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El problema de la discriminación

Pasaje: Santiago 2:1-13.

Introducción
El problema de la discriminación es algo que parece haber existido entre los lectores
de la carta escrita por Santiago. En algunos pasajes nuestro autor se refiere a ricos y
a pobres. Pareciera ser que ambos grupos convivían juntos dentro de la misma
hermandad (lo que reconocemos hoy como la iglesia). Santiago se propone en esta
sección, sacar a relucir un problema que había entre los hermanos, a fin de abordarlo
en un estilo muy pastoral. Su objetivo no es ridiculizar al rico e idealizar al pobre,
sino regular los favoritismos que se hacían en torno a ellos.
Veamos algunas verdades, en cuanto al problema de la discriminación, entre los
creyentes.

I. Sucede también entre los creyentes (vv.1-3).


A. El llamado está dirigido a los hermanos ‘que creen en nuestro glorioso Señor
Jesucristo’ (v.1, DHH).
B. El problema de la discriminación parece ser un asunto que también ocurre
entre los creyentes. Santiago utiliza la palabra ‘hermanos’ para referirse a sus
destinatarios. Eso quiere decir que los creyentes estaban haciendo acepción
de personas entre ricos y pobres.
C. La fe de los creyentes excluye la discriminación. Santiago utiliza la palabra
‘vuestra fe’, no como un sinónimo del acto de creer, sino para referirse ‘a la
fe cristiana como un todo, cuyo enfoque principal es Jesucristo’ (MacArthur).
La verdadera fe se opone a la discriminación del pobre. Dios es presentado en
el AT como el defensor de los pobres (huérfanos, viudas y extranjeros sin
tierra), entonces, afrentar a los pobres, es afrentar al mismo Dios[2]. Si Dios
defiende al pobre y no hace acepción de personas, su pueblo está llamado a
hacer lo mismo[3]. Entonces, si la fe de los creyentes excluye la
discriminación, la práctica de nuestra fe, debe ser sin acepción de personas.
D. Ni el oro, ni la ropa lujosa, pueden ser la unidad de medida para que las
personas sean aceptadas. Santiago menciona estos dos aspectos externos de la
riqueza. En la época, lo ricos llevaban anillos de oro en cada dedo (excepto el
dedo medio), para evidenciar su riqueza. Al parecer los hermanos habían
caído en las mismas redes y reglas del mundo: valorar a las personas por su

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apariencia y sus posesiones. Debemos de recordar que, ‘…la vida del hombre
no consiste en la abundancia de los bienes que posee’ (Lc.12.15b).
Aplicación. Nuestra sociedad es una de las sociedades más discriminantes. En el
mundo uno vale por lo que tiene. Constantemente se hacen diferencias entre los
pobres y los ricos. De una manera se les trata a los ricos, por ejemplo, en el poder
judicial, y de otra manera a los desposeídos. ¿Podríamos decir que en la iglesia tales
prácticas no existen, o hemos sucumbido a las reglas de este sistema?

II. Convierte a los creyentes en jueces mal intencionados (v.4).


A. Discriminar a las personas por tener o no tener dinero, es una forma de
juzgarlos. En toda discriminación, o favoritismo, existe un juicio de valor
contra la persona. El juicio es un acto que no está permitido a los creyentes,
porque ese es un rol reservado solamente para Dios.
B.
B. La Palabra nos insta una y otra vez a no ser jueces de nuestros hermanos[4].
Dios no nos ha llamado a la vida cristiana a ser jueces de nadie. Mucho menos
jueces injustos con malas intenciones, como es el caso de los destinatarios de
la carta de Santiago. Él les llama la atención fuertemente por actuar de esa
manera.
Aplicación. Les animo a que revisemos nuestras relaciones y veamos dentro de
nosotros mismos. ¿La forma como nos relacionamos con algunos, es la de un juez
injusto, que se deja llevar por los favoritismos, o somos personas que practicamos
la igualdad?
III. No permite ver el rol de los pobres en la historia de la salvación (v.5-7).
a. Los pobres en riquezas materiales han sido elegidos para ser ricos en fe (v.5a).
No significa que la fe es un monopolio de los pobres, sino, que, ‘al no tener
en este mundo las satisfacciones que los ricos encuentran, se hallan más libres
de los muchos peligros que las riquezas ocasionan y más inclinados a
depender de la providencia divina’ (Comentario Matthew Henry, ‘Santiago’,
p.27).
b. También para ser herederos del reino (v.5b). Santiago no se propone decir que
los ricos, por ser ricos, están excluidos de la fe y del reino. Por lo tanto, no

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debemos de interpretar ambos versículos en términos económicos solamente.
J. Alonso aclara que el término pobre, es una espiritualización del piadoso,
por lo tanto debe de tomársele como un sinónimo. Eso lo vemos claramente
cuando vemos la última parte del v.5. Note que la promesa está dirigida a ´los
que lo aman [a Dios]’.
c. La incomodidad de Santiago aumenta al darse cuenta que los hermanos, a los
cuales está dirigida la carta, se han puesto del lado de los opresores y han dado
la espalda al piadoso- pobre (v.6). Se han enfilado con los que blasfeman el
nombre de Jesucristo (v.7). En buena cuenta están participando, por
complicidad, del pecado de los blasfemos. Más adelante Santiago va a
sentenciar ‘el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado’ (4:17,
RV95).
Es muy probable que estos hermanos piensen que podían obtener favores,
debido a su adulación hacia los ricos. Pero parecen no darse cuenta que es un
acto de desprecio y maltrato contra los pobres. No se dan cuenta que a los
ricos no les interesaba sus lisonjas, pues igual estaban dispuestos a llevarlos a
los tribunales.
Amar a los ricos y respetarlos no es el problema, sino hacerlo de manera que
se discrimine a los pobres.
Aplicación. En nuestra vida como creyentes, nuestro deber es estar del lado
de la verdad, de la justicia y de nuestros hermanos (cuando ellos están en lo
correcto). En 2Cor.6:14-15, La Palabra nos insta a no unirnos ‘…en yugo
desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con
la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con las tinieblas? 15¿Qué armonía
puede haber entre Cristo y Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?’.
IV. No permite a los creyentes cumplir los preceptos divinos (vv.8-12)
a. La Ley prohibía la acepción (favoritismo, discriminación) de personas. Por lo
tanto, quienes discriminaban, estaban incumpliendo la Ley de Dios. En
Levítico 19:15 (cf. Dt.1:17; 16:19,20) dice: ‘No cometerás injusticia en los
juicios, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande: con justicia
juzgarás a tu prójimo’. Queda claro entonces que hacer favoritismo no permite
cumplir con la Ley de Dios.
b. Jesús resumió la Ley en dos mandamientos. Aquí Santiago cita el amor al
prójimo como una forma de cumplir con la Ley suprema. Entonces, hacer
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acepción de personas, era un incumplimiento de la Ley, los convertía en
transgresores de la misma.
c. La Ley tiene un carácter integral. Es decir, se tiene que cumplirla por
completo. De igual modo, la vida cristiana es integral, o se es creyente o no
se es. No hay lugar para la tibieza, pues si no se es caliente, se es frio. Santiago
no distingue pecados grandes o pequeños. El pecado, por más pequeño que
nosotros pensemos, es igualmente pecado.
d. La ley de la libertad. Santiago ya nos había hablado de esto en el capítulo
anterior (1:25). La ley de la libertad es una alusión al evangelio de Jesucristo.
Es en esta ‘ley’ donde se demanda misericordia y se premia al misericordioso.
Ese es el evangelio que debemos seguir. Esta ley está en concordancia con la
ley mosaica y no se opone a ella.
Aplicación. A veces podemos descansar en el hecho de que no hemos matado a
nadie, o que no somos adúlteros, pensando de esta manera que ya hemos
cumplido todo en la vida cristiana, sin embargo, hacer acepción de personas, me
lleva a la misma categoría de un asesino o un adúltero.

V. No permite apropiarse de la misericordia de Dios (v.13).


a. El favoritismo muchas veces lleva a una misericordia desigual. Debido a la
acepción de personas, muchas veces los seres humanos tenemos una regla de
medida para unos y otra para el resto. Aplicamos misericordia a unos y se la
negamos a otros. Somos menos estrictos con los que más tienen y mucho más
duros con los que menos tienen.
b. La inmisericordia nos expone a un juicio sin misericordia. Puesto que de la
misma manera como juzgamos, seremos también juzgados. Con la misma
medida con que medimos, nos medirán (Mt.7:1-2).
c. Por el contrario, la misericordia triunfa sobre el juicio. Puesto que Dios se
muestra misericordioso, en el juicio, con quienes hacen misericordia[5].
Severidad, misericordia y juicio se ven claramente en la parábola de Mt.
18:23-35.

Aplicación. Hermanos, debemos de ser conscientes de que ‘Dios juzgará con


severidad al que no tenga misericordia. Pero el que sea misericordioso no tiene
por qué temer, pues cuando sea juzgado obtendrá victoria. La misericordia, en

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la lucha entablada con el juicio, logrará el triunfo’ (Salguero, citado en el
Comentario Matthew Henry, ‘Santiago’, p.30)

Conclusión
Estimados hermanos, sin duda, necesitamos reflexionar profundamente en cuanto a
la forma como nos relacionamos con los demás. No olvidemos nunca que hacer las
cosas en desmedro de los pobres, es una afrenta directa contra Dios. No está mal
tener consideraciones hacia el rico, lo que está mal es no hacer lo mismo con el
pobre.
En una sociedad tan desigual y tan discriminadora, los creyentes estamos llamados
a ser luz en medio de las tinieblas. Los favoritismos no deben pasar entre los
creyentes. Que el Señor nos ayude y transforme.

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