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NI
DESTINO, NI PROBLEMA. Hacia una descolonización de nuestras prácticas docentes. Libro en
publicación.
Hay que destacar el cambio de paradigma que introducen las conferencias de población
como la anteriormente citada que, influenciadas por el movimiento feminista y a la luz
de la categoría de género que irrumpió en la academia y en el movimiento político,
empiezan a cuestionar las políticas estatales que persiguen ejercer un control sobre la
natalidad/sexualidad de las mujeres.
Este impulso logra introducir en la Organización Mundial de la Salud, en el año 1994, el
concepto de Salud Sexual y Reproductiva que refiere a "un estado general de bienestar
físico, mental y social, y no sólo a la ausencia de dolencias o enfermedades en todos los
aspectos relacionados con el sistema reproductivo y a sus funciones y procesos". Esta
definición enfatiza el ejercicio pleno de la sexualidad, libre de cualquier tipo de
violencia o de coerción y desligado de la procreación.
1 En los estudios de género se utiliza el término cisgénero (o la abreviatura ´cis´) para referirse a las
personas que se autoperciben con la identidad de género que les fue asignada al nacer. El prefijo ‘cis’
significa ‘de este lado’ y su antónimo ‘trans’, significa ‘del otro lado’.
giro en su vida, para asumir mayores compromisos con la escolaridad, la búsqueda de
estabilidad laboral, emocional, etc. De una manera u otra, es un interrogante que aún
dejaremos abierto.
Al mismo tiempo, hay que cuestionar qué es lo que se entiende por proyecto de vida.
Probablemente, las percepciones de completar los niveles de escolarización y de
concretar la inserción al mercado laboral estén impregnadas de lo que aquí hemos
llamado miradas tradicionales. Al decir de la Dra. Eva Giberti:
Por ello hablo de juventudes en plural y, coincidiendo con el autor, cabe sostener que
existen escalas dentro de la categoría "juventud" que la diversifican. Entre ellas, "las
más notorias son la diferenciación social, el género y la generación".
En la construcción hegemónica de ese concepto de Juventud se construye también un
modelo ideal de cuerpo que es el que se asimila a esa juventud. Lo cierto es que ese
modelo está constituido desde ciertos parámetros y resulta inalcanzable para los y las
jóvenes de los sectores populares. Lo impregnan los ideales de belleza configurados a
partir de una mirada eurocéntrica, que claramente no contempla los rasgos originarios
de Nuestra América, entendiendo que usamos este concepto para referirnos al
subcontinente América Latina.
Cuando el sociólogo Claudio Duarte Quapper se responde el interrogante en cuanto a la
pertinencia de hablar de Juventud o Juventudes, citando a Pierre Bourdieu, afirma que
para mirar a este grupo social es necesario hacerlo desde la diversidad:
7 Se prefirió utilizar en este trabajo la categoría de “raza” en lugar de la de etnicidad, coincidiendo con la
antropóloga Verena Stolcke cuando afirma que el reemplazo de “etnicidad” por “raza” es parte de la
teoría liberal que intenta neutralizar la existencia del racismo: “Está demostrado que las ‘razas’ no existen
en un sentido biológico estricto en la especie humana. (…) Si la ‘raza’ no es un hecho biológico sino una
construcción social, el ‘racismo’ no puede ser deducido de ella como fenómeno natural. Y de modo
inverso, si no prevalece una ideología racista, la noción de ‘raza’ carece de cualquier sentido”.
así que deriva de ello la imposibilidad de no pensar en términos de clase, de raza, de
nación, de sexualidad, de edad, etc., cuando abordamos alguna problemática social.
Quienes construyen las miradas sobre los y las jóvenes lo hacen desde un lugar de poder
—hablamos de adultos/as, generalmente profesionales, respaldados/as por alguna
institución educativa o de salud—, su discurso y sus prácticas prefiguran parámetros de
normalidad que se universalizan invisibilizando las realidades particulares. Así es que
encontramos prácticas y discursos que se presentan como “salvacionistas” para con
jóvenes en situación de vulnerabilidad, que no hacen más que reproducir opresiones al
invisibilizar las “identidades contextuadas” de estos/as jóvenes. Con identidades
contextuadas se hace referencia a la necesidad de pensar que las identidades se
construyen en un contexto político, económico, social y cultural determinado.
La activista Manuela Alvarado López, de origen k’ich’é y que reside en Guatemala,
afirmó en el marco del Foro Internacional sobre Participación Política de Mujeres
Indígenas de las Américas, realizado en México en mayo de 2012, que "quienes llegan a
una comunidad a decir cómo hay que comportarse, pero no se dejan cuestionar y no son
capaces de recibir enseñanzas, producen que sus propuestas ya no sean alternativas a
considerar sino nuevas prácticas de opresión".
Teniendo en cuenta esta caracterización, utilizaremos el concepto de colonización en un
sentido amplio, entendiendo por el término cualquier acción que produzca la imposición
de prácticas y de concepciones en desmedro de otras, aferrándose a un argumento de
superioridad de las primeras, las cuales sólo lo son en la medida que quienes las
promueven se encuentran en un lugar de poder.
La retórica salvacionista, de la que hablábamos para con las adolescentes, se construye a
partir de la intersección del hetero-sexismo, del racismo y de la explotación de clase.
En términos de la poeta y ensayista feminista Adrienne Rich, el hetero-sexismo refiere a
un sistema que promueve la Heterosexualidad Obligatoria, para lo que la construye
como Institución Política que no sólo comprende a la heterosexualidad como norma,
sino que además nos educa y forma como heterosexuales. Con ello se puede afirmar que
la heterosexualidad, en este contexto, se constituye en un régimen político que atraviesa
a la mayoría de las relaciones y cuestiona la idea de entenderla como una mera práctica,
orientación u opción sexual. Es también la lesbiana feminista francesa Monique Wittig
quien describe de manera muy perspicaz cómo la heterosexualidad es una construcción
política con claras implicancias materiales.
Al decir de la filósofa feminista María Lugones, existen diversas versiones sobre cómo
interpretar la interseccionalidad:
La intersección muestra la ausencia (…) pero la construcción de
las categorías asume que aquellos que son dominantes en
términos de poder social agotan la categoría, encubriendo las
relaciones de poder intracategoriales. Los subordinados dentro
de la categoría no tienen la capacidad de darle sentido. Las
categorías dominantes homogéneas, monádicas, impermeables
funcionan como organizadores de lo social pero no están
relacionadas inductivamente o por abstracción de relaciones
sociales sino que las constituyen, son una producción social.
Ausentan lo complejo de las relaciones sociales y las relaciones
de poder que constituyen esa complejidad. Nuevamente, la
reducción es inter e intra categorial. La simplicidad fragmenta
lo social en átomos separados y los constituye en términos de
los que ocupan la posición dominante en ese fragmento:
mujeres blancas burguesas heterosexuales en la simplificación,
fragmentación, reducción, que constituye la categoría mujer.
Hombres no blancos en las simplificaciones y fragmentaciones
que constituyen a “indígena”, “negro”, “chicano”, “chino”,
“blanco” y otras varias categorías raciales que constituyen la
clasificación social introducida en la organización de la
producción con el sistema global de poder capitalista.
Esto es lo que sucede con los/as adolescentes que aquí estudiamos. Entonces, se pre-
asume que su situación de maternidad viene a truncar un proyecto de futuro
esperado/deseado. La pregunta es, esperado/deseado ¿por quién?
En síntesis, como afirma la antropóloga Verena Stolcke: “Se trata de comprender cómo
la intersección entre la raza, la clase y el género produce experiencias comunes, pero
también diferencias en el hecho de ser mujeres y, por otra parte, por qué el género, la
clase y la raza son constitutivos de la desigualdad social".
Fundamentalmente, debe priorizarse que esas estrategias se anclen desde una
perspectiva de género —la historiadora Joan Scott sostiene que el género es un
elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que
distinguen los sexos y es una forma primaria de relaciones significantes de poder—,
teniendo en cuenta la necesidad de este enfoque para reconocer los lugares que le son
adjudicados a las mujeres en nuestra sociedad, donde el mandato de la maternidad viene
a ser un rol asignado al género femenino en la patriarcal distribución de tareas dentro de
nuestro modo de producción y dentro de nuestro marco de relaciones sociales.
En el binomio de la mujer-santa y la mujer-puta que instaura el patriarcado, el primero
está signado por la maternidad, que viene a garantizar la reproducción social y la del
sistema. Regular la reproducción de la especie humana implica regular la capacidad
reproductiva de las mujeres, represión que se ha garantizado a través de diferentes
formas de control social y sexual, donde la prostitución y la monogamia vienen a ser
dos de los mecanismos que garantizan dicho control.
En esa desigual distribución de roles y de tareas asignadas a los sexos en el sistema
patriarcal, las diferencias implican consecuencias sociales y políticas. Entre ellas, los
varones son portadores de un privilegio en el que disponen del trabajo de las mujeres,
controlan su acceso al espacio público y, también, sus capacidades reproductivas.
Asimismo, disponen de una libertad sexual mayor, pues la familia monogámica está
teñida de una doble moral en la que las mujeres deben cumplimentarla al pie de la letra,
mientras que el varón tiene permitido corromperla; por ello la prostitución es su
contracara.