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Reforma y Contrarreforma[editar]
La Iglesia pasó a ser vista por muchos, tanto miembros como no miembros de ella, como
una administradora de lo divino y de lo humano, de gracias, tributos y prebendas e
interventora de los asuntos del gobierno y la política de los pueblos y sus culturas. Hace su
aparición Martín Lutero y, con él, una Reforma que abrió nuevas manifestaciones
del Cristianismo en Europa. Durante este período se expande a nuevos territorios como
consecuencia de los descubrimientos hechos por España y Portugal.
La Contrarreforma o Reforma Católica, para algunos, no difería en forma sustancial de
aquello que buscaba la Reforma protestante, si no se tiene en cuenta el tema de la
autoridad e infalibilidad papales. Fue, en opinión de algunos, una diferencia de lenguaje lo
que impidió una clara comunicación entre las partes. Otros apuntan a diferencias
irreconciliables en las estructuras sociales de las distintas partes de Europa como causa
para la Reforma y la consecuente Contrarreforma.
En lo exterior la Iglesia surge como el nuevo mecenas de las artes y las letras donde
brillan las grandes figuras del Renacimiento. El pensamiento, las costumbres, la liturgia y
la doctrina se centralizan y se estructuran hasta el máximo a partir del Concilio de
Trento (1545).
De la Ilustración a la Restauración[editar]
Durante el período que va de la Ilustración a la Restauración se produce un cambio en el
sistema de valores y creencias que caracterizaba al mundo occidental. Surge una
sociedad nueva; el súbdito se convierte en ciudadano. Hay una nueva postura frente al
arte, el pensamiento y la religión. Este período está marcado significativamente por
la Revolución Francesa.
La Iglesia Mediática[editar]
Tras la época del espíritu del Concilio Vaticano II, el papa Juan Pablo II comienza una
nueva era y, desde el punto de vista de los creyentes de esta religión, se empezaría a
cumplir aquello que anunciaba san Pablo "por toda la tierra se ha difundido su voz y hasta
los confines de la tierra sus palabras" (Rom 10,18). El papa comienza a salir
del Vaticano de forma asidua, haciendo viajes por todos los continentes y apareciendo en
todos los medios de
comunicación: radio, televisión, videoconferencias, Internet y sms utilizados incluso para
anunciar la muerte de Juan Pablo II para quien lo solicitó.
212 italianos.
Quince franceses: Silvestre II, Nicolás II, Calixto II, Urbano IV, Clemente IV, Inocencio
V, Martín IV, Clemente V, Juan XXII, Benedicto XII, Clemente VI, Inocencio VI, Urbano
V y Gregorio XI.
Ocho griegos: Anacleto, Higinio, Eleuterio, Antero, Sixto II, Dionisio, Eusebio y Juan VI.
Siete alemanes: Gregorio V, Clemente II, Dámaso II, Víctor II, León IX, Esteban
IX y Benedicto XVI.
Cuatro de la Península Ibérica:
Uno de Hispania: Dámaso I.
Uno portugués: Juan XXI.
Dos españoles: Calixto III y Alejandro VI.
Uno de Dalmacia: Juan IV.
Uno inglés: Adriano IV.
Uno holandés: Adriano VI.
Uno polaco: Juan Pablo II.
Uno de Tracia: Conón.