Está en la página 1de 4

TEMA 1.

INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DEL ESTADO


Sumario. 1.1. Poder, derecho, estado. El derecho constitucional. 1.2. El Estado: concepto y
elementos constitutivos. La soberanía. 1.3. El Estado constitucional. Características. 1.4. El
Estado Social y Democrático de Derecho. 1.5. Formas de Estado y Formas de Gobierno.

1.1 PODER, DERECHO, ESTADO. EL DERECHO CONSTITUCIONAL.

Poder, derecho, estado

Todo hombre ama su libertad, pero necesita a la vez vivir en sociedad,


necesita a otros para alcanzar su perfección y su felicidad. Y esa sociedad en la
que ha de vivir necesita algún orden, unas reglas para no convertirse en una lucha
constante en la que sólo sobrevivan los más fuertes. Y ese orden ha de ser
mantenido mediante el ejercicio de algún poder. Los hombres quieren ser libres
pero necesitan a otros. Quieren decidir por sí mismos pero necesitan obedecer a
unas leyes que hagan posible la convivencia.

En las primeras páginas de “La Política” de Aristóteles aparece reflejada


esa tensión:

“El Estado es un hecho natural, el hombre es un ser naturalmente sociable, y el que


vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es, ciertamente, o un ser
degradado, o un ser superior a la especie humana; y a él pueden aplicarse aquellas palabras
de Homero:
«Sin familia, sin leyes, sin hogar...»
El hombre que fuese por naturaleza tal como lo pinta el poeta, sólo respiraría guerra,
porque sería incapaz de unirse con nadie, como sucede a las aves de rapiña.
(…)
Lo que prueba claramente la necesidad natural del Estado y su superioridad sobre el
individuo es que, si no se admitiera, resultaría que puede el individuo entonces bastarse a sí
mismo aislado así del todo como del resto de las partes; pero aquel que no puede vivir en
sociedad y que en medio de su independencia no tiene necesidades, no puede ser nunca
miembro del Estado; es un bruto o un dios.
La naturaleza arrastra, pues, instintivamente a todos los hombres a la asociación
política. El primero que la instituyó hizo un inmenso servicio, porque el hombre, que
cuando ha alcanzado toda la perfección posible es el primero de los animales, es el último
cuando vive sin leyes y sin justicia”.

El texto de Aristóteles plantea algo esencial. El hombre necesita vivir en


sociedad para ser feliz, pero en esa sociedad no puede vivir “sin leyes y sin
justicia”. No basta con que un poder imponga el orden. Es necesario que ese
orden sea conforme al derecho y a la justicia. El significado profundo de estas
expresiones es muy complejo, y excede el ámbito de estas páginas. Pero es
importante señalar que la reflexión sobre el ejercicio del poder siempre ha ido
acompañada de la discusión sobre la justicia y el fundamento del derecho.
Rousseau planteó esa misma paradoja al principio de su “Contrato Social”
con una expresión brillante que se haría célebre:

“El hombre ha nacido libre y en todas partes se halla entre cadenas. Créese alguno
señor de los demás, sin dejar por ello de ser más esclavo que éstos. ¿Cómo ha tenido efecto
esta mudanza? Lo ignoro. ¿Qué cosas pueden legitimarla? Me parece que podré resolver esta
cuestión”.

Buena parte del pensamiento político, que es fundamento del derecho


constitucional, se ha dedicado también a intentar “resolver esta cuestión”, la de la
relación entre el poder y la libertad.

No es posible realizar aquí un recorrido extenso por la historia de las


teorías políticas que los hombres han utilizado en cada época para resolver la
cuestión de la legitimidad del poder. En la edad moderna, podríamos señalar el
contractualismo como origen más próximo de nuestras ideas actuales sobre los
fundamentos del poder.

Así, hablando del poder de cada hombre y de su libre voluntad, y de los


pactos entre los hombres como origen del poder político. Hobbes decía que:

“El poder de un hombre, en sentido universal, son sus medios actuales para obtener
algún bien aparente en el futuro, y puede ser natural o instrumental. Poder natural es una
eminencia de facultades del cuerpo o de la mente, como una fuerza extraordinaria, la
apariencia, la prudencia, el arte, la elocuencia, la liberalidad o la nobleza. Poderes
instrumentales son los que, adquiridos mediante los naturales, o por azar, son medios o
instrumentos para adquirir a su vez más poderes, como la riqueza, la reputación, los amigos
o el secreto trabajo de Dios al que los hombres llaman buena suerte”.

Y de ahí se pasa al poder del estado (el estado absoluto, el “Leviathan” de


Hobbes):

“El más grande de los poderes de la tierra es aquél que procede del poder de la
mayoría de los hombres, unidos por sus consentimientos, y que es detentado por una
persona civil o natural que lo ejerce con el único límite de su voluntad”.

Finalmente, la reflexión teórica se mezcla con la historia política y


constitucional y produce, a veces, brillantes definiciones del poder y de sus
orígenes y límites, como la que se lee en el primer párrafo de la Declaración de
Independencia de los EEUU, firmada el 4 de julio de 1776, y que sirve aún hoy
como una referencia indispensable:

“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados
iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos
están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se
instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del
consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga
destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir
un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma
que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad”.

El poder siempre es un elemento esencial de la convivencia política. Para


muchos autores, el estado mismo consiste en la centralización de ese poder dentro
de una comunidad de hombres que viven juntos en un territorio. Se puede discutir
sobre el fundamento y legitimidad de ese poder, y sobre sus límites, pero no es
posible organizar la sociedad sin él. De hecho, la doctrina alemana de mediados
del s. XIX desarrollará la llamada “Teoría General del Estado” considerando el
poder uno de los tres elementos constitutivos del Estado (junto al territorio y la
población) Más adelante, el estado mismo será identificado con el derecho
(Kelsen)

Así pues, el estado es considerado en la actualidad algo así como una


personificación del poder que ordena jurídicamente la convivencia en una
sociedad. Hablamos de “los poderes del estado” o “el patrimonio del estado”
haciendo referencia a una entidad impersonal que no tiene rasgos históricos o
culturales (como la nación) sino sólo características jurídicas.

Conviene notar que esta última reflexión sólo tiene validez en los países de
la Europa continental, que heredaron la elaboración intelectual alemana del
s.XIX de la teoría del estado. En el Reino Unido no existe en realidad un
concepto de estado abstracto y jurídico. La personificación del poder se realiza en
la Corona, una institución más amplia que el propio Monarca pero claramente
referida a una persona, unos lugares y una historia.

El derecho constitucional

La disciplina a la que se dedican estas páginas sólo se denomina “derecho


constitucional” desde época reciente. Las expresiones “Teoría del Estado” o
“Teoría Política” fueron más frecuentes hasta la época anterior a la Segunda
Guerra Mundial. Tras la derrota de las dictaduras, las democracias buscan en las
nuevas constituciones nuevos sistemas de control y de equilibrio del poder que
permitan evitar abusos y sirvan de garantía real para los derechos fundamentales.
Y una parte esencial de esas garantías es el llamado control de constitucionalidad,
desarrollado en EEUU desde principios del s. XIX y apenas implantado -más en
la teoría que en la práctica- en la Europa continental.

La creación de Tribunales Constitucionales con poder para realizar una


interpretación vinculante -y conforme a métodos jurídicos- de las constituciones
hizo necesario ajustar la teoría política clásica al método del derecho.

En España, esa distinción no será clara hasta la aprobación de la


Constitución de 1978. Hasta entonces, la denominación más frecuente era la de
“Derecho Político”, considerada más adecuada por su amplitud y porque la
descripción del régimen político de un país no puede hacerse sólo limitándose al
estudio de su constitución. Obviamente, también las circunstancias específicas del
régimen franquista (frontalmente contrario a la idea de Constitución) influyeron
en la elección de los términos.

1.2. El estado: concepto y elementos constitutivos. La soberanía

El concepto de estado

La palabra “estado” es relativamente reciente. Los griegos hablaban de la


“polis” para referirse a sus unidades políticas. Y para comunidades más amplias
hacían referencia al elemento personal: los persas, los egipcios o los griegos. Los
romanos se comportaban de modo parecido. Roma era la ciudad. Y sus
instituciones de gobierno fueron durante muchos siglos las propias de un gobierno
municipal. Cuando las conquistas hicieron necesaria una nueva denominación se
utilizó una expresión que hacía referencia al poder: “imperium”. En la Edad
Media se utilizaron más frecuentemente los nombres que hacían referencia a los
territorios, siguiendo el esquema de las provincias romanas. Así se habla de
“Hispania” o “Italia” aunque no exista un estado propiamente dicho en ninguna
de las dos penínsulas.

Pérez Serrano resume la cuestión afirmando que podría decirse que en la


época de dominio griego predominaba el elemento personal, en la era romana el
del poder y en la Edad Media el territorial. Estos serán los tres elementos del
estado tal y como serán reelaborados en la teoría moderna.

Uno de los primeros en emplear la expresión “estado” es Maquiavelo. El


florentino la utiliza para poder referirse a una comunidad política sin describirla
como una república o una monarquía, para poder hablar de ella en abstracto. Y
no utiliza el término “ciudad” porque algunas de las ciudades-estado de la Italia
del Renacimiento eran entidades políticas mucho más amplias y complejas (como
Venecia o Florencia, que abarcaban muchas otras ciudades y territorios)

Pero además de la evolución terminológica, es en la época del


Renacimiento cuando se crean los estados modernos como consecuencia de la
desintegración de la relativa unidad política y moral que el Imperio y el Papado
habían proporcionado hasta entonces. Ese proceso de desintegración del mundo
antiguo y el surgimiento de los Estados modernos en Europa concluye de un
modo prácticamente definitivo con la Paz de Westfalia de 1648. Desde entonces,
y hasta ahora, los estados son la figura central del orden político en Occidente.

Pero además de ser una consecuencia de la historia, la creación de los


estados modernos es también resultado de algunos nuevos principios teóricos.
Quizá los más importantes sean tres:

También podría gustarte