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Efecto Pigmalión

Sobre el Azúcar
CUENTO POPULAR

Miguel A. Fernández
INICIO

En Villa Azúcar, una pequeña ciudad sin nada que envidiar ni nada especial,
las nubes anunciaban la aproximación de la lluvia, al crepúsculo. Desde días atrás
una fuerte oleada de lluvias de pianos mantenían a los frágiles habitantes de Villa
Azúcar dentro de sus hogares. El pronóstico del clima del noticiero solo podía
prevenir al público de la precipitación de enormes pianos de cola desde los cielos, y
aconsejaban el frecuente uso de cascos de seguridad.

Keadselyn, una joven galleta, se habría quedado en su casa aquella noche, de


no ser por sentirse tentada a las palabras de una Gelatina de edad avanzada, que se
cruzó con ella en la plaza esa tarde, y mantuvieron una conversación algo breve,
pero muy interesante.

Mientras Keadselyn abandonaba el jardín de su casa abriéndose camino hacia


la calle, recordó lo que la anciana Gelatina le había dicho…

“Existe una antigua fuente en el extremo de Villa Azúcar, conocida como la


fuente de Pigmalión, que concede a quien se bañe en sus aguas la fortuna más
deseada por esta persona” Musitó la Gelatina, que cabe destacar se llamaba Galatea
“Pero, para llegar a ella, el sujeto debe demostrar que merece bañarse en ella, y
deberá pasar por tres duras pruebas… Hay que ser rápido y prudente, las aguas de la
fuente dejan de fluir al amanecer…”

–Tres duras pruebas –Repitió entre dientes Keadselyn, mientras se alejaba de


su casa, decidida a llegar al extremo de Villa Azúcar.

En el pasado, un sucio ratero robó las pertenencias de mayor valor de la


Galleta, y le arrebató todo su dinero, dejando caer a Keadselyn en la pobreza, la
humillación y a su vez, la tristeza. Iba a la fuente con toda la fe de que esta le
ayudara en su estado financiero.
DESARROLLO

Pasaron treinta minutos, sentía como en el centro de Villa Azúcar, el cual


había dejado atrás hace rato, caían violentamente pianos. Poco antes de que la joven
Galleta llegara a su destino, el jardín de la Fuente de Pigmalión, vio que una paleta
de helado y una tira de regaliz caminaban cerca de ella, en la misma dirección. Por
un largo rato ninguna se dirigió la palabra, pero finalmente la paleta dijo:

–Ja, todas vamos a la misma fuente, parece ser.


Así era, tanto Keadselyn la galleta, como Lucia la tira de regaliz y Romina la
paleta buscaban una oportunidad de hacer sus vidas algo digno de vivir.

Romina padecía de una enfermedad que ningún sanador podía curar, y quería
gozar de la fortuna de la Fuente de Pigmalión para poder pasar el resto de su vida en
términos sanos.

Por su parte, Lucia, fue abandonada por su amado en el pasado, y pretendía


bañarse en las aguas de la fuente para así curar su pena de soledad. El trauma del
abandono no le permitió aceptar que él hombre con quien se había comprometido se
había marchado, y por eso siempre usaba su anillo de compromiso, esperando en
vano que el regresara alguna vez.

Tras presentarse las tres, ellas entendieron que tres cabezas funcionaban
mejor que una, y juntas se encaminaron al jardín de la fuente.

Entre las conversaciones que mantuvieron las tres amigas, se dieron cuenta de
que todas fueron a la fuente porque Galatea les hablo lo mismo acerca de la misma
fuente, y ellas sintieron la necesidad de ir.

– ¡Ahí esta! ¡Es el jardín! –Anuncio Lucia, con disimulada emoción.

Keadselyn no podía evitar sentir de que alguien las seguía, pero continúo
caminando junto a las otras dos. Una valla de madera las separaba de un extraño
terreno de altos matorrales de chocolate y arboles de malvaviscos, no se podía ver
que había más adentro, pues los matorrales se los impedía.

Había una placa de bizcocho en la valla, que rezaba:

Al final, solo una persona podrá

bañarse en la Fuente de Pigmalión.

La galleta, la tira de regaliz y la paleta de helado hicieron caso omiso de este


letrero, e intentaron atravesar la valla y entrar al jardín.

Lucia apenas había intentado escalarla, cuando alguien grito a sus espaldas.

– ¡Apártate!

Una mano misteriosa empujo con brusquedad a Lucia, y justo donde ella
estaba dos segundos antes, un enorme piano calló a gran velocidad haciéndose
añicos contra el suelo y provocando un sonido estrepitoso.
Keadselyn se asomo, asombrada; igual Romina.

Quien había gritado, y a su vez había empujado a Lucia, salvándola de un


terrible final, era un ponqué de envoltura morada y rota, y de gesto atemorizado.

– ¿Quién eres tú? –Pregunta Romina, algo disgustada, ahora Keadselyn sabia
quien las estaba observando.

– ¡No es momento de conversar! –Replico el ponqué, que horrorizado


contempló el nublado cielo.

Poco a poco se veían como algunos pianos caían desde el cielo,


amenazándolos. Apresuradamente, Romina salta la valla de madera y entra al jardín.
El misterioso ponqué tomo del brazo a Lucia y la ayudo a pasar la valla, y luego la
pasó él. A Keadselyn le costó saltarla, pero con suerte, el ponqué regresó y la ayudo
a pasar.

Los cuatro corren y se refugian bajo un muy enorme árbol de bolas de helado,
dentro del jardín.

–Rayos… De no ser por ti… –Empezó Lucia, dirigiéndose al Ponqué –


Gracias.

– ¿Se conocen? –Preguntó Romina, indignada. La paleta jadeaba mucho.

–Esto… Si –Respondió Lucia, encogiéndose de hombros –El es el Sr.


Desafortunado, lo traje inadvertidamente para que se bañara en la fuente.

Romina se molesto mucho con esto, y reprocho bruscamente a Lucia, puesto


que solo una persona iba a poder bañarse en la fuente, y ahora ella introduce otro
competidor.

Keadselyn se sienta en el tronco del árbol mientras tanto, y abrió su mochila.


Dentro de esta había ingredientes que la galleta se llevaba a todos lados, y le servían
para hacer de todo, pero principalmente, bocadillos. Tomo una hoja húmeda del
árbol, y le coloco algunos de los ingredientes que llevaba, tanto dulces como salado
para lograr un toque especifico, y finalmente le ofreció el bocadillo a Desafortunado,
quien estaba a su lado viendo con gesto trágico la discusión entre Romina y Lucia.

Tímidamente, acepto el bocadillo y esbozo una sonrisa a Keadselyn, quien le


devolvió el gesto. Al probarlo, a Desafortunado le brillaron los ojos, aparentemente
le encanto.
– ¡Al final, cuando tengamos que decidir quién se bañara, será más
problemático estando el! –Iba diciendo Romina.

–No se preocupen –Dijo Desafortunado, levantándose del tronco –Me iré, no


pertenezco a estos desafíos, abandono…

– ¡Ni pensarlo! –Le interrumpió Lucia – ¡Intentaras cambiar tu fortuna!


¡Pasaras las pruebas con nosotras hasta el final!

Sr. Desafortunado se encogió de hombros, pero asintió con la cabeza de


ponqué que tenia.

Preocupados de que no le cayera algún piano de la lluvia, caminaron


apresuradamente por el jardín, buscando la primera prueba o algo que se pareciera,
hasta llegar a una verja de hierro, totalmente cerrada, que parecía dar camino a la
segunda prueba del jardín.

Se fijaron en una placa de bizcocho que estaba en la verja, similar a la de


afuera, que rezaba:

Para superar esta prueba, y estar un paso más

Cerca de la fuente, deben entregar

UNA prueba de su dolor.

Resulto ser confuso para la banda de dulces, pero entonces de entre los
matorrales salió un alto y gordo oso de goma dulce. No dijo nada, pero estiro una
pata, exigiendo la prueba de dolor.

Pero ellos no supieron que hacer. Romina intento escalar la verja de hierro,
pero era más que inútil. Sr. Desafortunado ataco físicamente al oso, pero este no
parecía recibir daño en lo más mínimo, y continuaba con una garra estirada. Lucia
tomó algunas varas de caramelo del suelo y se las tiraba al oso, pero aparte de que
no le hacían nada, su puntería era pésima.

Romina también empezó a atacar al oso, sin éxito alguno. Keadselyn intento
entender la prueba como tal, y lo pensó ciento de veces… <Prueba de dolor, prueba
de dolor>… Nada parecía ser la respuesta.

Al cabo de diez minutos de inútiles intentos de herir al oso de goma, este


empezó a contraatacar a sus atacantes, empujándolos bruscamente y estos caían
contra el suelo. Keadselyn contemplo desesperada la pelea, el oso empujándolos y
ellos levantándose y persistiendo en atacarlo. La galleta lentamente se acerco a la
pata del oso, que la estiraba nuevamente cuando no atacaba, y con la respiración
entrecortada, ella empezó a llorar.

Ya Keadselyn se había acercado lo suficiente al oso, los otros tres se


quedaron viendo la escena. Las lágrimas de Keadselyn cayeron inconscientemente
en la pata de él.

Esto pareció satisfacer de alguna manera u otra al oso, quien por fin se dio la
vuelta y con fuerza abrió la verja de hierro. Acto seguido, entro a los matorrales de
los cuales salió un rato atrás.

–Prueba de dolor –Susurro Keadselyn para sí, entendiendo por fin.

Lucia la tira de regaliz, Romina la paleta de helado y Sr. Desafortunado el


ponqué felicitaron a Keadselyn la galleta por su inconsciente e involuntario logro, y
la animaron a seguir por el camino que debían emprender para llegar a la fuente.

Era un jardín enorme, y cada vez que más se adentraban en él se encontraban


con arboles más altos y matorrales más abundantes. Algo le preocupaba a
Keadselyn: Conforme iban avanzando, Romina jadeaba más y más, y recordó que
ella dijo que tenía una grave enfermedad, razón por la cual acudió a la Fuente de
Pigmalión.

Llegaron a una pared de piedra muy vertical, que parecía indicar que no había
salida, pero otra placa de bizcocho indicaba lo contrario:

Cada vez más cerca…

Ahora me temo que se requiere que ustedes paguen

El Fruto de Sus Labores.

– ¿Fruto de nuestros labores? –Pregunto Romina, perpleja; hizo una pausa


para toser –Parece que tenemos que escalar esto.

– ¿Escalar? –Se horrorizó Lucia, con lo pésima que era escalando…

–Venga, pensémoslo así –Empezó Romina –De haber superado esto, ya


habremos pasado la mitad y solo nos quedara un paso para llegar a la fuente. Chicas,
¡La Fuente de Pigmalión!
Poco a poco, las palabras de Romina animaban más a los otros tres, y pasaron
horas y horas de difícil trabajo, pues a veces era imposible agarrarse de la roca que
estaban escalando, pero podían sujetarse de alguna rama que colgaba de los arboles
cercanos, y lo esencial era que los cuatro se ayudaran mutuamente. A veces se
quedaban una gran cantidad de tiempo enfrascados en un punto imposible de
avanzar, pero lograban ayudarse para escalar y acercarse más a la cima.

Finalmente, las palabras de ánimo que Romina les daba a sus amigos fueron
lo más importante para que ellos escalaran esos difíciles treinta metros de altura,
aproximadamente. Eso representaba el Fruto de Sus Labores. Al lograr subirse
encima de la roca, se abrazaron para festejar que lo habían conseguido. Al separarse,
vieron algo que les dio un vuelco al corazón: A pocos metros de ellos, se encontraba
una fuente, que con la poca iluminación que había esparcía con gracia y vehemencia
sus aguas celestiales.

Apenas se dieron cuenta de que algo los separaba de la fuente: Un rio extenso
y veloz. Así pues, leyeron la cuarta y última placa de bizcocho, que se encontraba en
una pequeña roca cercana.

Este rio aparenta inocencia, pero es realmente

Peligroso cuando se llega a subestimar.

Es lo único que separa a la poderosa Fuente de Pigmalión

De ustedes.

Superar el rio tiene su precio, se trata de

Pagar El Tesoro de Su Pasado.

Como habían hecho todas las veces pasadas, los cuatro intentaron buscar una
manera fácil de superar el rio sin necesidad de prestarle atención a la placa de
bizcocho.

Sr. Desafortunado intento nadar hasta el otro lado, pero se olvido de esa idea
cuando se percato de lo exageradamente profundo y violento que era el rio. Romina
pensó en pasar con un tronco, pero no había ninguno al alcance. Pasaron treinta
minutos pensando en alguna manera de pasar, pero se alarmaron cuando vieron al
sol asomarse, clareciendo el color del cielo. La aproximación del amanecer les
inspiro a pensar en lo que realmente debían hacerlo…
– ¿Qué es el Tesoro de nuestro Pasado? –Pregunto Desafortunado, con un
alto grado de perplejidad.

Romina y Keadselyn se sumergieron en un debate sobre que podría serlo,


pues hasta el momento todo en el jardín ha sido llamado de manera simbólica, como
las lagrimas de la galleta, catalogándolas como una “prueba de su dolor”.

A Lucia no se le hizo tan difícil comprender, y con lágrimas en los ojos, se


quito su anillo de compromiso y lo tiro al rio, despidiéndose así de todos los sueños
con su prometido que la ataban a su trágico pasado.

En la superficie del rio empezaron a formarse rocas separadas por pocos


centímetros que hicieron la perfecta función de puente. Los cuatro pasaron sin
ningún problema y llegaron hasta el otro lado, el otro glorioso lado, pero…

Repentinamente, Romina se cae sobre sus rodillas y empieza a jadear


exageradamente en el suelo, exhausta. Su cuerpo comienza a tener reacciones
nerviosas, moviendo involuntariamente sus extremidades de manera amenazadora.
Lucia comienza a gritar, y Keadselyn, detalla que Romina no podía respirar.

Desesperada, la galleta tiro todo lo que tenía en su mochila al suelo, y empezó


a revisar los frascos de ingredientes. Al alzar la vista vio la traumática imagen de
Romina sufriendo contracciones nerviosas y Lucia a su lado, sumergida en llanto.
Keadselyn se desprendió un trozo de su pecho de galleta y le untó una serie de
extrañas cremas y especies. Al cabo de medio minuto, se levanta con el trozo de su
cuerpo ahora convertido en medicina y bruscamente lo insertó en la boca de
Romina. Con dificultad, la paleta traga, y al instante deja de retorcerse y se
incorpora.

–Ya no lo siento –Dijo con un hilo de voz la recién recuperada –Ya no siento
mi enfermedad… Me has curado.

Todos miraban atónitos a la galleta, quien trago saliva y se incorporo, viendo


a la fuente con cierto desdén.

– ¿Qué le has dado? –Pregunto Lucia, con los ojos como platos.

–Yo… Ni recuerdo –Respondió sinceramente la galleta, aunque cruzo los


brazos para que no se percataran de que le faltaba un trozo de pecho.

Casi inmediatamente, el sentimiento de Keadselyn de desamparo y pobreza


desapareció. Se dio cuenta de que podía comercializar sus bocadillos y medicinas,
pues tenía un gran don para ello, y así financiarse, por lo que anuncio que ya no era
necesario bañarse en las aguas de la fuente.
DESENLACE

Entonces, Romina se levanto y respiro aire tan claramente como jamás pudo
hacerlo en su enferma vida. Ya que estaba curada, no necesitaba las aguas de la
fuente para sanarse.

Con recelo, Lucia contemplo el rio por el cual su anillo se fue arrastrado por
el agua, y se percató que su melancolía provocada por la soledad que le causo el
abandono de su prometido se había marchado junto al anillo, y que ahora se sentía
libre y feliz, así que se dirigió al Sr. Desafortunado y le dijo que debía bañarse en la
Fuente de Pigmalión, como recompensa por su valentía y habilidad.

El ponqué, sorprendido por su suerte, se lanzó a las últimas aguas de la


fuente. Lucia lo contemplo, como el agua lo rociaba a la luz del asomado sol, que ya
había salido casi por completo y provoco que la fuente dejara de fluir, quedándose
seca.

El ponqué, con sus humedecidas prendas, se lanzó a los pies de Lucia y le


pidió matrimonio a ella, la única persona que confió en él desde el principio y lo
animo a cambiar su destino.

A pesar de que solo uno se baño en la fuente, como lo dictaban las reglas,
todos y todas gozaron de la fortuna de Pigmalión. La paleta de helado curada, el
ponqué que logro encontrar a una persona para él, la tira de regaliz que logro
soltarse de las cadenas que la sujetaban al abandono, y la galleta que escapo de las
sucias manos de la pobreza. Todos festejaban ahí, en ese jardín, sus logros, o lo que
habían conseguido en esa noche, felices para el resto de su existencia.

Pero en aquel momento, una gelatina los observaba desde lejos, en la cima de
una pequeña colina al costado del jardín.

– ¿Sabes que es lo más irónico de esto? –Pregunta ella a un caramelo de


menta que estaba a sus espaldas.

– ¿Qué, Galatea?

–Que la fuente jamás fue poderosa ni mágica, fue su propia fe y confianza la


que les cambio el destino y les hará felices el resto de sus días, pero ellos jamás lo
sabrán, jamás.

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