Está en la página 1de 13

PSICOLOGÍA ¿PARA QUÉ?

SOBRE LOS MODELOS DE INTERVENCION PSICOLÓGICA

Como cualquier otra disciplina, la organización de los estudios de Psicología responde a


una demanda circunstancial del alumnado ayudado por la perspicaz intuición de profesores
provenientes en su mayoría de campos matriciales (Filosofía) o afines (Sociología,
Políticas, Pedagogía, Ingeniería organizacional, etc.). Y su crecimiento y afianzamiento, si
bien se amparan en modelos desarrollados en otro países, se ajustan a las peculiaridades del
entorno social.

Por todo ello, en España no se puede decir que exista una Psicología. Pues existen varias.
Cada una con su idiosincrasia y respondiendo a las peculiares exigencias de unos modelos
teóricos determinados y a las expectativas de sus estudiantes.

Pero, en el campo más concreto de la intervención psicológica o de la Psicología Aplicada


y Psicología Social, creo oportuno resaltar dos modelos que no sólo se enfrentan, sino que
se excluyen y, en el fondo, representan dos formas diametralmente opuestas de concebir la
vida en sociedad. Nos referirnos a una Psicología de orientación social (de corte
comunitario y en consonancia con los planteamientos del socialismo político) y a una
Psicología de orientación individualista (de competitividad individual y en consonancia con
las orientaciones del capitalismo político).

En general, en el ámbito académico y pese a la existencia de disciplinas como la Psicología


Social, el currículum del psicólogo transcurre por veredas personalistas, individualistas.
Tanto el diagnóstico como el tratamiento del sujeto resaltan las vivencias subjetivas del
individuo, con interpretaciones alicortas en cuanto a su contextualización. Los atributos
personales (Jahoda, 1958) suelen concentrar la atención del psicólogo.

El reciente desarrollo de la llamada Psicología Comunitaria (Martín y otros, 1988; Sánchez,


1988) ha venido a esclarecer las vinculaciones de la Psicología con uno u otro modelo
ideológico.
La Psicología Comunitaria ha puesto de relieve en su actual estado emergente el carácter
prioritariamente interventivo que ha de tener la Psicología si quiere desarrollarse al compás
de los compromisos que exige la vida cotidiana.

Y como el aire de los tiempos que corremos sopla en dirección de la sensibilidad social y
de la corresponsabilidad (pese al potente resurgir del individualismo postmoderno), pronto
la naciente Psicología Comunitaria fue reivindicada por diferentes áreas de conocimiento.
Muchos psicólogos quieren sentirse comunitarios, pues no se atreven a afirmarse
individualistas (pese a que en ese empeño y formulación están haciendo gala más de
principios corporativistas que comunitarios).

Pero esa situación creo que es positiva, siempre que seamos capaces de explicitar los
diferentes modelos que subyacen a una u otra concepción de la intervención psicológica,
sin pretensiones de confusión expansionista.

Y sobre ello quiero ahora reflexionar.

Voy a referirme de manera contrapuesta a dos modelos antagónicos, exclusivos.

El modelo individualista puede recibir también las calificaciones de modelo clínico,


biológico, médico, tradicional, estático, pasivo; y vamos a llamarlo modelo personalista,

El modelo comunitario puede llamarse igualmente ecológico, dinámico, activo; y vamos a


llamarlo modelo psicosocial.

Tal vez la mejor manera de resaltar las características de uno y otro modelo consista en
contraponer, según ciertas categorías, los elementos que los distinguen.

De acuerdo con el esquema propio de toda intervención, queremos resaltar los siguientes
elementos:

Interventor, contexto, intermediarios, receptor, y evaluación. Veámoslos someramente.

1. El interventor
Conscientes de que no sólo hemos de reconocer el derecho de todos a la diferencia, sino
también el derecho a la igualdad (Rappaport, 1977), es decir, la igualdad de acceso a los
recursos sociales, y dados los enormes desajustes sociales existentes por doquier, la tarea de
los profesionales que intervienen exigirá incrementar, por todos los medios, el máximo de
recursos humanos. Y por muchos que sean los profesionales sociales implicados en tal
cometido, serán insuficientes si siguen manteniendo una dedicación individualizada. De ahí
la conveniencia de emplear a paraprofesionales, voluntarios, miembros indígenas de la
comunidad que formados adecuadamente por los profesionales pueden hacer llegar a los
más recónditos lugares una intervención bien adaptada a las necesidades concretas de los
demás.

Pues sabemos que la calidad de la intervención no depende, necesariamente, tanto de la


preparación técnica del profesional, cuánto del conveniente ajuste al contexto en que se
interviene y a las personas concretas a las que va dirigida la acción.

Un profesional tiene un radio de acción limitado. En cambio, si se apoya en la ejecución de


otros, puede multiplicar considerablemente la eficiencia de su intervención.

Por otra parte, el hecho mismo de necesitar de otros mediadores permite incidir en el
carácter activo de los miembros de la comunidad. Pudiendo piramidalmente llegar a cubrir,
mediante una buena red organizativa, todas las necesidades complejas de la comunidad.

Y si de efectividad hemos de hablar, bastará con recordar que en el campo propiamente


terapéutico ha sido ampliamente valorada, en parangón con la propia acción de los
profesionales (Durlak, 1979).

De ahí que en este modelo psicológico, el verdadero agente interventor sea, ante todo, la
propia comunidad. El psicólogo social aporta su bagaje técnico, pero con la colaboración de
los miembros más capacitados. Entre todos elaboran el plan de acción. Se rehuye ese
despotismo ilustrado en que tan frecuentemente se apoyó la comodidad de los profesionales
aislados en la torre de marfil de su exótica elocuencia.
El profesional no interviene aisladamente apoyado en su inescrutable e inverificable
sabiduría. Su saber se acrisola cada día en la acción comprometida con los demás, No basta
con intervenir desde lo abstracto, sin tener en cuenta, de modo inmediato, el contexto en el
que vive y se desarrolla cada sujeto que acude a la consulta.

Al psicólogo personalista apoltronado en la sabia soledad de su consultorio, se le


contrapone el psicólogo social que trabaja en equipo con otros profesionales y
paraprofesionales directamente vinculado a la comunidad en que intervienes y atento más
que a la resolución de los problemas a la prevención de las situaciones estructurales que los
generan y a la promoción de condicionantes saludables. Ajeno considerablemente a las
reinvidicaciones corporativistas de un profesionalismo alicorto, el psicólogo social se
preocupa de intervenir con la colaboración ineludible del equipo interprofesional, con el
que comparte: la priorización de los problemas sobre las técnicas empleadas, la aceptación
de la complejidad de los problemas sociales y la relativización funcional de las fronteras
profesionales.

Renuncia, incluso, al hedonismo de la intervención directa -como aplicación de técnicas


concretas- para dedicarse a la educación informativa y comprometida mediante la acción de
la planificación, la programación y la evaluación (de necesidades, recursos y programa).

De ahí que quepa resaltar la necesaria sensibilidad para captar las situaciones sociales, la
flexibilidad de su talante para rehuir soluciones estereotipadas, la imprescindible formación
permanente de recursos humanos, etc.

Y más que en los aspectos reparadores del nivel individual, el psicólogo social centra su
esfuerzo en la potenciación (empowerment) de las capacidades psicosociales de la
colectividad y de cada uno de sus miembros en cuanto tales, preocupándose menos por el
mantenimiento de las situaciones heredadas, cuanto por la introducción de los cambios
precisos, la negociación con las instituciones sociales, la mediación entre las partes y la
abogacía social (Glidwell, 1984; Knitzer, 1980) facilitando el acceso a los recursos y siendo
catalizador del cambio social.

Entre las características diferenciales de uno y otro modelo cabe resaltar éstas:
Modelo Personalista Modelo Psicosocial
- Profesionalidad............................... Interpofesional
vs
Acción con paraprofesionales
- Acción individual ..........................
Efecto multiplicador
vs

Acción indirecta
- Efecto limitado ............................. vs

- Acción directa .............................. vs

2. El contexto de la intervención

Ante la actitud pasiva de quien espera (psicólogo personalista) que le vengan a la consulta,
el psicólogo social va en busca de los problemas para ayudar a su solución. Este ir supone
salir del encierro de su consulta, para adentrarse en las incomodidades de la situación en
que se encuentra la comunidad. Como miembro de la misma, está en la comunidad y parte
de su ubicación para mejor captar el problema estudiado o la necesidad analizada, Lo
natural es estar en el mundo concreto. Lo artificial es el aislamiento.

Pero algo caracteriza la actitud del psicólogo social es la aceptación de la complejidad de


los problemas y necesidades estudiados. Muy pocas cosas reducen su perspectiva al mero
contorno individual. Necesariamente es situacional. Ya que, aunque sin exclusividad, el
contexto es elemento determinante de la conducta individual.

De ahí que el modelo psicosocial exija planteamientos en profundidad, capaces de en


cuenta los orígenes históricos, pero, todo, la complejidad del momento.

No se puede pretender resolver la situación personal de un sujeto, sin tener en cuenta las
redes sistémicas en que se halla engarzado. La mera resolución del síntoma sólo permita
agravar aún más la causa del mismo. Con otras palabras: la emergencia en el tratamiento no
puede hacer olvidar lo irrelevante del síntoma frente a la dimensionalidad de la causa.
El modelo psicosocial lleva a desarrollar una Psicología que resalta la importancia de
relaciones del individuo con su entorno socioambiental. De tal manera que la relación
causal es más de tipo exógeno que endógeno. Y en la perspectiva de quienes reniegan
sociobiología al pretender ésta (Wilson, 1975, 1978) hallar en la biología las razones
explicativas del comportamiento social, se afirman en la orientación de la psicofisiología
social, resaltando cómo los comportamientos sociales inciden en las características
biofisiológicas de los individuos (Fernández, 1989).

La preocupación por los contextos de acción lleva igualmente a no hipostasiar las


específicas competencias de los diferente profesionales (base de los corporativismos más
acérrimos que han cantonado pétreamente su estudio y resolución), forzando, en cambio, a
que las fronteras profesionales respondan funcionalmente a un reparto de tarea teniendo en
cuenta la peculiar capacidad de cada profesional para mejor ejercer una u otra faceta de la
tarea. El reparto de roles se hace más posteriori que a priori: más en función de
competencia real que de derechos corporativos adquiridos. Sin negar, con ello, la diferencia
preparación profesional de cada uno. Pero como los problemas y las necesidades de la
comunidad no pueden definirse de una vez por todas, sino que han de tener en cuenta el
contexto socio-histórico, de ahí que haya que mantener unas relaciones de roles dinámicas,
evolutivas, adaptativas a las diferente situaciones sociales. Lo contrario es jugar a la
compartimentación corporativa, a la inercia burocrática, a la ineficiencia y al despilfarro
social.

En consecuencia, el contexto de la intervención lleva a características contrapuestas, que


resumidamente serían:

Psicosocial Personalista
- Actividad.......................................... pasividad
vs
exterioridad a la comunidad
- Interioridad ......................................
simplicidad
vs
- Complejidad .................................... concepción psicofisiológica
vs
corporativismo
- Concepción ecológica .....................
vs

- Multiprofesionalidad........................
vs

3. Intermediarios

Toda intervención implica la acción mediadora entre dos sujetos: individuales o


comunitarios (Barriga, 1987).

Ahora queremos referirnos a los intermediarios que conjuntamente con el interventor


inciden en la ejecución de la intervención. El que solicita o simplemente el que recibe la
intervención. a su vez, ejerce activamente durante el proceso, Y, por ello, se constituye en
mediador. De ahí que el cliente entre en negociación con el interventor de cara a responder
a la demanda que le ha realizado o a la oferta que se le realiza.

El intermediario puede ser un individuo o bien puede ser una comunidad.

En el modelo personalista, el intermediario es siempre un individuo, o un pequeño grupo


etiquetado como anormal por parte de la sociedad bienpensante y dominadora. Alguien que
solicita la ayuda del experto para que le ayude a resolver o incluso le resuelva su problema.
El interventor, apoyado en su saber técnico, incide sobre el demandante en el que genera
dependencia y sumisión (relación jerárquica), más que relación de simetría, de igualdad y
colaboración. Sólo, quizá, las orientaciones humanistas y de potencial humano de la terapia
actual hacen una apelación más activa en la aportación del sujeto clínico.

En cambio, en el modelo psicosocial el intermediario es la comunidad, o un sistema social


en cuanto productores de bienestar y de recursos, o, bien al contrario, causante de la
situación de estrés social en que viven sus miembros.
Y el propio interventor no es un experto que acude desde fuera, sino un técnico, miembro
de la comunidad que aporta su bagaje profesional para desde dentro resolver los problemas,
satisfacer las necesidades y, sobre todo, realizar una tarea de prevención primaria y de
promoción de cara al mejor bienestar de la comunidad y de sus integrantes.

En este modelo, los programas para prevenir y resolver necesidades o problemas se


explicitan desde dentro de la comunidad. La actitud activa de los miembros introduce una
dinámica de responsabilidad ineludible.

Así, pues, las características diferenciales de ambos modelos serían las siguientes:

Personalista Psicosocial
- Mediador
Receptor...............................................
comunidad
vs

bidireccionalidad
- Individuo
............................................. vs
actitud de búsqueda

- Unidireccionalidad
autonomía.
.............................. vs
Simetría.
- Actitud de espera
................................ vs Colaboración.

- Dependencia Endógena.
....................................... vs
Desde dentro.
- Asimetría
Solidaridad y altruismo
............................................ vs

- Sumisión
............................................ vs
- Etiología endógena
............................ vs

- Acción desde fuera


............................ vs

- Egocentrismo
..................................... vs

4. Evaluación

En los recientes desarrollos de la metodología de intervención se insiste en la importancia


que tiene la evaluación de programas y la investigación de evaluación.

Preocupa ya no tanto la eficiencia de la intervención, objetivo que no podemos negar a


cualquier profesional del modelo personalista, cuanto la validez ecológica de la
intervención, la contextualización del programa, el adecuado análisis de la situación inicial,
la operativización de los recursos invertidos, el proceso formativo inherente a toda
intervención y, finalmente, la retroalimentación del ejercicio interventivo. Aspectos que
resalta el modelo psicosocial.

Más concretamente cabe tener en cuenta la necesaria incidencia en los tres tipos de
evaluación a lo largo del proceso de intervención: la evaluación inicial, la evaluación
procesual o formativo y la evaluación final.

La evaluación inicial supone el análisis pormenorizado de la situación de partida. Conocer


para poder intervenir. Saber cuál es la demanda del cliente, tanto individual como
comunitaria; cuáles son sus recursos; cuáles los modelos teóricos según los cuales explicita
tanto la demanda como los recursos (modelo de espera y teoría de personalidad -en el
modelo personalista- frente al modelo de búsqueda y la perspectiva de la teoría sistémica,
de la ecosociología -en el modelo, psicosocial-); conocer el contexto en el que se sitúa el
individuo o el grupo demandante (instituciones especializadas versus la comunidad); cuáles
son las causas de la situación (intrapsíquicas versus sociales).
La evaluación inicial será punto necesario de referencia tanto para valorar la eficacia
(recursos totales empleados para obtener el objetivo), como la eficiencia (mínimos recursos
necesarios para obtener el objetivo).

Despilfarro socioeconómico es dedicar recursos a un tema, cuando no se analizó el punto


de partida. Nunca se podrá establecer el control relativo sobre el buen uso o mal uso de
dichos recursos. Particular importancia tiene el que se incida en la casualidad interna
(modelo personalista) o externa (modelo psicosocial) de la situación de origen.

La evaluación inicial, pues, del modelo psicosocial en nada se reduce al mero diagnóstico
individual propio del modelo personalista.

La evaluación procesual supone que todo a lo largo de la intervención en cada una de sus
diferentes etapas (programación, organización, ejecución del programa ...) el modelo
psicosocial exige una reconsideración en feed-back de los diferentes procesos que se
desarrollan en el tiempo.

Frente al modelo personalista que se centra en el individuo, sin planificar sus servicios y en
función de las leyes del mercado en donde se paga por acto profesional, el modelo
psicosocial exige la planificación de los recursos comunitarios teniendo en cuenta los
principios de: integración de recursos, integralidad del servicio, atención continuada,
igualdad de acceso y eficiencia socioeconómica.

Y de acuerdo con esos principios la acción del profesional no necesariamente ha de ser


directa, sino que según la eficiencia y generalización del servicio se tiende a prestar
atención indirecta a través de paraprofesionales entresacados de la propia comunidad, con
los que se multiplica geométricamente el efecto educativo de la intervención.

La intervención se vuelve minuciosa, exigente, en su metodología, comparable, pública y se


constituye en escuela de formación para cuantos participan en la misma.

En esta evaluación han de participar todos como protagonistas de la misma, y no sólo el


experto, como suele suceder en el modelo personalista.
La evaluación-final supone tener en cuenta los resultados obtenidos con la intervención
comparándolos con la posición inicial.

Sin evaluación final no puede desarrollarse bien ningún programa que se considere serio y
responsable. Intervenir sin esta evaluación es más activismo y demagogia política que
ejercicio responsable en el empleo de los recursos.

Ahora bien, una vez más, si no se sabe de dónde se viene, ni a dónde se va, sólo cabe el
alegre despilfarro social, la egoísta complacencia individual y la irresponsabilidad
profesional del interventor.

Urge, en este sentido, explicitar cuáles son las finalidades de la intervención. Pues el
cambio por el cambio no supone, a priori y necesariamente, ninguna mejora.

Y así, frente a una finalidad de corte reparador, terapéutico (modelo personalista), se


propone aumentar el bienestar de los miembros de la comunidad mediante estrategias de
prevención y potenciación de la competencia individual y del entorno.

Y puestos a contraponer rasgos tendríamos los siguientes:

Personalista Psicosocial
- Lo lo socioeconómico
intrapsíquico.................................. vs
teoría sistémica
- Teoría de la
comunidad en general
personalidad...................... vs

evaluación inicial, procesual y final


- Instituciones especializadas
................. vs
retroalimentación.

- Eficacia .............................................
Acción integrada e integral.
vs
Indirecto.
- Linealidad .....................................
vs Con paraprofesionales.

- Acción aislada Educativo, preventivo.


..................................... vs
Comunitaria o contextual
- Servicio directo ..............................
vs

- Profesional solo ................................


vs

- Electo terapéutico
.............................. vs

- Competencia individual
...................... vs

5. En conclusión

Nos hallamos, pues, ante dos modelos que suponen concepciones contrapuestas de los
modelos de vida social, de las relaciones que se establecen entre las personas, de las
responsabilidades que tiene cada cual en el entramado social, de la manera de enfocar la
elaboración del currículum de los psicólogos en formación.

Por todo ello, si hubiéramos de responder a la pregunta inicial de este artículo, habríamos
de optar por uno de los dos modelos.

Modelos que si son diametralmente opuestos, no toleran componendas en su interpretación,


ni en su ajuste a situaciones concretas. O se opta por uno, o por otro. Sin que ello suponga
un planteamiento dicotómico reduccionista (psicologista vs. sociologista).

Y no creo que podamos acudir a una alternativa de compromiso. La Psicología Social no


está capacitada para establecer un puente entre ambos, sino que necesariamente opta por el
modelo que le es propio: el modelo psicosocial.
El modelo psicosocial no es un modelo sociologista, puesto que valora y resalta la vivencia
individual de cada miembro de la comunidad y aún más: considera que el individuo existe
en cuanto miembro de esa comunidad y en cuanto ha interiorizado (en sus representaciones
y en sus categorías sociales) los valores del medio social en que vive.

Los estudiantes de Psicología, en los actuales planes de estudio, están prácticamente


abocados a desempeñar intervenciones ajustadas al modelo personalista. De ahí la fuerte
demanda de estudiantes que pretenden más tarde ejercer en el campo de la clínica
individual, dentro de una concepción de Psicología capitalista que ajusta su ejercicio
profesional a las leyes de la oferta y la demanda del mercado psicológico.

Ahora, cuando en todas las universidades se ha de rematar el proyecto de reforma de los


planes de estudios, disponemos de una ocasión adecuada para, por encima de intereses
corporativistas del profesorado, garantizar unos currículos plenamente adaptados a las
exigencias sociocomunitarias de la población y en consonancia con la sensibilidad solidaria
del bienestar que por doquier se expone en los foros internacionales.

La intervención psicológica, dentro del modelo personalista, si no queremos que se


convierta en exclusiva fontanería chapucera, necesariamente ha de inscribirse dentro de los
compromisos solidarios de una comunidad concreta. E incluso el esfuerzo orientado a
disminuir el dolor y el sufrimiento (radicado necesariamente en el individuo), sólo halla el
enfoque más definitivo cuando se resalta la implicación de la comunidad tanto en su
etiología como en los efectos consiguientes.

Psicología ¿sí?, Psicología ¿no? No a una Psicología individualista, egocéntrica, pasiva,


personalista. Si a una Psicología ecológica, activa, solidaria, comunitaria, psicosocial.

También podría gustarte