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UNIVERSIDAD PARTICULAR

DE CHICLAYO
FACULTAD DE DERECHO

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN:
“PRINCIPIOS DE LA FUNCIÓN
FISCAL”

CURSO : MINISTERIO PÚBLICO.

ALUMNA : TERESA MANYARI.

CHICLAYO – 2016

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TABLA CONTENIDO

INTRODUCCIÓN. ............................................................................................................................ 3

PRINCIPIOS DE LA FUNCIÓN FISCAL ....................................................................................... 6

1. La Función Fiscal. .................................................................................................................... 6

2. Principios que regulan la Función Fiscal. ......................................................................... 6

2.1 Principio de Legalidad..................................................................................................... 7

2.2 Principio de Independencia y Autonomía. ............................................................. 10

2.3 Principio de Objetividad. ............................................................................................. 13

2.4 Principio de Imparcialidad........................................................................................... 14

2.5 Principio de Jerarquía y Unidad. ................................................................................ 15

2.6 Debido proceso y tutela jurisdiccional ..................................................................... 17

2.7 Principio de interdicción de la arbitrariedad .......................................................... 18

3. Calificación fiscal del delito ...............................................................................................20

4. Función fiscal en la etapa intermedia .............................................................................23

CONCLUSIONES. ..........................................................................................................................26

BIBLIOGRAFÍA. ...............................................................................................................................28

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INTRODUCCIÓN.

El Ministerio Público es un órgano autónomo, con principios y funciones


establecidos en la Constitución y que defiende la legalidad en sentido amplio y
promueve la acción de la justicia. De allí que sea considerado, no como un órgano
administrativo, sino parajudicial. Por ello, la Constitución lo estructura y organiza de
manera jerárquica, y le dota de competencia en las distintas ramas del
ordenamiento jurídico: civil, familia, menores, prevención del delito. Ahora bien, es
en el ámbito penal —que conoce los casos de delincuencia común, corrupción y

crimen organizado— donde destaca sus contornos constitucionales.

En tal sentido, tiene un rol protector de la justicia y actúa en defensa de la legalidad.


En el ámbito del proceso penal, dirige la investigación del delito desde su inicio y es
el titular del ejercicio público de la acción penal, lo que hace del Ministerio Público

peruano una institución fundamentalmente persecutora del crimen.

La carta fundamental delega al Tribunal Constitucional, también organismo


autónomo, el control del respeto a la Constitución mediante la resolución en última
instancia de los procesos constitucionales, los cuales tienen como fines esenciales,
garantizar la primacía de la Constitución y la vigencia de los derechos

constitucionales.

La relación entre ambas instituciones constitucionales tiene profundo acento en el


ámbito de la justicia penal debido a que en esta existen mayores posibilidades de
que se afecten los derechos fundamentales de la persona. Debe recordarse que el
principio del debido proceso, los derechos del imputado, el derecho a castigar del
Estado o ius puniendi y la titularidad en el ejercicio de la acción penal a cargo del
Ministerio Público, pueden encontrarse entre sí en situación de conflicto; y, si bien

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normalmente son resueltos en sede fiscal o jurisdiccional, su resolución pueden

llegar a ser de conocimiento del Tribunal Constitucional.

El espacio donde se presentan dichos conflictos es el proceso penal,


específicamente en la investigación preliminar o policial. Esto ha motivado la
formulación de acciones de garantía y diversos pronunciamientos del Tribunal
Constitucional en ámbitos que, por un lado, permiten reforzar las posiciones
doctrinarias ya admitidas; y, por otro, introducir determinados criterios igualmente

doctrinarios, pero que merecen mayor análisis o que no son de pasiva recepción.

Por ello nos resulta importante y necesario abordar los temas referidos a la función
del Fiscal como órgano de la persecución del delito, sus principios rectores, la
actuación de los demás sujetos procesales en el marco del debido proceso y el

respeto a los derechos fundamentales de la persona sometida a investigación.

Afortunadamente, en la actualidad los Fiscales adscritos al NCPP tienen un rol más


activo en la investigación del delito, dependiendo, en gran parte, de sus
capacidades personales y profesionales, la adecuada reunión de los elementos de
prueba que acrediten la comisión de un delito; y por ende son portadores una
mayor responsabilidad funcional y/o social frente al correcto desenvolvimiento del

proceso penal.

Cabe precisar que con este nuevo modelo procesal tanto el Ministerio Público
como el Poder Judicial cumplen con su respectivo papel en la administración de
justicia penal, pues mientras el primero investiga y persigue la punición de los
delitos, el segundo juzga y decide sobre la responsabilidad o inocencia de los
imputados, no generándose la duplicidad ni la sobrecarga de funciones en el Poder

Judicial, ni mayor gasto público para el Estado al mantener una Fiscalía casi inerte.

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No obstante, debemos reconocer que aún falta mucho camino por recorrer en esta
reforma, y si bien se están presentando algunos problemas en la aplicación del
NCPP, también es necesario entender que todo cambio no implica
obligatoriamente un bienestar inmediato, sino por el contrario presupone asumir

con esfuerzo y dedicación el logro de las metas trazadas.

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PRINCIPIOS DE LA FUNCIÓN FISCAL

1. La Función Fiscal.

Es el rol que asume el personal fiscal del Ministerio Público frente a la


administración de justicia, y que se encuentra conformado por el conjunto de
acciones encaminadas a lograr los fines y objetivos que la Constitución y la ley
mandan. Entres ellas: a) Promover de oficio, o a petición de parte, la acción judicial
en defensa de la legalidad y los intereses públicos tutelados por el derecho; b)
Velar por la independencia de los órganos jurisdiccionales y por la recta
administración de justicia; c) Representar en los procesos judiciales a la sociedad,
para los efectos de defender a la familia, a los menores e incapaces y el interés
social; d) Conducir desde su inicio la investigación del delito; e) Ejercitar la acción
penal de oficio o a petición de parte; f) Emitir dictamen previo a las resoluciones
judiciales en los casos que la ley contempla; g) Velar por la moral pública, la
persecución del delito, la reparación civil y por la prevención del delito. Esto
conforme a los artículos 159º de la Constitución y 1º de la Ley Orgánica del

Ministerio Público.

2. Principios que regulan la Función Fiscal.

Todo principio jurídico es un lineamiento o parámetro general que condiciona el


accionar de los operadores del derecho con miras a lograr una justicia plena.
Respecto de la función fiscal en el proceso penal, existen principios que los
representantes del Ministerio Público deben conocer y aplicar en sus actividades
diarias para el consiguiente logro de una adecuada justicia penal.

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Los principios que rigen la actuación del Ministerio Público están relacionados a su
naturaleza jurídica y sus funciones constitucionales.

Entre ellos tenemos a los siguientes:

2.1 Principio de Legalidad.

El Tribunal Constitucional pone de relieve el parámetro constitucional en el


cual el Ministerio Público debe ejercer sus funciones en materia penal. En el
Exp. N. 6167-2005-HC/TC, Lima, del 28 de febrero de 2006, caso Cantuarias
Salaverry, el Tribunal Constitucional afirma que el Fiscal actúa como
«defensor de la legalidad y representante de la causa pública en el proceso
penal»; precisando que: “el respeto a este principio implica que el Ministerio
Público ejercite la acción penal por todo hecho que revista los caracteres de
un delito, sin perder de vista que su labor se ejecuta en función de la justicia
y teniendo como parámetros a la Constitución y la ley (fundamento jurídico

31).

Nuestro sistema jurídico procesal penal se rige bajo el principio de legalidad


u obligatoriedad. Conforme a este principio, toda conducta delictiva debe
ser objeto de investigación, persecución penal y sanción. En tal sentido,
desde una perspectiva procesal, todo hecho con características de delito
debe ser investigado y sancionado. Esta persecución está a cargo de la
autoridad oficial que es el Ministerio Público, bajo el principio de
investigación oficial, pues el Estado a partir de la Constitución le ha delegado
dicha tarea.

En el proceso penal la actuación del Ministerio Fiscal tendrá lugar con


sujeción a la Constitución y demás normas del Ordenamiento jurídico,

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dictaminando, informando y ejercitando, en su caso, las acciones
procedentes, u oponiéndose a las indebidamente actuadas en la medida y
forma en que las Leyes lo establezcan. En este sentido, la actuación ordinaria
del Fiscal en el proceso penal consistirá en el ejercicio de la acción pública
formulando acusación y solicitando la imposición de penas al acusado.
Ahora bien, esta función debe estar presidida por los principios de su
actuación que son los de defensa de la legalidad y los derechos de los
ciudadanos entre los que se encuentran tanto los ofendidos por el delito,

como los imputados y acusados en un proceso penal.

El principio de legalidad enuncia, por un lado, que la fiscalía debe realizar


investigaciones cuando existe sospecha de que se ha cometido un hecho
punible y, por otra parte, que está obligada a formular la acusación cuando

después de las investigaciones sigue existiendo esa sospecha vehemente

Su antítesis teórica está constituida por el principio de oportunidad, que


autoriza a la fiscalía a decidir entre la formulación de la acusación y el
sobreseimiento del procedimiento, aun cuando las investigaciones
conducen, con probabilidad rayana en la certeza, al resultado de que el

imputado ha cometido una acción punible.

Esto último se justifica, ciertamente, en que el Estado y su organización


judicial no puede hacer frente a todos los casos de criminalidad que se
presentan en la sociedad y haciendo una clasificación de las conductas
delictivas, selecciona aquellas que no generan una alarma social o interés
público sobre su punición; que amplían la carga procesal y que, por lo tanto
merecen un trato y solución distintos por los interesados, pero con
intervención del Fiscal.

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El principio de legalidad procesal, tal como lo entiende BOVINO, impone a
los órganos estatales correspondientes el deber de promover la persecución
penal en todos los casos en que se tenga conocimiento de una noticia
acerca de la posible comisión de un hecho punible de acción pública. Pero la
cuestión de que el Ministerio Público deba investigar todos los delitos es un

tema superado y criticado en la doctrina procesal contemporánea.

CAFFERATA NORES enseña que el principio de legalidad sufre sus más


severas críticas desde la óptica de su aplicación práctica y allí nos
encontramos con que por encima de lo que manda la ley en verdad no tiene
vigencia. La realidad indica que, en el mundo, no hay sistema judicial que
pueda dar tratamiento a todos los delitos que se cometen; ni siquiera a los
que a él ingresan. En la actualidad se admite que el principio de legalidad
procesal no sólo carece de fundamentos teóricos y de posibilidades de
realización efectiva sino que, además, contribuye a la generación y

consolidación de prácticas aberrantes en el marco de la justicia penal.

En efecto, el debate se ha centrado entre el tradicional principio de legalidad


procesal y los mecanismos de selectividad o discrecionalidad que con mayor
flexibilidad hacen del sistema de justicia penal uno eficiente y altamente
deseable. En los países donde prima la legalidad procesal se piensa que
todos los delitos deben ser investigados a través de la política de todo
contra todo, lo que resulta una política que peca de insensatez pues en
ningún país del planeta se puede investigar todos los delitos. El país que
adopte como política la obligatoriedad de la persecución penal para todos
los delitos, es un país que tiende a desarrollar una crisis o el colapso de su

justicia penal.

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En el Perú se gastan grandes recursos al tratar de investigar todos los delitos
sin tener en cuenta una efectiva selección de causas; contratos que se
quieren criminalizar, «usurpaciones» que generalmente son actos netamente
civiles, persecución de delitos ininvestigables y donde a veces la propia
víctima no tiene interés en la persecución, complican las investigaciones de
graves delitos que a la larga van a fotografiar a una fiscalía débil, sin una
adecuada política de racionalización de recursos y que ante la sociedad
pierde credibilidad; pero a pesar que el fiscal conoce que esas denuncias no
tienen destino, apela algunas veces a la persecución penal pública absoluta e
irrestricta, y en vez de sincerar su decisión con un archivo, dispone hasta
ampliaciones de investigación generando falsas expectativas al otorgar a los
denunciantes una apariencia inmoral de legalidad. Así se genera la existencia
de la eterna sobrecarga procesal. Ello explica el porqué tenemos que
diferenciar los casos conducentes - relevantes y los inconducentes y sin
futuro; en otras palabras, debemos orientar los recursos en perseguir delitos
investigables como los homicidios, los delitos de corrupción o violaciones, en
vez de perseguir delitos irrelevantes e inconducentes que solo van a
incrementar el gasto público, distrayendo horas - hombre que deben
destinarse, con mejores réditos, a casos conducentes, graves y de suma

complejidad.

2.2 Principio de Independencia y Autonomía.

En cuanto a los principios en mención, el Tribunal Constitucional en el Exp. N.


6204-2006-PHC/TC, Loreto, del 09 de agosto de 2006, caso Chávez Sibina,

señaló:

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Al respecto, el TC debe precisar que si bien la Constitución, en su artículo
158, reconoce al Ministerio Público como órgano autónomo, es obvio que tal
autonomía solo puede tener su correlato en la realidad si es que se garantiza
también su independencia. Tal independencia y autonomía, por tanto, deben
ser entendidas desde dos perspectivas. En primer lugar, considerando al
Ministerio Público como un órgano constitucional independiente frente a las
injerencias de los demás poderes y órganos del Estado, así como de los

poderes privados.

En segundo lugar, su autonomía ha de ser entendida en relación con cada


uno de los fiscales en tanto representantes de su institución, cualquiera que
sea su grado en razón de las facultades previstas y delimitadas en la

Constitución y en la ley (fundamento jurídico 13; las cursivas son nuestras).

En este supuesto, los fiscales, individualmente considerados y cualquiera que


sea su categoría dentro de la estructura organizativa del Ministerio Público
gozan de autonomía externa, es decir, en relación con los demás poderes y
órganos constitucionales del Estado. Pero también es necesario que se
reconozca su autonomía interna, lo cual implica que las funciones que
desempeñan conforme a Derecho, han de realizarse dentro de un marco
exento de intervenciones ilegítimas de parte de otros funcionarios o

particulares, e incluso de fiscales de mayor jerarquía».

En la Constitución se exige al fiscal una actuación independiente en el


ejercicio de sus funciones; ello significa que en las intervenciones judiciales e
investigaciones preliminares o policiales, debe proceder y decidir conforme a
la Constitución y a la ley. Esto significa, de un lado, la exigencia a los poderes
del Estado o sus autoridades, de no intervenir o influir de ninguna manera en

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sus decisiones; y, de otro, exigir lo propio de las instancias superiores de la
Fiscalía, salvo caso de control jerárquico regulado por ley. Este principio de
independencia, relacionado con el de autonomía, dirige la actuación del
Ministerio Público, al igual que otros órganos autónomos del Estado, en el
sentido de no depender de ningún poder del Estado, sobretodo del Poder
Judicial, debido, precisamente, a su naturaleza promotora de la acción de la
justicia. Por ello es que se pone de relieve el principio de autonomía, si se
quiere manifestada en forma externa. Debe recordarse que el artículo 158 de
la Constitución establece que el Ministerio Público «es autónomo » tanto en
el ámbito de gobierno como en las distintas funciones fiscales reguladas por

la ley.

El Artículo 5° de la Ley Orgánica del Ministerio Público prescribe que


los “… Fiscales actúan independientemente en el ejercicio de sus
atribuciones, las que desempeñarán según su propio criterio y en la forma
que estimen más arreglada a los fines de su institución…”.Al respecto, el
Tribunal Constitucional ha indicado que si bien es cierto se reconoce a los
Fiscales el ejercicio independiente de sus funciones de acuerdo con sus
propios criterios y en la forma que consideren más ajustada a los fines
constitucionales y legales que persigue el Ministerio Público, también lo es
que el específico mandato del artículo 159º de la Constitución debe ser
realizado de conformidad con criterios objetivos y razonables, y por tanto,
exentos de un ejercicio funcional arbitrario; además precisa que, el principio
de jerarquíano puede llevar a anular la autonomía del Fiscal de menor
jerarquía en el ejercicio de sus atribuciones. De ahí que se debe señalar que
el artículo 5º de la Ley Orgánica del Ministerio Público no puede implicar, de

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ninguna manera, que los Fiscales de menor jerarquía se conviertan en una

suerte de “mesa de partes” de sus superiores.

La autonomía institucional atribuida al Ministerio Público responde al nuevo


modelo procesal penal asumido, esto es, el acusatorio. En este caso es el
Fiscal el titular del ejercicio de la acción penal y director de la investigación,
por tanto su decisión no debe estar sujeta a la de otra institución. Con esto
no se quiere decir que el Ministerio Público configure un cuarto o quinto
poder del Estado, sino que no puede estar subordinado a las decisiones ya
sea del Poder Ejecutivo o del Judicial. No obstante esta idea aún es de difícil
consolidación en tanto que las interferencias de estos poderes son latentes.

En suma, los representantes del Ministerio Público deben mantener la


independencia de sus funciones como titulares de la acción penal, y como
directores de la investigación criminal, rechazando enérgicamente cualquier
injerencia interna (de otros Fiscales de igual o mayor jerarquía), o externa (de

otras instituciones públicas o privadas).

2.3 Principio de Objetividad.

Según el artículo IV apartado 2 del NCPP, el Ministerio Público está obligado


a actuar con objetividad, indagando los hechos constitutivos de delito, los
que determinen y acrediten la responsabilidad o inocencia del imputado. De
este modo, los integrantes del Ministerio Público Fiscal deben ser objetivos
en su actuación persecutoria, debiendo procurar la verdad sobre la
acusación que prepara o sostiene, y ajustarse a las pruebas sobre ella en sus
requerimientos o conclusiones (resulten contrarias o favorables al imputado).

No pueden ocultar por cierto los elementos favorables a la defensa.

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El imperativo de objetividad también exige que los funcionarios del
Ministerio Público Fiscal se responsabilicen de que todos los instrumentos
procesales que tienden a vincular a una persona con el ejercicio del poder
penal del Estado por atribuírsele participación en un delito, sean apreciados

no sólo sin arbitrariedad, sino también sin automatismo, con racionalidad.

No obstante, cabe precisar que en la práctica, será más que dificultoso o


dígase improbable, que el agente fiscal, en el desarrollo de las
investigaciones pueda asumir un doble papel: como agente persecutor del
delito, y a la vez, como abogado del imputado, es decir, el hecho ya de
asumir una función acusatoria, implica una dosis de subjetivismo sobre los

hechos materia de investigación.

De todos modos, consideramos que la objetividad que puede colegirse de


este doblaje funcional, puede partir del hecho concreto de la defensa del
imputado. De hecho, la defensa del imputado puede proporcionarle al Fiscal,
elementos o evidencias que apunten hacia la atipicidad de la conducta u otra
eximente de responsabilidad penal, y de esta forma el acusador oficial podrá
corroborar y acreditar los argumentos de la defensa, mediante concretos

actos de investigación.

2.4 Principio de Imparcialidad.

El principio de imparcialidad exige que el Fiscal en tanto órgano judicial que


dirige la investigación preliminar y preparatoria actúe como órgano neutral,
asegurando a las partes su libre acceso a la causa, posibilitando en ellos la
misma oportunidad de recursos y ofrecimientos de prueba, las

notificaciones, así como su intervención en las diligencias que le son propias.

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La imparcialidad exige que el Fiscal no se incline a favor de alguna de las
partes, de lo contrario, cabe que se le pida o que se inhiba o se excuse de
seguir conociendo del caso. Conforme a la nueva ley procesal, sólo los
jueces pueden ser recusados (art. 53º), sin embargo, el Fiscal Superior, previa
indagación, puede disponer el reemplazo del Fiscal cuando incurra en causal

de recusación establecida para los jueces (art. 62º.1).

La imparcialidad y la objetividad, en tanto requisitos de la actuación fiscal, se


aplicarán a relaciones distintas. Ello lo podemos deducir a partir de las
propias acepciones de dichos vocablos, pues lo objetivo (y por ende, la
objetividad) se refiere a la cualidad que permite apreciar un objeto (cosas)
con independencia de la propia manera de pensar o sentir, mientras que la
imparcialidad supone la equidistancia que se toma respecto de dos partes
(personas) en pugna. De lo dicho desprendemos que el estudio,
investigación, análisis, verificación y compulsa de los hechos, relaciones,
peritajes y/o fenómenos vinculados a los casos concretos deben realizarse
con objetividad; y la apreciación y valoración de las actuaciones,
motivaciones, acción, voluntad, participación de las personas, de lo cual se
desprendan responsabilidades de las partes, esto es, agraviado e imputado,
deben apreciarse con imparcialidad.

2.5 Principio de Jerarquía y Unidad.

El Principio de jerarquía tiene su sustento en el artículo 5 de la Ley Orgánica


del Ministerio Público cuando establece que «los Fiscales actúan
independientemente en el ejercicio de sus atribuciones, las que
desempeñarán según su propio criterio y en la forma que estimen más
arreglada a los fines de su institución. Siendo un cuerpo jerárquicamente

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organizado, deben sujetarse a las instrucciones que pudieran impartirles sus

superiores».

El Tribunal Constitucional, en el citado caso Chávez Sibina, respecto a este


principio, ha expresado lo siguiente: “solo se justifica, si de lo que se trata es
de dotar de coherencia y unidad al ejercicio de las funciones constitucionales
que establece el artículo 159 de la Constitución De ahí la necesidad de que se
establezcan también relaciones de coordinación conjunta entre los Fiscales
de los distintos niveles, en atención a que la política de persecución criminal
no puede ser definida por cada fiscal o juez en particular, pues ello
corresponde al propio Estado (fundamento jurídico 17).

Finalmente, en el referido fundamento jurídico, el Tribunal Constitucional


agrega que el principio de jerarquía no puede llevar a anular la autonomía

del Fiscal de menor jerarquía en el ejercicio de sus atribuciones.

Según el Artículo 5° de la Ley Orgánica del Ministerio Público, los


Fiscales forman un “cuerpo jerárquicamente organizado”. Esto importa que
en todos los niveles de la actividad fiscal prime el principio de jerarquía, el
mismo que impone dos consecuencias fundamentales: a) la posibilidad de
que el superior controle la actuación del fiscal de cargo inferior del que es
responsable; y, b) el deber de obediencia de los subordinados respecto de
aquél. Estos aspectos se concretizan especialmente cuando el Fiscal
Superior conoce en grado o merced a instancia, las actuaciones del
Fiscal inferior, impartiendo órdenes en el estricto ámbito de la función, las

cuales deben ser necesariamente obedecidas.

El principio de jerarquía se encuentra estrechamente vinculado con


el principio de unidad en la Función Fiscal; pues, a través de este se busca la

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uniformidad en la actuación de quienes aparecen como representantes del
Ministerio Público, quienes deben de actuar – en palabras de Alberto Binder
– “como un todo frente a la sociedad y frente a la judicatura”. Por el
principio de unidad, el fiscal provincial y el fiscal superior no son partes
distintas en el proceso penal, sino que integran el mismo sujeto procesal: el

Ministerio Publico.

De esta forma, cuando en el curso de un proceso penal, el pronunciamiento


de un Fiscal Provincial, llegue a conocimiento de un Fiscal Superior en grado,
y este discrepe con el dictamen fiscal primigenio, exponiendo su parecer en
otro dictamen – contrario al del fiscal provincial, claro esta, será este último
el que prevalezca, y el que concrete y consolide la posición del Ministerio

Publico en un caso específico.

2.6 Debido proceso y tutela jurisdiccional

El debido proceso es un principio general del derecho que comprende todos


los otros principios, derechos y garantías propias del proceso judicial, y que,
además, extiende su ámbito de aplicación a la investigación preliminar y a
toda investigación administrativa, por lo que, obviamente, pese a
encontrarse ubicado en el artículo 139, inciso 3 de la Constitución como
principio rector de la actividad jurisdiccional, su ámbito de aplicación es

mucho mayor a la que exige la intervención del juez.

El Tribunal Constitucional, en diversas sentencias reitera que el principio del


debido proceso también se proyecta en la etapa prejurisdiccional del
proceso penal, cuya dirección le compete al Ministerio Público; en tal sentido,
las garantías previstas en el artículo 4 del Código Procesal Constitucional
serán aplicables a la investigación fiscal previa al proceso penal siempre que

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sean compatibles con su naturaleza y fines, las mismas que deben ser
interpretadas de conformidad con el artículo 1 de la Constitución, según la
cual «la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin
supremo de la sociedad y del Estado» (Caso Cantuarias Salaverry,

fundamento jurídico 32).

Esta interpretación que hace el Tribunal Constitucional se repite en otras


sentencias. Así por ejemplo en el caso Chávez Sibina, afirma que: “el derecho
al debido proceso despliega también su eficacia jurídica en el ámbito de la
etapa prejurisdiccional de los procesos penales, es decir, en aquella fase del
proceso penal en la cual al Ministerio Público le corresponde concretizar el
mandato previsto en el artículo 159º de la Constitución (fundamento jurídico

11)

2.7 Principio de interdicción de la arbitrariedad

No se trata de un principio de orden a la función fiscal, sino de un principio


que recoge el Tribunal Constitucional como consecuencia de la
consolidación del Estado de Derecho en la Constitución. Así, en el Exp. N.
090-2004-AA/TC, Lima, del 05 de julio de 2004, se considera que este
principio tiene un doble significado: en sentido clásico y genérico, la
arbitrariedad aparece como el reverso de la justicia y el derecho; mientras
que, en sentido moderno y concreto, se expresa en la falta de
fundamentación objetiva, congruente y lógica con que se debe emitir toda

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decisión. Es decir, lo arbitrario será todo aquello carente de vínculo natural

con la realidad.

Bajo esta perspectiva y en el ámbito de la función fiscal, el Ministerio Público


tiene cierto grado de discrecionalidad para realizar la investigación a fin de
determinar la existencia de elementos probatorios suficientes que justifique
la formalización de la denuncia ante el órgano jurisdiccional correspondiente.
Pero esta discrecionalidad, a decir del Tribunal Constitucional, está sujeta a
ciertas proscripciones: a) actividades caprichosas, vagas e infundadas desde
una perspectiva jurídica; b) decisiones despóticas, tiránicas y carentes de toda
fuente de legitimidad; y, c) lo que es contrario a los principios de

razonabilidad y proporcionalidad jurídica (caso Cantuarias Salaverry).

Consecuentemente, todas las decisiones jurídicas que adopten los


representantes del Ministerio Público deben sujetarse a tales criterios a fin de
no afectar la facultad de discrecionalidad del Fiscal. Lo que en buena cuenta
refuerza la posición objetiva que debe asumir tanto en las diligencias de
investigación que realiza como en la calificación jurídica de los casos que
están bajo su control. En este punto consideramos que no radica
inconveniente alguno en la aplicación de este principio, sino que es
conveniente realizar una correcta interpretación de aquel pues existirá
siempre la posibilidad de que el imputado alegue la violación de dicho
principio ante cualquier decisión procesal o de calificación jurídica que no
comparte, formulando acciones de garantía sin mayor amparo constitucional,

como puede verse de otras sentencias del Tribunal Constitucional.

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3. Calificación fiscal del delito

Sobre la investigación preliminar y el grado de convicción que debe tener el fiscal


para calificar el delito investigado, en el caso Cantuarias Salaverry, el Tribunal
Constitucional señaló lo siguiente: “una vez que un hecho presuntamente delictivo
es denunciado, el fiscal puede, alternativamente, abrir investigación policial para
reunir la prueba indispensable o formalizarla ante el juez penal. En el primer
supuesto, el fiscal no cuenta con elementos suficientes que ameriten la
formalización de la denuncia, por lo que se procede a iniciar una investigación
orientada a obtener elementos que sustenten su acusación ante el Juez Penal
(fundamento jurídico 27).

Seguidamente, citando a la doctrina nacional, afirma que no se requiere que exista


convicción plena en el fiscal de la realización del delito ni que las actuaciones de la
investigación estén completas, solo se necesita que estas arrojen un resultado
probable razonable, en orden a la realidad de un delito cometido y de la
vinculación delictiva del imputado o imputados a su comisión. Al respecto, el
Tribunal Constitucional agrega que: “desde una perspectiva constitucional, resulta
insuficiente valorar la actuación fiscal en sus propios términos legales; requiere de
su conformidad con los mandatos constitucionales de respeto a los derechos
fundamentales y al ordenamiento jurídico constitucional (fundamento jurídico 28).

El Tribunal Constitucional reconoce las funciones que constitucionalmente le


competen al Ministerio Público, especialmente, la conducción de la investigación del
delito y el ejercicio de la acción penal, lo que exige, además del conocimiento
jurídico apropiado para la toma de decisión correspondiente: a) la búsqueda de los
elementos probatorios vinculados con el hecho delictivo; y b) la calificación jurídica
de la denuncia o investigación.

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En este punto, se debe tener presente las siguientes consideraciones:

a) Cuando se presenta una denuncia o se inicia la investigación de oficio, el


Fiscal puede disponer que la investigación del caso sea llevada a cabo por la
policía, a fin de que se reúnan los elementos de prueba necesarios para
decidir la formalización o no de la denuncia ante el juez penal, pero también
es posible que el recaudo probatorio o la atipicidad del hecho determine en
el fiscal la decisión contraria, es decir, el archivo de la denuncia. En estos
casos, el fiscal es el responsable de la investigación, incluso, podemos afirmar
que no habría impedimento para que el fiscal inicie directamente una
investigación con o sin el apoyo policial. Un aspecto importante y no
abordado por el Tribunal Constitucional tiene lugar cuando algunos casos,
que llegan al despacho fiscal a título de denuncia, no requieren investigación
preliminar o policial, como es el caso del delito de omisión de asistencia
familiar u otro hecho delictivo que ya cuenta con todos los recaudos

probatorios para que el fiscal ejercite la acción penal.

b) Para efecto de la formalización de la denuncia ante el órgano


jurisdiccional, es doctrina predominante en nuestro medio que no se
requiere una convicción plena de parte del fiscal sobre los hechos atribuidos
ni de la vinculación de los elementos probatorios con el autor, pues,
precisamente —y de acuerdo con el modelo mixto del CdePP— le
corresponde al juez la investigación judicial formal llamada instrucción. Por lo
tanto, se debe exigir al fiscal que los resultados de la investigación preliminar
concluyan, de ser el caso, en un juicio jurídico razonable sobre la realización
del delito y la participación del imputado en éste; y fundamentar la
necesidad de pasar a la investigación judicial. En este punto es gravitante la
calificación jurídica inicial que hace la fiscalía en orden a esperar su

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aceptación por el juez y de esta manera cumplir con el mandato
constitucional de ejercitar la acción penal e intervenir en el proceso en la

defensa de la legalidad y la persecución del delito.

c) La calificación jurídica del delito puede ser objeto de variación en el curso


del proceso. Incluso en el nuevo proceso penal, cuya fase de investigación —
preliminar y preparatoria— está a cargo del fiscal, la calificación jurídica
puede ser objeto de modificación en fase del juicio oral. Por ello, se exige del
fiscal el conocimiento necesario de las normas penales y procesales y su
análisis dogmático, siempre —como lo señala el Tribunal Constitucional— de
conformidad «con los mandatos constitucionales de respeto a los derechos

fundamentales y al ordenamiento jurídico constitucional».

Además, debe afirmarse que en la investigación preliminar fiscal no se


adoptan decisiones fiscales que puedan afectar derechos fundamentales de
la personas pues ello, conforme a nuestro ordenamiento constitucional, está
reservado a los jueces. En el mismo sentido, el Tribunal Constitucional en la
sentencia en mención (Caso Cantuarias Salaverry) estableció que «el
procedimiento de investigación fiscal no incide de manera directa en una
posible vulneración a algún derecho vinculado a la libertad individual de la
persona» (fundamento jurídico 36).

d) Es importante acotar lo que expresamente señala el Tribunal


Constitucional: «Partiendo de las consideraciones que han sido previamente
expuestas, este colegiado no considera que el recurrente se encuentre frente
a una amenaza cierta e inminente de su derecho a la libertad individual o
algún derecho conexo, puesto que no se ha producido la formalización
manifiestamente arbitraria, orientada a inducir a error al juez a fin de que dé

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inicio a un proceso penal en contra del investigado. Si bien, a la fecha, es
posible constatar que la denuncia formalizada por el fiscal demandado dio
lugar a que se abriera instrucción en contra del señor Fernando Cantuarias
Salaverry, no se ha dictado mandato de detención en su contra y se ha
motivado debidamente el mandato de comparecencia restringida que fue
dictado en su lugar» (fundamento jurídico 45 ss.). En el presente caso la

demanda fue declarada improcedente.

4. Función fiscal en la etapa intermedia

El Tribunal Constitucional ha reconocido la constitucionalidad del principio


acusatorio y las facultades conferidas al Ministerio Público, que se manifiestan en la
etapa intermedia del proceso penal. En efecto, en distintas sentencias el Tribunal
Constitucional ha señalado las características del principio acusatorio en el proceso
penal, siguiendo la doctrina española. En el Exp. N. 2005-2006-PHC/TC, Lima, del 13
de marzo de 2006, caso Umbert Sandoval señaló: “es de precisarse que, en tanto el
sobreseimiento dictado de conformidad al dictamen fiscal que se pronunciaba en el
sentido de no haber mérito para acusar constituye una resolución irrecurrible, la
concesión del recurso de apelación contra dicho auto y su posterior anulación por
la Primera Sala para Reos Libres de la Corte Superior de Lima constituye una
vulneración a la prohibición constitucional de revivir procesos fenecidos, dejando
sin efecto una resolución que constituye cosa juzgada, vulnerando así lo establecido
en el artículo 139, incs. 2 y 13 de la Constitución, según el cual no es posible «dejar
sin efecto resoluciones que han pasado en autoridad de cosa juzgada», lo cual

atenta también contra la seguridad jurídica (fundamento jurídico 11).

De lo expuesto por el Tribunal Constitucional queda claro que en virtud del


principio acusatorio —que constituye uno de los principios estructurales del

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proceso penal, tanto en el sistema mixto como en el nuevo modelo procesal de
corte acusatorio— es facultad constitucional del Ministerio Público incoar la acción
penal y acusar. Y si se pronuncia por una no acusación, más aún, si la Fiscalía
Superior vía consulta (prevista en el artículo 220, inciso c del CdePP) confirma la
posición no acusatoria del Ministerio Público, queda claro que la persecución penal
ha concluido y, por tanto, al órgano jurisdiccional no tiene otra opción procesal que
dictar la correspondiente resolución de sobreseimiento, pues el proceso «debe
llegar a su fin». Agrega el Tribunal Constitucional que dicha decisión constituye una
resolución «irrecurrible», consecuentemente, contra la misma no procede recurso
impugnatorio, lo que resulta lógico si se tiene en cuenta que, en este caso, existiría
una posición clara del fiscal superior en grado de no haber mérito para pasar a fase
de juzgamiento. Asimismo, en virtud del principio acusatorio, el órgano
jurisdiccional «no puede atribuirse poderes de dirección material del proceso que

cuestionen su imparcialidad».

Sin embargo, en la sentencia recaída sobre el Exp. N. 9579-2006-PHC/TC, caso


Jorge Figari Robles, del 27 de noviembre de 2006, el mismo Tribunal establece lo
siguiente: “si bien este Tribunal ha señalado que, de acuerdo con el principio
acusatorio, no es impugnable el auto de sobreseimiento emitido de conformidad
con el dictamen absolutorio del Fiscal Provincial que hubiere sido elevado en
consulta por el órgano jurisdiccional y con la opinión aprobatoria del Fiscal Superior
(Exp. N. 2005-2006-PHC/TC), ello no implica que todo auto de sobreseimiento sea

inimpugnable (fundamento jurídico 2).

Agrega el Tribunal Constitucional:

Este Tribunal considera que la posibilidad de revocar una resolución que dispone el
sobreseimiento no resulta atentatoria del principio acusatorio, por cuanto no

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implica una injerencia indebida en las atribuciones del Ministerio Público como
titular de la acción penal, sino que permite a las partes procesales poder cuestionar
los motivos que tuvo el órgano jurisdiccional para concluir el proceso en sede
jurisdiccional. Ello debido a que el ordenamiento procesal ofrece diversas opciones
al juzgador ante la posibilidad de que el Ministerio Público, en un primer momento,

decida, en virtud de sus atribuciones, no acusar (fundamento jurídico 3).

Aparentemente habría una contradicción con el caso Umbert Sandoval, donde se


afirma que la resolución del órgano jurisdiccional es «irrecurrible», sin embargo en

el último caso que analizamos (Figari Robles) se afirma que sí lo es.

Ciertamente, el presupuesto procesal es diferente. En el primero, se trataba de una


consulta con el artículo 220, inciso c del CdePP, y la segunda —se entiende— gira
en torno al auto de sobreseimiento que dicta el juez ante el pedido del fiscal y que
ha sido materia de impugnación, por lo que —a diferencia del primero— aquí no se
trata de la figura de la elevación en consulta sino de una resolución judicial
impugnada, por lo tanto, conforme al sistema procedimental existente, corresponde
el control de legalidad a su inmediato superior, por lo que estaríamos ante el
supuesto del artículo 220, inciso a del CdePP. De allí la concordancia con el artículo
292, inciso c cuando establece que procede el recurso de nulidad contra los autos
que «extingan la acción o pongan fin al procedimiento o a la instancia». El Tribunal

Constitucional desestima la demanda en el mencionado caso Figari Robles.

25
CONCLUSIONES.

En el nuevo proceso penal la función fiscal debe desenvolverse conforme a los


principios de autonomía, objetividad, imparcialidad, jerarquía y unidad, siendo
necesario asumir una actitud más flexible respecto del principio de legalidad, todo

esto con el fin de colaborar con una correcta y eficaz administración de justicia.

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La nueva organización del Ministerio Público es sólo un paso más en la
implementación del NCPP, pues, adicionalmente, es necesario un cambio en la
manera de pensar de los Fiscales respecto de su participación en el modelo

acusatorio, adversarial y garantista.

El nuevo proceso penal exige que los representantes del Ministerio Público tomen
sus decisiones de manera corporativa, es decir que mediante una adecuada
coordinación interna y externa (interinstitucional) logren la unificación de criterios

sustantivos y procedimentales.

El nuevo proceso penal exige que los Fiscales se tracen metas y objetivos concretos
tomando obligatoriamente como referencia la misión y visión del Ministerio Público

en nuestra sociedad.

El nuevo Fiscal Penal debe ser un funcionario capaz de liderar una eficaz y eficiente
investigación criminal mediante especiales cualidades profesionales (conocimientos
y experiencia) y personales (responsabilidad, sencillez, creatividad, proactividad,

honradez, etc.).

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BIBLIOGRAFÍA.

Anglas Castañeda, Domingo Jesús. “La objetividad y el desempeño persecutorio del


Fiscal”.

Félix Tasayco, Gilberto. “Gestión Pública y Estrategias de Cambio en el Ministerio


Público”. Publicado en: Revista del Consejo Nacional de la Magistratura, Lima,
Perú. Año 1 N° 4 – Diciembre 2008, 166 p.

Oré Guardia, Arsenio. “El Ministerio Fiscal: Director de la investigación en el nuevo


Código Procesal Penal del Perú”.

28
Peña Cabrera Freyre, Alonso Raúl. “Exégesis del Nuevo Código Procesal Penal”.
Editorial RODHAS SAC. Lima. 2007. 945 p.

Ponce Chauca, Nataly. “Reforma Procesal Penal en el Perú: Avances y Desafíos a


partir de la experiencia en Huaura y la Libertad”. Centro de Estudios de
Justicia de las Américas (CEJA). Lima. Enero 2009. 130 p.

Ramírez Espinoza, Marianella. “El Rol del Fiscal Provincial en la conducción de la


investigación en la escena del delito”.

Sánchez Velarde, Pablo. “El Nuevo Proceso Penal”. IDEMSA. Lima. Abril 2009. 555 p.

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