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TRABAJO DE INVESTIGACIÓN

MÓDULO INTRODUCCIÓN AL A.T

Profesor: Ps. Víctor Barrera


Alumno: Cristian Orellana Rojas
Mayo 07-2018
LA SEPTUAGINTA

La primera traducción de la Biblia Hebrea (nuestro Antiguo Testamento)


se llama la Septuaginta, palabra en latín que significa setenta. Este
nombre se debe a una tradición errada, fundada en la pretendida
Carta de Aristeas, en el sentido de que había alrededor de 70
traductores de esta versión.

Según documenta Julio Trebolle, «la traducción de todo un cuerpo de


literatura hebrea a la lengua griega constituye un esfuerzo único de
interpretación en todos los sentidos: ortografía, morfología, sintaxis,
semántica, teología, etc.» (1)

«El rey de Macedonia, Alejandro Magno, abrió un área enorme a la


influencia de la cultura griega cuando, entre 334 y 320 a.C., marchó
hasta la frontera de la India e introdujo como medio de comunicación
el idioma de Aristóteles y Plutarco en muchos pueblos que solo
conocían sus lenguas particulares. Militares, comerciantes y obreros se
servían de la nueva lengua, modificándola con expresiones vernáculas.
Tal vehículo de relaciones humanas recibió el nombre de koiné o
lenguaje cotidiano y por ende común.

Un grupo de judíos helenizados tradujo al griego koiné el Antiguo


Testamento ca.250 a.C. en Alejandría, capital de Egipto. Esta versión de
los «setenta intérpretes» (la LXX) expresó, entonces, en lengua vulgar, los
términos religiosos y éticos de los hebreos, cuya civilización era tan
distinta.

Para tal efecto, crearon locuciones con sabor hebreo, por ejemplo,
«toda carne» y «fruto de las entrañas», y en vocabulario y sintaxis
enriquecieron la lengua franca. Según la enciclopedia católica «La
versión de los Setenta es la primera mencionada en una carta de
Aristeas a su hermano Filocrates» La Carta de Aristeas pretende haber
sido escrita por un oficial de la corte de Ptolomeo II Filadelfo, emperador
de Egipto (285-247 a.C.). Relata el deseo de dicho emperador de tener
en la Biblioteca Imperial de Alejandría una copia de todos los libros de
ese tiempo.
Según la enciclopedia católica «Ptolomeo II Fue persuadido por
Demetrio de Falero, bibliotecario jefe, que la enriqueciera con una
copia del libro sagrado de los hebreos» Por lo tanto estaba haciéndole
un pedido al sumo sacerdote en Jerusalén, rogando que 72 hombres
capaces (seis de cada tribu) tradujeran la Ley de Moisés al griego.
Según la enciclopedia católica «La traducción fue leída en presencia
de los sacerdotes judíos y de la gente reunida en Alejandría. Todos ellos
reconocieron y alabaron su perfecta conformidad con el original
hebreo. El rey quedó muy complacido con el trabajo y lo entregó a la
biblioteca». (2)

Debido a los muchos anacronismos que contiene, los eruditos han


dudado «generalmente de su veracidad. Sin embargo, es una fuente
valiosa de información de las opiniones existentes en la antigüedad
acerca del origen de la LXX.» (3)

Los 72 hombres trabajaron en el tranquilo retiro de una isla, la


enciclopedia católica dice que «fueron llevados a la solitaria isla de
Faros”, completando la traducción en 72 días.»(4)

«Filón, el gran filósofo judío de Alejandría (30 a.C. -45 d.C.) dijo que los
traductores trabajaron independientemente. Cuando uno había
terminado la traducción completa, todas las 72 traducciones resultaron
idénticas. Cualquier persona que tenga conocimiento alguno respecto
al trabajo de traducción sabe que esto es completamente absurdo.

Un escritor posterior, Epifanio, aun pretende que en ese tiempo todo el


Antiguo Testamento (inclusive los libros Apócrifos) fue traducido. Pero
sabemos que los Apócrifos se escribieron más tarde. ¿Cuál es la
realidad? Generalmente se acepta que los cinco libros de Moisés fueron
traducidos más o menos a mediados del tercer siglo a.C. y que el resto
del Antiguo Testamento se tradujo al griego durante los cien años
siguientes (250-150 a.C.). Estrictamente hablando, el término
Septuaginta debe aplicarse solamente a la traducción griega del
Pentateuco. Pero por los siglos se le ha aplicado a todo el Antiguo
Testamento en griego, y por tanto seguimos esa costumbre. Todos
admiten que la versión de los Setenta se hizo en griego popular, el koiné
dialectos. ¿Pero es el griego de Antiguo Testamento un idioma especial?
Muchas autoridades así lo afirman, aunque estén en desacuerdo
respecto a su carácter real. El “Dict. de la Bible”, s.v. Grec biblique,
afirma que era el griego hebraizante hablado por la comunidad judía
de Alejandría”, el griego popular de Alejandría “con una gran mezcla
de hebraicismos”, El mismo diccionario, s.v. Septante, menciona la más
reciente opinión de Deissmann que el griego de los Setenta es
meramente el griego ordinario vernacular, el puro koiné de de su
tiempo. Deissmann basa su teoría en el perfecto parecido del idioma de
los Setenta y el de los papiros e inscripciones del mismo aquel tiempo y
cree que las peculiaridades sintácticas de los Setenta, que al principio
parecen favorecer la teoría del idioma especial, un griego hebraizante,
se explican suficientemente por el hecho de que los Setenta son una
traducción de libros hebreos.

Ya hemos notado que el alfabeto hebreo tiene solamente consonantes.


En consecuencia, el texto hebreo del Antiguo Testamento es más corto
que la traducción griega, siendo que el alfabeto griego incluye vocales.
Como resultado, los libros de Samuel, Reyes y Crónicas resultaron
demasiado largos para caber cada uno en un solo rollo. De modo que
los tres se dividen cada uno en dos libros. Sin embargo, en la
Septuaginta los dos libros de Samuel se llaman I y II Reyes, y nuestros dos
libros de Reyes son III y IV Reyes. Este cambio se llevó a la Vulgata Latina
y a las Biblias católicas en inglés.

Ya que la mayoría de las citas del Antiguo Testamento que se hacen en


el Nuevo Testamento son de la Septuaginta, esta versión tiene grande
significado para nosotros. Y además de las citar, directas, mucha de la
terminología del Nuevo Testamento en griego tiene su base en la
Septuaginta.

En el primer siglo, la LXX (Septuaginta) llegó a conocerse cada vez más


como la Biblia de los cristianos. De ella sacaron sus textos de prueba
para establecer que Jesús era el Mesías, y para respaldar sus
argumentos en contra del judaísmo.- De modo que, no obstante el
hecho que la LXX era muy popular entre los judíos de habla griega de la
Diáspora.

La enciclopedia católica dice que la septuaginta «fue bien acogida por


los judíos de Alejandría, se extendió rápidamente por los países de habla
griega, fue utilizada por diferentes escritores y suplantó al texto original
en los servicios litúrgicos. Filón de Alejandría la usó en sus escritos y
pensaba que los traductores estaban inspirados como los profetas. Por
fin fue recibida hasta por los judíos de Palestina y fue empleada
notablemente por Josefo., el historiador palestino judío. Sabemos
también que los escritores del Nuevo Testamento hicieron uso de ella,
tomando de ella la mayoría de sus citas. Se convirtió en el Antiguo
Testamento de la Iglesia y se la tenían en tan alta estima por los
primitivos cristianos que muchos escritores y Padres declararon que
estaba inspirada. Los cristianos habían recurrido a ella constantemente
en su controversias con los judíos, que pronto reconocieron sus
imperfecciones y finalmente rechazaron a favor del texto hebreo o de
traducciones más literales (Aquila, Teodocion)..»(5)
Restauración del texto de la septuaginta

«Las copias de los Setenta se multiplicaron para ser distribuidas entre los
judíos helenizantes y los primeros cristianos. Y como era de esperar, se
colaron muchos cambios deliberados o involuntarios. Se Sentía la
necesidad de restaurar el texto en lo posible a su prístina pureza. La
siguiente es una relación de esos intentos de corrección: a. Orígenes
reprodujo el texto de los Setenta en la quinta columna de sus Hexapla,
marcando con “obeliscos” los textos que ocurrían en los Setenta que no
estaban en el original, añadiendo, según la versión de Teodoción, y
distinguiendo con asteriscos y “metobeliscos” los textos del original que
no estaban en los Setenta adoptando el texto, de entre las variaciones,
que estuviera más cerca del texto hebreo y finalmente trasponiendo allí
donde el orden de los Setenta no se correspondía con el orden del
hebreo. Su recensión, copiada por Panfilio y Eusebio se llama hexaplar,
para distinguirla de la previamente empleada y que se llama común,
Vulgata, koiné o antehexaplar. Fue adoptada en Palestina.

B. S. Luciano, sacerdote de Antioquía y mártir. A principios del siglo


cuarto, publicó una edición corregida de acuerdo con el hebreo, que
retuvo el nombre de koiné, edición Vulgata y a veces llamada
Loukianos por su autor. En tiempos de S. Jerónimo se utilizaba en
Constantinopla y Antioquía. c. Finalmente Hesiquio un obispo egipcio,
publicó por el mismo tiempo una nueva recensión empleada
principalmente en Egipto.

Manuscritos

Los tres más celebrados manuscritos de los Setenta que se conocen son
el Vaticano, “Codex Vaticanus” (siglo cuarto), el Alejandrino “Codex
Alexandrinus” ( siglo quinto) ahora en el Museo Británico de Londres y el
del Sinai “Codex Sinaiticus” ( siglo cuarto) encontrado por Tischendorf
en el convento de Santa Catalina en el Monte Sinaí en 1844 y 1849, y
que ahora está parte en Leipzig y parte en S. Petersburgo. Todos ellos
escritos en unciales. El “Codex Vaticanus” es el más puro de los tres.
Generalmente da le texto más antiguo, mientras que el “Codex
Alexandrinus” toma mucho prestado del texto hexaplar y está
cambiado siguiendo el texto masorético ( Al Codex Vaticanus se le
asigna la letras B, al Codex Alexandrinus la A y y al Codex Sinaiticus la
primera letra del alefato hebreo Alef o la S).
La Bibliotheque Nationale de París posee también un importante
manuscrito palimsesto de los Setenta “Codex Ephraemi rescriptus”
(designado por la letra C) y dos manuscritos de menos valor (64 y 114),
en cursivas, uno perteneciente al siglo diez u once y el otro al trece
(Bacuez and Vigouroux, 12th ed., n. 109). Todas las ediciones impresas
de los Setenta se derivan de las tres recensiones mencionadas arriba ·
La editio princeps es la Complutense o de Alcalá. Fue impresa en 1514-
18 del texto hexaplar de Orígenes y no fue publicada hasta que
apareció en la Biblia Políglota del cardenal Jiménez de Cisneros en
1520. La Edición Aldina (comenzada por Aldus Manucius) apareció en
Venecia en 1518. El texto es más puro que el de la edición
Complutense. Y más cercana al Códice B. El editor dice que cotejó
manuscritos antiguos pero no los especifica. Se ha reimpreso varias
veces. La más importante es la Romana o Sixtina que reproduce el
“Codex Vaticanus” casi exclusivamente. Se publicó bajo la dirección
del cardenal Caraffa con la ayuda de varios sirvientes en 1586 por la
autoridad de Sixto V, para asistir a los que estaban revisando para una
nueva edición de la Vulgata latina ordenada por el Concilio de Trento.
Se ha convertido en el textus receptus del Antiguo Testamento Griego y
ha tenido muchas nuevas ediciones, como la de Holmes y Pearsons
(Oxford, 1798-1827), las siete ediciones de Tischendorf que aparecieron
en Leipzig entre 1850 y 1887, las dos últimas publicadas tras la muerte del
autor y revisadas por Nestlé, las cuatro ediciones de Swete (Cambridge,
1887-95, 1901, 1909), etc. · La edición de Grabe publicada en Oxford, de
1707 a 1720, reproducía imperfectamente, el “Codex Alexandrinus” de
Londres. Para las ediciones parciales ver Vigouroux, “Dict. de la Bible”,
1643 sqq. »(6)

Respecto de su valor crítico y lenguaje, la enciclopedia católica nos


dice que” La Versión de los Setenta, mientras que daba exactamente
tanto en la forma como en la sustancia el verdadero sentido de los
Libros Sagrados, difiere considerablemente de nuestro texto hebreo
actual. Estas discrepancias, sin embargo, no son de gran importancia,
cuestión solamente de interpretación. Pueden clasificarse así. Algunos
resultados de los traductores que habiendo tenido a su disposición
recensiones hebreas que diferían de las que eran conocidas por los
Masoretas. Algunas veces los textos variaban, otras eran idénticos, pero
leídos en diferente orden.
Otras diferencias se deben a los mismos traductores, por no hablar de la
influencia ejercida sobre su trabajo por sus métodos de interpretación,
las inherentes dificultades del trabajo, su mayor o menor conocimiento
del griego y del hebreo, de vez en cuando eran traducidos de forma
diferente de los Masoretas, porque leían los textos de forma diferente, lo
que era natural ya que el hebreo, escrito en caracteres cuadrados y
con ciertas consonantes que eran iguales en la forma, era fácil
confundirlas ocasionalmente y por ello dar una traducción errónea; más
aún, como el texto hebreo se escribía sin espacios entre las palabras,
podían fácilmente cometer un error en la separación de las palabras y
finalmente, el texto hebreo que tenían a su disposición no llevaba
vocales y podían poner vocales diferentes de las que después usaron los
Masoretas. Es más, no debemos pensar que tenemos actualmente el
texto griego tal como fue escrito por los traductores. Las frecuentes
transcripciones durante los primeros siglos, de la misma forma que las
correcciones y ediciones de Orígenes, Luciano y Hesiquio, perjudicaron
la pureza del texto. Voluntaria o involuntariamente los copistas
permitieron que muchas corruptelas textuales, transposiciones,
adiciones y omisiones se colaran en el primitivo texto de los Setenta. En
particular podemos notar la adición de pasajes paralelos, notas
explicatorias o traducciones dobles causadas por notas al
margen. Sobre ésto, consultar Dict. de la Bible, art. cit., and Swete, “An
Introduction to the Old Testament in Greek”.(7)

Yehuda Ribco dice que a la septuaginta los judíos «la consideran


notable por su cercanía a la Torá, su precisión en ciertos pasajes de
difícil captación y un uso de técnicas interpretativas similares a los
deltargum (del que hablaremos en siguientes textos). En el Talmud se la
considera como la versión griega de la Torá (atento, de la Torá
solamente, no del Tanaj). Se asumió como real una leyenda que
enfatizaba su inspiración (TB Meguilá 9a), pero realmente, cuenta con
defectos, aumentados por el paso de los milenios.» (8)

“Para los judíos de habla griega establecidos en Palestina y los


habitantes de la Diáspora -y más tarde para los cristianos- la
Septuaginta tuvo el carácter de texto inspirado. En este sentido la
“Carta de Aristeas” expresó que la traducción fue realizada de forma
milagrosa con la intervención de Dios. Aristeas narró cómo,”tras haber
dado lectura a los libros, los sacerdotes y los ancianos traductores y la
comunidad judía y los líderes del pueblo se colocaron de pie y
manifestaron, que habiéndose realizado una tan excelente y sagrada y
precisa traducción, era correcto que se conservase como estaba, y
ninguna alteración debía hacérsele.
Y cuando toda la comunidad expresó su aprobación, pronunciaron un
anatema de acuerdo a sus costumbres, para que nadie se atreva a
realizar ninguna alteración, añadiendo o cambiando de ninguna
manera su contenido, y ninguna de las palabras que hayan sido
escritas, o cometer ninguna omisión. Esta fue una precaución muy sabia
para asegurar que el libro se preserve inalterado en el tiempo futuro” (9)

Opiniones de los Padres respecto a la septuaginta:

«El filósofo judío Aristóbulo, que vivió en Alejandría durante el reinado


de Tolomeo VI Filometor(181-145 A. d. C.), confirmó la existencia de la
versión de los Setenta con anterioridad a la carta de Aristeas. Aristóbulo
atribuyó incluso a Platón el conocimiento de la Ley Mosaica. El filósofo
judío alejandrino relata en una carta al rey Tolomeo que “la completa
traducción de todos los libros de la Ley (fue hecha) en los tiempos del
Rey llamado Filadelfo, vuestro ancestro» (10)

«A pesar de la acción tardía de los dirigentes del Judaísmo Rabínico, la


tradición que consideró la Septuaginta como divinamente inspirada fue
reconocida por autores hebreos como Flavio Josefo y Filón, así como
por la Patrística cristiana. Filón afirmó, en su “Vida de Moisés”, la
inspiración divina de los traductores de la Septuaginta» (11)

«A mediados del siglo II D. de C., San Justino, el filósofo cristiano,


describió cómo se reverenciaban copias de la Septuaginta en algunas
sinagogas judías, aun cuando un influyente número de rabinos había
renegado de su empleo por considerar que el Cristianismo las había
hecho suyas.» (12)

«San Ireneo de Lyon se refirió a la Septuaginta como “auténticamente


divina”. “Las Escrituras fueron interpretadas con tal fidelidad y por la
gracia de Dios, y de la misma forma en que Dios preparó y formó
nuestra fe hacia su Hijo, ha preservado inadulteradas las Escrituras en
Egipto”, sentenció San Ireneo»(13)

«En el siglo IV D. de C., Eusebio, obispo de Cesárea e historiador de la


Iglesia, desarrolló con amplitud el camino seguido para la realización de
la Septuaginta y su carácter inspirado: “Antes que los romanos
establecieran su gobierno, cuando aún los Macedonios poseían Asia,
Ptolomeo, hijo de Lago, muy ansioso por adornar su biblioteca, que
había fundado en Alejandría, con las mejores obras de todos los
hombres, requirió de los habitantes de Jerusalén obtener una traducción
de sus Escrituras al griego.
En ese tiempo estaban sujetos a los Macedonios. Por lo que enviaron a
Ptolomeo setenta sabios, los más experimentados en las Sagradas
Escrituras y en ambos lenguajes (hebreo y griego), deseando Dios que
se laborase.

Pero Ptolomeo, queriendo probarlos a su manera, y temiendo que


hayan hecho algún acuerdo previo para esconder las verdaderas
Escrituras mediante su traducción, los separó uno del otro, y les mandó
escribir la misma traducción. Y esto hizo en el caso de todos los libros.
Pero, cuando fueron reunidos por Ptolomeo, y compararon cada uno
sus traducciones, Dios fue glorificado y las Escrituras fueron reconocidas
como divinas, porque todos presentaron las mismas cosas en las mismas
palabras y en los mismos nombres, de principio a fin, así que incluso los
paganos que estaban presentes supieron que las Escrituras fueron
traducidas por la inspiración de Dios”.» (14)

Opiniones actuales

«El Dr. Julio Trebolle Barrera (Miembro del Comité Internacional de


edición de los Manuscritos del Mar Muerto, autor de varios libros de
critica textual y literaria de la Biblia, Profesor del Dpto. de estudios
hebreos y arameos. Director del Instituto de ciencias de las religiones de
la U. Complutense de Madrid. Doctor en Filología Semítica y Teología,
Licenciado en Filosofía Pura y en Ciencias Bíblicas y élève honoraire de
l’Ecole Biblique de Jerusalén), quien escribe: “Si desde el punto de vista
de la crítica textual la versión de los LXX refleja en ocasiones un texto
hebreo diferente del TM (texto masorético), desde el punto de vista de
la interpretación targúmica y de la historia de la religión, la versión de los
LXX es reflejo a un tiempo de las ideas teológicas y de las tendencias
hermenéuticas del judaísmo de la época. La versión de los LXX
constituye una verdadera obra de exégesis judía, comparable en
ocasiones a un Tárgum. (Fränkel, Prijs, Seeligman, Gehman, Gooding, Le
Deaut, etc.).

Las tendencias teológicas de la versión griega aparecen con mayor


claridad en versiones más librescomo la de Isaías ó de Proverbios que
más parecen un midrás judío helenístico que no una verdadera
traducción al griego a partir de un original hebreo.”» (15)

«La traducción de Isaías es muy libre. No es apenas utilizable para la


crítica del texto hebreo de este libro. Representa, por el contrario, una
fuente inestimable de datos para el estudio de la antigua exégesis judía,
pues se basa en tradiciones exegéticas que aparecen más tarde en el
Tárgum y en la Pesitta. Las frecuentes citas del texto de Isaías en el NT y
en la apologética cristiana y judía confieren a esta traducción un valor
añadido.” Más adelante añade: “Las numerosas y significativas
coincidencias existentes entre LXX y manuscritos hebreos de Qumram,
ha revalorizado el testimonio del texto griego frente a las corrientes
imperantes en la época anterior al descubrimiento (1947), que
consideraban el texto griego desprovisto de valor crítico y muy valioso
en cambio como testimonio de la exégesis judía contemporánea de
la época de la traducción.” Es decir que, si por una parte la mayoría de
los críticos estaban de acuerdo en que representaba un fiel reflejo del
pensamiento judío de su tiempo ahora, desde la comparación con los
manuscritos de los esenios, es reconocido también como una fuente
muy precisa y fidedigna del texto original. Esto ratifica la afirmación de
Josefo en el capítulo antes mencionado, párrafo 13, donde dice que
“con toda atención y celo se dieron a la tarea de traducir la ley”.» (16)

«El Padre Pierre Benoit ha sostenido el carácter inspirado de la


Septuaginta. Benoit argumentó que el extenso uso de los LXX, realizado
por los autores sagrados del Nuevo Testamento se debía a que los
evangelistas la consideraron como fidelísima traducción del original
hebreo. Por lo tanto, asumieron que sus palabras reunían las mismas
condiciones de inspiración debida a la Biblia judía. Esta inspiración se
había hecho extensiva a los traductores. En este sentido Benoit y
quienes se adhirieron a esta enseñanza repetían las enseñanzas
antiguas de los Padres, particularmente de San Justino” el P. Benoit
empleó una referencia penetrante de San Juan Crisóstomo para ilustrar
su tesis: el Espíritu Santo habría “inspirado” a Moisés la composición de
las Escrituras; “inspiró” a Esdras su restitución en Judá, cuando concluyó
el destierro de Babilonia; envió a los Profetas y, finalmente, “dispuso” a
los Setenta para traducir.

Muy claramente Benoit afirmó que podría hablarse de “inspiración”


para todo ese impulso que suscitó y llevó a cabo la transposición del
mensaje bíblico en pensamiento griego, y de “revelación” para todas
las verdades nuevas que los traductores recibieron antes de su trabajo o
en el curso del mismo y que han enseñado en nombre de Dios a través
de su obra. “La Iglesia -escribió Benoit-, ha admitido ciertamente la
inspiración de los Sesenta en los primeros siglos (…) esta creencia es al
mismo tiempo convincente y posible”.» (17)
¿Por qué el Judaísmo Rabínico posterior a la destrucción de Jerusalén el
año 70 D. de C. abandonó la Septuaginta? (18)

«a. La confrontación con el Cristianismo y el abandono de la


Septuaginta: El empleo que hicieron los cristianos de la Septuaginta,
sobre todo en lo referente a los pasajes que mostraban el cumplimiento
en el Señor Jesús de las profecías mesiánicas, determinó que a finales
del siglo I de la era cristiana los rabinos reaccionasen contra el antiguo
texto. A partir del siglo II D. de C. intervinieron para que se proscribiese su
empleo. Los rabinos y los hebreos en general comenzaron a considerar
erróneamente a la Septuaginta como la “Biblia de los Cristianos”. Este
criterio está equivocado porque al mismo tiempo que los primeros
cristianos, la Septuaginta fue venerada y empleada por las
comunidades de judíos helenizados.

Sin embargo cerca del ochenta por ciento de las citas del Antiguo
Testamento contenidas en el Nuevo Testamento pertenecen a la versión
de los LXX. Como evidencia Trifón, los judíos se vieron en la disyuntiva de
negar el valor textual de los Setenta. Tampoco aceptaron como
“inspirados” ciertos libros Septuagintos (Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico,
1 y 2 Macabeos y Sabiduría), que según las enseñanzas rabínicas,
databan de una época posterior a Esdras y Nehemías, cuando ya
habría culminado la época de los Profetas. En realidad la exclusión de
la Septuaginta y los siete libros erróneamente llamados en la época
contemporánea “Deuterocanónicos”, se produjo de forma gradual El
proceso culminó bien entrado el siglo III D. de C., definitivamente con
posterioridad a la supuesta definición de los libros inspirados en las
deliberaciones que los rabinos sostuvieron en Jamnia (aprox. año 90 D.
de C.). Los descubrimientos de manuscritos bíblicos y extrabíblicos en las
cuevas de Qumrán han demostrado que los judíos en Palestina
conocían y empleaban los libros “Santos” o “Hagiógrafos”. En grutas y
cuevas del Mar Muerto se hallaron fragmentos de tres textos: del
Eclesiástico (cueva n. 3); de Tobías (cueva n. 4) y Baruc (cueva n. 7).Tras
de la destrucción de Jerusalén en el año 70 D. de C. ocurrió un cambio
radical en la actitud de aquellos judíos que aceptaron el liderazgo de
los rabinos fariseos. Como expone Lee Martin McDonald, “los límites
finales que se le señalan al Canon hebreo del Antiguo Testamento
parecen haber sido determinados en el contexto de los conflictos
judeocristianos, cuando los judíos intentaron apartar a su pueblo de la
lectura de los libros considerados como cristianos” Ese ánimo explica el
violento y apasionado abandono de la Septuaginta ocurrido entre las
comunidades hebreas. En lugar de la fiesta que se celebraba en
tiempos de Filón (m. 42 D. de C.), para solemnizar la traducción griega
de los LXX, se mandó observar un día de ayuno para llorar el día en que
la Ley fue traducida a una lengua profana.
b. El abandono de la Septuaginta y los conflictos entre griegos y judíos:
El abandono de la antigua Septuaginta, alentada por círculos rabínicos
de Palestina, fue facilitado por la precaria situación por la que
atravesaba la influyente comunidad judeo-helénica de Alejandría. El
texto de los LXX, venerado como exponente fiel de las Escrituras
Sagradas, conformó el núcleo del culto y del estudio de la Ley en las
sinagogas Alejandrinas. El gran puerto mediterráneo había sido el
principal lugar de encuentro y acrisolamiento entre la cultura helénica y
el judaísmo. Pensadores judeo-helénicos como Filón creyeron
firmemente que la Revelación de Dios, manifestada al pueblo hebreo a
través de la Torah y los Profetas, junto con la filosofía racional de los
griegos, debía constituirse en base del pensamiento humano. En este
sentido, Filón sostuvo que la Septuaginta fue inspirada en orden a
iluminar el mundo grecorromano en su camino a Yahvé. A principios del
siglo I D. de C. una serie de prejuicios religiosos, raciales, económicos y
sociales enfrentaron a judíos y griegos.

La marginación ritual practicada por la mayoría de los judíos,


separándose de sus vecinos gentiles, tampoco contribuyó a mejorar las
cosas. El conflicto fue asusado por la colaboración que la comunidad
hebrea prestaba a los romanos. Los griegos, desilusionados tras medio
siglo de gobierno imperial romano, favorecieron un partido de
nacionalistas antiromanos extremistas. Al alinearse contra Roma,
asumieron una postura antijudía militante. En el año 38 de la era
cristiana la comunidad judía solicitó al emperador Calígula la concesión
de la ciudadanía alejandrina, privilegio reservado solamente a los
griegos. La mayoría griega consideró la solicitud como una grave
usurpación. La reacción violenta no se hizo esperar. Hordas helénicas
descontentas y vengativas invadieron los barrios hebreos, entregándose
al pillaje y la matanza. Las sinagogas fueron saqueadas. Las viviendas,
los comercios y los talleres artesanales fueron arrasados. La violencia
obligó a la población hebrea a emigrar a una estrecha localidad en el
delta del Nilo. Este barrio sobrepoblado, asediado por la enfermedad y
el hambre, se transformó en el primer “ghetto” de refugiados judíos en el
mundo romano. La antigua comunidad judía de Alejandría, otrora la
más rica y poderosa del Imperio, cayó en una situación de pobreza y
destitución de la que nunca se recuperó.
Estos enfrentamientos se multiplicaron en otras localidades donde
convivían judíos y griegos. Los griegos fueron quienes llevaron la peor
parte en Cesárea de Filipo, Gaza y Jamnia,. La revisión de la
Septuaginta coincidió con el clima de rencor generalizado contra toda
expresión de Helenismo. El antiguo texto hebreo perdió a sus abogados
y difusores más calificados entre los judíos. Al debilitarse la cultura judeo-
helénica en Alejandría, el venerable texto de los Setenta solamente tuvo
defensores entre los cristianos. Como explicó el historiador Michael
Grant, “el judaísmo helenizado desapareció sin dejar rastro alguno,
sustituido por la tradición rabínica” Filón, el principal exponente del
helenismo judío, se transformó en anatema para los autores rabínicos. Su
nombre nunca fue mencionado en el Talmud o en otros libros religiosos.
“El fariseísmo fue promovido al rango de forma normal del judaísmo”,
expone Schalit.

Al rechazar la antigua Septuaginta, los hebreos intentaron reemplazarla


con otras versiones en griego, más ajustadas al texto llamado Proto-
Masorético. El reto de preparar una nueva traducción fue asumido por
un prosélito judío del Ponto, llamado Aquila. La versión de Aquila (c. 128
D. de C.) fue tan textual y similar al texto judío, que solamente podía ser
comprendida por quien supiese leer hebreo. »
Notas Bibliográficas:

1. http://www.parresia.org/teologia/teo_02a.htm
2. www.enciclopediacatolica.com/v/versiondelossetenta.htm
3. www.enciclopediacatolica.com/v/versiondelossetenta.htm
4. http://www.enciclopediacatolica.com/v/versiondelossetenta.htm
5. http://serjudio.com/rap601_650/rap619.htm
6. http://www.parresia.org/teologia/teo_02a.htm
7. http://estudios.iglesia.net/index.php?/estudios-biblicos/leer/la-
virgen-concebir/
8. http://www.parresia.org/teologia/teo_02b.htm
9. http://www.parresia.org/teologia/teo_02b.htm#n6

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