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La parábola del samurai

En Japón, en un pequeño poblado no muy lejos de la capital vivía un viejo samurai. Un


día, cuando él instruía a sus aprendices, se le acercó un joven guerrero conocido por su
rudeza y crueldad. Su forma de ataque favorita era la provocación: él sacaba de sus
casillas a su oponente, y cuando aquél ya estaba cegado por la ira y cometía errores en la
pelea, el otro, tranquilo, comenzaba a pelear, ganandole con facilidad.
El joven guerrero empezó a insultar al viejo, le lanzaba piedras, lo escupía y le decia las
peores palabras que conocía. Pero el viejo se quedó ahí, quieto como si no ocurriese
nada y continuó con su enseñanza. Al final del día, el joven guerrero, cansado y
enfurecido, se fue a casa.
Los aprendices, soprendidos de que el viejo samurai hubiese soportado tantos insultos, le
preguntaron:
— ¿Por qué no peleaste con él? ¿Tenías miedo de la derrota?
El viejo samurai respondió
— Si alguien se acerca con un regalo, pero tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece el
regalo?
— A quién lo traía — respondió uno de sus discipulos
— Lo mismo ocurre con el odio, la envidia y las malas palabras. Hasta que no las aceptas,
le pertenecen a aquél que las traía

Parábola de los dos copos de nieve


Caía la nieve. Todo al rededor estaba tranquilo y los copos de nieve caían dibujando
circulos en una caprichosa danza, acercandose lentamente a la tierra.
Dos copitos de nieve que volaban cerca el uno del otro empezaron a conversar y para que
el viento no los alejara, se tomaron de la mano y uno de ellos exclamó:
— ¡Qué sensación fantástica la de volar!
— No estamos volando, solo caemos. —dijo triste el otro
— Pronto nos encontraremos con la tierra y nos convertiremos en una hermosa cobertura
blanca para ella
— No, vamos a encontrarnos con la muerte: cuando caigamos a tierra nos pisotearán
— Nos convertiremos en pequeños riachuelos y al final iremos al mar. ¡Seremos eternos!
—Dijo el primer copo de nieve
— No, nos derretiremos y desapareceremos para siempre — objetó el segundo copo
Al final se cansaron de discutir
Se soltaron de las manos, y cada uno de ellos voló al encuentro con el destino que eligió

Parábola del arbol


Cerca al camino había un arbol que creció torcido. Una noche, cerca de él pasó corriendo
un ladronzuelo. Desde atrás observó una silueta desconocida, y con temor pensó que en
el camino había policias, y por eso huyò con espanto.
Una tarde cerca del árbol pasó un joven enamorado. Desde lejos, vió una silueta
femenina y pensó que su amada lo esperaba con impaciencia. Se alegró y aligeró el paso
hacia su encuentro.
Un día cerca del árbol pasaba una madre con su pequeño hijo. El niño, asustado por
cuentos que había oido, pensó que al lado del camino se encontraba un espanto que lo
observaba, y comenzó a llorar con vehemencia.
Pero el árbol siempre fue sólo un árbol.
El mundo que nos rodea es sólo un reflejo de nosotros mismos.

La parábola de los dos cimientos-Mateo 7:24-27;Lucas 7:46-49


46 »¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les mando hacer?
47 Les voy a decir como quién es el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en
práctica:
48 Es como quien, al construir una casa, cava hondo y pone los cimientos sobre la roca.
En caso de una inundación, si el río golpea con ímpetu la casa, no logra sacudirla porque
está asentada sobre la roca.
49 Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica, es como quien construye su
casa sobre el suelo y no le pone cimientos. Si el río golpea con ímpetu la casa, la
derrumba y la deja completamente en ruinas.»

La lámpara debajo de un almud-Mateo 5:14-16


5:14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede
esconder.
5:15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa.
5:16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

La parábola del sembrador-Mateo 13:1-9; Marcos 4:1-9;Lucas 8:4-8


13:1 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
13:2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba
en la playa.
13:3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a
sembrar.
13:4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y
la comieron.
13:5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no
tenía profundidad de tierra;
13:6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
13:7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
13:8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a
treinta por uno.
13:9 El que tiene oídos para oír, oiga.

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