Está en la página 1de 251
Victor BROCHARD Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento Los escépticos griegos “Traduccién: ViceTe. Quivrenos LOSADA SE0oe fa EDITORIAL LOSADA BUENOS AIRES Brochard, Vietor Tos esclpticosgregos-1¥ ed. Buenos Aires LLosada, 2005. 504 p.; 22x 14cm, = Bibliorea de obras -maestas del pensamiento) ‘Traducido por: Vicente Quinteros ISBN 950:03-7836-1 1, Filosofia. Quinteros, Vicente I Titulo cpp 100 Titulo de original fancés Les scpiques eres 1 edn en Biblioteca de Obtas Macstas del Pensamiento: octubre de 2005 (© Baltoral Losada, S.A Moreno 3362, Buenos Aes, 1945 Distibucin Capital Pedra: Vaccaro Stachex, Moreno 794 9 piso (0091) Buenos Aires, Argentine Interior: Diseribuiora Bern, Av. Veer Sard 1950 (285) Buenos Ares, Argentina, Itesiues: Fale del Sar (Queda hecho el depdito que marca I ley 11.723 Libro de edicign argentina Impreso en ls Argentina Printed i Arentna Ft tr ae tenn de impeinir on Inara SA on ls de ove de 205, ‘ind con ar Introduccién, Los antecedentes del escepticismo Cartruto 1 La filosofia presocratica Si tuviera que creesse a ciertos escépticos, no seria me~ nester remontarse demasiado alto para encontrar los ori genes del escepticismos ellos se confundisian con los orf genes mismos del pensamiento humano. “Algunos escép- Lucos ~dice Diégenes Laercio~ consideran a Homero co- mo el precursor de su secta, porque, més que nadie, ex presa sobre los mismos temas ideas diferentes, sin jamés definir ni afirmar nada expresamente.” Bastaba también ‘que se encontzase en los siete sabios méximas tales como Gstas: Nada de mds; 0 Promesa, causa de ruina, para que se les contara entre los antepasados del escepticismo. Pero apenas es necesario sefialar que: tales aserciones, inspira das por el deseo, tan frecuente entre los griegos, de justi- ficar todo lo que se afirma por una cita de Homero, repo- san en un equivoco. La movilidad de espiritu y la incon- sistencia de los pensamientos son muy diferentes de la " que son los Stomos ¥ tl vaco lo que existe realmente (ere) Finalmente, Demcrito no es escépico en l sentido pleno de la palabras no foes sino parciaimente, Sia con- Secuencia de esto los nuevos académicos se complacieron tn ver en €l un precursor, Sexto Empirico, macho mejor advertido, después de haber sefalado las analogias ene uidado™ de indicar la diferencias que separan a Demé= Stito de los psrbnicos, "No basta, dice” muy justamente, para ser esceptico, hablar a veces como un escépicoss¢ {ijn de serio desde que se promuncia na afirmactn dog: Peto si no hay, propiamente hablando, escépticos an- tes de los sofistas, es necesario reconocer que, de hecho, tous la ecuelas se encaminan hacia el escepticismos his: {Gricament, toda llas han concluido ahi De los leatar procederd Gorgias; de Herilito, Protigorasy Cratilo el {val legaréa no osarya pronuinciar un juico, Voveremos pronto sobre los principales sofirtae, Deméerito tuvo también sacesores escépticos: tal fue Metrodoro de ‘Quioy* sea que haya sido directamente su discipulo, sa auc haya recbido sus lecciones por intermedio de Nese No contento con afacar la percepeién sensible, Metroddc, ro declars que no sabemor nada, ni siquierasabemos si sabemos algo o nada Después de Metrodoro de Quio viene Anaxarco de [Abdera. Desgraciadamente, poseemos pocos informe $0- bre este personsje extraio, compafero de Alejandro, igualmente pronto a halagar a sa sefior y a deciele verda- us) des desagradables, abandonado a todas las voluptuosida- des, y capaz, su muerte lo prueba, de soportar los més ‘erueles tormentos con prodigioso valor.” Pero sabemos dde él que pertenecié a la escuela de Demécrito, fue discl- pulo de Metrodoro o de su discipulo Didgenes, y que fue abjertamente escéptico;* compara las cosas con las repre- sentaciones que se ven en un teatro o con las imégenes que frecuentan el suefio y la locura.” Ahora bien, este ‘Anaxarco fue el compafiero y amigo de Pirrén, cuya adia- fori elogia y admira. Aqui de nuevo hay un'vinculo de filiacién historica entre la escuela de Demécrito y Ia es ccucla escéptica Légicamente, el trinsito del dogmatismo mecanicista yy materialista al escepticismo se explica sin esfuerzo. ‘Completamente ocupados en sus investigaciones fisicas, los primeros filésofos reconocieron pronto la insuficien- cia de la experiencia sensible; pero su confianza ingenua cen la raz6n no ha sido conmovida. Sin embargo, Ia diver- sidad de resultados a los cuales Ilegaron debla inspirar desconfianza a sus sucesores; y los espiritus penetrantes no debian tardar en comprender que pueden dirigirse contra la razén misma argumentos andlogos a los que han aruinado la confianza primeramente otorgada a los datos de los sentidos. Los primeros filésofos se detuvieron a la mitad del camino, los sofista irin més adelante. IL. No hemos de hacer aqui la historia de la sofisica, ni buscar las causas que favorecieron su aparicién en Ate- ras; nuestra tarea ¢s tinicamente seftalar las relaciones que existen entre los sofistas y los escépticos de la escue- la pirrénica, y cémo los primeros abrieron la ruta alos se- gundos. Los falsos sabios que se designan bajo el nombre de sofistas fueron muy numerosos; los tinicos de que hemos 91 de ocupamos son Protigoras y Gorgias. Los demés, en efecto, mientras hablaban y obraban como si no hubiera verdad, casi no parecen haberse aplicado a determinar las razones teéricas de su duda. Su escepticismo es sobre to- do prictico; piensan en explotazlo mas bien que en expli- carlo. Todos los sofistas, pero en especial lor del segundo periodo, fueron principalmente profesores de ret6rica, de politica, de no importa cual otra ciencia o, mas bien, de no importa cuél arte; habrian creido perder su tiempo y su esfuerzo si se hubiesen detenido a demostrar que nada cs verdadero. Esta asercién es pronto tomada por ellos co- ‘mo un axioma que no se discute ya, No se detienen en los principios; corren a sus aplicaciones. Si la dialéctica tiene sus ojos tan gran importancia, ¢s Gnicamente a causa de los servicios que puede proporcionar ea la tribuna y en el tribunal; silos diseipulos se estrechan alrededor de ellos, fs porque esperan, gracias a sus lecciones, convertirse en abogados sutiles y habiles, capaces de deslumbrar a sus oyentes, perder a sus adversarios y ganar las peores causas Confundir 2 un interlocutor; arrojarle razones, buenas 0 ‘malas, que le aturdan y le cierren Ia boca en el momento fen que deberia hablar; desconcertarse por lo imprevisto de las respuestas 0 por la extrafieza de las cuestiones; abu- sar contra él de una palabra infeliz y ponerle en ridfculo ppor todos los medios: he aqui toda su ambicién. Por eso la dialéctica de los sofistas es s6lo una rutina, que no se ensefla por principios, sino cuyos sofismas més usuales son aprendidos de memoria; es, poco més o menos, se sin a ingeniosa comparacién de Aristételes, como si al- guien prometiera ensefiar el medio de evitar el dolor de pies, después no ensefiara ni a hacer zapatos, ni siquiera a rocurarse unos buenos, sino que se contentara con dar luna gran cantidad de todas las formas; éste es un socorso ‘itil, no un arte [20] a tesis general de que hay que dudar de todo, aun- aque destruya toda la filosofia, es ain muy filos6fica para ellos y esti muy por encima de su aleance. Por poca esti- ‘macion que se quiera tener por los pirrénicos, ellos son incomparablemente superiores a la mayor parte de los s0- fistas; los escépticos son filésofos; los sofistas son charla- tanes. Serfa rendir mucho honor a las argucias de un Eu- tidemo 0 de un Dionisodoro suponerles un parentesco cualquiera con los argumentos de un Carnéades 0 de un Enesidemo, sos caracteres son, en diferentes gratos, los de todos los sofistas; en vano Grote ha intentado defenderlos: su alegato es sélo ingenioso y su causa esté perdida.® Sin embargo, seria muy injusto confundir alos fundadores de Ia sofistica con los juglares que Platén nos presenta en el Eutidemo. Protigoras y Gorgias son, es cierto, los Fundado- res de la existica: ésta procede de elios en lines rectas" pe- ro en este camino supieron detenerse a tiempo: tienen atin una seriedad de pensamiento, una direccién de con dducta, un cuidado de légica que los coloca muy por enci ‘ma de sus indignos sucesores. En Platén, que no es so=pe- choso, Sécrates no habla jamis de ellos sin consideracio- nes: hasta ocurre que le envia discipulos a Protégoras. Sé- Io ellos, entre los sofistas, son todavia fildsofos. ‘Se sabe que, por vias diferentes y con ayuda de frmu- las en apariencia opuestas, Protigoras y Gorgias llegan a una conclusin idéntica: “El hombre, dice Protigoras, et la medida de todas las cosas", pues s6io las sensaciones le hhacen conocer lo que es; ahora bien, la sensacién, que re- sulta, como ya lo habia mostrado Heréclito, del encuen- ‘to del movimiento del objeto con el de los sentidos, es esencialmente relativa: no nos hace conocer las cosas ti- les como son, sino tales como se nos aparecen, y la mi- nera como se nos aparecen depende de la manera como [21] somos afectados o estamos organizados. Protigoras, vale Ja pena sefialatlo, se coloca siempre en un punto de vista ‘objetivo: Ia razén de lo que pensamos esté fuera de noso- tus, Lo que existe en la realidad se encuentra en un per petuo movimiento entre esos movimientos incesantes, los unos, al encontrarse con los sentidos, provocan una sensaci6n; los otros no la provocan; pero al mismo in tante, diversas personas pueden percibir, a propésito de tun mismo objeto, diversas sensaciones: el mismo objeto puede aparecer como un hombre o como un muro 0 co: ‘mo una galera.** “En estado normal se perciben las cosas que deben aparecer en estado normals en el caso contra rio, se perciben otras cosas."® De ahi la diferencia de sen- saciones segtin la edad, el sueiio, la vigilia, la locura. {C6- ‘mo hacer, entonces, una distincién entre las sensaciones, declarar a unas verdaderas, a las otras, falsas? Todas ellas son igualmente verdaderas, siendo todas naturales, te niendo todas sus causas fuera de nosotros. Por lo tanto, todo es verdadero. En estas dos argumentaciones puede decirse que se encuentran en germen todas las tesis que el pirronismo desarrollari mis tarde. La teorfa de Protigoras le habia si- do sugerida por el sistema de Hleniclito; pero, para justifi- carla, habia recurrido a los errores de los sentidos, 2 las fcciones de las opiniones humanas: Enesidemo ‘otra cosa cuando enuumerara sus diez tropos, ¥ to- dos los escépticos proceden de igual modo. Es el método de la escuela de Bles el que aplica Gor- sias: vuelve Ia dialéctica de Parménides y de Zenén con- fra sus propias tesis. Aqui todavia su ejemplo serd imita- do. Entre la critica de la idea del ser, tal como la ha aco- imetido el sofista, y la eritica de la nocién de causa, tal co- ‘mo la hari Enesidemo, el parentesco es evidente. Los hi bitos y la direccién de espiritu de los nuevos escépticos [22] son de tal modo semejantes a los de Gorgias, que cuando Sextot resume una parte del tratado De la naturaleza o del ‘No-Ser, agrega de si mismo y casi sin advertirlo argumen- tos y aclaraciones que se unen muy bien con el resto de la exposicién y forman un cuerpo con ella: s6lo por un. esfuerzo de atencién y comparando el texto con el del De ‘Meliso, falsamente atribuido a Aristételes, se los puede distinguit. Si'se descendiera al detalle, muchas otras analogias se presentarian. Protégoras ataca ya la astronomia;® escribe sobre mateméticas, probablemente para poner en duda su certeza cientifica:" los escépticos se impondrin més tarde la misma tarea, ampliindola y extendiéndola a todas lar ciencias (tyeixducr HaSuara). De igual modo, por una consecuencia digecta de su célebre maxima, Protigoras declara que, sobre cualquier asunto, pueden oponerse dos aserciones contrarias:% es ésta la primera forma de sa bostenia de los escépticos, en la cual, oponiendo so- bre cada cuestién dos tesis contrarias que se equilibran, se declaran_en la imposibilidad de pronunciarse. Los nuevos académicos se ejercitaran en alegar por todas par tes el pro y ef contra, Si hay escepticismo en la eristica de los sofistas, se veré mds lejos que hay tambien eristi- cca.en el escepticismo. En las cuestiones de moral, Protégoras y Gorgias per- manecen atin apegados a las antiguas tradiciones. Otros sofistas, a ejemplo de Hipias, oponen el derecho natural al derecho escrito, fundado tnicamente sobre la costum bre: es la tesis que retomardn mas tarde Pitrén y Caméa- des. ¥ ellos preparan también el camino a Garnéades cuando, para atacar la religién popular, insisten sobre la diversidad de las religiones y, con Prédico, explican que los primeros hombres han divinizado todo lo que les era ttl 123) ‘Sin embargo, al lado de las analogias hay diferencias ‘esenciales: a sofistica se parece al escepticismo como el osquejo a la obra acabada, como la figura del nifio a la del hombre hecho, En primer lugar, como lo indica Sex to Empirico,® que ha tenido el cuidado de sefialar algu- nas de esas diferencias, la sofistica es conducida a una conclusidn dogmitica que recusa el pirronismo; éste no dice que todo es verdadero ni que nada es verdadero: de- ‘lara que no sabe nada de ello. En el fondo, no hay qui- 24 gran diferencia: a lo menos la posicién tomada por el escepticismo es mis ficil de defender y esti mis habil- mente clegida. Ademds, las negaciones de Protigoras re potan sobre una base dogmitica: declara que fuera de no- sotros todo estd siempre en movimiento y que a la diver- sidad de movimientos corresponde la diversidad de sen- saciones: dos puntos sobre los cuales Sexto no puede en- tenderse con él. La sofistica no se ha encerrado atin com- pletamente en ia conciencia: el reino del puro subjetivis- mo no ha llegado todavia. ‘Ademas de estas diferencias, indicadas por Sexto, puc~ den sefialarse otras, no menos importantes. Primeramen- te, los arguments de los sofistas son presentados sin or den y sin ninguna preocupacién de método. Se vers, por cl contratio, con cudnto arte consumado los nuevos aca- ‘démicos saben disponer las diversas partes de una argu- mentacién, Carnéades, en particular, aunque s6lo le co- nocemos por fragmentos mutilados, ha dejado modelos de discusién, en los cuales todos los argumentos estin sa- biamente agrupados, se encadenan ficilmente, se fortifi- ‘can mutuamente y hacen penetrar poco a poco en el es piritu tna claridad que le encanta, aun cuando no le con- ‘venza. De igual modo, y quiza bajo la influencia de Car inéades, Enesidemo clasifica metddicamente bajo el nom- bre de ‘ropor los argumentos escépticos; y en Sexto Empi- (24) sico, la preocupacién del orden y del método es llevada tan lejos que se toma fatigante e importuna Pero menos todavia por el método que por la fuerza de los argumentos y la sutileza de los andlisis, los escépti- cos aventajan a los sofistas. A decir verdad, Protigoras y Gorgias no hacen sino rozar el escepticismo, Advierten sus argumentos principales, pero no tienen intencién de profundizarlos. Nada en ellos comparable a los delicados anilisis por los cuales Carnéades, anticipindose a la psi- cologia moderna, muestra el papel de la asociacién de las ideas y hace ver que el acuerdo de nuestras representacio- nes es la mejor garantia de su probabilidad. Hay distancia también de las indicaciones de Protagoras a los tropos de Enesidemo, més distancia todavia de la critica de la idea de ser por Gorgias a a critica de la idea de causa por Ene- sidemo, La eleccién misma de esta nocién, tan importan- te en las ciencias; los ejemplos invocados; las objeciones previstas,testifican una profundidad, una precision y has- ta un espiritu cientifico de los cuales los sofistas no tuvie- ron siquiera idea, En fin, la mira que se proponen unos y otros, el espi- ritu de que estin animados son muy diferentes; y de aqui jrege incloso que le clncia os ncaa para prepesst la tnot La férmula que aeabamos de citar no tcne para tia significacin eseéptica Si dos personss no pueden Conuadecise es porguc en su teria nominalist, send dexignado cada sr por un nombre individual, no bay dot (37) maneras de designar una misma cosa. Si no se entienden, es porque, creyendo hablar de un mismo objeto, en reali- dad hablan de otro. Si se hablara del mismo, se entende- rian; no pueden contradecirse, porque no se dicen nada. Arist6teles tenia, pues, raz6n de concluir también de esa proposicién que ella declara todo error imposible. Pero, ademas de que esta teorfa, quiralo 0 no, es una comple” ta renunciacién a a ciencia, se convendrd en que tales su- tilezas confinan en la sofistica; en el Extidemo de Platén, €l sofista Dionisodoro tiene exactamente el mismo len: guaje. Antistenes no ha coneluido directamente de aque la proposicién que la ciencia es imposible; pero sus suce- sores irin més lejos: todas las ciencias @yxikAta uaBiiuerra) serin pars ellos,” asi como para los escépti- 0s, como sino existieran. “Aristipo y los cirenaicos estin de acuerdo con los cf nicos para disminuir el papel de la ciencias pero sus r220- nes son diferentes. Tenemos, dicen, sensaciones; pero no sabemos nada de las cosas que las producen. Lo dulce y Jo amargo, el filo y el calor, lo blanco y lo negro son es- tados de nuestra conciencia (réOn); pero no podemos decir ni que la miel es dulce, la hierba suave, amarga; ni que el hielo es fifo y el vino generoso ni que el aire de la noche es oscuro." Como en una ciudad sitiada, estamos aislados de las cosas exteriores: sélo nos conocemos a no- sotros mismos. Ni siquiera podemor decir que todos s0- mos afectados de Ia misma manera, en las mismas cit- cunstancias; en efecto si dos hombres dicen que ven el color blanco o el negro, Zquién puede asegurar que ellos sienten sensaciones idénticas? Cada uno de ellos no co- rnoce sino la suya. Hay, por otra parte, grandes diferencias centre los hombres y los animales: algunos de ellos no gus- tan de la miel; otros se alimentan de hierba suave; a veces cl rio quema y el vino enfifa; el sol ciega y hay seres que [38] vven con claridad durante la noche. Si deseamos evitar el terror, no hay que hablar sino de nuestros estados de con- tiencia. No digamos que las cosas existen, sino que pare= cen." Y porque nuestra ciencia se reduce a conocer lo que focurre en nosotros, el placer es el nico bien. Al expresarse asi, los cirenaicos vuelven al punto de vista puramente subjetivo de Protigoras; 0, més bien, ellos lo exceden, En efecto, Protagoras, lo hemos visto, texplicaba el cardcter relativo de la sensacién por el dogma heracliteano del flujo perpetuo de las cosas; objetivaba nuestras sensaciones cuando afirmaba que todo lo que es representado existe realmente, que todo es verdadero. Los irenaicos se eximen de toda afirmacién metafisica; se atienen al puro fenomenismo; por ahi estin mis cerca del ‘escepticismo. Tan proximos estin a éste, que Sexto se ha crefdo obligado a sefialar las diferencias que separan las dos docttinas.» Los cirenaicos, dice, afirman que los objetos cexteriozes no pueden ser percibidos; el escéptico no sa- be nada de ello. La diferencia, es evidente, se reduce a poca cosa. Pero los cizenaicos se limitaban a indicar esta teoria sin insistir mucho en ella; no es para ellos sino un medio. de justificar su doctrina capital, [a que pretende que el placer es el nico bien: éste no es ain el verdadero escep- ticismo. IIL, Seria ridiculo buscar huellas de escepticismo en Platén y Aristételes. Qué afinidad puede haber entre los eseépticos y estos grandes filésofos que, en todas sus ‘obras, hablan con una confianza tan orguilosa de las co- sas.en sf, del ser en tanto que ser, del bien absoluto e in- mutable? Jamés se les ha ocurrido que pudiera vivirse en. a duda y contentarse con ella; y se habrian sorprendido [39]

También podría gustarte