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Jacques Philippe Aprender a orar para aprender a amar Jacques PHILIPPE Aprender a orar para aprender a amar SAN PABLO. Introducci6n Hay muchos y excelentes libros sobre el tema de la oracién!. Es necesario otro? No, sin duda. Escribi ya un libro sobre este tema hace algunos aiios, y no estaba dentro de mis proyectos escribir otro. Pese al riesgo de resultar repetitivo en ciertos aspectos, me he sentido movido a escribir este pequefto libro, pensando que podra servir de ayuda a algunas personas para que puedan perseverar en el camino de la oracién personal oO emprenderlo. He tenido la ocasién de viajar con fre- Cuencia a muchos paises, para predicar retiros, y me he quedado admirado al constatar la sed tan actual de oracion en muchas personas, de diversas edades y vo- caciones. Pero también se ve la necesidad de sefalar ciertos aspectos de la oracién, a fin de asegurar la per- severancia y la fecundidad en la vida de oracién. El mundo actual lo que mas necesita es la oracién. De ella surgiran las renovaciones, las curaciones, las transformaciones profundas y fecundas, que todos de- seamos para nuestra sociedad. Nuestro mundo esté muy enfermo, y tinicamente el contacto con el cielo podra sanarlo. Lo mas util para la Iglesia hoy es comunicar a los hombres esa sed de oraci6n y ensenarles a orar. Ofrecer a alguien el gusto por la oracién, ayudarlo a que persevere en ese camino no siempre facil, es el me- jor regalo que se le puede hacer. Quien ora lo tiene todo, ' CE. El tiempo para Dios. SAN PABLO, Buenos Aires, 2 ues, a través de la oracién, Dios puede entrar y ac- tuar libremente en su vida y obrar las maravillas de su cia, Estoy cada vez mas convencido de que todo vie~ Be de la oracién y de que, entre las llamadas del Espiri- tu Santo, esa es ia primera y a la que con mayor urgen- cia debemos responder. Renovarnos en la oracion significa renovarnos en todos los aspectos de muestra vida, significa rejuvenecernos. Hoy mas que nunca, el Padre quiere adoradores en Espiritu y en verdad (cf. Jn. 4, 24). En este Ambito, no todos tenemos, evidentemente, ni el mismo Hamado ni las mismas posibilidades. Pero hagamos lo que podamos, que Dios es fiel. Conozco lai: cos muy ocupados con sus compromisos familiares y profesionales, que, con veinte minutos de oracién coti- diana, reciben tantas gracias como los monjes que de- dican cinco horas diarias a la oracion. Asi quiere Dios revelar y manifestar su rostro de Padre a todos los po- bres y pequeitos, para ser él nuestra luz, el que nos cure, nuestra felicidad. Mas atin, cuando vivimos en un mun- do tan dificil eg ScmPre es provechoso hablar dela oracin, ya que al recordar los aspectos mas im- portantes de la vida espiritual y, por | tencia humana, parc tante, det Quiero, en este libro, imples y al alcance de la exis- es la finali- ‘contrat, en su fideli. ‘ ay la paz que neces tan, y su vida fructifique en abundancia, tal como el Seftor lo quiere. Me referiré esencialmente a la oraci6n personal. La oracién comunitaria, en particular la participacion en la liturgia de la Iglesia, es una dimensién fundamental de la vida cristiana que no dejo de tener en cuenta. No obstante, hablaré de la oraci6n personal, ya que es la que creo que presenta mayores dificultades. Ademés, sin la oracién personal, la oracién comunitaria corre el riesgo de quedar en la superficie y de no profundizar en toda su belleza y su valor. Una vida litirgica y sa- cramental que no se alimenta con un encuentro perso- nal con Dios y que no est4 a su servicio, puede volverse pesada y estéril. El mundo vive y vivird, cada vez mas, momentos di- ficiles. Por eso, es cada vez mas necesario arraigar en la oracién, como nos invita a hacerlo Jestis, en el evange- lio Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de acurrir. Asi podran comparecer seguros ante el Hijo del hombre (Le 21, 36). Carituto I Los motivos de la oracié6n Nuestra vida valdré lo que valga nuestra oracién (Marta Rosin). La fidelidad y la perseverancia en la oracién (eso es Jo fundamental que hay que asegurar, y el objeto prin- cipal de la lucha de la oracién) suponen una fuerte motivacién. Hay que estar bien convencido de que, aun cuando el camino no es siempre facil, vale la pena em- prenderlo, y de que los aspectos positivos de esa fideli- dad no se pueden comparar con las penas y las dificul- tades que incvitablemente se encuentran. En este primer capitulo, quiero recordar las principales razones por las que es necesario “orar siempre sin desanimarse”, como Jestis nos invita a hacerlo (cf. Le 18, 1). Primeramente, presento una cita de san Pedro de Alcantara, un franciscano del siglo XVI, que apoy6 mucho a Teresa de Avila en su obra como fundadora. Esta tomada de su Tratado de la oracién y de la medita- cin: “En la oracion el alma se purifica del pecado, la fe se arraiga, a esperanza se fortalece, el espfritu se se funde en la ternura, el corazon alegra, el alma finado, se descubre la verdad, la se hace mas ret tentacién es vencida, huye la tristeza, los senti- dos se renuevan, desaparece la tibieza, se consu- me la herrumbre de los vicios; de ese trato nacen también vivos destellos, deseos ardientes de cie- lo, y en medio de esos resplandores, arde la Ia- ma del divino amor” No pretendo comentar el texto, simplemente lo ofrezco como un testimonio que nos estimula de una experiencia en la que podemos confiar, No tendremos siempre la misma constatacién sensible, pero, si so- mos fieles, experimentaremos, poco a poco, que todo cuanto se promete en ese preciso texto es absoluta- mente cierto, Ahora doy la palabra al santo papa Juan Pablo II, citando un pasaje de la carta apostélica Novo Millennio ineunte, Esta carta, dirigida a todos los fieles, fue publi- cada el 6 de enero de 2001, como conclusién del afio jubilar, por el que el Papa quiso preparar a la Iglesia para la entrada en el tercer milenio, exhorténdola a “na- vegar mar adentro” (cf. Le 5, 4). Enesta carta, el Papa, haciendo un balance del aio jubilar, nos invita luego a contemplar el rostro de Cris. to, “tesoro y gozo de la Iglesia”, proponiendo una pre- ciosa y rica meditacién sobre el misterio de Jestis, que debe iluminar el caminar de cada fiel. En Ia tercera parte, exhorta a “caminar desde Cristo” para afront los desafios del tercer milenio, Confiando si da erceeios del tercer milenio, Confiando siempre a cada de definir sus orientaciones pasto- rales, Propone algunos puntos fundamentales que vac ten para toda la Iglesia. El recuerda que cualquier pro. grama pastoral debe, ese te, permitir que cada debe, esencialmente, permi d; . ir cristiano responda a su llamado a la santidad, que con- F lleva la vocacién bautismal, recordando las palabras del Vaticano IL “Todos los cristianos, de cualquier clase 0 condi ci6n, estan lamados a la plenitud de la vida cris- tiana ya la perfeccién del amor” (Lumen Gentium, 40). Lo primero que se necesita para dar paso, en la vida de la Iglesia, a una “pedagogia de la santidad”, es la “educacién a la oracién”. Escuchemos a Juan Pablo II: “Para esta pedagogia de la santidad ,es necesa- rio un cristianismo que se distinga ante todo en cl “arte de la oracién”. El aito jubilar ha sido un aii de oracién personal y comunitaria mas in- tensa, Pero sabemos bien que rezar tampoco es algo que pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discipulos: Seftor, enséitanos a orar (Le 11, 1), En la plegaria se desarrolla ese dialogo con Cristo que nos convierte en sus inti- mos: Permanezcan en mi, como yo permanezco en uste- des (Jn 15, 4). Esta reciprocidad es el fundamen- to mismo, el alma de la vida cristiana y una condicion para toda vida pastoral auténtica. Rea- lizada en nosotros por el Espiritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplacién del rostro del Padre. Aprender esta légica trinitaria de la oraci6n cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial, pero también de la experiencia per~ sonal, es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos para temer el futuro, porque vuelve continuamente a las fuentes y se regenera en ellas”?. En este precioso texto, Juan Pablo II nos recuerda aspectos esenciales: la oraci6n es el alma de la vida a tiana y la condicién de toda auténtica vida pastoral La oraci6n nos convierte en amigos de Dios, nos permi- te permanecer en él y que él esté en nosotros. Sin esta reciprocidad, sin este intercambio de amor que realiza la oraci6n, la religi6n cristiana no es mas que un forma- lismo vacio, el anuncio del evangelio queda en propa- ganda, el compromiso caritativo es una obra mas de beneficencia que no cambia nada fundamental en la condicién humana. Considero muy exacta y muy importante también esa afirmaci6n del Papa segtin la cual la oracin es “el secreto de un cristianismo verdaderamente vital, que no tiene motivos para temer el futuro”. La oracion nos facilita tener en Dios una vida siempre nueva, hace posible que nos dejemos regenerar y renovar perma nentemente. Aunque haya pruebas, desilusiones, situa. ciones agobiantes, fracasos y faltas, la oracién nos per. mite reencontrar nuevamente la fuerza y la esperanza Para asumir la vida con plena confianza en lo que ven- dra. [Algo que es muy necesario hoy dia! Un poco mas adelante, Juan Pablo II se refiere a la sed de espiritualidad, tan presente en el mundo actual, con frecuencia ambiguo, que es también una oportuni. dad, y sefiala cémo Ia tradicién de la Iglesia responde de manera auténtica a esa sed: ‘Nove Millennio Inewnte, 32. “La gran tradicién mistica de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, puede ensenar mu- cho a este respecto. Muestra cémo la oracién puede avanzar, como verdadero y propio dilo- go de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseida totalmente por el divino Amado, sen- sible al impulso del Espiritu y abandonada filial- mente en el coraz6n del Padre. Entonces se r liza la experiencia viva de la promesa de Cristo: El que me ame serd amado de mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él (Jn 14, 21)", Jontintia nndo cudin importante es que toda co- munidad cristiana (familia, parroquia, grupo carismatico, grupo de accién catélica, etc.) sea, ante todo, un espacio de educacién para la oracién. En el mo ntimero citado y en el siguiente, se expresa del siguiente modo: Si, queridos hermanos y hermanas, nuestras co- munidades cristianas tienen que llegar a ser au- ténticas ‘escuelas de oracién’, donde el encuen- tro con Cristo no se exprese solamente en peticion de ayuda, sino también en accién de gracias, ala- banza, adoracién, contemplacién, escucha y vivo afecto, hasta el ‘arrebato del coraz6n’, Una ora- cidn intensa que, sin embargo, no aparta del com- promiso en la historia: abriendo el corazon al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la his- toria seguin cl designio de Dios”, m Nova Millennio Inewnte, 33. 13 Este llamado a la oracién vale para todos y compren- de alos laicos. Si estos tiltimos no oran 0 se contentan con una oracién superficial, se hallan en peligro: “Pero se equivoca quien piensa que el coman de los cristianos se puede conformar con una ora- cin superficial, incapaz de llenar su vida. Espe- cialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, no solo serian cris- tianos mediocres, sino también “cristianos en riesgo”. En efecto, correrian el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresivamente y qui acabarian por ceder a la seduccién de los sucedaneos, acogiendo propuestas religiosas al- ternativas y transigiendo incluso con formas ex- travagantes de supersticién” Logicamente, concluye a: “Hace falta que la educaci6n en la oracién se convierta de alguna manera en un punto de- terminante de toda programacién pastoral”, 1. La oracién como respuesta a un llamado Lo primero que nos tiene que motivary animar para entrar en una vida de oraci6n es que es el mismo Dios quien nos invita a ello. El hombre busca a Dios, pero Dios busca primero al hombre. Dios nos llama a eran Pues, desde siempre y mucho mis de lo que imagina, mos, él desea ardientemente entrar en comunién con nosotros. 4 El fundamento més sélido de la vida de oracién no es nuestra buisqueda, nuestra iniciativa personal, nues- tro deseo (que tiene su valor, pero muchas veces tam- bién tiene fallos), sino el llamado de Dios: orar siempre sin desanimarse (Le 18, 1). Estén prevenidos y oren incesan- temente (Le 21, 36). Eleven constantemente toda clase de ora- ciones y siplicas, animados por el Espiritu (Ef 6, 18) Nosotros no oramos en principio porque descamos a Dios o porque esperamos bienes preciados de la vida de oracién, sino, en primer lugar, porque es Dios el que nos lo requiere. El sabe lo que hace cuando noso- tros le pedimos. Su designio sobrepasa infinitamente lo que nosotros podemos entrever, desear o imaginar. Hay en la oracin un misterio que nos sobrepasa ab- solutamente. Lo que mueve la vida de oracién es la fe y la obediencia confiada a lo que Dios nos propo- ne. Nosotros no podemos imaginar las inmensas re- percusiones positivas de esa respuesta humilde y con- fiada a la Hamada de Dios. Como Abraham que se puso en camino sin saber ad6nde irfa y asf Tleg6 a ser padre de una multitud Si se ora por los beneficios que se espera obtener de la oracin, se corre el riesgo de desanimarse en cual- quier momento. Esos beneficios no son ni mediatos ni se pueden medir, Si se ora, en cambio, con una acti tad de humilde sumision a la palabra de Dios, siempre se tendré la gracia de perseverar. Escuchemos las si- guientes palabras de Marta Robin iQuiero ser fie ala oracidn cada dia, pese a las sequedades, los sinsabores, los disgustos que pueda tener... pese a las palabras desagradables, ue me desanimen, a las palabras amenazantes 15, que el demonio me pueda repetir! ... En los dias turbios y de grandes tormentos: iDios lo quiere, mi vocacién lo quiere, eso me basta! Haré la ora- cidn, permaneceré todo el tiempo que se me ha mandado orar, haré mi oracién lo mejor que pue- day cuando Hlegue la hora de retirarme, me ani- maré a decir a Dios: Dios mio, he orado apenas, apenas trabajé, apenas hice nada, pero te he obedecido. He sufrido mucho, pero te he mos- trado que te amo y que quiero amarte” Esa actitud de obediencia amorosa y confiada es la mas fecunda. Nuestra vida de oracién sera més rica y buena cuando esté animada, no por el deseo de obte- ner o de conseguir algo, sino por esta disposicién de la obediencia que confia, de la respuesta a Dios que Ila- ma. Dios sabe lo que es bueno para nosotros, y eso nos debe bastar. Nunca debemos tener una visién utilit rista de la oracién, ni encerrarnos en la légica de la eff cacia, de la rentabilidad; eso pervertiria todo, No tene- mos que justificarnos ante nadie por los tiempos que dedicamos a la oracion. Dios nos invita, se puede decir, a “perder el tiempo” por él, y eso es suficiente. Esa sera una “pérdida fecunda”s, segiin las palabras de Teresa de Lisieux. En la vida de oracién, hay una dimension de gratuidad que es absolutamente fundamental. Ps rad6jicamente, cuanto mas gratuita es la oracion, mas fruto da. Se trata de confiar en Dios a tal punto de hacer lo que él nos pida, sin tener necesidad de otras justificaciones. Hagan todo lo que él les diga (Jn 2, 5), les dijo Marfa a los sirvientes en las bodas de Cana. * Poesia 17, 16 Teniendo siempre en cuenta este fundamento de gra- tuidad, quiero ahora enumerar varias razones que ha- cen legitimo el tiempo dedicado a la oracién. San Juan de la Cruz afirma: “Quien huye de la oracién, huye de todo lo bueno”, Expliquemos el porqué. 2. El primado de Dios en nuestra vida La existencia humana solo encuentra su pleno equi- librio y su belleza cuando Dios es su centro. “iDios sea servido primero!”, decia santa Juana de Arco. La fideli- dad a la oracion permite garantizar, de manera concre- tay efectiva, ese primado de Dios. Sin ella, la prioridad que se da a Dios puede quedar solo en una buena in- tenci6n, incluso en una ilusién. Quien nunca ora, de una forma sutil pero cierta, pondra su “ego” en el cen- tro de su vida, y nunca en el Dios vivo. Estard disperso en diversos deseos, solicitudes, miedos. Al contrario, el que ora, aun cuando deba confrontarse con el peso del ego, esa fuerza de repliegue egoista que todos tenemos, estard siempre buscando descentrarse de si mismo y centrarse en Dios, permitiendo, poco a poco, que Dios tome o retome su justo lugar en la vida, o sea, el primer lugar. También tendra coherencia y unidad en su vida. El que no recoge conmigo, desparrama, dice Jess (Le 11, 23), Cuando el centro es Dios, todo vuelve a su debido lugar. 3 Dichos de luz y amor, 185. Dar a Dios el primado absoluto en cuanto a cual- quier otra realidad (trabajo, relaciones umanas, et¢), vee Gnico modo de instaurar una relaci6n justa con las cosas en su verdadero lugar y una sana distancia que permita resguardar la libertad interior y la unidad de Vida, Si no se cae en la indiferencia, en la negligencia o, por el contrario, en un apego, en un estar continua: mente invadido por inquietudes intitiles. El lazo que sc establece con Dios en la oracién es también un elemento fundamental de estabilidad para nuestra vida. Dios es la Roca, y su amor es inquebran- able: Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinacién (Sant 1, 17). En un mundo tan inestable como el nuestro, que evoluciona a cada paso, donde los aparatos electrénicos caducan en un ano, es muy importante encontrar en Dios nuestro apoyo in- terior. La oracién nos ensefa a arraigarnos en Dios, a permanecer en su amor (ct, Jn 15, 9), aencontrar en él la fuerza y la seguridad, y nos permite también convertir- nos en un apoyo estable para otros. Agreguemos que Dios es la tinica fuente de energia inagotable. Por la oracin, aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando dia a dia (2Cor 4, 16), retomando la expresién de san Eble Recordemos también las palabras del profeta saias: Los jévenes se fatigan y se agotan, los muchachos tro- piezan y caen. Pero los que esperan en el Seiior renue- van sus fuerzas, despliegan alas como las dguilas; co- rren y no se agotun, avanzan y no se fatigan (Is 40. 30-31) . ante Seguramente, atravesaremos en nuestra vida mo- mentos de prueba y de cansancio, ya que tenemos ne- cesidad de experimentar nuestra fragilidad, de saber- nos pobres y pequefios. Sigue siendo verdad, no obstante, que Dios nos dar4 en la oracién la energia que precisamos para servirlo y amarlo, incluso a ve- ces, la fuerza fisica. 3. Amar gratuitamente La fidelidad a la oracién es muy valiosa, nos ayuda a cuidar en nuestra vida el aspecto de la gratuidad. Como dije antes, orar es perder el tiempo por Dios. Funda- mentalmente, se trata de una actitud de amor gratui- to, Ese sentido de la gratuidad, tan amenazado hoy, cuando todo se piensa en términos de rentabilidad, de eficacia, de resultados. Eso es algo que termina des- truyendo la vida humana. El amor verdadero no pue- de quedar encerrado en la categoria de la utilidad. El Evangelio de Marcos, cuando relata la institucin de los Doce, nos dice que Jestis los eligié primeramente para que estuvieran con él (Mc 3, 14). Y para compartir lo que hacfa: predicar, expulsar los demonios, etcéte- ra. No somos solamente servidores, estamos lamados a ser también amigos, en una vida y una intimidad compartida, mas alla de todo utilitarismo. Como al principio, cuando, en la brisa de la tarde, Dios deseaba pasearse, por el jardin del Edén, con Adan y Eva (cf. Gn 3, 8). Me gusta mucho algo que Dios revelé a la hermana Maria de la Trinidad’, Mamindola a una vida hermarion totalmente gratuita, de adoracion ¥ de pura receptividad: “Encuentro con mayor facilidad obreros que trabajen, que hijos que festejen”’”. Orar es pasar gratuitamente el tiempo con Dios, con el gozo de estar juntos. Eso es amar, y2 que dar el tiem- po es dar la vida. El amor, en primer lugar. no & hacer algo por el otro, sino estar presente. La oracién nos educa para estar en la presencia de Dios, con una sencilla aten- cién amorosa. Lo maravilloso es que, aprendiendo a estar presen- tes para Dios, también estamos presentes para los de- mas. En las personas que han mantenido una larga vida de oracién, se percibe una calidad de atencién, de pre- sencia, de escucha, de disponibilidad, de las que no son capaces frecuentemente las personas que siempre tie- nen prisa por la actividad. De la oracién nace una deli cadeza, un respeto, una atencién, que es un precioso regalo para los que encontramos por ¢l camino. No hay escuela mejor y de mayor eficacia para aten- der al prdjimo que la perseverancia en la oraci6n. Pre- tender oponer o hacer competir la oraciGn con el amor al préjimo no tiene sentido. “ ,Ralgiosadominica (1908-1980), favorecda con grandes gra cin tr sve pci rave y profunda depen crit. Ver Christine Sanson, Mabie dl Tmt de ago @ gina on Maric dea Tint, de Vangoissed " Marie de In Tinie, Entre dans ma ger, Artuyen, p74 20 4. Anticipar el Reino La oracin nos hace anticipar el cielo. Nos permite entrever y gustar de una felicidad que no es de este mundo, y que nada de aqui nos la puede dar. A esa felicidad en Dios estamos destinados y para ella fuimos creados. Hay luchas, sufrimientos y arideces en la vida de oracién (hablaremos de eso). Pero, si se persevera con fidelidad, se disfrutan momentos y tiempos de una felicidad indecible, una paz y una saciedad que son como un pregustar el cielo. Verdn el cielo abierto (Jn 1, 51), nos prometié Jestis. La Regla primitiva de la Orden de los hermanos de Nuestra Sefiora del Monte Carmelo, fundada en Tie- rra Santa en el siglo XII, invita a “meditar dia y noche la ley del Seftor”, con este deseo: “Gustar de algun modo en nuestro coraz6n, experimentar en nuestro espiritu Ja fuerza de la presencia divina y la dulzura de la gloria de lo alto, no solo al morir, sino también en esta vida mortal”’, Santa Teresa de Avila retoma la misma idea en el Castillo interior: “Por eso, hermanas mias, alto a pedir al Senor, que pues en alguna manera podemos gozar del ciclo en la tierra, que nos dé su favor para que no quede por nuestra culpa y nos muestre el Ca- mino y dé fuerzas en el alma para cavar hasta hallar este tesoro escondido, pues es verdad que le hay en nosotras mismas””. TCitada por E, Renault, Ste Thérése d’Avila et Vexperience mystique, Seuil, p. 126 ° Castille interior, VM. 1, 2 21 La oracién nos permite acceder a esas realidades que anuncia san Pablo: Lo que nadie vio ni ay6 y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparé para los que lo aman (1Cor 2, 9). Esto quiere decir también que, en la oracién, el hom- bre aprende ya desde este mundo cual serd su activi- dad y su gozo durante toda la eternidad: extasiarse fren- tea lla belleza divina y a la gloria del Reino. Aprende a realizar aquello para lo que ha sido creado. Pone en acto las mas bellas y profundas facultades de las que dispone como ser humano, facultades que muchas ve- ces no se ejercen: la facultad de adoracién, de admira- cién, de alabanza y de accién de gracias. Recupera el coraz6n y la mirada de nifio para maravillarse ante la Bondad que supera toda bondad, ante el Amor que tras- ciende todo amor. Orar significa realizarnos también como personas humanas, segiin las potencialidades més profundas de nuestra naturaleza y las aspiraciones mas secretas de nuestro coraz6n. Con toda seguridad, esto no se vive a nivel sensible todos los dias, pero toda persona, que se compromete fielmente y con buena voluntad en el ca- mino de la oracién, expérimentard algo de eso al menos en determinados momentos de gracia. Sobre todo en nuestro tiempo; hay tanta fealdad y torpeza en nues- tro mundo que Dios, que es fiel y se nos quiere mani- festar en la esperanza, nunca deja de revelar a los pe- quefios los tesoros de su Reino. San Juan de la Cruz afirma en el siglo XVI: Po eaEte el Senor descubrié los tesoros de su Sa- iduria y su espiritu a los mortales; mas ahora 22 que la malicia va descubriendo mas su cara, mucho [més] los descubre”” iQué diria hoy! Personalmente, me siento maravillado por ciertas gracias en la oracién, que reciben en este tiempo actual muchas personas, por ejemplo, laicos muy sencillos, en la adoraci6n eucaristica semanal de sus parroquias y también en las jornadas; existe una verdadera vida mis- tica en el pueblo de Dios, sobre todo entre los pobres y los pequerios. En aquel momento Jestis se estremecié de gozo, movido por el Espiritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Senor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeiios. St, Padre, porque asi lo has querido” (Le 10, 21) Algo bueno para tener en cuenta: nos ponemos en omunidn con Dios; la oracién nos permite participar de la creatividad de Dios. La contemplacién alimenta muestras facultades creativas y nuestra capacidad de inventar. En particular, en el Ambito de la belleza. El arte contemporaneo carece cruelmente de inspiracién ¥. con frecuencia, solo produce una fealdad que aflige, aun cuando el hombre tiene tanta sed de belleza. Uni- camente a través de la renovaci6n en la fe y en la ora- cién, los artistas podran encontrar nuevamente las fuen- tes de la verdadera creatividad, y poder ofrecer al hombre esa belleza que le es tan necesaria, como lo han "Dichas de lus v amor. 1 hecho un Fra Angelico, un Rembrandt, un Juan Sebas- tian Bach. 5. Conocimiento de Dios y conocimiento de sf Uno de los frutos de la oracién es la entrada progre- siva en el conocimiento de Dios yen el conocimiento propio. Habria mucho para decir sobre esto y hay una Fiquisima tradicion sobre este tema en los autores esPi- rituales, Aquf solo puedo hacer una breve referencia. La oraci6n nos introduce, poco a poco, en un verda- dero conocimiento de Dios. No de un dios abstracto, Iejano, el “gran relojero” de Voltaire 0 el dios de los fil6- sofosy de los sabios. Ni siquicra el de una teologia fria cerebral. Sino el Dios personal, vivo y verdadero, el Dios de Abraham, de Isaacy de Jacob, el Padre de nues- tro Seftor Jesucristo. El Dios que habla al coraz6n, se- gin la expresion de Pascal. No un Dios que nos hace estar contentos porque podemos aferrarnos a ciertas ideas heredadas de nuestra educacién o de nuestra cul- tura, y mucho menos uno que fuera producto de nues- tras proyecciones psicoldgicas, sino el Dios verdadero. La oracién nos permite pasar de las ideas que noso- tros tenemos sobre Dios, de cémo nos lo representamos (algo siempre falso o muy estrecho), a una experiencia de Dios. Es algo muy distinto. En el libro de Job, en- contramos esta hermosa expresi6n: Yo te conocia solo de oidas, pero ahora te han visto mis ajos (Jb 42, 5) El objeto principal de esta manifestacion personal de Dios, fruto esencial de la oracién, es conocerlo a él como Padre. A Cristo, en el Espiritu, Dios se le mani- fiesta como Padre. El pasaje de Lucas que hemos ci do antes, donde Jess exulta de gozo porque Dios se esconde a los sabios y a los prudentes, pero se manifies- taa los pequeftos, continia con estas palabras: Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padve, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Le 10, 22). Ahi queda demostrado que el objeto de esa revela- ci6n es el misterio de Dios como Padre. Dios como fuente inagotable de vida, como origen, como don que nunca acaba, como generosidad, y Dios como bondad, ternu- ra, misericordia infinita. Hay un texto precioso en el libro de Jeremias, en el capitulo 31, que anuncia la Nueva Alianza y termina con estas palabras. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Is- rael, después de aquellos dias ~ordculo del Senor— pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus co- rrazones; yo seré su Dios.y ellos serdn mi pueblo. Y ya no tendrin que ensefarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: “Conozcan al Sesior”. Porque todos me conocerdn, del més pequenio al mas grande -ordculo del Seitor~. Porque yo habré perdonado su iniquidad _y no me acordaré mas de su pecado (Jer 31, 33-34) El texto asocia certeramente el conocimiento de Dios que se otorga a todos con la efusién de su misericordia, de su perdén. 25 Dios es conocido en su grandeza, en su trascenden- cia, su majestad y su poder infinito, pero, al mismo tiem- po, en su ternura, su cercania, su dulzura, su misericor- dia inefable. Conocimiento que no consiste en una simple ciencia, sino en una experiencia viva de todo nuestro ser. Este conocimiento de Dios, que se transmite a todos en los tiempos mesianicos, también es anunciado y muy evocado por el profeta Isafas. El conocimiento del Senor llenaré la tierra como las aguas cubren el mar (1s 11, 9). El conocimiento de Dios también nos da acceso al conocimiento propio. El hombre solo puede conocerse verdaderamente a la luz de Dios. Todo lo que pueda conocer de si mismo a través de los medios humanos (experiencia de la vida, psicologia, ciencias humanas) no hay que despreciarlo, si se lo entiende bien. Pero eso solo nos brinda un conocimiento limitado y particular del ser, El acceso a la identidad profunda proviene tini- camente de la luz de Dios, en esa mirada que tiene so- bre el hombre, su Padre del cielo. Este conocimiento consta de dos aspectos: un aspec- to, en primer lugar, negativo, pero que desemboca en- seguida en algo extremadamente positivo. Me referiré a ello ms extensamente, pero quiero decir algunas pa- labras. El aspecto negativo concierne a nuestro pecado, nuestra profunda miseria. Lo conocemos verdaderamen. tea la luz de Dios. De cara a él, ya no hay mentiras Posibles, ni escapatoria ni justificacion, por muy en- mascaradas que estén. Nos vemos obligados a recono- 26 cer lo que somos, con nuestras heridas, fragilidades, incoherencias, egoismos, dureza de coraz6n, complic dades escondidas con el mal, etcétera Nada mejor que exponernos a la Palabra de Dios: Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y mas cor- tante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raiz del alma_y del espiritu, de las articula- ciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del eorazin, Ninguna cosa creada esca- pa.asu vista, sino que todo esta desnudo y descubierto 4 Los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas (Heb 4, 12-13) Para nuestra alegria, Dios es tierno y misericordioso, por eso, debemos ponernos a su luz progresivamente, a medida que somos capaces de soportarla, Dios no nos muestra nuestros pecados, si no es manifestando, al mismo tiempo, su perdén y su misericordia. Descubri- mos la tristeza de nuestra condicién de pecadores, pero también nuestra absoluta pobreza como creaturas, No tenemos nada que no hayamos recibido de Dios y, si lo recibimos, es por pura gracia y no podemos atribuirnos absolutamente nada ni gloriarnos de nada Esta etapa de verdad es necesaria; no hay curacion ino se conoce la enfermedad. Solo la verdad nos hace libres. Felizmente, esto no queda ahi, Todo desemboca en algo mucho més profundo y de una belleza infinita Se trata de descubrir, mas allé de nuestros pecados y miserias, nuestra condicién de hijos de Dios. Dios nos ama como somos, con un amor absolutamente incondi- cional, y este amor constituye nuestra identidad pro- funda.” 27 Mas esencial que nuestros limites humanos y que el mal que nos afecta, es nuestro ndicleo intacto: nuestra condicién de hijos de Dios. Soy un ser manchado, con una urgente necesidad de purificaci6n y de conversi6n. Por lo tanto, hay en mf algo totalmente puro ¢ intacto: el amor que Dios me tiene como Creador y como Padre, fundamento de mi identidad, de mi condicién inaliena- ble de hijo amado. El acceso a ello en la fe es precisa- mente lo que obra y garantiza la posibilidad de un ca- mino de conversi6n y de purificacién, que yo no puedo administrar, ‘Todo hombre, toda mujer, est4 en basqueda de su identidad, de su personalidad profunda. éQuién soy? Aveces, es una pregunta que se hace con angustia en la mitad de la vida. Se pretende construir una personali- dad, realizarse, segiin las aspiraciones intimas y tam- bién segiin los criterios de triunfo que nos propone el contexto cultural en el que se vive. Se invierte en el trabajo, la familia, las relaciones, las diversas responsa- bilidades, etcétera, incluso, hasta el agotamiento... Y después de tanto esfuerzo, queda una parte vacia, in- satisfecha, perpleja: équién soy verdaderamente? Todo lo que he vivido hasta hoy, éexpresa bien quién soy? Hay toda una parte de mi identidad que deriva de mi historia, de lo que heredé, de lo que sufri, de las decisiones que tomé, pero no es eso lo mds profundo. Eso solo se manifestard y se desplegaré en el encuentro Gen Dios. que me limps de todo lo artificial y construi iy enlace idad, permitiéndome acceder a lo que i Tamente, al centro de mi personalidad. dad gue de baenalidad verdadera no es tanto una reali- Te debemos construir, sino, mas bien, un don que 28 debemos recibir. No se trata de conquistar lo que sea, sino de dejarse engendrar: Ti eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predileccién (Le 3, 22). En el Evangelio de Lucas, esas palabras las dice el Padre a Jestis en el momento de su bautismo, y podemos hacer- las nuestras en virtud de nuestro propio bautismo. La esencia de mi personalidad consiste en dos reali- dades que estoy Hamado a descubrir progresivamente, simples pero de una riqueza inagotable: ¢l amor anico que Dios me tiene, y el amor tinico que yo puedo tener- le por él La oraci6n y el encuentro con Dios me hacen descu- brir su amor Gnico hacia mi. Es la aspiracién profunda de todo hombre (iy cuanto mas de toda mujer!): sen- tirse amado de un modo tinico, No ser amado en forma general, como uno més entre otros de un grupo mas amplio, sino ser apreciado, considerado de una manera inica. La experiencia del amor es tan fascinante por- que nos hace entrever esto: yo adquiero un premio que nadie mas obticne y, a su vez, tengo, ante los ojos del otro, un valor tnico. Esto es lo que realiza el amor del Padre. Bajo su mi- rada, cada uno de nosotros puede experimentar que es amado, elegido por Dios, de un modo totalmente per- sonal. Con frecuencia, sentimos que Dios ama de ma- nera general y que, puesto que ama a todos los hom- bres, entre los que estoy yo, iseguramente se interesard un poquito por mi! Pero ser amados como un elemento de un conjunto no nos puede satisfacer y no correspon. de en absoluto a la realidad del amor del Padre, que es particular, tinico, para cada uno de sus hijos. El amor de Dios es personal y personalizante, Cada uno de no- 29 sotros tiene perfectamente el derecho de decir: Dios ne ama como a ninguna otra persona en el mundo! Dios ‘ho ama a dos personas del mismo modo, puesto que st amor es precisamente el que crea nuestra propia perso- nalidad y es diferente para cada uno. Hay mayor dife- vancia entre las almas que entre los rostros, afirma san- ta Teresa de Avila. Esa personalidad «nica esta simbo- Teada en el “nombre nuevo” del que habla la Escritur ra, Leemos en el libro de Isafas: ¥ tii serds Hamada con un nombre nuevo, puesto por Ia boca del Senor (1s 62, 2) Y enel libro del Apocalipsis: El que pueda entender, que entienda lo que el Espirit dice alas Iglesias: al vencedor, le daré de comer el mand escondido, y también le daré una piedra blanca, en la (que estd escrito un nombre nuevo que nadie conoce fue- ra de aquel que lo recibe (Apoc 2, 17). Ese amor tinico que Dios tiene por cada uno conlle- va el don de una respuesta tinica. Hay muchos santos, y sobre todo santas, en los que encontramos palabras de este tipo: “iJestis, quiero amarte como nadie te haya amado jamés! iHacer por ti locuras que nadie haya hecho!”. - ‘Ante estas palabras, nos sentimos muy pobres, sa~ biendo bien que no podremos sobrepasar en el amor a todos los que nos han precedido. Sin embargo, ese de- seo no es vano y se puede realizar en la vida de toda persona, Aun cuando no soy Teresa de Avila ni Fran- cisco de Asis, yo puedo entregar a Dios (también a mis hermanos y hermanas, a la Iglesia y al mundo) un amor que atin nadie le ha dado. Ese amor que a mi me co- 30 rresponde ofrecer, segiin mi personalidad, en respuesta al amor que él me manifiesta y con la gracia que recibo de él. En el coraz6n de Dios, en el misterio de la Iglesia, vo tengo un lugar Gnico, una misién Unica e irrempla- zable, una fecundidad propia, que no puede asumir nin- guna otra persona, Recibir como fruto de la oracién esta doble certeza -la certeza de ser amado en modo tinico y la certeza de poder (pese a mi debilidad y a mis limites) amar de una manera también tinica~ es un don enormemente valio- so. Tanto que se constituye en el néicleo mas profundo y mas s6lido de nuestra identidad Entendiéndolo bien, se trata de una realidad que permanece en el misterio, incomprensible y, en gran parte, imposible de expresar. No es algo de lo que uno se puede apropiar, o gloriarse de ello, sino que se vive en la humildad y la pobreza. Es objeto de la fe y de la esperanza, mas que una posesién que se pueda adqui- rir, No obstante, es algo bien real y seguro, que nos con- fiere la libertad y la seguridad interior que necesitamos para enfrentar la vida con confianza. Por eso que acabamos de decir y por otras razones nds, el descubrir a Dios como Padre, fruto esencial de la fidelidad a la oraci6n, es lo més valioso del mundo, el mas grande de los doncs del Espiritu ¥ ustedes no han recibido un espiritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espiritu de hijos adop- tivos, que nos hace llamar a Dios iAbbii, es decir iPa- dre! El mismo Espiritu se une a nuestro esplritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (Rom 8, 15-16) 31 La paternidad de Dios para nosotros es 1a realidad mas profunda, la mas rica ¢ inefable, 9 abismo incon- mpible de vida y de misericordia. No hay nada mas Feliz. que ser hijos, vivir en esta paternidad, recibirse & uno mismo y recibir todo de la pondad y de la generosi- dad de Dios. A cada instante de nucsity vida, esperar da iadamente todo de Dios. “iQue dulce es Hamar a Dios Padre nuestro!”!, deeia Teress de Lisieux, derra- mando Lagrimas de alegria. 6. De la oracion nace la compasion hacia el projimo Uno de los mas bellos frutos de la ose (yun cri- terio de discernimiento de su uutenticidad) es que hace crecer el amor al projime Si nuestra oracion es verdadera ( adelante vere- amos qué significa eso), nos acerca a Dios, nos une a él y hos hace percibir y tomar parte 6h eL amor infinito que tiene por cada una de sus criatuss® La oracién dilata y ablanda el corazon. Cuando falta la oracion, el cora- zon se endurece y Se enfria. Se podria decir mucho so- bre esto-y también se podrian aportar MY nos testimo- pios, Me conformo con citar un buen texto de san Juan de la Cruz. Un maestro de la mistica, pero: también (contrariamente a la imagen que con frecuencia se tie- T Fae eter por sur hermana Celina en Conse Goo) trecogidos por sor Eokoweva, su hermana Celina), Cerf, 1973» P 8 ne de él) uno de los hombres mas tiernos y compasivos del mundo. “Y que es evidente verdad que la compasion de los projimos tanto mas crece cuanto més el alma se junta con Dios por amor; porque cuanto mas ama tanto mis desea que ese mismo Dios sea de todos amado y honrado. Y cuanto mas lo desea, tanto més trabaja por ello, asi en la oraci6n como en todos los otros ejercicios necesarios y a él posi- bles. Y es tanto el fervor y fuerza de su caridad, que los tales poseidos de Dios no se pueden es- trechar ni contentar con su propia y sola ganan- cia; antes pareciéndoles poco el ir solos al cielo procuran con ansias y celestiales afectos y dili- gencias exquisitas llevar muchos al cielo consigo, Lo cual nace del grande amor que tienen a su Dios, y es propio fruto y efecto este de la perfec ta oracién y contemplacion”” 7. La oracién, camino de libertad La fidelidad a la oraci6n es un camino de libertad Nos educa progresivamente para buscar en Dios (y a encontrar pues el que busca encuentra, como afirma el Evangelio de Mt 7, 8), esos bienes esenciales que de- seamos: el amor infinito y eterno, la paz, la seguridad, la felicidad. Juan de la Cruz, Magisterio oral. Dictiimenes de espiritu recogi- dos por Eliseo de los Martires, Dictamen 10. 33 Sino aprendemos a recibir de la mano de Dios esos bienes que nos son tan necesarios, corremos cl grave riesgo de ir a buscarlos a otra parte y de esperar de las realidades de este mundo (riquezas materiales, traba- jo, relaciones...) Jo que esas realidades no pueden con- cedernos. Nuestras relaciones con el projimo, con frecuenci® nos decepeionan porque, aun cuando no siempre Ne Hemos cuenta, esperamos del projimo, lo que no puede “Iarnos, De ciertas relaciones privilegiadas se espera une care cidad, un reconocimiento pleno, una seguridad perfecta. Ninguna realidad creada, ninguna persona Prmana, ninguna actividad puede satisfacernos plena- mente en lo que esperamos, Como esperamos demasiae doy no recibimos, nos amargamos, NOS decepcionamos \ terminamos por resentimnos con quienes no Nes han Jespondido segiin 1o que esperabamos La falta no es de ellos; lo que nosotros pretendiamos cra desmedido; pretendemos obtener de una persons Jos bienes que solo, Dios nos puede asegurar. ‘A decir esto, no pretendo descalificar las relaciones interpersonales ‘ni las diversas actividades humanas: Creo mucho en el amor, en la amistad, en la vida frater- na, en todo lo que podemos mutuamente entregarnos unos a otros en nuestras relaciones. El encuentro con una persona y los lazos que nos unen a ella, a veces, pueden ser un ‘magnifico regalo de Dios. A Dios le agra- d ar su amor a través de la amistad 0 la soli- citud de alguien que él pone en muestro camino, Pero a preciso que Dios sea el centro y que no exijamos de una pobre criatura humana, limitad: a, Himitada e imperfecta, que 1 dé lo que solo Dios pucde dar. Peete eNOS 34 Tampoco digo que los bienes ya presentados (paz, felicidad, seguridad, etc.) nos sean concedidos inmedia tamente después de ponernos en oraci6n. Pero es cierto que la fidelidad a la oracién expresa de una manera concreta que, si esperamos dichos bienes orientandonos hacia Dios, en un movimiento de esperanza y de fe, nos seran concedidos poco a poco. Este es un elemento de fandamental equilibrio en el Ambito de las relaciones hhumanas, para evitar exigir a Jos demas lo que no pue- den darnos, con todas las consecuencias a veces dra- maticas que de alli derivan. Cuanto mas sea Dios el centro de nuestra vida, y mas esperemos todo de él solo de él, nuestras relacio- nes humanas tendran mas posibilidades de ser justas y felices. Esperar de cualquier realidad lo que solamente Dios puede darnos tiene un nombre en la tradicion biblica: idolatria. Sin darse cucnta se puede caer en la idolatria de muchas cosas: personas, un trabajo, conseguir un diploma, desplegar ciertas capacidades, alguna mane- ra de triunfar, el amor, el placer, etcétera. son buenas en si mismas, pero si no les pedimos més de lo que es legitimo, La idolatrfa siempre nos hace perder una parte de nuestra libertad, Los idolos decepcionan: se termina, frecuentemente, odiando lo que se ha ado- rado. Dios, solo él, jams decepciona. Nos Hlevara por caminos inesperados y a veces dolorosos, pero colmara nuestras esperanzas. Sola en Dios descansa mi alma (Sal 62,2). La experiencia lo demuestra. La fidelidad a la ora- cidn, aun cuando pase por etapas dificiles, por momen- tos de aridez y de prueba, nos lleva progresivamente a 35 encontrar en Dios una profunda paz, una seguridad, una felicidad, que nos hace libres en relaci6n con los demés. Si yo tengo mi felicidad y mi paz en Dios, seré capaz de dar mucho a mi pr6jimo y también de acep- tarlo como es, sin resentirme cuando no corresponda a lo que espero de él. Con Dios me basta. ‘Agrego que el hecho de encontrar en la oracién una felicidad, y hasta diria que un cierto placer, nos libera de esa busqueda ansiosa de satisfacciones humanas que es nuestra tentaci6n permanente. Nuestro mundo pa- dece un gran vacio espiritual, y me asombra ver como ese vacio interior empuja a una busqueda frenética de satisfacciones sensibles, No tengo nada contra los legt- timos placeres de la vida, las buenas comidas, el buen vino, o los baiios relajantes. Son algo que Dios nos da, pero es preferible usarlos con medida, A veces, se ve en el mundo una necesidad insaciable de sentir, de sabo- rear, de experimentar emociones y sensaciones nuevas y cada vez més intensas, que puede Hevarnos a com- portamientos destructivos como se constata en el am- bito de la sexualidad, de la droga, etcétera. La btisque- da de sensaciones cada vez mas fuertes casi siempre nos conduce a un desenfreno de violencia. Cuando falta un “sentido de la vida”, se trata de reem- plazarlo por la “sensaci6n’, “iPrueben todas las sensacio- nes!”, dice una propaganda reciente de automéviles, Pero ese es un callej6n sin salida, que no produce més que frus- traciones e incluso autodestruccién y violencia, Mil sat facciones no nos dan la felicidad... Una iltima consideracién sobre este aspecto de la oracién como camino de libertad. Como veremos luego, la fidelidad a la oraci6n nos permite experimentar, poco a poco, que los verdaderos tesoros vienen de la interio- ridad, que nosotros poseemos en nosotros mismos la felicidad del Reino de Dios. Descubrir esto nos infun- dird la libertad necesaria para encauzar los bienes de la tierra, para ir renunciando a la necesidad exce: de tener, esa tendencia actual de lenar la vida de cosas materiales, que terminan por recargarnos y endurecer nuestro corazon, 8. La oracién unifica nuestra vida Pasando el tiempo en fidelidad, la oraci6n se mani- fiesta como un maravilloso “centro unificador” de nues- tra vida, En el encuentro con Dios, en la entrega con- fiada en sus manos de Padre, todo lo que constituye nuestra vida dia a dia, los acontecimientos y las cit- cunstancias que atravesamos, todo cs “digerido”, inte- grado, arrancado del caos, de la dispersi6n de la incohe- rencia. La vida tiene, entonces, su profunda unidad. Dios es el Dios tinico que unifica nuestro coraz6n, nues- tra personalidad, toda nuestra vida. El salmo 86, 11 formula esta preciosa peticion: Orienta totalmente mi co- razén al temor de tu Nombre. Gracias al encuentro regu lar con Dios en la oracin, a fin de cuentas, todo se vuelve positivo: los deseos, la buena voluntad, los es fuerzos y también nuestra pobreza, nuestros errores y nuestros pecados. Las circunstancias felices 0 infelices, las opciones buenas o malas, todo queda como “recapi- tulado” en Cristo y se transforma en gracia, ‘Todo ter- mina teniendo sentido e integrandose en un camino de crecimiento en el amor, Santa Teresita, a propésito de 37 esto, cita la"Glosa a lo divino” de las poesias de san Juan de la Cruz: “Hace tal obra el amor, después que lo conocf, que, si hay bien o mal en mi, todo lo hace de un sabory el alma transforma en st..." En os relatos de la infancia de Jestis, c] Evangelio de Lucas nos dice de la Virgen: Mientras tanto, Maria con- rant estas cosas y las meditaba en su corazén (Le 2, 19) ¥ sr madre conservaba estas cosas en su corazén (L¢ 2, 51) ‘Todo lo que Marfa vivio, las gracias que recibi6, Tas palabras que escuch6, las cosas por las que pas, lami= nosas y también dolorosas, las conserv6 en st corazon, yy en su oracion, Finalmente, todo adquirié su sentido, Jo en virtud de un andlisis intelectual, sino gracias ala dracion interior. No rumiaba las cosas en su cabeza, las guardaba en su corazén confiado y orante, en el que todo tenia su lugar, unificdndose en la simplicidad. En cambio, sin la fidelidad a las citas de la oraci6n, nos arriesgamos a no tener nunca una vida coherente: El que no recoge conmigo, desparrama (Mt 12, 30), dice Jestis. 8 Manuscrito A, 83 1 38 CapiTuLo 2 Las condiciones de una oracién que dé frutos Yo los clegi a ustedes, _y los destiné para que vayan y den fruto, “ese fruto sea duradero (JN 15, 16). En este segundo capitulo, quiero responder a la si- iguiente pregunta: 2Qué es lo que hace posible que nues- ‘fa vida de oraci6n sea un verdadero encuentro con Dios ¥ que, en consecuencia, dé frutos abundantes y dura- eros? Enel prologo a su obra Subida del Monte Carmelo, Joan de la Cruz afirma una cosa impresionante: ~Hay también muchas almas que piensan no ticnen eracion, y Lienen mucha; otras que [piensan que] tie- men mucha, y es poco mas que nada”. Dicho de otro modo, hay personas que piensan que rezan mal y lo hacen muy bien; y otros se imaginan que an sezan bien y lo hacen mal Como diferenciarlas? éCon qué criterios? __No es facil discernir la calidad de una vida de ora- én. \Sobre todo si se trata de la propia! Sin embargo, me aventuro en eve terreno delicado porque es impor- tante la cuestién 39 Para evaluar nuestra vida de oracién, podemos par- tir de dos puntos de vista: los frutos y la manera de proceder en la oraci6n. Veremos ambos sucesivamente. 1. La oracién como lugar de pacificacion interior El rbol se conoce por su fruto (Mt 12, 33), dice el Se- hon Sinuestra oracion es auténtica, dard fruto: nos hard wok humildes, mas déciles, més pacientes, més confia- dos, etcétera, La oracion hard que despunten, poco & poco, en nuestra vida todos los frutos del Espiritu, de Tos que san Pablo nos presenta una lista en la cara see Gpalatas: amor, alegria y paz, magnanimidad, afabili- “lad, bondady confianza, mansedumbre y temperancia (Gal 5, 22). La oracién nos haré amar més a Dios y a nuestro projimo. La caridad es el fruto y el criterio tiltimo de peda vida de oraciOn. Si no tengo amor, no me sirve para nada (1Cor 13, 3). Sin pretender quitar a ese criterio su absoluta prio- ridad (nos preguntamos, sin embargo, esto: ése puede medir el grado de amor?), creo que, en la practica, hay que asumir como criterio la paz. Se puede afirmar que una persona mantiene su vida de oraci6n bien ubicada en su conjunto, si ella la expe- rimenta como un espacio de pacificacin. Cuando al- guilen puede decir: mi oracin no es extraordinara,es- y lejos de ser un gran mistico, con frecuencia, te distracciones y momentos de arid nite del s de aridez; la mayor parte del 40 tiempo no siento grandes cosas y no pretendo en abso- luto haber llegado a la cima de [a vida espiritual. Pero, aun siendo asi, reconozco que el encuentro regular con el Senior me produce un efecto de pacificaci6n interior, Esta paz no siempre se siente con la misma intensidad, sin embargo, es el resultado frecuente de mis tiempos de oracién. Esos momentos me permiten estar mas tran- quilo, adquirir mas confianza, tomar una cierta distan- cia de los problemas y de las preocupaciones, dramati- zar menos con las dificultades de mi vida... Y veo bien que esta paz, esta toma de distancia de mis inquietu- des, no es fruto de mis reflexiones o de mis esfuerzos psicolégicos, sino que la recibo como un don, una gra- cia, A veces, de manera inesperada; cuando tengo to- dos los motivos del mundo para estar inquieto, de pron- to, mi coraz6n recibe una tranquilidad cuya fabricacion no es mia, sin duda. Dios es la fuente. Si lo pensamos bien, en realidad, no puede ser de tro modo; Dios es un océano, un abismo de paz. Si mi oracidn es sincera y me pongo de veras en comunién con él, algo de esa paz divina no puede menos que He- gar a mi. “La oracin nos hace el don, cada dia, de una paz totalmente renovada”, dice el padre Matta El Maskine, el gran artesano de la renovacién mondstica actual de los coptos de Egipto™ En Dios hay una intensidad de vida cuyo poder es inconmensurable; ¢! Seior tu Dios es un fuego devorador (Deut 4, 24). Al mismo tiempo, hay en Dios una dul- ¥ Matta El-Maskine, L’xperience de Diew duns la vie de pritre, Abbaye de Bellefontaine, p. 30. 4 zura, una paz, de una profundidad infinita, que se co- munica, al menos en parte, con nuestro coraz6n, cuan- do nos mantenemos humildemente abiertos en su pre- seni, Vengan a mi todos los que estén afligidos y agobiados, y yo los aliviaré (Mt 11, 28), Entonces la paz de Dios, que “Supera todo lo que podemos pensar, tomard bajo su cnidado fos corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jests (Fp 4,7). El don de la paz interior es precioso, ya que, en esc clima de paz, puede crecer el amor. Esa paz nos hace disponibles para la obra de la gracia y nos permite dis- cernir con més facilidad en las diversas situaciones y decisiones que debemos tomar. Evidentemente no sicm- pre se siente de a misma manera; es normal que tenga- mos altos y bajos, y que atravesemos momentos de prue- ba o de inquictud, sin que podamos librarnos tan facilmente. Pero sigue siendo cierto lo que hemos dicho; si, en conjunto, a largo plazo, experimentamos nuestra vida de oracién como una fuente habitual de pacificacion interior, ese es un muy buen signo. Si, por el contrario, no tenemos esa experiencia, eso significa que conviene que nos preguntenos si oramos Io suliciente, o si lo hacemos con las disposiciones inte- riores adecuadas. Me parece que seria necesario abri se a un acompaiamiento, Para terminar, agreguemos que uno de los frutos més preciosos de la oraci6n es la pureza de cora76n. La ora- Cidn encierra un gran poder de purificacién interior, En la oraci6n, el coraz6n se sosiega, se simplifica, se orien- ta hacia Dios. éQué es un coraz6n puro, ino uno que 42 se vuelve totalmente a Dios, con confianza y con el deseo de amarlo verdaderamente y de hacer en todo su voluntad? 2. Las disposiciones que hacen fecunda la vida de oracion Abordemos ahora la cuestién del discernimiento de nuestra vida de oracién, desde otro punto de vista, no ya desde los frutos, sino desde la manera de proceder en la oracion. Una primera cosa que quiero afirmar (que deriva de Jo que después diré, pero que es bueno poner en ejerci cio) es que la cualidad principal de la oracién debe ser la fidelidad. iJests no nos manda a orar bien, sino a orar sin cesar La fidelidad (que, bien entendida, no es una simple rutina, sino que esta animada por un deseo sincero de encontrarse con Dios, de complacerlo y de amarlo) hard todo el resto. La principal lucha en la vida de oraci6n es la de la perseverancia. Como lo destaca ‘Teresa de Avila, el demonio hace todo lo posible para desviar a las almas de esa fidelidad, usando todos los pretextos posibles ¢ imaginables: no te sirve para nada, no eres digno de orar, pierdes tu tiempo, manana lo har4s me- jor que hoy, no puedes dejar de lado esta urgencia que se te presenta ahora, seria una pena que faltes a esa emision de television, tienes que pensar en ti, etcétera, La santa explica que es lgico que el demonio nos haga la. guerra con todas sus fuerzas en esto, puesto que, con 43 toda seguridad, él pierde un alma que es fiel a la ora- cién. El alma caera muchas veces, sin duda, pero des- pués de cada caida tendrd la gracia de elevarse mas avin “iY qué bien acierta el demonio para su propési- to en cargar aqui la mano! Sabe el traidor que alma que tenga con perseverancia oraci6n la ti ne perdida y que todas las caidas que le hace dar la ayudan, por la bondad de Dios, a dar des- pués mayor salto en lo que es su servicio: ialgo le va en ello!", Ella nos invita a perseverar, cueste lo que cueste: “Digo que importa mucho, y el todo, una gran- de y muy determinada determinacién de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabajese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquie- ra llegue alld, siquiera se muera en cl camino © no tenga corazén para los trabajos que hay en 41, siquiera se hunda el mundo..." 3. Una oracién animada por la fe, la esperanza y el amor La idea que ahora vamos a desarrollar es simple, perc muy importante y puede darnos puntos de referenciz muy valiosos en nuestro camino personal, en particu Teresa de Jestis, Libro de la vida, 19, 4. “Teresa de Jestis, Camino de perfeccién, 21, 2 44 lar, para afrontar las dificultades que se encuentran en la vida de oracién; nuestra oracién sera buena y fecun- da si estd fundada en Ia fe, la esperanza y el amor. Debe estar apoyada en el ejercicio de las tres “virtudes teolo- gales”, como se las lama clasicamente"”, y que se po- nen de relieve en la Escritura (en especial, en las ense- Aanzas de san Pablo), ya que en cllas reside el dinamismo fundamental de la vida cristiana (cf., por ejemplo, Tes 1, 3: Tes 5, 8; 1Cor 13, 13) Cuando decidimos dedicar un momento a la oracién personal, podemos hacerlo de varias maneras: meditar un texto de la Escritura, recitar lentamente un salmo, dialogar libremente con el Sefor, dejar que nuestro co- raz6n lo alabe, recitar el rosario, o utilizar otra forma de oracién de repeticién, estar delante del Seftor sin decir nada, en una actitud de simple disponibilidad o de adoracion, etcétera, Luego veremos esas diferentes posibilidades, que podemos usar con toda libertad se- gin nuestra conveniencia. Lo esencial, sin embargo, no consiste en emplear uno uotro método, sino en verificar cudles son las disposi: ciones profundas de nuestro corazén cuando rezamos. Son esas disposiciones intimas, y no una técnica o una formula particular, las que garantizan la fecundidad de la vida de oracién. Lo que importa, a fin de cuentas, es que cuando nos pongamos a orar, utilizando uno w otro método con ese objetivo, todo esté basado en las disposiciones interio~ res de la fe, la esperanza y el amor. 7 =Teologal” significa que tiene a Dios por objeto principal, 0 nds todavia: que nos une a Dios 45 Vamos a recordar ahora cada una de las tres “virtudes teologales”, su importancia y su funci6n en la oracién 4, La puerta de la fe La oraci6n es esencialmente un acto de fe. Es tam- bién el primer modo y el mas propio de experimentar nuestra fe, A una persona que dijera: “Creo, pero nun- ca oro”, se le podria preguntar con raz6n: “ZEn qué Dios crees tit? Si el Dios en el que crces es el Dios de la Biblia, el Dios vivo, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios con quien Jestis pasaba sus noches en oracién, llamandolo “Abba: Padre”, écémo es posible que no tengas el menor deseo de dirigirte a 12” La fe se expresa, se renueva, se purifica, se afirma, poniéndola en acto en la oraci6n, Aun cuando no ten- gamos conciencia (como cl senor Jourdain en la obra de Moliére, que hacia prosa sin saberlo), desde el mo- mento en que nos ponemos a orar, hacemos un acto de fe: creer que Dios existe, que vale la pena hablarle y escucharlo, que nos ama, que es bueno dedicarle una parte de nuestro tiempo, etcétera, En toda oracién, hay un acto de fe implicito que es fundamental Da mucho dinimo comprender que ese acto de fe nos une a Dios. “Y por tanto, cuanto més fe el alma tiene, mas unida esté con Dios”'*, dice san Juan de la Cruz. T Juan dela Cruz, Subida del Monte Carmelo, Libro 2, cap. 9. 1 46 Lo que realiza la uni6n con Dios no es ni la sensibilidad ni la inteligencia, sino la fe. Explicamos esto. 5. éCuAl es la funcién de la sensibilidad en la vida de oracién? La sensibilidad humana es una facultad muy valio- $a; no se trata de descalificarla. El hecho de poder sen- tir, estar emocionado, vibrar interiormente, es esencial para la condicién humana. Incluso diria que, en la vida espiritual, es absolutamente indispensable que la sen- sibilidad, la afectividad, tomen parte. Si nunca gusté sensiblemente de la presencia y la ternura de Dios, siem- pre sera para mi un extrafto, lejano y abstracto, solo una idea. Con frecuencia, en la vida reciente de la Igle- sia, los creyentes han sufrido el hecho de que Ia sensibi- lidad no cuente. El salmo 34 nos dirige esta invitacion: Gusten y vean qué bueno es el Sevor (Sal 34, 9). Tenemos el derecho de pedir gracias sensibles, 0 sea que poda- mos gustar de algo del misterio de Dios y de las verda- des de la fe, en nuestro cuerpo, con nuestros sentidos, con nuestras facultades emotivas. De lo contrario, no podran formar parte de nuestra vida de un modo ve daderamente dinamico. Todos los métodos de oracion y de meditacion que ponen en juego los sentidos y apelan a la capacidad que tiene la persona humana para cmocionarse, son legitimos. Pienso quc las igle- sias en Occidente han dejado de lado eso, a causa de muchas celebraciones frias y verbales, incapaces de des- pertar la menor emoci6n, causando desgano... Es ne- 47 cesario hacer todo lo posible para que, en la vida de la Iglesia, en particular en la liturgia, se pongan de ma- nifiesto la belleza y el fervor sensible corazones. que toquen los Hay que reconocer los limites de la s sibilidad. Es indispensable “gustar de Dios”, pero “lo que nos gus- ta” de Dios no es Dios. Dios es infinitamente més gran- de y esté infinitamente mas alld de todo To due la sensi- bilidad nos puede hacer aprehender. La biisqueda de Jo sensible puede Hegar a convertirse en un fin en si inismo, Puede ocasionar una especie de gula, apes? fal- ta de libertad. La sensibilidad necesita purificarse. En la oracién, se trata de encontrar Dios y no simple- mente de los sentimientos que tenemos en la presencia The Dios. Debemos entonces, aceptar que, aY°°0. ues: ra sensibilidad esté vacia, frida y seca En esos mo- mentos, recordemos que lo que vale no € Jo que senti- ag, ein To que creemos. El acto de fe va mucho mas alla que un sentimiento cmocional y nos permite que verdaderamente nos encontremos Con Dios, aun cuan- Yo esté en un vacio total, ¥ nuestro corazén parezca star seco como las dunas del Sahara, sit Ja mas mini ma gota de fervor sensible Arado una observacion que se une CoM Jo que dije antae sobre la oracién como camino de libertad. Per- meer fil ala oracién, a pesar de las ariceces, ejerch tarla fe en la oraci6n, nos hace entrar progresivamente tena libertad, en todo lo referente al ambito de lo sen- Ce ea ep navemvos poner en juego nuestra sensibilidad y sruestre afectividad, dejar que se despierten aspectos trtgizne me ee ambito y también hacer vibrar en nucs- 1evas emociones (esas “Cuerdas musica- 48 es hasta entonces olvidadas”'’, segtin la expresién de Teresita del Nino Jestis), sin apegarnos a nada de eso Nuestra cultura moderna mueve fuertemente a las per- sonas a que se dejen guiar tinicamente por Ia sensibili- dad, y eso leva a muchas formas de inmadurez, inclu- so de esclavitud. Por ejemplo, cuando la relacién con otro solo se funda en el placer que se siente, es puro infantilismo, La verdadera libertad consiste en amar al otro, me guste o no; la fidelidad a la oraci6n, cueste lo que cueste, es una educacién muy valiosa en ese senti- do. 6. Funci6n y limites de la inteligencia Se puede hacer una reflexién andloga a propésito de la inteligencia. Tiene una funcién fundamental en la vida humana y espiritual; la fe no puede darse sin la raz6n. Lo que nosotros creemos debemos comprender- lo, dentro de lo posible, con la inteligencia, para que la inteligencia pueda apropiarse de los contenidos de la fe. Eso es lo que hace la teologia. Cuanto més compren- demos lo que creemos, mas fuerte y luminosa sera nues- tra fe. Agreguemios también que, en nuestra vida de ora- cidn, recibiremos, con frecuencia, luces que iluminan nuestra inteligencia, en muchos campos: comprensién “Ella utiliza esta expresion en un bonita pasaje del Manuscrito €- donde recuerda ta intensa alegria de haber reeibico, come Panito” (ella solo tenia hermanas) a un misionero que se le con- Baa su oracion. CF. Manuscrito C. 32 49 de ciertos aspectos del misterio de Dios, percepcion mas viva de la persona de Cristo, del sentido del destino de Ia humanidad, etcétera. A veces, recibiremos luces muy fellas y preciosas para comprendes él sentido de algiin porto de la Escritura. Ademas de la luz en el orden ge= neral del contenido de la fe, la inteligencia también re- Uibird luces particulares que conciernen a nuestra vida comereta: qué elegir, como llevar nuestra vida en tal cir cunstancia, como aconsejar a alguien que nos lo pide, etcétera, Cada vez que nuestra inteligencia se clarifica, se nos regala un gran don, y tenemos que hacer todo lo posi- ble para vivir nuestra fe de manera inteligente, poner en cto nuestra capacidad de reflexion, de compreht sion, de andlisis... Tenemos que pedir y buscar Jas luces que iluminan la inteligencia, no se puede dejar de ha- aeflo. La pereza de la inteligencia y la vitalidad espiri- tual no se Hevan bien Hay que reconocer que Ia inteligencia tiene sus fmt tes, Ex bueno comprender las verdades concernientesa Dios, pero es necesario recordar también que todo lo que comprendemos de Dios no es Dios... Dios ests infi- nitamente ma 114 de todo lo que nuestra inteligencia pueda percibir o representarse acerca de él. Ningin co. Pepto sobre Dios corresponde verdaderamente a Toque Dios es. Qué profunda y lena de sabidurfa es la riqueza y la ciencia de Dios! (Rom 11,33) La inteligencia puede acercarnos a Dios, pero NO NOS permite acceder a lo que es verdaderamente Dios en st Pismo, Solo la fe puede hacerlo, En ciertos momentos pela vida cristiana, la inteligencia no puede mas que callary impotenci ; reconocer su impotencia. El mas grande tedlo- 30 go de la historia de La Iglesia, santo Tomas de Aquino, reconocid, al final de su vida, que todo lo que habia ‘escrito no era mas que paja. Es pues normal, y hasta necesario, que en nuestro Saminar cristiano, particularmente en la vida de ora, Sn. la inteligencia se halle a veces en una cierta oseu, Baad. Sucle suceder que nuestra inteligencia se eneuen, E> completamente perdida en cuestiones relativas a la &. al misterio de Dios, o frente al sentide que puedan ERs algunos acontecimientos de la vida del mundo-o Se nuestra vida personal, Son momentos dif es, ya cl hecho de no comprender provoca siempre ana Selorosa frustracion. Pero es inevitable. Lo que deho Samos seguridad es recordar que lo que nos permite Scceder a Dios y a la verdad profunda de nuestra vida, Bo es la inteligencia; la fe debe bastarnos, incluso cuan, (do la intcligencis esta en agonia. Esas etapas de tinie. ‘bias para la inteligencia son necesarias para que se pu ‘Bfique y se refine. En efecto, en el ejercicio de la nteligencia, en el deseo de comprender, con freuen. ‘$!a, se mezclan cosas de las que precisamos liberarnos Suriosidad, mucho orgullo, pretensiones, deseo de po- er (comprender es dominar), como también una biis- Gueda humana de seguridad (comprender es dir controlar...) Para saberlo todo, tenemos que pasar por el no sa- ber... No hay un crecimiento humano y espiritual ver- Sadero, si no se pasa por momentos en los que la inteli- fencia queda dolorosamente humillada. Démonos cuenta de que el pensamicnto, la reflexién, Pueden acercarnos a Dios, ser un camino hacia él, pero Ro pueden darnos a Dios en si mismo, Pensar un objeto quiere decir mantenerlo a cierta distancia para domi- narlo. Eso no se puede hacer respecto de Dios, no se puede “pensar” a Dios, convertirlo en un objeto. Lo que nos pone en contacto con Dios es la fe, el amor, la ado- raci6n. Se ha intelectualizado mucho la vida espiritual en Occidente De todo lo dicho resulta lo siguiente: la sensibilidac y la inteligencia son facultades preciosas y Giles, pero no pueden ser cl fundamento de nuestra relacién con Dios ni de nuestra vida de oracién, El tinico fundamento debe ser la fe. Cuando la sensibilidad se encuentra ari- da o la inteligencia ciega, la fe nos es suficiente para seguir adelante. La fe es libre. Sabe alimentarse de lo que toca la sensibilidad e ilumina la inteligencia, pero también sabe sobrepasar eso, RK Todas esas consideraciones son, a fin de cuentas, una consecuencia practica muy consoladora, Hay momen- tos en nuestra vida de oraci6n en los que estamos muy pobres. Pese a nuestra buena voluntad, a maestros «5° fuerzos, seguimos en sequedad, frios, no sentimos nada, no comprendemos nada y no tenemos ningun luz... Entonces tendemos a desanimarnos y a pensar que oS tamos muy lejos de Dios, Deseamos tener delicadas emociones y profundos pensamientos, nos sentimos completamente “nulos comparandonos a lo que nos cuentan las vidas de los santos acerca de su fervor y de sus gracias misticas. Pensamos que estamos muy alejados de Dios, ya que no sentimos fervor ni luz al- guna. Site sucede eso, querido lector, necesitas recordar lo que ya he dicho: poco importa que sientas 0 no, que comprendas 0 no. Si la sensibilidad y la inteligencia no te dan a Dios, la fe te lo dard, Basta con que pon- Bas un acto de fe, humilde y sincero, para que, desde ¢se momento, estés en relacién con Dios, con absoluta certeza. La fe, solo la fe, establece contacto real con la presencia viva de Dios. Cuando falta todo lo demas, ia fe basta. Si tomamos esto con valor, terminaremos Por experimentar cudn verdadero es y como se nos da yerdaderamente lo que comprendemos por el acto de fe. Que te suceda segiin tu fe, dice Jesiis continuamente “en el evangelio, Destacamos algo importante: en ese pasar necesa- Famente por la prueba, no se ata de aniquilar o de Gebeimirla funcion dela sensibilidad o de la inteligen- {Fis en la vida de fe, sino de darles su justo lugar. Las facultades humanas pasan por momentos de erick folorosas a lo largo de su itinerario espiritwal no para destruidas, sino Ppurificadas, refinadas, de tal modo ¢ el hecho de ejercerlas no se convierta en un obsed lo para la unién con Dios. Hay que atravesar esq curidad para acostumbrarse a una nueva y ms pro- inda percepcidn de Dios y de su sabiduria, Empobre- tse para ser enriquecidos, ¥. Tocar a Dios Se puede proponer una interesante analogia entre funcion de la fe en la vida espiritual y el tee enla 33 vida sensible. Entre los cinco sentidos de los que dispo- rnemos, el primero que se des: Seno materno, ¥ rolla es el tacto, ya en el es lel origen de los demas. No Gene la riquieza de certezas de otros sentides, Com" la vision etn toda la diversidad de imagenes, colores, que PP etgatemplat), 0 1 oido (con ta variedad de sonidos, timbres, melodias). Es el mas primordial, el m: cial para la vida y la comunicacion, Sobre todo, cuenta Con una ventaja que no tienen los otros sentides: Ja re- ciprocidad. En efecto, no se puede tocar un o jeto, sin sar ala vez tocado por él. Pero se puede ver sin ser VI Yo. woit sin ser oido, Fl contacto que cre mas intimo € inmediato que €l que realizan los otros entidos. Es el sentido de la communion, Por excelencia, De manera andloga, la fe se caracteriza Por una cier- ta pobreza (creer no es forzosament® ver, compren- der, sentir), sin embargo, es 14 que adquiere mas vita- Tidad en la vida espiritual, Por Ja fe podemos, de una manera misteriosa pero real, “tocar a Dios” y dejar hos tocar por él, establecer una intr comunicacion con ély dejarnos, poco & PoC» transforma por Su gra" cia, s esen- ae] tacto cs La fe practicada en Ia oracion 108 concede un cono- cimiento de Dios que sigue sjendo OSCUTO, MISLCTIOSO: que esta por encima de iyo lo que podamos entender Tire no satisface todas nucstTeS curiosidades huma, Has, Sida sentido a todo To que Vivimos, pero NO Fes" onde forzosamente & todos nuestros cuestona#nien’ yo No obstante, paradojicamen’™ ‘el conocimiento que fe nos procura de Dios cs Mucho mas capa de coi jarnos en el amor de Dios, que ‘an conocimiento claro Y Hirnto desde el punto de vista de Ja inteligencia. Juat 54 de la Cruz lo expresa de un modo Precioso; “...la fe, en fa cual amamos a Dios sin entenderlo”™, 8. La fe que abre todas las puertas La fe tiene algo maravilloso, y nosotros no valora- mos suficientemente su importancia y su fuerza. Es una realidad humilde, a menudo, escondida, una disposi 56n secreta del corazén y de la voluntad, una simple adhesion a la palabra y a las promesas de Dios, con Bna actitud de sumisién y de confianza. Por lo tanto, este humilde acto, él solo, poco a poco, nos permite el acceso a toda la riqueza del misterio de Dios, Es com. Prensible entonces que Jestis insista tanto en el e vange- So sobre la importancia y la fuerza de la fe. Todas nuce, tras faltas derivan, de un modo u otro, de una falta de fe y no hay nada mas urgente ni mas fecundo que el erecimiento en la fe. Para finalizar con esto, presentamos un buen texto de Luis Maria Gr de Montfort. En su Tratado de & verdadera devocién a la Santisima Virgen, propone la gonsagracion a Maria como camino eficaz de santidad, baséndose en 1a siguiente intuicion. Si nos entrega- mos totalmente a Maria, ella se nos dara totalmente" {Fos hard participar de las gracias que ella recibié del | San Juan de la Cruz, into espiritual, Prolog, 2 Webles tatu de te vntaderadevucin te a, Virgen, p. 152 35 Tod ee rodetose, parucularmente de su fe. Sabemos de : Concilio Vaticano II ha valor qué mod 1 ‘a valorado ¢ munidén con Marfa, ya que es nuestra Madre en la fe, que él co . mpara a una misteriosa Ila avi abre todas las puertas: emacs 56 eee ee Virgen te hard participe de su fe. yor que la de todos los patriar- cas, profetas, apdstoles y todos los demas san- tos... una fe pura, que hard que no te preocu- pes por lo sensible y extraordinario; una fe viva y animada por la caridad, que te hard obrar siempre por el amor mas puro; una fe firme € inconmovible como una roca, que te ayudara a permanecer siempre firme y constante en me- dio de las tempestades y tormentas; una fe pe- wnetrante y efieaz, que ~como misteriosa lave mmaestra~ te permitiré entrar en todos los mis- Terlos de Jesucristo, las postrimerias del hom prey el corazén de! mismo Dios: una fe intrépi- da, que te Hevard a emprender y Hever & cabo, sin titubear, grandes empresas pot Dios ¥ Put Ja salvacion de las almas; finalmente, Ut fe que ta es ta antorcha encendida, tu vida divina, tu tesoro: escondido de la divina sabiduria y tu emma omnipotente, de la cual te servirds para jluminar a los que viven en. tinieblas y sombras ‘ye muerte, para inflamar alos tibios ¥ necesita- dos del oro encendido de la caridad, para resus citar alos muertos por el pecado, para conmo- ver y convertir con tus palabras suaves Y poderosas- los corazones de marmol y los ce- dros del Libano y, finalmente, para resistir al demonio y a todos los enemigos de la salva- ci6n”™, 9. Oracién y esperanza Después de hablar de la fe como fundamento de la fracién, pasemos ahora, a la funcidn, también esencial, de la esperanza. Orar es un acto de esperanza. Es reconocer que ne- xsitamos de Divs, que no podemos sortear solos los esafios de la vida, que contamos con Dios, mas que ‘eon nuestros recursos y talentos propios, y esperamos ‘confiadamente de él lo que necesitamos, En la oracion eo se expresa y entonces se profundiza y se ce fuerte. Vamos a desarrollar eso, lo cual nos Hevara ‘zhablar de Ja humildad y de la pobreza espiritual, que ‘no se pueden separar de la virtud de la esperanza. El acto de esperanza consiste fundamentalmente en siguiente actitud: me reconozco pequeiio y pobre Jante de Dios, pero todo lo espero de él, con plena nfianza. Mi pobreza ya no es un problema, sino una @portunidad. La vida de oracién nos lleva a una experiencia de breza, a veces muy dolorosa, que no debemos temer, ya que resulta finalmente, muy beneficiosa. San Luis Maria Grignion de Montfort, Obras completas, p. 37 Partamos de la vida concreta. Cuando decido tener una media hora o una hora de oracién personal silen- ciosa, en el rincén de oracién de mi habitacion o en una iglesia, a veces es un momento muy bueno y de sereni- dad, donde me siento feli con una alegria y una paz mucho mas valiosas que todo lo que cl mundo me pue- da ofrecer. Pero no siempre es asi. Los momentos de oracion pucden ser dificiles. Precisamente por el hecho) de que estoy solo, en silencio, fuera de mis ocupaciones, habituales, A veces, me encuentro con cosas que no convienen a mi vida; surgen mis miserias, mis caidas y mis crrores, mi dificultad para concentrarme, mis re- mordimientos del pasado, mis inquictudes por el futu- ro, etcétera, iLa lista podria ser mas larga! Lejos de ex: perimentar el tiempo de oracién como algo positivo, lo vivo mas como una dolorosa confrontacién con todo la que me parece negativo en mi vida. Eso me puede levat al desanimo, a la tentacion de abandonar la oracion y, buscar actividades mas grati ‘antes, o diversiones mag agradables. De hecho, hay que reconocer que mucha gen+ te deja de lado Ja oracion, huyendo de toda soledad y silencio, ya que se tiene miedo a esa ineludible confron- tacién con uno mismo, a la que la oracién nos obliga. Esa experiencia no tiene que causarnos miedo; es normal y absolutamente necesaria, Jestis dijo una vez al rey san Luis de Francia: “iT querrias rezar como un santo, pero yo te invito a rezar como un pobre!” La oracién nos pone, inexorablemente, frente alo que erverdia acme. Toda persona posee sus zonas sombrias, a parte de si misma 5 en za, de culpabilidad, de inqulesud Ch rites agree silidedes feicoltey at imites humanos, fra- Pp rgicas, heridas afectivas, complicida , complicidades con 38 el mal, impo tencias, cai : 5. caidas ded oracié stint : tn nos permite entrar cada vez Pa eee lad, en la luz de Dios, y est: Wn mayor profundi dad ena luz de Dios. yest, comocl tava de 50h que ae pone Pieza oscura y permite ver hasta el menor grano de polvo que hay en el aire, pone en or grano erfeccionesy nuestro pechdon en nuestras Evidentemente, no ha breza como laoracions eal ge xeencia de po- es dificiles que nos hacen ver ace son Ss situacio- fragilidades, nuesteas heridas y mucsuos pend ee la oraciGn intensifica la conciencia de telocg yee obliga a enfrentarlo sin ninguna secmannn oe {Qué hacee enttonees? Sebwe todn nn cee Noson ls sanos ls que tienen needed de edeg ng enfermos. Yo no he venido a lamar a php magni’ pecatores"(Me2, 17) justos, sino a los Nuestra puerta de salvaci6n reside en una dobl titud: Ia humildad y la esperanza. Se t ae anza. Se trata de consen- ir plenamente en lo que somos, de aceptar la dolorosa manifestaciOn de nuestros limites y de nuestras faltas, de sacar provecho de eso, aprendiendo a depositar so~ famente en Dios nuestra confianza y esperanza, y no aren muestras cualidacles y nuestras buenas acciones Porque todo cl que seensalza sor humilladay el que se kumitle serd ensalzado (Le 18, 14). Con estas palabras el Evangelig nos invita a aceptar nuestra miseria, todo lo profuinda y preocupante que sea, y a ponernos en las eetnos de Dios con una confianza ciega en su miseri- cordiay en su poder, Debemos aceptar que somos po- bres rilicalmente y transformar esa pobreza en un gri- teen un aguardar, en una esperanza invencible. Dios ‘endtd con toda seguridad. Fste pobre hombre invocé al 39 Seftor: él lo escuch6 y lo salvé de sus angustias (Sal 34, 7). Porque él no ha mirado con desdén ni ha despreciada la mise- ria del pobre: no le ocult6 su rostro y lo escuché cuando pidio auxilio (Sal 22, 25). La tinica oraci6n que Dios escucha es la del pobre. No la del farisco, orgulloso de si mismo y de sus buenas acciones, que agradece a Dios porque se cree mejor que los demas, sino la del publicano que se manticne a dis- tancia y se golpea el pecho diciendo: iDias mio, ten ple- dad de mé, que soy un pecador! (Le 18, 13). La oracién que atraviesa el cielo, que toca el corazén de Dios y atrae su gracia, ¢s la que surge de la profundidad de nuestra miseria y de nuestro pecado. Desde lo mas pro- fundo te invoco, Senor. iSeor, oye mi voz! (Sal 130, 1) 10, El poder de la humildad _ La experiencia dolorosa de nuestra pobreza radical tiene que llevarnos a la humildad y a la esperanza, que enel fondo son inseparables. La humildad es recono cer que todo lo que somos y poscemos constituye un don totalmente gratuito del amor de Dios, del que ne s atribuirnos absolutamente nada: 2Y sue nes que no hayas recibido? én Sere epas reibido? (Cor 4, 7); ambien aceptar con paz nuestros limi imites y nuestras : que le agrada es verme amar mi pequere eeees: “Lo za, es la esperanza cie, dia..."23, coy » como expresa Teresa de Lisieun © Carta 176, bre ie at 176, Sor Matin det s, 6 "grado Corazén, 1 in, 17 de septiom. 60 Es vital para nosotros comprender la fuerza in- usitada de la humildad y de la esperanza. San Pablo dice: “Y la esperanza no quedaré defraudada” (Rom 5, 5). San Juan de la Cruz afirma: “...tanto aleanza de él cuan- to ella de él espera”. Esta palabra es muy consolado- 1a; por la esperanza podemos, con seguridad, obtener todo de Dios. Consiste, dentro de nuestra pobreza ra- dical, en esperar todo de Dios con plena confianza. El nos dard todo, no segiin nuestras virtudes, nuestras cualidades, nuestros: tos, nuestras buenas obras, sino segiin nuestra esperanza. Lo mismo con la humil- dad: Dios se opone alas orgulosos y da su ayaa a los humil- des (1Ped 5, 5). Corona con el triunfo a los humildes (Sal 149, 4). Esta ejerce un poder enorme sobre el corazén de Dios y atrae toda la plenitud de su gracia. Unida a la esperanza, ella “obliga”, por asi decitlo, a Dios a aba- jarse para ocuparse de nosotros. Si valoréramos debidamente este poder de la humil- dad, considerarfamos el mas grande de los tesoros todo Jo que nos leva a ser humildes: nuestras miserias, nue: tras incapacidades, nuestras caidas. “Cuanto mas afl gida, despojada y profundamente humillada esté el alma, mas conquista, con la pureza, la aptitud para elevarse. La elevacién de la que se hace capaz se mide Por la profundidad del abismo donde tiene sus raices y cimientos”® ® Noche esura, Libro Ml, cap, 21, 8 » Angéle de Foligno, Le lire des visions et instructions, cap. 19, Editions du Seuil, Paris 1991, 63. 61 ISi queremos subir muy alto, primero es necesario descender mucho! Teresa de Avila se expresa asi: “Y tengo por mayor merced del Sefior un dia de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado mu- chas aflicciones y trabajos, que muchos de oracion™*. En otra parte dice: “Lo que yo he entendido es que todo fe [a oracion va fundado en bumildad y este cimiento d ul f la oracion, mas que mientras més se abaja un alma en la sube Dios” He leido, recientemente, unos textos de una monja francesa del siglo XVII, Catherine de Bar, que, durante suvida, fundé diez monasterios de las Benedictinas del Santisimo Sacramento. Habla de una manera muy her jnosa acerca del poder de la humildad para auraer la gracia de Dios: “Nosotros no sabemos 0 no queremos saber el secreto para ganar el coraz6n de Dios. Abajate y despréciate a ti mismo", no con palabras, sino en lo profundo, de verdad. Si haces lo que te digo, todo el cielo se fundird en tu interior y rebosars de gracias para convertir al mundo entero. Na ™ Fundaciones, 9, 16. Libro de ta vida, 22, 11 Esta inv propio desprecio debe comprenderse bien, sobre todo hoy sia, que muchas personas, por razones psicologt gas tlenden a dsprecianse 9 no valorarse y hasta ano quererse so no tene nada que ver con la humikdad evangelica, que, pore wrists aceptarse pobre, en reconeliarse con la hocer la pobreza radical tet ratenderse como un reco: wola en paz, con plena confianza ino en la dic puede conocer ni gustar de Dio humildad”®” “Siempre se quiere ser algo, ya sea en cuanto a las steaturas, como en cuanto a Dios, y no hay nada en el mundo més dificil de encontrar, qué alguien que se con- tente con no ser nada en nada, para que Dios To sea todo en él. Todo es en Dios y Dios es en si mismo. Ahi tsté todo lo que tengo y (odo mi gozo que nada puede interrumpir, ni siquiera mis imperfecciones y mis peca- Jos. No esperes nada de ti, sino todo de nuestro Senor Fesucristo”. La pequeiia Teresa de Lisieux también senala como la humildad atrae la gracia divina: iAh, permanezcamos, pues, muy lejos de todo, lo que brilla, amemos nuestra pequeticz, desee- mos no sentir nada; entonces seremos pobres de espiritu, y Jesds iré a buscarnos, por lejos que estemos, y nos transformara en Hamas de amor!..." Nuestra falta de humildad, y solo eso, impide a Dios scalizar en nosotros todo lo que quiere y puede, por- gue esa falta de humildad nos hace considerar algo pro- Pio, cl bien, que es un regalo gratuito de su misericor- dia, ™ Catherine de Bar, Adorer et adhrer, Editions du Cerf, Paris 1994, p. 112. Tid po V6, 31 Carta 176, a Sor Maria del Sagrado Coraz6n, 17 de septiem- bre de 1896. 63 “Dios no quiere nada mejor que colmarnos de él y de sus gracias, pero nos ve tan llenos de orgullo y de propia estima que eso le impide comunicér- senos. Pues si un alma no est4 cimentada en la verdadera humildad y el desprecio propio, es in- capaz de recibir los dones de Dios. Su amor pro- pio los devoraria, y Dios debe dejarla en sus po- brezas, en sus oscuridades y esterilidades, para mantenerla en su nada; esta humildad es una disposicion muy necesaria™. La humildad no se decreta; solo puede ser fruto de una confrontacién dolorosa con las pobrezas y las de- bilidades, de un despojo de todas las pretensiones hu- ‘manas, de todas las reivindicaciones del “ego”. “La humildad no consiste en tener pensamien- tos humildes, sino en sobrellevar el peso de la verdad, que es el abismo de nuestra extrema po- breza, cuando Dios quiere hacer que lo sinta- mos” Esas palabras tienen una nota de austeridad, pero esconden un misterio muy dulce. Una de las experien- cias mas extrafias y mas hermosas de la vida espiritual = esta los momentos en que estamos como aplasta- sos aratg icra pero a reepnaeroroceps ella (porque esa es la verdad..), Dice nee tae Sea erdad...), Dios nos visita enton- ‘ierno consuelo, y sentimos clarai mente que herine de Bar, » ee p13. Mid. pL todas las riquezas de su amor y de su misericordia nos pertenecen. Felices los que tienen alma de pobres, porque a sllos les pertenece el Reino de los Cielos (Mt 5, 3). Teresa de Lisieux dice que “...no hay gozo comparable al que prue- ba el verdadero pobre de espiritu”, Para finalizar, he aqui las preciosas palabras de un cartujo (en un articulo sobre la oracién del corazén) acerca del sentido profundo y positivo de esta expe- riencia de pobreza y debilidad inherente a la vida espi- ritual. Ella es el fundamento del verdadero amor. “Incluso en el orden natural, todo amor auténti- co es una victoria de la debilidad. Amar no con- siste en dominar, poser, imponerse a quien se ama, Amar quiere decir acoger sin defensas al ‘otro que se acerca; a cambio, se tiene la certeza de ser plenamente acogido por la otra parte sin ser juzgado ni condenado, sin comparaciones. No existen las pruebas de fuerza entre dos seres que se aman. Hay una especie de entendimiento mutuo desde la interioridad, gracias al que no se tiene miedo de que pueda venir del otro algan peligro. Esta experiencia, aun cuando siempre es imperfecta, ya es algo convincente. Por lo tanto, no es mas que un reflejo de la realidad divina. Desde el momento en que verdaderamente co- menzamos a creer de coraz6n en la infinita ter- ura del Padre, nos sentimos de algdin modo obli- gados a abajaros mas y mAs, en una aceptacion positiva y gozosa de no ser, de no saber, de no 4 Manuscrito 65 poder. No hay en ello ninguna auto- humillacién malsana. Sencillamente, entramos en el mundo del amor y de la confianza”®. 11. El descenso de si mismo Para expresar de un modo distinto lo que venimos diciendo y hacer comprender lo que se vive si se perse- vera en la oracién, al mismo tiempo como sufrimiento y como felicidad, quisiera utilizar una imagen. El que persevera dia tras dia en la oraci6n es como un hombre que adquiere una antigua mansi6n en las afueras, en cuyo jardin hay un pozo. Un pozo que no sirve de nada, ya que hace quizis cien aitos que esta tapado. E] hombre piensa que seria bueno que vuelva a ser til, Entonces, se pone a excavar en su interior. Al principio, no es grato; encuentra hojas muertas, piedras, lode, toda clase de detritos, algunos de ellos bastante repugnantes. Pero no se deja estar y contintia con su pe- noso trabajo, hasta que finalmente descubre, en el fondo del pozo, un agua limpida y pura, la mas refrescante que existe. Asi nos pasa a nosotros. La fidelidad a la oraci6n nos obliga a una penosa confrontacién con todo lo que hay en nuestro corazén. Encontramos cosas bien pesadas, densas y sucias. Pero llega el dia en que, mas profunda- * Paroles de Chartrew, Eitions du Cert, 1987, p. 99, 66 mente que nuestras heridas psiquicas, mas hondo que nuestro pecado y nuestras manchas, aleanzamos una fuente bella y pura: la presencia de Dios en el fondo de nuestro corazén, a partir de la cual todo en nuestra persona puede ser purificado y renovado. El que tenga sed, venga a mi:.y beba el que crea en mi. Como dice la Escri- tura: “De su seno brotardn manantiales de agua viva” (Jn 7, 37-38). El hombre no se purifica desde afuera, sino desde adentro, No tanto por un esfuerzo moral, sino cuando descubre en su interior una Presencia, yla deja actuar libremente. Por la fidelidad a la oracién, hallamos en nosotros un espacio de pureza, de paz, de libertad; la presencia de Dios mas intima en nosotros, que nosotros mismos, Elcentro del alma es Dios, dice Juan de la Cruz, Apren- demos a vivir, desde ese centro poco a poco, y no desde nuestra periferia psiqui 2as, agresivi ansias, ete La interiorizacion, que es un fruto de la oracién, es mucho mis que una cuestién de simple recogimiento, Es el descubrimiento de la unin con una Presencia fi tima que se convierte en nuestra vida y en la fuente de todos nuestros pensamientos y acciones. Volveremos a hablar de esto, 12. La oracién, un acto de amor Después de hablar de Ja oracién como acto de fe y como acto de esperanza, abordamos ahora la tercera “virtud teologal”, que es un fundamento de la vida de oraciOn: el amor, 67 La oraci6n es uno de los lugares privilegiados donde se ejercita el amor y asf se profundiza y se purifica. Es una maravillosa y eficaz escuela de amor. Es una es- cuela de paciencia, de fidelidad, de humildad, de con- fianza; todas estas actitudes son las mas auténticas expresiones del verdadero amor. Es una escuela de amor de Dios, del amor al préjimo y también (algo muy im- portante) de caridad hacia uno mismo. Si nos preguntamos por el lugar del amor en la vida de oracién, se puede afirmar que el amor es el objetivo de la oraci6n, pero también es, junto con la fe y la espe- ranza, el principal medio, Puede parecer algo parad6ji co, pero asi sucede con muchas cosas, en el dinamismo propio de la vida espiritual. Los movimientos del alma son circulares, dice el Pseudo Dionisio, un padre griego del siglo VI Santa Teresa de Avila insiste en eso en sus ensefian- zas sobre la oraci6n; no se trata de pensar mucho, sino de amar mucho. Felizmente, dice ella; ya que todas las almas no estan dotadas para discurrir, pero todas es- tan dotadas para amar, La oracién es un acto de amor de Dios. Orar es aco- ger con confianza el amor de Dios. Orar, en principio, noes hacer algo por Dios, sino, recibir su amor, dejarse amar por él, Nosotros tendemos a vivir mal esto por- que no creemos lo suficientemente en ese amor y esta mos mas centrados en nosotros mismos que en él, En nuestro sutil orgullo, buscamos hacer grandes cosas por Dios, en lugar de interesarnos, desde el comienzo, en lo que Dios quiere hacer de nosotros, gratuitamente. Lo esencial es mantenernos en la presencia de Dios, pe- queiios y pobres, pero abiertos y receptivos a su amor, 68 Por asi decirlo, dar a Dios la autorizacion para amar- nos, en vez de querer hacer lo que sea por propia ini: ciativa nuestra. La actividad que mas cuenta en a ora cién no es la nuestra, sino la de Dios. iA nosotros solo se nos pide recibir, eso es todo! La definicién que da Teresa de Avila de la oracién, “tratar de amistad estan- do muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama"*, nos permite ver claramente el amor que Dios tiene por nosotros, y no el nuestro por él. “El mé- rito no consiste en hacer mucho o en mucho dar, sino en recibir, en amar mucho", dice santa Teresa de Lisieux En un pasaje de su autobiografia, nuestra santa car- melita, que tenia el defecto de dormirse con frecuencia durante la oracion (no por mala voluntad, sino por la debilidad debida a su juventud y a la falta del debido sueito), confies; “Verdaderamente estoy lejos de ser una santa, nada lo prueba mejor que lo que acabo de deci En vez de alegrarme de mi sequedad, debiera atribuirla a mi falta de fervor y de fidelidad Debiera causarme desolaci6n el hecho de dormir- me (después de sicte aiios), durante la oracién y la accion de gracias. Pues bien, no siento desolacién... Pienso que los ninitos agradan a sus padres lo mismo dormidos que despiertos™. % Libro de la vidi, 8. 9 " Carta 121, a Celina, 6 de julio de 1893. Manuserito A, 75 v° 69. Con humor, ese texto pone bien de manifiesto que amar a Dios no consiste, en principio, en hacer grandes cosas por él (de qué podria él tener necesidad?), sino en dejarnos amar por él, en creer que él nos ama; eso es lo que mas lo complace. Nada le agrada més que la con- fianza de sus hijitos. Es verdad, ciertamente, que la oracién es también una respuesta de nuestra parte, al amor que Dios nos da, Orar es darle tiempos nuestros, y iel tiempo, la vidal ‘Ademis, en la oracién, nos ofrecemos a Dios, nos en- tregamos de coraz6n con toda nuestra vida, para per- tenecerle totalmente. Estamos disponibles a su volun- tad, le expresamos nuestro amor, decidimos desde ahi, etcétera. La oracién es también un acto de amor al prdjimo. De una manera a veces explicita y consciente, cuando intercedemos por él. Pero incluso en la simple oracién de adoraci6n, en que las necesidades del préjimo no ocupan nuestro pensamiento, experimentamos un ver dadero amor de caridad hacia él. En efecto, la oracién nos pacifica, nos suaviza, nos hace mas humildes y mi- sericordiosos, y a las personas que Dios pone en nues- tro camino eso les hace bien. Agregaria que el simple hecho de volvernos a Dios, de acercarnos a élen la fe y enel amor, hace que, autométicamente, si se puede decir asi, todas las personas que levamos en cl coraz6n, € incluso aquellas que, sin que nosotros lo sepamos, es- tn unidas a nosotros por las mil fibras invisibles pero reales. de la “comunién de los santos”, también se acer- Chnora opens tease ee ann resa de Lisieux: 70 “Una mafiana, durante mi accién de gracias, Je- stis me inspird un modo sencillo de cumplit mi misién. Me hizo comprender el sentido de estas palabras de los Cantares: Atrdeme, correremos tras 1 olor de tus perfumes (Cant 1, 4). iOh, Jess! No €S, pues, ni siquiera necesario decir: ‘iAl atraerme 4 mi, atrae también a las almas que amo!’. Esta simple palabra: ‘Atréeme’ basta. Lo comprendo, Seftor: Cuando un alma se ha dejado cautivay Por el olor embriagador de tus perfumes, no podria cotter sola; todas las almas que Ie son queridas se sienten Hevadas tras de ella. Y esto se cumple sin violencia, sin esfuerzo, como una consecuen. cia natural de su propia atraccién hacia vos" A veces tendemos a considerar la oracién como un “deber". No nos damos cuenta suficientemente de que ‘sobre todo, una oportunidad. La oracién nos permi ‘e, con certeza, alcanzar a cada persona en sus necesi, dades y su sufrimiento, Eso es un gran consuelo. El mayor sulrimiento en la vida (Ios padres lo saben bien...) £5 no poder ayudar a alguien que se ama y que esta secesitado, Humanamente, a veces, somos totalmente {mpotentes y no contamos con armas para socorret a los que amamos. iGracias a Dios que tenemos para ello Ja oracién! iQué regalo de Dios! La oracién es, finalmente, un acto de amor hacia uno mismo, Orar nos reporta los mas grandes bienes. No Procura el bien mas esencial, Dios mismo, y todo aqu lo que podemos encontrar en él: confianza, paz, luz y 2» MSC. folio 3, nm fortaleza, crecimiento positivo... Como ya recordé an- tes, la oraciOn es también una escuela de reconciliacion con uno mismo, de aceptacién de la propia debilidad. Ella nos conduce, poco a poco, a descubrir nuestra ver- dadera identidad, la gracia de ser hijos de Dios. Hay luna manera mala de amarse a sf mismo, hecha de egofs- mo, orgullo, narcisismo; pero hay una buena manera de ‘imarse, de buscar el propio bien; la oracién es una de las fuentes primordiales del debido amor hacia uno mismo. ‘Aun cuando se trata de algo fundamental, no quiero decir mas sobre la oracién como ejercicio del amor y el espacio de crecimiento en el amor de Dios, del projimo y de uno mismo. Simplemente, concluyo con una cita de una carta de sor Marie de la Trinité a una de sus, novicias, que pone bien en evidencia el primado que debe tener el amor sobre el pensamiento, en la vida de oracién. Es bueno recordarlo, pues, en Occidente, esta- mos marcados por un cierto intelectualismo, que tien- de a confundir la vida espiritual con la actividad del pensamiento. Anticipo asi algo sobre los métodos de oracién, que desarrollo en el préximo capitulo: AoE Pues en legarse al Seftor, y eso lo Mesraneeabe fo mediante la oracin, acer sancone permanecer en él, que nos Esta mafana, pens: : . seria Bueno que te detlcoeas gon Parecis que oraci6n plenamente de amor de manne cent ocupes més de nuestro Schon pore due te voluntad, que por una meditarion eee oe a 'acion prolongada. 72 En efecto, nuestro espiritu es tan variable, que enel momento en que piensas tenerlo fijo, se es- capa ly sabe Dios adéndel... En cambio, nuestro amor es otra cosa; cuando expresa lo que desea, lo que busca, solo tiene en vista lo que ama, y cuanto mAs repara en lo que ama, més se abrasa ensu calory se concentra, alejandose de todo lo demis. El espfritu, para comprender algo, tiene que acudir a las ideas, a los razonamientos, et- cétera; el amor es al revés y deja todo por eso que ama, y, cuando lo encuentra, queda como absorbido en lo que ama, dandose y entregan- dose por entero y como en un solo acto, Al comienzo de nuestra oraci6n, es necesario dar una luz a nuestro amor: un misterio de la fe, las promesas de Jesucristo, los ejemplos y las virtu- des del Hijo, el amado del Padre; pero desde el momento en que el alma esté atenta a Dios, ocu- parse de amarlo sega lo que ve en él. El amor le descubrir nuevos esplendores. La oracién debe referirse por entero al amor, que es toda su perfeccién, debe tener el efecto de fi- jarnos en Dios, no sensiblemente, sino desde la voluntad, de apartarnos de todo lo que lo contrista en nosotros y de concentrarnos para ser cada vez més fieles y tener cada vez mas amor a su santisima y amable voluntad”"”, © Christiane Sanson, Marie de la Trinité, de Vangoisse a la paix, Editions du Cerf, 2005, p. 83-84, 73 13. Conclusién sobre las “virtudes teologales” en la oracién Hemos visto cémo el ejercicio de la fe, de la esperan- zay del amor son la base de la vida de oracién. Cuanto més firme es la fe, cuanto més confiada la esperanza, ser mas fuerte el deseo de amar, y la oraci6n nos unira mas a Dios y daré fruto. No necesitamos nada mas; este ejercicio de la fe, de la esperanza, del amor, en la oraci6n, puede hacerse de infinitas maneras. Pero este- mos atentos para centrarnos en eso y no apegarnos a cosas secundarias, a complicaciones intitiles. Aun cuan- do no sintamos nada especial, y la imaginacién y la in- teligencia estén vacias 0 un poco distrafdas, desde el momento en que nos ponemos de cara a Dios, con esas disposiciones del coraz6n, que a veces se reducen a una sola actitud muy simple que es la confianza llena de amor, nuestra oraci6n sera fecunda. Dios se comunica 4 con nosotros de manera escondida, independiente- mente de toda percepcién sensible y de toda luz inte- lectual, y depositara sus tesoros en nuestro corazén, ae de los que, poco a poco, tomaremos conciencia Aveces, Ie oracén ¢s muy érida y pobre; no obstante paler » Dios nos instruye secretamente, sin que ee maeae feos f momento de la accion, cuando Siento scoala una persona, no Inentd cools ccna: Teresa de Lisieux experi “Jess mo uene ecesidad de libros ni de docto ruir a las almas; él, el D : octores ensefa sin ruido de palabras neo? labras... Nunca "4 lo he ofdo hablar, pero sé que est dentro de mi. Me guia y me inspira a cada instante lo que debo decir o hacer. Descubro, justamente en el mo- mento en que las necesito, luces que hasta en- tonces no haba visto. Y las mas de las veces es- tas ilustraciones no son més abundantes precisamente en la oracién, sino més bien en medio de las ocupaciones del dia...”. 75 Capiruto 3 La presencia de Dios iSenor Divs mio!, no eres ti extrano «4 quien no se extraia contigo; deémo dicen que te ausentas ti Orar es acoger una presencia, Es pues util meditar sobre los diferentes modos en los que Dios se nos pre- sente. En efecto, lo hace de muchas maneras: en la cres- i6n, en su Palabra transmitida por la Escritura, en el nnisterio de Cristo, en la eucaristia, habitando en nues- ro corazén, etcétera. Esas distintas modalidades de la sresencia de Dios no son de la misma naturaleza; hay jue distinguirlas y no ponerlas todas en el mismo pla- 10. No obstante, todas son importantes y pueden orien- ar nuestro modo de orar. Precisemos una cosa. Dios, donde esta presente, estd, al mismo tiempo, escondido. Eso sucede en la naturale: za, en la eucaristia, en cl fondo de nuestra alma; Dios estd realmente presente, pero con una presencia que no es accesible a los medios habituales de la percepcién humana. Ninguna observaci6n, ningtin psicoandlisis, ningiin experimento cientifico, ningun microscopio 0 escdner, puede detectar ni siquiera en parte la presen- cia divina. El iinico “instrumento”, si asi se puede de- cit, que puede permitir el acceso a esta presencia, reve- Juan de la Cruz, Dichos de Ine y amor, 54 larla, es ese del que hemos hablado extensamente cn el capitulo anterior: “la fe embebida de amor”, retomando tuna expresién de sor Marie de la Trinité Dios esta intimamente presente en toda realidad, no desea mas que revelarse, pero es un Dios escondido, iRealmente, tt eres un Dias que se oculta, Dios de Israel, Sal rador! (Is 45, 15). EL Gnico medio para hacerlo salir de ese escondrijo es la buisqueda amorosa. La fe y el amor Jo “hacen salir” alli donde todos los otros medios per- manecen ineficaces. Dios solo puede encontrarse y poseerse en la fe y en ef amor, porque él quiere unirse nosotros solamente por un encuentro de amor. Por su misma naturaleza, el amor no es objeto de prucba ma- terial o cicntifica; es objeto de confianza, A veces, qu remos que la presencia de Dios sea mas visible, mas convincente, que se la pueda demostrar de manera irre futable, de tal manera que los que no creen queden admirados, pero eso no es posible en cl caminar de este mundo. No puede ser de otro modo, pues sino Dios de- jaria de ser un Dios que mendiga nuestro amor y respe- ta nuestra libertad. Dios solo quiere que estemos uni- dos a él por los lazos del amor. Dios se nos revela, no a través de manifestaciones o pruebas obligatorias, sino a través de signos, frecuentemente discretos, de sefla- les, de Hamadas, suscitando en nosotros una libre ad- hesién por la fe. Nunea quedamos dispensados de un acto deife para saciarnos de la presencia divina fe Dero. desde el momento en que se abren los ojos dela . cuando hay un verdadero acto de fe, toda la reali- dad de su presencia y la riqueza de su am eae je su amor se hacen Ahora quisiera, sin pretender ser exhaustivo, recor dar ciertos aspectos de la presencia de Dios, importan- tes para orientar nuestra vida de oracién 1. Presencia de Dios en la naturaleza La primera palabra de Dios es su creacién, El expre- sa su bondad, su poder, su sabiduria, a través del mun- do que nos rodea. San Juan de la Cruz, con frecuencia, llevaba a sus novicios a hacer oracién con la naturale- za. El padre Alexander Men decia (esto es algo muy fuerte de parte de un ruso ortodoxo) que la hoja de un Arbol vale mas que mil iconos. Esa hoja sale directa- mente de la mano del Creador, por decirlo asi. Cuando era nino, el futuro san Juan de Cronstadt (también él pertencciente a la Iglesia ortodoxa rus), que amaba mucho la naturaleza, se detenia, muchas veces, frente auna flor y afirmaba: “iAqui est Dios!"", Evidente- mente, no’se trata de caer en el panteismo (Dios y su creacién son bien distintos) ni en una sacralizacién de la naturaleza, sino de encontrar alli una impronta del amor divino. Es algo muy cautivante ver cémo todos Jos santos se maravillaron ante la belleza del mundo y como percibieron el amor y la sabiduria de Dios en las cosas creadas. Conocemos el Cantico de las creaturas del hermano Francisco y los poemas misticos de san Juan de la Cruz, que, contemplando la naturaleza, perciben alli las huellas de Ja belleza divina T Jean de Cronstadt, Ma vie ew Christ, Abbaye de Bellefontaine, 1979, p. 11 “iOh bosques y espesuras plantadas por la mano del Amado! iOh prado de verduras de flores esmaltado! iDecid si por vosotros ha pasado! Mil gracias derramando pas6 por estos sotos con presura y yéndolos mirando con sola su figura vestidos los dejé de hermosura”** El hombre contemporaneo, con frecuencia, esta muy apartado de la naturaleza; el mundo en el que vive se reduce a un universo de pavimento, hormigén y panta- las de todo tipo. Prisionero de un mundo fabricado, virtual, proyecci6n de sus fantasmas, en lugar de estar en contacto con la creacién. A causa de ello, a veces, se aparta de Dios (y de si mismo). El salmo 19 nos dice: El cielo proclama la gloria de Dios. Desde los tiempos biblicos, los creyentes siempre han contemplado, en la belleza de la creaci6n, un reflejo de la gloria de Dios. El racionalismo moderno nos inhabilita para eso; es una pena porque con el desarro- Io de los conocimientos cientfficos, tenemos mil veces mais motivos que el hombre de la Biblia o que el de la Edad Media para admirarnos ante la sabiduria y el poder de Dios. Las imagenes de las galaxias lejanas que nos envia el telescopio satelital Hubble, las imagenes del mundo submarino, los impresionantes conocimien- Juan de la Cruz, Cantico espiritual, 4 y 5 80 tos de que disponemos sobre el cédigo genético, sobre cl Big Bang y la estructura del tomo, son motive de admiracion para el creyente que sabe que todo ese no ¢s fruto del azar o de la necesidad, sino del amor crea, dor Sobre todo, si se esta convencido, como Grignion de Montfort, de que Dios despliega mas su poder y su sabiduria para guiar un alma a la salvacién, que el que usa para crear el universo entero*. Hace unos afos, debia tomar un avién hacia el Li bano para predicar un retiro. Como no tenia lectura, compré en el aeropuerto el libro de Hubert Reeves. Ui. fimas noticias del Cosmos. Cuento con formacién cientifi- «a, pero, desde que entré en la comunidad, no he dis. puesto de tiempo libre como para informarme de los lltimos avances de la investigacion de la cosmologia, Ese libro est escrito por un cientifico dedicado a la fisica de los astros, agnéstico, pero que habla con mu cho entusiasmo de lo que la ciencia del siglo XX descu. bri6 sobre el origen y la evolucién del universo. iDebo decir que ese libro me infundié mayor bien que diez libros de espiritualidad! Aprendi cosas tan impactantes como que el universo actual, a mil millones de aitos luz, puede haber estado concentrado en la cabeza de un alfler en sus comienzos, 0 que nuestro cuerpo est cons- tituido por dtomos elaborados en las estrellas que ex- plotaron al finalizar su curso, hace ya unos mil millo- nes de aiios, y proyectaron en el cosmos la materia que luego sirvi6 para la fabricaci6n de la Tierra y de sus “Ver, de su autora, el comienzo de El scrto de Maria, SAN PABLO, 2012 a habitantes. Leyendo todo eso, me decia a mi mismo que itengo razones para estar muy orgulloso de mi Dios! Algo mes sencillo, la belleza de la puesta del sol en el rar, el juego gracioso de las ardillas brincando de rama en rama, el esplendor de la noche estrellada, son clara mente palabras que Dios nos dirige para que nosotros Je tengamos confianza y nos abandonemos sin miedo en su sabiduria, Contemplar la naturaleza con wna mirada de fe da mucho consuelo y anima, Pasearnos por un bello paisaje, acoger con todos nuestros sentidos e] mundo tal como se nos presenta agradecer por la belleza de la tierra y del cielo puede servienos para orar y resultarnos prove- ‘choso, El contacto con la naturaleza puede ayudarnos a aceptar ficilmente la presencia sabia y amante de Dios en nuestra vida, y fortalecer nuestro amor y nues- tua confianza, 2. Dios se entrega en la humanidad de Cristo Dentro de la economia propia del cristianismo, el medio esencial por el que Dios se hizo presente a los hombres, ¢s la humanidad de Cristo. Porque en él habita ropio y no apoyandose en la antoridad de otro. Se aparta asi de la ensefianza habitual de los rabinos de su poca, que no afirmaban nada sin remitirse a los sabios que los habian precedido (por supuesto, agre- gando su nota propia). Jestis no es un eslabon en la transmision de la Palabra, él mismo es la Palabra, de él Surge y él es su fuente. El otro aspecto de esa autoridad dela palabra de Jestis es su poder y su eficacia. Cuando expulsa aun demonio, este sale sin poder resistin Cuan. do ordena al mar agitado: “iSilencio! iCalla!”. se pro- duce una gran calma (y no solo en la barca, isino tam- Cién en los corazones agitados de los discipulos!), Cuando dice a una pobre pecadora: “Tus pecados te son perdonados”, la mujer se siente otra inmediata. mente, purificada y reconciliada con Dios y con ella misma, revestida de una nueva dignidad, feliz de set la que es. Esa autoridad no es para aplastarnos, al contrario, €8 autoridad contra el mal, contra nuestros enemigos, contra el Acusador, Autoridad a favor de nosotros, para nuestra edificacién y nuestro consuelo, Es indispensa 97 ble aprender a apoyarnos en esta autoridad de la Pala- bra de Dios, que encierra una fuerza que no tiene nin- guna palabra humana, En nuestra vida, viviremos momentos en los que esta autoridad bienhechora de la palabra de Dios sera nues- tra tabla de salvaci6n. En ciertos tiempos de prueba, la {inica manera de sostenernos seré apoyandonos, no en ppuestros pensarnientos y tazonamientos (que pondrn de manifesto su radical fragilidad), sino en la palabra Ge la Escritura, Jesds mismo, tentado en el desierto por eldiablo, se valié de la Escritura para resistirl. Si nos gquedamos en el plano de los razonamientos y de las consideraciones humani | Tentador sera un dia mas fastuto y mis fuerte que nosotros. Solo la Palabra esta en condiciones de desarmarlo, Todos hemos tenido o tendremos algdn dia esta ex- periencia: ante los problemas, las dudas, las pruebas, si sais en stuaclones de inquletuds apnceonienese al Subs Eas jemplava taanes eatalnar oa gee ; calle ea salida En efecto, entre los motivos de inquictud y los motivos para tranquilizarnos, nunca sabemos bien an a triunfar; nuestra raz6n es in vertodoy de dominario todo. El dnico mecko pure hes cer inclnar la balanza hacia el buen lado (el dela con. fianza, la esperanza, la paz), no es el multiplicar lo 'gumentos (siempre habrd uno en contra), ine ele busear Para nuestro espfri biisen gars nuestro espfritu, alguna palabra de la Bi- (Le 12, 32), o bien: Ustedes tienen contados todos sus cabe- Mos (Le 12, 7), La verdadera paz no viene de la conclusién de un razonamiento humano. Solo puede venir de la adhe- si6n del coraz6n a las promesas de Dios que nos comu- nica la Palabra. Cuando, en un momento de duda o de confusién, adherimos con un acto de fe a una palabra de la Escritura, la autoridad propia de esa palabra se convierte para nosotros en sostén y fortaleza. No se trata de una varita magica que nos inmunizaré contra toda perplejidad y angustia. Pero, en la adhesin con- fiada a la palabra de Dios, se encuentra misteriosamen- te una fuerza que nadie més puede darnos. Tiene un poder particular para establecernos en la esperanza y en la paz. La epistola a los Hebreos nos recuerda, a propésito de la promesa de Dios a Abraham, que lo que se confirma con un juramento queda fuera de toda discusién (Heb 6, 16). La Palabra de Dios, escuchada en la fe, cjerce el poder de poner fin a toda nuestra indecision y al iry venir de nuestros razonamientos inseguros, para establecernos en la verdad y en la paz. La esperanza que nos procura esta Palabra, es como un ancla del alma, sélida y firme (Heb 6, 19). Son innumerables los ejemplos de palabras de la Es- critura que pueden servirnos como punto de apoyo precioso en nuestras luchas. Si me siento solo y aban- donado, la Escritura me anuncia: 2Se olvida una madre desu criatura, no se compadece del hijo de sus entrarias? iPero ‘aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! (Is 49, 15). Si sien- to lejos a Dios, me dice: ¥ yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Si me considero aniquilado por mi pecado, me responde: ... ya no me acordaré de tus peca- 9 dos (Is 43, 25). Si tengo la impresin de que no dispon- go de lo que me hace falta para progresar en la vida, el salmo me invita a sostener este acto de fe: El Sefior es mi pastor, nada me puede faltar (Sal 23, 1). No dejemos pasar ni un solo dia sin tomarnos unos minutos para meditar algiin texto de la Escritura ... Nos resultaré, a veces, un poco drida y oscura, pero, si la Ieemos con fidelidad, ella penetrara nuestra memoria profundamente, sin necesidad de que nos demos cuen- ta de ello, Entonces, en un momento de adversidad, nos vendra a la memoria algtin texto, y esa sera precisa- mente la Palabra en la que nos apoyemos para encon- trar la esperanza y la paz. 100 Carituto 4 Consejos practicos para la oraci6n personal El bien supremo es la oracién, Ja conversacién familiar con Dios (Homitia Dex. sicio TV)*, En este capitulo, quiero ofrecer algunos consejos Practicos para la oracién personal. Entiéndase bien que Son para tomarlos con gran flexibilidad y para adap- tarlos a cada situacién particular. Lo importante es lan arse, tirarse al agua, por asi decirlo, y descubrir, poco & Poco, hacia qué modo de orar nos conduce el Espiritu Santo. Hay lamados y gracias muy variados en este dmbito, y cada uno tiene que abritse al don particular que se le presenta. Comencemos recordando el lazo de uni6n entre los momentos de oracién y toda la vida, 1, Fuera del tiempo de oracién La calidad de la oracién personal est4 evidentemen- te condicionada por todo lo que se vive también fuera sipitwreia de las Horas, lectura patristica del Viernes después de Cenizas 101 de los momentos de oraciGn, No se puede estar en union ‘con Dios en los momentos de oracién, si no buscamos también la unién con él en todas nuestras otras activi- dades, viviéndolas en su presencia, buscando compla- cerlo y hacer su voluntad, confiéndole Jos asuntos ¥ las Gecisiones, dejandonos guiar por la luz del evangelio en las opciones de la vida, actuando con amor desintere- sado, etcétera. ‘Como lo hemos visto, el hecho de tomarnos regular- mente momentos de oracién nos lleva a intensificar las disposiciones de fe, esperanza y amor que son valiosas no solo en cl momento propio de la oracién, sino que, ademas, deberian constituir el sostén y la orientaci6n de fondo de toda nuestra vida y de todas nuestras acti- vidades. Se podrian decir m4s cosas sobre esta uni6n entre la oracién y la vida, pero quiero insistir en dos puntos: vivir en la presencia de Dios y practicar la caridad. Para cl primer punto, esforcémonos haciendo que toda nuestra vida sea un didlogo con Dios. Con senci- lez, sin tensiones, pero en una bisqueda de constan- te comunién con él. No forzando un sentimiento par- ticular, sino manifestando las actitudes sencillas de fe, esperanza y amor, de las que ya he hablado. Todo lo que constituye nuestra vida, sin excepci6n, puede alimentar ese diilogo con Dios. Las cosas bue- nas, con una breve accién de gracias; las preocupacio- nes para pedirle su ayuda; las decisiones dificiles para invocar la luz de su Espirit, etcétera, incluso nues- = Pecados, para suplicarle perdén! Hay que hacer Ja la madera, Dios no nos exige que sea 102 mos perfectos desde el principio, sino que vivamos con 1. Cito algunas palabras del hermano Lorenzo de la Resurreccién, un hermano carmelita de Paris del siglo XVII, cocinero y zapatero de su convento, un hombre sencillo pero dotado de una gran sabidurfa, y cuya in- tegra vida espiritual estuvo tejida con ese deseo de vi- vir cada cosa en la presencia de Dios. “La prictica més santa, més coméin y mas nece- saria en la vida espiritual es la presencia de Dios, estar a gusto ¢ irse haciendo a su divina compa- fifa, habiando humildemente y conversando amo- rosamente con él en todo momento, en cada momento, sin regla ni medida, sobre todo en los periodos de tentaciones, penas, arideces, sinsa- bores, incluso infidelidades y pecados. Hay que aplicarse continuamente a que, sin distinciones, todas nuestras acciones sean una especie de pe- quefias conversaciones con Dios, y por eso mis- mo sin estudiarlas, sino como salen del coraz6n, pura y simplemente Durante nuestro trabajo y nuestras acciones, in- cluso nuestras lecturas, también las espirituales, durante nuestras devociones exteriores y nues- tras oraciones vocales, debemos detenernos un breve instante, con la mayor frecuencia que po- damos, para adorar a Dios en el fondo de nues- tro coraz6n, tomandole el gusto, y, de manera escondida, alabarlo, pedirle ayuda, ofrecerle nuestro corazén y darle gracias. (Qué puede ha- ber mas agradable para Dios, que el hecho de que sus criaturas se tomen muchos instantes al dia para retirarse y adorarlo en su interior? 103 No es necesario estar siempre en la iglesia para estar con Dios. Podemos hacer que nuestro co- raz6n sea un oratorio adonde nos retiremos, en ciertos momentos, para conversar con él, Todo el mundo es capaz de estas conversaciones fami- liares con Dios”. El segundo punto sobre el que hay que insistir es la importancia del ejercicio concreto de Ia caridad como condicién indispensable para el crecimiento en la vida de oracién. éCémo pretender encontrar a Dios y unimos con élen la oracién, si somos indiferentes a las necesidades de nuestro projimo? 2Cémo pretender amar a Dios sino amamos al hermano? Escuchemos a Teresa de Avila. “Cuando yo veo almas muy diligentes a enten- der la oracién que tienen y muy encapotadas cuando estan en ella, que parece no se osan bu- llr ni menear el pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devocién que han tenido, héceme ver cudn poco entienden del camino por donde se alcanza la uni6n, y pien- san que alli esta todo el negocio. Que no, herma- nas, no; obras quiere el Seftor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algiin alivio, no se te dé nada de perder esa devocion y te compadez- cas de ella; y si tiene algin dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, ‘0 por ella, como porque sabes que tu Se. Ror quiere aquello. Esta es la vi i a erdadg in con su voluntad”™, “euion * EL castillo interior, VM, cap. 3, 11 104 La falta de amor por el préjimo, el cerrar nuestro corazén a sus necesidades, el hecho de mantener vo- luntariamente rencillas y amarguras hacia alguien, el negarse a perdonar, pueden esterilizar nuestra vida de oraci6n; tenemos que tomar plena conciencia de eso. Por el contrario, los gestos de misericordia y de bon- dad hacia los demas inciden en la relacién con Dios, en particular en la oracién. No olvidemos las grandes pro- mesas del capitulo 58 de Isafas, para los que practican el amor al préjimo; Este es el ayuno que yo amo -ordculo del Seftor: sol- tar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los Jugos; compartir tu pan con el hambriento y atbergar 4 las pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne, Entonces despun- tard tu luz como la aurora y tu Haga no tardard en cicatrizar; delante de ti avanzard tu justicia y detras de ti ird la gloria del Senor. Entonces lamards y el Sefior responderd; pediras auxilio y él dird: “iAqué estoy!”. Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto ame- nazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzaré en las tinieblas y tu oscuridad serd como el me- diodia. El Sefior te guiard incesantemente, te saciard ent los ardores del desierto y Menard tus huesos de vigor (Is 58, 6-11). iSi queremos que el jardin de nuestro corazén esté bien regado por la gracia divina, amemos concretamente a nuestro projimo! ‘Vimos ya los distintos modos de la presencia divina. Hay uno del que ain no he hablado, pero sobre el cual 105 tanto insiste cl evangelio: la presencia de Dios en el pobre, en aquel que me necesita. ¥ el Rey les responderd: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el mas pequeiio de mis hermanos, lo hicieron con- migo” (Mt 25, 40). Si sabemos discernir la presencia de Jestis en los her- manos, nos ser més facil descubrirla también en la oraci6n. Igualmente, de modo inverso. En la oracién, hay arideces, una cierta ausencia de alegria sensible, que, a veces, pueden ser un llamado a buscar la presencia divina en otras instancias, en par- ticular, en los actos de caridad. Eso no significa que haya que abandonar la oracién, sino que Jestis nos es- pera también en otros lugares y que tenemos que estar atentos a su presencia en los que necesitan nuestro amor, especialmente, los pobres y los pequefios. No ol- videmos que en la oracién podemos caer en pensamien- 108 0 ilusiones que no responden a la realidad; pero en la caridad no sucede eso, Encontramos a Dios con cer- teza, cuando cuidamos a nuestro préjimo. Al final de su vida, Teresa del Nifio Jestis vivié una prueba muy dura acerca de su fe y de su esperanza. Paes Invadida por tentaciones que le quitaban toda 1a alegria sensible en su fe. Es asombroso como, en ese mismo perfodo, lla redescubris, de una manera muy la imy \ia de la caridad fraterna, “Este afio, Madre mia querida, Dios te aiio, , Dios me ha con- cedido la gracia de comprender lo que es la cari. dad. También antes lo ic comprendia, es verda: pero de una manera imperfecta”’>, ad » Manuscrita C, folio 11 ¥*, 106 Era el afio 1897, el de su muerte... Las dltimas gran- des luces que recibié nuestra pequefa “doctora de la Iglesia”, concernfan al misterio de la caridad, que ella practicé con renovado fervor en el tiltimo tiempo de su vida, y sobre la cual escribié cosas magnificas™. Hablemos ahora del tiempo dedicado a la oraci6n, haciendo una primera observaci6n: hay que apuntar a lo que forma parte del ritmo de nuestra vida. 2. Tomar un ritmo La vida humana esta hecha de ritmos: el de la respi- racién, los dias y las noches, las semanas y los aftos... Si queremos ser fieles a la oraci6n, debemos hacerle un lugar en nuestros ritmos de vida. Orar en una u otra hora determinada del dia, disponer de un tiempo par ticular reservado para Dios en un momento de la se- mana, etcétera, debe ser un habito. El habito puede llegar a resultar rutinario y darnos pereza; pero tam- bién puede convertirse en una fuerza. El habito evita que cuestionemos las cosas 0 que cada vez nos pregun- temos si debemos hacer algo o no... Sila oracién se toma como una actividad ocasional, si esperamos tener tiem- po para orar, siempre oraremos muy poco y de manera superficial. Hay que dedicarle tiempo a la oracién ¢ in- cluirla en el ritmo de nuestra vida, como todas las acti- vidades que consideramos esenciales para la vida: el ali- mento, el sueno, etcétera, Nadie jamas murié de hambre por falta de tiempo para comer! Decir que no tenemos Ver toda la parte del Manuscrito C, que sigue al texto citado. 107 tiempo para orar significa que la oracién no forma par- te de nuestras prioridades. Cada uno debe, sin rigidez y dejando siempre la prerrogativa a las urgencias de la caridad, poner en su sitio, en su propia vida cotidiana © semanal, un ritmo de oracién. Un ritmo suficiente, del todo compatible con las responsabilidades fami res y profesionales. Por ejemplo, veinte minutos de me- ditaci6n cada mafana o cada tarde, una hora de ado- racién en la parroquia los jueves en las primeras horas de la tarde, un “desierto” por mes, etcétera. Evidentemente, no todos tenemos las mismas posi- bilidades; sera mas facil para unos realizar un retiro, que para otros que llevan una vida muy ocupada. Ha- gamos lo que podamos. Dios puede dar tanto a una persona que solo puede dedicar diez minutos a la ora- cién, en su rutina cotidiana, que es la voluntad de Dios para ella, como a un monje que reza cinco horas cada dia. Sepamos también cuando es necesario hacer elecciones de valor. En 2011 las estadisticas decfan que un francés pasa mas o menos itres horasy treinta y dos minutos frente al televisor diariamente! iSin duda, ese tiempo se puede reducir para dedicar tiempo a Dios, sin poner en peli- gro nuestra vida! No nos dejemos atrapar por el demo- nio que hard todo, aduciendo mil buenas razones para alejarnos de la oracién... iRecordemos, que lo que da- mos a Dios se nos devuelve multiplicado! 3. Comienzo y fin de la oracién Tratemos ahora sobre ese mi mos elegido para dedicar a la o trar ese tiempo? Algunas indic: 108 omento propio que he- racion. éCémo adminis- ‘aciones sencillas. Comienzo diciendo que hay que cuidar el comienzo, cuidar el fin, y, entre ambos, ihacer lo que se pueda! El comienzo es importante. Lo que vale, sobre todo, es ponerse verdaderamente en presencia de Dios. Se- giin los casos, podemos pensar en Dios presente en nuestro coraz6n, 0 imaginarnos a Cristo como a un amigo con el que estamos, 0 ponernos bajo la mirada amorosa de nuestro Padre del cielo, o poner una mira- da Ilena de fe en la eucaristia (si estamos en un mo- mento de adoracién eucaristica) Ese acto, bien decidido, de “ponernos en su presen- cia”, exige a veces un esfuerzo. Tenemos que dejar de lado nuestras preocupaciones, todo lo que tenemos en la cabeza, lo que ocupa nuestra imaginacin, para vol- vernos resueltamente hacia Dios y orientar hacia él nuestra atencidn y nuestro amor, Al comienzo, hacer una especie de criba, que nos permita apartarnos de la agitacién precedente, para entrar en la oracién, para despejar la mente, puede resultarnos titil: caminar unos cinco minutos, algtin momento de relajacién o de respi- raci6n profunda, tomar un té con calma... A veces, ne- cesitamos preceder el momento de oracién con una ¢s- pecie de “umbral” psicolégico, una transicién entre el estrés cotidiano y esta actividad de naturaleza bien di- ferente, hecha mas de receptividad, que es la oraci6n. El acto de ponernos en presencia de Dios al inicio de la oracién, con frecuencia, se torna més facil, con algu- nas priicticas 0 ritos habituales: encender una vela fren- te aun icono, una postracién, una invocacién al Espiri- tu Santo, recitar un salmo preferido, una oracién a la Virgen Maria confidndole ese momento... Segtin lo que Dios inspire a cada uno y pueda servir de ayuda. 109 Ahora, una palabra acerca del final de Ia orac 2 primer consejo, por regla general, es adicard esta oras mente todo el tiempo que se resoli6 dedicar a es : cién. Si decidf, por ejemplo, dedicar media hora todos los dias, no tengo que acortar ese tiempo. Salvo, evi- dentemente, un caso excepcional de demasiado cansan- cio 0 una urgencia de la caridad. Por un lado, se trata de una cuestion de fidelidad: es lo que decidi dedicar a Dios y no debo retomarlo, Por otra parte, acortar la oracién cuando nos aburre, puede traer, como conse- cuencia, que nos privemos de lo mejor que hay en la oracién; podria ser como retirarse de la mesa antes del postre, Por cierto, no es una regla absoluta, pero la ex- periencia muestra que, a veces, en los tiltimos minutos del tiempo de oracién, Dios nos visita. El ve nuestra fidelidad, y aunque la oraci6n haya sido pobre y dificil, Se Nos concede, como una visita de Dios, una gracia muy simple: paz, dnimo, satisfaccion del corazén. Se- tia una pena privarse de eso, Oto consejo: nunca hay que irse descontento de la oration. Aun cuando haya sido dificil, nos parezca que no hicimos nada bien porque no sentimos nada, o estu, vimos distraidos todo el tiempo, o nos dormimos, etcé. tera, tenemos que irnos contentos, Hemos pasado un Fato con Dios y con eso basta. De mi parte no hice hada, pero ciertamente él ha hecho algo en mi, por que so de humildad y de fe, y se lo agradezco. Sek lo reget mi oracién, la Gltima palabra siempre debe Ser en “accién de gracias”. Poco a poco, vere que ac- tuando asf no me engaiio, Noes algo inconveniente, al final dela ora de este tiltimo agradecimiento, icin y antes tomar algunas resolu- 10 ciones, Puede ser que, en el momento de la oracién, al- gin versiculo de la Escritura me haya llegado mas, que se me haya presentado con mas fuerza una determina- da verdad, que haya sentido alguna llamada, Enton- ces, es bueno disponerse a vivir eso que se percibio y confiar en Dios para que me ayude a ser fiel a esa invi- tacién que se despert6 en mi coraz6n. No nos desani- ‘memos si, en lo sucesivo, no somos siempre fieles a esa resolucién, Dios quiere que nuestro deseo de serle fiel sea verdadero, y eso es lo mas importante. Las buenas decisiones no se toman tanto para obligarnos con fuerrza de yoluntad, sino, mas bien, para expresar un deseo, tuna sed, de cuya realizacién efectiva Dios mismo se hard cargo en el momento que lo quiera. Termino este punto citando unas palabras de Tere- sa de Lisieux. Con frecuencia, ella tenia problemas de sequedad o de suefio en la oraci6n, particularmente en el momento de la accién de gracias después de la eucaristia, aunque trataba de hacer lo mejor que po- dfa para acoger bien a Jestis en su alma, invocando la ayuda de Maria, Veamos cémo actuaba. “Nada de esto impide, sin embargo, que las dis- tracciones y el suefio vengan a visitarme. Pero cuando salgo de la accién de gracias, al ver lo mal que la he hecho, tomo la resolucién de per- manecer todo el dia en una continua accién de gracias... Ya veis, Madre mia querida, que estoy muy lejos de ser llevada por el camino del temor. Sé encon- uar siempre cl modo de estar alegre y de sacar provecho de mis miserias.. Sin duda, esto no desagrada a Jestis, pues parece animarme él mismo a andar por este camino”>? 4. El momento de la oraci6n propiamente dicho Hablemos ahora del “cuerpo” de la oracién, entre ese ponernos en presencia de Dios y la conclusion. 4Cémo ocupar ese tiempo del mejor modo posible? Esto puede ser distinto segiin las personas, las eta- pas de la vida, las llamadas del Espiritu, Dirfa, desde un principio, que lo esencial es lanzarse y perseverar, Si lo hacemos con buena voluntad y fideli- dad, Dios sabré conducirnos, con plena confianza en él No obstante, me permito dar algunos consejos, para que se consideren con libertad. No puedo més que pro- porcionar indicaciones generales, y luego a cada uno le toca encontrar, poco a poco, su propia manera de orar. En lo que ahora diré, tome el lector aquello que lo ayu- de y deje de lado el resto, sin preocuparse. Propongo dos indicaciones, una humana, y la otra espiritual. ° En el plano humano y psiquico, hay que utilizar lo que nos ayuda al recogimiento. éCémo definir el recogi- miento? Es, podria decitse, la composicién de dos co- sas. Por un lado, un estado de descanso, relajacion, re- ceptividad, y, por otro, un estado de atencién a una realidad hacia la que me oriento por completo. 5 Manuscrito A, folio 80 ¥° 412 Para estar recogido en oracién, se necesita estar dis- tendido, abandonado y, al mismo tiempo, atento a la presencia divina, bajo alguna de las modalidades que hemos visto. Por ejemplo, me encuentro en una iglesia, con calma, en paz y atento con todo mi coraz6n al San- tisimo Sacramento expuesto. O también, sentado en un rincén de mi habitacidn, leo un pasaje del evangelio, tranquilo y en paz, acojo plenamente lo que el texto me dice y lo guardo en mi memoria. Salvo por una gracia particular, generalmente no es posible un recogimiento total. Pero es necesario poner en ello todo cuanto depende de nosotros, Hay un reco- gimiento activo: hacer lo que me conciemne, segiin mis presentes capacidades, para estar distendido, fisicamen- te (relajado, sin tensiones corporales), psicolégicamen- te (dejar de lado las preocupaciones y las inquietudes) y espiritualmente (abandonarse en Dios), y para cen- trarme en la presencia de Dios, en la Palabra que medi to, en la eucaristia que adoro, en mi propio corazon donde penetro, y asi sucesivamente, como hemos visto, segiin la orientacién de mi oracién. En esta biisqueda de recogimiento activo, aquello que favorece la distensién fisica y psicol6gica tiene su importancia. No hay que focalizarse en eso a tal punto de transformar el tiempo de la oracién en una técnica Psicotisica; eso seria un grave error. Pero somos perso- nas encarnadas, y lo fisico influye sobre lo espiritual, Una posicién corporal distendida, una respiracion suave y consciente, una manera de ubicarnos bien para ese momento, puede facilitar la oracién. La clave de todo es tender a un estado de receptividad Podemos recibir progresivamente la gracia de un re- cogimiento que lamaria “pasivo”, ya que no es resulta- do solo de lo que nosotros hacemos de nuestra parte, sino que, ademés, es un don de Dios, una gracia sobre- natural. Un estado de profunda paz, de abandono y de intensa atencin a algo que Dios nos permite percibir de él, que puede tener sobre nosotros una influencia de una profundidad variable. Podemos ser ligeramente toca- dos, rozados por la gracia, o completamente “embarga- dos” por la gracia, con todos los intermediarios posi bles. Sabiendo que la atencién a Dios, de la que se trata aqui, es més un acto de la voluntad, del corazén, del amor, que un acto de la inteligencia. Como lo decia un texto que cité entes, es mas facil centrarse en Dios por el coraz6n, por el amor, que por la inteligencia, que es mas, voluble y se puede apegar mas al mal, estando casi siem- pre sujeta a las distracciones. Una cierta atenci6n de la inteligencia es evidentemente necesaria para despertar y alimentar el amor, pero, salvo una gracia particular, en general, no se puede mantener completamente quie- ta en un estado de atencién a Dios. Seria igualmente peligroso querer hacerlo a toda prisa, pues se convierte en fuente de tensién psiquica y de cansancio. En el plano espiritual, como ya lo he desarrollado extensamente, hay que recordar siempre que lo esen- cial no es tal o cual método, o manera de proceder, sino las disposiciones interiores del coraz6n: fe, confianza, humildad, aceptacién de la debilidad, deseos de amar. !asmtiples tmaneras de “conjugar” la fe la esperanza ¥

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