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¡Amigo! ¡No mal interpretes su lenguaje corporal! ¡Ella no es para ti! ¡Jamás lo
será! ¡Cualquier otra será tuya! ¡Pero ella es un fruto que se te ha vedado por alguna
divinidad, oráculo o el azar! ¡Al igual que Edipo, no debes contrariar la voluntad que
ha sido trazada de antemano!
Pero él jamás hará caso a estas advertencias, una parte de su ser las sabe pero
se autoengañará. Preferirá sufrir y correr el riesgo de perderse. Sólo se contentará con
verla, oírla, jugar a ser cómplices. Imaginar que, como hoy, se reúnen a escondidas,
como amantes, ella no le hablará de aquel, sino que sus palabras sólo serán dedicadas
para él. Mirará sus ojos y, en ellos, ninguna perdida lágrima verá. Más bien estarán
radiantes de alegría. La besará como nunca lo ha hecho ni nunca lo hará. Oirá de sus
labios frases de amor y no como “te gusta sufrir voluntariamente”.
¡Ella siempre estará allí, esperando! ¡Pero, no por ti! ¡Es aquel por quien su
alma sufre, sus latidos aumentan! ¡Sus labios aun le recuerdan, sus manos, su piel!
¡Aquel mal hombre que le ha hecho padecer y creer que algo sería distinto!
Jamás escucharán juntos esta música ambiental del café para dos. Porque ya
van dos años y aún estoy solo con la cuchara en la taza de express.