiosos se llama* las sociedades industriales.
ban Godard y Straub), aspiración a práctica de ruptura, una es­ Por otra parte, si hay una justificación de mi empresa en los
pecie de anáforas de las prácticas políticas de la Revolución que planos ético y social, es a partir de esta constatación: millones
estaba a punto de llegar. Y esta aspiración, compartida entonces de hombres y de mujeres a quienes se les enseña a leer y a es­
por el cineasta que soy, explica el hecho de que este libro pre­ cribir «sus cartas», no aprenderán más que a leer las imágenes
tendía ser, ante todo, la crítica de los discursos teóricos e histó­ y los sonidos, y por tanto sólo podrán recibir su discurso como
ricos que tendían a naturalizar el sistema de representación «natural». A lo que quiero contribuir aquí es a la desnaturaliza-
«hollywoodiense» que sobre todo parecía haber servido para de­ ción de'esta experiencia.
sinformar y adormecer ‘a las masas populares. La primera meta Si tiendo a sustituir el término «lenguaje» por el de «modo
de este libro era, por tanto, construir las bases históricas para de representación» no es sólo por la carga ideológica (naturali­
prácticas contestatarias. zante) que el primero implica. Porque si bien he llegado a adop­
Con este fin me volví hacia el cine de Jos primeros momen­ tar en algunos aspectos la metodología semiológica, sigo pensan­
tos, el cine prim itivo3, puesto que se trataba de demostrar que do que este sistema de representación institucional es demasiado
el «lenguaje» del cine no tiene nada de natural ni de eterno, que complejo y demasiado poco homogéneo, tanto en su funciona­
tiene una historia y que está producido por la Historia. Por ello miento global cuanto por los sistemas que construye —específi­
había que remontarse a una época en la que este «lenguaje» to­ cos y no específicos a la vez, desde el código indicial de las orien­
davía no existía realmente, o en la que, sobre todo, no existía taciones espaciales hasta el sistema de representación perspecti­
esta institución del cine en cuyo interior vivimos todos, especta­ va-— para que incluso metafóricamente la palabra lenguaje sea
dores y cineastas, y que «funciona para llenar las salas, no para apropiada. Pero, sobre todo, procuro subrayar que este modo de
vaciarlas»4. representación, del mismo modo que no es ahistórico, tampoco
es neutro —como puede pensarse de las «lenguas naturales», pese
a Bakthin—, que produce sentido en y por sí mismo, y que el
! Que Praxis del cine haya conocido un gran éxito en Estados Unidos en sentido que produce no deja de tener relación con el lugar y la
la época del modernismo formalista triunfante no puede extrañarme. Que el
clima intelectual en Francia haya provocado una petición de reedición...
época que han visto cómo se desarrollaba: el Occidente capita­
2 Cfr. mi Pour un Observuteur Loinlain, París, Gallimard, 1982. lista e imperialista del primer cuarto del siglo X X .
5 Tiendo a justificar la utilización que continúo haciendo de este término, En el fondo, estoy volviendo a unos análisis realizados años
desacreditado' en otras disciplinas por la carga etnocéntrica que implica. Este atrás alrededor de las revistas Cinéthique y Tel Quel, y que de-
cine es claramente primitivo, antes en ei sentido de «prim ero», «original», pero
también en el de «frustrado», «grosero», según todas las normas que se han
vuelto las nuestras (incluyendo a todas las clases sociales) en los países indus­
trializados. dition, 1977, pág. 13- Traducción española, Cine y psicoanálisis, Barcelona, G us­
* Chrisrian Metz, Le Signifiant imaginaire, París, Unión Genérale de l’E- tavo Gili Ed., 1980.

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nuncian como una añagaza la inocencia tácitamente atribuida a receptor (el espectador-sujeto) y como proceso diegético que en­
este famoso «lenguaje», tal y como había hecho Vertov, en un globa a ambos niveles.
tono más estrechamente polémico. Pero al mismo tiempo me Algunos capítulos de este libro han aparecido en revistas in­
niego a cierta teología izquierdizante y a su determinismo tec­ glesas y francesas5, en versiones que a menudo se apartan en pun­
nológico que hace remontar el «pecado original» del cine a la cá­ tos críticos del texto actual. Ello se debe a que la presente obra
mara y a su mirada ciega, del mismo modo que me niego a esa ha sido elaborada durante un periodo de más de seis años y, si
otra teología que ve el pecado original en la «teatralidad» de los hay cambios de óptica considerables en relación con mis prime­
comienzos, y que ve ei progreso del «lenguaje» como una serie ros trabajos, esta revisión constituye para mí un proceso sin fin.
de superaciones «técnicas». También me niego a ver un mal ob­
jeto en el sistema cuya genealogía quiero explorar aquí, y en con­
secuencia en las películas de él surgidas. Puesto que es evidente
que muchas películas que no pretenden en absoluto «descons­
truir» los códigos de la narratividad institucional, y aún menos
los cimientos del vehiculan sin embargo una multitud de
sentidos distintos a los que sempiternamente repite el M.R.I. en
tanto que tal. Con mayor razón, no puedo aceptar la visión mo­
dernista de la Institución como mal objeto —que alienaría nues­
tros sentidos, de cierto modo— , de la misma forma que no acep­
to el fantasma modernista del cine primitivo, visto como una es­
pecie de Paraíso Perdido antes de la Caída, provocada por este
otro mal objeto, la «narratividad» (el «lenguaje», dirían otros),
cuyos portadores serían, como se es portador de la peste, Porter
y Griffith, No quiero decir con esto que el cine primitivo no ten­
ga sus obras maestras (evocaré algunas de ellas), pero sería ab­
surdo sobrevalorarlas frente a aquéllas que surgieron de la Ins­
titución o de sus márgenes.
De todas formas, mi interés se centra ahora en la naturaleza
de la experiencia cinematográfica más general «entre nosotros»
(en los países «del centro»), la que es la mía cuando voy «al
cine», la que comparto con millones de hombres y, también, en
cierta medida, con millones de mujeres. Las obras excepcionales
no serán evocadas más que a título... excepcional.
Finalmente, unas palabras sobre la utilización de los térmi­
nos diégesis y diegético, que quizás no sea aquélla a la que están
5 Cap. I: Charles Baudelaire versus Doctor Fra-nkestein, en Afterimage,
acostumbrados algunos de mis lectores. En primer lugar, utilizo núm. 8-9, Londres, 1918.
hoy el término diégesis únicamente como abreviatura de produc­ Cap. VI: Passions, Poursuites: la linearisation, en Communications, París,
ción diegética, porque me parece demasiado vaga, o demasiado 1983.
mecanicista (la diégesis como cosa). Hoy prefiero referirme a la Cap. XI : N arrative/D iegests: Thresholds. Limits, en Screen, vol. 23, nú­
meros 1-2, Londres 1982.
experiencia general que, en mi opinión, caracteriza el cine ins­ Los capítulos III, IV y V fueron objeto de una presentación en el curso de
titucional como producción diegética en el nivel del emisor (la un seminario sobre el cine prim itivo realizado en Dartington (Inglaterra), en
película y su confección), como efecto diegético en el nivel del noviembre de 1980.

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C a p it u l o p r im e r o

Charles Baudelaíre contra el Doctor Frankenstein

A lo largo del siglo X IX , asistimos a la «apertura» por etapas


muy distintas, que generalmente se reflejan mutuamente, de una
gran aspiración que viene a ser la portadora de la ideología bur­
guesa de la representación. Del Diorama de Daguerre ai proyec­
to de kínetofotografía de Edison, cada una de las tecnologías que
la historiografía positivista verá como otros tantos pasos con­
vergentes hacia el cine, fue querida por sus artesanos y concebi­
da por sus publicistas como un nuevo paso hacia la Re-creación
de la Realidad, hacia la realización de una ilusión perfecta del
mundo perceptual.
La reconstrucción «como si se estuviera allí» de célebres ca­
tástrofes naturales o de monumentos arquitectónicos mediante
el Diorama (del mismo modo que el arte de Madame Tussaud,
que le es contemporáneo) es una extensión (ideo) lógica de la pin­
tura de decorados en trampantojo en la que destaca Daguerre,
como también lo será la invención de la fotografía, a cuyo nom­
bre queda unido con el de Niepce. Posteriormente, cada nueva
adquisición será percibida por la ideología dominante en ia m a­
teria como llegada para superar una carencia; así, la presenta­
ción en 1851, en la Exposición de Londres, del estereoscopio, apa­
rato que conoció una popularidad extraordinaria (250.000 ejem­
plares vendidos en tres meses), fue saludada en estos términos
por un contemporáneo: «...la fotografía, revivificada, completada
y coronada por el Estereoscopio, es tan superior a sí misma que

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llegará pronto el día en que todas las imágenes fotográficas se Más adelante examinaremos algunos de los retrasos y desvia­
asociarán por parejas a fin de reproducir en su verdad, en toda ciones que esta auténtica pulsión colectiva conocerá durante el
su belleza, dulce y severa, la naturaleza inmaterial y v iv a»1. primer decenio del cine, antes de que se constituya este Modo de
Y Baudelaire, enemigo jurado de la ideología naturalista de la re­ Representación Institucional cuya genealogía pretendo referir.
presentación, se burlaba de «estos millares de ojos ávidos (que) Veremos cómo esta constitución se hizo bajo el signo del cambio
se inclinaban sobre los huecos del estereoscopio como sobre los de dirección, en el campo del cine, de los modos de representa­
tragaluces del infinito»2. Señalemos desde ahora que mis inves­ ción teatrales, pictóricos y literarios que en 1915, y desde hacía
tigaciones y reflexiones me inclinan a pensar que a esta aspira­ más de un siglo, apreciaba la burguesía de Europa y América.
ción al relieve responde, a partir de 1910 aproximadamente, la Y veremos cómo los sucesivos progresos hacia el sistema de re­
eclosión del M.R.I., y que éste continúa respondiento a ella hace presentación que, en lo esencial, reina hoy en el cine, han venido
más de medio siglo antes de todos los efímeros regresos a las ga-’ a llenar ausencias que son análogas, a fin de cuentas, a aquéllas
fas polarizadas. que la ideología burguesa de la representación sentía ante el da­
La acogida reservada a esta otra «serie» constituida por la su­ guerrotipo o el fenakistiscopio.
cesión de procedimientos de animación gráfica, del fenakistisco- Pero durante diez años, como también veremos, esta ideolo­
pio de Plateau hasta el praxinoscopio de Raynaud, fue similar. gía apenas reinará sobre el cine y, a favor de esta «carencia» y
Y con mayor razón, la reservada a todas las tentativas de com­ de las contradicciones que surgirán, se desarrollará otra cosa, que,
binar, aún muy imperfectamente, estas distintas estrategias de llegado el momento, habrá que esforzarse en definir. Desde aho­
restitución de lo real: «El estereoscopio da la sensación de relie­ ra, sin embargo, tenemos que examinar otro factor que, al con­
ve a los objetos. El fenakistiscopio da la del movimiento. El es- tribuir directamente a la invención de las imágenes fotográficas
tereofantascopio o bioscopio da, a un tiempo, como indica su animadas, ha determinado, por una parte, la importante «des­
nombre, la sensación de relieve y del movimiento, o la sensación viación» adoptada por un movimiento histórico indiscutible; por
de la v id a»3. otra, tenemos que volver atrás para examinar las relaciones que
Y, por supuesto, la voluntad de Edison de asociar a su fonó­ mantiene la investigación científica y técnica con lo que se ha con­
grafo un aparato capaz de grabar y reproducir las imágenes a fin venido en llamar, según C.W, Ceram 6, «la arqueología» del cine.
de que, como soñaba, las óperas «pudieran darse en el Metropo­
litan Opera de New York... con artistas y músicos muertos desde % %

hace tiem po»4, lo que no solamente es la ambición de un hábil


líder industrial, sino también la búsqueda del fantasma de una cla­ La fotografía fue inventada en el momento en que, especial­
se convertido en el de una cultura: llevar a cabo la «conquista de mente con Turner, la pintura «cambia de espacio», o, en pala­
la naturaleza» triunfando sobre la muerte de un ersatz de la Vida bras de Francastel, deja de dar al mecenas «la vista de una parte
M ism a5. de la tierra por dominar» 1. Esta dimensión «propietaria» del sis-

1 Jacques Deslandes, Histoire compares du cinema, tomo I, pág. 67, París,


Casterman, 1966. ción por la inversión, el trabajo y el beneficio que comúnmente se llama el "es­
2 Charles Baudelaire, Le Public moderne et la Pbotographie. p. 318. píritu de capitalismo” (Max Weber: UEthique protestante), esta máquina de
3 jacques Deslandes, op. cit., pág. 67. salvación de la que poco a poco la ascesis intrámundana se ha retirado en pro­
4 Century Magazine, junio de 1894, pág. 206. vecho de la acumulación mundana y productiva, sin cambiar de finalidad: la pro­
5 «Con el siglo XV I esta figura moderna de ia muerte se generaliza. Con la tección contra la muerte (...) La muerte se ha convertido en un pensamiento
Contrarreforma y los juegos fúnebres y obsesivos del Barroco, pero sobre todo "de derechas” , individual y trágica, "reaccionaria” . Baudrillard, L ’Echange
con ei protestantism o, que, al individualizar las conciencias ante Dios, abando­ Symbolique de la mort, págs. 223-224.
nando el ceremonial colectivo, acelera el proceso de angustia individual de la 6 Cfr. C.W. Ceram, L ’A rchéologie du cinema. [Traducción española: A r­
muerte. De él surgirá también la inmensa em presa moderna de conjuración de queología del cine, Barcelona, Ed. Destino, 1965.]
la muerte: la ética de la acumulación y de la producción material, la santifica- 7 Pierre Francastel, Peinture et Société, París, 1965.

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tema de representación del espacio surgido del Quattrocento es cas, por lo que, al exponer las incidencias estrictamente científi­
incontestablemente sustituida por la fotografía durante toda la se­ cas de este o aquel instrumento o modo de representación, no
gunda mitad del «siglo burgués» mediante estos retratos, estos abandonamos en modo alguno el terreno histórico de las relacio­
paisajes, estas naturalezas muertas, estos cuadros de género que nes de producción. N o podríamos oponer, por tanto, ni aquí ni
denuncia Baudelaire8, incluso en el caso de que, como ha subra­ en otro lugar, prácticas científicas e ideológicas, sin tomar mu­
yado igualmente Francastel, la fotografía haya contribuido, por chas precauciones.
su impacto sobre los artistas innovadores, a la progresiva des­ Volviendo por el momento hacia este otro confluente de la
trucción del sistema de representación legado por el Renaci­ prehistoria del cine, la búsqueda de la ilusión del movimiento fi­
miento. gurativo, pero no fotográfico, que parte de las ilusiones ópticas
Pero no podríamos reducir la diacronía de este sistema, por como el taumatropo para acabar en una especie de callejón sin
muy ligada que esté a la ascensión del poder burgués, a una sim­ salida con el praxinoscopio de Raynaud, observamos, también
ple instrumentalidad simbólica e ideológica. Panofsky, a través ahí, una relación dialéctica entre ciencia e ideología.
de la experiencia de Leonardo como anatomista, nos ha mostra­ Los sabios ingleses que, al preocuparse por la persistencia re-
do los lazos dialécticos que comienzan a tejerse entre prácticas tiniana, descubrieron hacia 1825 el principio del taumatropo
artísticas y científicas en la Italia del Renacimiento, y ha sugeri­ —ese disco cuya rápida rotación superpone perceptualmente dos
do otros para los siglos siguientes: «...la anatomía, en tanto que imágenes inscritas cada una sobre una cara— no pretendieron
ciencia (y la afirmación es válida para las otras ciencias de ob­ nunca, al parecer, situar su hallazgo en el terreno de la repre­
servación y descripción), era sencillamente impracticable sin un sentación naturalista. Para ellos, no se trataba ni más ni menos
método que permitiera registrar los detalles observados, sin un que de una ilusión, cuya designación como tal era inseparable del
dibujo completo y preciso en tres dimensiones. A falta de tales efecto buscado. Efectivamente, las aplicaciones que preconizaban
elementos, la mejor observación se perdía, dado que no era po­ para el taumatropo parecen haber sido ante todo de orden pe­
sible separarla de las demás y poner así a prueba su validez ge­ dagógico, tanto directamente, para la enseñanza del fenómeno
neral. N o resulta exagerado afirmar que en la historia de la cien­ de la persistencia retiniana, como simbólicamente, para medio
cia moderna la introducción de la perspectiva marcó el principio mnemotécnico en la enseñanza de otras m aterias10.
de un primer periodo; la invención del telescopio y del micros­ Los decisivos trabajos del gran investigador francés Plateau,
copio, el principio de un segundo periodo; y el descubrimiento igualmente preocupado por la persistencia retiniana (hasta el
de la fotografía, el de un tercero. En las ciencias de la observa­ punto de haber perdido la vista a fuerza de mirar fijamente el
ción o descriptivas, la imagen no es tanto la ilustración de lo ex­ sol), conocieron un fenómeno de decadencia muy parecido. Pero
puesto como lo expuesto m ism o»9. paralelamente al proceso que hizo del fenakístiscopio un juguete
Efectivamente, si las investigaciones que desembocaron en la furiosamente de moda, éste, a diferencia del taumatropo —lo cual
invención de la fotografía correspondían en la conciencia inme­ sugiere la existencia de un umbral histórico-— vendrá a inscri­
diata a una pulsión ideológica, esta nueva tecnología correspon­ birse en el campo de la ideología frankensteiniana. El sabio aus­
día objetivamente a una necesidad de las ciencias descriptivas de tríaco Stampfer, que en la misma época pone a punto, y sin co­
la época (botánica, zoología, paleontología, astronomía, fisiolo­ nocer los trabajos de Plateau, un disco parecido al fenakistisco-
gía). Al mismo tiempo, no deberíamos olvidar que la expansión
económica y el acceso de la burguesía al poder político están ín­ 10 «Pensé que ese juguete podría servir para la educación y que podría ser
timamente ligados a los progresos de las ciencias y de las técni­ utilizado para enseñar los clásicos a los niños. Se podrían ilustrar con la ayuda
del taumatropo las M etam orfosis de Ovidio y mostrar, por ejemplo, los navios
de la flota de Eneas cambiados en ninfas...», citado en Deslandes, op. cit., p á­
8 Charles Baudelaire, of. cit. en Oeuvres, tomo I, pág. 317. gina 29. En este sentido el taumatropo se volvió un juguete de moda, al con­
9 Erwin Panofsky, L ’Oeuvre d ’art et ses significations, París, Galiimard, vertirse asociaciones de este tipo en el soporte de «cuartetas humorísticas, jue­
págs. 117-118. gos de palabras o alusiones políticas», lbíd., pág. 28.

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pió, ensalza así sus méritos: «Es evidente que de esta forma po­
dremos representar no solamente los distintos movimientos de
un ser humano o anim al/sino también de las máquinas en fun­
cionamiento, o incluso de acciones de una duración mayor, como
escenas teatrales o cuadros de ia naturaleza»11.
Esta formulación contiene, junto a una afirmación que prefi­
gura la vocación representacional que será la propia de la Insti­
tución cine, una alusión a eventuales aplicaciones técnicas y cien­
tíficas. Pero, por una parte, sólo una descripción analítica del mo­
vimiento animal o humano (o del de las máquinas) podía inte­
resar a la ciencia de entonces, para la cual su simple representa­
ción es redundante —lo veremos con janssen, Marey, Londe—
y, por otra, el fenakistiscopio y sus sucesores — zootropo, praxi-
noscopio...— constituyen en el plano de la representación gráfi­
ca una regresión (encontramos en ellos esencialmente las figuras Edward Jam es Muybridge: Salto sobre la cabeza con interferencia de paloma
achatadas de la Imagen de Epinal o de las caricaturas de los pe­ (1885).
riódicos ilustrados). Por estas razones tales invenciones son aban­
donadas en manos de los niños de la burguesía como «juguetes delaire, en «la criada de las ciencias»12, tendrá un cierto impacto,
educativos» (y veremos en otro lugar la importancia que hay que en el primer cine.
conceder a los lazos privilegiados establecidos entre estos niños Es cierto que el estatuto de Muybridge puede parecemos hoy
y determinados modos de representación que insistían, en pleno algo ambigo, que había en él una fuerte tendencia al showman.
siglo X IX , en apartarse, en puntos esenciales, de aquéllos que mo­ Pero su recurso a su zoogiroscopio —derivado del fenakistico-
vilizaron la seriedad de sus padres). pio, y que bautizó luego como zoopraxiscopio— para animar las
Pese a todos los estereofantascopios, fasmatropos y otros om- vistas de un caballo al galope, después de las sesiones que orga­
niscopios cuyos ingeniosos inventores buscaron, como alquimis­ nizó (especialmente en salones parisinos en 1881), no tenía otro
tas del Medievo, el Gran Secreto de la Representación de la Vida objeto que el de «probar la excelencia del método de análisis del
(se lanza también, como habrán notado, el muy significativo tér­ movimiento que había puesto a punto: el análisis era exacto,
mino de bioscopio), los primeros pasos tecnológicamente decisi­ puesto que, a partir de él, podía llegar a la síntesis y reconstruir
vos serán franqueados bajo auspicios más modestos, por una par­ la apariencia real de los temas que estudiaba» 13. Porque las pri­
te, por un equipo algo insólito, formado por un goberndor mi­ meras imágenes obtenidas por Muybridge no fueron creídas.
llonario californiano, criador de caballos de carreras y un fotó­ Y quizás sea éste uno de los rasgos más sintomáticos de su expe­
grafo inglés fascinado por la detención fotográfica del movimien­ riencia. El propio Meissonnier, gran pintor de caballete ante lo
to, que se asociarán, primero, para poner a punto mejores mé­ eterno, por penetrado que estuviera por los códigos de represen­
todos de entrenamiento para un caballo de elíte; y, por otra, por tación de la pintura académica gracias a los cuales todo Occiden­
un sabio francés de primera línea que, a su vez, no se interesa te estaba persuadido de la identidad fenoménica entre una cierta
por la representación del movimiento de la vida, sino por su aná­ idealización del movimiento del caballo y lo Real, se negó en un
lisis. Ahora bien, pienso que este rodeo por las prácticas cientí­ primer momento, se dice14, a creer en la autenticidad de los do­
ficas y técnicas, con el que la fotografía deja de ser el sucedáneo
de la pintura académica para convertirse, según el anhelo de Bau-
12 Baudelaire, op. cit., pág. 319.
B Deslandes. op. cit, pág. 101.
11 Ibíd., pág. 37 14 Francoise Foster-Habn, Muybridge, the Stanford. Years, pág. 91.

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cumentos que había publicado Muybridge. Era la primera vez, del gran sueño frankensteiniano del siglo X IX : la recreación de
quizás, que «la fotografía — la posibilidad de registrar mecánica­ la vida, el triunfo simbólico sobre la muerte. Pero el hombre y
mente una imagen en condiciones más o menos análogas a las sus trabajos están, en cierto modo, inmunizados contra el virus
de la visión— hizo aparecer, no el carácter real de la visión tra­ de la representación por la ideología que impregnaba entonces
dicional, sino, por el contrario, su carácter sistemático» 15. Con­ su disciplina. Para Marey, como para la fisiología de su época, el
viene añadir que todos aquéllos —y, al parecer, en París fueron animal, y, por tanto, el hombre, es una máquina: «Muchas veces
muchos— que encontraron inverosímiles estas imágenes, las en­ y en todas las épocas los seres humanos han sido comparados
contraron igualmente feas. Este sentimiento, por otra parte, lo con las máquinas. Pero solamente en nuestros días se ha podido
compartió el propio Marey, a quien la visión de las imágenes de comprender lo justo de esta comparación» 17. Materialismo vul­
Muybridge inspiraría más tarde esta observación: «Qué puedo de­ gar y mecanicista, cuya utilidad para las clases dirigentes en la
cir, lo feo sería lo desconocido y la verdad hiere nuestras miradas época del capitalismo salvaje es evidente. Sadoui subraya que las
cuando la vemos por primera vez»16. Este primer corte realizado búsquedas de inscripción gráfica del movimiento emprendidas al
por Muybridge entre la fotografía y los códigos de la represen­ principio de su carrera por el futuro inventor del cronofotógra-
tación de la pintura «naturalista» del siglo X IX hoy se nos apa­ fo 18 le permitieron encontrar «un medio de subordinar más es­
rece como absolutamente crucial, puesto que, desde un cierto pun­ trechamente el hombre a la máquina, puesto que su odógrafo no
to de vista, puede decirse que todo el trabajo de los Grandes Pio­ es otra cosa que el primer «espía», bien conocido por los ferro­
neros del Cine va a consistir en devolverle a la fotografía ani­ viarios y conductores» i9. Podríamos añadir que la otra cara de
mada la «belleza» -—la de la pintura, pero también la del teatro sus primeros trabajos — análisis gráfico de los movimientos ani­
y la de la novela burguesa— de la que la inocente andadura de males y humanos— abren el camino al taylorismo.
un Muybridge la había despojado. En cierto sentido, por supues­ Es su materialismo mecanicista lo que hizo de Marey y de
to, el gesto que consistía en hacer desfilar sus instantáneas a fin Londe (antes del apasionamiento mundial provocado por el ki-
de demostrar su veracidad ya las llevaba, para los primeros es­ netoscopio, al menos) los encarnizados adversarios de la síntesis
pectadores de Londres y de París, a reintegrarse en el terreno de del movimiento. Todavía en 1899, Marey pudo escribir, a pro­
lo Bello. Pero si aquí nos encontramos más cerca de lo que ge­ pósito de las fotografías animadas: «Pero, en fin, lo que mues­
neralmente se cree del paso fundador de Lumiére, todavía esta­ tran habría podido verlo directamente nuestro ojo. No ha aña­
mos en las antípodas del M.R.I. Y es que una auténtica historia dido nada al poder de nuestra vista, no han arrebatado nada de
de su gestación debe recorrer el trayecto entre esta chata silueta nuestras ilusiones. Porque el auténtico carácter de un método
lejana de un caballo al trote, por «real» que fuera su movimien­ científico radica en suplir la insuficiencia de nuestros sentidos o
to, hasta el bien modelado plano de Al jolson lanzando su famo­ en corregir sus errores. Para llegar á ello, la cronofotografía debe
sa frase: «You ain't heard nothing yet!» renunciar a representar los fenómenos tal y como los vemos».
Por su alcance tecnológico, los trabajos de Marey, salidos, Y concluye que «sólo el ralenti o el acelerado tienen interés des­
como los de Muybridge, del fenakistiscopio (vía el revólver fo­ de el punto de vista de la síntesis científica»20. Albert Londe, fo­
tográfico de Janssen) y de la mayor sensibilidad de las emulsio­ tógrafo científico e inventor en 1892 de un aparato con doce ob­
nes a partir de 1882, aproximadamente, se sitúan en el umbral
17 E.J. Marey, La Machine anímale, pág. 1.
lfi En éí se inspirará Muybridge para realizar su primer aparato de toma
15 Francastel, op. cit, de vistas.
u¡ E.J. Marey¡ Le Mouvement, citado en Sadoui, H isi oiré Genérale du Ci­ !9 Sadoui, op. cit., pág. 76. Marey era consciente y estaba orgulloso de las
nema. tomo 1, págs. 67-68. Continúa así: «Estas posiciones, reveladas por Muy­ posibles aplicaciones de su trabajo. En Le Mouvement explica que sus análisis
bridge, parecían naturales al principio y los pintores que las copiaron se extra­ permitirán a los soldados llevar una impedimenta más pesada y más lejos
ñaron de que no encantaran al público.» Los pintores en cuestión eran Meis- 20 E.J. Marey, prólogo a Les Photographies anim ées, de E. Trutat, París,
sonier y ... Degas. Gauthier-Villars et Cié., 1899 (citado por Sadoui, op. cit., pág. 100).

28 29
jetivos adaptado a la investigación médica, compartió rigurosa­ éxitos de Edison, intentará poner a punto un aparato «para pro­
mente esta opinión, y escribió en 1895: «Dejando aparte ei as­ yectar de forma eficaz la síntesis del m ovim iento»24. Pero, en­
pecto de curiosidad que permite reproducir escenas diversas, es contrando dificultades para transformar un aparato mal adapta­
verdad que la visión de estas series nos pondrá exactamente en do de origen para esta tarea, renunció rápidamente a una em ­
la misma situación que ante el propio modelo...»21. presa que consideró secundaria.
Ciertamente resulta divertido e instructivo relacionar tales de­
claraciones con las de Dziga Vertov —«el cine-ojo... contesta la * # *
representación visual del mundo dada por el ojo humano y... pro­
pone su propio "yo veo” » 22— o de Jean Epstein — «un corto­ Hasta aquí mi lectura de la historia del cine no entra en con­
metraje documental que describe en unos minutos doce meses de tradicción fundamental con la visión clásica. Simplemente me he
la vida de una planta... parece librarnos del tiempo terrestre, es dedicado a colocar en primer término algunos rasgos que me pa­
decir, solar, de este ritmo del que parecería que nada puede arran­ recía que podían aclarar mejor lo que les sigue. Sin embargo, pue­
carnos»25. Pero esta relación sólo tienen sentido en el interior de resultar sorprendente la afirmación de que los trabajos de Lu-
del marco de un análisis de los lazos, objetivamente reales, pero miére —y en todo caso la imagen característica que surge de
complejos, entre todo un aspecto «anti-ilusionista» del cine an­ ellos— reflejan una actitud más cercana de la de Marey que de
terior a Griffith y la crítica global realizada por Vertov, Epstein, la de Daguerre. Porque el Cinematógrafo Lumiére será percibido
Dulac y otros a este cine del que se acostumbra a decir que co­ universalmente como el resultado de esta larga búsqueda de «lo
mienza con Griffith. absoluto», del secreto de la simulación de la vida, algunos de cu­
Por otra parte, este investigador obstinado que fue Marey ins­ yos jalones acabamos de ver. Sin embargo, esa forma de ver abs­
cribió entre su fusil cinematográfico y su cronofotografía con pe­ trae precisamente aquello que los trabajos de janssen, de Marey,
lícula —considerada justamente como el primer aparato de fil­ de Muybridge y de Londe vienen a dar ejemplo, una configura­
mación— una tercera invención que se dirige en sentido total­ ción ideológica muy distinta a la que anima los trabajos de D a­
mente contrario al de la representación lineal, analógica. Se trata guerre y otros Dubosq; abstrae este rodeo por la ciencia aplicada
del cronoforógrafo de placa fija, que hizo posibles las primeras cuya prolongación son, a fin de cuentas, los trabajos de Lumiére
fotografías estroboscópicas, descomposiciones sincrónicas del y sus operadores; olvida también los rasgos esenciales que opo­
movimiento en la superficie de una única y misma imagen. Y he nen las primeras películas de W.K.L. Dickson —que están más
aquí quizás la huella material más clara, entre todas aquellas que cerca de la tradición frankensteiniana y de las que hablaremos en
sitúan a Marey fuera de la evolución frankensteiniana. Citemos otro capítulo— a la mayor parte de películas rodadas por Lumié­
nuevamente un punto ciego que va en el mismo sentido: este sis­ re y por los operadores que formó.
tema de blocaje de la película por tijeretazo que insiste en con­ Tras sólo algunos meses de tanteos, Louis Lumiére, apoyán­
servar y que precisamente le prohíbe obtener, con ayuda de su dose en el aparato de investigación y de fabricación proporcio­
segundo cronofotógrafo, proyecciones capaces de producir la ilu­ nado por la firma productora de superficies sensibles que él y su
sión de la continuidad, porque las imágenes son oscilantes; se hermano Auguste habían convertido en la primera de Europa,
debe a que Marey de esto, y él mismo lo confesó, no se preocu­ pudo triunfar allí donde tantos investigadores aislados y menos
paba. afortunados habían fracasado. La primera banda que se rodó so­
Ciertamente, en 1892*93, aguijoneado, pese a todo, por los bre película de celuloide con el nuevo aparato, en 1895, fue La
sortie d'Usine (primera versión, no catalogada). Esta película,
por su modo de rodaje, modo claramente inscrito en la propia
21 Albert Londe, La Photographie moderne, París, G. Masson, 1896 (citado
por Sadoul, op. cit., pág. 100).
22 Dziga Vertov. Articles, joum aux, pág. 34. 24 E. J. Marey, La Chronophotogmpbie (Gauthíer-Víliars. 1899, París, pági­
23 Jean Epstein, Vlntelligence d ’une machine, págs. 49-50. na 24.

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imagen y cuya lectura no requiere ningún recurso al intenciona- también algunas otras), no a la luz de concepciones y prácticas
lismo, me parece muy significativa en lo que respecta a la apor­ que se han desarrollado mucho más tarde, sino en la perspectiva
tación de Louis Lumiére al cine del primer decenio. de este breve periodo del cine primitivo.
Esta primera cinta consiste, al igual que todas las primeras Las características de esta cinta son —a causa de la distancia
películas, en una vista (piano) única. Muestra la salida de los entre el aparato y los personajes filmados, a causa también de la
obreros y las obreras de la fábrica Lumiére, y también la salida longitud focal del objetivo utilizado— una determinada amplitud
del coche de caballos de los patronos. «Se instalaba la cámara en del campo y del tamaño de los «figurantes», así como una deter­
una habitación de la planta baja de un edificio —explicará Fran- minada frontalidad rigurosa. Ahora bien, como veremos, estos
cis Doublier, colaborador de los Lumiére— a fin de que los "fi­ rasgos reaparecerán constantemente a lo largo de los años si­
gurantes” no fueran distraídos por la visión del aparato»25. El en­ guientes, marcarán casi todo el cine entre 1900 y 1905, y acaba­
cuadre escogido es tal que los personajes ocupan alrededor de la rán por ser vividos por los pioneros más conscientes del M.R.I.
mitad de la altura de la pantalla en el momento en el que se di­ como obstáculos a franquear.
rigen hacia el borde del encuadre para salir de campo. Aunque Pero, ¿de dónde proceden los criterios que presidieron estas
una pared ocupe alrededor de la mitad del campo, la sensación v tantas otras tomas de vistas? En primer lugar, sin duda alguna,
de espacio, de profundidad, que hará impacto en los primeros es­ de las prácticas dominantes en la fotografía del momento. Geor-
pectadores de las películas de los Lumiére, está ya presente pre­ ges Sadoul subraya cuánto se parecen Le Repas de Bebé y mu­
cisamente mediante la oposición entre esa pared que llena el fon­ chas otras escenas de la vida familiar de los Lumiére recogidas
do a la izquierda y el movimiento de la multitud que desemboca en película por Louis a las fotos de su propia familia que descu­
desde el sombrío interior, cuya perspectiva es subrayada por un brió en un desván26. Y no deberíamos olvidar que Louis Lumié­
encuadre que pone en evidencia las muy visibles vigas del techo. re, co-director de una firma que prácticamente había creado en
Cuando comenzaba la salida, se ponían a dar vueltas a la mani­ Europa el mercado de la fotografía de aficionados con el lanza­
vela, y rodaban hasta que no había película en el interior de la miento y la explotación de su primer invento, las célebres placas
cámara, es decir, durante un minuto, aproximadamente (17 me­ «Etiquette Bleue», era, a su vez, un fotógrafo «amateur» muy es­
tros a 16 imágenes por segundo). pabilado. Pero aquí se trata, y más aun con las innumerables es­
Además de tratarse de una experiencia decisiva, efectuada con cenas de calle que iban a predominar en los sucesivos catálogos
el prototipo de esta cámara histórica, nos encontramos con una de la sociedad, de una imaginería típicamente profesional, popu­
experiencia de observación de lo real: se trataba, diríamos hoy, larizada por la tarjeta postal ilustrada. En realidad se trata del
de «atrapar» una acción, conocida en sus grandes líneas, previ­ «paisaje urbano», hecho posible solamente, al igual que las ex­
sible casi ai minuto, pero aleatoria en todos sus detalles, y cuyo periencias de Marey y de Muybridge, después del lanzamiento al
carácter aleatorio se intentará conscientemente respetar escon­ mercado de emulsiones rápidas (a diferencia, claro está, del pai­
diendo la cámara. saje rural, accesible de entrada a las placas de colodio húmedo,
Todas estas características, recogidas por una gran parte de que sobredeterminaron también los retratos «congelados» y los
las películas de la «escuela Lumiére», unidas al aspecto «trozo de cuadros de género de la «primera generación» de fotógrafos).
vida» de tantas de sus vistas, contribuyeron a darle a Lumiére la ¿Qué transformación sufrirá este modo de representación fo­
reputación de primer documentalista, de primer campeón de un tográfico en contacto con el cinematógrafo y, más genéricamen­
cine «de testimonio», «directo». Y este punto de vista es perfec­ te, cuando se inscriba en las primeras prácticas fümicas? A este
tamente legítimo. paisaje urbano animado le caracterizará el mayor «policentris-
Pero permítaseme examinar estas mismas características (y mo» de una imagen que habría escapado de las reglas centrípe-

25 Vincent Pinel, Louis Lumiére, en Antohologie du Cinema, voi. VIII, p á­


gina 415. 26 Georges Sadoul, Louis Lamiere, París, Segbers, 1964, pág. 51.

32 33
tas de la pintura académica27. Dicho de otro modo, ni las escenas gen-modelo con la tendencia «cientifista» que se había manifes­
de calle, ni las otras vistas de conjunto que les suceden, propor- tado en Muybridge, Marey, etc., tendencia que parece haber vuel­
cionan espontáneamente la clave de una lectura que permita re­ to insensibles a todos estos grandes investigadores del último pe­
coger, detallar, su complejo contenido, especialmente en una pri­ riodo «arqueológico» a las seducciones de la representación total,
mera visión. Puesto que, una vez designado el «tema», tal y como precisamente, sin duda, a causa de su esencia espiritualista.
figura en el catálogo Lumiére, ¿cuál es el contenido de una cinta Ahora bien, durante toda su vida los hermanos Lumiére se
como La Sortie d'Usine, como L'Arrivée d'un Train o como Lyon, consideraron justamente como investigadores, hombres de cien­
Place des Cordeliers? Sólo la exhaustiva enumeración de todo lo cia. Naturalmente, se trató siempre de investigaciones aplicadas.
que en la imagen se ve (y eso es lo que los primeros informes Auguste consagró la mayor parte de su vida a la investigación
intentan hacer) puede responder a esta pregunta, que también médica. En cuanto a Louis, estoy totalmente de acuerdo con Vin-
podría suscitar, para cada una de las películas Lamiere, un texto cent Pinel cuando estima que la auténtica obra de su vida fue el
al menos tan prolijo como La Vue de Raymond Roussel. Ahora procedimiento de fotografía en colores llamado Autocromía, cu­
bien, era práctica corriente en las primeras sesiones de proyec­ yos trabajos habían comenzado en 1891, pero que no se concre­
ción (y especialmente en las que realizaron los operadores Lu- taron hasta 1907. Por otra parte, en mi opinión, resulta altamen­
miére en las cuatro esquinas del mundo) pasar las películas va­ te significativo de la actitud que tenían hacia sus trabajos y que
rias veces seguidas, y, en nuestra opinión, esta práctica no puede fue diametralmente opuesta a la de un Edison o un Demeny, el
reducirse a un simple deseo de un público nuevo de ser «sor­ hecho de que la primera representación del Cinematógrafo fuera
prendido» una vez más: estas imágenes llevan inscritas la nece­ del laboratorio se diera como propina en una sesión consagrada
sidad de ser vistas una y otra vez; es inconcebible que un público principalmente a la proyección de vistas en color: «Louis Lumié­
del momento, lo mismo que un público actual, pudiera conside­ re vino a dar una conferencia sobre la Industria Fotográfica, la
rar haberlas visto definitivamente después de una única visión, Sociedad que dirige y las tentativas de industrialización del pro­
del modo que hoy podemos decir que hemos visto la película que ceso de fotografía en colores de Lippman que ocupa ahora una
la semana pasada echaban en el cine de nuestro barrio y que no buena parte de sus investigaciones. Sin embargo, al final de la
volveremos a ver precisamente porque la hemos visto (es decir, sesión, se hizo la improvisada presentación del "kinetoscopio de
consumido). Nos encontramos aquí con una de las contradiccio­ proyecciones” , como la designa el acta. Los tres Lumiére, que asis­
nes fundamentales entre el cine primitivo y el sobre la ten a la proyección, son los primeros sorprendidos por el movi­
que más tarde volveremos. miento de entusiasmo que acoge la proyección de una única pe­
Pero este seria un punto de vista estrecho y reductor, que re­ lícula: La sortie des usines Lumiére. El éxito alcanzado por esta
duciría a ser un simple avatar de la tarjeta postal esta «imagen corta cinta supera, ante su extrañeza, al de las proyecciones fijas
Lumiére», que no sólo es el modelo de millares de cintas «docu­ en color...»28. Algunas semanas más tarde, Louis reincide, pre­
mentales» del primer decenio, sino que liga con estos rasgos todo sentando una película «al margen» de una demostración de co­
un aspecto del cine narrativo francés, de Zecca y Alice Guy a Pe- lor, y nuevamente quedará sorprendido por las reacciones.
rret y Feuillade. Pero es sobre todo en la actitud de Lumiére frente a sus te­
Si tenemos en cuenta ciertos factores subjetivos (la ideología, mas, en este encuadre que ofrece generalmente un amplio espa­
la formación, el conjunto de las prácticas de Louis Lumíére y de cio para el desarrollo de la acción en todas direcciones donde po­
su hermano Auguste), así como los factores objetivos ya descri­ demos desvelar una acitud casi científica. Efectivamente, la esce­
tos, se pueden relacionar la producción y la influencia de esta ima­ na parece desarrollarse ante su cámara un poco como el compor­
tamiento de un organismo microbiano bajo el microscopio del
21 Algunos paisajes urbanos muy céntricos debidos a Maner o D egas pue­ biólogo o el movimiento de las estrellas en el telescopio del as­
den considerarse sin duda como una especie de choque en retroceso de la fo­
tografía con ia pintura más av a n z a d a de ia época. 28 Pinel, op. c i t pág. 411.

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trónomo. No deja de tener interés subrayar que esta primera pe­ ni de controlar, ni de centrar la acción29. A este respecto, por
lícula, La Sortie d'Usine, fue vuelta a filmar cinco meses más tar­ otra parte, no puedo más que rechazar la tesis, propuesta con cier­
de para controlar una mejora técnica, exactamente en las m is­ ra unanimidad por los historiadores del cine, según la cual Louis
mas condiciones que la primera vez. Ciertamente era un plano Lumiére, con UArrivée d'un train en gare, habría prefigurado el
al alcance de la mano, por decirlo así, pero el hecho de haberlo montaje clásico. Esta tesis, que se apoya en el análisis de los fo­
reproducido tan exactamente como fuera posible, me parece que togramas —siempre peligrosa cuando se quieren tratar las pelí­
confirma mi tesis en lo que a la actitud de Lumiére ante su tra­ culas como realidad socio-fenoménica, lo cual implica considerar
bajo se refiere. la finalidad de la proyección en sala— se inscribe en la línea glo­
Por supuesto, no todas las películas que se corresponden con bal de la historiografía lineal, que concede gran importancia a
este tipo fueron rodadas con una cámara escondida. En el De- «lo que se hace por primera vez». De hecho conduce a ocultar
barquement du Congres de la Photographie, los congresistas sa­ lo específico de una línea en la que la parte del azar es tal que
ludan sin complejos a la cámara, y cabe pensar que en las dife­ forzosamente tenía que producir cambios de tamaño de las figu­
rentes versiones de UArrivée d'un train en gare Lumiére le pi­ ras en la imagen, cambios que solicitan un modo de lectura que
dió a su esposa que efectuara determinado trayecto en cada no tiene nada que ver con el que fundará «los códigos del mon­
«toma». Pero estas películas y todos los demás «cuadros-docu­ taje» (estos fotogramas que se detienen tan cómodamente en un
mento» que participan en la constitución dei modelo Lumiére me libro pasan en verdad muy rápidos en la proyección).
parece que en última instancia revelan una idéntica dirección: es­ Hacia el final de su vida, Louis Lumiére le confió a Georges
coger un encuadre tan apto como sea posible para «atrapar» un Sadoul: «...mis trabajos fueron trabajos de investigación técnica.
instante de realidad, y filmarlo luego sin ninguna preocupación Jamás hice lo que se llama "puesta en escena” . Y no me acabo
de encontrar a gusto en un estudio m oderno»30. «En el cine, el
tiempo de los técnicos ha pasado, ahora es la época del teatro.»
«En otro momento —dice Sadoul— le hablé de "puesta en esce­
na” a propósito de estas películas, y frunció el ceño. Visiblemen­
te, no comprende que se haga puesta en escena para una pelí­
cula» 31.
Por supuesto, estas declaraciones son perfectamente compa­
tibles con la ideología y la práctica «documentales» de las que se
ha hecho iniciador a Lumiére. Sin embargo, en mi opinión hay
que hablar, como finamente sugiere Vincent Pineí32, más bien
de una práctica y de una ideología más cercanas de las del cine
aficionado (tal y como se desarrolló a partir de la llegada al mer­
cado, hacia 1900, de aparatos y películas sub-standard) que de las
películas del G.P.O., por ejemplo.
En el plano tecnológico, naturalmente, Lumiére contribuyó
también al avance del sueño frankeisteiniano, no solamente con

29 N o aludimos aquí al D ejeuner de bébé (y otras películas de Lumiére que


de ella se derivan), ni al A rroseur arrosé y otros sketchs cómicos. Estos, lógi­
camente, abren otros horizontes.
?0 Sadoul, op. cit., pág. 107.
11 Ib id., pág. 100.
Louis y Auguste Lumiére: L ‘A rrivée d ’un train en gare. ?2 Pinel, op. cit., pág. 420.

36 37
la invención del cine, sino también con una improvisada tenta­ sus gestos familiares, con la palabra a punto de salir de sus la­
tiva de «sincronismo en directo» (en el. Congreso de los Fotó­ bios, la muerte dejará de ser absoluta»34.
grafos de Lyon), con la pantalla gigante de la Exposición de 1900 Así, forma, movimiento, color35 (que se añade, porque va in­
y, finalmente, con un procedimiento de cine en relieve, presen­ cluido en el total, aunque nos adelantemos unos años), todo, de
tado en 1935 en el Festival de Cannes. Fero, a través de todo lo entrada, bajo la pluma de estos periodistas, concurre a realizar
que de él sabemos, nada indica que haya sido nunca sospechoso la fantasía suprema: suprimir la muerte36.
del lirismo de la representación analógica, de la mitología de la
victoria sobre la muerce. Él y su hermano pertenecían, por su edu­
cación, a la misma tradición racionalista de Marey y Londe, y es
ésta la que condicionó de forma tan decisiva unas películas que
iban' a ejercer una auténtica hegemonía sobre la producción y el
consumo mundial durante varios años, contribuyendo a lanzarlas
hacia lo que pronto aparecería como' una vía muerta. En el pró­
ximo capítulo encontraremos una prueba bien convincente cuan­
do examinemos este extraño fenómeno que fue Hales Tours y
que mostró tan bien que «el hiper-realismo» de Lumiére era pro­
blemático.
Entiéndase, el Cinematógrafo fue alistado entonces, desde su
nacimiento, y a continuación del Diorama y del Estereoscopio,
en el campo, de la ideología frankensteiniana, aunque fuera al
margen dé los sentimientos íntimos de su inventor y de las ca­
racterísticas objetivas de la figuración que fundó. Un célebre ar­
tículo aparecido en el Radical, una de las dos hojas que señalaron
este primer estreno histórico en el Salón Indio (la gran prensa
ignoró el acontecimiento) incluye indicaciones preciosas: «Sea
cual sea la escena tomada de esta forma, y por grande que sea el
número de personajes así sorprendidos en los actos de su vida,
ustedes los vuelven a ver a tamaño natural, en colores (sic), la
perspectiva, los cielos lejanos, las casas, con toda la ilusión de la
vida rfeal (...). Ya podía recogerse y reproducir la palabra , ahora
puedé recogerse y reproducir la vida. Podrá usted, por ejemplo,
14 Ibid., págs. 47-48.
volver a ver las acciones de los suyos mucho tiempo después de Vemos aquí —como veremos en Gorki— cómo e! color tiene su lugar
haberlos perdido»33. Y es notable observar que el otro único ar­ en el sueño frankensteíníano, A este título, Lumiére también interviene, tras
tículo aparecido este 29 de diciembre de 1895 y consagrado al Ducros de Hurón y otros, con su procedimiento autocromo. Sin embargo, el
acontecimiento (en La Poste), acabe con la misma nota mortuo­ color (no fotográfico) aparecerá muy pronto en el cine, sin que ello signifique
que se haya franqueado un umbral decisivo hacia su presencia institucional. Efec­
ria: «Cuando estos aparatos sean entregados al público, cuando tivamente, el color no proporcionará nunca, incluso en nuestros días, más que
todos puedan fotografiar a los seres que les son queridos, no ya un añadido de realidad en el seno del M.R.I.
en su forma inmóvil, sino en su movimiento, en su acción, .en 3Í Andre Bazín, en un célebre artículo, Ontologie de L’Image Photographt-
que (cfr. Qa'est-ce que le cinema?, 1975, págs. 9-10), hace remontar ese «com­
plejo de momia» a los antiguos egipcios y viendo una especie de pulsión uni­
ÍJ Citado en Lo Duca y Maurice Bessy, Lamiere l'inventsur, París, Editioos versal. En tanto que tal, le sirve para legitimar su propio apego al ilusionísmo
Prisma, 1948, pág. 47. burgués.

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