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La psicopatología: de la psiquiatría al psicoanálisis (Godoy).

Tres paradigmas fundamentales:

Paradigma de la alienación mental: corresponde al pasaje de la noción social de


“locura” al concepto médico de “alienación mental”. Paso fundacional de la psiquiatría,
introduce a la locura dentro del campo de la medicina, concibiéndola como una
enfermedad. Está representada por Pinel y Esquirol, que consideraban que distintas
manifestaciones eran variedades de “la alienación mental”. La única forma de tratar la
enfermedad era el tratamiento moral. Surge la intención de aislarlo de los lazos familiares
y problemas del mundo, para evitar un agravamiento de la enfermedad. A mediados del
siglo XIX este paradigma entra en crisis, ya no se trataba de una única enfermedad
mental. La patología mental se componía de un serie de especies mórbidas (específicas
e irreductibles) caracterizadas por síntomas y una marcha determinada.

Paradigma de las enfermedades mentales: Pone el acento en la sintomatología y la


observación clínica del paciente. Se multiplican las entidades mórbidas. Empieza la
evaluación diagnóstica, para elucidar que enfermedad padece el sujeto. Se despliega la
semiología psiquiátrica para hacer un pronóstico e idear un tratamiento. La clasificación y
la descripción de los cuadros se realizaba por observación: empirismo estricto. La crisis
de este paradigma llegó con la multiplicación de las especies mórbidas, difíciles de
ordenar. La obra de Freud inaugura tercer paradigma, por la noción de hipótesis
psicopatológicas y la distinción entre neurosis y psicosis. El pasaje al 3°, marcado por
Bleuer al -diferencia con Kraepelin- introducir el concepto de esquizofrenia.

Paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas: un grupo de conceptos y la


psicopatología se instalan en el ámbito de la psiquiatría. Surge en 1926 con la
intervención de Bleuer y finaliza con la muerte de Henry Ey. Crea la noción de estructura
que destaca el valor operatorio de una organización de elementos irreductibles a la suma
de sus partes. Se impone la oposición entre neurosis y psicosis que permite organizar
todo aquello que no corresponde a lesiones exógenas. Se invierte la relación: la
psiquiatría clínica pasará a segundo plano, muy empírica y carente de amplitud. La
psicopatología devendrá dominante. Se crea el método patológico que busca
comprender el psiquismo normal estudiando lo patológico, la enfermedad es tomada
como una experimentación en favor de lo natural. La psicopatología nace como disciplina
teórica, opuesta a la psiquiatría como práctica. Janet introduce la noción de estructura
evolutiva del aparato psíquico. Jaspers opone la psiquiatría como profesión práctica a la
psicopatología como ciencia. Su objetivo es saber como y que experimentan los seres
humanos en lo patológico, propone estudiar los estados tal como los enfermos los
experimenta. Reducción de las enfermedades mentales y ampliación del concepto de
esquizofrenia. La psiquiatría objetiva es insuficiente y analiza los elementos psíquicos
artificialmente aislados, se les atribuye falsamente una realidad propia. Se propone “el
síndrome mental” como la expresión de una modificación profunda y característica de la
persona humana entera. El problema central de este paradigma es qué se entiende por
estructura. La crisis de este paradigma se debe a el uso abusivo del concepto de
estructura, que gana amplitud pero pierde precisión; la declinación de las nociones
introducidas, del surgimiento y multiplicación de los psicofármacos y de la diversidad de
dispositivo terapéuticos que introducen nuevos problemas prácticos.

La psiquiatría clásica y sus dos clínicas - Zlotnik.

Durante décadas la psiquiatría prescindió de la psicopatología por reducir el fenómeno a


una descripción que pretendía ser objetiva. El autor divide su historia en dos tiempos:
Clínica sincrónica: Pinel y Esquirol. Su atención se centraba e el aspecto estático de un
fenómeno. Toma la enfermedad mental en el momento preciso en que se la está
abordando sin tener en cuenta sus antecedentes ni su evolución. Estudia el aquí y el
ahora. Está fundada en la descripción sindromática de la patología (grupo de síntomas
que se presentan en determinado momento). La enfermedad mental, la locura, es tomada
como género unitario, que representa distintos tipos de síndromes. Hacen una
descripción precisa y rigurosa. La causa no puede ser determinada, hay físicas y morales.
Pone el acento en la observación clínica y la descripción objetiva de los fenómenos, sin
elaboración teórica. Consideran a la alienación mental como una perturbación de las
funciones intelectuales (enfermedad orgánica), afecciones producidas en condiciones
normales. De todo esto resulta su nosografía. Pinel arma distintos grupos sintomáticos,
sirviéndose de los síntomas más notorios. Propone un tratamiento para patologías cuyas
causas morales serían perturbaciones de las pasiones, el tratamiento moral. El sujeto se
ve afectado por el contexto, por lo que es necesario incluirlo en un contexto sano, más
ordenado, que cuente con atención particularizada y cuidadosa: internación. Busca
ejercer poder sobre el alienado con respeto y confianza. Está en contra de la agresión y
los métodos degradantes. Esta a favor del buen trato y la compresión. Esquirol es un
sucesor, establece que la locura es una afección cerebral ordinariamente crónica
caracterizada por desórdenes en la sensibilidad, inteligencia y voluntad. Crea un modelo
de descripción sindromática de un género único. Lo más importante es que define la
alucinación como una percepción sin objeto, un estimulo a nivel de los sentidos del cual
no hay correlato objetivo. La ilusión, a diferencia, es la percepción deformada de un
objeto presente. La etiología de la locura la atribuye a causas físicas y morales
predominantemente.

Clínica diacrónica: se toma un objeto y se estudia sus modificaciones en el tiempo. Se


centra en la sucesión. La escuela francesa propone la descripción precisa y detallista,
mientras que la alemana propone detallar rasgos más globales y ordenados. La escuela
francesa describe por primera vez en psiquiatría una entidad mórbida como un proceso
secuencial desarrollando en el tiempo cuadros clínicos sucesivos que reposan sobre una
base anátomo – patológica unívoca. La locura deja de ser estudiada como género único y
pasa a considerarse su evolución y diferentes etapas, se investigan los antecedentes y se
ensaya un diagnostico del curso futuro. Este es el origen de la clínica diacrónica, donde la
locura deja de ser un grupo único para convertirse en un grupo de enfermedades
yuxtapuestas clasificables en sus diferencias, donde prevalece la noción de
enfermedades mentales como cuadros clínico - evolutivos. Se considera la evolución de
cada paciente, determinando que cada especie tiene una forma de evolución propia y
afirmando que el detalle de los signos es aquello que permite vincular el cuadro con una
especie mórbida. Recomienda la búsqueda de causas: etiopatogenia específica para
cada enfermedad.Sienta las bases para la clínica diacrónica. Surge el concepto de
predisposición y el dedelirio crónico de evolución sistemática, cuyo curso tiene cuatro
períodos delimitados: de incubación, de persecución, de grandeza y de demencia (Bayle,
Falret y Ballet). Por otra parte encontramos a la escuela alemana, que adopta el principio
etiológico y el método de observación de los franceses. Presenta una nosología edificada
sobre la idea de la evolución de las formas clínicas o fases dentro de un mismo proceso.
Kraepelin ordena las entidades clínicas, síndromes y patologías de la época. Es un claro
representante de la escuela alemana porque se propone el orden y la sistematización de
las enfermedades nosológicas. Su sexta edición es un hito en la historia de la psiquiatría:
establece una serie de trece enfermedades ordenadas de acuerdo a su etiología.
Introduce la diacronía como elemento esencial para la distinción del cuadro. Los
síntomas son clasificados en: elementales o basales (elementos que siempre forman
parte del cuadro clínico, en el curso de la enfermedad, en el tiempo); y accesorios
(fenómenos clínicos más evidentes en la patología pero que no necesariamente están
presentes en todos los casos). El terreno conflictivo son las formas paranoides de la
demencia precoz.

Ética, psicopatología y psicoanálisis - Mazzuca.

Los conceptos de salud y enfermedad, lo patológico y lo normal, cuentan con un


componente ético. En la psicopatología es sumamente importante el tema de las
clasificaciones y de los trastornos, por las implicancias éticas que acarrean. El síntoma es
la expresión de una estructura subjetiva subyacente. La ética del psicoanálisis se ubica
en torno a la supresión de las represiones, articular el deseo con la acción, transformar el
deseo indefinido en uno definido. Plantea que la fuente principal de la culpa es haber
cedido ante el deseo. La meta del análisis, para Freud, es el advenimiento CC de lo ICC,
anular las represiones. No hay que ceder ante el deseo, hay que actuar conforme este. Al
final del análisis el sujeto está en una posición ética para hacerse responsable de su goce
y de su deseo. El goce no debe ser rechazado, siempre encuentra forma de expresión.

Una introducción a los tres registros: Fabián Shejtman

La triada lacaniana consiste de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Los tres registros son
ubicados como la puerta de acceso de la enseñanza de Lacan. Propone un retorno a
Freud y a sus escritos, armado de sus tres registros. El retorno es una corrección de un
estrechamiento y degradación del modo en que se leía a Freud. Es un intento de
recuperar un abordaje racional de la experiencia analítica, un retorno a la racionalidad.
Lacan se encarga de hacer pasar la letra de Freud por un aparato lógico de su misma
autoría: el aparato constituido por sus tres registros. La tripartición lacaniana de lo
simbólico, lo imaginario y lo real se modifica completamente de un extremo a otro de su
obra. En los años ’50 existe una prevalencia de los simbólico por sobre lo real e
imaginario, atribuida a la corrección de la desviación posfreudiana, que olvidó el registro
simbólico como eje crucial de la experiencia analítica y de la lectura de Freud. Hace notar
que las formaciones del inconsciente (el chiste, el sueño, los síntomas, el acto fallido) son
hechos del lenguaje y se resuelven por su relación con el registro de lo simbólico. Plantea
que el inconsciente está estructurado como un lenguaje; un inconsciente que se haya
más ligado al significante (simbólico) que al significado (imaginario). En los 70, termina
suponiendo a los tres registros como homogéneos: ninguno debe considerarse como
previo ni como prevaleciendo por sobre los demás. Lo que le permite dar cuenta de la
relación entre sus tres en esta época es el nudo borromeo. Los eslabones están
engarzados de una manera tal que si se suelta alguno se suelta el resto. Lacan se refiere
a esta propiedad diciendo que los eslabones se anudan de no anudarse. Los seres
hablantes se enlazan, se anudan, al estilo del nudo borromeo. No deja de ponerse en
manifiesto la función necesaria que en tal anudamiento cumple un tercero.

En el comienzo de su enseñanza, Lacan hace hincapié en considerar a las formaciones


del inconsciente del lado de lo simbólico, como hechos del lenguaje. Dice que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje, la materia de sus formaciones el
lenguaje mismo, y puede conocerse su sentido descifrándolo. Sostiene que lo que hace
Freud, lo que encuentra al nivel del retorno de lo reprimido, es una instancia palabrera, la
del inconsciente estructurado como lenguaje. Las formaciones del inconsciente comporta
la insistencia propia de un mensaje que quiere hacerse oír, y ese mensaje (saber no
sabido -lo reprimido-) se hace oír de manera simbólica. Lo simbólico se asocia a esa
insistencia propia de de esa memoria significante que es el inconsciente. Hay insistencia
pero sobre el fondo de algo que resiste. La resistencia es conceptual izada como
imaginaria. Así tendríamos insistencia de lo inconsciente, del retorno de lo reprimido, del
lado de lo simbólico, y resistencia a nivel de lo imaginario. El Yo es aquello que resiste allí
donde lo imaginario se interpone frente a la palabra que se quiere hacer oír. Los síntomas
analíticos, formaciones del inconsciente (del lado de lo simbólico), de una palabra que
insiste, que intenta pasar y encuentra siempre la doble resistencia del ego del sujeto y de
su imagen. Como contrapunto de esta insistencia simbólica (manifestada en lo
sintomático del retorno de lo reprimido), están el Yo (el ego del sujeto) y su imagen (del
lado de la resistencia), aquello que se interpone en el camino de esa palabra.

En este esquema se distinguen y se oponen lo simbólico y lo imaginario. En este


esquema no hay lugar para lo real.

S--------a

a’------- A

Esta oposición se construye a partir de dos ejes:

a – a’: El eje imaginario, en el que se condensan todas la relaciones del yo con el


semejante, con el otro con minúscula, con su imagen especular, a partir de la que se
constituye como tal, por lo que es designado con la misma letra: a minúscula. Es el lugar
de la resistencia, imaginaria.
A – S: es el eje simbólico donde puede ubicarse la insistencia palabrera del inconsciente.
Esa palabra que desde el Otro con mayúscula, el inconsciente, es el discurso del Otro, se
dirige al sujeto, convocándolo desde el lapsus, el síntoma o el sueño. Retorno de lo
reprimido, palabra plena que viene del Otro, que se hace oír quebrando las palabras
vacías del eje imaginario, con la irrupción de alguna formación del inconsciente.

El sujeto recibe el mensaje que le viene del otro cuando el eje imaginario trastabilla y se
le revela a aquel que supone un dominio sobre su hablar (que más que hablar él es
hablado). Se hace lugar a esa palabra plena de cualquiera de las formaciones del
inconsciente cuando desaparece la convicción que hace que creamos que somos
nosotros los que comandamos nuestro discurso. Es el eje donde cada uno supone que
dice lo que quiere decir, el discurso del yo. Corresponde al punto en el que nos
reconocemos en lo que decimos y en el que creemos comprendernos, al semejante y a
nosotros mismos. Pero eso no es más que palabra vacía, en la que el ego del sujeto se
reconoce y se ensalza (allí se sitúa el narcisismo).

El Yo:

Para Freud no es un dato primario, se construye, como el cuerpo y la realidad. Lo


primario es el autoerotismo, en el que reinan la satisfacción anárquica de las pulsiones
parciales. El empuje de unificación de las mismas (nunca completado) comienza en la
etapa del narcisismo en la que el yo se constituye como anhelo de unidad. El pasaje del
autoerotismo al narcisismo se consuma por el nuevo acto psíquico. El estadio del espejo
lacaniano esclarece el nuevo acto psíquico: una identificación debe producirse para que
el yo se constituya como tal, una identificación imaginaria. El yo se constituye sobre la
base de la identificación con el semejante, es, desde el comienzo, otro. El júbilo que
despierta esa captura narcisista de la imagen especular es resultado de la ilusión de
unidad con la que asoma el yo.
El Lacan más viejo establece que la identificación imaginaria con la imagen especular,
debe estar hecha sobre la base del sostén simbólico. Lo imaginario deja de ser lo
primario, a lo que se le suma lo simbólico. Los esquemas ópticos explican cómo lo
simbólico sostiene y regula las relaciones de lo imaginario en la construcción de la
realidad. El guía que dirige (desde lo simbólico) el plano imaginario es el ideal del yo,
mediante los intercambios verbales entre los seres humanos. La función del ideal del yo
como instancia simbólica regula las interacciones del yo con sus objetos. Si bien es
imaginaria la identificación con el otro especular, no sería posible sin el soporte del ideal
del yo. Es decisiva la separación entre ideal del yo como simbólico, y yo ideal como
imaginario. La exigencia del ideal del yo encuentra su lugar en el conjunto de las
exigencias de la ley.

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