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ser trascendente y dar ese salto del concepto a la realidad.
Así, pues, si hay un elemento indispensable sin el cual no es posible concebir la
filosofía moderna de cuño racionalista, es el tema de Dios, que es tratado desde
el punto de vista de la demostración de su existencia, más que desde la
perspectiva de su naturaleza y su conocimiento. Los racionalistas no hacen
teología en sentido estricto. Hoy por hoy el argumento ontológico sigue dando
qué pensar y se ha constituido en un lugar común dentro de la filosofía. La
filosofía medieval no es estéril. Afirmar lo contrario sería hacer lo mismo que
hace el positivismo cuando manda a callar a la filosofía.
Con esta ponencia me propongo, en primer lugar, hacer una presentación de los
principales problemas que han ido surgiendo alrededor del argumento
ontológico. En segundo lugar, trataré de mostrar que el argumento ontológico
en San Anselmo no realiza un paso indebido del orden del pensar al orden del
ser. Se trata de poner de presente la posición filosófica que subyace al
argumento ontológico. El argumento es concebido entonces, como la
explicación de una evidencia y sólo eso. El argumento ontológico es una
mostración, no una demostración. Antes de entrar a desarrollar los temas que
han sido propuestos, séame permitido hacer una breve exposición del
argumento ontológico en su forma original, como prerrequisito necesario para
la comprensión de las materias a tratar.
En primer lugar, San Anselmo define qué entiende por Dios: “Creemos que Tú
eres algo mayor que lo cual nada puede pensarse”. Acto seguido se considera la
posibilidad de que no exista una naturaleza tal, apoyándose en el testimonio de
la Biblia, según el cual el insensato dijo en su corazón: no existe Dios. Ahora
bien, el insensato entiende lo que significa la definición que se ha dado de Dios,
de lo que se sigue, según San Anselmo, que el insensato debe reconocer que
Dios existe al menos en su entendimiento, porque “lo que entiende está en su
entendimiento”.
San Anselmo deja en claro la diferencia que existe entre existir en el
pensamiento y existir en la realidad. Así, lo que sucede con el insensato es que
“lo que entiende está en su entendimiento, aunque no entiende que aquello
existe realmente”, que es precisamente lo que sucede con el pintor que piensa
pintar un cuadro, digamos que lo tiene en mente, pero como aún no lo ha
realizado, no existe como tal en la realidad. San Anselmo llega al punto crucial
de su prueba. Tenemos que Dios existe en la mente del insensato, como ya se ha
establecido. Pero es imposible que Dios, es decir, “aquello mayor que lo cual
nada puede pensarse” exista sólo en el entendimiento. La razón de esta
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imposibilidad estriba en que se puede pensar algo que exista tanto en el
entretenimiento como en la realidad, lo cual es mayor. Si postulamos que Dios
existe sólo en la mente, sería posible pensar algo superior a él. Pero hemos
definido a Dios como “aquello mayor que lo cual nada puede pensarse”. Por
consiguiente, si Dios existiese solamente en el entendimiento, sería posible
pensar algo mayor que “aquello mayor que lo cual nada puede pensarse”, lo
que evidentemente es contradictorio. Entonces, concluye San Anselmo, Dios
existe tanto en el entendimiento como en la realidad.
San Anselmo agrega a lo anterior la imposibilidad de pensar a Dios como no
existente, apoyándose en la distinción que hay entre pensar algo como
necesariamente existente y pensar algo como posiblemente existente. Decir que
algo existe necesariamente es lo mismo que decir que es imposible que no
exista. Y decir que algo posee una existencia posible es equivalente a decir que
puede existir o no existir. San Anselmo sostiene que poseer una existencia
necesaria es mayor que poseer una existencia posible. Por tanto, si aquello
mayor de lo cual nada puede pensarse se puede pensar como no existente,
entonces no es aquello mayor que lo cual nada puede pensarse. En conclusión,
Dios posee la existencia necesaria, es decir, es imposible que no exista, porque
él es algo mayor que lo cual nada puede pensarse. A Dios sólo se le puede
pensar como existiendo necesariamente. Por lo tanto, es imposible pensar que
Dios no existe. Por lo tanto, Dios existe.
Finalmente, San Anselmo explica la manera como él entiende que es imposible
pensar a Dios como no existente. Para ello establece una distinción entre pensar
una cosa “cuando se entiende lo que la misma cosa es” y pensar una cosa
“desde la voz que la significa”. De manera puramente nominal se puede pensar
que Dios no existe, pero no así cuando entendemos plenamente la significación
de la palabra “Dios”. Este es en líneas generales el argumento anselmiano sobre
la existencia de Dios. Pasemos ahora a ver cuáles son los problemas que se han
suscitado en torno a él. La raíz de estos, casi en su mayoría, es el supuesto paso
indebido del orden del pensar al orden del ser, lo que hace que el argumento
sea inválido.
1. El argumento ontológico: teología versus filosofía.
El teólogo de la reforma, Karl Barth, publicó en 1931 una obra titulada Fides
Quaerens Intellectum. La prueba sobre la existencia de Dios según Anselmo de
Canterbury, en la cual se propone recuperar el argumento ontológico en su
forma original (el argumento anselmiano) de manos de la filosofía, para
restituirlo en la teología, lugar donde según él tal argumento es válido. La tesis
de Barth es que el argumento ontológico es válido sólo si es teológico, y no
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filosófico, forma bajo la cual ha sido presentado casi siempre. Barth está de
acuerdo con Kant en su rechazo a las pruebas filosóficas sobre la existencia de
Dios. A juicio suyo, las críticas de Kant son atinadas, hecho que le permite
considerar como nulas dichas pruebas.
A esto se agrega el monismo que Barth profesa sobre la palabra de Dios, lo que
tampoco le permite aceptar ninguna prueba filosófica (racional) sobre la
existencia de Dios. En efecto, sostiene Barth, Dios es incognoscible aparte de
aquello que él mismo nos dice sobre su existencia, de suerte que, el hombre no
prueba a Dios (su existencia); sólo Dios puede probarse así mismo. En opinión
de Barth, las pruebas filosóficas, en el supuesto de ser concluyentes, solamente
probarían la existencia de falsos dioses, proyecciones del espíritu humano, que
no tendrían nada que ver con el Dios judeo‑cristiano. Sin embargo, para Barth
es posible una prueba teológica sobre la existencia de Dios, legítima a los ojos
de su monismo. De esta manera, la prueba que Barth propone no es
sustancialmente distinta a la prueba que Dios da de sí mismo en la revelación.
Ella se limita a repetir la auto‑demostración de Dios. Es aquí donde entra a
escena San Anselmo, ya que su prueba responde a este requerimiento. Para
Barth el argumento anselmiano está encuadrado en el discurso teológico de su
autor, razón por la cual no debe ser considerado como una prueba filosófica
más. El programa teológico de san Anselmo es el contexto que le da sentido al
argumento. Al separarlos, tal como lo han hecho los filósofos, el argumento
pierde su validez.
Para San Anselmo la teología viene definida bajo la fórmula “la fe en busca del
entretenimiento”. Barth está de acuerdo con esto. La fe viene a ser el supuesto
básico, no susceptible de cuestionar. No se trata, entonces, de probar que Dios
existe, puesto que la cosa ya está dada, sino de comprender esta cosa.
2. El argumento Ontológico: Un paralogismo por equivocidad
Esta es la posición de Franz Brentano tal como puede leerse en su obra Sobre la
existencia de Dios publicada de 1929, y que en opinión suya hace inadmisible el
argumento ontológico. Brentano reconoce que no siempre fue el mismo
equívoco que extravió a los partidarios de este argumento. Unos tomaron por
afirmativa una expresión negativa, mientras que otros han tenido por real a una
definición puramente nominal. Examinemos cómo se cometen estos equívocos.
2.1. Cómo es posible tomar por afirmativa una proposición negativa
En general, los juicios categóricos afirmativos son de la forma S es P. Ahora
bien, en una forma totalmente homónima es posible expresar un juicio
negativo, como sucede con el principio de identidad (A es A), como si fuese un
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juicio afirmativo. He aquí la raíz de la confusión. El sentido de la proposición A
es A o el de su ejemplificación “Un hombre es un hombre”, no es el mismo de la
expresión “Hay un hombre que es un hombre”, sino más bien el de “No hay
ningún hombre que no sea un hombre”. Brentano observa que si bien el
principio de identidad es evidente de suyo y que un hombre es un hombre es
una evidencia a priori, no es evidente a priori que existan hombres. De esta
manera, la proposición “Un hombre es un hombre” No afirma que haya (exista)
un hombre que es hombre, sino que más bien niega que haya un hombre que
no sea hombre. La proposición A es A es en apariencia positiva, pero su sentido
es negativo y no posee alcance existencial. Así, por ejemplo, la verdad de la
proposición “el cuadrado tiene cuatro lados” es independiente de que existan
cuadrados en la realidad.
Brentano elige la formulación cartesiana del argumento ontológico para mostrar
la confusión de un juicio afirmativo con un juicio negativo. Veamos como
procede: aquello que conocemos clara y distintamente que pertenece a la
naturaleza de una cosa (es decir, que está contenido en el concepto de ella), lo
podemos decir de esta cosa con seguridad. Conocemos clara y distintivamente
que a la naturaleza del ser máximamente perfecto le pertenece la posesión de la
existencia eterna, necesaria de suyo. Así, pues, de Dios cabe decir que tiene la
existencia necesaria de suyo. Por consiguiente, Dios existe.
Para Brentano el riesgo de la confusión está ya en la palabra decir. Lo que está
en el concepto de una cosa no puede, de ninguna manera, afirmarse de ella a
priori, sino únicamente de un modo hipotético. Es decir, según Brentano, que no
nos es lícito afirmar a priori, positivamente, que está determinación pertenece el
sujeto, sino tan sólo, negativamente, esto es, que no puede faltarle en el
supuesto de que la cosa exista. Al aplicar esto al argumento cartesiano,
Brentano sostiene que no se sigue que Dios posea la existencia necesaria de
suyo, sino tan sólo que no hay ningún Dios que no posea esa existencia.
Brentano aclara más el asunto dando el siguiente ejemplo: en el concepto de un
zapatero entra en el que este pueda hacer zapatos. Lo que entra en el concepto
de zapatero ha de poder decirse de éste. Por tanto, de un zapatero cabe decir
con certeza que puede hacer zapatos, y es evidente que los puede hacer. ¿Pero
cómo podría hacer zapatos si no existiese? Por consiguiente, existe un zapatero.
Miremos ahora cómo se comete el segundo equívoco del que nos habla
Brentano.
2.2. Cómo es posible tomar por real una determinación nominal
Brentano establece que el vocablo “es”, en ciertas circunstancias, equivale a
significa y no tiene ninguna implicación existencial. Así, podemos describir el
significado de algo imaginario, es decir, definir cosas de manera puramente
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nominal. Podemos referirnos a una caja de madera férrea definiéndola como
algo hecho de madera y que tiene la índole del hierro. Si interpretamos esta
frase dándole alcance existencial, se convierte automáticamente en una
falsedad, esto es, si en vez de interpretar el “es” en un sentido nominal,
equivalente a significa, lo interpretamos en un sentido real, equivalente a existe.
Brentano afirma que en el argumento ontológico se confunden estos dos
sentidos de la partícula “es”.
En líneas generales el argumento dice: a lo que es un ser infinitamente perfecto
le pertenece la existencia necesaria. Dios es un ser infinitamente perfecto. Así,
pues, a Dios le pertenece la existencia necesaria. Por consiguiente Dios existe.
Brentano se pregunta, en primer lugar, qué significa aquí la proposición “Dios
es un ser infinitamente perfecto”. Si significa que “Hay un Dios infinitamente
perfecto”, se caería en una petición de principio al estar suponiendo lo que se
quiere precisamente demostrar. Entonces, el “es” de la proposición no puede
ser existencial, sino puramente nominal. Luego, una vez establecido esto,
Brentano establece que la proposición, “Dios es un ser infinitamente perfecto”
significa entonces lo mismo que la proposición “Se entiende por Dios un ser
infinitamente perfecto”, a lo cual no hay nada que objetar. Sin embargo, dice
Brentano, lo único que se podría inferir es que “Se entiende por Dios un ser al
que le pertenece la existencia necesaria”, con lo cual sigue sin probar si este ser
existe.
3. El argumento ontológico y la suposición de la existencia como predicado
Algunos críticos del argumento ontológico han sostenido que él es válido sobre
el supuesto de que la existencia es un predicado. Sin exagerar, es posible decir
que tal vez la crítica más frecuente al argumento sea esta que acabo de referir.
Para Schopenhauer, el primero que anticipadamente formula una crítica del
argumento ontológico, desde el punto de vista antes referido, es Aristóteles,
quien por medio de su explicación contenida en los Analíticos posteriores (parte
II, cap. 7) establece que la definición de una cosa y la cuestión de su existencia
son dos materias distintas y que nunca deben confundirse. Aristóteles afirma
que la existencia no forma parte de la esencia; el existir no pertenece a su
quididad. Según esto, es ilegítimo incluir en la definición de Dios el predicado de
su existencia. Pero el primero que formula de forma explícita y directa la tesis
de que la que existencia no es un predicado es Hume. Para el empirista el juicio
“Dios existe” no es, como se piensa, la unidad del concepto de este predicado
con el concepto del sujeto (Dios). Afirmar que tal unidad es posible es una
falsedad porque, la existencia no es ningún concepto general. Esto se entiende si
se tiene en cuenta que para Hume la existencia de una cosa no es sino la cosa
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misma. En consecuencia, el juicio existencial “una cosa existe” no será la
atribución de un predicado a un sujeto, sino simplemente la afirmación de la
creencia en esa misma cosa. Así, sólo la experiencia nos permite comprobar la
existencia de una cosa, ya que de los puros conceptos lo único que podemos
extraer es el conocimiento de las relaciones que entre ellos hay, como en el caso
de las matemáticas. Por tanto, el conocimiento de un hecho simple como la
existencia no puede ser deducido de conceptos, esto es, las cuestiones de hecho
son irreductibles a relaciones de ideas. Únicamente a posteriori se puede hablar
de existencia, a priori jamás. Pero precisamente el argumento ontológico habla a
priori de la existencia de Dios, y de su no existencia como algo contradictorio o
lógicamente imposible. Hume no acepta esto. Para él la negación de un cuestión
de hecho, y la existencia es un hecho, no implica contradicción alguna, pues, lo
contrario de cualquier cuestión de hecho es siempre posible. Podemos negar la
existencia de Dios sin caer en contradicción. Hume considera que quien niega a
Dios su existencia no le niega ningún predicado que le pertenezca a su esencia,
como tampoco le atribuye un predicado que entrañe contradicción. En rigor, no
hay predicación, sino solamente el hecho de que se rechaza, por incredulidad su
representación.
Aunque la crítica de Hume al argumento ontológico es importante, se la conoce
muy poco. Por eso, es quizá Kant el crítico más reconocido de esta prueba, así
como el responsable del apelativo con que se la conoce. Pese a que recoge
algunas ideas de Hume, Kant aporta nuevos elementos críticos sobre el
argumento ontológico. Sólo me ocuparé de la crítica kantiana en lo tocante al
problema de si la existencia es o no un predicado, dejando constancia de que tal
crítica no se agota en ese único punto.
Kant sostiene que la idea de Dios es un concepto puro de la razón, es decir, una
idea, que si bien la razón necesita, ello no quiere decir que por este hecho quede
demostrada su realidad objetiva. La idea de Dios indica cierta completud
teórica inalcanzable y, a su vez, sirve de límite al entendimiento más que de
ampliación del mismo. Esto es lo que Kant llama un ideal trascendental. Para
Kant es clara la diferencia entre afirmar que el concepto de la totalidad de todas
las propiedades positivas es presupuesto para la determinación de los diversos
objetos de la experiencia, y sostener que un ser real, correspondiente a este
concepto, existe. Esto último es una ilusión de la razón.
Kant determina la marcha que va a seguir en su ataque a la prueba ontológica,
estableciendo que este va a recaer en la posibilidad de poder concebir o no el
concepto de ser necesario (Dios). En primer lugar, opina Kant, es muy fácil
decir que la existencia de Dios es necesaria y que su no existencia es imposible.
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Pero de lo que se trata es de saber si las condiciones que hacen necesario
considerar el no ser de una cosa como absolutamente impensable son legítimas
o ilegítimas. En segundo lugar, Kant argumenta que no hay tal contradicción
cuando se niega la existencia de un ser necesario, porque si suprimimos la
existencia, suprimimos la cosa misma con todos sus predicados. Empero, Kant
se encuentra con la afirmación radical según la cual el concepto de ser realísimo
y sólo él no admite tal tratamiento, esto es, que al ser negada la existencia de su
objeto o suprimida, caemos inmediatamente en una contradicción. Pero para
que se produzca tal contradicción hay que aceptar el supuesto de que la
existencia es un predicado real o una determinación. Cuando decimos que Dios
es omnipotente adscribimos la determinación “omnipotente” al sujeto “Dios”.
De tal manera que quien afirme que Dios no es omnipotente cae en una
contradicción, porque dentro del significado corriente del concepto de Dios esta
cualidad le es esencial. El concepto de Dios implica necesariamente la
omnipotencia. Ahora bien, se dice que dentro del concepto de Dios se halla el
de poseer la existencia. Entonces quien afirme que Dios no existe se contradice
automáticamente. Kant rechaza esta afirmación porque, en opinión suya, la
existencia no es un predicado o determinación que enriquezca el contenido del
concepto. El error de la prueba ontológica está en tomar por real un predicado
lógico, en creer que la existencia al ser predicada de un sujeto le añade una
cualidad que amplía su contenido. Cuando se afirma que el concepto de un ser
perfecto exige para ser tal la existencia porque, si así no fuera no sería perfecto,
se está suponiendo que la existencia es un predicado. Es consecuencia, si la
existencia no está implicada en el concepto de ser perfecto porque no añade
ninguna cualidad, podemos pensar lo perfecto sin necesidad de pensarlo como
existente. Toda esta argumentación de la Crítica de la razón pura va dirigida
contra Descartes.
Desde su perspectiva la existencia es una cualidad o propiedad, puesto que
puede ser predicada de una cosa. Pero esto es lo mismo que decir que la
existencia debe ser una determinación porque es un predicado lógico. Entonces
no es cierto, como cree Descartes, de que es “tan imposible concebir un Dios
(esto es, un ser supremamente perfecto) que carece de existencia (es decir, de
cierta perfección), como concebir una montaña que no tiene valle”. Kant ofrece
un ejemplo en el cual trata de hacer ver que la existencia no es un predicado.
“Cien táleros reales no poseen en absoluto mayor contenido que cien táleros
posibles”, esto quiere decir que lo conceptual (lo posible) no excede en
contenido a lo real existente. Si esto no fuera así, el concepto de cien táleros no
expresaría al objeto como tal y no sería el concepto adecuado del mismo. Para
Kant la existencia es la posición de una cosa. Entonces sólo a posteriori podemos
conocer la existencia de algo. Probar la existencia de algo a partir de puros
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conceptos es imposible. El argumento ontológico es una prueba por conceptos.
Con la revolución de la lógica a finales del siglo XIX, el matemático y lógico
alemán Gottlob Frege aportó elementos nuevos al problema de la existencia
como predicado, a partir de sus novedosos enfoques de los cuantificadores
lógicos y de su crítica a las nociones de sujeto y predicado de la lógica
tradicional. Frege establece que todo enunciado existencial legítimo es de la
forma “Hay un F”, donde F se refiere a una determinación. Estas proposiciones
se refieren, pues a un concepto, mas no a una cosa. La proposición “Hay gatos”
afirma del concepto “gatos” que éste no es vacío, esto es, que tiene instancias.
Analicemos ahora el argumento ontológico a la luz de estas consideraciones. En
él se afirma que la proposición “A es existente” forma parte de la noción de
Dios. Pero el enunciado “A es existente” no se puede cuantificar o expresar bajo
la forma legítima de un enunciado existencial “Hay un F”, lo cual quiere decir
que existente no es una determinación que se aplica a un objeto, sino sólo a un
concepto. En consecuencia, el enunciado “A es existente” no es un enunciado
existencial, sino un enunciado descriptivo de la forma “los gatos son
mamíferos”, que no dice que haya gatos. Por lo tanto, no es posible decir que
Dios es un ser prefecto porque posee la existencia, porque la existencia no se
predica del objeto Dios, sino del concepto de Dios.
Bertrand Russell sostiene, de la misma manera que Frege, que la existencia no
es un predicado, añadiendo que en la proposición “Dios existe” si existe no es
un predicado lógico, entonces, en ese mismo enunciado Dios no puede ser el
sujeto lógico de la predicación. Russell separa lo lógico de lo gramatical aquí. El
hecho de que una frase sea gramaticalmente correcta no indica que lo sea
lógicamente. La cuestión de si la existencia es un predicado se ha ido
desligando del argumento ontológico. Varios pensadores como George Moore y
Peter Strawson se han ocupado del problema de la lógica de la existencia. Para
Moore la existencia no es un predicado, mientras que para Strawson la
existencia sí es un predicado en determinados contextos. Como se puede ver en
todo lo anterior, no hay unanimidad en torno al problema de la existencia como
predicado, hay discrepancias en la formulación del problema mismo y en sus
intentos de solución.
4. El argumento ontológico o los argumentos ontológicos
En 1960 Norman Malcolm publicó un artículo titulado “Los Argumentos
ontológicos de San Anselmo” en el que sostiene que hay dos argumentos
ontológicos en San Anselmo, uno de los cuales es válido.
Los dos argumentos son los siguientes: Argumento 1. Algo es mayor si existe
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que si no existe. Este argumento se basa en el supuesto de que la existencia es
un predicado. Malcolm arguye que esto es falso y concuerda con Kant en su
crítica. Argumento 2. Algo es mayor si existe necesariamente que si no existe
necesariamente. Este argumento se basa en la idea de que la necesidad lógica es
una perfección. Malcolm asegura que este argumento es válido y prueba la
existencia de Dios. Malcolm afirma que “existente” no es una perfección porque
no es una determinación, pero “existente necesariamente” sí lo es, lo que libra a
este argumento de las críticas de Kant y lo hace válido.
Ahora bien, decir que existente necesariamente es una determinación es decir que
es un predicado, y decir que existente no lo es, es decir que no es un predicado
Veamos esta diferencia en un ejemplo. Si se le pide a alguien que traiga un tinto
caliente existente, la tarea no es más difícil porque un tinto caliente existente es
lo mismo que un tinto caliente. Pero si se le pide a alguien que traiga un tinto
caliente y se añade existente necesariamente, ahora la tarea no es tan fácil porque
un tinto caliente existente necesariamente agrega una determinación que
existente no puede añadir, puesto que no es una determinación que amplíe el
concepto de algo al ser predicado de éste. Apoyado en la tradición teológica,
Malcom asegura que existente necesariamente es parte del significado del término
de Dios. La existencia necesaria es analíticamente una perfección, y Dios posee
todas las perfecciones también analíticamente. Así, es necesario analíticamente
que Dios exista.
5. El Argumento ontológico: ¿mostración o demostración?
El pensamiento medieval pensó el problema del ser desde la perspectiva de un
ser supremo que se constituye como el fundamento de toda realidad. San
Anselmo encuentra en el concepto de Dios mismo está incluida su existencia.
Esto para él es una evidencia, pero no para el insensato. Se precisa una
demostración para él, pero no para San Anselmo. La mayoría de los mortales
son insensatos al creer que lo más real son las cosas que se ven y se tocan. En su
concepción filosófica San Anselmo está muy cerca de Platón, para quien las
ideas son la realidad suprema. En el mundo sensible no hay una existencia que
sea necesaria. Esta es la característica de todo ser finito; su ser está separado de
su esencia. Pero no sucede así con el ser infinito cuya existencia está implicada
en su esencia. San Anselmo reconoce la diferencia entre ser y pensar, pero para
una clase de cosas que por su naturaleza son limitadas. ¿No sería absurdo creer
que el ser máximo carece de una determinación tan simple como la de la
existencia? Estamos lejos de llegar a refutar el argumento ontológico. En
filosofía siempre se está en un lugar determinado. Eso es todo.
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