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Poder y

consenso

Sociología del
poder

1
El poder como logro de la
colectividad
Si analizamos a las concepciones del poder en un continuum que va desde la
fuerza al consenso, se torna indispensable el análisis de Parsons, Arendt y
Habermas como autores del extremo del consenso. En esta lectura veremos
cómo estos autores ven al poder como el resultado de la acción concertada,
aunque desde muy diferentes ángulos, sobre todo Parsons por un lado,
Arendt y Habermas y el marxismo/anarquismo por otro.

Siguiendo a Lukes (1978), podemos afirmar que las concepciones que


interpretan al poder como virtualidad o logro colectivo destacan los
aspectos benignos y comunitaros del poder, en contraposición con los que
lo consideran como fuerza, que veían en él opresión o dominación.

Algunos antecedentes del poder como consenso


Si nos remontamos a la Grecia clásica, vemos que allí ya existían teorías
sobre el poder que remarcaban su lado benéfico: para Platón y Aristóteles,
el poder político era el poder de toda la comunidad, más allá de quienes
podían participar en ese poder. Luego, en el medioevo, se pueden rastrear
concepciones disímiles, pero que se centran en el poder como potencialidad,
a pesar de provenir de doctrinas más jerárquicas del poder. Por ejemplo, en
Santo Tomás de Aquino, el orden es sinónimo de poder. Ya en el liberalismo
vemos una concepción que remarca cómo las actividades libres e
individuales de las personas que persiguen su bienestar redunda en
bienestar colectivo.

En general, lo que tienen en común estas concepciones, lo que nos permite


agruparlas es que admiten que el orden social está constituido por creencias
o intereses compartidos, sustentados principalmente en la autoridad, sea
divina, tradicional basada en la ciencia o en un sistema de valores.

En estas concepciones, la autoridad basada en la creencia es


nuclear, para explicar la cohesión social y el orden político; el
poder se conceptualiza con relación a su poder central de
autoridad, en parte como funcional respecto de ella … y en
parte como algo amenazador, en la medida que se abusa de
él... (Lukes, 1978, p. 730).

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Socialismo, marxismo y nacionalismo

Aunque parezca extraño, en este apartado encuadran las tradiciones que


provienen del marxismo. Lo cierto es que en su perspectiva de acción y
cambio social el poder tiene un componente emancipatorio. Así, el
marxismo presenta su concepción colectiva del poder en la tarea de
construcción del socialismo. Para Lenin, el rol del partido es precisamente la
transmisión de las creencias que son compartidas por todo el proletariado.
Por su parte, en el imaginario del propio Marx, el poder del proletariado y su
revolución nos llevarían a vivir finalmente en una sociedad sin clases, donde
todas las personas (proletarios y burgueses) se librarían de la falsa
conciencia que justifica su posición en la sociedad. Libre de alienación, el
hombre podría llegar a ser un ser pleno, en relación con otros hombres y la
naturaleza.

Si analizamos las doctrinas nacionalistas del siglo XIX y XX de las que se


inspiran, por ejemplo, el nazismo y el fascismo, vemos en ellas un fuerte
componente de consenso o creencias compartidas. Estas doctrinas
identifican la autoridad como la expresión de la cultura nacional o espíritu
del pueblo. Se interpreta así que es esta cultura la que debe ser transmitida
de manera autoritativa para poder ser interpretada por la totalidad del
cuerpo social.

En el socialismo y el propio Marx el poder reviste una doble cualidad: es


cohersión desde el punto de vista de la sociedad actual, dominación de una
clase sobre otra, pero es una fuerza potencial de cambio social que puede
llevar a la emancipación de la sociedad alienada.

Émile Durkheim fue un


Durkheim: el poder para la integración social
sociólogo francés
considerado uno de los Si bien Émile Durkheim no ha teorizado concretamente sobre el tema del
padres fundadores de la poder como sí lo ha hecho su sucesor, Talcott Parsons, es importante
disciplina y primer entender el aporte del primero para comprender al segundo.
sociólogo académico.
Nació en 1858 y murió
en 1917. Para Durkheim (tercer padre fundador de la sociología, junto con Marx y
Su contribución se basó Weber), las sociedades estaban constituidas e integradas por creencias
en entender a la compartidas que funcionaban al condicionar las conductas. Se trata de las
sociedad como un todo representaciones colectivas. Una de las creencias fundamentales de la
unido por la
interdependencia
sociedad moderna que interpretaba Durkheim era el individualismo, que era
funcional y en dotar a la el valor central de este tipo de sociedad. El individualismo era la nueva
sociología de un método religión de una sociedad laicizada. En cuanto al poder, Durkheim
riguroso. consideraba que no se trata de un problema o un conflicto, sino de una
jerarquía funcional dentro de la sociedad.

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Parsons: el poder como capacidad generalizada de
conseguir metas compartidas
Para Parsons, el poder es una capacidad generalizada de una sociedad para
asegurar que cada parte de la sociedad cumpla con sus funciones. En su
visión estructural funcionalista el poder es el aglutinante, lo que hace que
todas las partes interconectadas funcionen.

El poder es definido en forma simple y parcial como un medio


para la integración social, el cual supone existencia de valores
compartidos entre los asociados y alguna forma de consenso
que supedite la fuerza contenida en él a la obtención de sus
objetivos sociales. (Múnera Ruiz, 2005, p. 43).

En esta perspectiva, el poder deriva de la autoridad. Es decir, dado que los


valores y normas compartidos especifican cuáles valores y normas son
preeminentes en una sociedad:

La autoridad equivale al complejo de derechos


institucionalizados al control de las acciones de los miembros
de la sociedad con referencia a lo que estas importan para el
logro de metas colectivas; estos derechos pertenecen a los
líderes, que esperan apoyo de los miembros de la
colectividad. (Lukes, 1978, p. 737).

Es decir, en la sociedad donde las normas están claras, es necesario un


cuerpo de derechos que legitime y faculte a la autoridad que vela por el
cumplimiento de las acciones de acuerdo con ese sistema de valores.

En su esquema teórico, Parsons coloca al poder a la par del dinero como un


medio de intercambio, ya que el poder fluye entre todos los subsistemas
sociales y permite el intercambio.

En la visión de Parsons, el poder deriva de la autoridad, que tiene como


munción propiciar el cumplimiento de las funciones sociales necesarias para
el mantenimiento del orden y de la cohesión. El poder siempre es legítimo
porque deriva de la autoridad.

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La acción comunicativa, deliberación y racionalidad: las
visiones de Arendt y Habermas
Dentro de la discusión sobre el poder interpretada como metas compartidas,
se abre una discusión que es muy actual: la de la racionalidad comunicativa
y de la búsqueda del consenso como modo de toma de decisiones colectivas.

La racionalidad comunicativa desplaza a la idea de racionalidad individual,


de sujeto racional. La acción comunicativa (la discusión en sí) pasa a ser un
fin en sí mismo y no un medio para un fin. En terminología de Weber,
estaríamos frente a una acción con arreglo a valores y no a fines.
Recordemos que en la visión weberiana en el mundo moderno la
racionalidad medios/fines es la que predominaba. La propuesta de Arendt y
Habermas retoman la mirada aristotélica de que existen acciones que se
realizan por sí solas porque tienen un valor intrínseco. Ese es el valor de la
comunicación en estas teorías.

La actividad de deliberar tiene como finalidad la elaboración de una voluntad


común que sirve para abordar los problemas que se tratan. Cabe destacar,
(y por allí viene toda una línea que investiga la factibilidad de este abordaje),
que la voluntad común debe ser lograda sin coacciones y descarta la
posibilidad del voto por la mayoría como solución a priori.

Hannah Arendt

En esta línea de argumentación, Arendt descarta el argumento del poder


como medios/fines y lo define como la capacidad humana no solo de actuar,
sino de actuar en común, concertadamente. Es entonces la capacidad de un
grupo que se actualiza cuando el grupo actúa concertadamente.

El poder es consensual y es inherente a la existencia misma


de comunidades políticas: surge dondequiera que el pueblo
se reúna y actúe conjuntamente. Así, lo importante ahora es
el procedimiento de adopción de las decisiones, más que las
decisiones mismas. El poder lejos de ser un medio para la
consecución de un fin, es realmente un fin en sí mismo ya que
es la condición que posibilita que un grupo humano piense y
actúe conjuntamente. El poder, por lo tanto, no es la
instrumentalización de la voluntad de otro, sino la formación
de la voluntad común dirigida al logro de un acuerdo. (Del
Águila Tejerina, 2006, p. 113).

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A parti de allí surge dentro de la teoría de la acción comunicativa la
importancia de las leyes, entendidas estas como las reglas de juego dentro
del cual se producen las conversaciones. Habermas retomará ese punto
como eje central para la factibilidad de este tipo de acción.

Arendt claramente distigue el poder, al que ve como capacidad concertada


de una comunidad, de otras nociones que solían acompañarlo como la
violencia. La imposición de una voluntad sobre otra, eso es violencia. Poder
y violencia se oponen porque el poder es concertación y la violencia
imposición. Esta última depende de instrumentos (armas y coerción).

Jürgen Habermas

Habermas comparte con Arendt su visión de la acción comunicativa y de la


necesidad de generar consensos, pero su lectura se centra en distinción
entre el ejercicio del poder (es decir, el gobierno de unos ciudadanos por
otros) y la generación del poder (que se asemeja a la concepción de Arendt
del poder). Y allí entra en tensión en concepto de acción estratégica
weberiana que Arendt había dejado relegada y que es retomada por
Habermas. La acción comunicativa que lleva a la formación de una voluntad
política es el fundamento y la base de toda acción estratégica. De allí que se
delimiten dos sistemas de acción, el sistema político-administrativo por un
lado y la sociedad civil por el otro.

En estas condiciones, la violencia puede aparecer como


fuerza que bloquea la comunicación, la deliberación y el
consenso necesarios para lograr generar el poder que el
sistema requiere. Aquí es donde la comunicación
distorsionada, la manipulación y la formación de convicciones
ilusorias e ideológicas hacen surgir una estructura de poder
político que, al institucionalizarse, puede utilizarse en contra
de aquéllos que lo generaron y de sus intereses. (Del Águila
Tejerina, 2006, p. 115).

Pero ¿cómo sabemos si es un acuerdo racional entre ciudadanos libres e


iguales o un acuerdo logrado a través de la fuerza, la violencia y la
manipulación? Es en este punto cuando Habermas recurre a la noción de
legitimidad y de la justificación colectiva de normas práctico-políticas. El
punto fuerte del trabajo del autor es acordar los procedimientos que
permiten asegurar una deliberación libre de manipulaciones.

Según Del Águila Tejerina (2006), son tres los elementos centrales en la
teoría habermasiana que nos permiten hacer esta distinción:

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1) Libertad de las partes para hablar permitiendo la libre argumentación
de tpodos los participantes
2) Igualdad de las partes. Todos los participantes de la deliberación se
suponen con la misma importancia y legitimidad para participar. Nadie
tiene mayor peso en una discusión per se.
3) La fuerza del mejor argumento. Lo que se impone en una discusión es el
mejor argumento y no la coacción o la violencia. El argumento puede ser
no solamente técnico, sino tmabién referir a la justicia u otro criterio
moral.

Como vemos, la complejidad del planteo de Habermas sobre el poder radica


entre la interacción entre estas dos racionalidades estratégica/dalógica y no
en la anulación de la primera por la segunda. La relación planteada por el
autor puede entenderse como una relación de complementariedad y
diálogo entre la democracia agregativa y la deliberativa, siendo la segunda
la fuente de legitimación de la primera.

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Referencias
Del Águila Tejerina, R.; Jiménez Burillo, F.; Luque, E.; Sangrador García J. L. y
Vallespín Oña F. (2006) Psicología de las relaciones de autoridad y poder. España:
Editorial UOC.

Lukes, S. (1978) Poder y Autoridad. En T. Bottomore y R. Nisbet (Comp.) Historia


del Análisis Sociológico. Buenos Aires: Amorrortu.

Múnera Ruiz, L. (2005). Poder (Trayectorias Teóricas de un Concepto). Revista


Colombia Internacional, 62, jul-dic 32-49. Recuperado de
http://www.scielo.org.co/pdf/rci/n62/n62a03.pdf

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