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BORGES Mauricio Vea Vivas unque en la adolescencia mantuvimos una estrecha amistad, hacia mas de veinte afios que no tenia noti- cias de Horacio. Me llamé el lunes 5 de abril por la mafia~ na muy temprano. El teléfono soné justo a las siete menos diez, cuando bebia el iltimo trago del café que Andrea me habia preparado. La inusual hora no me inquieté, pero sila voz apagada del hombre que pregunté por mi del otro lado. No la reconoci. —Soy yo, el profesor Arturo Anguiano, gen qué puedo servirle? —respondi desconfiado. —jArturito! ,No te acuerdas de mf? Soy Horacio! jHo- racio Nava! ‘Atin desconfiado argiti ignorancia: —gHoracio Nava? —jSi, hombre! {Como no te vas a acordar! Ciertamente a Horacio lo recordaba con afecto, pero aquella voz, dudaba si era la suya. Algo molesto o indig- nante habia en el tono de las frases, y un cierto airecillo de superioridad que no era caracteristico de mi amigo. Dudé 24 Mauricio Vega Vivas francamente de que se tratara, en efecto, de la misma per- sona. Del otro lado la persona insistié, algo més atenta que al principio, como si fuese apenas despertando: —Entiendo que debf llamar a una hora més adecuada, Por la tarde hubiera sido mejor, pero como no sé de nada de ti desde hace veinte afios, preferi madrugar. ¢Aun vives en casa de tus padres? El timbre dela voz habia cambiado siibitamente, como si otra persona hubiera tomado el auricular. Lo reconoci en- tonces. La persona que profirié las ultimas frases era indu- dablemente Horacio. Abandoné mi silencio y al fin respond conla confianza de hablar con alguien conocido: —Hola Horacio. {Claro que te recuerdo! jSi, hombre, atin vivo en casa de mis padres! —ZY te casaste finalmente? -pregunté con un nuevo cambio de voz. Respondi, sin embargo, con seguridad, —Si amigo, me casé hace diez. afios. —2¥ conozco ala afortunada? —No creo. La conoci en la facultad atios después, Andrea me tocé el hombro y con la otra mano me se- ‘alé el reloj. Eran ya las siete en punto. No tuve mas reme- dio y me despedi de él apresuradamente. —Me da un enorme gusto saber de ti de nuevo, pero tengo que salir para el trabajo. ¢Por qué no me llamas por la noche? Estoy de vuelta como a las diez. —Si amigo, seré un placer. No te quito mas tu tiempo. iQue tengas buen dia! Toda la mafiana rememoré anécdotas y buenos mo- mentos de la adolescencia y la juventud. Me pregunté una y otra vez por las razones que el destino tuvo a bien imponer acio para no encauzarlo por el camino que, cuantos lo Borges P13 conocimos, debi6 seguir. Aunque ciertamente logré su in- greso ala Facultad de Ciencias, el gusto le duré poco por lo visto. Apenas iniciado el tercer semestre abandoné de mane- ra inexplicable la universidad y sus deseos de hacer ciencia experimental algiin dia, segdin me confesé alguna ocasién. Después de agosto de 1991, cuando dejé de verlo oca- jonalmente en el campus universitario, todavia tuve no- de él y nos vimos un par de ocasiones ms. Aquellas Itimas veces lucia extrafiamente euférico, como si hubiera \contrado algo mucho mejor que hacer que estudiar fisica «antica o céleulo integral. Pensé incluso que se trataba de na mujer. En nuestra tiltima charla lo cuestioné al respec . Pero no. Sélo recuerdo que dijo algo asi como “es mucho wor, transformaria tu vida y la de todos para siempre; es, nico en el universo”. Aunque francamente extrafias sus labras, no les di importancia entonces. Hoy, que me ha ado con alguna urgencia veinte afios después, esa frase bra inusitado valor. urante casi dos décadas se reservé exclusivamente para hallazgo timico. Sélo cuando hubo satisfecho, segin toda su humana curiosidad se atrevié a compartirlo con jen. “Y tit eres el candidato ideal. A ningtin otro podria iarle semejante secreto con la conviccién de que lo re- 4 para si exclusivamente el resto de su vida; 0 hasta cedié algo en su malsano egoismo- encuentres en s las virtudes que merezcan compartir el descu- que quiero confiarte”. ‘me fue contando, en un principiono pudo hallar ion cientifica para el fenémeno que se producia scalones que suben a las recémaras de la casa s, Me confesé también, con absurda ironia, que Aid Mauricio Vega Vives la tinica referencia a un fenémeno semejante s6lo la pudo hallar en Ja literatura, aunque esto pudiese colocarlo en el futuro en una posicién ridicula frente a la comunidad cien- tifica. Concretamente en la obra de Jorge Luis Borges. Horacio estaba convencido que era un Aleph, en pa- labras de Borges, el fendmeno que se producia debajo del antepentiltimo escalén de su propia casa, cada 11 de julio de los afios sucesivos al gran eclipse de 1991; durante vein- ticuatro horas exactas. Y que él habia conocido y disfruta- do durante casi dos décadas en absoluta soledad. Tan sélo, pues, diecinueve dias de un total de 7 306, sumando los aiios bisiestos. Loque Borges habia descubierto por casualidad, segin Horacio, y que el escritor argentino bautiz6, hurtando a las matematicas el simbolo que hace valida la expresién de lo infinito, era en realidad uno de los grandes enigmas della Fi- sica tedrica, Se habia asomado milagrosamente al misterio dela infinitud sin saber que, en realidad, lo que habia hecho era un descubrimiento cientifico. Que, a su parecer, Borges noescribié una ficcién, sino que hizo ficcién de una realidad cientifica que a todas luces no podia interpretar como tal; acaso como una curiosidad que, por vaga e inestable, nadie Ie creeria de haberla contado con palabras llanas. Hubiese sido tildado de mentiroso, si no es que de loco. Horacio llamé por teléfono de nuevo ya en la madruga- dadel martes. Desperté a todos en la casa con su insistencia end teléfono, hasta que levanté el auricular. Se escuchaba desesperado y nervioso, me hizo prometer que no fallaria a su invitaci6n, que estaria sin falta el domingo en su casa de la colonia Anzures. El domingo por la tarde, ya en la sala de su casa, habla- ba de manera obsesiva, como si todo lo que decia fuese un Borges PS dliscurso repetido de memoria, o lo hubiese pensado en su cabeza mil veces, hasta convertir una absurda teoria en una ida verdad. De manera casi demencial empez6 a aden- Lrarme en sus reflexiones, a contagiarme de su seco opti- mismo a propésito de lo que, estaba seguro, asombraria al mundo y a los fisicos tedricos si llegaran a saberlo. jPero no, el secreto era sélo suyo! Y ahora lo iba a com- partir conmigo. Lo que Borges habia hallado en el décimo noveno escaln, de su casa, 0 de la Biblioteca Nacional, o en casa de sus padres, 0 donde fuera que fue, y que hizo, en su cuento, ‘lescubrir y poseer a un egoista Carlos Argentino Dane- no era otra cosa que un agujero de gusano de Lorentz, un puente Binstein-Rosen. Al menos eso es lo que afirmé Horacio. Esta clase de agujeros de gusano ~resumo aquilo dicho por él- es de cardcter intermitente; aparecen y desaparecen bajo la influencia de la radiaci6n que emiten. La densidad dela energia negativa que compone sus paredes, determina lsitio donde suelen abrirse. El hueco que se forma debajo de las escaleras domésticas es uno de sus sitios predilectos. Acaso Jacob no sofé con una escalera que llegaba al cielo? Las escaleras nos conducen a la cima, nos elevan por encima de lo terrenal; son, pues, nticleos triangulares en los que la energia se condensa. Esta clase de agujeros de gusano tienen su raiz en el hoyo negro primordial donde se originan, en quién sabe qué lugar exacto del universo infinito, Horacio descubrié, segin sus pesquisas, que la energia y la materia comprimida si escapan de un hoyo negro, precisamente a través de miil- tiples agujeros de gusano. Lo cual no contradice el hecho bd Mauricio Vega Vives de que ninguna particula puede abandonar el interior del hoyo negro, pero si explica que el destino de éste no es ex- clusivamente la acrecién de mas y mas materia; que existe, pues, un efecto de transferencia de energia del hoyo negro a sus infinitas ramificaciones 0 agujeros de gusano, lo cual posibilita un menor manejo de su masa siempre creciente. Estos agujeros blancos de energia negativa de mimisculo diémetro son valvulas de escape que liberan tal cantidad de radiacién por s{ mismos, que convierten al tiempo en una paradoja. De acuerdo también con el Principio de Incertidumbre de la Mecénica Cudntica, continué, la radiacién encuentra al fin salida en un agujero de gusano y se produce este fe- némeno en el espacio-tiempo. Que los rastros o huellas de la materia y de todo cuanto existe y ocurre en el universo entero, al emitir algiin tipo de radiacién, se plasma en las paredes del agujero de gusano como una piel sobre otra, al ser atraida y atrapada por la gigantesca fuerza gravitacio- nal del hoyo negro que lo absorbe todo. Por iltimo, en una especie de tramado espacio-temporal infinito, los sucesos condensados en su interior en forma de radiacién cohabi- tan en una inconmensurable memoria universal. Alo que Carlos Argentino Daneri se asomé, en el cuen- to de Borges, fue seguramente a la salida de uno de estos agujeros, a través de la concha esférica de materia exoti- ca Morris-Thorne; y lo que puede verse a través de una de esas mintisculas conchas esféricas es la radiacién emitida en forma de luz en constante flujo, la radiacién Hawking. Sélo entonces, todos los sucesos habidos en el universo se convierten en imAgenes que cruzan en carrusel vertigino- samente a un mismo tiempo. Puesto que nada humano lo controla, las secuencias dan saltos espacio-temporales sin Borges b1? ni son; pero después de permanecer mirando a la salida minésculo agujero por largo tiempo, la luz se convier- en imagenes nitidas perfectamente controlables por los 10s del observador. Pasado y presente pasan frente ala irada en un santiamén. Horacio traté de explicarme todo también de mane- mas terrenal. Me explicé que podia ejemplificarse todo con una fuga en un tanque de gas, que deja asi escapar su contenido volatil de manera controlada; de otra forma produciria un estallido descomunal. En el caso de los ho- yos negros la explosién podria desencadenar una reaccién en cadena capaz de destruir al universo mismo. Pero al existir estos infinitos agujeros de gusano, la energia con- snsada en los hoyos negros puede ser liberada de mane- ‘a segura y dicha explosion universal no ocurre nunca. A ‘al de cuentas, Ia energia escapada involuciona y todo vuelve a ser atrapado de nuevo por el hoyo negro, en una infinita repeticion. ‘Aunque me precio de haber leido en mi juventud La teoria de a relatividad de Einstein, en una edicién de bolsillo le Alianza Editorial de los afios ochenta, por la influencia dro est de Horacio, y de ser un ferviente admirador de Stephen Hawking y su A Brief History of Time, ni por un momento pasé por mi mente la més minima idea de que cuanto me estaba narrando fuera algo serio. Mas bien pen- sé que habia perdido la raz6n y que yo no debia estar ahi escuchandolo. Sin embargo, algo en su voz y su mirada me provoca- ron compasién y permaneci ese domingo en su casa hasta entradala noche. Al final, sélo pude extraer de élla promesa de que me mostraria su milagroso hallazgo el préximo 11 de julio de este 2011, cuando se celebren veinte afios del fa- 184 Mauricio Vega Vivas moso eclipse que cubrié de penumbra a la Ciudad de Méxi- co, fecha timica del atio en que el fenémeno del agujero de gusano se repite por la condensacién temporal de su ciclo. Desde semanas atras de aquel lejano 11 de julio de 1991, Horacio realizé toda clase de preparativos para presenciar cl eclipse y documentarlo para su archivo personal. Compré un telescopio de mayor alcance y adapté una camara de vi- deo al lente. Los dias previos se organizé para participar en las acti- vidades del Instituto de Astronomia de la UNAM y recibir el eclipse en un entorno académico mas propicio. Pero todos sus preparativos fueron vanos, la vispera enfermé y tuvo que permanecer en cama con fiebre. Me conté que, enfada- do, estuvo a punto de huir en su estado hacia Ciudad Uni- versitaria en el auto de su madre, pero ésta lo descubrié y no tuvo mas remedio que volver ala cama. De todos modos, recuerda, no hubiera ido muy lejos en su condicién. Tuvo, pues, que quedarse en casa. Ni siquiera pudo co locar su telescopio ena azotea y presenciarlo desde abi. Bue- no, nial patio pudo salir. Apesadumbrado permanecié recos- tado hasta que la penumbra comenz6 a cubrir la ciudad. Alrededor de las 12:15 de la mafiana el eclipse dio inicio sobre la ciudad de México. La mafiana se nublé y las sombras de la penumbra, semejantes a la noche, paulatinamente cu- brieron a la gran urbe. Horacio, sorprendido y aténito, como todos quienes presenciamos un fenémeno semejante por pri- mera vez en nuestras vidas, contempls detras de los vidrios de su recémara la noche imprevista que tomaba el mediodia como suyo. Los perros ladraban, algunos gritos de sorpresa se escucharon en las casas vecinas. Incapaz ya de permanecer dentro, mientras todos salian a la calle o al patio para dejarse Borges P14 ar por esa oscuridad transparente de la falsa noche, Ho- abandoné la cama y aprisa bajé para salir al patio, pero 10 cuando descendié el iltimo escalén su madre aparecié la puerta de la cocina y no tuvo més remedio que ocultar- Icbajo de las escaleras esperando a que cruzara el pasillo. fiebre lo doblé y terminé recostado en el estrecho cubo, la cara hacia los escalones. Entonces ocurri6. Recuerda que en medio de la confusién mental y los cantos de un gallo que anunciaba el amanecer por segunda en el mismo dia, cerré los ojos para menguar el vértigo y,al abrirlos justo la tercera vez, vio una lucecita que par- leaba en uno de los tiltimos escalones, arriba de su ca- .eza, No mayor que una moneda de cincuenta centavos, el yequefio resplandor aumenté su intensidad cuando la luz sol reclamaba su dominio sobre dfa. El eclipse habia pa~ sado. Algo recuperado por el obligado reposo, enderezé la cabeza para acercarla ala lucecita aquella viendo que algo se agitaba o sucedia dentro. Venciendo los molestos destellos , descubrié que podia distinguir imagenes niti- das, Para su sorpresa dentro vio la silueta clara de su madre buscdndolo en la recamara y en los cuartos de a planta alta. Después, como si estuviera frente a una mintscula pantalla de televisién y le pasase sélo de canal, vio a su padre cami- nando por la calle con su madre colgada de su brazo, muy jévenes los dos. Por ultimo, en ese primer vistazo, se vio a 4 mismo corriendo detrés de una pelota cuando apenas tendria unos tres o cuatro afios. ‘Asustado bajé la cabeza y permanecié tirado boca arri- ba debajo de la escalera hasta que los gritos de sorpresa de su madre lo sacaron de su embelesamiento. Pasé el resto del dia acostado, ansioso por volver al hiueco de la escalera y cerciorarse si no habia sido sélo una 4 Nauricio Vega Vivas roducto de la fiebre. Pasada la medianoche, dormfan en la casa, descendié las escaleras en oscuridad para no despertar a nadie y se metié temblando de miedo debajo de las escaleras. De pie le fue imposible acceder al escalén donde descubrié la luz aquella, asi que tuvo que tirarse otra vez en el piso helado, con todo el terror que experimentaba al pensar en alguna alimafia, Pasaron apenas unos minutos de duda y, al cabo, justo en la esquina derecha de la arista inferior descubrié de nuevo la lucecita, mas Juminosa en medio de la oscuridad. Sin poder controlar el temblor que lo empezé a invadir, acercé la cabe- zalomés que pudo y pronto visualizé de nuevo imagenes de todo tipo y lugar. Vio, para su disgusto, a la multitud reunida enla explanada de rectoria disfrutando del eclipse; vio tam- bign a sus hermanos, algunos afios atrés, jugando a la pelota en el patio de la casa bajo el sol del mediodia de un verano caluroso, Se detuvo por unos minutos a disfrutar de nuevo aquel horizonte verde y azul del mar Caribe en las playas de Tulum, cuando tenia diecisiete aftos. Absorto, presencié des- de un lugar privilegiado la ceremonia religiosa cuando sus padres contrajeron matrimonio. Asistié un alumbramiento familiar, pero no supo de quién se trataba, incluso si era el suyo. Vio correr con vertiginosa velocidad los dias y las no- ches de su feliz infancia. Distinguié claramente al presiden- te Nixon leyendo su discurso de renuncia a la presidencia de la nacién, en un viejo televisor en la casa de sus abuelos. Presenci¢ fragmentos de la entrada de la Division del Norte ala ciudad de Zacatecas y a un cabizbajo Pancho Villa que, en vez de celebrar euférico, parecia derrotado. Todo esto en colores tan nitidos y claros como jamés los habia visto. Asi permanecié durante horas noche tendido bajo las escaleras, en medio de la oscuridad, viendo sucesos de Borges b2) indo e imagenes que incluso no pudo reconocer ograficamente. Vio, pues, rostros de toda raza y y vicisitudes y tragedias, y risas y llantos intermina- Vencido finalmente por el suefio, sélo desperté hasta s destellos del amanecer entraron por las ventanas 2 que todos se levantaran volvié a su cama y durmié ibia perdido la razén, revisé centimetro a centimetro. escalén, Con la luz del dia y en la oscuridad de la noche, tre6 cada hueco, cada esquina, sin encontrar nada. Las semanas y los meses siguientes perdié toda es- inza. jescubrimiento de su reaparicion no fue producto de la ipse, en la casa empezaron a ocurrir sucesos sin explica- sn ni sentido, Llaves, monedas y objetos pequefios cam- aban de lugar de manera intempestiva e inexplicable. En la casa parecié que alguno estaba jugando bromas y nadie le dio importancia. Tampoco @ las voces que de cuando en uando se ofan debajo de la escalera. Mas importancia se dio a las fallas en el suministro eléctrico, que fueron en incluso se Ilamé al electricista para que revisara la insta- acién, y Io tinico que éste pudo hallar fueron unos cables uemados y dos focos fundidos por sobrecarga. Pero para Horacio todos estos sucesos se conectaron de inmediato con el fenémeno del aio anterior. Asi que esta dor golpeando su rostro, el 12 de abril de 1991, /; aumento conforme se aproximaba el 11 de julio de 1992. _ 224 Mauricio Vega Vivas vez con paciencia y discrecién se dio de nuevo a la tarea de buscar el agujero de gusano; hasta que lo encontré, en la esquina contraria de un escalén arriba. Desde entonces a la fecha ha atisbado en él aito tras afio. Asegura, sin embargo, que en los iiltimos cinco aftos ha dado pasos gigantescos para la observacién y los benefi- cios que pueden obtenerse de su descubrimiento, Promete que lo que presenciaré el 11 de julio de este 2011 me dejar con la boca abierta. Ni Borges lo hubiera imaginado. Ahora es cuestién de ciencia, insiste. La nica condicién que puso es que pase la noche en su asa, para que nada nos interrumpa. Andrea se ha opuesto rotundamente a que acuda ala cita con Horacio el lunes 11 de julio. Fue culpa mia. Le conté todo con lujo de detalle y no creyé una palabra. Esta se- gura que ha perdido la raz6n, o de que algo malo se trae entre manos y quiere involucrarme. Asi que con mentiras voy a salir de casa la proxima semana. Afortunadamente las reuniones del consejo de la Sociedad Astronémica de México coinciden con la fecha y suelen prolongarse hasta altas horas. Con cualquier pretexto me quedaré en casa de nuestro flamante presidente. Al menos eso sabré An- drea. Ayer, sdbado 9 de julio, el tonto de Horacio casi echa a per- der todo mi plan, Habls para recordarme y Andrea contes- t6, No tuve mas remedio que blindar mis mentiras. Llegué a la casa de Horacio pasada las cinco de la tarde del lunes 11 de julio. Me aguardaba ya en el portén de la calle. Borges b23 ‘mos ala sala y me pormenoriz6 algunos detalles so- « el suceso de esa noche. Me rebelé también algunos se- os més. ;Para mi sorpresa en los tiltimos cinco aos ha ado trabajo experimental con el agujero de gusano! \virtié que lo que me iba a mostrar y que mantenia to en una de las habitaciones superiores, podia ate- »vizarme. Suplicé que por ningun motivo me marchara, ahora pondria en mis manos el secreto entero. Sus palabras y el misterio con que las envolvia me alar- on un poco. Recordé las advertencias de Andrea y pensé en efecto habia perdido la razén. Sin embargo, la pul- de su ropa y su aseo me calmaron un poco, parecia lo para una ceremonia. Charlamos un buen rato de los viejos tiempos mien- legustabamos café y galletas. Nos reimos de buena le las tonterias del pasado y recordamos a los amigos dolescencia que en tantos afios no habiamos frecuen- Por un momento olvidé la raz6n por la que estaba en ia e incluso me atrevi a preguntarle por su familia y su sonal. Menarré con pesadumbre la pérdida natural padres y el alejamiento inexplicable de sus dos her- menores que él. De mujeres simplemente no quiso , creo que no tenia nada nuevo que contarme que yo era ya desde la adolescencia. No habia, sin embargo, frustracién en sus palabras, por el contrario, al \o volvié a conversar sobre el agujero de gusano y stigaciones de los tiltimos afios, con un entusiasmo pezaba a fastidiarme. Esta vez, empero, no mostr6 la angustia que brotaba de él cuando hablaba del :mpoco mostré reserva alguna sobre sus pesquisas nntales de los afios recientes. Ocurria que Horacio a transformarse en otra persona de manera impre- 244 Mauricio Vega Vivas vista, como cuando conversé por teléfono por primera vez después de veinte afios de distanciamiento. Parecfa liberar la informacién con tiento para que yo la digiriera mejor. Describié someramente la habitacién don- de pasariamos la noche para tener contacto con el agujero de gusano, no tendidos debajo dela escalera. Yo habia crefdo que aquella seria una noche boca arriba sobre la loseta fria; tan lo cref asi, que levaba conmigo una pequeita almohada cortopédica para descansar la cabeza y evitar una torticolis, Incluso habia relefdo en estos dias el Aleph de Borges, casi hasta la memorizacién. Todo para que me confesara que lo pasariamos cémodamente en la habitacién que habia acon- dicionado los tiltimos afios. Aquello prometia, de ser cierto, una experiencia fuera de este mundo, Yasi fue, La habitacién aquella fue su recémara hasta que sus her- manos se mudaron. Ahora era la Habitacién de las aporias. ‘Asi la llamé, Para ingresar cruzamos dos puertas colocadas a unos treinta centimetros una de otra; la primera era de madera pintada recientemente de color blanco; la segunda de acero, tan sdlida y pesada que habia que empujarla con fuerza para que girara sobre las bisagras. Dentro predomi- naba la oscuridad total y no debe encenderse ni una sola luz. Horacio me guié de la mano hasta los sillones altos que habia dispuestos al centro de la habitacién, Nos acomoda- ‘mos y atento a su voz. segui al pie de la letra sus indicacio- nes. Me pidié que guardara silencio mientras estableciamos contacto. Indagué cuando ocurriria lo que el denomin contacto”, Me dijo que en cuestién de una hora. Repliqué si era necesario permanecer ahi metidos en completa oscuri Borges P25 Explicé que el Arquidonte tardaba poco mas o menos tiempo en decodificar el flujo de radiacién de ese aio. la que permanecer dentro de la habitacién al menos a establecer el contacto definitivo. Me senti tan estipi- ido en esa habitacién, que tuve el impulso de huir de iato. Ni siquiera senti interés por averiguar de qué se ba todo aquello. Un zumbido creciente me arrancé de mi propésito. ‘ra semejante al sonido que emite un jet antes de em- 1 el vuelo, rodando sobre la pista, pero sordo y tole- e. A punto de rogarle que me dejara salir de ahi, la ha- n se inundé de una luz mortecina de tono violaceo, 'srojiza, anaranjada al poco rato y amarillenta final- cuando se estabiliz6. Entonces Horacio, levantando , me sefial6 el Arquidonte. aparato aquél no era mas grande que un viejo mo- computadora, colocado delante de nosotros en el de forma circular, semejante a una enorme dona ‘on pequeios anillos tubulares en su interior, mon- base sélida de metal negro. Tendido como una un plato, de su circunferencia interior brotaba que parecia condensarse en un solo vértice sobre ie, tomando la forma de un cono luminoso. entonces ver a m{ alrededor. Los muros de la ha- an completamente planos y pintados de negro 0 con algtin material plastico. No habia ventanas, rendija por donde pudiera filtrarse un mintiscu- .. Nosotros permaneciamos sentados en los dos de la habitaci6n, El Arquidonte no califica~ nueble mas. No podia definirlo. nanecimos durante largo tiempo, a ratos el Ar- aba su luminosidad y luego menguaba hasta 2h Mauricio Vega Vivas Borges ba? ygarse, Horacio no habia hablado desde que ingresa- a la habitacion, sabedor de que cuanto pasara dentro para saciar mis dudas y mi curiosidad. De pronto, ago y una oscuridad més densa llené la habitaci6n. scurrieron no sé cudntos minutos y una cascada de lu- de nuevo todas las paredes, poco a poco las luces las se estabilizaron y tomaron forma sentido. Las lu- ue arrojaba el Arquidonte sobre todos los muros, como iso proyector, eran ahora la luces de estrellas, nebu- y galaxias mimisculas que circulaban en torno nuestro indo por las paredes y el techo. Era un espectculo alucinante, pues la proyeccién no en absoluto un juego ni una pelicula. Horacio por andoné su silencio y me advirtié que el vértice del sro de gusano estaba a punto de abrirse, que sujetara cinturones de seguridad que estaban en los costados de ynebulosas, como si en efecto navegara con Horacio en insulso universo de ficcién. Poco tiempo después, el Arquidonte empezé un movi- ento oscilatorio sobre su base, hasta estabilizarse, y arro- escalofrio intenso me recorrié todo el cuerpo y entonces je dio comienzo. luz que nos baiié era tibia ¢ intensa, pero no nos cegaba. lia ver las paredes del gusano en el que corriamos, era tobogan de plasma, pues se expandia y contraia como i nos digiriera. ;Senti nduseas, deseos de soltarme y huir, creo que hasta perdi el sentido por unos segundos y en mi dentro de aquél tuvo digestivo de luz. infinito! Ilustrador: Mauricio Vega Vivas Bh4 Naurd Vega Vivas ne hablaba a grandes voces, pero nada podia hacer serenarme. No sé cuanto tiempo pas6. Me parecié una eterni- dad. El final del agujero se avizoraba en el fondo del ti- nel. Salimos de él y todas las paredes y el techo se cubrie- ron de imagenes humanas. Como si permaneciéramos en el interior de una pantalla de cine con un rango de trescientos sesenta grados; imagenes de todo tipo nos inundaron, pasado y presente corria en todas direccio- nes; también se empezaron a escuchar voces y murmu- los ininteligibles. Horacio me pidi6, me suplicé que controlara mi péni- co y mis pensamientos para que el agujero estabilizara las imagenes. No me quejé de nada, a pesar de que mi estado mental era de absoluta confusién. Hice cuanto pude por es- cuchar sus instrucciones y seguirlas. Las imagenes, antes vertiginosas sobre nosotros, em- pezarona frenar su paso raudo. Viendo que las indicaciones de Horacio alteraban el curso de las imagenes, cerré los ojos por unos minutos y me concentré en apaciguar el panico. Horacio continué hablando. —iNo trates de evitar pensamientos en tu cabeza! iMejor concentra tu memoria en uno solo! Lo intenté, pero no podia frenar la vordgine de las imagenes que arrollaban mi memoria. Horacio sugirié algo mejor y concreto. — ‘Piensa en tu mujer y tus hijos! Y como si sus palabras fueran mégicas, de un solo gol- pe concentré todas mis imagenes mentales en Andrea y los muchachos. Todo se serend. Abri los ojos y el carrusel de imagenes sobre nuestras cabezas marchaba lentamente. Para mi sorpresa, en muros, Borges b24 1ecié Andrea, muy joven, antes de que la cono- Ja con un primoroso vestido azul; eran los afios, imagen desaparecié, pero surgieron otras de An- 1 familia, atin nifia. El carrusel de imagenes pa- atrds en el tiempo. Ahora, Andrea era un bebé os de su madre. Ahora, era la boda de sus padres. te empezaron a surgir imagenes de personas que y que eran, por su vestimenta, de principios del XX. Horacio, mas sereno, interrumpié mi atolondra~ nuevamente. tiempo es infinito, Si no cambias tus pensamien- uira corriendo hacia atras indefinidamente. ntonces él se concentré y cerr6 los ojos; nuevas ima- parecieron en los muros, Eran ahora los pensamien- ayos los que predominaban. Horacio era capaz de provocar secuencias de imagenes. iil Arquidonte proyectaba, a través del agujero de gusano, Jus imagenes que él queria que yo viera. Se reprodujeron su- histricos con asombrosa claridad. Horacio navegaba, n lado a otro del planeta y de un siglo a otro. Atrajo memoria del tiempo imagenes tan lejanas del pasado stre, que fui capaz de ver a los primeros ancestros hu- nos. A criaturas inimaginables, ;Si los paleontélogos pu- van ver cOmo eran en realidad los primeros hominidos, fan de espaldas! Las imagenes histéricas y de los origenes mismos hombre me tenfan asombrado. Aunque los saltos en el mpo eran descomunales, lo que aparecia sobre los muros tan dlaro y tan nitido que me confundia y atemorizaba, Angulos de las secuencias eran en ocasiones atropella- ,, pues no eran en absoluto semejantes a las tomas del e o la televisién. Iban de arriba abajo, de un lado a otro 304 Mauricio Vega Vives sin orden ni sentido, en ocasiones sélo aparecian manchas, bultos, por la cercanfa con las personas o los objetos. Sin embargo, la claridad era tal, que por momentos uno tenia la sensaci6n de estar dentro del ambito de los acontecimien- tos, Mi emocion se hizo patente cuando, frente a una se- cuencia de imagenes de la ciudad de Tenochtitlan, desde las afueras de la Calzada de Tacuba, lancé yo verdaderos alari- dos de admiracién y sorpresa.. Después de algunas horas de embelesamiento y asombro, y en mitad de mi expectacién, todo se oscurecié otra vez. Grité aterrado. Horacio guardé silencio un par de minutos a pesar de las palabras y preguntas con que le hablé. Al cabo, abando- no su silencio y en ese tono extrafio que le escuché por teléfo- no la primera ver, me habl6 con una vor. seca y uniforme. —Amigo, antes de continuar, debes ser consciente que un saber de este tipo puede revelar verdades que afectarian, a millones; zlo comprendes también asi? ~entendi que ha- bia suspendido el viaje virtual por el agujero de gusano para decir todo aquello. —Supongo que si. Asomarse al pasado de esta manera, tan asombrosa pondria en entredicho a ciencia, moral y fe. —Hloy dejaré en tus manos todo lo que has visto. La casa y todo lo que est dentro ya esté escriturado y notaria- doa tu nombre. No habra problemas para que lo uses como tehe pedido -me dijo para mi espanto. —2Cémo, no entiendo bien Horacio? -repliqué asus- tado, sintiendo cémo mi pulso se aceleraba ante tan ines- perada situacion. —Comprendo tu asombro.... —iTe equivocas, no estoy asombrado; me aterra lo que dices!...lo interrump{ nervioso. Borges b3L —No debes tomar asi las cosas. Para mi todo es claro. isién ha concluido, Tomar esta decision no ha sido ero quiero seguir otro camino; al menos es una es- a. Sin entender concretamente a lo que se referia en ese nento, indagué temeroso, consciente que las respues- jodrian ser més sorpresivas de lo que habia visto y oido a ahora, —No entiendo qué es lo que me quieres decir. :A don- jensas marcharte? Recordé de nuevo las advertencias de Andrea y pensé mente, a pesar de lo visto hasta ese momento, que aba loco, y que todo aquello no era sino un gran montaje; mentira descomunal. —Ya no habré casi comunicaci6n entre nosotros cuan- reinicie el enlace el Arquidonte. Sdlo te pido una vez 4s que cumplas tu palabra. Los diagramas de su funcio- miento y construccidn estan en la gaveta inferior, no te stara trabajo entenderlos, en la Facultad de Ingenieria mnes fama de ser excelente profesor. También he trans- ido hoy en la mafiana todos mis fondos bancarios a tus ientas personales. Podrias incluso retirarte manana mis- dela docencia. Ya era la madrugada del martes 12. No supe qué responder. Guardé silencio y reflexioné otra vee sobre la veracidad de todo aquello. :Me jugaba una broma? ¢Estaba desquiciado el bueno de Horacio? ¢Cémo saberlo con certeza en ese momento? Lo tinico que se me ocurrié fue pedirle salir para dormir un rato, minutos antes jo que eran las tres de la madrugada. —No hay tiempo -sentencié con la misma voz parca que me ponia nervioso: 324 Mauricio Vega Vivas —Tendré que pensarlo unos dias. Ahora vamos a dor- mir si estas de acuerdo. Como respuesta reencendié el aparato aquél que lla- ‘maba una y otra vez Arquidonte, con un control remoto que descubri hasta entonces que Ilevaba en la mano. Esta vez no hubo ruidos ensordecedores. Le rogué que lo apagara y fuéramos a dormir. js tarde! ;Tengo que partir! -grit6, al tiempo que la luz de alrededor se centraba mayormente sobre él, como un luminoso reflector. En as paredes empezaron a aparecer nitidamente ima- genes de sus padres, entonces muy jévenes. Después, apa- recieron sus hermanos cuando eran nitios y que yo conoct més 0 menos a esa edad. La secuencia, que pasaba lenta, se detenia en detalles que parecian significativos para él. Al cabo, aparecié como al principio, en las paredes y el techo, cl espacio exterior. La secuencia continué transcurriendo. Como si estuviéramos dentro de una cabina de alguna nave espacial, Horacio manejaba el movimiento del Arquidonte a su antojo y se desplazaba en el agujero de gusano a veloci- dad increible. Hizo un avance vertiginoso mas en medio de aquél va- cio espacial y se detuvo de pronto sobre un planeta verdoso, con pequefios manchones azules. Se aproximé a él y colocé Ia imagen a la altura de un satélite terrestre. Entonces dijo aquellas horrendas palabras, el Arquidonte empezé tam- bién a zumbar con creciente fuerza: —Es un bello planeta, gverdad? Ylo mejor, jsin huma- nos ni especies semejantes! Di con él por casualidad hace dos afios. Sera mi nuevo hogar. Un gran resplandor se hizo dentro de la habitacién. Las imagenes de muros y techo se alinearon sobre el sillén Borges b33 racio, entubandolo a la garganta del agujero de gusa- un solo tir6n, tragé la pequefia y fragil humanidad erido amigo. Nolo he vuelto aver.

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