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Mentalización.

 Revista  de  psicoanálisis  y  psicoterapia,  5;  Octubre  2015       1  


 

Actualización Del Concepto De Trauma En La Clínica


Analítica
Dr. Norberto C. Marucco
 

 
Entre ambas aproximaciones al concepto
*
Introducción de trauma hay más de una diferencia sustan-
Las ideas e interrogantes que aquí pro- cial. Por ejemplo, la palabra “acontecimiento”.
pongo provienen, fundamentalmente, de mi Ésta alude, no tanto a la irrupción de canti-
práctica clínica, y de la convicción acerca de la dad, que rompe la barrera antiestímulo y pe-
necesidad de una revisión y actualización del netra “salvajemente” (como el trauma de gue-
concepto de trauma, y, en especial, de la clíni- rra, un accidente, etc.), sino a “algo” que ocu-
ca de lo traumático. Considero que el trauma rre en la vida del sujeto, que le acontece, y que
es uno de los temas que más se beneficia del tiene determinadas características, siendo una
intercambio y la confrontación, quizás por el de ellas la intensidad.
hecho de estar ligado a algo tan vasto y com- Ahora bien, para hablar del grado de in-
plejo para el psicoanálisis como el tema de la tensidad de un acontecimiento traumático
realidad -realidad exterior, realidad material, habrá que tener en cuenta las características
realidad psíquica del trauma-, con sus particu- del receptor. Interviene en esto la diferente
laridades contextuales, geográficas, de lengua- capacidad de adecuación y respuesta de cada
je, etc. individuo frente a la intensidad de un mismo
Para incluirme de lleno en el tema, co- acontecimiento. Y, si convenimos que esa
menzaré por una posible definición del con- capacidad de respuesta se corresponde con la
cepto de trauma. Por ejemplo, siguiendo ideas estructura y preparación del Yo (de un cierto
de Laplanche y Pontalis (1971) el trauma po- espesor del preconciente, podríamos decir) un
dría definirse como aquel acontecimiento de niño tendrá menos posibilidades de producir
la vida que se caracteriza por su intensidad, respuestas adecuadas que un adulto. De ahí
por la incapacidad del sujeto para responder a que lo que el psicoanálisis define como el
él adecuadamente, así como por los trastornos trauma temprano tenga características más
y efectos patógenos duraderos que provocan difíciles y complejas de resolver terapéutica-
en su organización psíquica. mente. Ni qué decir si hablamos del trauma
Otra definición, quizás más habitual, es la del desamparo, en el inicio del psiquismo,
de lo traumático como un exceso en el flujo de cuando son tan escasos los medios con los que
excitación que “perfora”, por así decir, la ba- cuenta el sujeto para poder dar sentido o sig-
rrera protectora del psiquismo. nificado al acontecimiento traumático. Estas
diferentes posibilidades de aproximación nos
                                                                                                                       
revelan el alto nivel de complejidad del tema.
  Es por ello que, a los fines de organizar mejor
mis reflexiones, consideré conveniente deli-
• Este artículo fue originalmente publicado por mitar algunas perspectivas de abordaje. Así,
la Revista de la Asociación de Psicoterapia de me referiré a la problemática de lo traumático
la Republica Argentina (APRA) Nº 2 No- enfatizando sus expresiones clínicas.
viembre 2010

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En primer lugar, El trauma en el sentido fue un descubrimiento importante, pero que,


representacional. Me referiré luego a La Rela- a mi entender, llegó a adquirir con el tiempo
ción entre el trauma y la problemática identi- una dimensión enceguecedora, limitando de
ficatoria. En tercer lugar incluiré algunas con- esa manera otras posibilidades de compren-
sideraciones referidas a El aspecto libidinal del sión de la patología psíquica y de su abordaje.
trauma. El Amor y el desamor. Por último, y Por ejemplo, la ficción teórica de un aparato
especialmente, mis reflexiones estarán referi- psíquico poblado de representaciones conlleva
das a la importancia que asigno a “La realidad la idea de que la cura haría pasible de repre-
exterior, la compulsión a la repetición y la sentación a todo lo inconciente. Si así fuera, el
creación” en la clínica del trauma. efecto del análisis sería una especie de “vacu-
na” frente a la incertidumbre y los enigmas
a. Trauma en el sentido representacional que constituyen el motor o la fuerza de traba-
Paso entonces a considerar el primer pun- jo de la pulsión en la vida psíquica. De ahí que
to; o sea, el trauma en el sentido representa- haya significado un avance para el psicoanáli-
cional. Comenzaré diciendo que cuando la sis la inclusión del concepto de lo no repre-
idea de trauma se equipara a una realidad sentable; y, un paso más, de lo irrepresentable.
material (el “abuso” sexual de un niño por un Ahora bien, en términos de lo representa-
adulto, por ejemplo), y más allá de las reper- ble, parecería en principio aceptable el con-
cusiones concientes, este trauma queda “se- cepto freudiano del trauma como un proble-
cretado en el inconciente por la imposibilidad ma de índole estrictamente pulsional. O sea,
de representarlo”. El intento de cura analítica es la pulsión la que tiene que adquirir una
consistió entonces en la recuperación del re- posibilidad de representación. Pero ¿por qué
cuerdo (significado del trauma). Ahora bien, la representación? Porque es la principal ma-
con el concepto de après coup, o resignifica- nera que tiene el Yo para domeñarla nos dirá
ción a posteriori de ese trauma primero, apa- Freud (1937). En otras palabras, para poder
rece en la teoría la idea de un psiquismo que abarcarla y responder así adecuadamente.
se construye en dos tiempos. Un primer tiem- Pero cuando la pulsión no es “domeñada” hay
po, el del acontecimiento, no reconocido por algo que, ingresando en el terreno de lo no
el Yo debido a su incapacidad para dar cuenta representable, puede seguir otro camino: el
del mismo; y un segundo tiempo, en el que un camino corto de la pulsión, que va tanto al
acontecimiento aparentemente intrascenden- acto como al cuerpo; o sea, el pasaje al mundo
te, resignifica y da sentido al trauma primero exterior, o bien el de la enfermedad somática1.
que retorna como síntoma. Entonces, en esta                                                                                                                        
situación, cuando el sujeto se siente “perse-  
guido” por un trauma actual producido por
1
un hecho de la realidad exterior, lo que ocurre  Quizás sea conveniente hacer en este punto
en verdad es que ese trauma actual ha activa- la siguiente aclaración. Cuando se habla de lo
do el recuerdo –o la vivencia- de aquel “pri- pulsional y la representación, se remite lo pul-
mer trauma”, otorgándole, ahora sí, una posi- sional a un concepto que está en el límite so-
bilidad de significación. matopsíquico. En la obra freudiana el primer
Esta concepción del trauma que expreso concepto de pulsión es un concepto límite
aquí tan sucintamente, se ubica en la proble- entre el cuerpo y la psiquis. Si bien ese con-
mática de la relación entre lo traumático y la cepto se va “psiquisizando”, su origen sigue
representación en psicoanálisis. Relación que estando todavía en el cuerpo. Es recién con la
2a tópica que Freud (1923) produce un vuelco

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Entonces, el acento freudiano sobre la además lo inconciente del objeto, sumado al


pulsión podría circunscribir lo traumático significativo montaje de la fantasía, reprimida
como producto de una intensidad pulsional por la “responsabilidad” que le cabe a la pul-
que el Yo no puede representar. Sin embargo, sión.
entiendo que deberíamos advertir esa especie Cuando incluimos la dialéctica entre la
de colisión que se produce entre la pulsión pulsión y el objeto en el trauma psíquico, de-
nacida en el sujeto, y esa “otra” pulsión que bemos precavernos de la tendencia a depositar
viene generada o estimulada por (o desde) el la “culpabilidad” en el objeto, dejando de lado
“objeto”. Quiero hacer aquí referencia a la la participación de la pulsión, y, con ella, la
teoría que J. Laplanche sintetiza en “La priori- cuota de responsabilidad correspondiente.
dad del otro” (Laplanche, 1996). Él propone la Enfatizo aquí que el concepto de “responsabi-
existencia de un plus en la sexualidad incon- lidad de la pulsión” no implica culpa, sino el
ciente de la madre (el objeto, el otro), que necesario reconocimiento de la participación
sería no sólo constitutivo del inconciente en el pulsional, para que en el ámbito analítico
infans, sino que implantaría el objeto fuente pueda elaborarse una situación traumática de
de la pulsión. En este sentido, podría definirse manera más amplia.
al “otro” como potencialmente “traumático”.
Entonces, lo pulsional del objeto y lo pulsional b. El Trauma y la problemática identificatoria.
intrapsíquico serían la clave para explicar ese Pasaré ahora a referirme al segundo pun-
movimiento traumático que termina de confi- to que quiero incluir con relación al trauma:
gurarse con el aprés coup, y es observable en la problemática identificatoria. Un primer
la clínica bajo los efectos del inconciente re- señalamiento: el tema del narcisismo resulta
primido y sus vías de retorno. Así, al levantar- fundamental al considerar su relación con el
se la represión no sólo surge el hecho acciden- trauma. Ingresamos aquí en un terreno que
tal del objeto (más o menos conciente) sino tiene que ver, por una lado, con el Yo; y por
                                                                                                                                                                                        otro, también con la acción del objeto, del
  otro, sobre el Yo. Aunque lo que tenemos que
considerar no es tanto –o no sólo- la acción de
importante: la pulsión deja de estar ubicada la pulsión del otro sobre la pulsión del sujeto
en el límite somatopsíquico para quedar in- (el interjuego de pulsiones), sino fundamen-
cluida dentro del psiquismo en el concepto de talmente el problema del deseo del otro
“ello” como reservorio pulsional. El hincapié sobre el yo (Freud, 1914) (Marucco, 1978a
se debe a que cuando se ubica la pulsión en el y 2001).
límite somatopsíquico se cae habitualmente En este terreno la intensidad del deseo se
en una especie de solipsismo, en el que la torna relevante. Cuando se trata de un Yo
atención del analista se centra de manera casi precario, en plena conformación, el deseo del
excluyente en el recorrido de la pulsión. otro puede generar por su intensidad, trastor-
Cuando ésta se “psiquisiza” sin duda revela la nos de consecuencias duraderas en la organi-
presencia del objeto y sus pulsiones. Podría zación psíquica. El acontecimiento podría
decirse que el objeto compareció tarde en la definirse aquí en términos de la identificación
obra freudiana, por lo que no llegó a revelarse primaria pasiva (Marucco 1978b) que tiene
acabadamente su importante participación en lugar en ese “nuevo acto psíquico” que va del
la conformación psíquica del sujeto. Esto sólo autoerotismo al narcisismo del yo. De esta
se pondría de manifiesto más tarde, en los manera la constitución del yo quedaría con-
desarrollos de autores post-freudianos.  

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formada a través de un verdadero hecho Ahora bien, la potencialidad traumática


traumático, determinado como tal por una de la identificación no es exclusiva del narci-
intensidad (la del deseo del otro), lo cual con- sismo. Las resultantes de las identificaciones
dicionaría a su vez el tipo o la modalidad de de la serie edípica también podrían producir
estructuración del Yo y del ideal.2 situaciones traumáticas. El exceso de seduc-
También es interesante señalar que junto ción materna y la ausencia de la ley paterna,
con esto existe algo que el Yo tampoco puede derivan en procesos identificatorios que ocu-
significar, que proviene del otro, pero que a su pan en el Yo el lugar de la pulsión sexual, no
vez lo organiza. (identificación primaria acti- reprimida. Dicho de otro modo: si la pulsión
va)3 no puede ser reprimida por la amenaza de
castración, el exceso identificatorio deviene
                                                                                                                       
 
un modo de contener a la pulsión. Este tipo de
identificación “sobrecargada”, remeda la
2
 Un ejemplo de identificación primaria pasiva construcción de un falso self (Winnicott,
como factor potencialmente patógeno podría 1979).
estar representado por el nombre que le es Ante estos procesos identificatorios la ta-
asignado a cada persona. Aquello que lo rea analítica no se centra en el levantamiento
nombre, que designa quién es, viene “marca- de la represión sino en una compleja “escu-
do” por el deseo del otro. Cuando la intensi- cha” que tienda a privilegiar aquello que per-
dad de este deseo se torna traumática puede mita al analizando discriminar su propio de-
generar un tipo de “desorganización” yoica seo del deseo del otro. Para ello el analista
capaz de signar los derroteros de una vida. En debe afinar la escucha de las manifestaciones
la clínica hallamos pacientes que padecen la de la pulsión sexual de su paciente, que son las
siniestra sensación de que se les ha escapado únicas que pueden oponerse a los designios de
la vida tras un proyecto que no les pertenece. ideales narcisistas que imponen el “deber ser”
Si el analista contribuyera a acallar eso que (“el niño deberá ser ... ” ).
emerge como “extraño” en el paciente, podría
“encolumnarlo” más firmemente tras “ese”
proyecto que fuera el designio -deseo- del otro
que lo constituyó como sujeto psíquico. Pien-                                                                                                                                                                                        
so, por el contrario, que el análisis debe posi-  
bilitar el cuestionamiento de aquello del deseo
del otro identificado en el Yo, que aparece ción intervendrán también las identificaciones
expresado a veces como un proyecto de vida. primarias activas (Marucco, 1980) que res-
Interesante aspecto de lo traumático que no ponden a la propia satisfacción de la pulsión.
aparece como síntoma del retorno de lo re- Hay allí una adecuación. Apoyada la pulsión
primido, ni como sufrimiento de la evocación sexual, por apuntalamiento, en la pulsión de
traumática, sino como una “angustia sinies- autoconservación, se crea la “vivencia de satis-
tra” producto de vivir un proyecto ajeno. El facción” (en la que intervienen tanto la nece-
psiquismo puede elaborar lo traumático, esto sidad pulsional como el objeto que satisface
es, representarlo, pero también puede inte- esa necesidad). Por supuesto no existe en este
grarlo al Yo como caracteropatía.   circuito nada que sea de índole traumática,
3
 Quizás convenga aquí señalar que, aun sino que se trata, por el contrario, de una ex-
cuando siempre se organice a partir del deseo periencia que aporta coherencia y unidad al
del otro, el Yo no es sólo eso. En su conforma- Yo.  

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c. El Trauma libidinal. Amor y desamor la capacidad de amar del paciente. Recorde-


Este se corresponde, a mi entender, con mos a Freud en una de sus definiciones de
los movimientos de la libido. Movimientos cura analítica: [restablecer y aumentar la ca-
que producen el pasaje de la libido del Yo a la pacidad de amar ....]. En otras palabras, para
libido objetal, y que se manifiestan en el inter- mí: liberar el trauma libidinal.
juego dialéctico entre el amor al otro y el d. Realidad exterior, compulsión a la
amor a sí mismo. Es en el terreno de este in- repetición, y creación en la clínica del trauma
terjuego donde se dirimen también las posibi-
lidades de la cura analítica al considerar al Mi primera consideración está referida a
trauma desde esta vertiente “libidinal”. Freud la clínica; más precisamente a la posición del
dice que el individuo necesita un sano egoís- analista cuando, bajo las condiciones de las
mo para no enfermar, pero necesita también crisis sociales, se producen situaciones de
amar para no enfermar (Freud, 1914). Las fuerte intensidad traumática. Creo que cuan-
posibilidades oscilan entre los extremos del do esto se expresa en el campo del análisis la
aislamiento o la resistencia a amar (intoxica- escucha analítica podría verse afectada por
ción narcisista), y lo que podríamos definir aquello que, parafraseando a Freud, definiría
como una “hemorragia libidinal” (que carac- como “la sombra de la realidad que ha caí-
teriza los estados de “enamoramiento” ideali- do sobre el yo”. Caída que habría producido
zado), o sea, cuando la libido del Yo se va di- un aplastamiento del mundo representacio-
luyendo poco a poco hasta desaparecer en el nal, de la fantasía, por el peso brutal e igno-
objeto. minioso de “la realidad”. La tentación de ubi-
Ahora bien, convengamos que en la rela- carse, frente a este hecho, en el lugar de “una
ción entre el Yo y el objeto, el tema del amor y madre suficientemente buena” que acompañe,
el desamor es potencialmente traumático. De ayude, conforte y comprenda, podría llevar a
hecho gran cantidad de consultas denotan la mi criterio a equivocar el rumbo de la inter-
imposibilidad de amar, o, por el contrario, la vención analítica. Desde el abismo de este
desmesura del amor. ¿Cómo acercarse a este aplastamiento del mundo representacional
trauma libidinal en el campo analítico? El puede elevarse, tal como metaforiza Rene
“escenario transferencial” constituye el ámbi- Rousillon (1995) cuando alude al “trauma
to más propicio para el despliegue de esa dia- perdido”, una mano que se agita dando cuenta
léctica entre amar y ser amado. Una vez más, de un hálito de vida que todavía existe. Se
la posición del analista tendrá una importan- trataría de un último intento de ligadura que
cia decisiva. Deberá estar, por un lado, dispo- la intervención analítica deberá propiciar,
nible libidinalmente para recibir el amor de su posibilitando así un trabajo de representación
paciente; y por el otro, alerta para poner un del trauma.
límite a ese amor si toma las características de Cuando la realidad aplasta al psiquismo
la idealización; en otras palabras, de la hemo- hasta el punto en que es posible confundir, e
rragia libidinal en el objeto. Estamos en el incluso sustituir con ella, al mundo represen-
terreno de toda la problemática de la transfe- tacional; ya no quedan enigmas ni preguntas
rencia y de la contratransferencia erótica. El acerca del deseo, ni espacio para la fantasía.
propio análisis del analista será imprescindi- Esta es la situación que Rousillon (op.cit.)
ble para posibilitar que, una vez convocados define como “patética”. Es necesario entonces
los “demonios del Averno” pueda interrogar- pasar de “lo patético” a “lo humanamente
los, hacerlos hablar, liberando por ese camino trágico”. O sea, aquella situación cuando lo

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accidental traumático cobra el valor de un “lógica de la esperanza”: esa “reserva de tiem-


enigma. Entonces aparecerá una teorización po” que “con su potencialidad de cumpli-
subjetiva sobre la causa del trauma (que siem- miento, se formó de manera tal que, cuando
pre estará en relación con el propio narcisis- las circunstancias no le permiten realizarse,
mo y con las huellas del vínculo con el obje- preserva la posibilidad de hacerlo en otra par-
to). En este punto el analista puede intervenir te y de otro modo”.
ayudando al paciente a problematizar la cues- En este sentido considero que la clínica
tión; no sólo en relación con él mismo y su del trauma se caracteriza por un recorrido de
entorno, sino además pudiendo discriminar, la compulsión de repetición, desde un atra-
entre lo que pertenece a la realidad y aquello pamiento mortífero (representado en la ac-
que entra en el campo de su pulsión; y, por lo ción intrusiva y hostil del objeto que determi-
tanto, de su participación (responsabilidad) na lo traumático), hasta el muchas veces difícil
subjetiva, personal. Es ahí, en ese “encuentro” acceso al deseo capturado que espera ser des-
entre la realidad traumática y la pulsión, don- pertado, develado, en el campo analítico. La
de reside, a mi entender, la posibilidad de tejer intervención analítica no estaría dirigida so-
un nuevo entramado psíquico que, frente a la lamente a traer a la conciencia aquello que
opción paranoide de interpretación del mun- permanece en el dominio de lo inconciente
do, abra paso a la fantasía (al estilo de las fan- reprimido, sino también a “dar a luz” esa “ló-
tasías originarias que permitieron una prime- gica de la esperanza” que “no consiente en
ra ensambladura del psiquismo). Pero, si bien morir”. Sin dejar, por otra parte, de buscar al
podríamos acordar que la realidad es siempre objeto que existe dentro y fuera del sujeto
potencialmente traumática, hay algo que par- (como objeto del fantasma inconciente, y co-
ticulariza el trauma provocado por la realidad mo objeto del mundo exterior). Entiendo que
exterior; esto es, un cierto sentimiento de ha- de no ser así, aquello que arrasó lo psíquico
ber sido arrastrados pasivamente hacia un haciendo anclaje en el cuerpo o en el acto,
destino trágico. Frente a esto no alcanza sólo actuará en la vida como un destino incoerci-
con recordar el pasado para no volver a repe- ble, que puede llegar a atacar incluso a las
tirlo (la historización). Tampoco con hallar un mismas pulsiones de autoconservación.
objeto-causa que remede aquel del antiguo y Por otra parte, aquellas que llamé “huellas
sempiterno trauma una y mil veces condena- mnémicas ingobernables” (Marucco, 1980 y
do a buscar en la compulsión repetitiva liga- 1998) tendrán también que ver posibilitada su
dura y resignificación. Será necesaria además inclusión en el proceso analítico. Este tipo de
la creación de algo nuevo; desplegar las po- trauma, que no tiene traducción en palabras,
tencialidades sublimatorias, y volver la mirada también busca una forma de ligarse a través
hacia el horizonte del deseo. De lo que se tra- de la compulsión a la repetición. Pero esta vez
ta, en últimas, es de recuperar la fuerza acalla- la posibilidad de ligadura no será fácil. Nos
da de la pulsión. hallamos en este terreno ante el gran cuadro
El psicoanálisis siempre ha rescatado el de las neurosis traumáticas, o también, de lo
valor de las posibilidades humanas de trans- que Freud definió como las oscuras tenden-
formación. Green (1990) afirma que el deseo, cias masoquistas del yo (Freud, 1920). Se trata
al que califica como irrealista, imperioso y de una compulsión a la repetición decidida-
exigente, considera siempre posible una reali- mente marcada por la pulsión de muerte, que
zación, y no duda en movilizar los recursos emprende una activa búsqueda del dolor.
del fantasma aún para la más improbable de El análisis debería entonces tender, no só-
las materializaciones. Él ha llamado a esto lo a rearmar el “tejido psíquico” (Marucco,

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2002) que la pulsión de muerte destejió (en su individuo se siente de este modo relegado, y
poder de desligadura), sino también a crear las comunidades se desdibujan en los márge-
ese entramado capaz de contener aquello que nes demasiado amplios y “extraños” de una
no ha podido adquirir representación. Se iría “globalidad” naciente que no facilita a veces
de este modo constituyendo una trama psí- sentimientos de identidad y pertenencia. De
quica que, funcionando como “tejido de con- ahí provienen, a mi entender, muchas de las
tacto” sirva a la vez de filtro frente a los emba- “nuevas situaciones traumáticas” sociales que
tes de la realidad traumática. Para lograrlo el nos afectan. Las tradiciones, las antiguas
analista tendrá que poder “pensar lo no pen- creencias, los mitos estructurantes, quedan
sado” por el paciente, según lo expresa Chris- arrasados por la épica posmoderna de los hé-
topher Bollas (1991 y 1994). Concepto afín al roes “tecno” capaces de todas las proezas y sin
de Bion cuando nos habla de la “capacidad de fallas “humanas”. En los umbrales del nuevo
reverie” y a los de César y Sara Botella (2001) milenio se llegó a decretar el “fin de la histo-
cuando describen los procesos de la figurabi- ria”, y todos asistimos azorados a esas y otras
lidad psíquica. afirmaciones de similar tono apocalíptico. De
Para la implementación de estos recursos hecho, algunos acontecimientos de la traumá-
técnicos el mejor soporte con que cuenta el tica realidad parecerían estar sosteniendo su
analista es el que le otorga su propia “pulsio- posible legitimidad.
nalidad de vida”; en otras palabras, su “apues- Es en este contexto que el psicoanálisis
ta pulsional”, única fuerza que puede “ani- debe seguir pensando y trabajando en la con-
mar” ese tiempo detenido por la repetición del ceptualización y la clínica del trauma. Su res-
trauma. Se trata, en suma, de incluir en la di- ponsabilidad implica afrontar, no sólo el es-
mensión de la cura la presencia del analis- fuerzo y el compromiso que le imponen las
ta, involucrado con todo su ser y su saber en dificultades de la clínica. Creo que debe ade-
la tarea analítica, con “alma y vida”, podría- más asumir su necesaria implicación en la
mos decir. investigación de las “situaciones traumáticas”,
Para finalizar: las últimas décadas han es- interviniendo activamente en defensa de la
tado marcadas por el signo del cambio, afec- pulsión de vida en la clínica del trauma.
tando todos los sectores de la vida de los Por último: Nuestra vocación de descu-
hombres. Se trata de cambios casi siempre brimiento, nuestra búsqueda de la verdad
impuestos desde los recursos del poder y los (imposible en cuanto certeza, pero posible y
modos de organización de una sociedad que necesaria en tanto búsqueda), la fuerza de
parece transformarse a una velocidad mayor nuestro impulso creador, siguen siendo, aún
de la que la mayoría de los individuos es capaz en medio de las mayores dificultades, los pila-
de comprender y mucho menos controlar. El res para nuestro crecimiento.

El Dr. Norberto Carlos Marucco es Miembro Pleno de la International Psycho-Analytical Association (IPA), y
Miembro Titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la que fue Presidente (2004-
2008) y Secretario Científico (1997-2000). Fue Presidente del Primer Comité Editorial para América Latina del
IJPA/IRPA publicado por el Instituto de Psicoanálisis de la British Psycho-Analytical Society (1983-1988). Es el actual
Coordinador de la Comisión de Educación de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL), e integra las
Comisiones de la Asociación Psicoanalítica Internacional “Analytic Practice and Scientific Activities Committee
(CAPSA)” y “Subcommittee on Latin America of the International New Groups Committee”. Recibió el "Premio Konex
2006: Diploma al Mérito", una distinción que reciben importantes personalidades de la cultura en Argentina, por su
trayectoria en la disciplina ‘psicoanálisis’ durante los últimos diez años. Es autor de Cura analítica y transferencia. De la
represión a la desmentida (ed. Amorrortu, 1998), co-autor de varios libros publicados en español, francés, italiano y
portugués y numerosos trabajos suyos fueron publicados en el país y en el exterior.

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Referencias:
 

AULAGNIER, P. Los destinos del placer. Ediciones MARUCCO, N.C. Narcisismo, escisión del yo y Edipo.
Petrel, Barcelona, 1979 Una introducción a manera de epílogo. Revista de
Psicoanálisis, XXXV No 2, pág. 221 a 250.1978(a)
BOLLAS, C. Ser un personaje. Psicoanálisis y
Introducción de [lo siniestro] en el yo. Revista de
experiencia del sí mismo. Paidós, Bs. As., Argentina,
Psicoanálisis XXXVII, No 2, 1980
1994 __. La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo
La identidad de Edipo. Acerca de la escisión del Yo,
sabido no pensado. Amorrortu Editores, Buenos
de la compulsión a la repetición y de la pulsión de
Aires, (1991 [1987]).
muerte, en cap. 2 de Cura analítica y transferencia.
BOTELLA, C. Y S. La figurabilité psychique, Delachaux De la represión a la desmentida Buenos Aires,
et Niestlé, Paris, 2001 Amorrortu editores, 1998
Algunas puntuaciones psicoanalíticas. Desde mi
FREUD, S. Introducción del narcisismo, Amorrortu
práctica clínica. Revista Francesa de Psicoanálisis,
Editores XIV, 1914
Tomo LXV, Hors Série, “Courants de la
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De ayer a hoy, de nosotros a los pioneros. Qué
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Más allá del principio de placer, A.E. XVIII, 1920
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AIEDEM:  Asociación  Internacional  Para  el  Estudio  y  Desarrollo  de  la  Mentalización  
  www.asociacion-­‐mentalizacion.com  

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