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El texto no lleva una línea de tiempo absolutamente recta, sino que aunque trata de
mantener una secuencia va saltando a algunas otras historias que vienen a
complementarlo. Ospina presenta tres puntos básicos dentro de la obra: la magia que
rodeaba la vida de los pueblos nativos (que fue mermándose y extinguiéndose con la
llegada de los españoles), la sed de oro y sangre que tenían los conquistadores, y con
ello por último los tormentos y matanzas que hicieron sufrir a quienes llamaban ‘‘indios’’.
Ospina mismo dice que a esta última le quedaron faltando muchas de las ferocidades
cometidas.
Se habla en un momento sobre la felicidad milenaria que tenían estos pueblos y como
esta al final desaparece; terminan por reinar a fuerza en tierras americanas valores de
codicia, perversión, egoísmo y traición que no les pertenecían. Así mismo demuestra que
la verdad sobre esta historia no trataba sobre el hacer de los nativos hombres libres (de
sus costumbres, sus dioses monstruosos, su falta de elocuencia, etc.), sino de esclavizar
hombres que eran libres en todo el sentido de la palabra. Además de cierta forma, desde
la misma guerra entre españoles, plantea la pregunta: ¿Será que desde este suceso está
presente en la mayoría de americanos el individualismo y el aire de poder y riqueza a flor
de piel?
Referente a la organización del texto
Cuando se comienza a leer Ursúa, es fácil pensar que traba sobre un español que
había visto en cierto punto de su vida el valor de lo indígena en los pueblos americanos;
que ya consciente de ello se dedicaba a conocerlo y a defenderlo. Sin embargo, muestra
la realidad sobre un linaje de europeos que venían con la sed de batallas desde sus
ancestros, con el ideal conquistador de dominar las tierras, apoderarse de los tesoros y
dar muerte a quien se interpusiera en su camino. Pedro de Ursúa en algunos momentos
llega a vivir en carne propia la magia de este territorio, pero contrario a lo que se cree,
acaba primando en él el ansia de gloria y de ser leyenda.
Hay una narración sobre la búsqueda constante de oro, piedras preciosas y demás
riquezas, que fuera de la costumbre, no se centran exclusivamente en los mayas,
aztecas e incas (aunque estos últimos son bastante mencionados por su cercanía y
relación con el territorio que se conoció como el Nuevo Reino de Granada). Menciona
desde Guanes hasta Muzos y algunos aspectos o mitos bastante importantes sobre
muchos de estos pueblos. Llegan a la memoria mientras se lee Ursúa obras de Eduardo
Galeano (Ser como ellos, Úselo y tírelo, Memorias del fuego) en donde se hallan puntos
bastante relacionados, es especial el ‘‘Ser es tener’’ (Galeano, 2013) por parte del ideal
español. De igual manera se conectan perfectamente con el uso de Cristo que se
evidencia en los españoles para santificar sus atrocidades, la desconexión del occidental
con la tierra, el mirar con buenos ojos a aquel que quisiera e intentara ser como ellos,
entre otras.
Con la lectura de la obra se encuentra que había pueblos indígenas que estaban en
disputas, pero que ante la llegada de los españoles (que supieron con acierto
anticipadamente) se unieron para combatir a aquel enemigo, solamente con el fin de
defender su tierra, porque cada vez que lograban vencer se replegaban a su propio
territorio. Entonces esto contraria la idea usual de que los indígenas fueron tomados por
sorpresa y que además fueron santificados por la corona de España. Hubo aquí muchos
pueblos que resistieron con valor a los conquistadores, a pesar de no poseer los avances
bélicos, ni la despiadada traición que los europeos solían usar. Panches, Guanes,
Muzos, Chitareros, entre otros defendieron con expresión de fieras temibles todo lo que
querían arrebatarles. Otros pueblos cedieron pacíficamente a los españoles o decidieron
quitase la vida antes que ser sometidos y esclavizados.
Además de las cosas inimaginables y atroces que cometieron los españoles, hubo al
inicio una expresión que sorprendente (a pesar de no compararse con muchas de la
cosas que hicieron) fue la de: ‘‘A lomo de indio’’ que se conectó con la parte en que se
relata que un alemán abrió el pecho de un indígena (sólo para comparar la ubicación de
la flecha en el cuerpo de uno de sus compañeros) y descubrió que eran iguales.
Se tiene la costumbre de escuchar que en estas tierras sólo había chibchas, que se
dedicaban a embriagarse con chicha todo el día. Pero pocos de lo que hoy son
descendientes de ellos, se imaginan que tenían un entendimiento sobre todas las cosas,
el universo, la tierra, la vida, la naturaleza, la COMUNIDAD, que no supieron comprender
ni respetar los españoles y que etiquetaron de historias fantásticas, de niños, sin
importancia alguna (lo irritaba esta costumbre de atribuirle a la naturaleza facultades
humanas, de afirmar que los pájaros cuentan cosas, que los árboles piensan, que lo ríos
conversan con la orilla). Tan importante y trascendental sería conservar aquellas
costumbres e ideas, que escondían una real conexión con lo importante; poder escuchar
un río, poder dejarse aconsejar por una montaña o por los astros, poder apreciar lo que
es verdaderamente esencial en la vida y devolver el equilibrio que tanto necesita la madre
tierra.
En mi alma se han estado cruzando las palabras: Guerrero Guane, a las cuales en
repetidas ocasiones no quise hacer mucho caso, tal vez por la costumbre de no creer
posibles cosas así; sin embargo, al leer en algunas partes sobre la resistencia de los
Guanes hacia los españoles (Los muiscas sometidos, pero sobre todo los guanes libres
y los chitareros rebeldes de las montañas volvieron a sentir la necesidades de castigar a
los españoles), comprendí que aquellas palabras no podían estar tan desacertadas con
una antigua historia que tiene relación conmigo.
Fue y es un dolor y una ira necesaria que hay que vivir, y de igual manera un dolor
que hay que perdonar para encaminarse a volver a ser indígena.