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LAS PASIONES Y LOS INTERESES Los historiadores suelen establecer nociones que, i una vez fijadas, recurren continuamente en los | E grandes libros sobre el pasado. os Una de esas ideas recurrentes alude al cardécter de ruptura violenta de la crisis que dio origen al capitalisme; ruptura, por supuesto, con el orden pretérito del que se distingue el nuevo orden de un modo tajante. Pero —se pregunta Albert O. Hirschman— jes ello cierto? éNo sucedié més bien, acaso, que el capitalismo fuera preludiado por algunos teéricos ¢ idedlogos, cuyas proposiciones y obras habria que estudiar con mayor atencién que la que les ha concedido la ciencia social moderna? ZY ne ocurridé, incluso, que el capitalismo fuera justificado con anticipacién? La respuesta afirmativa a estas dos interrogantes es el punto de partida de Las pasiones y los infereses. Pues en efecto, y en contraste con el pensamiento marxista y Ia escuela weberiana, pera Hirschman los inicios ideolégicos del capitalismo se encuentran en algunas obras de los siglos XVil y XVIII. El crecimiento econémico fue engendrando visiones nuevas: ésta fue la materia primordial para las especulaciones de filésofos y economistas del pre-capitalismo. Hirschman reconstruye el ambiente intelectual de la época y luego sitéa, aisia y analiza su tema principal: intereses materiales, durante largo tiempo motivo del mortal pecado de avaricia, son para esos pensadores el Gnico posible freno a las destructivas pasiones humanas. Montesquieu y Sir James Steuart son las dos figuras intelectuales que llevan el asunto a su expresién exirema: su gran tema es, asimismo, y correlativamente, el de los efectos politicos de la expansién econémica, Z| los g FONDO DE CULTURA ECONOMICA Ba MEXICO ] SEccION DE OxrAs DE Economia LAS PASIONES Y LOS INTERESES Argumentos politicos en favor del capitalismo antes de su triunfo j F i : : ; 1 ALBERT O. HIRSCHMAN LAS PASIONES Y LOS INTERESES Argumentos politicos en favor del capitalismo antes de su triunfo FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO Primera edicién en inglés, 1977 Primera edicién en espafiol, 1978 ‘Traduccién de Epvarbo L, SuARrz Titulo original The Passions and the Interests: Political Arguments for Capitalism before Its Triumph © 1977, Princeton University Press Princeton, New Jersey D. R. © 1978, Fonpo pe Cuurura Econémica, ‘Av. de la Universidad, 975; México 12, D. F. ISBN 968-16-0172-6 Impreso en México | | Et il est heureux pour les hommes d’étre dans une situation ob, pendant que leurs passions leur inspirent la pensée d’étre méchants, ils oat pour- tant intérét de ne pas l’étre. Monresquigu: El espiritu de las leyes AGRADECIMIENTOS Escrisi un primer bortador de este libro en 1972-1973, mien- tras me encontraba como miembro visitante en el Instituto de Estudios Avanzados, aprovechando un descanso sabitico de la Universidad de Harvard. En el curso del afio siguiente, cuando hube de hacer a un lado el manuscrito, fui invitado a unirme al Instituto en forma permanente y acepté. En 1974-1975 vol- vi a escribir una porcién considerable y afiadi otras secciones, En 1975-1976 sélo hice pequefias adiciones. Estoy bien cons- ciente de que mi argumento podria expandirse considerable- mente, reforzarse, precisarse, modificarse y adornarse, pero para marzo de este afio senti que habfa Ilegado a un grado to- lerable de refinamiento y estaba ansioso por exponer mi crea- cién al publico, con todos sus errores. Recuerdo un ministro de finanzas de Colombia, de los afios cincuenta, que se mos- traba bastante impulsivo por la promulgacién de decretos y me explicé, cuando le aconsejé prudencia, que no contaba con los fondos necesarios para emplear un gran equipo de investiga cién: “Si este decreto afecta realmente a algunos grupos —afia- dia entonces—, ellos harén la investigacién una vez promul- gado el decreto, y si me convencen promulgaré otro decreto.” Con este espiritu publico mi libro, excepto que no puedo pro- meter a ningtin agraviado, o a los criticos, que escribiré otro si me convencen; pero dudo que me Jo pidan. A propésito de ctiticos potenciales, debo una disculpa espe- cial a J. G. A. Pocock, cuyo libro The Machiavellian Moment (Princeton University Press, 1975). trata repetidamente algu- nos temas muy relacionados con los mios. Me he beneficiado mucho con varios articulos del profesor Pocock que mAs tar- de se incluyeron en su. volumen monumental, pero los ar- gumentos principales de mi libro ya habian tomado forma antes de que yo tuviese oportunidad de leer los suyos. Por esta 9 10 AGRADECIMIENTOS razon, mi tratamiento no refleja un paralelo con su punto de vista tan pleno como seria de desearse. Varias personas, ninguna de las cuales es responsable del producto final, me han ayudado con consejos o estimulos. El intercambio de ideas e informacién entre cientificos sociales e historiadores del Instituto ha sido sumamente util, Me he beneficiado en particular con las conversaciones sostenidas en 1972-1973 con David Bien y Pierre Bourdieu, y en 1974- 1975 con Quentin Skinner y Donald Winch. Las reacciones de Judith Shklar y Michael Walzer ante mi primer borra- dor de 1973 resultaron de gran importancia para mi. Judith Tendler criticd este borrador detalladamente con su talento acostumbrado. Por ultimo, Sanford Thatcher, de la Princeton University Press, compaginé y procesé el manuscrito con no- table competencia, rapidez y buena voluntad. Princeton, Nueva Jersey, mayo de 1976 | | | INTRODUCCION Es ensayo debe su origen a la incapacidad de la ciencia so- cial contemporanea para arrojar luz sobre las consecuencias politicas del crecimiento econémico y, quiz4 en mayor medida atin, a las cortelaciones politicas del crecimiento econdmico tan frecuentemente desastrosas, independientemente de que tal crecimiento ocurta bajo auspicios capitalistas, socialistas, 0 mix- tos. Sospeché que el razonamiento acerca de tales conexiones debe de haber sido muy abundante en una época anterior de la expansién econdémica, especificamente durante los si- glos Xv y xvii, En virtud de que no existian atin las “disci- plinas” de la economia y la ciencia politica, no habfa fron- teras interdisciplinarias por cruzar. En consecuencia, filésofos y economistas politicos podian moverse libremente y especu- lar sin inhibiciones acerca de las consecuencias probables de la expansién comercial para Ja paz, por ejemplo, o del crecimiento industrial para la libertad. Parecia conveniente ° examinar en retrospectiva sus pensamientos y especulaciones, aunque sélo fuese a causa de nuestra propia pobreza intelec- tual en este campo, inducida por Ja especializacién. Tal fue la motivacién original del presente ensayo, la idea que me impulsé a introducirme al edificio del pensamiento social de los siglos xvm y xvut. Dada la naturaleza tica y compleja de este edificio, no resulta sorprendente que haya salido de él con algo més amplio y aun més ambicioso que mi bisqueda inicial. En realidad, las mismas respuestas a los interrogantes que me sirvieron de punto de partida gene- raron, como un subproducto intrigante, un enfoque nuevo a la interpretacién del “espiritu” del capitalismo y de su surgi miento. Quiz4 convenga hacer aqui un bosquejo de este enfo- que, reservando una presentacién mas completa para la ultima parte de este estudio. iL 12 INTRODUCCION Una bibliograffa abundante ha contrastado el ideal aristocra- tico, heroico, de la Edad Feudal y el Renacimiento, con Ja men- talidad burguesa y la ética protestante de una época posterior. La declinacién de una ética y el surgimiento de otra han sido exploradas completamente y han sido presentados precisa- mente como tales: como dos procesos histéricos distintos, cada uno de los cuales tuvo como protagonista una clase social dis- tinta, la aristocracia declinante por una parte y la burguesia ascendente por la otra. Por supuesto, los historiadores han en- contrado atractiva la presentacién de la historia como un due- lo donde un joven retador derrota al campedén envejecido. Pero esta concepcién ha atraido en igual medida, si no es que mas, a quienes buscan el conocimiento cientifico de la sociedad y sus Hamadas leyes de movimiento. Los andlisis de Marx y de Weber disienten en cuanto a la importancia relativa de los fac- tores econémicos y no econémicos, peto ambos contemplan el surgimiento del capitalismo y de su “espiritu” como un ataque a los sistemas de ideas y de relaciones socioeconémicas pre- existentes, Recientemente un gtupo de historiadores puso en duda el caracter de clase de la Revolucién Francesa. Al ocuparme aqui de la historia de las ideas, no aspiro a ser tan iconoclasta; sin embargo, con un espiritu similar presentaré algunas pruebas de que lo nuevo surgié de lo antiguo en mayor medida de lo que generalmente se cree. Por supuesto, la presentacién de un cambio ideolégico o una transicién prolongada como un pro- ceso endégeno es algo més complejo que su presentacién como el surgimiento de una ideologfa concebida independientemen- te, en insurgencia, frente a la declinacién de una ética hasta entonces dominante. Una presentacién de esta clase implica la identificacién de una secuencia de ideas y proposiciones con- catenadas cuyo resultado final se oculta necesariamente a los de- fensores de los eslabones individuales, por lo menos en las primeras etapas del proceso; porque tales defensores se habrian estremecido —y habrian revisado su pensamiento— si hubie- INTRODUCCION 13 sen advertido a dénde conducian en altima instancia sus ideas. En la reconstruccién de tal secuencia de ideas eslabonadas debemos recurrir de ordinario a pruebas obtenidas en muchas fuentes y sdlo podemos prestar escasa atencién a los sistemas de pensamiento donde se incrustan tales pruebas, Este es en efecto el procedimiento seguido en la primera parte de este ensayo. En la segunda parte, el enfoque se estrecha para con- centtarse en los puntos altos de la secuencia. Los autores que han desarrollado a plenitud estos puntos, como Montesquieu y Sir James Steuart, son examinados mds extensamente, y hacemos un esfuerzo por entender cémo se relacionan las proposiciones especificas subrayadas pata los fines de nuestra historia con su sistema general de pensamiento. En la tercera parte del ensayo comentamos la importancia histérica del episo- dio intelectual aqui presentado y su aplicacién a algunos de nuestros problemas contemporaneos. i 1 | | aed edEaa Ea EEg EE gREgEneaEegg EEEEgEgEE REECE CEES PRIMERA PARTE COMO SE RECURRIO A LOS INTERESES PARA CONTRARRESTAR LAS PASIONES | | | | | | | | | | LA IDEA DE LA GLORIA Y SU DECLINACION AL PRINCIPIO de la seccién principal de su famoso ensayo, Max Weber se preguntaba: “Ahora bien, ¢cdmo pudo una actividad, que en el mejor de los casos era éticamente tole- rada, convertirse en una vocacién en el sentido utilizado por Benjamin Franklin?” * En otras palabras, ¢cdmo se volvieron honorables las actividades comerciales, bancarias, y otras simi- lares para obtener dinero, en algtin momento de la época moderna tras haber sido condenadas o despreciadas como am- bicién, amor por el lucro, y avaricia durante los siglos an- teriores? La enorme bibliograffa critica sobre The Protestant Ethic le ha encontrado defectos aun a este punto de partida de la in- vestigacién de Weber. Se ha alegado que el “espiritu del ca- pitalismo” existia entre los comerciantes de los siglos xiv y XV, y una actitud positiva hacia ciertas categorfas de activi- dades comerciales podria descubrirse en los escritos de los es- colésticos.? Sin embargo, el interrogante de Weber se justifica si se plantea en un tono de comparacién. Por grande que fuese la aprobacién otorgada al comercio y otras formas de la obten- cién de dinero, sin duda se encontraban en la escala medieval de valores por debajo de varias otras actividades, en patticu- lar de la basqueda de la gloria. En efecto, mediante un breve bosquejo de Ja idea de la gloria prevaleciente en la Edad Media y el Renacimiento trataré ahora de revivir el sentimiento de asombro acerca de la génesis del “espiritu del capitalismo”, 1 The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, traduccién al inglés de ‘Talcott Parsons (Nueva York: Scribner's, 1958), p. 74. * Véase a Werner Sombart, Der Bourgeois (Munich: Duncker and Humblot, 1913); Joseph A. Schumpeter Historia del andlisis econdmico, México, FCB, 1971 p. 101; y Raymond de Roover, “The Scholastic Attitude Toward Trade and En- trepreneurship", reproducido ahora en de Roover, Business, Banking and E nomic Thought, ed. Julius Kirshner (Chicago: University of Chicago Press, 1974); véase también el ensayo introductorio de Kirshner, pp. 16-18. 7 Os CONTRARRESTANDO LAS PASIONES A principios de la era cristiana, San Agustin’ habia aportado directrices basicas al pensamiento medieval denunciando el de seo de dinero y posesiones como uno de los tres pecados prin- cipales del Hombre Caido; el deseo de poder (libido domi- nandi) y el deseo sexual eran los otros dos.’ En ¢onjunto, San Agustin condena por igual estos tres impulsos 0 pasiones del hombre. Si admite circunstancias atenuantes para alguno de ellos se tratara de la libido dominandi combinada con un fuerte deseo de alabanza y gloria. Asi, habla San Agustin de la “virtud civil” caracteristica de los primeros romanos “quienes han demostrado un amor babilénico por su patria terrenal”, y quienes estaban “suprimiendo e! deseo de riqueza y muchos otros vicios por su vicio nico, el amor a la ala- banza”.* Para el argumento posterior de este ensayo resulta de consi- derable interés el hecho de que San Agustin conciba aqui la po- sibilidad de que un vicio frene a otro. En todo caso, su apoyo limitado a la busqueda de gloria dejaba una abertura que se en- sanché mucho més all4 de sus ensefianzas por obra de los vo- ceros del ideal caballeresco, aristocratico, que convirtieron la biisqueda de honor y gloria en Ia columna vertebral de la vir- tud y grandeza de un hombre. Lo que San Agustin habia ex- presado con gran cautela y resistencia, se proclamé después en son de triunfo: el amor a la gloria, en contraste con la bus- queda puramente privada de 1a riqueza, puede tener “un valor social redentor”. En efecto, la idea de una “mano invisible” —una fuerza gracias a la cual los hombres que actiian de acuer- do con sus pasiones privadas conspiran sin saberlo hacia el bien ptiblico— se formulé en conexién con Ja busqueda de glo- ria, no con el deseo del dinero, por parte de Montesquieu. La bisqueda del honor en una monarquia, dice Montesquieu, “lleva la vida a todas las partes del cuerpo politico”; en con- ® Véase a Herbert A. Deane, The Political and Social Ideas of St. Augustine (Nueva York: Columbia University Press, 1963), pp. 44-56. * Ibid., pp. 52 ¥ 268. i ' i LA IDEA DE LA GLORIA Y SU DECLINACION 19 secuencia, “resulta que cada quien contribuye al bienestar ge- neral mientras piensa que trabaja para sus propios intereses”.” Con tal justificacién complicada o sin ella, la ética caballe- resca medieval exalté la bisqueda del honor y Ja gloria aunque se Opusiese a las ensefianzas fundamentales, no sélo de San Agustin, sino también de una larga sucesién de escritores re- ligiosos, desde Santo Tomas de Aquino hasta Dante, quienes atacaron la bisqueda de la gloria como algo vano (inanis) y pecaminoso.° Luego, durante el Renacimiento, la busqueda del honor alcanzé la posicién de una ideologia dominante a medi- da que declinaba la influencia de la Iglesia, y los defensores del ideal aristocratico pudieron recurrir a los abundantes textos griegos y romanos que celebran la busqueda de la gloria.’ Esta poderosa corriente intelectual pasd al siglo xvu: es posible que la concepcién més pura de la busqueda de la gloria como la dnica justificacién de la vida se encuentre en las tragedias de Pierre Corneille. Al mismo tiempo, !as formulaciones de Cor- seille eran tan extremosas que pueden haber conttibuido a la dramatica caida del ideal aristocrético que habia de ser repre- sentada en la escena por algunos de sus contempordneos.” Los escritores de varios paises de Europa Occidental coope- raron a esta “demolicién del héroe”;° los franceses —Francia era quizé el pais que habia llegado més lejos en el culto dei ideal heroico— desempefiaron el papel principal. Se demostré ® Exprit des lois, Libro Il, Capitulo VII. Todas las traducciones son mias, a menos que se indique lo contrario. ° El conflicto existente entre estas dos tradiciones intelectuales aparece docu- mentado en Maria Rosa Lida de Malkiel, La idea de la fama en la Edad Media Castellana (México: Fondo de Cultura Econémica, 1952). Véase también la tra- duccién francesa de esta obra, que Heva el titulo mas adecuado de Liidée de la gloire dans la tradition occidentale (Paris: Klincksieck, 1968). 7 Ibid., Capitalos 1 y 2. La continuidad de la ética caballeresca medieval con el ideal aristocratico del Renacimiento es subrayada también por Paul Bénichou, Morales dw grand siécle (Paris: Gallimard, Collection Idées, 1948), pp. 20-23 y, ea una polémica con Buckhardt, por Johan Huizinga, The Waning of the Middle Ages (Nueva York: Doubleday, 1945), pp. 40, 69 y sigs. ® Bénichou, ibid., pp. 15-79. En lo relativo a la tesis de que todos los héroes de Corneille y sus proyectos terminan en fracasos, véase a Serge Doubrovsky, Comeille et Ia dialectique du béros (Paris: Gallimard, 1963). * sta es la frase vigorosa empleada por Bénichou en Morales, pp. 155-180. 20 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES que todas las virtudes heroicas eran formas de ]a mera autocon- servacién (Hobbes), del amor a si mismo (La Rochefoucauld), de Ja vanidad y el escape frenético del verdadero conocimien- to de si mismo (Pascal). Racine presenté como despreciables las pasiones heroicas, después de que Cervantes las habia de nunciado como tontas, si no es que demenciales. Esta transformacién asombrosa de la escena moral e ideoldgi- ca aparece de pronto, y sus razones histéricas y psicoldgicas no han sido bien entendidas todavia. Lo que més nos interesa aqui es el hecho de que los responsabies de Ja demolicién no de- gtadaron los valores tradicionales para proponer un nuevo cédi- go moral que pudiese corresponder a los intereses 0 las nece- sidades de una nueva clase. En ningtin momento se asocié la denuncia del ideal heroico con la defensa de una nueva ética burguesa. Esto aparece obvio en Pascal y La Rochefoucauld, pero también vale para Hobbes, a pesar de algunas interpre- taciones en contrario."° Durante largo tiempo se creyé que los dramas de Moliére tenian como mensaje la alabanza de las vir- tudes burguesas, pero se ha demostrado que esta interpretacién no es correcta.* Asi pues, por sf misma la demolicién del ideal heroico sélo habria podido restaurar la igualdad de la ignominia que San Agustin habfa querido otorgar al amor por el dinero y a la busqueda del poder y Ja gloria (para no mencionar la ambi- cién propiamente dicha). Por supuesto, el hecho es que menos de un siglo més tarde Ileg6 a alabarse ampliamente el impulso adquisitivo y las actividades con él conectadas, tales como el comercio, la banca, y finalmente la industria, por diversas ra- zones. Pero este cambio tan extraordinario no derivé de nin- guna victoria simple de una ideologia bien pertrechada sobre otra. La historia real es mucho mds compleja y enredada. % Véase Ia demostracién convincente, oftecida en una polémica con CB. Maspherson, de Keith Thomas en “Social Origins of Hobbes’s Political Thought”, ea K. C. Brown, comp., Hobbes Studies (Oxford: Blackwell, 1965). ™ Bénichou, Morales, pp. 262-267, 285-299. EL HOMBRE "TAL COMO REALMENTE ES" a1 EL HOMBRE “TAL COMO REALMENTE ES” EL INICIO de esta historia se encuentra en el Renacimiento, pe- ro no por el desarrollo de una ética nueva, es decir de nuevas reglas de conducta para el individuo. Mas bien lo imputaremos aqui a un nuevo viraje de la teoria del Estado, al intento de mejorar el funcionamiento del Estado dentro del orden existen- te. Por supuesto, la insistencia sobre este punto de partida pro- viene de la tendencia endégena de la historia que me pro- pongo contar. Al tratar de ensefiar al principe cémo alcanzar, mantener y expandir el poder, Maquiavelo establecié su distincién funda- mental y famosa entre “la verdad efectiva de las cosas” y las “republicas y monarquias imaginarias que nunca han existido ni existiran”.” La implicacién era que los filésofos morales y politicos habian hablado hasta entonces sélo de lo imaginario y no habian proveido orientaciones para el mundo real donde el principe debe desenvolverse. Esta exigencia de un enfoque cientifico, positivo, se extendié sdlo mas tarde del principe al individuo, de la naturaleza del Estado a la naturaleza humana. Es probable que Maquiavelo haya sentido que una teorfa rea- lista del Estado requerfa un conocimiento de la naturaleza hu- mana, pero sus observaciones sobre este tema, invariablemente perspicaces, son dispersas y poco sistemdticas. Para el siglo si- guiente habia ocurrido un cambio considerable. Los adelantos de las mateméticas y de la mecénica celeste hacfan surgir la esperanza de que pudieran descubrirse leyes del movimiento para las acciones humanas, al igual que para los cuerpos que caen y los planetas. Por ejemplo Hobbes, quien basaba en Galileo su teorfa de la naturaleza humana,"* dedica los prime- ros diez capitulos del Leviatdn a la naturaleza del hombre, antes de proceder a examinar la de la mancomunidad. Pero fue 3 BL Principe, capitulo Xv. ™ Véase Ja Introduccién de Richard S. Peters a Body, Man, Citizen: Selections from Thomas Hobbes, ed. Peters (Nueva York: Collies, 1962) 22 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES Spinoza quien reiteré, con agudeza y vehemencia peculiares,’* las acusaciones de Maquiavelo contra los pensadores utdépicos del pasado, ahora en relacién con el comportamiento humano individual. En el parrafo inicial del Tractatus politicus, ataca Spinoza a los filésofos que “no conciben a los hombres tal co- mo son, sino como les gustarfa que fuesen”. Y esta distincién entre el pensamiento positivo y el normativo aparece de nuevo en la Ftica, donde Spinoza opone a quienes “prefieren detestar y ridiculizar los afectos y las acciones de los hombres” su fa- maoso proyecto de “considerar las acciones y los apetitos huma- nos como si estuviese considerando Ifneas, planos 0 cuerpos”.** En el siglo xvuit continué afirmandose —a veces casi como algo rutinario— que el hombre “tal como es realmente” cons- tituye el tema adecuado de lo que hoy Ilamamos la ciencia politica. Vico, quien habja lefdo a Spinoza, lo siguié fielmen- te en este punto, aunque no en otros. En Scienza nuova escribe: La filosofia considera al hombre tal como debiera ser, de modo que sdio es witil para los muy pocos que quieren vivir en la Republica de Platén y no se artojan a las suciedades de Rémulo. La legisla- cidéa considera al hombre cal como es y trata de usarlo bien en la sociedad humana.!¢ Aun Rousseau, cuya visién de la naturaleza humana estaba muy alejada de la de Maquiavelo y Hobbes, rinde tributo a la idea iniciando el Contrato social con esta oracién: “Tomando a los hombtes tal como son y las leyes tal como podrian ser, quiero investigar si puede encontrarse un principio legitimo y seguro de gobierno.” ¥ Leo Strauss advierte en Spinoza's Critique of Religion (Nueva York: Schocken, 1965), p. 277, “el hecho sorprendente de que el tono de Spinoza sea mucho més airado que el de Maquiavelo”. Strauss lo atribuye al hecho de que, siendo primor Gialmente un fildsofo, Spinoza estaba personalmente mucho mis involucrado con el pensamiento urdpico que Maquiavelo, el politélogo. ® Parte III, Introduccién. 8 Pisrafos 131-132 de Giambattista Vico, Opere, ed. Fausto Nicolini (Milan: Ricciardi, 1953) | | | REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES 23 REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES LA INSISTENCIA categérica en contemplar al hombre “como realmente es” tiene una explicacién sencilla. En el Renacimien- to surgi el sentimiento —que se volvid conviccién firme du- rante el siglo xvli— de que ya no podia confiarse en la filo- sofia moralizante y el precepto religioso para el freno de las pasiones destructoras de los hombres. Debian buscarse formas nuevas, y su busqueda se inicié muy explicablemente con una diseccién detallada y sincera de la naturaleza humana. Hubo guienes, como La Rochefoucauld, escudrifiaron sus escondri- jos y proclamaron sus “descubrimientos salvajes” con tanta animacién que la diseccién parece en gran medida un fin en si misma. Pero en general tuvo por objeto el descubrimiento de formas mas eficaces de modelacién del patrén de las accio- nes humanas por comparacién con la exhortacién moralista o la amenaza de condenacién. Y, por supuesto, la biisqueda tuvo éxito; en realidad, podemos distinguir por lo menos tres lineas de argumentacién propuestas como opciones frente a la de- pendencia del precepto religioso. La opcién més obvia, que en realidad es anterior al mo- vimiento de ideas aqui examinado, es la apelacidn a la coercién y la represién. Se encomienda al Estado la tarea de contener, por la fuerza si es necesario, las peores manifestaciones y las consecuencias més peligrosas de las pasiones. Este era el pensa- miento de San Agustin, a quien habfa de imitar muy de cerca Calvino en el siglo xvi.'" Todo orden social y politico esta- blecido se justifica por su existencia misma. Sus posibles injus- ticias son retribucién justa por Jos pecados del Hombre Caido. Los sistemas politicos de San Agustin y Calvino se relacio- * Véase a Deane, Political and Social Ideas of St. Augustine, Capitulo IV, y la descripeida que hace Michael Walzer del pensamiento politico de Calvino con el titulo de “The Scare as an Order of Repression", en The Revolution of the Saints (Cambridge, Mass.: Harvard Unive:sity Press), pp. 30-48. 24 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES nan estrechamente en algunos sentidos con el defendido en el Leviatén. Pero la invencién fundamental de Hobbes es su pe- culiar concepto transaccional del Pacto, de espiritu muy dis- tinto al de los anteriores sistemas autoritarios. Notoriamente di- ficil de clasificar, el pensamiento de Hobbes sera. examinado bajo una categoria diferente. La solucién represiva del problema planteado por el reco- nocimiento de las pasiones incontroladas del hombre tiene grandes dificultades. Porque qué ocurre si el soberano no cumple su tarea adecuadamente por su exceso de tolerancia, de crueldad, o por alguna otra incapacidad? Una vez planteado este interrogante, la perspectiva del establecimiento de un so- berano o una autoridad debidamente represivos parece tan pro- bable como la perspectiva de que los hombres refrenen sus pa- siones gracias a las exhortaciones de fildsofos moralizantes o eclesidsticos. Dado que esta ultima perspectiva se considera nula, la solucién represiva resulta contradecir sus propias pre- misas. La concepcién de una autoridad ex machina que de al- gan modo elimine la miseria y la destrucci6n que los hombres se infligen entre sf a resultas de sus pasiones significa en efecto un rodeo a las dificultades mismas descubiertas, antes que su solucién. Es quizd por esta razén que Ja solucién represiva no sobrevivis largo tiempo al andlisis detallado de las pasiones rea- lizado en el siglo xvi. Una soluciéa mas compatible con estos descubrimientos y estas preocupaciones de cardcter psicolégico es la idea del con- trol de las pasiones en lugar de su mera represién. De nuevo se confia en el Estado 0 la “sociedad” para la realizacién de esta hazaiia, pero ahora no sélo como una proteccién represiva, sino como un medio transformador, civilizador. Ya en el siglo xvit pueden enconttarse especulaciones acerca de tal transforma- cién de las pasiones destructoras en algo constructivo. Anti- cipandose a Ja mano invisible de Adam Smith, Pascal defien- de la grandeza del hombre por el hecho de que “se las ha | i REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES 25 arreglado para sacar de la concupiscencia un resultado admira- ble” y “un orden tan hermoso”."* A principios del siglo xv, Giambattista Vico articulé ta idea con mayor vigor al mismo tiempo que con su estilo pe- culiar Ja dotaba con la aureola de un descubrimiento excitante: De Ia ferocidad, Ja avaricia y la ambicidn, los tres vicios que des- catrian a toda la humanidad {la sociedad} saca la defensa nacional, el comercio y Ia politica, y ast genera la fortaleza, la riqueza y la sabiduria de’ las reptiblicas; de estos tres grandes vicios, que sin dude destruirian al hombre sobre Ja tierra, la sociedad civil hace surgir la felicidad. Este principio prueba la existencia de la Divina Providencia: gracias a sus leyes inteligentes, las pasiones de los hombres ocupados por entero a Ia biisqueda de su utilidad privada se transforman en un orden civil que permite a los hombres vivir en sociedad humana,!? Claramente, éste es uno de esos pronunciamientos a los que debe Vico su fama de una mente extraordinariamente creativa. La_Razén observante de Hegel, el concepto freudiano de la sublimaciéa y otra vez la mano invisible de Adam Smith, pueden advertirse en estas dos oraciones cargadas de significa- do. Pero faltan las explicaciones, y nos quedamos en penum- bras acerca de las condiciones en que ocurta en realidad esa metamorfosis maravillosa de las “pasiones” destructoras en “virtudes”. La idea del control de las pasiones de los hombres, de poner- las a trabajar en favor del bienestar general fue expresada en forma considerablemente mas extensa por el contempordneo inglés de Vico, Bernard Mandeville. Considerado a menudo co- % Pensée:, niims, 502, 503 (edicién Brunschvicg). La idea de que una sociedad unida por el amor a sii misma antes que por la caridad puede funciona a pesar de ser pecaminosa se encuentra en varios prominentes jansenistas contempordneos de Pascal, como Nicole y Domat. Véase a Gilbert Chinard, En lsant Pascal (Lille: Giarel, 1948), pp. 97-118, y D. W. Smith, Helvetius: @ Study in Persecution (Oxford: Clarendon Press, 1965), pp. 122-125. Se encuentra un excelente estudio reciente de Nicole en Nannerl O. Keohane, “Non-Conformist Absolutism in Louis XIV's France: Pierre Nicole y Denis Veiras", en Journal of the Hisiory of Ideas 35. (octubre-diciembre de 1974), pp. 579-596. ® Scienze nuova, pasrafos 132-133, véanse también los par 3 130 y 135. 26 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES mo un precursor del laissez-faire, Mandeville invocé en reali- gad, a lo largo de La fabula de las abejas “los manejos habi- les de! politico diestro” como una condicién y un agente ne- cesarios para la conversién de los “vicios privados” en “vir- tudes publicas”. Sin embargo, en virtud de que no reveld el modus operandi del politico, persistié un misterio considerable acerca de las transformaciones supuestamente benéficas y pa- raddjicas. Sélo en el caso de un “vicio privado” particular apor- 6 Mandeville una demostracién detallada de la forma en que se logran en efecto tales transformaciones. Me refiero, por su puesto, a su famoso tratamiento de la pasién por los bienes ma- teriales en general, y por los lujos en particular.” Asi pues, puede afirmarse que Mandeville restringié el area donde en efecto consideraba valida su paradoja a un “vicio” o pasién particular. En este abandono de Ja generalidad habria de ser seguido, con el enorme éxito ya conocido, por el Adam Smith de La riqueza de las naciones, una obra centrada por completo en 1a pasién conocida tradicionalmente como codi- cia o avaricia. Ademés, gracias a Ja evolucién ocurrida en el lenguaje, que consideraremos con alguna extensién mas ade- Jante, Smith pudo dar un paso gigantesco hacia la conversién de la proposicién en algo aceptable y convincente: suavizd la paradoja escandalizante de Mandeville empleando en lugar de “pasién” y “vicio” términos moderados tales como “ventaja” o “interés”. En esta forma limitada y domesticada la idea del control pudo sobrevivir y prosperar como un tema principal del libera- lismo del siglo xix y como un elemento central de la teoria Se ha argumentado convincentemente que por “manejo diestro” no entendia endevilie Ia intervenciéa y la regulacién detalladas de todos los dias, sino més bien la elaboracién y Ia evolucién lentas, por ensayo y error, de un marco legal € institucional adecuado. Véase a Nathan Rosenberg, “Mandeville and Laissez-Faire", en Journal of the History of Ideas 24 (abril-junio de 1963), pp. 183-196. Sia embargo, el modus operandi de este marco es otra vez supuesto por Mandeville, antes que demostrado, Y en lo tocante al Iujo, cuyos efectos favorables sobre eb bienestar general si describe ea detalle, Jos papeles del politico o del marco institucional no son prominentes en absoluro. REPRESION Y FRENO DE LAS PASIONES 27 econdémica. Pero el abandono de Ja generalidad de la idea del control distaba de ser universal. En realidad, algunos de sus defensores posteriores fueron menos cuidadosos atin que Vico: para ellos, la marcha ascendente de Ja historia constituia una prueba suficiente de que Jas pasiones de los hombres se com- binan de algtin modo para el progreso general de la humanidad o del Espiritu del Mundo. Herder y Hegel escribieron en tal sentido en sus obras sobre la filosoffa de Ja historia." El fa- moso concepto hegeliano de la Razén observante expresa la idea de que los hombres, siguiendo sus pasiones, en realidad sirven a un propésito mas elevado de la historia del mundo del que estan totalmente inconscientes. Es quizd significativo el hecho de que este concepto no reaparezca en la Filosofia del Derecho de Hegel, donde no se ocupa del gran campo de la historia del mundo sino de la evolucién real de la sociedad de su propia época. Un apoyo tan total a las pasiones como el que est implicito en la Razén observante no cabia, obviamente, en una obra que asumia una concepcién tan critica del desarro- ilo social y politico contemporaneo. Un tepresentante final de la idea en su forma mis irrestric- ta es el Mefistéfeles del Fausto de Goethe, con su famosa auto definicién como “una porcién de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre produce el bien”. Aqui parece haber sido abandonada por completo la idea del control de Jas pasiones malas en alguna forma concreta; su transformaciéa se logra por un proceso mundial oculto, aunque magnanimo. ® Segiin Herder, “todas las pasiones del corazdn del hombre son impulsos salva- ies de una fuerza que no se conoce todavia a si misma, pero que, de acuerdo con sa naturaleza, sélo puede conspirar bacia un mejor orden de cosas”. Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschbeit, ex Werke, ed. Suphan (Berlin, 1909), Vol. 14, p. 213, 28 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA ANTE la realidad aplastante del hombre inquieto, apasiona- do, impulsivo, tanto la solucién represiva como la del con- trol carecian de persuasién. La solucién represiva eliminaba el problema mediante un supuesto, mientras que el mayor rea- lismo de Ia solucién del control se vefa impedido por un ele- mento de transformacién alquimista fuera de lugar en el en- tusiasmo cientifico de la época. El material mismo de que se ocupaban los moralistas del siglo xvir —la desctipcién e investigacién detalladas de las pasiones— sugeriria inevitablemente una tercera soluciéa: ¢No es posible discriminar entre las pasiones y combatir el fuego con el fuego, utilizar un conjunto de pasiones relativamente inocuas para contrarrestar otras mas peligrosas y destructivas, © quiza para debilitar y domar Jas pasiones mediante las lu- chas intestinas del divide et impera? Parece una concepcién sencilla y obvia en cuanto deja de creerse en Ia eficacia de la moralizacién; sin embargo, a pesar de la sugerencia velada de San Agustin, resulté quiza més dificil de entender que el proyecto de atacar al mismo tiempo todas las pasiones. Las pasiones mas importantes habian sido conectadas entre si, desde largo tiempo atras, en la literatura y el pensamiento, a menudo en alguna trinidad profana, desde la “Superbia, invi- dia e avarizia sono / le tre faville ch’anno i cuori accesi” de Dante,” hasta el “Ehrsucht, Hetrschsucht und Habsucht” que aparece en la Idea de una historia general de Kant.* Se pen- saba que estas pasiones basicas se alimentaban reciprocamente, en forma muy similar a como lo hacian las tres maldiciones de la humanidad: el hambre, Ja guerra, la peste. El hébito de consideratlas indisolubles se reforz6 atin mas por su contrasta- ® Bl orgullo, la envidia y la codicia son las tres chispas que encienden los cora- zones de los hombres. Inferno, Canto VI, lineas 74-75. ® Ambicién, deseo de poder, y codicia. f ' EL PRINCIPIO DE LA PASIGN COMPENSADORA 29 cién ordinaria en bloque con los dictados de la razén o los requerimientos de la salvacién. Las alegorias medievales han representado con frecuencia tales combates de las virtudes contra los vicios, en el campo de batalla del alma del hombre.” Es probable que esta tradi- cién haya permitido paradéjicamente que una época posterior, més realista, concibiera una clase de combate muy diferente, donde una pasién se enfrenta a otra, con el resultado final, como antes, del beneficio del hombre y la humanidad. El he- cho es que esta idea surgid, y lo hizo en efecto en extremos opuestos del espectro del pensamiento y la personalidad del siglo xvi: Bacon y Spinoza. Para Bacon, la idea fue una consecuencia de su intento sis- tematico por destruir los yugos metafisico y teolégico que impedian a los hombres pensar en forma inductiva y experi- mental. En las secciones de The Advancement of Learning que se ocupan de “El apetito y la voluntad del hombre” critica a los filésofos morales tradicionales por haber actuado como si un hombre que trata de ensefiar 2 escribir exhibiese sélo copies correctas de alfabetos y letras unidas, sin dar ningén pre- cepto o direccién para el movimiento de la mano y el trazo de las letras. Ast han dado ejemplos buenos y correctos que contienen las semillas dei Bien, la Virtud, el Deber, Ja Felicidad; ... pero se han olvidado por completo de explicar cémo pueden alcanzarse esas calificaciones excelentes, y cémo moldear y someter Ja yolun- tad del hombre para que se ajuste a estos propésitos en forma sincera y cSmoda, . 28 Aunque la critica es familiar desde Maquiavelo, el simil es no- tablemente sugerente, y pocas paginas mas tarde intenta Bacon % Por esta razén, el género se conoce como psicomaquia. Su historia, desde la Psychomachia de Prudencio, una obra del siglo V, hasta el ciclo de la virwd y el vicio que se observa en el pértico central de Ia fachada de Notre-Dame de Paris, aparece en Adolf Katzenelienbogen, Allegories of the Virtues and Vices in Me- dizeval Art (Londres: Instituto Warburg, 1939). = Works, ed. J. Spedding y otros (Londres, 1850), Vol. Il, p. 418. 30 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES la tarea misma que ha bosquejado. Lo hace alabando a poetas e historiadores —por oposicidn a los filésofos— por haber descrito con gran realismo cémo se moderan y se incitan las afec- ciones; cémo se pacifican y refrenan;... cémo se sevelan, cémo funcionan, cémo varfan, cémo se retinen y fortalecen, como se ligan entre si, y cémo se combaten entre si, asi como otras par- ticalaridades semejantes; entre elias, esta Ultima es particularmente importante en cuestiones morales y civiles; cdmo {digo} enfrentar una afeccién a otra y como dominar una con otra: asi como solemos cazar Ja bestia con la bestia y el ave con el ave... Porque ast como en el gobierno de los estados es necesario a veces en- frentar una faccién con otra, lo mismo ocurre en nuestro gobierno interior2® Este parrafo vigoroso, sobre todo su ultima parte, tiene to- dos los indicios de haberse basado en la intensa experiencia personal de Bacon como politico y estadista, no tanto en las hazafias de poetas e historiadores. Ademés, 1a idea del control de las pasiones mediante el enfrentamiento de una contra la otra resulta muy congruente con la inclinacién irreverente y experimental de su pensamiento. Por otra parte, su formu- lacién no parece haber sido particularmente influyente en su tiempo. Sdlo los estudiosos modernos han reparado en ella para presentar en este sentido a Bacon como un antecesor de Spinoza y Hume, quienes otorgaron a la idea un lugar mucho mds importante en sus sistemas.”* Al elaborar su teorfa de las pasiones en la Erica, Spinoza da dos proposiciones esenciales para el desarrollo de su argumento: Un afecto no puede ni reprimirse ni quitarse sino por un afecto contrario y més fuerte que el afecto a reprimir.28 ® Ibid., p. 438. Sin subrayado en el original. . * Leo Strauss, The Political Philosophy of Hobbes (Oxfotd: Clarendon Press, 1936), p. 92; y Rachael M. Kydd, Reason and Conduct in Hume's Treatise (Nue- va York: Russell & Russell, 1946), p. 116. * Cuarta parte, Proposicién VII. Brice, ¥.CE., México, 1958 EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA 31 y EI verdadero conocimiento de lo bueno y lo mato, no puede, en cuanto verdadero, reprimir ningtin afecto, sino s6lo en cuanto es considerado como un afecto2? A primera vista parece extraifio que Spinoza, con su inclina- cién metafisica y su relativa falta de participacin en la vida activa, haya defendido la misma doctrina que Bacon. En rea- lidad, lo hizo por razones muy diferentes. Nada podria haber estado mas alejado de su mente que la idea de que las pasio- nes pudiesen frenarse y manipularse convenientemente enfren- tando una pasién a otra. Los pasajes antes citados servian sobre todo para subrayar la fuerza y la autonomfa de las pasiones, a fin de que se entendiesen con claridad las dificultades rea- Jes de Ja realizacién del destino final del viaje emprendido por Spinoza en Ja Erica, Tal destino es el triunfo de la razon y el amor a Dios sobre las pasiones, y la idea de la pasién compensadora funciona sélo como una estacién intermedia que conduce a ese triunfo. Al mismo tiempo, la idea sigue forman- do parte de la culminacién de la obra de Spinoza, como apa- rece evidente en su ultima proposicién: .no gozamos de ella {la beatitud] porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino, al contrario, porque gozamos de ella, pode- mos reprimir nuestras concupiscencias.® Asi pues, el primeto de los grandes fildsofos que concedié lu- gar importante a la idea de que sélo puede lucharse con éxito contra las pasiones a través de ottas pasiones no tenia ninguna intencién de trasladar esta idea al campo de la ioral prdctica o del manejo politico, aunque entendia muy bien tales posibi- lidades.* En efecto, esta idea no vuelve a aparecer en las ® Cuarta Parte, Proposiciéa XIV. * Quinta Parte, Proposicién XLII. = Como se demuestra, por ejemplo, en la oraciéa siguiente: “Por afectos en. 32 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES obras politicas de Spinoza, que por otra parte no carecen de sugerencias practicas sobre la forma de lograr que las debi- lidades de Ja naturaleza humana funcionen en beneficio de la sociedad. Aunque Hume denuncié Ia filosofia de Spinoza como “re- pulsiva”, sus ideas sobre las pasiones y su relacidn con la razén son notablemente similares a las de Spinoza.*? Hume era sélo més radical en su proclamacién de la impenetrabilidad de las pasiones frente a la razén; uno de sus pronunciamientos mas conocidos es éste: “La razén es, y debe ser, esclava de las pa- siones.” En vista de su posicién extrema, necesitaba con ur- gencia el pensamiento consolador de que una pasién puede funcionar como antidoto de otra. En efecto, lo proclama en. el mismo parrafo crucial: “Nada puede contener o retardar el impulso de Ja pasién sino un impulso contrario.” * Al revés de Spinoza, Hume estaba ansioso por aplicar su descubrimiento. Lo hizo de inmediato en el Libro II del Trea- tise, al discutir el “origen de la sociedad”. Hablando de la “avidez... por Ja adquisicién de bienes y posesiones”, la con- sidera una pasién potencialmente tan destructiva y a la vez tan singularmente poderosa que la tinica manera de controlarla consiste en oponerla a st misma, Esta operacién no parece facil, pero es asi como Hume tesuelve el problema: Por fo tanto, no hay pasién capaz de controlar Ja afeccién inve- resada, a no ser Ja afeccién misma, por una modificacién de su direccién. Ahora bien, esta modificacién debe ocurrir necesaria~ mente a la menor reflexién; pues es evidence que la pasién se satisfase mejor por su restriccién que por su libertad, y que al preservar Ia sociedad avanzamos mucho més en la adquisicién de posesiones que en Ia condicién solitaria y aislada. ...™4 tenderé en lo que sique aquellos que arrastran al hombre en diversas direcciones, aunque sean del mismo género, como la gala y Ia avaricia, que son especies de amor..." Erica, Cuarta Parte, Definiciones © Kydd, Hume's Treatise, pp. viii, 38, 156-162. ® Treatise, Libro IL, Paste IM Seccién IIL % Tbid., Libro Wl, Pare I, Seccién 1. EL PRINCIPIO DE LA PASIGN COMPENSADORA 33 Por supuesto, podria ocurrirsenos que la concesién de la necesidad de cierta raz6n o reflexién, por “ligera” que sea, sig- nifica la introduccién de un elemento extrafio (que, ademas, se supone “esclavo de las pasiones”) en un campo donde se supone que sdlo la pasién lucha contra la pasién. Pero no se trata aqui de sefialar los defectos del pensamiento de Hume sino de demostrar la conviccién que le producia la idea de la pasién compensadora. La utiliza con fortuna en varias aplica- ciones menos formidables. Al analizar a Mandeville, por ejem- plo, sostiene que si bien el lujo es un mal, puede ser un mal menor que la “pereza” que podria resultar de la prohibicién del lujo: Por lo tanto, contentémonos con afirmar que dos vicios contra- sios en un Estado pueden ser més convenientes que cualquiera de ellos por si solo; pero nunca afitmemos que e} vicio sea conve- niente en si mismo. Luego aparece una formulacién més general: Cualquiera que sea la consecuencia de tal transformacién milagro- sa de la humanidad que la dote de todas las vireudes y Ia libere de todos los vicios; esto no le concierne al magistrado, que sdlo se ocupa de las posibilidades. A menudo s6lo puede curar un vicio con otro; y en tal caso debe preferir lo menos pernicioso para Ia sociedad En otra parte, como veremos més adelante, Hume defiende Ja restricci6n del “amor al placer” por el “amor a la ganan- cia”. Y otras aplicaciones de la idea lo fascinaban obviamente aun cuando no estuviese de acuerdo, como se observa en el pasaje siguiente, tomado del ensayo sobre “El escéptico”: “Nada puede ser més destructivo —afirma Fontenelle— para la ambicién y la pasién por la conquista, que el verdadero sistema ® “OE Refinement in the Arts", en David Hume, Writings on Economics, ed. E, Rotwein (Madison, Wis.: University of Wisconsin Press, 1970), pp. 31-32. ee rr 34 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES de la astronomia, ¢Qué poca cosa es aun todo el planeta en com- paracién {con} la extensién infinita de la naturaleza?” Esta con- sideracién es evidentemente demasiado distante para que tenga un efecto algtin dia. O si tuviese alguno, eno destruiria el pa- triotismo junto con la ambicién? ** Esta polémica sugiere que la idea de conducir el progreso social enfrentando con astucia una pasién a otra se convirtid en un pasatiempo intelectual bastante comin durante el si- glo xvul. En efecto, lo expresa una multitud de escritores, tanto me- nores como mayores, en forma general o aplicada. Este ultimo género se ilustra en el articulo sobre el “Fanatismo” de la En- ciclopedia; es en esencia una diatriba encendida contra las ins- tituciones y creencias religiosas, y termina con una seccién espe- cial sobre “el fanatismo del patriota”, alabado en gran medida porque puede contrarrestar con eficacia el fanatismo religio- so."" En cambio la idea aparece en su forma més general en Vauvenargues: Las pasiones se oponen a las pasiones, y una de ellas puede servir como contrapeso de otra38 Y el mismo lenguaje se encuentra en la formulacién mas re- finada de d’Holbach: Las pasiones son los verdaderos contrapesos de las pasiones; no de- bemos tatar de destruirlas, sino de dirigirlas: obstruyamos las perniciosas con las que son ttiles para la sociedad. La razén no es... sino el acto de escoger las pasiones que debemos seguir en aras de nuestra felicidad2* * Essays Moral, Political, and Literary, ed. T. H. Green y T. H. Grosse (Lon- don: Longnans, 1898), Vol. I, pp. 226-227. ® Franco Venturi Utopia e riforma nell'Wuminismo (Turin: Einaudi, 1970), p. 99. Aqui bosqueja Venturi la carrera notable del autor de este articulo, Ale- xandre Deleyre. * Oeuvres complates (Paris: Hachene, 1968), Vol. I, p. 239. %@ Systeme de la nature (Hildesheim: Georg Olms, 1966, reproducciéa de la edicién de Paris de 1821), pp. 424-425. i i EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA 35 EI principio de la pasién compensadora habia surgido en el siglo xvi a causa de su visién sombria de la naturaleza hu- mana y de la creencia general de que las pasiones son peli- grosas y destructivas. En el curso del siglo siguiente, la natu- raleza humana y las pasiones habrian de ser rehabilitadas ampliamente.*® En Francia, el defensor mas decidido de las pasiones fue Helvecio.*t Su posicién queda indicada con cla- tidad en los titulos de capitulos de De l'esprit tales como “So- bre el poder de las pasiones”, “Sobre la superioridad intelec- tual del hombre apasionado sobre el sensato (gens sensés)”, y “Nos volvemos esttipidos en cuanto dejamos de ser apasiona- dos”. Pero asi como Rousseau repetia rutinariamente el con- sejo de que se observara al hombre “como realmente es”, a pesar de que su concepto de la naturaleza humana era total- mente diferente del originador del consejo en primera instan- cia, el remedio de la pasion compensadora continuaba invocan- dose aunque ahora se afirmara que las pasiones son vigorizantes y no perniciosas. En realidad, Helvecio elaboré una de las me- jores presentaciones del principio, basada en la formula ori- ginal de Bacon, con algo de rococé adicional: Pocos moralistas saben cémo enfrentar unas pasiones con otras... para que pueda adoptarse su consejo. Casi siempre, su consejo producirfa gran dafio si se siguiera, Pero debieran advertir que esta clase de dafio no puede ganarse nuestro sentimiento; que sdlo una pasién puede triunfar sobre otra; que, por ejemplo, si desea- mos inducir mas modestia y recato en una mujer descocada (femme galante), debemos enfrentar su vanidad con su coqueterla y ha- cerla advertir que la modestia es un invento del amor y de la voluptuosidad refinada... Los moraliscas podrian lograr la obser- vancia de sus maximas si wtilizaran en esta forma el lenguaje del interés en lugar del lenguaje del daiio."® Para el paso siguiente de nuestro argumento, resulta particu- larmente importante el hecho de que la palabra “interés” se © Véase también infra pp. 70-71 “DW. Smith, Helvésius, pp. 133-135, © De Lesprit (Paris, 1758), pp. 159-160. Sin subrayado en el original 36 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES empleé aqui en una forma genérica para denotar las pasiones a las que se asigna la funcién de compensacién. La idea viajé de Francia e Inglaterra a los Estados Unidos, donde los Padres Fundadores la utilizaron como una impor tante herramienta intelectual para los fines del manejo. cons- titucional.* Un ejemplo excelente —y muy oportuno, en vis- ta de la experiencia reciente de la Presidencia— se encuentra en el ntimero 72 de The Federalist, donde Hamilton justifica el principio de la reeleccién del Presidente. Su argumento se basa en gran medida en el efecto que tendria la prohibicién de Ja reeleccién sobre las motivaciones del Presidente en turno. Entre otros efectos perniciosos, afirma Hamilton, habria la “tentacién de concepciones sérdidas, del’ peculado”: Un hombre avariento que Hlegue a ocupar el cargo, reflexionando sobre el momento en que itremediablemente deba tenunciar a los emolumentos que disfruté, sentiria una inclinacién no fécilmente resistible por tal hombre, de hacer el mejor uso posible de la oportunidad que disfruta mientras dure, y podria no tener escrit- pulos en recutrit a los procedimientos més corruptos para volver Ja cosecha tan abundante como transitoria; en cambio, es probable que el mismo hombre, contemplando una perspectiva diferente, se contente con los privilegios regulares de su situacién, y aun podrfa resistirse a arriesgar las consecuencias de un abuso de sus oportunidades. Su avaricia podria ser una proteccién contra su ava- ricia, Agreguemos a esto que el mismo hombre podria ser vano © ambicioso, tanto como avariento. Y si pudiera esperar la pro- Jongacién de sus honores por su buena conducta, quiz4 vacilaré en sactificar su apetito por ellos a su apetito por la ganancia, Pero si afronta Ia perspectiva de una proxima aniquilacién inevita- © Véase sobre este tema a Asthur O. Lovejoy, Reflections on Human Nature (The Johns Hopkins Press, 1961), Lectura Il: “The Theory of Human Nature in the American Constitution and the Method of Counterpoise”; Richard Hofstadter, The American Political Tradition aud the Men Who Made It (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1948), Capitulo I: “The Founding Fathers: An Age of Realism"; y Martin Diamond, “The American Idea of Man: The View from the Founding”, en Irving Kristol y Paul Weaver, comps. The Americans 1976 (Lexington, ‘Mass.: D. C, Heath, 1976), Vol. Hl, pp. 1-25. EL PRINCIPIO DE LA PASION COMPENSADORA 37 ble, es probable que su avaricia uiunfe sobre su precaucién, su vanidad o su ambicién, Las Ultimas oraciones demuestran un verdadero virtuosismo en el manejo de la idea de la compensacién, tanto que dejan ai lector moderno, menos acostumbrado a estos pensamientos, un poco perplejo. Un razonamiento mejor conocido que parece muy semejan- te se encuentra en The Federalist 51, donde se justifica con elocuencia la divisién de poderes entre las diversas ramas del gobierno con la afirmacién de que “la ambicién debe contra- rrestar la ambicién”. El significado aqui es que se espera que la ambicién de una rama del gobierno contrarreste la de otra, una situacién muy diferente de la anterior, donde las pasiones aparecen luchando en el campo de una sola alma. Pero puede set significativo el hecho de que el principio de la divisin de poderes se vista con las galas de otro: la idea relativamente nueva de los frenos y equilibrios se volvid mas persuasiva cuando se presenté como una aplicacién del principio amplia- mente aceptado y muy conocido de la pasién compensadora. Por supuesto, no se traté de una estratagema consciente. En realidad, ei autor de esa oracién (Hamilton 0 Madison) pa- rece haber sido Ja primera victima de la confusiéa que en- gendra: “Puede hacernos reflexionar sobre la naturaleza huma- na el hecho de que tales instrumentos resulten necesarios para el control de los abusos del gobierno. ;Pero qué es el gobierno mismo sino la mayor de todas las reflexiones sobre Ja natura- leza humana?” Ahora bien, sin duda es una “reflexién sobre ja naturaleza humana” Ja afirmacién de que los malos impul- ss del hombre sdlo pueden frenarse enfrentando sus diversas pasiones para que luchen y se neutralicen entre si. Pero el principio de la divisién de poderes no resulta, ni con mucho, tan insultante para la naturaleza humana. Asi pues, parece que al escribir la frase lapidaria “la ambicién debe contrarrestar la ambicién”, su autor se persuadié de que el principio de la pa- 38 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES sién compensadora, més bien que el de los frenos y equilibrios, era el fundamento del nuevo Estado. En términos més generales, parece verosimil que el primer principio haya echado los cimientos intelectuales del principio de la separacién de poderes. En esta forma, la linea de pensa- miento aqui examinada volvié a su punto de partida: se inicié con el Estado, luego pasé a considerar problemas de la con- ducta individual, y a su tiempo las ideas generadas por esta fase se llevaron de nuevo a Ia teoria de la politica. “EL INTERES” Y LOS “INTERESES” COMO DOMADORES DE LAS PASIONES UNA vez que la estrategia del enfrentamiento de una pasién contra otra habia sido elaborada y se habia considerado acep- table y aun prometedora, resultaba conveniente un paso ade- lante en la secuencia del razonamiento aqui descrito: pata que la estrategia pueda aplicarse con facilidad, para que se vuelva “operativa” como decimos ahora, debemos saber por lo menos en términos generales, a cudles pasiones debe asignirseles de ordinario el papel de domadoras y cuales son, por el contra- tio, las pasiones verdaderamente “salvajes” que deben ser domadas. Una asignacién especifica de papeles de esta clase se en- cuentra detras del Pacto de Hobbes, concluido s6lo porque los “deseos y otras pasiones de los hombres”, como la busqueda agtesiva de la riqueza, la gloria y el dominio, son superados por las otras “pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz, son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obte- nerlas por medio del trabajo”.“* En este sentido, toda la doc- Leviatén, F.CB., México, 1940, capitulo xm. i | t EL INTERES" Y LOS "INTERESES" 39) trina del contrato social es un producto de la estrategia de la compensacién. Hobbes sélo debe recurrir a ella wna vez, para fundar wn Estado constituido en forma tal que los problemas creados por hombres apasionados se resuelvan de una vez por todas. Con esta tarea en mente, le bastaba con definir las pa- siones domadoras y las que debian ser domadas en forma ad hoc, Pero muchos contemporaneos de Hobbes, que compartian su preocupacién por los problemas del hombre y la sociedad, no aceptaron su solucién radical, y pensaron ademas que la estra- tegia de compensacién se necesitaba en forma continua, dia- tia, Para este propésito resultaba claramente conveniente una formulacién mas general y permanente de la asignacién de papeles. Tal formulacién surgié en efecto y asumié la forma de una oposicién de los intereses de los hombres a sus pasio- nes, y de un contraste entre los efectos favorables que se ob- tienen cuando los hombres se guian por sus intereses y la situaci6n desastrosa que prevalece cuando los hombres dan tienda suelta a sus pasiones Para entender la oposicién de estos dos conceptos, debemos~ decir antes algo acerca de los diversos significados sucesivos (y a menudo simulténeos) de los términos “interés” e “inte- reses” en el curso de la evolucién del lenguaje y las ideas. Los “intereses” de personas y grupos llegaron a centrarse fi- nalmente en la ventaja econdmica como su significado nuclear, no s6lo en el lenguaje ordinario sino también en términos de Ja ciencia social tales como “los intereses de clase” y “los inte- reses de grupo”. Pero el significado econdmico se volvié do- minante en una etapa avanzada de la historia del término. Cuando el término “interés”, en ei sentido de preocupaciones, aspiraciones y ventajas, se volvié corriente en Europa Occiden-| tal a fines del siglo xv¥; su significado no se limitaba en modo, alguno a los aspectos materiales del bienestar de una persona; | mas bien abarcaba la totalidad de las aspiraciones humanas, | pero denotaba un elemento de reflexién y célculo sobre la} ) 40 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES forma en que estas aspiraciones debian perseguirse.“” En rea- lidad, la reflexién seria sobre la nocién de interés surgié pri- mero en un contexto muy alejado de los individuos y su bienes- tar material. Mencionamos antes cémo Ja preocupacién por el mejoramiento de la calidad de Ja actuacién estatal se encon- traba en los origenes de la busqueda de mayor realismo en el analisis del comportamiento humano. Esta misma preocupacién condujo a la primera definicién y a la investigacién detallada del “interés”. Otra vez, Maquiavelo aparece como la fuente del flujo de ideas que debemos examinar, asi como habja iniciado la linea de pensamiento que se convirtié en la nocién del enfrenta- miento de unas pasiones con otras. Como veremos, estas dos corrientes se movieron por separado durante largo tiempo, pero al final se mezclaron con resultados notables. En realidad, Maquiavelo no le puso nombre a su hijo. Pres- cribié un comportamiento caracteristico para los gobernantes de los estados, pero no lo resumié bajo una sola expresién. Mis tarde, sus obras inspiraron los términos gemelos, inicial- mente sindnimos, de interesse y ragione di stato, cuyo uso se generalizé en la segunda mitad del siglo xvi, como se observa en el gran estudio de Meinecke.** Se suponia que estos con- ceptos lucharian en dos frentes: por una patte, constituian obviamente una declaracién de independencia de los preceptos y reglas moralizantes que habian ocupado el centro de Ja fi- losofia politica antes de Maquiavelo; pero al mismo tiempo trataban de identificar una “voluntad refinada, racional, libre de pasiones y de impulsos momentdneos”,” que diese una orientaciéa clara y sensata al principe. Por supuesto, la batalla principal de Maquiavelo, el funda- “ Ta historia del término es mucho més antigua en sus otros significados, como el interés que se cobra por el dinero prestado y el excrafio uso francés en que intérét significaba lesion y pérdida, un significado evidente todavia eo los dommages-intéréts de hoy. “ Friedrich Meinecke, Die Idee der Staatsrason in der neueren Geschichte (Mu- nich: R. Oldenbourg, 1924), pp. 85 y ss. # Ibid, p. 184. “EL INTERES" Y LOS “INTERESES" 41 dor del nuevo arte del Estado, se libré en el primer frente, pero no olvidé en modo alguno el segundo, como demuestra Meinecke,*® Las restricciones para los gobernantes implicitas en el concepto del interés como guia de la accién pasaron al pri- met plano a medida que el concepto pasaba de Italia a Francia e Inglaterra. Aparecen claramente en Ja famosa oracién ini- cil del ensayo Sobre el interés de los principes y estados de la cristiandad, escrito por el estadista hugonote Duque de Rohan: Los principes mandan a los pueblos, y el interés manda a los principes.!? Como observa Meinecke, es posible que Rohan haya tomado prestada esta formulacién de escritores italianos mas antiguos tales como Boccalini y Bonaventura, quienes habian llamado al interés el “tirano de los tiranos”, y a la ragione di stato el “principe de los principes”."” Pero Rohan se esfuerza conside- rablemente por demostrar su afirmacién, Habiendo bosque- jado en términos generales los intereses nacionales de Espafia, Francia, Italia, Inglaterra, y las otras potencias principales de su tiempo, procede a narrar en la segunda parte de su ensayo algunos episodios histéricos para demostrar que en Los asuntos del Estado no debemos guiasnos por los apetitos desordenados, que a menudo nos Hevan a emprender tareas supe- riores a nuestras fuerzas; ni por las pasiones violentas, que nos agitan en formas diversas en cuanto nos poseea;... sino por nues- tro propio interés guiado sélo por Ja razéa, que debe gobernar nuestras acciones.™ Y en efecto, este pronunciamiento programatico se ve seguido * Ibid, pp. 52-55. # Bn francés en el original. © Friedrich Meinecke, 1bid., p. 211. % Introduccién a Ia Parte Il. Significativamente, la razén se rebaja aqui al panel puramente instrumental de encontrar déade reside el verdadero interés del Estado. ese Vs ees le ESN 42 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES de varios ejemplos de principes que han sufrido por seguir sus pasiones en lugar de su interés. Resulta muy irénico que Ja nueva doctrina del interés del principe llegue a prevenir y a despotricar contra la rendicién ante las pasiones tan poco tiempo después de que los precep- tos moralizantes y religiosos de los antiguos habian sido ridi- culizados como poco realistas e inttiles. Esta ironia no estaba ausente en los proveedores de estos preceptos, y algunos de ellos aprovecharon encantados su aliado nuevo, algo inespe- rado. Podemos citar por ejemplo al Obispo Butler, quien de- muestra cémo “el razonable amor de si mismo” —es decir, el interés— se alfa a la moral contra las pasiones: las pasiones patticulares no coinciden con la prudencia, ni con ese razonable amor de si mismo, cuyo fin es nuestro interés mun- dano, como no Jo hacen con el principio de la virtud y la relix gidn;... tales pasiones particulares nos tientan a actuar impru- dentemente en lo tocante a nuestro interés mundano, y también nos tientan a actuar en forma viciosa.5? Asi pues, para el principe la doctrina nueva era casi tan restrictiva como la antigua. Ademas, pronto se revelé como poco util: mientras que las normas tradicionales del compor- tamiento virtuoso resultaban dificiles de alcanzar, el interés resulté igualmente dificil de definir, Podia afirmarse con fa- cilidad, en general, que el interés de un rey consiste en man- tener e incrementar el poder y la riqueza de su reino, pero este principio no provefa “reglas de decisién” precisas en si- tuaciones concretas. La historia de los intentos de creacién de tales reglas es tor- tuosa y frustrante, como ha demostrado magistralmente Mei- necke. Pero si bien es cierto que el concepto del interés se volvié confuso en su dominio original (el principe o Estado), prosperé notablemente cuando se aplicé a grupos o indivi- " Analogy of Religion, en Works (Oxford: Clarendon Press, 1896), Vol. 3, pp. 97-98, "EL INTERES” Y LOS “INTERESES” 43 duos dentro del Estado. Aqui la mezcla de interés propio y racionalidad que se habia desarrollado como la quintaesencia de la conducta interesada en las discusiones relativas al arte de gobernar result6 una categoria particularmente util y esperan- zadora. La transicién del interés del gobernante a los intereses de di- versos grupos de los gobernados siguid caminos diferentes en Inglaterra y Francia. En Inglaterra, el concepto del interés en singular que habria de guiar a principes y estadistas y mas tarde se convirtié en el “interés nacional” se importé aparen- temente a principios del siglo xvu, de Francia e Italia* El libro de Rohan Sobre el interés de principes y estados de la cristiandad tavo una influencia particular. Pronto se tradujo al inglés y provocd muchos comentarios, Una de las frases car- gadas de implicaciones de su parrafo inicial —J’imtérét seul ne peut jamais manquer (que aparece después de Le prince peut se tromper, son Conseil peut étre corrompu mais ...)— se encuentra en el origen de la maxima “El interés no men- tira”, que alcanzé considerable popularidad en la Inglaterra del siglo xv,* En su ensayo, Rohan habia definido el interés en términos de la politica dindstica o exterior. Era la revolucién y la gue- rra civil en Ja Inglaterra de mediados del siglo xvi la que impartia una orientacién més doméstica y de grupo al con- cepto. El “interés de Inglaterra” ya no se discutia en relacién con Espafia o Francia, sino en relacién con los protagonistas = J. A.W. Gunn, Politics and the Public Interest in the Seventeenth Century (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1969). p. 36 y passim. Me he beneficiado mucho con la riqueza de informacién contenida en este volumen sobre el con. cepto del “interés” y los “‘intereses” en Ia Inglaterra del siglo diecisiete. Véase el articulo de Gunn “Interest Will Nor Lie’: A Seventeenth-Century Political Maxim”, en Journal of the History of Ideas 29 (octubre-diciembre de 1968), pp. 551-564. Un anélisis excelente de tépicos relacionados se encuentra en Felix Raab, The English Face of Machiavelli: A Changing Interpretation, 1500-1700 (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1964), pp. 157-158, ™ La maxima se utilizé como titulo de un folleto importante de Marchamont Nedham, un politico vicario y expertamente flexible a la vez que un gran ad. jisadory frecuente imitador de Maquiavelo y Rohan. Véanse las obras antes citadas de Gunn y Raab. 44 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES ptincipales de estas Iuchas intestinas. De igual modo, después de la Restauracién, las discusiones acerca de la tolerancia re- ligiosa se referian al interés de Inglaterra en relacién con los intereses de presbiterianos, catélicos, cudqueros y ctros. Fue més tarde, hacia fines del siglo, una vez restablecida la esta- bilidad politica y asegurada cierta medida de tolerancia reli- giosa, cuando los intereses de grupos e individuos se discutie- ron cada vez mas en términos de las aspiraciones econdémicas.™ Para principios del siglo XviII encontramos a Shaftesbury de- finiendo el interés como “el deseo de los bienes que nos abas- tecen y sostienen”, y hablando de la “posesién de riqueza” como “esa pasién que se estima peculiarmente interesante.’ Hume utiliza también los términos “pasién del interés”, o “afeccidn interesada” como sinénimos de “la avidez de adquirir bienes y posesiones” 0 “el amor a Ja ganancia”.™” Es posible que esta evolucién del término haya sido estimulada por un cambio convergente del significado del “interés piblico”; “abundan- cia” se convirtié en un ingrediente importante de tal ex- presion."® En Francia, las condiciones politicas de le grand siécle no eran propicias para una consideracién sistematica de los inte- reses privados o de grupo en su relacién con el interés publico. Sin embargo, la carrera del término intéré? se asemejd a la de su primo inglés. La idea del interés tal como habia sido % Raab escribe al final de una larga nota bibliografica sobre el “Interés”: “Fue al final de este periodo [es decis, en el vitimo decenio del siglo xvi] que ‘in- terés’ adquirié un significado. especificamente econdmico.’ The English Face of Machiavelli, p. 237. Gunn afirma en términos més generale “EL interés viajé con gran rapidez de las cimaras del consejo al mercado.” Politics, p. 42. © Characteristics of Mon, Manners, Opinions, Times, reproduccién de Ja ediciéa de 1711 (indianapolis: Bobbs-Merrill, 1964), pp. 332 y 336 (subrayado en el texto) * Treatise, Libro I, Parte H, Secciéa IL, ® Gunn, Politics, Capitulo 5 y p. 265. Esto no es incompatible con Ia cono- ida demostacién de Viner de que ef poder y Ia abundancia eran objetivos simultineos de la politica exterior, igualmente importantes durante toda la época mercantilisca. Véase a Jacob Viner, “Power versus Plenty as Objectives of Foreign Policy in the Seventeenth and Eighteenth Centuries", en World Politics, Vol. 1 (1948), reproducido en D. C. Coleman, comp., Revisions in Mercantilism. (Lon- dres: Methuen, 1969), pp. 61-91. L INTERES” Y LOS “INTERESES” 45 desarrollada en los escritos politicos a partir de Maquiavelo —es decir, la idea de un entendimiento disciplinado de lo que se requiere para incrementar nuestto poder, influencia y ri- queza— se volvié de uso comin a principios del siglo xvir y pronto la utilizaron Jos grandes moralistas y otros pensa- dores del periodo en su diseccién meticulosa de 1a naturaleza humana individual. Dado que el escenario de que se ocupaban estos autores era tipicamente la corte de Luis XIV, los actores se “interesaban” en categorfas muy semejantes a las del sobe- rano mismo: no sdlo en Ia riqueza, sino también y quiza so- bre todo en el poder y la influencia, En consecuencia, el interés se empleé a menudo con un significado muy amplio. Pero ya entonces —y éste es el punto de convergencia de la historia inglesa y la francesa— se estaba estrechando ese significado, por algiin proceso, para aplicarse sélo a la busqueda de la ventaja material, econdmica. Esto puede inferirse del “Consejo al Lector” que utilizs La Rochefoucauld como prefacio a la segunda edicién (1666) de sus Maximes: Por interés no entiendo siempre un interés relacionado con la riqueza (un intérét du bien), sino més frecuentemente uno rela- cionado con el honor o Ia gloria.S? Esta prevencién contra malos entendidos era el unico punto realmente importante en un prefacio muy breve; es claro que para el lector comtin de las Maximes el término “interés” ha- bia empezado a asumir el sentido més restringido de la ven taja econdmica. Por la misma época, Jean de Silhon, sectetario y apolo- gista de Richelieu, también advertia y deploraba esta evolu- cién del significado en un tratado donde hace hincapié en el papel positivo desempefiado por el interés en el manteni- miento de la vida y la sociedad. Enumera diversos intereses —"Interés de conciencia, Interés del honor, Interés de la sa- © La Rochefoucauld, Oeuvres (Paris: Hachette, 1923), Vol. 1, p. 30. 46 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES lud, Interés de la riqueza, y vatios otros Intereses”— y luego atribuye la connotacién desafortunada asignada a tales expre- siones como un homme intéressé al hecho de que “el nombre de Interés se ha asignado exclusivamente, ignoro cémo ( je ne sais comment), al Interés por la riqueza (Intérét du bien ou des richesses)”, En efecto, gcémo puede explicarse esta derivacién? Quizd se haya debido a la antigua asociacién del interés y el présta- mo de dinero; este significado del interés es anterior al aqui examinado por varios siglos. Es posible también que la afini- dad especial del c4lculo racional, implicito en el concepto del interés, con la naturaleza de las actividades econdmicas, ex- plique el hecho de que estas actividades hayan monopolizado finalmente los contenidos del concepto. Volviendo a Ja Fran- cia del siglo xvi, podemos conjeturar también que, con el poder tan concentrado y aparentemente tan estable en ese tiem- Po, los intereses econémicos constituian la tinica porcién de las aspiraciones totales de una persona ordinaria donde podrian contemplarse ascensos y descensos importantes. En realidad, Adam Smith asi lo afirmé como una ptopo- sicién general cuando analiza lo que considera ia motivacién dominante del hombre, o sea “el deseo de mejorar nuestra condicion” : El aumento de fortuna es el medio por el cual la mayor parte de los seres humanos aspirin a mejorar de condicién. Es el medio més comin y ms obvio...2% Es posible que no se tequiera ninguna otra explicacién del estrechamiento del significado del término “intereses” una vez que el inicio del crecimiento econdémico convirtié “el aumento oe Je de Silhon, De la certitude des connaissances humaines (Paris, 1661), ® La riguera de las naciones, F.C, México, 1958, p. 309. : ssi ' | i “EL INTERES’ Y LOS “INTERESES’ 47 de Ja fortuna” en una posibilidad real para un namero cre- ciente de personas.” Esto est4 claro ahora: cuando los intereses de los hombres se contrastaron con sus pasiones, esta oposicién pudo tener sig- nificados muy distintos segtin que los intereses se entendieran en sentido amplio o estrecho. Una maxima tal como la de “El interés no mentir4” fue originalmente una exhortacién a perseguir todas nuestras aspiraciones de una manera ordenada y razonable; aconsejaba la introduccién de un elemento de eficiencia calculadora, asi como de prudencia, cn el compor- tamiento humano, cualquiera que fuese la pasién que lo mo- tive basicamente. Pero debido a la desviacién semantica antes mencionada del término “intereses”, la oposicién entre inte- reses y pasiones pudo significar o trasmitir también una idea diferente, mucho mas notable en vista de los valores tradicio- nales, a saber: que wn conjunto de pasiones, conocidas hasta ahora como codicia, avaricia, 0 amor por el lucro, podia usili- zarse convenientemente para enfrentar y frenar a otras pasio- nes tales como la ambicién, el ansia de poder, o el deseo sexual. Asi pues, en este punto se efectia una conjuncidn entre la linea de pensamiento antes desarrollada sobre las pasiones com- pensadoras y la doctrina del interés. Ambas doctrinas se ori- ginaron en Maquiavelo; pero el resultado final —la elevacién de la avaricia a la posicién de la pasién privilegiada a la que se le asignaba la tarea de domar las pasiones salvajes y de hacer en esta forma una aportacién fundamental al arte de go- ®\La palabra “corrupcién” ha tenido una trayectoria semantica semejante. En los esctitos de Machiavelo, quien tomé el témino de Polibio, corruzione deno- taba el deterioro de la calidad del gobierno, cualquiera que fuese su causa. El término se empleaba todavia con este significado amplio en la Inglaterra del siglo XVIE, aunque en esa época también se identifics con el soborno. Finalmente el significado monetario eliminé casi por completo el no monetario. Esto ocu- rtié también con el término “fortuna”, que Adam Smich utiliza, enj el pasaje antes citado, en el sentido estrictamente monetario, en contraste con el signifi- cado mucho més amplio de fortuna empleado por Maquiavelo. Véase J. G. A. Pocock, “Machiavelli, Harrington, and English Political Ideologies in the Eighteenth Century", en William and Mary Quarterly 22 (octubre de 1965), pp. 568-571, y The Machiavellian Moment (Princeton, N. J.: Princeton University Press, 1975), p. 405. 43 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES bernar— lo habria sorprendido y enojado en gran medida. En una carta bien conocida, dirigida a su amigo Francesco Vettori, Maquiavelo no deja duda acerca de su creencia de que la eco- noma y la politica se desenvuelven en esferas separadas: La fortuna ha decretado que, en virtud de que ignoro cémo ra- zonar acerca del arte de la seda, o acerca del arte de la lana, acer- ca de los beneficios © Jas pérdidas, me corresponde razonar acerca del Estado. Lo que decimos de Maquiavelo se aplica también a muchos otros que han forjado eslabones importantes de la cadena de razonamientos aqui descrita. En general, la historia narrada hasta aqui ilustra cémo fluyen del pensamiento humano (y de Ia forma que se le da a través del lenguaje) consecuencias no buscadas, al igual que de las acciones humanas. En los numerosos tratados sobre las pasiones que aparecieron en el siglo XvIt no puede encontrarse cambio alguno en la evalua- cién de la avaricia como la “més infame de todas ellas” ni del lugar que ocupa, en la Baja Edad Media, como el més mortal de los pecados capitales.* Pero una vez que el hacer dinero lucié Ia etiqueta de “intereses” y se reincorpord bajo este disfraz a la competencia con las demas pasiones fue sbi- tamente aclamada e incluso se le asigné el papel de refrenar a aquellas otras pasiones que durante tanto tiempo se pensd eran mucho menos reprobables. No parece suficiente para ex- plicar este cambio sefialar que un nuevo término, comparati- vamente neutro y débil, permitio hacer desaparecer 0 atenuar el estigma de la vieja etiqueta. Nuestra demostracién de que el término “interés” de hecho encierra —y por lo tanto confi- rid a hacer dinero— una connotacién positiva y curativa, de- © Carta de 9 de abril de 1513, en Opere (Mildn: Ricciardi, 1963), p. 1100. Se encuentra una resefia de Ja literatura francesa del siglo XVM en F. BE. Succliffe, Guex de Balusc et son temps: litérature et politique (Paris: Nizet, 1959), pp. 120-131. Acerca del cambio de rango de Ja avaricia entre los pecados mor. tales en la Edad Media, véase a Morton Bloomfield, The Seven Dadly Sins (East Lansing, Mich.: Michigan State College Press, 1954), p. 95. LOS INTERESES COMO NUEVO PARADIGMA 49 rivada de su reciente asociacién estrecha con la idea de conducir Jos asuntos humanos, privados y publicos, de una manera més lucida, constituye una explicacién més consistente. LOS INTERESES COMO NUEVO PARADIGMA LA IDEA de que existe una oposicién entre intereses y pasio- nes aparecié por primera vez, que yo sepa, en la célebre obra de Rohan, la que se ocupa por entero de los estadistas y de los soberanos. En las décadas que siguieron esta dicotomia fue discutida por numerosos autores ingleses y franceses, quienes la aplicaron’a la conducta humana en general. El debate fue un fenémeno conocido en Ia historia intelec- tual: una vez aparecida Ja idea del interés, se volvié una ver- dadera moda al igual que un paradigma (a la Kuhn), y la mayor parte de la accién humana se explicé de pronto por el interés propio, a veces hasta el punto de Ja perogrullada. La Rochefoucauld disolvié las pasiones y casi todas las virtudes en el interés propio, y Hobbes realizé en Inglaterra una em- presa de reduccién similar. De acuerdo con estos sucesos, la méxima original “El interés no mentir4”, dotada del sentido normativo de que debja calcularse con cuidado el interés y luego preferizse frente a otros cursos de accién concebibles, inspirados por motivaciones diferentes, se convistié hacia fines del siglo en el proverbio positivo de “El interés gobierna al mundo”. La preferencia por el interés como una clave para el, entendimiento de Ja accién humana pasé al siglo Xvi cuando Helvecio, a pesar de su exaltacién de las pasiones, pro- clamé: ‘Ast como el mundo fisico est gobernado por las leyes del mo- © Gunn, “Interest”, p. 559, nota 37. 50 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES vimiento, el universo moral est gobernado por las leyes del ine terés,°° ~ Como ocurte con frecuencia con los conceptos que de pron- to se arrojan al centro del escenario —clase, élite, desarrollo econémico, para citar algunos ejemplos més recientes—, el interés parecié una nocién tan evidente que nadie se moles- taba ea definirlo con precisién, Nadie explicaba tampoco el lugar que ocupaba en relacién con las dos categorfas que ha- bian dominado el andlisis de Ja motivacién humana desde Platén, a saber: Jas pasiones por una parte y la razon por la | otta, Pero es precisamente en el marco de esta dicotomia tra- dicional que puede entenderse el surgimiento de una tercera categoria a fines del siglo xvi y principios del xvit, Una vez considerada destructiva la pasién e ineficaz la razén, Ia con- cepcién de que la accién humana podria describirse completa- mente por su atribucién a la una o Ia otra significaba una perspectiva muy sombria para la humanidad. En consecuencia, ‘la introduccién del interés entee las dos categorias tradiciona- les de la motivacién humana Ievaba un mensaje de esperanza. (En efecto, se vefa al interés participando de la mejor natura- | leza de cada una de aquellas categorias, como la pasion del | amor a s{ mismo elevada y contenida por la razén, y como | la razén dotada de direccién y fuerza por esa pasién. La forma hibrida de la accién humana resultante se consideraba libre _ de la naturaleza destructiva de la pasién y de Ja ineficacia de (Ja razén, jNo es extraiio que la doctrina del interés haya sido recibida en su tiempo como un verdadero mensaje de salva- cién! En Ja seccién siguiente examinaremos en detalle las razones especificas de su considerable atractivo.” Por supuesto, no todos estaban convencidos de que se hu- biesen resuelto todos los problemas. En primer lugar, hubo quienes se resistieron a Jas tentaciones de la nueva doctrina y & De Vesprit, p. 53. Por lo tanto, Louis Hartz asume una posicién antihistérica cuando habla LOS INTERESES COMO NUEVO PARADIGMA sl la rechazaron de plano. Como admirador ardiente de San Agus- tin, Bossuet veia poca diferencia entre la pasién y el interés, Para él, “tanto el interés como la pasién corrompen al hom- bre”, y previene contra las tentaciones de Ja corte real que es “el imperio de los intereses” y “el teatro de las pasiones”.™ Pero una postura tan negativa era‘ la excepcidn. En general, los criticos de la nueva doctrina sélo dudaban de que el in- terés, en el sentido de un “amor a si mismo” razonable, deli- berado, pudiese igualarse a las pasiones. Tal fue la concepcién de Spinoza: Todos los hombres buscan sin duda su propia ventaja, pero raras veces lo hacen de acuerdo con los dictados de Ja razén sensata; en Ja mayoria de los casos el apetito es su tinica guia, y en sus descos yjuicios sobre Jo benéfico se ven arzastrados por sus pasiones, que no toman en cuenta el futuro ni ninguna otra cosa. En otros autores encontramos refutada la preeminencia del interés, no tanto por Ja interferencia aplastante de las pasiones como simplemente por la incapacidad de los hombres para percibir sus intereses. Pero la inferencia era otra vez que un Estado donde los intereses se percibieran con claridad y se si- guieran seria muy deseable, como se advierte en esta obser- vacién irénica del Marqués de Halifax: Si hemos de suponer que los hombres siguen siempre su verde- dero interés, ello debe significar una nueva creacién de Ja huma- de “el pesimismo liberal acerca del hombre, que Io contempla trabajando en for: ma auténoma de acuerdo con su interés propio” y contrasta esta visiéa pesimista de la naturaleza humana con "el pesimismo feudal acerca del hombre, que lo contempla sélo adecuado para el dominio externo”. The Liberal Tradition in America (Nueva York: Hercoust, Brace and World, 1955), p. 80. Original- mente, la idea de que el hombre esti gobernado por el interés no se conside- ista en absoluto. itique sired des propres paroles de V'Bscriture Sainte, ed. J. LeBran (Gi- nebra: Droz, 1962), p. 24, y A. J. Krailsheimer, Studies in Self-Interest from Descartes to La Bruyre (Oxford: Clarendon Press, 1962), p. 184. © Tractatus theologico-politicus, Capiculo V, ea Spinoza, The Political Works, ed. A. G. Wernham (Oxford: Clarendon Press, 1958), p. 93. 52 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES nidad por Dios Todopoderoso; debe haber alguna arcilla nueva: el material antiguo nunca forjé una criatura tan infalible.™ En Francia, el Cardenal de Retz rindié tributo a la nueva doctrina, pero previno con excelente visién psicolégica contra la eliminacién de las pasiones: Ea méxima més correcta para la evaluacién adecuada de las in- tenciones de los hombres consiste en examinar sus intereses, que constituyen la motivacién mas comin de sus acciones. Pero un politico verdaderamente perspicaz no rechaza por completo Jas con- jetutas que podemos derivar de las pasiones del hombre, porque jas pasiones intervienen abiertamente en las motivaciones que im- pulsan los asuntos més importantes de! Estado, y casi siempre pue- den afectatlas de modo inconsciente.” Como Spinoza y Halifax, Retz parece sentir todavia aqui que la intrusién de las pasiones convierte al mundo en un lugar menos ordenado de lo que seria si slo fuese regido por el interés. Pocos decenios después, La Bruyére conviene en ge- neral con Retz acerca del peso que debe asignarse a los inte- reses y las pasiones como determinantes del comportamiento humano, y al mismo tiempo reconece en forma explicita la existencia del nuevo ménage @ trois: Nada es més facil para la pasién que la derrota de Ja razén: su gran triunfo consiste en ganarle Ja partida al interés." ™ Marqués de Halifax, citado por Raab en The English Face of Machiavelli, p. 247. ™ Cardenal de Rets, Mémoires (Paris: Pléiade, NRF, 1956), pp. 1008-1009. En otca parte, Retz esctibe también: “En la época... en que vivimos debemos reunic es inclinaciones de los hombres con sus intereses para juzgar sobre su comportamiento probable". Ibid., p. 984. Alexander Hamilton, otro politico pric tico (y reflexivo), expresa una opinién sorprendentemente similar més de un siglo después: “En Jo principal, las naciones se gobiernan por lo que suponen ‘6 su interés, pero no estaré muy versado en la naturaleza humana quien ... 00 sepa que las disposiciones [generosas 0 egoistas] pueden moldear sesgar_insen- siblemente las conceciones del interés propio”. Citado en Gerald Stourzh, Alexan- der Hamilton and the Idea of Republican Government (Stanfor, Calif.: Stanford University Press, 1970), p. 92. @ Les cavactéres (Paris: Garniez, 1932), p. 133. LOS INTERESES COMO NUEVO PARADIGMA 53 Es quizé significativo el hecho de que La Bruyére adopte aqui una postura friamente clinica; en contraste a las opiniones an- tes citadas, no expresa ningiin desaliento por la ocasional vic- toria de las pasiones sobre los intereses. En el siglo XVII se sometié a una critica mucho mas vigo- rosa la concepcién de que el interés es predominante. Veamos dos presentaciones tipicas, la primera de Shaftesbury y la se- gunda del Obispo Butler: Hemos escarados ... como un proverbio comin, que el interds gobierna el mundo, Me parece, sin embargo, que quien examine mas de cerca la cuestin encontraré que la pasién, ef humor, el capricho, el celo, la faccién, y miles de otros resortes contrarios al interés propio, desempefian un papel importante en los movi- mientos de esta maquina” Cotidianamente vemos superado [el razonable amor a si mismo}, no s6lo por las pasiones més prominentes, sino también por la curiosidad, la vergienza, el amor por la imitacién, por cual- quier cosa, aun la indolencia; sobre todo si el interés, el interés temporal que constituye el fin del amor a si mismo, se encuentra distante, Mucho se equivocan los hombres libertinos cuando afir- man que se gobiernan totalmente por el interés y el amor a si raismos.*# £1 nuevo hincapié de estos pasajes debe interpretarse a la luz de un cambio importante ocurrido en la actitud hacia las pa- siones al pasar del siglo xvit al xvi Al principio se cons deraban las pasiones totalmente viciosas y destructivas, como se observa en Ia frase siguiente de un catecismo francés: “El Reino de Francia no es una tiranfa donde la conducta del So- berano esté guiada sdlo por su pasién.” Pero) gradualmente, 2 Shaftesbury, Characteristicks, p. 76, citado en Jacob Viner, The Role of Providence in ibe Social Order (Filadelfia: Sociedad Filosdfica Nortcamericana, 1972), p. 70, * Analogy, p. 121, nota. : %5 Citado de un catecismo de 1649 en R. Koebner, “Despot and Desporism: Vi- cissitudes of a Political Term”, en Journal of the Warburg and Conrtauld Institutes, 14 (1951), p. 70. 34 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES hacia fines del siglo xvi y con mayor plenitud en el curso del siglo xvuti, las pasiones fueron rehabilitadas como la esen- cia de Ja vida y como una fuerza potencialmente creadora, En , él periodo anterior, cuando la proposicién de que la conducta | del hombre se forja totalmente por sus intereses fue criticada | al sefialar que todavia debfa tomarse en cuenta la pasién, la | critica suponia que el mundo era un lugar peor que lo impli- | cado por esa proposicién. Peto con Ia rehabilitacién de las pa- siones en el siglo xvi, la misma critica podia significar ahora que un mundo donde Jas pasiones son activas y prevalecen en | ocasiones es un lugar mejor que aquel donde sélo el interés \dicte las acciones. La yuxtaposicién hecha por Shaftesbury y Butler, de la pasién con emociones tan inocuas y aun utiles como el humor y la curiosidad, sugiere esta interpretacién. La (Bueva interpretacién se finca en el rechazo, dado por la Ius- teacién, de Ja concepcién tragica y pesimista del hombre y la | sociedad tan caracteristica del siglo xv. La nueva concepcién, segin la cual las pasiones mejoran un mundo gobernado sélo por el interés, aparece totalmente articulada en Hume: --. las razones de Estado, las tinicas que supuestamente influyen sobre os consejos de los monarcas, no son siempre las motivacio- nes predominantes; ... las posiciones mas moderadas de la grati- tud, el honor, la amistad, Ia generosidad, pueden contrarrestar con frecuencia estas consideraciones egofstas, entre los principes tanto como entre los hombres comunes."* Naturalmente, una vez limitado el significado de los inte- reses a la ventaja material, la idea de que “el interés gobier- na al mundo” debia perder inevitablemente mucho de su atrac- tivo antetior. En realidad, la frase se convierte en un lamento, 0 en una denuncia del cinismo, cuando un personaje del drama * History of England (Londres, 1782), VI, p. 127; citado en Giuseppe Giatti v0, David Hume politico e storico (Turin: Einaudi, 1962), p. 209. UN MUNDO GOBERNADO POR EL INTERES 53 de Schiller Wallentein’s Tod exclama: “Denn nur vom Nutzen wird die Welt regiert.” Esta es claramente una traduccién del proverbio del si- glo xvil, que probablemente le interesaba a Schiller inttodu- cir en un drama relativo a los acontecimientos de ese periodo. jEl tnico problema era que el significado despectivo ororgado por Schiller al proverbio —de acuerdo con las corrientes ideo- logicas del siglo xvii— era totalmente diferente del que te- nia en la época de Wallenstein! VENTAJAS DE UN MUNDO GOBERNADO POR EL INTERES: CONSTANCIA Y POSIBILIDAD DE PREVISION LA CREENCIA en que el interés podria considerarse una mo- tivaci6n dominante en el comportamiento humano provocé gran excitacién intelectual: por fin se habfa descubierto una base realista para un orden social viable. Pero un mundo go- bernado por el interés no ofrecia sdlo un escape de los mor delos excesivamente exigentes de estados “que nunca han exis: tido ni existiran”; se percibié que esta concepcién tenia varias ventajas especificas. fe La ventaja mas general era la posibilidad de prevision, Ma- quiavélo habfa demostrado que podian derivarse algunas pro- posiciones vigorosas acerca de la politica del supuesto de una naturaleza humana uniforme.™ Pero su diagnéstico era tan pesimista que no podia ser adoptado generalmente, como se observa en la formulacién, sin duda extremosa, que aparece en el Capitulo 17 de El Principe, segiin Ja cual los hombres 2 is "Porqu 4 gobernado sélo por * Acto I, Escena 6, Linea 37. “Porque el mundo esti gol c el interés". "El cambio del significado en relaciéa con el proverbio aparece aqui fuertemente auxiliado por Ja inserciéa de le palabsa “nur”: “s6lo” 0 “nada més ™ Felix Gilbert, Machiavelli and Guicciardini (Princeton, N. J: Princeton University Press, 1965), p. 157. 56 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES son “ingratos, volubles, falsos, hipdcritas, cobardes, codiciosos”. la idea de que los hombres se guian invariabiemente por sus intereses podria lograr una aceptacién mucho més amplia, y cualquier disgusto ligero que la idea dejara tras si quedaba luego eliminado por el pensamiento confortante de que el mundo podria volverse asi un lugar mas previsible. En el fo- leto “Interest Will Not Lie” se hace hincapié sobre este punto: Si podemos entender dénde reside el interés de un hombre en cualquier contienda particular, sabremos con seguridad, si el home bre es prudente, dénde colocarlo, es decir, cémo jugar sus de- signios,"® : En los esctitos posteriores a la Restauracién que defienden la tolerancia religiosa pueden encontrarse ideas semejantes. Un tratado dice: ssuponer que las multitudes actdan en contra de sus intereses es eliminar toda Ja seguridad de los asuntos humanos. Mas tarde, Sir James Steuart habria de emplear el mismo ra- zonamiento pata sostener que el comportamiento individual gobernado por el interés propio es preferible ne sélo frente al gobierno de las pasiones, sino aun al comportamiento vir- tuoso y, en particular, a la preocupacién por el interés publico entre los “gobernados”: Si todos los dias ocurriesen milagros, las leyes de la naturaleza ya no serfan Jeyes; y si todos actuaran en aras del interés pa blico y se olvidaran de sf mismos, el estadista se encontraria des- concertado. .. Si un pueblo se volviera totalmente desinteresado, no habria po- sibilidad de gobernarlo. Cada uno podria considerar el interés de ® Guan, “Intesest", p. 557. © Gunn, Politics, p. 160 UN MUNDO GOBERNADO POR EL INTERES 37 su pals desde un Angulo diferente, y muchos podrian contribuit a su rvina, tratando de promover sus ventajas.*! Por otra parte, si un hombre persigue su interés le ira bien, ya que, por definicién “el interés no le mentira ni lo enga- Aara”*? Tal era el verdadero significado del proverbio. Ade- mas, otros se benefician cuando perseguimos nuestro interés, porque nuestro curso de accién se vuelve asi transparente y previsible, casi tanto como si fuésemos una persona totalmente virruosa. En esta forma sutgia la posibilidad de una ganancia mutua del funcionamiento esperado del interés en la politica, mucho antes de que se convirtiera en cuestién de doctrina en la ciencia econédmica. é Por supuesto, esta nocién afrontaba varias dificultades gra- ves, Por una parte, ya se formulaba en ese tiempo la objecion moderna de que la incapacidad de prediccién es un poder. Samuel Butler se adheria en general a la doctrina del interés, pero sostenia que las personas tontas € ineptas en el gobierno tienen una ventaja sobre los més sabios, que no es de escasa i portancia, porque ningtin hombre puede conjeturar, ni imaginar por adelantado, el camino que ptobablemente seguirén en cual- quiet asanto que se presente, mientras que no ¢s dificil prever, por sus intereses, lo que hombres més sabios tenderén a hacer Hevados por Ja razén.® Una objecién mas grave a !a posibilidad del surgimiento de una ganancia mutua de una situacién donde todas las partes persigan firmemente sus intereses derivaba del hecho de que en la politica internacional los intereses de las partes princi- pales son con frecuencia exactamente opuestos entre si. Por % Inquiry into the Principles of Political Occonomy (1767), ed. A. S. Skinner (Chicago: University of Chicago Press, 1966), Vol. I, pp. 143-144, = Chailes Herle, Wisdomes Tripos... (Londres, 1655), citado en Gunn, “Is. rerest”, p. 357, '% Characters and Passages from Notebooks, ed. A. R. Waller (Cambridge: Uni. versity Press, 1908), p. 394; véase tambiga a Gunn, “Interest”, pp. 958-559. 38 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES ejemplo, para el caso de Francia y Espafia se demostraba hasta Ja saciedad en el ensayo de Rohan que los intereses de una potencia son el reverso exacto de los intereses de su rival prin- cipal. Pero aun en estas citcunstancias, se pensaba que algo ganaban ambas partes adhiriéndose a ciertas reglas del juego y eliminando el comportamiento “apasionado”, como quedaba implicito en la busqueda tacional del interés, 1a probabilidad de una ganancia para todos aumentaba un poco cuando la doctrina se aplicé a la politica interna. Como el término “interés” mismo, la nocién de un equilibrio de in- tereses se transfirid en Inglaterra de su contexto original, re- lacionado con el arte de gobernar —donde originé el concepto de un “equilibrio del poder”—, a Ia escena nacional Mena de conflictos. Después de la Restauracién y durante el debate so- bre la tolerancia teligiosa, se discutid ampliamente acerca de las ventajas que podria obtener el interés publico con la pre- sencia de diversos intereses y de cierta tensién entre ellos.* ~ Pero los beneficios obtenibles de la posibilidad de ptevisién de la conducta humana basada en el interés resultaban mucho mayores cuando el concepto se empleaba en conexién con las actividades econémicas de los individuos. Aunque sdlo fuese por el gran numero de actores, la oposicién de intereses in- volucrada en el comercio no podia ser de ningan modo tan total, conspicua o amenazadora, como en el caso de dos ¢s- tados vecinos o de unos cuantos gtupos politicos o confesio- nales rivales dentro de los estados. Asi pues, el subproducto de los individuos que actuaban en forma previsible de acuerdo con sus intereses econémicos no era un equilibrio inestable, sino una red vigorosa de relaciones interdependientes, En con- secuencia, se esperaba que la expansién del comercio interno creara comunidades més cohesivas, mientras que el comercio exterior ayudarfa a evitar las guerras entre ellas, Aqui podemos insertar una breve observacién sobre la his- ™ Gunn, Politics, Cap. IV. UN MUNDO GOBERNADO POR EL INTERES 59 toriografia de las doctrinas econémicas. Las obras relativas a Ja doctrina mercantilista han acreditado la idea de que el pen- samiento econémico anterior a Hume y Adam Smith consi- deraba el comercio comio estrictamente un juego de suma cero, cuya ganancia eta recibida por el pais que tuviese un exceso de exportaciones sobre sus importaciones, mientras que el pais colocado en la posicién contraria sufria una pérdida equiva- lente, Pero quienquiera que examine todo el conjunto de con- sideraciones sobre el comercio interno y externo expresadas en los escritos de los siglos xvil y XVI, no sdélo !a discusién relativa a la balanza comercial, concluira que se esperaban generalmente efectos benéficos para todos a resultas de la ex- pansién del comercio. Muchos de estos efectos eran politicos, sociales, y aun morales, antes que puramente econdmicos, y en las secciones siguientes de este ensayo examinatemos varios de ellos. En su forma més elemental, la posibilidad de previsién es constancia, y esta cualidad era quizd la mds importante de las razones para aceptar con beneplacito un mundo gobernado por el interés. A menudo se habja subrayado el caracter errdtico y fluctuante del comportamiento apasionado, y este caracter se consideraba uno de sus rasgos mas objetables y peligrosos. Las pasiones eran “diversas” (Hobbes), caprichosas, facilmente agotables y de pronto renovadas otra vez. Segain Spinoza: Los hombres pueden diferir en naturaleza en cuanto estén domi- nados por afectos que son pasiones; y, en tanto, también un solo y mismo hombse es voluble e inconstante.®* La inconstancia pas6 en realidad a primer plano como una dificultad fundamental para Ia creaci6n de un orden social viable una vez que el pesimismo extremo de Maquiavelo y Hobbes acerca de la naturaleza humana (y acerca del “Estado ® Btica, Cuarta Paste, Proposicién XXXII. 60 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES de naturaleza” resultante) cedié el lugar a concepciones més moderadas en la segunda mitad del siglo xvi. Una de las: doctrinas del contrato social importante en el siglo xvu, la de Pufendorf, todavia hacia alguna referencia, a la manera de Hobbes, al “deseo y la ambicién insaciables” del hombre, pero basaba la necesidad de un pacto sobre todo en la incons- tancia e inconfiabilidad del hombre, en el hecho de que “la relacién tipica entre un hombre y otro era la de ‘un amigo inconstante’.” °° Esta doctrina fue aceptada en esencia por Locke, quien ha- bia reconocido explicitamente la influencia de Pufendorf sobre su pensamiento politico.” Locke construyé un Estado de natu- raleza que es, si no “idflico” como han pretendido algunos ctiticos, por lo menos notablemente no primitivo, leno como estd con la propiedad privada, Ja herencia, el comercio, y aun el dinero. Pero precisamente debido a este cardcter extrafia- mente “avanzado” del Estado de naturaleza de Locke, hay ne- cesidad de asegurarlo firmemente mediante un compacto que garantice la permanencia de sus realizaciones. El compacto de Locke trata de eliminar las “inconveniencias a que {los hom- bres} se exponen [en el Estado de naturaleza} por el ejercicio irregular e incierto del Poder que tiene todo Hombte de casti- gar la transgresién de otros. ...” ** En otra parte afirma Locke que la “Libertad de los Hombres bajo el Gobierno” signitica “no estar sujetos a la Voluntad Arbitraria inconstante, incier- ta, desconocida, de otro hombre”. Asi pues, la incertidumbre en general y la inconstancia del hombre en particular se con- vierten en el archienemigo que debe ser exorcisado. Aunque Locke no apela al interés para controlar Ja inconstancia, existe claramente una afinidad entre la Mancomunidad que esta tra- * Véase a Leonard Krieges, The Politics of Discretion: Pafendor} and the Accep- tance of Natural Law (Chicago: Chicago University Press, 1965), p. 119. * Peter Laslett, “Introduction”, ea John Locke, Two Treatises of Government, ed. Laslett (Cambridge: University Press, 2 ed., 1967), p. 74. © Two Tratises, UM, par. 127. Ibid., par. 22. UN MUNDO GOBERNADO POR EL INTERES on tando de construir y la imagen de un mundo gobernado por el interés. Porque en la basqueda de sus intereses los hom- bres se suponen firmes, constantes y metédicos, por oposicién al comportamiento de hombres que se ven castigados y cegados por sus pasiones. Este aspecto de la cuestién nos ayuda también a entender Ja identificacién final del interés en su amplio sentido origi nal con una pasién particular, el amor al dinero. Porque las caracteristicas de esta pasién, que Ja distinguen de otras, eran precisamente la constancia, la tenacidad, y la igualdad de un dia al siguiente y de una persona a otra, En uno de sus ety sayos, Hume habla de Ja avaricia —sin molestarse en disfra- zara de “interés”— como una “pasién obstinada”; °° en otro ensayo precis La avaricia, 0 el deseo de ganancia, es una pasién universal que i eagnasot opera en todo tiempo, en todo Ingar, y sobre todas las personas: En el Treatise, Hume habia contrastado especificamente el “amor por la ganancia”, que describe como “perpetuo” y “uni- versal”, con otras pasiones —como la envidia y le venganza— que “sélo operan a intervalos y se dirigen contra personas particulares”.°* Samuel Johnson ofrece otra evaluacién com- parativa de la avaricia en Raselas, donde ese principe abisinio habla acerca de su cautiverio: Mi condicién ha perdido mucho de su terror desde que supe que Essays, Vol. I, p. 160, & Eucys! Moral,’ Politica, and Literary, ed. T. H. Green y T. H, Grose (Lon- dres: Longmans, 1898), Vol. I, p. 176. Compérese esto con Ia descripciéa del ‘or que hace Hume en otro ensayo: “El amor es una pasin inquicta e impe Giente llena de capricho y variaciones: surge en un momento de un rasgo, de un aire, de nada, y de pronto se extinge en la misma forma” (p. 238). z ‘© 4 Treatise of Human Nature, Libto Wil, Parte IH, Seccién Il, Esta evalua- cia comparativa se hace en el contexto de la explicaciéa hecha por Hume de la existencia de Ja sociedad civil; y el vigor y Ia universalidad del deseo de le ganancia se presentan primero como una amenaza para la sociedad. Hume mucs- ta luego cOmo se evita esta amenaza “a In menor seflexién, pues es evidence ‘que Ja pasia se satisface mucho mejor por su restriccidn..." Vid. Supra, p. 32 62 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES los arabes invadieron el pais s6lo para obtener riquezas. La ava- ticia es un vicio uniforme y manejable; otras intemperancias in- telectuales son diferentes en distintas constituciones mentales; lo que agrada al orgullo de uno ofenderd el orguilo de otto; para contentar al codicioso hay un procedimiento sencillo: darle dinero y nada negaré.°s También Montesquieu advierte la constancia y la persistencia notables de la pasién por la acumulacién: Un comercio leva al otro: lo pequefio a lo mediano; lo mediano a lo grande; y Ja persona que estaba tan ansiosa pot ganar un poco de dinero se coloca a si misma en una situacién donde no esté menos ansiosa por ganar mucho. Aqui parece maravillarse Montesquieu ante el hecho de que el dinero sea una excepcién a lo que se conoce en Ia econom/a moderna como la ley de la utilidad marginal decreciente, Cer- ca de siglo y medio después, el sociélogo aleman Georg Simmel hizo algunas observaciones esclarecedoras sobre este mismo tema, Normalmente, dijo Simmel, Ja satisfaccién del deseo hu- mano significa una familiarizacién fntima con todas las facetas diversas del objeto o la experiencia deseados, y esta familiaridad es responsable de la conocida disonancia existente entre el de- seo y la satisfaccién, que muy frecuentemente asume la forma de la decepcién; pero el deseo de una cantidad dada de dinero, una vez satisfecho, es peculiarmente inmune a esta decepcidn, Siempre que el dinero no se gaste en cosas, sino que su acumu- lacién se convierta en un fin en st mismo; porque entonces, “como una cosa totalmente desprovista de cualidad [el dinero] no puede ocultar sorpresa ni desencanto como cualquiera otro objeto, por miserable que sea”.®° La explicacién psicolégica de Simmel podria haber satisfecho a Hume, Montesquieu y el doctor Johnson, a quienes evidentemente inttigaba la cons- * Capitulo 39, ™ Esprit des lois, Vol. XX, p. 4, © Philosophie des Gelder (Leipzig: Duncker and Humblot, 1900), p. 232 LA GANANCIA DE DINERO 63 tancia del amor por el dinero, una cualidad tan peculiar en una pasién. La insaciabilidad del auri sacra fames se habia considerado a menudo el aspecto mas peligroso y reprensible de esta pa- sion. Por un vitaje extrafio, debido a la preocupacién del pensamiento posterior a Hobbes por la inconstancia del hom- bre, esta misma insaciabilidad se convertia ahora en una vit- tud, porque implicaba constancia. Sin embargo, para que este cambio radical de la valuacién resultara convincente, y para que lograra una suspensién temporal de patrones de pensa- miento y juicio muy arraigados, era necesario dotar al “obs- tinado” deseo de ganancia con una cualidad adicional: Ja ino- cuidad. LA GANANCIA DE DINERO Y EL COMERCIO COMO INOCENTES Y “DOUX” La visION de la persistencia caracteristica de la “afeccién in- teresada” (Hume) puede parecer alarmante al lector moderno, porque de inmediato pensara en la probabilidad de que un impulso tan poderosamente dotado barra con todo lo que se en- cuentra en su camino. Esta reaccién encontré su articulacién mas vigorosa y famosa un siglo después, en el Manifiesto Co- munista. En realidad, ya se habian escuchado algunas voces de alarma en la Inglaterra de principios del siglo xviu, donde la crisis bancaria de 1710, el escandalo de los Mares del Sur en 1720, y la corrupcidn politica generalizada de la época de Walpole, hicieron temer que el dinero estuviese minando el orden antiguo. Bolingbroke, el adversario tory de Walpole, lanz6 algunos ataques a Jos corredores de bolsa y los poderosos nouveaux riches de su época, y aun Ilegé a denunciar en su periddico, The Craftsman, el papel que el dinero estaba ocu- pando como “un lazo mas petdurable que el honor, la amistad, 64 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES la relacién, la consanguinidad, o la unidad de los afectos”.”* Pero estos sentimientos habrian de asumir cierta importancia ideoldgica sélo bien entrada la segunda mitad del siglo entre los escritores escoceses, sobre todo Adam Ferguson, y en Fran- cia con Mably y Morelly. Durante gran parte del siglo, tanto en Inglaterra como en Francia, la evaluacién dominante del “amor por la ganancia” era positiva, aunque un poco desde- fiosa, como se observa en el pasaje de Rasselas antes citado ("... los arabes invadieron el pais sélo para obtener ri- quezas”). El doctor Johnson es responsable también de una observa- cién reiacionada, famosa y, en nuestro contexto, particular- mente reveladora: Hay pocas formas en que un hombre pueda ser empleado més inocentemente que en la ganancia de dinero."" Este epigrama sugiere otro sentido en el que el comportamiento motivado por el interés y la ganancia de dinero se considera- ban superiores al comportamiento orientado por la pasién or- dinaria. Las pasiones eran salvajes y peligrosas, mientras que la busqueda de nuestros intereses materiales era inocente 0, como se ditia ahora, inocua. Este es un componente poco cono- cido pero particularmente revelador del complejo de ideas que discutimos. ® Citado en Isaac Kramnick, Bolingbroke and his Circle: The Politics of Nos- talgia in the Age of Walpole (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1968), p. 73; véase el Capitulo II en general, donde se encuentra una presentacién de Bolingbroke como un temprano politico “populista”. Es posible que Kramnick haya exagerado esta imagen: al final del Capitulo IIT debe recurrit a Hume para pre- seniar la condenacién més aguda de algunas de les innovaciones financieras del periodo. Véase una concepcién diferente de la oposicién de Bolingbroke en Quen- tin Skinner, “The Principles and Practice of Opposition: The Case of Bolingbroke versus Walpole”, en Neil McKendrick, ed., Historical Perspectives: Studies in En- glish Thought and Society in Honour of J. H. Plumb (Londses: Europa, 1974), pp. 93-218; y J. G. A. Pocock, “Machiavelli”, pp. 577-578. Pocock sostiene que Bolingbzole estaba menos preocupado por el surgimiento del mercado que por el poder que podrian obtener la Corte y el Primer Ministro a resultas de los incrementados recursos financiesos @ su disposicién. * Bowell’s Life of Johnson (Nueva York: Oxford University Press, 1933), Vol. I, p. 567. La fecha es el 27 de marzo de 1775. LA GANANCIA DE DINERO. 65 La evaluacidn de las actividades comerciales y de ganancia de dinero como algo inocuo puede entenderse como una con- secuencia indirecta del ideal aristocratico dominante durante largo tiempo. Como antes vimos, cuando la fe en este ideal habia sido gravemente sacudida y el “héroe” habia sido “de- molido”, el comerciante vituperado desde antiguo no vio au- mentar correspondientemente su prestigio: la idea de que era un hombre vil, desalifiado y chato subsistié durante largo tiempo. Aun se dudaba de que el comercio fuese un instrumento eficiente en relacién con sus propios objetivos de ganancia de dinero, una duda expresada todavia a mediados del siglo xvi por Vauvenargues en la sorprendente maxima: “El Interés hace pocas fortunas.” °* Se ha dicho que una creencia basica de los espafioles al emerger de la Reconquista era la de que “un hombre de calidad adquiere, mediante el combate, la ti- queza en una forma més honorable y répida que un hombre més bajo con su trabajo”, pero Ja idea era generalmente aceptada. El mismo desprecio que se tenia por las actividades econémicas llevé a la conviccién, a pesar de muchas pruebas en contrario, de que no podrian tener gran fuerza en ninguna area del esfuerzo humano y eran incapaces de causar bien o mal en gran escala. En una época en que los hombres estaban buscando caminos para limitar el dafio y los horrores que les gusta infligirse reciprocamente, las actividades comerciales y econdémicas se consideraron asi en forma més magnénima, pero no porque hubiese aumentado Ja estima en que se les tenia; por el contrario, toda preferencia por ellas expresaba el deseo de descansar de una grandeza (desastrosa) y asi reflejaba la continuacién del desprecio.. En cierto sentido, el triunfo del ca- pitalismo, como el de muchos tiranos modernos, debe mucho a “© Réflexions et maximes, en Oewvres (Paris: Cité des livres, 1929), Vol. Il, p. 151, ® Salvador de Madariaga, The Fall of the Spanish-American Empire (Londres: Hollis and Canter, 1947), p. 7. Sin subrayado en el original. 66 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES la renuncia general a tomarlo en serio 0 a considerarlo capaz de grandes designios o realizaciones, una renuencia muy evi- dente en la observacién del doctor Johnson. El apotegma de Johnson acerca de la inocuidad de la “ob- tencién de dinero” tuvo su homédlogo en Francia. En realidad, el mismo término “inocente” puede encontrarse como una des- cripcién de las actividades comerciales en el preambulo del edicto de 1669 que declaraba compatible con la nobleza el comercio maritimo: Considerando que el Comercio es la fuente fecunda que leva abun- dancia a los estados y la difunde entre sus stibditos. ...; y consi- derando que no hay ninguna forma de adquisicién de la riqueza mas inocente ni més legitima .. 2° Mas tarde se volvié popular otro término, a primera vista més extrafio atin. Se hablaba mucho, a partir de fines del si- glo xv, de la douceur del comercio: una palabra notoria- mente dificil de traducir a otros idiomas (como se ve, por ejemplo, en Ja douce France), habla de dulzura, suavidad, cal- ma y amabilidad, y es el anténimo de la violencia. La primera mencién de esta calificacién del comercio que he podido en- contrar se halla en Le parfait négociant, de Jacques Savary, el libro de texto para los hombres de negocios del siglo xvi: [La Divina Providencia} no ha querido que todo 10 necesario para la vida se encuentre en el mismo lugar. Ha dispersado sus dones para que los hombres comercien entre si y para que Ja necesidad reciproca que tienen de ayudarse mutuamente establez- ca lazos de amistad entre ellos. Este intercambio continuo de todas las comodidades de la vida constituye el comercio y este comercio produce toda la amabilidad (douceur) de la vida, .. 3% Este pasaje expresa primero la idea de un “interés favorable 2 Citado en Francois de Forbonnais, Recherches et coasidérations sur les finan- ces de France, depuis Vannée 1595 jusqu'd Vannée 1721 (Basilea, 1758), Vol. 2 Jacques Savary, Le parfait négociant, on Instruction générale de tout ce qui LA GANANCIA DE DINERO. 67 de la Providencia en el comercio internacional” que Jacob Viner ha encontrado ya en el siglo Iv de nuestra era” Pero la tltima oracién sobre la doucewr, subrayada por Savary, pertenece claramente a la época en que él escribid. El exponente mds influyente de la doctrina del doux com- merce fue Montesquieu. En la parte del Esprit des lois que se ocupa de cuestiones econémicas afirma en el capitulo inicial: . es casi una regla general que dondequiera que los modos del hombre son amables (moeurs doces) hay comercio; y dondequiera que bay comercio, los modos de los hombres son amables.'°% Y mas adelante, en el mismo capitulo, repite: El comercio ... pule y suaviza (adoucit) los modos barbaros, como podemos verlo cotidianamente. No esté muy claro en Montesquieu si el efecto inductor de douceur del comercio se supone generado por los cambios ope- rados por el comercio entre los individuos participantes en actividades comerciales 0, mas ampliamente, entre todos quie- nes usan y consumen los bienes que el comercio vuelve dispo- nibles. En todo caso, el término, en su significado mas amplio, tuvo una carrera afortunada fuera de Francia. Veintitin aiios después de la publicacién de la obra de Montesquieu, la frase antes citada se encuentra casi idéntica en la obra del historia- dor escocés William Robertson, quien escribe en su View of the Progress of Society in Europe (1769): El comercio tiende a climinar Jos prejuicios que mantienen las distinciones y la animosidad entre las naciones. Suaviza y pule las maneras de los hombres regarde le commerce (Paris, 1675), ed. 1713, p. 1 (subrayado en el original) 4? Viner, Providence, pp. 36 y sigs. ¥9 Esprit des lois, XX, 1 w+ Felix Gilbert (University of Chicago Press, 1972) ha editado recientemente esta obta, con una introduccién. La obra es el prefacio al libro de Robertson History 68 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES La expresién “las naciones pulidas”, por oposicién a las “ru- das y barbaras”, llegé a usarse conrinmente en Inglaterra y Escocia hacia la segunda mitad del siglo xvii. Designaba los paises de Europa Occidental cuya riqueza creciente se percibia con claridad como muy relacionada con la expansién del co- mercio. Es probable que el término “pulidas” se haya escogido a causa de su afinidad con adowuci: en esta forma, la douceur del comercio pudo haber sido indirectamente responsable del primer intento de expresién de una dicotomia que reaparecié mas tarde bajo términos tales como “avanzado-atrasado”, “des- arrollado-subdesarrollado”, etcétera. Es probable que el origen del calificativo doux se encuentre en el significado “no comercial” de comercio: aparte de in- tercambio, la palabra denotaba desde largo tiempo atras una conversacién animada y repetida y otras formas de la interre- lacién social y de los tratos corteses entre personas (con fre- cuencia entre dos personas de sexo opuesto)."”” Fue en este contexto que el término dowx se usaba a menudo en relacién con commerce. Por ejemplo, el reglamento interior de un colle- ge parisino promulgado en 1769 contenia esta oracién: Ya que van a vivir en sociedad al dejar el Collége, los alumnos serdn adiestrados en una etapa temprana en la practica de una interrelacién amable, facil y honesta (un commerce doux, aisé et honnéte) 19% EI término levé asi a su carrera “comercial” una carga de significado que denotaba cortesia, maneras pulcras, y un com- portamiento socialmente util en general. Aun asi, el uso per- of the Reign of the Emperor Charles V. El pasaje citado (sin subrayado en eb original) se encuentra en la p. 67. En “Proofs and Illustrations” anexadas a su ensayo, Robertson se refiere a la introduccién que hace Montesquieu 2 la pare del Espiritu de las Leyes que se ocupa del comercio (véase la p. 165), peso no a la frase precisa que adopte de esta obra. 35 Esto es cierto en inglés y en francés. Véase el Oxford English Dictionary. 1° Réglement intérieur du College Louis-le-Grand (1769), p. 36. Este docu- mento era la Muestra N° 163 en la Exhibicién de !a Vida Diaria de Paris en el siglo xvmm, Archivos Nacionales, Paris, verano de 1974, LA GANANCIA DE DINERO 69 sistente del término Je dowx commerce nos patece una abe- rraci6n extrafia en una época donde el trafico de esclavos se encontraba en su apogeo y donde el comercio en general era todavia una actividad azarosa, arriesgada, y a menudo vio- Jenta.’” Un siglo después, el término fue justamente ridicu- lizado por Marx, quien al explicar la acumulaci6n primitiva del capital relata algunos de los episodios mas violentos de la historia de la expansién comercial europea y luego exclama con sarcasmo: "He aqui como se las gasta el doux commerce.” ** Es probable que la imagen del comerciante como un hom- bre doux, pacifico, inofensivo, haya cobrado alguna fuerza por comparacién con los ejércitos saqueadores y los piratas asesi- nos de la época. Pero en Francia, més atin que en Inglaterra, es posible que también haya tenido que ver con la manera como la gente veia a los diferentes grupos sociales: cualquiera que no perteneciese a la nobleza no podria, por definicién, compartir las virtudes heroicas ni las pasiones violentas. Des- pues de todo, tal persona sdlo podia perseguir intereses y no Ja gloria, y todos sabéan que esta actividad era inevirablemen- te doux por comparacién con los pasatiempos apasionados y las hazafias salvajes de la aristocracia. 8 Savary, consciente de las consideraciones comerciales y del intercambio, pudo aceptar la institucién de la esclavitud sefialando que “el cultivo del tabaco, el azi car y el adil ... no deja de ser ventajoso” para los esclavos, a causa “del cono cimiento del Dios verdadero y de la religién cristiana que se les trasmice como ‘una especie de compensacién por la pérdida de Ja libertad”. Citado en E. Levasseur, Histoire du commerce de la France (Patis: A. Rousseau, 1911), Vol. I, p. 30: 208 E] Capital, Vol. J, Capitulo XXIV, Seccién 6, p. 639. El término se convirtié aparentemente en una broma privada entce Marx y Engels. Cuando Engels renuncié finalmente, en 1869, a su conexiéa con la empresa textil de su familia, pera dedicarse por entero al movimiento socialista, escribié a Marx: “jHurra! Este dis marca el final del doxx commerce, y soy un hombre libre”. Casta de 1 de julio de 1869, en Karl Marx-Friedrich Engels, Werke (Berlin: Dieta, 1965), Vol 32, p. 329. 70 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES LA GANANCIA DE DINERO COMO UNA PASION TRANQUILA EN EL curso del siglo xvul, la actitud positiva hacia las ac- tividades econdémicas recibié el apoyo de nuevas corrientes ideolégicas. A pesar de que estaba arraigada en las sombrias concepciones de la naturaleza humana del siglo xvii, sobre- vivid notablemente bien al ataque virulento desatado en la €poca siguiente sobre tales concepciones. Las concepciones anteriores de los intereses y las pasiones fueron sometidas a varias criticas. Por una parte, como ya he- mos visto, se refuté vigorosamente la proposicién de que el hombre est4 totalmente gobernado por el interés o amor a si mismo, Al mismo tiempo se hicieron varias distinciones nuevas entre las pasiones a fin de presentar algunas de ellas como me- nos dafiinas que otras, si no es que francamente benéficas. En esta forma, la oposicién entre pasiones benignas y malignas (con algunos tipos de propensiones adquisitivas clasificadas en- tre las primeras) se convirtis —sobre todo en Inglaterra— en el equivalente del siglo xvii de Ja oposicién del siglo xvit entre los. intereses y las pasiones; pero ambas dicotomias se yuxtaponian y coexistieron durante largo tiempo. La nueva linea de pensamiento se desarrollé, sobre todo como una reaccién critica al pensamiento de Hobbes, por la llamada escuela sentimental de los filésofos morales ingleses y escoceses, desde Shaftesbury hasta Hutcheson y Hume.’ La principal aportaci6n de Shaftesbury fue la rehabilitacién o el redescubrimieato de lo que Ilama las “afecciones naturales”, tales como la benevolencia y Ja generosidad. Distinguiendo entre su efecto sobre el bien privado y el piblico, no le resulta dificil demostrar que estos excelentes sentimientos sirven a ¥ Aunque Adam Smith fue un miembro importante de la escuela, su Teorla de los sentimientos morales no se ocupé de las distinciones particulates que Shaftesbury, y sobre todo Hutcheson, tratacon en gran extensién. Tampoco se ocupé de le distincién entre las pasiones y los intereses; véase infra pp. 116 a 118. LA GANANCIA DE DINERO: PASION TRANQUILA m ambos. Shaftesbury se ocupa luego de las afecciones 0 pasio- | nes menos admirables y las divide en las “afecciones egojstas” © “pasiones egoistas”, que se orientan hacia el bien privado y pueden Ilegar a alcanzarlo, pero no necesariamente hacia el bien publico, y las “afecciones antinaturales” (inhumanidad, envidia, etc.), lo que no logran el bien publico ni el privado. Dentro de cada categoria distingue ademas entre las afecciones moderadas y las inmoderadas. Resulta interesante observar lo que ocurre cuando trata de colocar las actividades econémicas en este esquema conceptual. Las coloca en el renglén de las “pasiones egoistas”, pero luego argumenta para sacarlas de alli: Si el deseo [de adquisicién de riqueza] es moderado y en grado razonable; si no ocasiona ninguna busqueda apasionada, no ha- br& nada en este caso que no sea compatible con la virtud, y aun que no sea adecuado y benéfico para la sociedad. Pero si crece hasta convertirse en una pasién real, el dafio y el agravio que causa al publico no es mayor que el causado al individuo mismo. Tal sentimiento es en realidad un opresor de si mismo, y es para el individuo una carga més pesada de lo que podri ser jamds para la humanidad?” Es obvio entonces que la ganancia de dinero no encaja en la categoria intermedia de “pasién egoista”: cuando se persigue con moderacién, se la promueve hasta el rango de una “afec- cién natural” que realiza el bien privado y el piblico, mien- tras que se la rebaja al rango de una “afeccién: antinatural”, que no realiza ainguna de las dos clases de bienes, cuando Hega al exceso. Francis Hutcheson simplifica el esquema de Shaftesbury y distingue entre las pasiones benevolentes y las egoistas por una pacte, y entre los “movimientos de la voluntad” tranquilos y violentos, por Ia otra. Entre los pocos ejemplos que da para jlustrar el ultimo contraste, cita también las actividades eco- némicas: 20 Characteristicks, p. 336. 72 CONTRARRESTANDO LAS PASIONES .+. el deseo tranquilo de la riqueza nos obligard, aunque con re- nuencia, a hacer gastos espléndidos cuando ello sea necesario para ganar un buen negocio o un empleo Iucrativo; mientras que la pasién de la avaricia se aflige ante estos gastos.'"? El criterio empleado aqui por Hutcheson para separar el “de- seo tranquilo (calm) de riqueza” (adviércase que “calm” es el equivalente inglés de doux) de la avaricia no es la intensi- dad del deseo sino la disposicién a pagar altos costos para obtener beneficios més altos atin. Un deseo tranquilo se de- fine asi como aquel que acta con cAlculo y racionalidad, y equivale por lo tanto exactamente a lo que se entendia por interés en el siglo xvi. La nueva terminologia planteaba un problema: mientras que podia concebirse sin dificulead una victoria de los intere- ses sobre las pasiones, el lenguaje vuelve dificil la concepcién de un triunfo de las pasiones tranquilas sobre las violentas. Hume, quien habia adoptado también la distincién entre pa- siones tranquilas y violentas, afronté la cuestién sin remilgos y la solucioné-en una oracién categética: Debemos... distinguir entre una pasién tranquila y una dé entre una pasién violenta y una fuerte2!2 En esta forma todo estaba bien: una actividad como la adqui- sicién de riqueza conducida racionalmente podia describirse e implicitamente defenderse como una pasién tranquila que se- tia al mismo tiempo fuerte y capaz de triunfar sobre una diver- sidad de pasiones turbulentas (pero débiles). Es precisamente este caracter dual del impulso adquisitivo el que destaca Adam Smith en su conocida definicién del deseo de mejorar nuestra condicién como un “deseo que si bien generalmente se mani- fiesta en forma serena y desapasionada, arraiga en nosotros y 2 A system of Moral Philosophy, facsimil de la ediciéa de 1755 en Works (Hildesheim: Georg Olms, 1969), Vol. V, p. 12. 2 ‘Treatise, Libro, M1, Parte Il, Seccién ‘IV, PASION TRANQUILA 7 LA GANANCIA DE DINERO: nos acompafia hasta la tumba”.** Y Hume ofrece un ejem- plo especifico de esta pasién tranquila pero fuerte, que triunfa sobre una pasién violenta, en su ensayo “Of Interest”: Una consecuencia infalible de todas las profesiones industriosas es la de... hacer que el amor por la ganancia prevalezca sobre el amor por él placer”. Pronto examinaremos otros argumentos atin mds extrava- gantes en favor del “amor por la ganancia”, Pero en este pun to de nuestra historia la aseveracion de Hume puede quedar como la culminacién del movimiento de ideas trazado: el ca- pitalismo es alabado aqui por un fildsofo prominente de la €poca porque activara ciertas inclinaciones humanas benignas a costa de algunas inclinaciones malignas, por la expectativa de que, en esta forma, reprima y quiz4 atrofie algunos compo- nentes mds destructivos y desastrosos de la naturaleza humana. 9 La riquena de las naciones, p. 309 (sin subrayado en el original) Writings on Economics, p. 53. SEGUNDA PARTE COMO SE ESPERABA QUE LA EXPANSION ECONOMICA MEJORARA EL ORDEN POL{TICO AL PARECER, el argumento en favor de que se diese rienda suelta y aliento a las actividades adquisitivas privadas fue a Ja vez el resultado de una larga linea de pensamiento Occidental y un ingrediente importante del clima intelectual de los siglos XVII y XVILL)Si la “tesis de los intereses frente a las pasiones”’ ~es sin embargo muy poco conocida, ello se debe en parte al hecho de que fue sustituida y oscurecida por la publicacion trascendental, en 1776, de La rigueza de las naciones. Por ta- zones que examinaremos mis adelante, Adam Smith abandond la distincién existente entre los intereses y las pasiones al for- mular su argumento en favor de la biisqueda itrestricta de la ganancia privada; opté por destacar los beneficios econémi- cos que derivarian de esta busqueda, antes que los peligros y desastres politicos que evitaria. Otra razén de que la tesis sea poco conocida puede inferirse de la forma laboriosa en que hubo de armarse en las paginas precedentes, a partir de fragmentos diversos de pruebas inte- lectuales, Al recurrir a un gran conjunto de fuentes, he tra- tado de demostrar que la tesis formaba parte de lo que Michael Polanyi ha Iamado “la dimensién tacita”, es decir, proposi- ciones y opiniones compartidas por un grupo y tan obvias para él que munca se articulan en forma plena o sistematica, Un as- pecto caracteristico de esta situacién es el hecho de que varios autores importantes —incluido el propio Adam Smith, lo que resulta interesante— elaboraran aplicaciones 0 variantes espe- ciales de la teoria basica inarticulada. Una variante particular- mente importante constituye el tema de las paginas siguientes. Como antes vimos, los origenes de la tesis se encuentran en la preocupacién por el arte de gobernar. Las pasiones que mas deben refrenarse son las de los poderosos, que se encuen- tran en posicién de hacer dafio en gran escala y se considera ban particularmente bien dotados de pasiones por comparacion con hombres menos importantes. En consecuencia, las aplica- a 78 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO ciones mis interesantes de la tesis demuestran cémo el capri- cho, el desastroso deseo de gloria y, en general, los excesos apasionados de los poderosos, se frenen por los intereses: los propios y los de sus sibditos. , Los principales representantes de esta forma de pensar en el siglo xviii fueron Montesquieu en Francia y Sir James Steuart en Escocia. Sus ideas basicas fueron enriquecidas por John Mi- lar, otro miembro prominente de ese grupo notable de filé- sofos, motalistas y cientificos sociales Ilamado a veces la Ilus- tracciéa escocesa. Los fisiécratas y Adam Smith compartian algunas de las premisas y preocupaciones de Montesquieu y Steuart, pero sus soluciones fueron muy diferentes. Cada uno de estos pensadores seré examinado por sepatado, a excep- cién de los fisiécratas, que se examinaran como el grupo doc- trinal fuertemente unificado que en realidad constituyeron. Dado que me referiré a algunos pasajes de sus escritos que no han recibido gran atencién o escrutinio, ser necesario rela- cionar estos pasajes con el resto de su obra. Sélo en esta forma podré obtenerse una perspectiva del significado y la impor- tancia de Jas concepciones que serén presentadas aqui. ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 1. MONTESQUIEU Montesquieu vio muchas virtudes en el comercio, y ya he- mos mencionado la relacién que afirmé entre la expansion del comercio y la difusién de la urbanidad (douceur). Para Mon- tesquieu, la influencia cultural del comercio va de la mano. con su incidencia politica: en la parte politica central, la Parte Uno de El espiritu de las leyes, Montesquieu sostiene primero, segin lineamientos republicanos clasicos, que una democracia ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 19 puede sobrevivir de ordinario s6lo cuando la riqueza no es de- masiado abundante ni est4 distribuida en forma demasiado des- igual, pero luego procede a conceder una excepcién importan- te a esta regla en el caso de “una democracia basada en el co- mercio”. Dice, en efecto: El espiritu del comercio trae consigo el espiritu de la frugalidad, de Ja economia, de la moderacién, del trabajo, de la sabiduria, de la tranquilidad, del orden y de la regularidad. En esta forma, mien- tras prevalezca este espiritu, Ja riqueza que crea no tiene ningin efecto pernicioso. Casi nos sentimos tentados a pasar por alto esta alabanza del comercio por ser tan extravagante. Pero mis adelante formula Montesquieu un argumento mucho més detallado y razonado con mayor cuidado sobre los efectos politicos favorables del comercio. Este argumento ha sido poco comentado, y ahora lo resefiaré con algun detalle. Debe advertirse que el argumento, por oposicién al antes citado, no sdlo no se restringe a los efectos del comercio sobre una democracia sino que se aplica con vigor particular a las otras dos formas de gobierno que Montesquieu examina a lo largo de toda su obra y con las que estaba iatimamente familiarizado y preocupado: la mo- narquia y el despotismo. En la Parte Cuarta de El espiritu de las leyes, Montesquieu examina el comercio (Libros XX y XXI), el dinero (Libro. XXID, y la poblacién (Libro XXII). En el Libro XX ex- presa su opinién sobre una gran diversidad de temas genera- les, desde “el espiricu del comercio” hasta la conveniencia de permitir que la nobleza participe en actividades comerciales. En. cambio, en el Libro XXI se ocupa Montesquieu de un solo tema, la historia de la navegacién y del comercio, y ademas es mas empirico que nunca. Resulta entonces muy sorpren- dente que de pronto formule un principio general en el capi: Av, 7 80 MEJORANDO EL ORDEN. POLITICO tulo en el que analiza “Cémo surgié del barbarismo el co- mercio de Europa”. Montesquieu describe aqui en primer termino cémo se veia obstruido el comercio por la prohibicién eclesidstica del cobro de intereses y fue tomado en consecuen- cia por los judios; cémo sufrieron los judios violencias y ex- torsiones constantes a manos de nobles y reyes; y cémo reac- cionaron finalmente inventando la letra de cambio (léttre de change). En la parte final del capitulo se llaga a conclusiones sorprendentes: +-¥ por este medio pudo el comercio eludir la violencia y mante- nerse en todas partes; porque el comerciante més rico tenfa sélo riqueza invisible que podria enviarse a cualquier parte sin dejar huella alguna ... En esta forma, debemos ... a la avaricia de los gobernantes Ia creacién de un instrumento que de algtin modo saca al comercio de sus gartas. : Desde esa época, los gobernantes se han visto obligados a gober- nar con mas sabiduria que la que ellos habrian deseado; porque, debido a estos acontecimientos, las acciones arbitrarias grandes y repentinas (les grands coups d’autorité) del soberano han resul- tado ineficaces y.., s6lo el buen gobierno trae la prosperidad fal principe]. Hemos empezado a recobrarnos del maquiavelismo, y lo seguire- mos haciendo dia a dia. En los consejos de Estado se requiere ma- yor moderacién. Lo que solia llamarse coup d’éat no serla ahora sino impradencia, aparte del horror que tales acciones inspiran. ee 7 : a ¥ el capitulo termina con Ja oracién que constituye un tes- tigo de calidad para la tesis de este ensayo y ha sido escogida como su epigrafe: Yes afortunado para los hombres encontrarse en una situacién en la que, mientras sus pasiones los impulsan a ser malvados (méchants), sus intereses los impulsan en sentido contrario2 * XX, 20. ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 81 Esta es una generalizacién verdaderamente magnifica, ba- sada en la expectativa de que los intereses —es decir, el co- mercio y sus corolarios, como la letra de cambio— inhibiran Jas pasiones y las acciones “malvadas” inducidas por la pasién de los poderosos. Varios pasajes relacionados de la obra de Montesquieu aclaran que las ideas propuestas en el Libro XXI constitufan un componente importante de su pensamiento so- bre la relacién existente entre la economia y la politica.’ En el libro siguiente (XXII) utiliza un argumento muy similar al discutir el envilecimiento de Ja moneda por obra del sobetano. Los emperadores romanos siguieron esta practica con gran cui- dado y beneficio, pero en épocas més modernas el envileci- miento de la moneda es contraproductivo a causa de las" ex- tensas operaciones de divisas y arbitrajes que producirian de inmediato: ... estas operaciones violentas no podrfan ocurrit en nuestra épo- ca; un principe se engafiarla a si mismo y no engafiaria a nadie. Las operaciones con divisas (Je change) han ensefiado a los ban- queros a comparar monedas de todo el mundo y a asignarles su valor correcto..... Estas operaciones han eliminado las acciones arbicratias grandes y tepentinas (les grands coups @autorisé) del soberano, 0 por lo menos su buen éxito Estas dos situaciones parecen mis similares aun a causa de los términos casi idénticos utilizados para designar las dos técnicas que se traducen en restricciones para los politicos: la léttre de change en el primer caso, y simplemente /e change en el segun- do. Montesquieu subraya en sus notas la importancia de la letra ® La oposicién entre Jos incereses y las pasiones aparece también en otra parte de la obra de Montesquieu: “Ya que vive en un estado de excitacién perma- nente, esta naciéa podria ser conducida mejor por su pasién que por la razén; esta Ultima nunca produjo efectos intensos sobre Ia mente de los hombres; y seria fécil para los gobernantes de esta nacién conducirla a empresas contrarias a sus intereses reales.” El espirity de las leyes, XIX, 27. Este parrafo se encuen- tra en el capitulo famoso en que se presenta con simpatfa a Inglatecra, en gran extensién, sin mencionarla jamas por su nombre. Como en el caso de La Bruyére (vid. supra, p. 52), se asigas aqui a la sazén el papel de un miembro relativa mente impotente en un ménage 4 irois formado por la pasién, la razén y el interés + XXIL, 14. 82 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO de cambio: “Resulta asombroso que la letra de cambio haya sido descubierta tan tarde, porque no hay nada mis util en el. mundo”,” y en El espiritu de las leyes hace mucho hincapié en la importancia de Ja subdivisién de la riqueza en tierras (fonds de terre) y propiedad mueble (effets mobiliers) de la que forma parte la letra de cambio.* Antes de Montesquieu, Spinoza habia establecido la misma distincién, también para fines politicos, y habia mostrado la misma preferencia por el capital movible sobre el fijo. En el Tractatus politicus \legé a defender la propiedad estatal de to- das Jas tiertas, incluidas las casas “de ser posible”.’ El propé- sito de la prohibicién de la propiedad privada era la elimina- cién de disputas irresolubles y de la envidia interminable: al poseer tierras que existen en cantidades limitadas, los miem- bros de la misma comunidad se encuentran necesariamente en una situacién donde la ganancia de un hombre es la pérdida de otro. Por lo tanto, “es muy importante para la promocién de Ja paz y la concordia... que ningin ciudadano posea tierra alguna”. En cambio, el comercio y la riqueza movible se con- templan en una luz totalmente benigna, porque otiginan “in- tereses interdependientes 0 que requieren los mismos medios para su satisfaccién”.* Para Spinoza, la cantidad de dinero po- seida por los individuos estaba limitada sélo por sus esfuerzos, y estos esfuerzos se traducian a su vez en una red de obliga- ciones reciprocas, que reforzarian los lazos unificadores de la & Mes pensées, No. 753 en Oeuvres complates (Paris: Gallimard, ed. Pléiade, 1949), Vol. I, p. 1206. No resultaba en modo alguno desusada en esa época esta slabanza de Ia letra de cambio, tras un largo periodo de sospecha por su supuesta invencién por los judios y su posible conexiéa con Ja usura. Medio siglo después, durante la discusién del Cédigo de Comercio Napolednico, el proponente de la secciéa relativa a Ja Jetta de cambio exclamaba: "La letra de cambio ha sido in- ventada. En Ja historia del comercio, éste es ua acontecimiento casi comparable al descubsimiento del compés y de América... Ha liberado el capital mueble, hha facilitado sus movimientos, y ha creado un iamenso volumen de crédito. A partir de ese momento, Ia expansién del comercio no ha tenido més limites que fos det globo msmo.” Citado en Henri Lévy-Brubl, Histoire de la lettre de change on France aus 17€ et 180 sidcles (Pacis: Sirey, 1933), p. 24. «XX, 23, * Capitulo VI, par. 12; véase a Spinoza, The Political Works, p. 321. © Capitulo VIL, par. 8; bid, pp. 341-343, ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 83 sociedad.® Como veremos, la importancia creciente de la ri- queza mueble en relacién con la tierra habria de ser utilizada como base de conjeturas politicas similarmente optimistas, no slo por Spinoza y Montesquieu, sino también por Sir James Steuart y Adam Smith. Debemos hacer aqui una breve mencién de actitudes apa- rentemente distintas hacia el crecimiento de la deuda piblica y el incremento consiguiente del monto de las obligaciones gubernamentales o “acciones piblicas”. Un grupo de autores ingleses y franceses, que incluia a Hume y Montesquieu, con: siderd perniciosa, antes que benéfica, esta variedad de la ri- queza mueble.”® Pueden encontrarse en sus argumentos algunos elementos de una doctrina de “billetes reales”, pero criticaron Ja expansién de la deuda piblica sobre todo por razones polf- ticas. Resulta en efecto que su critica derivaba de la misma preocupacién basica por los excesos del poder estatal que los haba levado a hacer una evaluacién positiva del incremento de otros tipos de riqueza mueble, como la letra de cambio. Montesquieu y otros aprobaron los tipos mencionados en al timo término porque se esperaba que limitaran la disposici6n y la capacidad del gobierno pata realizar grands coups d’auto- rité. Pero esta capacidad, y el poder gubernamental en gene- ral, s6lo podria aumentar si Ja tesorerfa obtenia la capacidad de financiar sus operaciones mediante la emisién de deuda en gran escala. Por lo tanto, resulraba enteramente congruente el hecho de que estos autores alabaran el aumento de la circu za (Parts: ® Véase a Alexandre Matheron, Individw et communauté chex Spin inc + pp. 176-178, se ace pera espirita de las leyes, XI, 17 y 18; y sobre todo el ensayo “OF Public Credit”, en David Hume, Writings on Economics, ed. E. Rotwein (Madison, Wis.: University of Wisconsin Press, 1970), pp. 90-107. Es aqui donde Hume taza un cuadzo aterrador del estado politico al que se verla re- ducida Inglacerra si se petmitiera la expansién indefinida de la deuda piblica: "No queda ningtin expediente para resistirse a Ja titania: las elecciones se ganan slo mediante el soborno y la corrupcién. Y una vez eliminado por completo el poder intermedio entre el tey y el pueblo, un desporismo inicuo deberé pre- valecer inevitablemente” (p. 99). Hume y Montesquieu intercambiaron correspon- dencia sobre estas cuestiones; véanse los extractos reproducidos en Writings on Economics, p. 189. 84 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO lacion de letras de cambio al mismo tiempo que deploraban tal aumento de las “acciones publicas”. Al mostrar cémo Ia letra de cambio y el arbitraje de divi- sas desalentaba la accidn tradicional, cruel y violenta del po- deroso, Montesquieu no hace sino seguir el programa que se habia trazado en el breve ensayo sobre politica, escrito veinti- trés afios antes de la publicacién de El espiritu de las leyes: Es inttil atacar directamente a la politica demostrando hasta qué punto sus pricticas estén en conflicto con la moral y la razdn, Esta clase de razonamiento convence a todos, pero no cambia a nadie. ... Considero preferible seguir un camino indirecto y tratar de trasmitir a los grandes un disgusto por ciertas précticas politicas mostrando cuén poco de lo que producen es vitil? Montesquieu se vefa asf motivado por sus principios poli- ticos fundamentales a descubrir, aceptar con beneplacito, y aun exagerar, los efectos politicos benéficos que podrfan derivarse de la letra de cambio y el arbitraje en divisas, Estas institu- ciones y operaciones son congruentes con la preocupacién po- litica que anima la mayor parte de su obra: descubrir un medio para evitar el abuso del poder ilimitado. Su defensa de la separacién de poderes y de un gobierno mixto derivé de su biis- queda del poder compensatorio; porque, a pesar de sus con- clusiones radicalmente diferentes, convenia con Hobbes en que “todo hombre con poder tiende a abusar de ese poder; avan- zara hasta el punto en que se tope con barreras”.® En su libro de notas copié una frase inglesa leida en 1730, durante su estancia en Inglaterra, en The Craftsman, el periddico critico de Bolingbroke: El amor por el poder es natural; es insaciable; casi constante- mente excitado y nunca saciado por la posesién? % Ocsuuses complites (Paris: Pléiade, NRF, 1949), Vol. J, % EL espiritu de las leyes, XI, 4 eee en ateeette * Oeuvres complétes, Vol. TI, p. 1358. Al rastrear las influencias recibidas pos i | 1 ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 85 Y, en consecuencia, concibié el principio de la separacién de poderes y varias otras estratagemas porque, como dice en una frase famosa, Para que no haya abuso del poder es necesario que, mediante la disposicién de las cosas (par la disposition des choses), el poder sea frenado por el poder.# La adecuada disposition des choses que testtingira la expan- sién del poder, de otro modo incesante, se obtiene primordial- mente mediante la construccién de diversas salvaguardias ins- titucionales y constitucionales en el sistema politico. ¢Pero por qué no incluir en esa disposition cualquier otra cosa que pue- da ser util? Cuando se puso a analizar las cuestiones econd- micas, Montesquieu percibio, como antes vimos, que el deseo de ganancia es auténomo e insaciable, justo como el deseo del poder. Pero mientras contemplaba esto ultimo con gran preo- cupacién, sabemos que sdlo vefa dowceur en lo primero. Por Jo tanto, resultaba sélo natural que buscara formas especificas para incorporar el impulso adquisitivo en Ja adecuada dispo- sition des choses. En la oracion fundamental antes citada, en la p. 81, donde las pasiones del soberano aparecen domadas por sus intereses, Montesquieu realiza una combinacién y una fusién de nociones prevalecientes a la sazén acerca de la pasién compensadora con su propia teoria del poder compensador. Alabé la letra de cambio y el arbitraje como auxiliares de las salvaguardas constitucionales y como baluartes contra el des- potismo y Jes grands coups d’autorité; y no hay duda de que estos pasajes sobre las favorables consecuencias politicas de la expansién econédmica constituyen una aportacién importante, y la doctrina politica de Montesquieu, Robere Shackleton concede gran importancia al hecho de que Montesquieu “a pesar de experimentar algunas dificultades para copiar palabras en ua idioma extranjero, ceprodujo en su libro de notis, con su propia mano, los argumentos relativos al peligro ligado al poder”. “Montes- quieu, Bolingbroke, and the Separation of Powers”, en French Studies 3 (1949), p. 37. ® BL espiritu de las leyes, ibid. 36 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO hasta ahora olvidada, a su tesis politica central, asi como re- pfesentan una justificacién bésica de la nueva época comer- cial-industrial. Tal como la hemos presentado hasta aqui, la doctrina de Montesquieu se ocupa por entero del gobierno y la politica nacionales. Esta era en efecto la preocupacién principal del pensamiento politico, la arena tradicional donde se presenta- ban las propuestas de reforma mediante la manipulacién ins- titucional-constitucional. Sin embargo, en los siglos xviI y XVI habia una preocupacién creciente por las relaciones intetnacio- nales y, en particular, por el estado de guerra virtualmente permanente en que estaban enfrascadas las grandes potencias. En la medida en que la guerra se consideraba provocada por los excesos apasionados y caprichosos de los gobernantes, todo mejoramiento de la organizacién politica 0 econémica nacio- nal que obstruyera eficazmente tal comportamiento tendria desde Iuego consecuencias internacionales indirectamente be- néficas y aumentaria las probabilidades de la paz. Peto el co- mercio internacional, siendo una transaccién entre naciones, podria tener también una influencia directa sobre la probabi- lidad de la paz y la guerra: de nuevo, los intereses podrian supetar a las pasiones, especificamente la pasién por la con- quista. Debido al estado relativamente subdesarrollado del pen- samiento sobre las relaciones internacionales, las especulacio- nes de esta clase se formulaban de ordinario en generalidades vagas y pronunciamientos carentes de apoyo. En realidad, la opinién general acerca del efecto del comer- cio sobre la discordia 0 la armonfa internacionales cambié considerablemente del siglo xvit al xvi. Ya fuese a causa de la doctrina mercantilista 0 por el hecho de que los mer- cados eran en efecto tan limitados que una expansién del co- mercio de un pais sdlo podria obtenerse desplazando el de orto, el comercio fue descrito como “combate perpetuo” por Colbert y como “una especie de guerra” por Sir Josiah Child." * Introduccién de Coleman, ed., Revisions in Mercantilitm, pp. 15-16. ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 87 Las condiciones y doctrinas basicas bajo las cuales se desarro- liaba el comercio habian permanecido basicamente sin cambio alguno cincuenta afios después. Sin embargo, bee Melon, un amigo intimo de Montesquieu, proclama en 1734: El espiritu de conquista y el espititu de comercio son mutuamente ién38 excluyentes en una nacién. Montesquieu afirma en forma igualmente categorica: el efecto natural del comercio es Ja conduccién hacia la pee Dos naciones que comercian entre si se vuelven mutuamente ener dientes: si una se interesa por comprar, la cura se inverse or vender; y todas las uniones se basan en las necesidades mutuas: Este cambio dramatico de la opinién selativa al efecto del comercio sobre Ia paz puede estar relacionado con el pensa- miento de Montesquieu en torno a las consecuencias politicas nacionales de la expansién econdmica, Resultaba dificil sos- tener que tal expansién condujera en lo interno a restricciones sobre el comportamiento de los gobernantes, y en lo excerno provocaria guerra cuando se consideraba cada vez mas que las guertas eran motivadas por la ambicién dindstica y la estupidez (como se ve en Candido), mas bien que por el ‘verdadero interés”. : : f En realidad, Ja alabanza de Montesquieu hacia el comercio no carece de reservas. En el mismo capitulo en que alaba el comercio por su contribucién a la paz, lamenta la forma en que el comercio trae consigo una monetizacion de todas las relaciones humanas y la pérdida de la hospitalidad y de otras “virtudes morales que nos llevan a no discutit siempre nues- eee «op? 18 tros propios intereses con rigor”. 1° Essai politique sur le commerce (1734), en E. Daire, Economistes feangis du 17¢ sidcle (Paris, 1843), p. 733. bagovad evap eenastasseasscasnsosseosssossenasesssensessssyasnenaniavaerd=snyeesssre"sens™ererenierresesssessseseneetens 88 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO Jean Francois Melon no tiene tales reservas. Por el contra rio, quiere tranquilizar a quienes puedan temer que el comer- cio, al traer la paz y la tranquilidad, causara la pérdida de cualidades como el valor y la audacia. Afirma que estas cua- lidades no sélo sobreviviran sino que floreceran a causa de Jos peligros de Ja navegacién afrontados de continuo por el comercio maritimo.’® Asi pues, todo esta bien: jel comercio acttia a la vez como un antidoto contra la guerra y como su equivalente moral! 2. Sin JAMES STEUART EN EL coatexto de un pais donde no se contemplaba a media- dos del siglo xvii ningtin remedio claro contra el gobierno desastrosamente arbitrario, la confianza parcial de Montes- quieu en el comercio, la letra de cambio y el arbitraje, como salvaguardias contra les grands coups d’autorité y la pec pueden interpretarse como um gtito de desesperacién, ° bien como un salto extraordinario de la imaginacién optimisea En Inglaterra no habia necesidad de mirar tan lejos, ya que el po- der de la Corona distaba mucho de ser absolutamente para el siglo Xv Sin embargo, ideas similares brotaron entre Jos ae s politicos y los socidlogos histéricos de la Uus- tracién escocesa en la segunda mitad del siglo. Es probable que para figuras tales como Adam Smith, Adam Ferguson y John Millar, estas ideas hayan derivado de z con- viccién de que Jos cambios econémicos son los determinantes basicos de Ja transformacién social y politica? Pero para Sir ™ Essai politique, p. 733. Un ari “ ps 733 ‘Bumento extenso en el sentido d 7 me cig slosa en el comerco’ se cena en Abste ‘Cab! Fang iS cope, Ua comergante ondres, it : Ce Sy Glgnttes 1756). y en Louis de Sacy, Traté de Za gloie Chapt, t Ronald L, Mecly Economies and Ideolosy and Other Essays (Londees: Chapman and Hall, 1967), sobre todo su ensayo de 1954 "The Scoxtish Contti ution to Marxist Sociology", pp. 34-50. ie aa ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 39 James Steuart, quien presenté ideas similares a las de Mon- tesquieu en la forma més explicita y general, la explicacién es mas sencilla aim: su gran obra, Inquiry into the Principles of Political Oeconomy (1767), fue concebida y escrita en gran parte durante su prolongado exilio en el continente eu ropeo, donde la interrelacién entre las condiciones politicas y el progreso econdmico era particularmente obvia. Ademas, la influencia del pensamiento de Montesquieu es evidente a Jo lar- go de su obra, tanto en Jo tocante a los principios generales como en numerosos puntos especificos del andlisis. Por ejemplo, las ideas de Montesquieu sobre los efectos po- liticos de la letta de cambio y el arbitraje aparecen claramente repetidas en el capitulo donde Steuart describe “Las conse- cuencias generales resulrantes para una nacién comercial de la apertura de un activo comercio exterior”, en los términos si- guientes: El estadista mira a su alzededor con asombro; él que gustaba de considerarse a si mismo como el primer hombre de la sociedad en todos sentidos, se percibe eclipsado por el lustre de la riqueza privada, que esquiva su mano cuando trata de asirla, Esto vuelve su gobierno, mas complejo y més dificil de manejar; ahora debe armarse de arte y de direccién, tanto como de poder y autoridad.** La misma idea se expresa otta vez cuando Steuart afirma que “el interés monetario”, por oposicién a los terratenientes con su “propiedad sdlida”, “puede burlar los intentos [del gober- nante}]” y puede frustrar “sus planes para apoderarse de la riqueza privada”.* Este pensamiento acerca de las restricciones inducidas por la expansién sobre la autoridad despojadora y las exacciones arbitrarias de los poseedores del poder politico se elabora y presenta en forma mas general cuando se examinan en forma = Inquiry, Vol. I, p- 181 (sin subrayado en el original) © Bid. p. 213. 90 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO especifica las consecuencias sociales y politicas de la expansién econémica —que més adelante, en el mismo capitulo, Steuart lama “el establecimiento del comercio y la industria”. Como en el pasaje antes citado, Steuart se muestra pecu- liarmente consciente de un enigma notable. Muy familiarizado con el pensamiento mercantilista y en algunos sentidos todavia bajo su influencia, Steuart sabia que el comercio y la industria, conducidos correctamente, deberian aumentar el poder del rei- no y por lo tanto el del soberano. Al mismo tiempo, la ob- servacién del desarrollo social efective y, presumiblemente, el conocimiento del nuevo pensamiento histérico de sus compa- triotas escoceses, como David Hume y William Robertson, se- fialaban un conjunto muy diferente de consecuencias: la ex- pansién comercial fortalecia la posicién de los “hombres de tango medio” a expensas de los sefiores y eventualmente tam- bién del rey. Colocado en la encrucijada de estos dos anilisis © conjeturas contradictorios, Steuart los concilié audazmente por una de esas secuencias dialécticas que, junto con otras in- dicaciones, hace probable que su pensamiento haya influido sobre Hegel.” Sostiene Steuart, en forma verdaderamente mer- cantilista, que “la introduccién del comercio y Ia industria” se origina en la ambicién de poder del gobernante, pero luego demuestra cémo las cosas toman un viraje inesperado: El comercio y Ia industria... deben su establecimiento a la am- bicién de los principes... sobre todo para enriquecerse y volverse ast formidables ante sus vecinos. Pero no descubrieron, hasta que Ja experiencia se los ensefié, que la riqueza obtenida por elios de tales fuentes era sdlo el vertedero de la corriente; y que un pueblo opulento, audaz y dindmico, encontrando en sus manos el fondo de tiqueza de! principe, tambiéa puede, cuando experimenta una fuerte inclinacidn, sacudirse su autoridad. La consecuencia de este cambio ha sido la introduccién de un plan de administracién més moderado y més regular. Paul Chamley, Economie politique et philosophie chez Steuart et = Dalloz, 1963), y Documents relatifs @ Sir James Stonart (Paris: Dalloz, 1965), pp. 89-92 y 143-147 ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA on Una vez que un Estado empieza a subsistir por las consecuencias de la industria, es menor el peligro de caer en poder del sobe- rano. El mecanismo de su administracién se vuelve mas comple- jo, y... el soberano se encuentra tan limitado por las leyes de su economia politica que toda transgresién de tales leyes lo mete cn nuevas dificultades. En este punto, Steuart se cura en salud: Hablo s6lo de gobiernos que se conducen en forma sistemética, constitucional, y por leyes generales; y cuando hablo de los prin- cipes quiero referirme a sus consejos. Los principes que estoy investigando aprecian la fria administracién de su gobierno; co- rresponde a otra rama de Ja politica la construccién de defensas contra sus pasiones, vicios y debilidades humanas.* Pero olvida toda esta precaucién cuando vuelve, pocos ca- pitulos después, al tema de las “restricciones” implicadas por “el complicado sistema de la economia moderna” para la con- duccién de los asuntos piblicos. Otra vez formula un argu- mento con dos caras: por una parte, el aumento de la riqueza hace que el gobernante tenga “una influencia tan poderosa sobre las operaciones de todo un pueblo ... que en otras épo- cas, aun bajo los gobiernos mds absolutistas, era totalmente desconocida”; pero. al mismo tiempo, “el poder soberano esta muy limitado en todo su ejercicio arbitrario” (subrayado de Steuart). La razon se encuentra en la naturaleza de Ia ‘com- plicada economia moderna”, que Steuart Hama también “el plan” o “el plan de la economia”: da ejecucién del plan seré absolutamente incompatible con toda medida arbitraria 0 irregular. Fi poder de un principe moderno nunca ha sido, por la consti- rucidn de su reino, tan absoluto, pero se vuelve limitado en cuanto establece el plan de Ia economfa que estamos tratando de explicat. ™ Inauiry, Vol. 1, pp. 215-217. 92 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO Si su autoridad semejaba antes Ia solidez y la fuerza de la cufia (que puede usarse indistintamente para partir madera, piedra y otros cuerpos dutos, y que puede dejarse de lado y volverse a tomar a voluntad), al final Hegaré a semejar la delicadeza del re- oj, que slo sirve para marcar la progresién del tiempo, y que se destruye de inmediato si se usa en otra cosa cualquiera, o se toca con otra cosa que no sea la mano més delicada, Por lo tanto {una} economfa moderna es el freno més eficaz in- ventado jamés contrd la estupidez del, despotismo2> He aqui otra formulacién brillante de la idea elaborada ori- ginalmente por Montesquieu, que debido al “complicado sis- tema de la economia moderna” los intereses se impondrfan al gobierno arbitrario, a la “estupidez del despotismo”, en suma, a las pasiones de los gobernantes. Esta vez, Steuart arroja al viento su precaucién anterior y ve claramente el comercio y la industria en expansién como confiables “baluartes contra las pasiones, los vicios y las debilidades [de los hombres}”. Como ocurre con Montesquieu, el conjunto de ideas des- tacado aqui se aprecia mejor si tales ideas se relacionan con el testo del pensamiento de Steuart. En el caso de Montesquieu no fue dificil demostrar que sus especulaciones sobre las im- plicaciones politicas de la expansién comercial encajan muy bien en los temas principales de su obra. Pero en el caso de Steuart nuestra primera reaccién es la imputaciéa de incon- gruencia: La Inquiry ha sido conocida desde antafio como un libro donde el “estadista” ** esta orientando constantemente Jas cosas en una direccién u otra para mantener la economia en un curso uniforme, y los intentos de rehabilitacién de Steuart como un gran economista lo han mostrado como antecesor de Maithus, Keynes, y de “la economia del control”." ;Cémo es * Ibid., pp. 278-279. % Ista ex Ia expresién abrevieda usada por Steuart pata “denotar la legis cién 0 el poder supremo, segin sea Ia forma de gobierno”. Inquiry, Vol. 1, p. Sin embargo, ea general utiliza Steuart este término con el significado’ de_un nte ilustsado o que deba ser ilustrado, interesado sélo en el bien piblico © Véase el Capitulo 9, “Steuar's Economics of Control”, en S, R. Sen, The ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 93 posible entonces que haya sostenido al mismo tiempo que “la introduccién de la economia moderna” restringiria 0 constre- iiria al estadista hasta un punto nunca antes visto? La explicacién reside en la distincién, implicita en Steuart, entre los abusos “arbitrarios” del poder que derivan de los vicios y las pasiones de los gobernantes (y se relacionan de cerca con los grands coups d’autorité de Montesquieu) por una parte, y la “fina sintonfa” realizada por un estadista hi- potético exclusivamente motivado por el bien comin, por la otra parte.* Segtin Steuart, la moderna expansién econdmica pone fin al primer tipo de intervencién pero crea luego una necesidad especial del segundo tipo para que la economia siga una trayectoria razonablemente uniforme. La congruencia basica del pensamiento de Steuart se ene tiende mejor a través de su metéfora del reloj al que asemeja la “economia moderna”. La utiliza en dos ocasiones diferentes para ilustrar, por turno, los dos aspectos de Ja intervencién estatal que hemos mencionado. Por una parte, el reloj es tan delicado que “se destruye de inmediato ... si se toca con otra cosa que no sea la mano mis delicada”;* esto significa que el castigo pot los arbitrarios coups d’autorité ya pasados de moda es tan duro que sencillamente tendrin que cesar tales abusos. Por otra parte, estos mismos relojes “de continuo mar- a veces la cuerda es demasiado débil, otras veces es demasiado fuerte para la maquina... y se hace necesaria la mano del relojero para componerla”; ” as{ pues, con fre- cuencia se requieren intervenciones bien intencionadas, de- licadas. Economies of Sir James Stenart (Londres: B. Bell end Sons, 1937), y R. L. Meek, “The Economics of Control Prefigared”, en Science and Society, Otoio de 1958. © EL supuesco mds general por Steuart a lo largo de su libro es que los jiduos estin motivados por su interés propio, mientras que “‘el espirita pibli- co... debe ser preponderante en el estadista". Inquiry, Vol. I, pp. 142-143. Tam. biéa vid. supra, pp. 56-37. © Inguiry, Vol. 1, p. 278. Ibid, p. 217. 94 MEJORANDO -EL ORDEN POLITICO No podemos dejar de pensar aqui en la metdfora que ase- mejaba el universo a un reloj, utilizada constantemente en los siglos Xvi y XVI." Su corolario era que Dios cambiaba de ptofesion o de instrumentos: del alfarero que habia sido en el | Antiguo Testamento, ahora se convertia en relojero, le Grand | Horloger. Por supuesto, la implicacién era que una vez cons- truido el reloj por Dios, debia funcionar enteramente por si solo. El reloj de pulsera de Steuart (= economia) tiene en comin con el reloj de pared (= universo) la cualidad de ser un mecanismo finamente construido que no debe ser moles- tado por la arbitraria interferencia externa; pero al escoger | ja imagen de un reloj, Steuart puede expresar a la vez la imposibilidad de un manejo arbitrario y descuidado y la ne- cesidad de frecuentes movimientos correctores por parte del solicito y experto “estadista”. 3. JOHN MILLAR MONTESQUIEU y Steuart crefan que la expansién del comercio | y Ja industria eliminarfa la toma de decisiones arbitrarias y autoritarias por parte del soberano. Su razonamiento es simi- lar, si no idéntico, Montesquieu generaliza a partir de situa- ciones donde el Estado se ve privado en gran medida, a re- i sultas del surgimiento de nuevas instituciones financieras es- pecificas, de su poder tradicional para tomar la propiedad y envilecer la moneda a voluntad. Para Steuart, es mas bien la complejidad y vulnerabilidad de la “economia moderna” en conjunto la que vuelve inconcebibles las decisiones e interfe- rencias arbitrarias, es decir, exorbitantemente costosas y per- turbadoras. ® Popularizada por Leibnicz y Voltaire, su uso se hace datar de N: (muerto en 1382) ea Lynn White, Medieval Technology and Social Chanze (Ox. ford: Clarendon Press, 1963), p. 125; véase tambiéa a Carlo M. Cipolla, Clocks and Culture, 1300-1700 (Londres: Collins, 1967), pp. 105, 165. : A TE ES eT ee ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 95 Asi pues, en ambas situaciones se impide o disuade al so- berano para que no actue en forma tan violenta o imprevisi- ble como ‘antes, aunque todavia quiera hacerlo. La posicién de Montesquieu y Steuart descansa més en la restriccién, la inhibicién y la sancién del principe que en su motivacién pata que contribuya directamente a la prosperidad de la na- cién, un camino propugnado por Jos fisidcratas, como veremos ands adelante. El “modelo de disuasién” escogido por Montesquieu y Steuart, sobre todo la variante sugerida por este ultimo, nece- sitaba mayor precisién. Después de todo, la disuasién puede fallar y el principe optar por recurrir de todos modos a su atbittio o grand coup d’autorité. En tal caso, la situacién po- dria salvarse todavia si hubiese en la sociedad fuerzas que se movilizaran r4pidamente para oponerse al principe y obli- garlo a retirar 0 modificar sus politicas. Se necesitaba un me- canismo de retroalimentacién 0 equilibrio que restaurara con- diciones favorables a ia expansién del comercio y la industria cuando éstos fuesen perturbados. Podria afirmarse que tal me- canismo estaba implicito en el ascenso de las clases mercantiles y medias, descrito por muchos autores del siglo xvin, desde Hume hasta Adam Smith y Ferguson. John Millar, otro miem- bro prominente de la Ilustracién escocesa, hizo un relato ex- plicito de las razones histéricas por las que estas clases no sdlo Megan a ejercer una influencia politica creciente en general sino que pueden reaccionar ante los abusos del poder de otros mediante la accién colectiva, En un ensayo péstumo titulado “The Advancement of Ma- nufactures, Commerce, and the Arts; and the Tendency of this Advancement to diffuse a Spirit of Liberty and Independence”, Millar enuncia su tema principal como sigue: En los paises comerciales, el esplritu de libertad parece depender principalmente de dos circunstancias: primero, la condicién de los hombres en relaciéa con la distribucién de la propiedad y los 96 MEJORANDO EL ORDEN POLITICO medios de subsistencia; segundo, la facilidad con que los diversos miembros de Ja sociedad puedan asociarse y actuar de concierto entre si.22 De acuerdo con estos lineamientos, Millar muestra primero cémo Jos adelantos de la productividad en la manufactura y la agricultura conducen en ambas actividades a una mayor “independencia personal y a nociones mas altas de la libertad general”, También considera probable que estos adelantos no vayan acompafiados de las muy grandes desigualdades de for- tuna caracteristicas de la época procedente, sino por “una gra- dacién tal de la opulencia que no cree un abismo entre la parte superior y Ja inferior de la escala’.** Habiéndose convencido en esta forma de que el adelanto del comercio y las manufacturas producen una difusién gene- ral del espiritu de libertad, Millar sefiala en forma més espect- fica cémo este adelanto aumenta la capacidad de ciertos gru- Pos sociales para recurrir a la accién colectiva contra la opre- sion y.los malos manejos. El derecho a la rebelién de Locke se somete aqui a un fascinante anilisis sociolégico que con- viene citar in extenso: .-. cuando se inviste a un grupo de magistrados y gobernantes de una autoridad, confirmada por el uso inveterado y apoyada, tal vez, por una fuerza armada, no puede esperarse que el pueblo, solo y desconectado, pueda resistir la opresin de sus gobernantes; y su poder de combinacién para este propdsito debe depender en gran medida de sus ciscunstancias peculiares... En los reinos gran- des, donde el pueblo esti disperso por un vasto pais, raras veces ha sido capaz de... esfuerzos vigorosos. Cuando los hombres vi- ven en pequefias aldeas, distantes entre si y con medios de comu- aicacién muy imperfectos, a menudo se ven poco afectedos pot las penalidades que muchos de sus compatriots deben soportar por la tirana dei gobierno; y una rebelién puede aplastarse en un lugar antes de que tenga tiempo de propagarse a otro. * William C. Lehmann, mn Y, ir 7 i versity Press, 1960), pp. 330551 te eee eae pon cae ducidas en Jas partes IIL y IV de este lib © Tbid., p. 336. : aan ELEMENTOS DE UNA DOCTRINA 97 Sin embargo, e] estado de un pais a este respecto cambia gre- dualmente a resultas del progreso del comercio y Jas manufacturas. ‘A medida que los habitances se multiplican por la facilidad de la obiencién de su subsistencia, se retinen en grandes cuerpos para el ejetcicio conveniente de sus empleos. Las aldeas se convierten en pueblos, los que a menudo alcanzan las proporciones de ciu- dades populosas. En todos estos lugares de residencia surgen gran- des grupos de trabajadores o artifices que, por ejercer el mismo empleo y por su interrelacién constante, pueden comunicarse con gran rapidez sus sentimientos y pasiones, Entre ellos surgen lideres que dan tono y direccién a sus compafieros. El fuerte alienta al débil; ef audaz anima al timido; el resuelto apoya al vacilante; y Jos movimientos de toda la masa se hacen con la wniformidad de una maquina, y con wna fuerza a menudo irresistible. En esta situacidn, una gran parte del pueblo se excita con faci- Hdad por todo descontento popular y puede unirse sin mayor difi- cultad para exigi la reperacién de los agravios, El_ menor motivo de queja se vuelve, en un pueblo, la ocasién para un disturbio; y las llamas de la sedicién que se difunden de una ciudad a otra se convierten en una insurreccién general. Esta unién tampoco surge sdlo de situaciones locales, ni se con- fina a la clase inferior de quienes viven del comercio y la manu- factura. Por una atencidn constante a los objetos profesionales, las drdenes superiores de quienes se ocupan en actividades mer- cantiles Hegan a discernir con rapidez su interés comin y a per- seguirlo infatigablemente en todo momento. Mientras el agricul- tor, ocupado en el cultivo separado de su tierra, considera sélo su propio beneficio personal; mientras el caballero terrateniente tra- ta sélo de obtener un ingreso suficiente para le satisfaccién de sus necesidades, y a menudo no presta atencién a su propio in- terés ni al de nadie més, el comerciante, sin olvidar jamas su ven- taja privada, se acostumbra a conectar su propia ganancia con la de sus semejantes y por lo tanto esté siempre dispuesto 2 unirse con los de la misma profesidn, para solicitar la ayuda del gobier- no y para promover medidas generales para el beneficio de su ac- tividad. En el curso de este siglo se ha vuelto gradualmente mis y més conspicua la existencia de esta gran asociacién mercantil. El cla- mor y los procedimientos tumultuarios del populace de las gran- des ciudades pueden llegar hasta lo mds recéndito de la adminis- tracién, intimidar al ministro més osado, y desplazar al favorito

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