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Voy a hablar del tema de las funciones sociales de la escuela, que ya vimos con Laura en enero, pero aplicándolo

un poco a los diferentes modelos educativos que hemos visto con mis compañeros. Estudiar estas funciones
sociales de la escuela desde la perspectiva sociológica nos permite entender la naturaleza, el alcance, las
implicaciones y consecuencias de estas, pero también los intereses a los que responden.

Robert. K. Merton distingue entre funciones manifiestas (conocidas e intencionadas) y funciones latentes
(desconocidas, pero que ofrecen gran parte de las explicaciones). Las funciones manifiestas de la escuela son
las socializadoras y educativo-formativas. Las latentes son las de carácter ideológico y de manipulación política,
tienen más que ver con cuestiones de familia, religión, cultura, economía…

Así los contenidos formales y manifiestos del currículum escolar conviven con los principios ideológicos del
modelo de sociedad dominante. P. Ej.: la historia es “la de los hombres”, la ciencia “surge” en Occidente con la
civilización griega, etc.

Esto parece en principio contradictorio, por eso hablamos de la escuela como reproductora y transformadora a
la vez, pero esta tensión asegura la permanencia histórica de la institución escolar.

Las funciones sociales de la escuela son las siguientes:

Función de guardia y custodia. Esta es la función manifiesta, pero subyacen otras funciones latentes como son
control, vigilancia, asimilación, retención, contención.

Por ejemplo, en el Antiguo Régimen Julia Varela distingue 3 tipos de infancia según los destinos individuales y la
posición en la estructura social asignada. Por un lado, la nobleza ennoblecida había de aprender a comer, beber,
moverse con elegancia, hablar, etc., y adquirir una identidad de grupo y distanciarse de los otros. Por otro lado,
a la pobreza enriquecida se le había de inculcar la moral, la subordinación y obediencia, la laboriosidad,
sumisión, temor al castigo, etc. Por último, la nueva nobleza (burguesía) había de ser adiestrada en virtud,
letras, rectitud, modestia, estudio, capacidades, honestidad… este último modelo fue el que se instauró para
todos más tarde.

Otro ejemplo de esta función y de las que subyacen con ella se encuentra actualmente. Con la incorporación de
la mujer al trabajo, la urbanización, la preminencia del modelo de familia nuclear, etc., la escuela se convierte en
guardiana. Pero, además, cumple la función de retener y contener la infancia y juventud en su incorporación al
trabajo, de ahí la obligatoriedad hasta los 16 años.

Función de cohesión social y construcción de las identidades. Tras estas funciones manifiestas, encontramos
otras funciones latentes: la reproducción del sistema de clases, la aceptación de la clase social, la
homogeneización cultural y la diferenciación social.

Con la formación de estados nacionales, la escuela ha de instruir e inculcar la norma para asegurar la producción
y reproducción de la política de Estado. Pero además la institución escolar cae en una contradicción al realizar
estas funciones.

Según Durkheim, la educación perpetúa y refuerza la homogeneidad en la sociedad para que el individuo sienta
las similitudes esenciales que requiere la vida colectiva, pero también asegura la persistencia de una diversidad
necesaria. De esta manera, con la educación básica se parte de conocimientos, hábitos, habilidades, valores y
comportamientos básicos en todo ciudadano, es decir: homogeneización cultural, pero con la secundaria,
universidad, módulos, etc., se asegura la división del trabajo, y por tanto, la diferenciación social.
Actualmente, en una época con fenómenos de globalización e interculturalidad, donde la idea de Estado-nación
no está tan clara, para que la escuela siga cumpliendo esta función, desde el Estado se introducen materias
como “Valores cívicos” o “Educación para la ciudadanía”.

Formación para el trabajo. Su función manifiesta es la integración laboral, pero hay una oculta: la reproducción
de la estratificación social.

La institución escolar, a partir de la sociedad industrial, adquiere la función de proporcionar al individuo unos
conocimientos que lo integren laboralmente. Pero además, en la escuela, las tareas son evaluadas y
sancionadas por medio del sistema de calificaciones, titulaciones, y credenciales que se distribuyen de manera
desigual para reproducir la estratificación social vigente.

En esta función también reside la visión utilitarista de la escuela que se proyecta en el horizonte profesional.
Así, los padres, a la hora de elegir centro para sus hijos, barajarán qué oportunidades futuras les brinda cada
formación, si por ejemplo elegir colegio público o privado. O el mismo estudiante a la hora de elegir carrera
valorará cuál tiene más salidas profesionales. A raíz de esto surgen varias teorías:

Teoría del capital humano: establece una correlación positiva entre el nivel de educación y el acceso a los
niveles de estructura ocupacional. Se dio en la década de los 70 y ha tenido gran influencia por ejemplo en
nuestros padres. ¿A cuántos nos han dicho: “estudia y llegarás alto”, “estudia una carrera”, etc.? El problema es
que el análisis sociológico de esto ha puesto de manifiesto en los últimos 30 años que no se corresponde el
nivel de estudios realizado con el trabajo desempeñado.

Teoría de la correspondencia: dice que la expansión del sistema educativo es para poner remedio a los
problemas de control social y reconducir los nuevos valores familiares, laborales y comunitarios y mantener el
orden sobre las relaciones de producción capitalista.

Teoría credencialista: dice que los títulos académicos son la moneda de cambio en el mercado laboral y, por
tanto, en el de las posiciones sociales.

Todas estas teorías lo que pretenden es demostrar que la escuela y el trabajo van cada una por su lado y que no
tiene tanto peso la función manifiesta de integración laboral, sino las funciones latentes, ya que la formación no
tiene por qué corresponderse con el trabajo desempeñado y el orden social sigue determinando las
oportunidades de acceso a ciertos niveles en la estructura ocupacional.

Distribución de las posiciones sociales: esta función está relacionada con la anterior. Aunque la función
manifiesta es esta, para lo que realmente sirve es para justificar que las posiciones sociales más deseadas están
al alcance solo de unos pocos.

En principio, con un modelo de sociedad abierta e igualitaria que supuestamente tenemos, la escuela es el
instrumento con el cual recompensar los méritos de los individuos al finalizar la trayectoria escolar. Sin
embargo, las posiciones sociales más deseables son muy escasas y están de antemano repartidas al margen de
la institución escolar, así que solo una pequeña parte de ellas las ocuparán quienes realmente hacen méritos
académicos, justo el número necesario para legitimar el carácter meritocrático de este sistema.

Para finalizar, llegamos a la conclusión de que toda esta tensión que hemos visto de contradicciones entre las
funciones manifiestas y latentes y entre cambio vs., reproducción se encargará de asegurar que las
desigualdades sociales sean percibidas, asumidas e interiorizadas como naturales a nuestra condición humana.

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