Leer es considerado hoy en día como una de las competencias culturales y académicas más
destacadas, pues se considera que una persona para desarrollar de manera adecuada su
formación debe ser lectora, puesto que el proceso de enseñanza y de aprendizaje en todos
los ámbitos educativos, se establece mediado por la lectura y la escritura
La lectura puede ser, justamente, en todas las edades, un camino privilegiado para
construirse uno mismo, para pensarse, para darle un sentido a la propia experiencia, un
sentido a la propia vida, para darle voz a su sufrimiento, formar los deseos, a los sueños
propios (Petit, Michéle.1999 p.p. 74)
A pesar que el desarrollo de las habilidades de la lectura crítica en alumnos de primer año
de escuela secundaria es un paso fundamental para la formación de los educandos, no
representa el punto central en la labor del docente, durante las observaciones realizadas
en el presente ciclo escolar se observó que los educadores de las diferentes materias
expresan el problema de la falta de un carácter critico en los educandos, siendo estos solo
sujetos que memorizan la información para después reproducirla de manera exacta sin
detenerse a realizar un análisis de la información obtenida.
Esta propuesta implica la utilización de las diferentes estrategias de lectura y escritura
enfocadas en desarrollar el pensamiento crítico de los alumnos hasta alcanzar un nivel
suficiente para que estos se desenvuelvan en un discurso argumentativo que los forme para
la vida y no solo para aprobar una materia o alcanzar una calificación satisfactoria.
Pereira y Solé (2006) plantean que existen dos habilidades cognitivas, transversales básicas
que inciden en el acto de leer, necesarias para tener un nivel satisfactorio de lectura. La
primera es la capacidad de análisis, entendida como la facultad de comprender un
fenómeno a partir de diferencias y desagregar sistemáticamente sus partes, estableciendo
jerarquías, relaciones y secuencias entre las partes. Y la capacidad de síntesis, como el saber
unir los elementos distintos en un todo significativo.
La comprensión lectora como proceso cognitivo, resalta el papel del desarrollo de los tres
niveles de comprensión: literal, inferencial y crítica. Se desarrollan tres habilidades básicas:
interpretación, (formarse una opinión, sacar idea central, extraer conclusiones);
organización, (establecer secuencias en el texto, resumir generalizar.) y valoración,
(identificar relaciones causales, diferenciar lo verdadero de lo falso, captar el sentido de los
argumentos del autor), es decir, la aplicación de una lectura crítica, también, la lectura de
análisis y síntesis es la herramienta fundamental del ser humano para poder moverse en el
mundo.
El nivel literal se refiere a la capacidad que tiene el lector de evocar sucesos o hechos tal
como aparecen expresados en el texto. Generalmente, este nivel implica un proceso de
lectura guiado básicamente por medio del contenido del texto. En ese sentido, es oportuno
incorporar actividades de estudio del vocabulario por medio del uso del diccionario y de
diversas estrategias: estudio de sinónimos, antónimos, del campo semántico, análisis del
alcance semántico de términos especializados, etc.
En el nivel crítico, el lector puede emitir juicios de valor con relación al texto. Para que exista
una lectura crítica, es necesario que el estudiante exprese de forma reflexiva su 12 opinión
acerca del contenido del texto. En ese sentido, conviene plantear actividades que lleven al
estudiante a valorar un texto y posicionarse ante su contenido emitiendo juicios de valor
basados en argumentos sólidos.
En pleno siglo XXI, se puede hablar de la escuela como una institución democrática donde
el rol del docente rompe el paradigma autoritario y el rol alumno deja a un lado el esquema
donde sólo se limita a ser un “banco” en el cual se deposita conocimiento, considerando
una nueva época en el que se trabajaría con la escuela critica, una en el que las necesidades
del alumno son consideradas punto de partida, Ezpeleta Justa y Alfredo Burlan en el texto
la gestión pedagógica de la escuela p.58., hace mención que “Raramente piensan en los
estudiantes como participantes de un proceso de cambio y vida organizativa.”
La cita anterior deja mucho por reflexionar, ya que la democracia es un proceso activo de
participación donde surgen propuestas de cambio de acuerdo a las necesidades de los
participantes, una participación democrática que debería existir entre el líder (docente) y
ciudadanos (alumnos) para la toma de decisiones en cuanto al quehacer educativo, no
dejando así a un lado a los actores principales en este proceso, un proceso meticuloso para
integrar a todos aquellos que no están acostumbrados a trabajar considerando sus
opiniones, sometiéndonos a escuchar las voces de los actores, para un trabajo en conjunto,
motivando para obtener mejores resultados cognitivos.
Camps nos dice “que toda argumentación surge de una situación polémica, de una
controversia, de un desacuerdo, de un conflicto de intereses. Sin embargo, argumentar es
justamente lo contrario de aferrarse a un punto de vista”, también nos proporciona un
decálogo para mostrarnos la complejidad de las conductas argumentativas.
1. Reconocer un tema polémico y ser consciente de los diversos puntos de vista que
existen sobre el;
2. Discutir los diferentes puntos de vista y los recursos argumentativos posibles para
defendernos;
3. Tener su propia opinión sobre el tema discutido;
4. Valorar los argumentos contrarios;
5. Justificar su punto de vista con un conjunto de argumentos adecuados;
6. Utilizar de manera rigurosa y consciente los argumentos;
7. Tratar desarrollar estrategias para atraer los sentimientos de los otros;
8. Reconocer los argumentos del oponente y saberlos refutar;
9. Aceptar e incorporar algunos de los argumentos del adversario como concesiones;
10. Saber negociar una posición de compromiso.