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Ministerio Público de la Nación

PRESENTA RECURSO DE CASACIÓN

Sres. Jueces de Cámara:


Germán Moldes, Fiscal General ante la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de
esta Capital Federal, en estos autos n° 40.442 del registro de la Sala II (CFP
12743/17), caratulados “Carrizo, Daniel y otros s/procesamiento”,
manifiesto:

MOTIVO
Que en legal tiempo y forma vengo a
interponer recurso de casación en los términos del art. 456, incisos 1° y 2° del
Código Procesal Penal de la Nación, contra el fallo del pasado 6 de diciembre
del corriente año por medio del cual esa Sala resolviera revocar el
procesamiento dispuesto respecto de Ezequiel Hugo Medone, Juan Pablo
Mourenza, Paola Barriga Montero y Carlos Eduardo Ardilla Guerra por haber
sido considerados autores penalmente responsables del delito de intimidación
pública previsto y reprimido por el artículo 211 del Código Penal en concurso
real con el delito de resistencia a la autoridad previsto en el artículo 239 del
mismo cuerpo legal, disponiendo en consecuencia sus sobreseimientos (art.
336, inciso 4° del CPPN).
Ello así pues, a mi juicio, se han
patentizado tanto un vicio “in iudicando” como “in procedendo” (art. 456,
incisos 1° y 2°) en el decisorio atacado, como más adelante se verá, atento la
inobservancia de la ley sustantiva y adjetiva.

CARÁCTER DE LA RESOLUCIÓN Y
LEGITIMACIÓN
La señalada es recurrible por esa vía en
razón de tratarse de una sentencia de naturaleza definitiva, desde que pone
fin al proceso penal en los términos del art. 457 del Código Procesal Penal de
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la Nación, y el Ministerio Público se encuentra facultado legalmente a
impugnarla por este medio en su carácter de titular de la acción pública (art.
120 de la Constitución Nacional y Ley 27.148).

TRIBUNAL ANTE EL CUAL SE


INTERPONE EL REMEDIO Y OCASIÓN
Esa Cámara, merced a la Sala
interviniente, desde que ha sido la que dictó la resolución pasible de crítica,
es la llamada a decidir sobre la admisibilidad del recurso (arts. 465 y 475 del
código ritual), por lo que la interposición se efectúa en la sede pertinente y
además en tiempo oportuno (art. 463 del CPPN), puesto que esta Fiscalía
General se notificó de la resolución con fecha 6 de diciembre del corriente.

DISPOSICIONES VIOLADAS
Lo decidido ha importado la inobservancia
de todo cuanto disponen los arts. 211 y 239 del Código Penal de la Nación
–“vicio in iudicando”, así como de lo reclamado por los arts. 123 y 404, inc. 2°
del C.P.P.N. -“vicio in procedendo”- (arbitraria valoración de la prueba,
desconocimiento de constancias causídicas y análisis aislado y fragmentado
de la globalidad de los hechos).

RELATO DE LOS HECHOS


RELEVANTES DE LA CAUSA.
A los fines de esta presentación debe
recordarse que la investigación se inició el 1° de septiembre del año en
curso a raíz de los lamentables incidentes protagonizados luego de las 20:00
hs. por un grupo de personas en las inmediaciones de la Plaza de Mayo,
durante la desconcentración de la marcha que se había realizado para pedir
por la aparición con vida de Santiago Maldonado.
Así, de las actuaciones labradas por el
personal policial surge que un grupo de delincuentes derribó el vallado

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de contención que se encontraba en el sector más próximo a la Casa


Rosada y mientras arrojaban elementos contundentes, tales como
botellas y piedras, quemaban los contenedores de residuos allí
ubicados. Estos personajes llevaban sus rostros tapados con pañuelos
o remeras y algunos, palos y varas en sus manos. Como consecuencia
de estos sucesos resultaron lesionados catorce policías pertenecientes
a distintas divisiones y brigadas.
En el lugar de los incidentes el personal
de la Brigada Preventiva Zona Norte 2 secuestró sietes trozos de baldosas –
recordemos que los criminales llevaban consigo cinceles y martillos-,
dos varillas de hierro de 12 centímetros aproximadamente, dos
bulones, tres picos de botella de diferentes colores, un petardo de
doble mecha con la inscripción “Tumba Rancho Bien Villero” sin
detonar, dos bolones tipo canica, un aerosol de color negro, una
tuerca, un tornillo y una bujía (fs. 31, 1058 vta. y 1060).
Se realizó por otra parte un relevamiento
de los daños ocasionados (informe técnico nro. 12792/17 que luce a fs.
1058/67), del cual surge que el edificio lindante a las vallas de contención
frente a la Casa Rosada –más precisamente el ubicado en la intersección de
las calles Hipólito Irigoyen y Defensa- se encontraba con paredes y
columnas pintadas con grafitis, hallándose en la misma situación los edificios
emplazados sobre esa misma arteria hasta su intersección con la calle
Bolívar. Por su parte, el “Museo Histórico Nacional del Cabildo y la
Revolución de Mayo” ubicado sobre Bolívar había sido pintado con grafitis
en gran parte de su frente, observándose distintas inscripciones además de
que varias de sus ventanas se encontraban rotas. Por otro lado, el edificio
emplazado en la intersección de la Av. de Mayo y Bolívar se encontraba
pintado en su frente con diferentes inscripciones y con papeles pegados; las
vallas que rodeaban la “Catedral Metropolitana de Buenos Aires” ubicada en
la intersección de las calles San Martín y Av. Rivadavia habían sido pintadas
con diferentes leyendas, así como los edificios emplazados sobre la misma
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avenida a la altura 415 y 409, los cuales se hallaban en similar estado (a
modo ilustrativo imágenes de fs. 128 y sstes.).
En relación a los costos de reparación
de los daños señalados, la Dirección General de Limpieza, la Dirección
General Espacios Verdes y la Dirección General de Mantenimiento y Talleres
dependientes del Ministerio de Ambiente y Espacio Público del Gobierno de
la Ciudad informó que los mismos ascenderían a la suma de casi cinco
millones de pesos (ver informe de fs. 1398/1401).
Como consecuencia de estos hechos
violentos resultaron detenidas 31 personas, entre las cuales se encuentran
los cuatro imputados que fueran sobreseídos y respecto de quienes importa
esta presentación.
En el marco de su indagatoria, Ardila
Guerra se negó a responder preguntas del tribunal.
Lo propio expresó Barriga Montero, quien
dijo “Hago uso de mi derecho de negarme a declarar. Yo no cometí ninguno
de los hechos mencionados, agrego que no participé de la destrucción de
los elementos nombrados, no vi ninguna bomba molotov, vi muchas motos
de la policía que emboscaban a las personas, yo nunca empujé el vallado, al
momento de la detención yo estaba filmando con mi cámara de fotos con la
cual trabajo y estudio, vino un policía y me pegó una patada tirando mi
cámara al suelo, la cual se despedazó…”.
Por su parte, Mourenza señaló “Me puse
en contacto con Medone para encontrarnos y poder cubrir lo que estaba
sucediendo, nos encontramos en Av. de Mayo y 9 de Julio de ahí fuimos a
Salta e Irigoyen donde nos encontramos con otros compañeros que nos
dieron cámara, trípode y chalecos de prensa. De ahí volvimos a Av. de Mayo
y 9 de Julio en sentido al Congreso, ahí hicimos unas cuadras más y
llegamos hasta San José y Av. de Mayo. En esa esquina en particular vimos
que estaban tratando de llevarse a una chica que estaba filmando y fuimos a
cubrir eso y tratar de destrabar la situación, la policía la acusaba de tirar

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piedras y ella estaba con su celular en la mano. En ese momento un policía


le pega a un muchacho que estaba con una cámara un palazo en la rodilla.
A este chico lo sacaron de escena y lo llevaron hasta la boca del subte. Ahí
escucho a mi compañero Medone discutiendo, y cuando llego estaba
agarrado por cuatro policías, yo me quise interponer, llamándolos a la razón
tratándoles de hacerles saber que el estaba haciendo trabajo de prensa. Ahí
hubo forcejeos, en un momento me logro escapar y me vuelven a agarrar,
ahí me tiran gas pimienta y volví a abrir los ojos en la Comisaría…”.
Asimismo, y preguntado si en algún momento intentó identificarse como
trabajador de prensa o si para ello exhibió alguna credencial, respondió “Sí,
todo el tiempo, yo estaba diciendo que era trabajador de prensa. Yo no
exhibí credencial porque no tenía, pero sí tenía el chaleco que decía
‘prensa’”.
Por otra parte, Medone dijo “a mi no me
detuvieron en ese lugar, yo estaba registrando con video y en el momento
que estaba haciendo una transmisión en vivo me detuvieron en Av. de Mayo
y San José y Santiago del Estero o Saenz Peña mas o menos. En uno de
los avances de la policía, al lado mío esta Juan Pablo Mourense que
también esta detenido y también otra chica filmando, y en ese momento yo
escucho que personal de la policía dice –ese esta filmando agarralo- en ese
momento en el tumulto me detienen, me ponen los presintos en las manos y
me llevan a una camioneta de la fuerza policial…”.
Al momento de valorar la prueba reunida, así
como al efectuar la calificación jurídica de los hechos en cuestión, el Sr. Juez
de grado realizó un exhaustivo relevamiento y análisis para poder identificar
de manera inequívoca a los protagonistas de los disturbios, tarea que no
resultó para nada sencilla teniendo en cuenta la cantidad de material
disponible y las particulares características del caso –recordemos que los
protagonistas llevaban sus rostros cubiertos, verificándose inclusive que
algunos de ellos habían cambiado su vestimenta como más adelante se
verá-.
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Por dicho motivo, y para una mejor
exposición, el Magistrado efectuó un análisis con la correcta individualización
de cada uno de los imputados y la prueba reunida para cada caso concreto,
decretando como consecuencia de ello el procesamiento de los nombrados
por encontrarlos autores penalmente responsables del delito de intimidación
pública previsto y reprimido por el artículo 211 del Código Penal de la Nación
en concurso real con el delito de resistencia a la autoridad contenido en el
art. 239 del mismo cuerpo legal (arts. 306, 45 y 55 del CPPN).

FALLO DE LA SALA
Con fecha 6 de diciembre del corriente año la
Sala II resolvió revocar los procesamientos de Ezequiel Hugo Medone, Juan
Pablo Mourenza, Paola Barriga Montero y Carlos Eduardo Ardila Guerra, y
en consecuencia sobreseerlos (art. 336, inciso 4° del CPPN).
A tales fines, señaló esa Alzada que en virtud
de haberse advertido distintas falencias que no habrían sido suficientemente
subsanadas por la instrucción, algunos de los procesamientos dictados
resultarían prematuros.
En tal sentido, expresó que las actas
brindadas por los integrantes de la Policía de la Ciudad narran lo acontecido
sin describir a los autores de los hechos en condiciones de lugar y tiempo
concretos. Por lo que, contrastando tales dichos con las filmaciones
obtenidas, aunado a los descargos formulados por los encausados y los
efectos secuestrados, las conclusiones del Juez a quo carecerían del
suficiente sustento objetivo requerido para este tipo de pronunciamiento.
Así, a su criterio, las descripciones de las
actas mencionadas, muchas de ellas realizadas por personal policial distinto
del que verificara tales actos, así como la mayoría de sus testimonios, no
lograrían brindar representaciones concretas de quienes resultaran
detenidos, deviniendo imprescindible a los fines de corroborar su actuación
individual, las circunstancias que rodearon sus detenciones y los objetos

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incautados en su poder.
Más precisamente, y en relación a quienes aquí
nos interesa, se señaló que las detenciones de Ezequiel Hugo Medone, a
quien se lo puede observar en el piso levantando una mano en forma de
protección y en otra secuencia ya detenido; de Juan Pablo Mourenza, de
quien se observan fotografías correspondientes a su detención también
reflejada en la filmación contenida en el DVD Verbatim sin inscripción; de
Paola Barriga Montero, quien no fue reconocida en foto alguna y entre cuyos
efectos se secuestró una cámara profesional Nikon, extremo que aparece
corroborando su descargo; y de Carlos Eduardo Ardila Guerra, a quien en
una fotografía se lo aprecia parado en actitud pasiva y en otra siendo
detenido, y entre cuyos efectos también se incautó una cámara Canon y
lentes para cámara fotográfica, vistos además en otros DVDs con
filmaciones suministradas por diversos medios, en todos los casos filmando
y fotografiando, no encentrarían relación con las menciones genéricas que
se han formulado a su respecto.
En síntesis, entendió el Tribunal que no hay
una prueba directa o suficiente que relacione a los nombrados con la
comisión de algún delito.

CRITICA DEL FALLO, MOTIVOS Y


APLICACIÓN PRETENDIDA POR LA FISCALÍA
a) Conforme anunciara, una de las críticas
de esta presentación se encamina por la vía del vicio “in procedendo”.
La errónea fundamentación del
interlocutorio, desconoce la prueba incorporada, violentando lo dispuesto en
los arts. 123 y 404 inciso 2° del Código Procesal Penal de la Nación, en
cuanto exigen que las decisiones judiciales sean fundadas y constituyan una
derivación razonada del derecho vigente en relación con las constancias
comprobadas en la causa.
Tal defecto constituye causal definida de
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arbitrariedad conforme la jurisprudencia elaborada por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (confr. Carrió, Genaro “El recurso extraordinario”). Ello
es así, pues la Sala resolvió como lo hizo sin que lo decidido resulte una
derivación razonada de las constancias probatorias reunidas a lo largo de la
instrucción.
En ese sentido, y en cuanto al carácter
prematuro que la Sala le asigna al temperamento dispuesto, pues a su
criterio carecería de constancias probatorias que describan a los autores de
los hechos en condiciones de lugar y tiempo concretos, así como de los
elementos que aquellos tenían en su poder, debe señalarse que del informe
elaborado por la División Ciberpatrullaje de la Superintendencia de Delitos
Tecnológicos, en el cual se hizo un cotejo de la totalidad de las imágenes
fílmicas obtenidas por el personal policial, entre otros, con las vistas
fotográficas de los imputados, surge el momento exacto en el que Barriga
Montero le arroja una piedra al personal policial que se encontraba
formado en el operativo de contención de escudos con la Casa Rosada
a sus espaldas.
En efecto, en ocasión de llevar a cabo tal
acción la justiciable usaba un pantalón negro y un pañuelo celeste que
ocultaba su rostro, así como una campera y una mochila violeta, apariencia
que cambió con posterioridad, pues en oportunidad de ser fotografiada en
la Comisaría 30, donde quedó alojada luego de ser detenida, usaba una
musculosa verde, y el mismo pañuelo celeste que antes cubría su rostro lo
tenía puesto en el cuello y su cabello estaba suelto –debe tenerse presente
que este modus operandi se repite en otras ocasiones como en el caso de
Ferraroti y Pianetti, entre otros-.
Es más, en este caso en particular, las
imágenes dan cuenta de una secuencia que comienza con ella pasando el
vallado para luego pararse cerca del mismo y comenzar a arrojar piedras,
todo lo cual culmino con su detención (Informe Ciberpatrullaje –incidentes
nros. 1, 2, 3 y 4).

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En virtud de ello, el Dr. Martínez de Giorgi


entendió que la nombrada no sólo buscó alterar la tranquilidad pública
infundiendo temor y provocando desórdenes con la clara intención de que su
accionar trascienda a la esfera pública, sino que intimidó al personal policial
que se encontraba en el ejercicio de sus funciones realizando el operativo de
contención, arrojándole piedras con el objeto de impedir que continuara con
dicha tarea.
De otro lado, y en lo atinente a la
actividad desplegada por Ezequiel Hugo Medone y Juan Pablo
Mourenza, al igual que Ardila Guerra, de los videos aportados a raíz del
ciberpatrullaje realizado por la respectiva división policial, se los
identifica en la zona de los conflictos.
Así, y en cuanto a la conducta ilícita
imputada a Carlos Ardila Guerra, de acuerdo con las imágenes que surgen
del CD aportado por el Área de Monitoreo Urbano y Exteriores de video-
Captura 4, se lo puede observar colgado del vallado en actitud hostil,
conforme los dichos policiales.
En concordancia con ello, y en virtud de
las declaraciones efectuadas por uno de los agentes policiales –Néstor
Ruiz-, quien participara del operativo, así como del material fílmico que
aportara Canal 9 (CD Canal 9_archivo_off_Inci minuto 00.03.17), fue que se
concluyó que el nombrado formó parte de la turbamulta y, con ella,
participó de los desmanes que se suscitaron en esa ocasión, mas allá
de que tuviera una cámara de fotos en su poder.
A mayor abundamiento, a fs. 65/6 luce la
declaración de la Agente Yamila Sara González, quien a las 03:30 hs. relató
que procedió a colaborar en la detención de varias personas que se
encontraban en la manifestación arrojando elementos contundentes al
personal policial, entre ellos botellas de vidrio y piedras, provocando
disturbios en la vía pública, aclarando que por las circunstancias y
cuestiones del servicio trasladó a los detenidos junto con otros efectivos al
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móvil 9373 a cargo del Agente Alejandro Vildoza, dejándolos a cargo del
mismo, debiendo volver a colaborar las acciones de contención debido a la
cantidad de presentes, los cuales se mostraban agresivos atentando contra
el personal policial y dañando la vía pública. Señaló luego que trasladó junto
al Agente Braian Pedalino y el Agente Ariel Ochoa a los detenidos que se
encontraban a bordo del vehículo mencionado al asiento de la comuna 12,
entre los que se encontraba Ardila Guerra. Por último manifestó que
únicamente procedió al labrado de las actas de detención, lectura de
derechos y garantías una vez que arribara a la dependencia de dicha
comuna, pero que no realizó la detención de los prevenidos en el lugar del
hecho, que sólo colaboró con el traslado de los mismos.
Por dicho motivo, y a fs. 1117/1119, el Sr.
Juez dispuso que se convoque a prestar declaración testimonial al personal
policial que participara en la detención de las personas hasta el momento
imputadas.
Así, la Agente Yamila Sara González a fs.
1255 señaló en sede judicial que se encontraba detrás del vallado cuando
empeoró la situación, más precisamente detrás de la formación del grupo de
contención, y que en un momento determinado le solicitaron asistencia con
el traslado de los detenidos, presentándose para ello con el Oficial Pedalino
y la Agente Ochoa, comunicándole que debía encargarse del traslado de
aquéllos hasta la comuna 12.
Conteste con ello fue la declaración del
Oficial Vildoza, quien a fs. 1280 declaró que estaba a cargo como conductor
del camión en el momento en que traían a los detenidos debiendo
trasladarse con ellos hasta la comuna 12.
En igual sentido se expresó a fs. 1263 el
Oficial Pedalino, quien dijo que también se encontraba detrás del grupo de
contención cuando la horda aún estaba detrás del vallado. Señaló que las
detenciones siempre las practicaban las brigadas y no el grupo de
contención, agregando que colaboraba con las personas que ya eran

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detenidas acompañando su traslado hasta el móvil policial. Más


precisamente señaló que acompañó el traslado de aquéllos hasta la comuna
12 donde se formalizaron las actas de rigor, entre los que se encontraban,
como se señaló, el aquí imputado.
A fs. 1265 la Agente Ochoa también
corroboró sus dichos en cuanto a la colaboración que prestó en el traslado
de los detenidos al camión para luego acompañarlos a la comisaría de la
comuna 12.
Por otra parte, y volviendo al análisis de la
prueba incorporada respecto de la situación de los nombrados Medone y
Mourenza, debe mencionarse que el Agente García Vales que declaró en
esta sede y que participara del operativo de contención el día de los hechos,
manifestó que una persona le pegó un codazo en la boca, por lo cual lo
redujo y se lo entregó al personal de investigaciones. Al describir al sujeto
señaló que se trataba de un hombre de contextura robusta, de tez blanca,
barba, de unos 35 años aproximadamente y que vestía una remera negra y
pantalón de jean, agregando que al momento de detenerlo gritaba que era
de prensa. Asimismo, aportó su foto mediante el link del diario “Infobae”
http:// www.infobae.com/ fotos/2017/09/02/18- fotos -de -los- incidentes
destrozos -y- pintadas -durante- la-marcha-por-santiago-maldonado/. Al
ingresar al mismo se puede ver que la única persona que coincide con esas
características es el propio Medone. La misma imagen del portal es la que
luce a fs. 1126, pudiéndose observar allí que se encuentra forcejeando con
el personal policial junto a una persona que parecería ser su consorte –
Mourenza-, pero en dicha fotografía tiene un buzo que no es el mismo
que viste a fs. 639/40 en ocasión de ser fotografiado en la comisaría
(declaración de fs. 1127/9).
Esto demuestra, que cada vez que
tenemos la desgracia de asistir a un iracundo tropel, como el de la
noche del 1 de septiembre, el paisaje se confunde con altas dosis de
“travestismo”. Los actores intercambian sus atuendos entre sí para así
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eludir mejor la identificación y la tarea de los agentes del orden. A los
que aquí nos ocupan, les tocó esa vez asistir disfrazados de fotógrafos,
pero la mascarada resultó de muy baja calidad. Tal vez, en la próxima
les toque el papel de Arlequín, Colombina o “El Zorro”.
Así, y tal como lo concluye el Magistrado,
la persona a la que hacía referencia el oficial era Medone, y que ambos -éste
y Mourenza- provocaron al personal policial buscando su reacción y que
existió una situación de forcejeo al intentar detenerlos.
Siguiendo con esta evaluación, y en relación al
momento de la detención de los recien nombrados, a fs. 5 vta. luce la
declaración del Agente Dario Yuliano Acosta, quien a la 01:30 hs. relató que
por detrás de la línea de contención se logró divisar a un grupo de gente que
ocasionaba disturbios y tumultos, procediendo las distintas brigadas a su
aprehensión, no pudiendo identificar a los interventores, pero que habían
sido siete las personas detenidas, encontrándose entre ellas Medone –con
remera negra, jean claro y zapatillas negras- y Mourenza –con buzo negro,
jean color azul y borceguíes negros-.
Así, el mismo agente a fs. 1242 señaló que se
encontraba detrás del vallado, más precisamente detrás del grupo de
contención antidisturbios, cuando se agravó la situación. Recordó que
comenzaron a detener a diferentes personas que se encontraban quemando
cosas, tirando botellas y haciendo daños. Asimismo señaló que colaboró en
la detención de esas siete personas.
En lo que aquí interesa, recordó que en un
momento determinado, en la mitad de la Av. de Mayo y antes de llegar a la
Av. 9 de Julio, las personas que se encontraban dentro de los bares salieron
a arrojarles cosas e impedían que pudieran desarrollar sus tareas. Aclaró que
una persona salió de un bar y comenzó a lanzarles golpes de puño para
impedir que continuara con la detención. Ese agresor no fue identificado.
Lo propio hizo el Agente Nicolás Albano Merlo,
quien recordó que se encontraba junto con Acosta, añadiendo que en las

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cercanías de la Catedral cuando la gente derrumbó el vallado detuvo a una


persona que le propinaba golpes de puño a su compañero.
Pues bien, debe señalarse que ambos oficiales
fueron contestes en sus dichos, siendo ellos mismos los que colaboraron en
la detención de Medone y Mourenza en el contexto mencionado, durante el
tumulto y el desarrollo de las agresiones sistematizadas al personal policial.
Es que en concordancia con sus dichos deben
evaluarse los descargos de los imputados, ya que si bien Mourenza señaló
que se puso en contacto con Medone para cubrir lo que estaba sucediendo,
agregando que había tomado contacto con otros complices, quienes les
dieron cámara, trípode y chalecos de prensa, lo cierto es que nunca exhibió
su credencial identificatoria, ni tampoco la Sala señala que en el marco de la
detención de ambos se le hayan secuestrado elementos relacionados con la
actividad que dijeron desempeñar el día de los hechos, como sí lo hizo
respecto de Ardila Guerra y Barriga Montero a quienes se le secuestraron
dos cámaras fotográficas –extremo que por sí solo no alcanza a desvirtuar su
responsabilidad en los hechos-. Sólo a Mourenza se le secuestró un chaleco
de color negro con la inscripción “prensa” (actas fs. 690 y 693), pero ninguno
de los elementos que dijo recibir de parte de sus secuaces, todo ello más allá
de lo señalado a fs. 717. Lo mismo se observa en relación a Medone, no
hallándose elemento alguno que corrobore la labor que al momento del
forcejeo dijera desempeñar como se señaló respecto de la imagen de fs.
1126, lo cual se contrapone con su descargo en cuanto a que se encontraba
registrando la escena en video. Tampoco el informe médico de rigor describe
que haya sufrido algún tipo de lesión como producto del uso de gas pimienta.
Por otro lado, y de acuerdo con las
manifestaciones de los agentes que intervinieron en la detención de los
nombrados, Mourenza dijo que trataron de destrabar la situación en
oportunidad de referirse a otra de las imputadas –Gabriela Gisele Amira
Sánchez, a quien la policía acusaba de tirar piedras-, señalando
seguidamente que pudo ver a Medone que estaba agarrado por cuatro
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policías, por lo que con el fin de evitarlo se interpuso entre ellos, comenzando
así el forcejeo señalado. Todo lo cual abona la postura sostenida por el a quo
en relación a cada uno de ellos.
Se advierte de los descargos de los
imputados que ninguno fue detenido por encontrarse desempeñando
tareas como miembro de prensa, actividad o profesión que tampoco
pudieron acreditar -más allá que se hayan secuestrado dos cámaras de
fotos y un chaleco-, sino que sus descargos solo muestran sus
intenciones de mejorar sus respectivas situaciones procesales y que
sus detenciones obedecen a su acreditada participación activa en el
coordinado ataque y enfrentamiento a las fuerzas del orden.
Asimismo, y en cuanto atañe al modo en que se
materializan las detenciones en este tipo de incidentes, debe prestarse
especial atención a la gravedad y particularidad de los hechos verificados.
Es que resultaba extremadamente difícil, o casi
imposible, el cumplimiento de los requisitos exigidos por la Alzada al señalar
que “muchas de las acta eran efectuadas por personal policial distinto del
que verificaba los hechos”.Ilustrativo de ello resultan no sólo las imágenes
que ese día transmitieron los medios, sino también el testimonio de quienes
participaran de los operativos de prevención y debieran afrontar durante todo
ese tiempo aquella ola creciente de violencia. Basta sólo con referirse a
algunos de ellos.
En tal sentido, la Agente Yamila Sara González
a fs. 1255 recordó “Durante todo el camino nos tiraron todo tipo de objetos de
forma incesante…muchos policías resultaron heridos”.
A fs. 1263 el Oficial Braian Pablo Pedalino
mencionó “…yo colaboraba haciendo anillos alrededor de las personas que
eran detenidas, ya que se acercaban otras personas a querer rescatarlos”.
Por su parte, el Agente Javier Alejandro Vildoza,
quien estaba a cargo del camión de detenidos, expresó “Quiero aclarar que
mi mayor preocupación en ese momento era cómo hacer para avanzar con el

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camión, ya que estaba rodeado de manifestantes que trataban de impedir el


avance del mismo” (fs. 1260 vta.).
A fs. 16 el Inspector Sciarretta Miliozzi dijo que
los sujetos con los rostros tapados comenzaron a empujar el vallado hasta
derribarlo, arrojando grandes piedras, bombas molotov y de estruendo con el
fin de lesionar al personal policial, alcanzando gran cantidad de proyectiles a
los efectivos, debiendo el personal de infantería iniciar el avance con el fin de
dispersarlos y evitar mayores incidentes.
A su vez, la Agente San María relató que varios
de los agresores se abalanzaron sobre las vallas metálicas, derribándolas
por sobre los uniformados y que al avanzar el grupo de infantería varios
piedrazos alcanzaron a impactarle en distintas zonas de su cuerpo, debiendo
por ello ser socorrida y retirada de la formación para ser atendida por un
facultativo del SAME, siendo luego derivada al hospital Churruca (fs. 42).
Por su parte, el Oficial Néstor Osvaldo Ruiz
relató que varias de las piedras que arrojaban por sobre la formación
lograron impactarle, golpeando una de ellas en su rostro, quedándole un
fuerte zumbido en el oído izquierdo, debiendo ser retirado de la formación y
atendido de la misma manera, para luego ser trasladado al mismo hospital
(fs. 58).
Lo propio describió el Agente Jonathan
Maximiliano Ferreyra, quien mencionó que comenzaron a arrojarle varios
elementos tales como botellas de vidrio y piedras (pedazos de baldosas que
ellos mismos se proveían), recibiendo un impacto en el lado izquierdo de su
rostro, más precisamente a la altura de la frente, produciéndole una herida
cortante, notando que perdía mucha sangre, por lo que tuvo que ser atendido
de emergencia (fs. 80).
En el mismo sentido, el Agente Gabriel Orlando
Cortez señaló que luego de avanzar junto con su grupo, y ni bien traspasaron
el vallado, se le abalanzó una mujer que le propició un puñetazo en el rostro,
ocasionándole una herida sangrante, procediendo inmediatamente a su
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reducción para luego ser retirada por personal de las brigadas, no pudiendo
aportar mayores datos, ya que debía continuar en la formación (fs. 48).
Por otro lado, un pasaje de la resolución que
aquí se cuestiona tiene que ver con la valoración que la Sala efectúa en
relación a un cuaderno y a la vinculación que había entre varios de los
imputados, argumento que el Tribunal consideró como una apreciación de
índole política y carente de fundamento, pero lo cierto es que al evaluarlo
junto con las demás constancias de la causa no parece una conclusión
antojadiza o meramente conjetural, sino todo lo contrario. Su fuerza como
elemento de convicción se robustece al hacer un análisis integrado y no
sesgado de la prueba que lo rodea.
Así, y tal como lo mencionara el a quo, su hallazgo
fue uno de los demás elementos que tuvo en cuenta para sostener la
conclusión de que efectivamente se trató de acontecimientos
premeditados y con esa única finalidad.
Es que a tales fines no puede ignorarse el análisis
de los aparatos de telefonía celular secuestrados, a través de los cuales se
pudo acreditar que algunos de los imputados se conocían entre sí, extremo
que negaran en oportunidad de efectuar sus descargos.
Así, del equipo A2 figuran entre sus contactos los
números de otros de los imputados, como el de Vázquez, Lara Rojas,
Pierangeli, Salazaro y Maggi. Lo propio ocurre con el celular A3, del cual
surge el de Basterrechea y también el de Lara Rojas y Maggi. Por su parte,
del equipo A8 surge un número que coincide con el de Ferraroti. En el mismo
sentido, del análisis del equipo B2, perteneciente a Barriga Montero, se
desprende que comparte número de contacto con algunos de los celulares
que fueran analizados, a saber: 1, 9, 8 A3 y A6.
Frente a este conjunto, negar que entre todos los
actuantes (y todos abarca a los cuatro sobreseídos) existía un vínculo es un
despropósito y constituye una arbitrariedad, ya que solo un análisis sesgado

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Ministerio Público de la Nación

de la prueba permite aquella afirmación. Por ello la resolución debe ser


revocada.

b) Del vicio “in iudicando”.


Finalmente, y a fin de encuadrar las conductas
investigadas, entendió acertadamente el Magistrado que aquellas
concurrirían realmente entre sí.
Con dicho objeto recordó que el art. 211 del CPN
establece que “Será reprimido con prisión de dos años a seis meses, el que
para infundir un temor público o suscitar tumultos o desórdenes, hiciere
señales, diere voces de alarma, amenazare con la comisión de un delito de
peligro común, o empleare otros medios materiales normalmente idóneos
para producir tales efectos. Cuando para ello se empleare explosivos,
agresivos químicos o materiales afines, siempre que el hecho no constituya
delito contra la seguridad pública, de pena será de prisión de tres a diez
años”.
En ese sentido, debe señalarse que la
intimidación pública es un delito que se caracteriza por el obrar del autor
con el propósito de infundir temor público o suscitar tumultos o generar
desórdenes.
La finalidad del autor debe ser siempre la de
actuar sobre el ánimo público, vale decir, sobre el ánimo de un conjunto
considerable de personas indeterminadas reunidas en un lugar público o de
acceso público. Así, los objetivos de este artículo expresan claramente la
necesidad de que concurra el propósito de que el hecho tenga trascendencia
pública.
En ese orden de ideas, la figura está dominada
por el aspecto subjetivo, debiendo los medios materiales haber sido
empleados para infundir un temor público suscitar tumultos o desórdenes,
requiriéndose para el caso el dolo directo.

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Dentro de esta perspectiva se analizó el caso de
autos, ya que la irrupción de estas personas en la Plaza de Mayo, en
actitud provocadora, portando elementos intimidantes, no compatibles
con el motivo que originara la marcha que se estaba llevando a cabo,
explican el posterior desarrollo de los acontecimientos, dando cuenta de
la existencia de una voluntad subyacente cuya acreditación debe ser
establecida bajo los parámetros subjetivos señalados y en forma individual
para cada uno de los involucrados en los hechos en cuestión.
Por otra parte, el art. 239 del mismo cuerpo
normativo reprime al que “…resistiere o desobedeciere a un funcionario
público en el ejercicio legítimos de sus funciones o a la persona que le
prestare asistencia a requerimiento de aquél o en virtud de una obligación
legal”.
Tal como lo sostuvo el Magistrado, hay consenso
en la doctrina y jurisprudencia acerca de que el bien jurídico protegido es “la
libre acción del funcionario público en el ejercicio legítimo de su función”,
mientras que “en el atentado a la autoridad” lo que se menoscaba es la
libertad de determinación del oficial público, es decir su libertad de decisión
en el ejercicio de su función.
En tal sentido, la distinción radica en que en el
atentado a la autoridad “se impone un hacer, suprimiéndose la libertad de
decisión del funcionario público para reemplazar sus determinaciones por las
propias”, mientras que en la resistencia “el designio comienza a ser llevado a
cabo y es a esta realización a lo que el sujeto activo se opone”.
A mayor abundamiento, y en cuanto a su
estructura, la acción típica consiste en resistir a un funcionario público en el
ejercicio de sus funciones, empleando la fuerza para oponerse al
cumplimiento de la orden impartida por la autoridad, trabándose así el
ejercicio legítimo de la función cuando el funcionario ya está actuando.
Asimismo, la jurisprudencia también ha definido a la acción típica como al
esfuerzo físico empleado por el sujeto activo que exige el empleo de la fuerza

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Ministerio Público de la Nación

por parte de la autoridad. Para ello es necesario que la acción del agente
haya revestido la entidad suficiente como para comprometer el desarrollo del
acto funcional que se está llevando a cabo. En tal sentido configura el delito
de resistencia a la autoridad la conducta del imputado de resistirse a una
orden que suponía la propia pérdida de la libertad, en tanto provenía del
policía que intentaba detenerlo en razón del delito que había cometido.
Así, se trata de un delito doloso con voluntad de
impedir u obstaculizar la ejecución del acto funcional, por lo que sólo es
posible el dolo directo (confr. D’Alessio, Andrés, Código Penal comentado y
anotado: 2da edición actualizada y ampliada/Andrés D’Alessio y Mauro A.
Divito -2da ed.-Buenos Aires: La Ley, 2009, Tomo II, pág. 1178/9).
En esa inteligencia, y en virtud de todo lo
expuesto, las circunstancias relatadas en relación a cada uno de los
imputados acreditan con demasía la tipicidad que reclama el concurso
delictual endilgado.
Reitero: se ha procedido a fundar el fallo
únicamente en base a lo que esa Alzada calificó como afirmaciones y
valoraciones genéricas, además de los dichos de los propios imputados -que
se contraponen a lo verificado-, fragmentando y desconociendo elementos
probatorios de cargo que lucen claramente de la lectura de la causa,
omitiendo adentrarse en la globalidad de los sucesos, de los que
prácticamente se aísla. En el precedente “Vianini” la Corte Suprema la
corte Suprema fulminó una resolución que contenía este mismo vicio.
De este modo, bajo las condiciones reseñadas, tal
pronunciamiento debe ser descalificado como acto jurisdiccional válido, pues
no media relación directa e inmediata entre lo resuelto y las constancias
comprobadas en la causa.
Desde esta óptica, los extremos señalados e
interpretados bajo el imperio de la sana crítica racional, imponen llegar a una
conclusión diametralmente opuesta a la signada por el Tribunal.

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En ese sentido, bien se ha señalado que para que
proceda el sobreseimiento la ausencia de responsabilidad debe ser evidente,
requiriéndose para ello certeza y no duda, pues dicho temperamento cierra
definitiva e irrevocablemente el proceso con relación a quien se dicta (confr.
D'Albora, Francisco J., "Código Procesal Penal de la Nación. Anotado.
Comentado. Concordado", 9ª edición corregida, ampliada y actualizada por
Nicolás D'Albora, Buenos Aires: Abeledo Perrot, 2011, pág. 599), la certeza
debe erigirse sobre elementos probatorios suficientes que acrediten en el
caso su ajenidad al hecho enrostrado y que resistan el embate de aquellos
pendientes de producción, atento a la etapa de investigación que se transita.
Dejar que adquiera firmeza el pronunciamiento del
pasado 6 de diciembre del corriente, implica aceptar la vigencia de una
resolución que entra en pugna con la correcta administración de justicia, al
contener “vicios intrínsecos advertidos en el acto jurisdiccional, vinculados
con la violación de las reglas de la sana crítica, [que] le confirieron al fallo
una fundamentación tan sólo aparente y por ende arbitraria” (confr. CFCP
Sala I, causa nro. 49 “Almeyra, María Del Rosario s/recurso de queja”,
resuelta el 10/12/93 y causa nro. 76 “Jajan, Emilio s/recurso de queja”,
resuelta el 4/02/94; entre muchas otras).
Sentado lo expuesto, es claro que en el presente
caso ha mediado inobservancia de la ley procesal, sancionable con nulidad,
ya que la omisión o el carácter sólo aparente de la fundamentación del acto
jurisdiccional lo tiñe de arbitrario por afectación del principio lógico de razón
suficiente y compromete la debida motivación que, bajo esa sanción,
prescriben los arts. 123 y 404, inc. 2° del CPPN, reglamentarios de la
garantía constitucional de la defensa en juicio en cuanto exigen que las
decisiones judiciales sean fundadas y constituyen una derivación razonada
del derecho vigente en relación con las constancias de la causa (confr.
CFCP, Sala I, causa n° 172, “Arias, Laura S. s/recurso de casación” con reg.
n° 264, rta. el 10/8/94).

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CONSIDERACIONES FINALES
Los hechos que acabamos de ilustrar han
recobrado hoy dolorosa actualidad. Las dos vergonzosas jornadas vividas en
las inmediaciones del Congreso de la Nación en los últimos días (14 y 18 de
diciembre) en ocasión del debate parlamentario por la reforma de la
legislación previsional evidencian un patrón común con lo sucedido en la
ocasión que originó estos actuados. No encuentro grandes diferencias entre
esas horas infaustas de esta última semana y los hechos del 1 de
Septiembre que aquí analizamos salvo, quizás, que los delincuentes han
progresado en organización, táctica y armamento. Ya no vale tildarlos de
“revoltosos” o “agitadores” cuando las imágenes de la televisión y la crónica
de los periódicos nos muestran el disciplinado accionar de una milicia
sincronizada con jefaturas, logística y previsión de pertrechos ofensivos y
defensivos suficientes para llevar a cabo sus designios de inhabilitar a través
de la violencia y la acción directa, la convivencia democrática.
Tanta liviandad para calificar a esos criminales en
la categoría casi como “jóvenes idealistas” nos conduce por un camino que
ya costó demasiada sangre y demasiadas vidas en el pasado como para que
recaigamos en esa ingenuidad letal. A mí, que viví esos tiempos aciagos, no
me conmueven los cánticos que suelo escuchar bajo la ventana de mi
despacho en los que se reclama “libertad a los presos por luchar” cuando sé
muy bien que no es precisamente por eso que están presos, las pocas veces
en que realmente lo están, y que lo que deberíamos lamentar profundamente
es que su prisión sea, por lo general, tan efímera y poco duradera.
Tal vez parezca el capricho de un viejo maniático o
un desvío insustancial de mi argumento, pero no me parece que sea gratuito
ni inocuo este “neolenguaje” seráfico y angelical que se esfuerza por
persuadirnos de que, a veces, no queda más remedio que dejar cierto
margen de acción a estos salvajes o que es preferible soportar injustos,
lesiones y atropellos para evitar que estos grupos, con capacidad de
movilización, estructura organizativa y gimnasia tumultuaria, aprovechen la
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intervención policial para incrementar su violencia y generar consecuencias
aún más gravosas. No estoy de acuerdo con esa idea; por eso rechazo que
se designe como “jóvenes manifestantes” a una turba de canallas y
facinerosos. ¿Por qué lo hacemos?, ¿es más “progre”?; no, es más
irresponsable. Últimamente ni siquiera se habla de los jubilados, ahora se
llaman “los abuelos”, ¿es más tierno?, no, es más hipócrita. Empecemos por
llamar a las cosas por su nombre a ver si nos entendemos mejor.
Esa caravana delictiva que pretenden vendernos
como una simple marcha para oponerse a ideas o decisiones políticas es ni
más ni menos que lo que ya demasiadas veces vimos: una hueste violenta y
peligrosa de sujetos pendencieros y agresivos organizados, encapuchados y
blandiendo armas caseras o palos que se desplazan a voluntad por zonas
aledañas a edificios públicos emblemáticos, agrediendo a todo lo que se les
oponga, especialmente si se trata de agentes de las fuerzas de seguridad, y
destrozando bienes materiales públicos –plazas, monumentos- de manera de
generar e incrementar el caos social. Ya sé que con estas pobres palabras y
esta mínima descripción no logro plasmar una representación acabada de los
hechos ocurridos ni las consecuencias que éstos crearon. Baste con concluir
que son intolerables en un Estado de Derecho como el que pretendemos que
impere en la Argentina; son, en definitiva, la base de un conjunto de delitos
que deben ser investigados.
El fastidio social que queda al día siguiente al de
la barbarie, los desmanes que, como mudos testimonios, nos escupen en la
cara nuestra incapacidad para poner remedio a tanta ferocidad y salvajismo,
el dolor de los que sufrieron heridas o contusiones, más la inquietud por el
cálculo aproximado de los costos y esfuerzos que demandará la reparación,
nos exigen una respuesta inmediata y terminante. La gravedad y reiteración
de la situación, la altísima posibilidad de que durante todo el año próximo
(Argentina será sede de importantes eventos y reuniones internacionales) las
calles vuelvan a ser zona ocupada por estas bestias y la cándida y angélica
visión de los que confunden manifestaciones públicas legales y pacíficas con

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Ministerio Público de la Nación

ataques a las bases del sistema democrático y el imperio de la Constitución y


las leyes debe llamarnos a todos los agentes públicos a una reflexión más
profunda, que exceda la de una causa o un proceso criminal en particular.
No es la primera vez que, siendo fiscal general,
enfrento una resolución que confunde lo que es manifestarse libremente con
ignorar que se cometieron delitos dentro de la manifestación. Aquéllas
demostraciones son necesarias, legales y totalmente aceptables (todos,
alguna vez, hemos tomado parte en alguna de ellas), esta otra situación es
nefasta y no debe ser tolerada.
En el año 2009 dije ante la Sala I del Tribunal –y
aquí lo transcribo porque pese al tiempo transcurrido aquellas afirmaciones
son hoy plenamente válidas- que “…es inaceptable que el lánguido y trillado
argumento de evitar a toda costa la criminalización de las protestas derive en
la justificación y la impunidad de los delitos que en ellas se cometan. No es
verdad que ese sea el precio de la libertad. No se me escapa que, por
momentos, esa parece ser la tendencia de los tiempos ni ignoro las
consecuencias de contrariar la dirección del viento pero, así y todo, prefiero
plantarme en la contundencia de la antigua máxima latina: “et si omnes, ego
non”. Hasta donde yo sé las cambiantes alternativas de la conflictividad
social no han abolido, por ahora, la vigencia del Código Penal. …” (causa
42.612 del registro de la Sala I, “INCIDENTE DE APELACION … en autos
PERNA Leonardo Emmanuel por daños”…..).
La causa en cuestión era la toma del rectorado de
la Universidad de Buenos Aires, después de la gestión del rector Shuberoff y
llegué a comparar el episodio con uno de los acontecimientos más
perturbadores y obscenos de los que yo, al menos, guarde memoria: la
ocupación violenta y el destrozo de una comisaría de policía por parte de una
horda vandálica ante la mirada complaciente de los funcionarios cuyo deber
era, precisamente, velar por la seguridad pública. Afortunadamente los
delincuentes que lo perpetraron enfrentan hoy el juicio y deberán rendir
cuenta de sus actos.
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Desde Max Weber para aquí, la concepción del
Estado moderno incluye, como condición de sustentabilidad, la noción del
ejercicio legítimo del monopolio de la fuerza. Es responsabilidad del Estado
hacer valer esa garantía de orden en resguardo de la sociedad y en la
totalidad del ámbito geográfico sometido a su jurisdicción. No existe espacio
físico al que el control del Estado esté impedido de llegar; ni los
encumbrados despachos oficiales, ni las retorcidas callejuelas de los
asentamientos precarios, ni los austeros salones del claustro universitario ni
las parcelas de territorio usurpadas por cualquier caterva o pandilla que, so
color de reivindicaciones étnicas, históricas o sociales, pongan en tela de
juicio el ejercicio efectivo de la soberanía nacional. No pueden, en definitiva,
consentirse islas de impunidad, violencia sin sanción ni territorios liberados.
No hay otra exigencia, para el Estado, que cumplir
con los recaudos legales que ese ejercicio del poder requiere en cada caso y,
para los gobernantes, la de afrontar los precios políticos que del uso legítimo
de la fuerza para el mantenimiento del orden, se deriven en el humor social.
Tristemente, a veces hay que pagar costos pero, para quien gobierna, esa es
su responsabilidad. Y así como el Estado no puede renunciar a su deber de
garantizar el orden y sancionar los delitos, los fiscales no podemos renunciar
al nuestro que es lo que haríamos convalidando una resolución que frente a
los hechos acreditados en esta causa utiliza como argumento fundacional la
no afectación significativa del bien jurídico libertad, que es lo que resultó
palmariamente menoscabado.
Cada vez que asistimos a bochornos como los que
aquí analizamos, nos amargamos al día siguiente al abrir el diario y
enterarnos de las libertades de los partícipes sin más trámite que verificar su
planilla de prontuario y un simple llamado telefónico a la comisaría para que
les abran la puerta. Este paso fugaz por la dependencia policial lejos de
constituir castigo, en ese círculo de relaciones se convierte en una mención
honorífica que enriquece su curriculum.

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Ministerio Público de la Nación

La única forma de evitar que esto suceda es


diseñando nuevas leyes –lo que corresponde a otros Poderes del Estado-.
En ellas deberán preverse como causales de impedimento de la
excarcelación o la soltura anticipada el participar de estos actos disimulando
la identidad –mintiendo sobre ella, encubriéndola o usando algún artilugio de
similar consecuencia-; concurrir munidos de palos, armas caseras, “armas
tumberas” u otros objetos similares; participar en una agresión orquestada y
premeditada generando daños a las personas y a los bienes públicos o
privados.
La redacción de las normas que impetramos, aún
a riesgo de recaer en cierta dosis de casuismo, no debería dejar margen para
que algunos malos jueces enrolados en la dañina doctrina del “garantismo” –
que no es más que el abolicionismo del derecho penal presentado y servido
con edulcorante- conviertan esas leyes en papel mojado y continúen con el
festival de liberaciones de aquellos que muy pronto volverán a agredir a la
sociedad y a tratar de conmover el Estado de Derecho.

PETITORIO

Por las consideraciones expuestas a esa Alzada


solicito:
I) TENGAN por presentado y CONCEDAN el
presente recurso de casación contra la resolución cuestionada.
II) Oportunamente, ANULE y/o CASE la resolución
recurrida (art. 471 del CPPN).
III) A todo evento, hago reserva de caso federal
para recurrir, eventualmente, mediante el recurso extraordinario, ante la
Corte Suprema de Justicia de la Nación.-
PROVEER DE CONFORMIDAD,
SERÁ JUSTICIA

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