Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La triada lacaniana consiste de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Los tres registros son
ubicados como la puerta de acceso de la enseñanza de Lacan. Propone un retorno a
Freud y a sus escritos, armado de sus tres registros. El retorno es una corrección de un
estrechamiento y degradación del modo en que se leía a Freud. Es un intento de
recuperar un abordaje racional de la experiencia analítica, un retorno a la racionalidad.
Lacan se encarga de hacer pasar la letra de Freud por un aparato lógico de su misma
autoría: el aparato constituido por sus tres registros. La tripartición lacaniana de lo
simbólico, lo imaginario y lo real se modifica completamente de un extremo a otro de su
obra. En los años ’50 existe una prevalencia de los simbólico por sobre lo real e
imaginario, atribuida a la corrección de la desviación posfreudiana, que olvidó el registro
simbólico como eje crucial de la experiencia analítica y de la lectura de Freud. Hace notar
que las formaciones del inconsciente (el chiste, el sueño, los síntomas, el acto fallido) son
hechos del lenguaje y se resuelven por su relación con el registro de lo simbólico. Plantea
que el inconsciente está estructurado como un lenguaje; un inconsciente que se haya
más ligado al significante (simbólico) que al significado (imaginario). En los 70, termina
suponiendo a los tres registros como homogéneos: ninguno debe considerarse como
previo ni como prevaleciendo por sobre los demás. Lo que le permite dar cuenta de la
relación entre sus tres en esta época es el nudo borromeo. Los eslabones están
engarzados de una manera tal que si se suelta alguno se suelta el resto. Lacan se refiere
a esta propiedad diciendo que los eslabones se anudan de no anudarse. Los seres
hablantes se enlazan, se anudan, al estilo del nudo borromeo. No deja de ponerse en
manifiesto la función necesaria que en tal anudamiento cumple un tercero.
S--------a
a’------- A
El sujeto recibe el mensaje que le viene del otro cuando el eje imaginario trastabilla y se
le revela a aquel que supone un dominio sobre su hablar (que más que hablar él es
hablado). Se hace lugar a esa palabra plena de cualquiera de las formaciones del
inconsciente cuando desaparece la convicción que hace que creamos que somos
nosotros los que comandamos nuestro discurso. Es el eje donde cada uno supone que
dice lo que quiere decir, el discurso del yo. Corresponde al punto en el que nos
reconocemos en lo que decimos y en el que creemos comprendernos, al semejante y a
nosotros mismos. Pero eso no es más que palabra vacía, en la que el ego del sujeto se
reconoce y se ensalza (allí se sitúa el narcisismo).
El Yo: