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wath ated MISHIMA LECCIONES ESPIRITUALES para LOS JOVENES SAMURAIS Pees eee oR an ene Sete remo nett nectar etry entender la vida y el pensamiento del autor, en los que la belle~ za,la muerte y el erotismo envuelven el secular cédigo nipén del honor. Entre ellos cabe destacar: Lecciones espirituales para los j6venes samurdis, el mas extenso, es un ensayo en el que se subraya la necesidad de ciertos valores para construir una ética valiente y comprender cuestiones clave del mundo en que vivimos, como el valor de la lealtad, el coraje, la educacién y el respeto a los demis, el cuidado del cuerpo, el buen uso del placer o el pudor. La Sociedad de los Eseudos es un manifiesto que explica el origen Perr Mean Cm ene eC soc m ons tarios samuriis al servicio del emperador, creada por el propio etn nen tn erect cree een Rees Se cetera Oe eee ee ae eee SSD eee oe Gen eto cece ae ee nce eget oer ae Un valioso testimonio pata descubrir el complejo e inmortal Pare remics 10) palmyra 7S003 YUKIO | MISHIMA LECCIONES ESPIRITUALES PARA LOS JOVENES SAMURAIS Traduccién Martin Raskin Gutman jalmyra @ palmy (Cuarta edici6n: mayo de 2006 Quedlan rigurosamente prohibidas sin la autorizacién escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién coral o parcial de esta obra por cualquicr método o provedimiento, comprendidos la reprografia y-el tratamiento informético, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 préstamo puiblicos. Tieulo original: Wakaki samurai no tame no seishin Kowa © Herederos de Yukio Mishima, 1968-1969 © Dela traduecién, Martin Raskin Gueman, 2001 © Del Préogo: Clara Sénchez, 2001 © Dela introduccién: Isidro-Juan Palacios © La Esfera de los Libros, $.L., 2001, 2006 ‘Avenida de Alfonso XIII, 1, bajos 28002 Madrid Pig, web: wrwpalmyralibros.com Disefio de cubierta: Rudesindo de la Fuente Ilustracin de cubierta: Getty Images ISBN: 84-935003-6-4 Depésito legal: M-16.270-2006 Fotocomposicién: Star-Color Impresién: Anzos Encuadernacién: Ménder Impreso en Espafia iNDICE =) Introduccién de Isidro-Juan Palacios 19 Prélogo de Clara Sanchez LECCIONES ESPIRITUALES PARA LOS JOVENES SAMURAIS La vida Sobre el arte . La politica. Los valientes . La etiqueta........... Sobre el cuerpo....... Sobre el mantenimiento de la palabra dada... Sobre el placer........... wees 106 Sobre el pudor...... 20-006 e eee 2AM La urbanidad eee ee 118 La vestimenta. . . 123 El respeto por los ancianos. . .. 2. 129 Los intelectuales afeminados ........... 2 135 El esfuerzo. ... 141 LA SOCIEDAD DE LOS ESCUDOS ......- +--+ + 147 INTRODUCCION A LA FILOSOFIA DE LA ACCION . . . 161 Qué es la accion eee 164 La accién militar 170 Psicologia de la accién 175 Los modelos de la accion «20.0... 180 El efecto de la accién . . - 185 La accién y la espera del momento propicio . . . . 193 Proyectar la accién .... 00. eee e eee eee ees. 198 La belleza de la accién . = 202 La accion y el grupo... 0... eee eee 208 214 221 227 La accién y la ley. . La acci6n y la distancia La conclusién de la accién MIs ULTIMOS VEINTICINCO ANOS . . ca PROCLAMA DEL 25 DE NOVIEMBRE ........... 243 PROLOGO, Puede que no exista en el mundo album de fotos menos aburrido que el de Yukio Mishima. Es como si el desarrollo de su personalidad, desde aquellos prime- ros retratos infantiles junto a su madre o a su abuela Natu, hubiera sido fijado en imagenes. El serio joven Mishima con aspecto de chico aplicado el dia de su graduacién, © posando con su padre, un sefior con gafas muy occidentalizado (s6lo aparentemente, a tenor de lo que cuenta sobre él en las paginas que siguen). O con toda su familia, una familia de nivel social alto, A partir de aqui ya empezamos a verle en una sala de musculacién. Y algo después, exhibiendo el nuevo cuerpo con un taparrabos minimo sobre la nieve. En plan san Sebastién con flechas en los costados. Con el torso descubierto y brillante, una espada en Ja mano y una cinta en la frente, Desnudo y con una rosa en la boca. Pero también nos Jo encontramos el dia de su boda con Yoko Sugiyama (con quien iba a tener tres hijos). Jugando carifiosamente con estos nifios. Senta do ante una fachada, la de su casa, que no recuerda en Prilogo absoluto la arquitectura japonesa. Vestido de riguroso y elegante traje oscuro. Trabajando en el estudio. ¥ jc6- mo nol, envuelto en el risible uniforme de la Sociedad de los Escudos, su ejército privado. Entre foto y foto viajé mucho y escribié paginas literarias, que constitu- yen la delicada «estética Mishima», Son sus libros, pre- cisamente, los que revisten de interés su biografia. Sin ellos, las firertes contradicciones y el narcisismo que marcaron su vida, e incluso su aparatosa y ridicula muerte, no serian nada més que acciones de un excén- trico comprometido absurdamente con el suicidio. Parecfa vivir una lucha constante entre Jo que era: un hombre moderno, conquistado por el mundo occi- dental (echemos otra ojeada a su casa), y el que hubie- 1a deseado ser: un samurai o un guerrero del empera~ dor. Por eso se declara a favor de la emancipacién de las mujeres al mismo tiempo que le agradaria que ellas mismas fuesen guardianas de la tradicién. Por eso rei- vindica la accién frente al ensimismamiento del esci tor y confiesa que «para un autor acumular escritos equivale a acumular excrementos. La literatura no me ha ayudado en absoluto a ser mas sabio. Y/ni siquiera a transformarme en un maravilloso idiota» (pig. 238). Y sin embargo, por encima de todo fue escritor, nun- ca pudo dejar de serlo, formaba parte de su naturaleza y era consciente de ello: eSé que debo mantener un Prblogo equilibrio constante entre mi actividad en la Sociedad de los Escudos y la calidad de mi trabajo literario. Si este equilibrio se quebrara, la Sociedad de los Escudos degeneraria hasta convertirse en la distraccién de un artista, 0 bien yo terminaria por transformarme en un politico» (pig. 151). Lo cierto es que nadie (tal vez ni siquiera él mismo) lleg6 a tomarse en serio este ejér~ cito de «soldaditos de plomo», que debian de pasearse como modelos mostrando os uniformes de invierno, de verano, las botas, al gusto efectista de Mishima. Co: mo tuvo que divertirse vistiendo a sus chicos con un uniforme de combate que, segan cuenta: «Es extraor= dinariamente vistoso y fue disefiado por Tsukumo Iga rashi, el nico estilista japonés que creé uniformes para De Gaulle» (pag. 149). De todos modos, si estas palabras se Ieen con una sontisa, las siguientes la borran: «Cuando pienso en mis liltimos veinticinco afios me maravillo de cuan vacios han sido. No puedo decir que realmente he “vivido”. Sélo los atravesé tapindome la narizy (pig. 237). O: «No amo mucho la vida» (pig. 240). En general, es agotadora la sensacién que transmite de estar esforzin- dose por hacerse forma a través de su literatura y de la transformacién de su propio cuerpo: «Mi proyecto era conceder el mismo valor a mi cuerpo y a mi espiritu y ofrecer una demostracién prictica de ello» (pag. 239) a Prblogo Lo cierto es que tal exigencia de demostracién pricti- ca le llevé a crear un especticulo tragicémico, en que la parte trigica gané la partida, Pero detras dejaba su forma literaria, aquella que habia empezado para él antes que la experiencia de vivir. A los dieciséis afios. A esta temprana edad publica —entre la admiracién de los compaiieros y profesores de la Escuela de Nobles— Un bosque en flor, donde ya nos presenta fundidos sus temas obsesivos de erotismo, belleza y muerte, algo que a otros escritores les cuesta un buen recorrido legar a descubrir. Se puede decir que empez6 pronto y terminé pronto, a los cuarenta y cinco afios, con un balance de cuarenta novelas, veinte libros de cuentos, poesia y teatro. Los bidgrafos pronto se interesaron por su figura. Yo he recurrido a dos que le trataron profiandamente y que han escrito magnifi- C05 libros sobre él, son: John Nathan (Seix Barral) y Henry Scott Stokes (Muchnik Editores). En esta primera publicacién ya adopta el seudénimo de Yukio Mishima.Y es con la eleccién de un nombre tras el que ocultar el verdadero de Kimitake Hiraoka como quizi da el primer paso hacia un proceso de construccién de todos los aspectos de su vida: su ex tensa produccién literaria, su cuerpo, su’ ejército, su familia, su seppuku (suicidio ritual japonés). Todo ello hecho como si buscara en el ordenexterno la organi- Prilogo zacion y clatificacién de su compleja imaginacién. Sin embargo, Kimitake Hiraoka y Mishima discurririn en Ja misma vida hasta esa sintesis del final, del tiltimo acto de yoluntad, en que la personalidad anclada en el pasa~ do remoto de su abuela Natsu y devota del emperador, de has tradiciones y de una heroicidad imposible, absor- be al hombre cosmopolita, aspirante al premio Nobel, buen relaciones pablicas y profundo admirador de escritores europeos como R. Radiguet, J. Cocteau, O. Wilde y T. Mann. decidié que la imagen que nos queria legar fuese su cabeza decapitada, ceftida por una cinta con el simbolo rojo del sol naciente. El presente volumen recoge la Proclama del 25 de noviembre, el texto que ley6 unos momentos antes de su desestroso seppuku. En fin, el macabro disparate —que llevaba un afio planeando— ocurrié en una ofi- cina de la base militar de Ichigaya. El siempre habia sentido delirio por la muerte gloriosa de un hombre joven, idea contemplada en un cédigo de ética samurai del siglo xvm llamado Hagakure, y que dejé plasmada en sus novelas, cuentos y teatro de muchas maneras. La cuestién es que Mishima queria dirigirse a las tropas y para ello secuestré a un general. Le permitie~ ron hablar, pero ante el griterio de los soldados en seguida comprendié que habia fracasado estrepitosa- mente. Asi que tuvo que retirarse y volver dentro, don- 3 Prego de esperaba atado a una silla el general, cuatro tateno- kai, una sobrecogedora espada con empuiiadura de nacar y diamantes y varios pufales. Mishima debia abrirse el estmago con una daga como en la pelicula Rito de amor y muerte, en la que él mismo protagoniza un crudo seppuku, basada en su cuento Patriotismo, Pero ahora se trataba de la realidad, y la realidad es muy apa~ ratosa y ademis se complicé extraordinariamente por la inexperta intervencién de Morita, uno de los cuatro tatenokai y seguramente su amante, que, tras un buen haraquiri por parte de Mishima, no acertaba a cortarle la cabeza con la espada, Pero ya no habia vuelta atris. Asi que tuvo que hacerse cargo de la operacién otro tatenokai, el mismo que luego decapité a Morita. El especticulo era nauseabundo, El general no podia creer- se lo que estaba viendo, Con su violenta forma de morir (aunque Mishima la imaginase mis gloriosa y no tan chapucera), pasa a engrosar la lista de los escritores nipones suicidas, de la que también forma parte su mentor y premio Nobel Yasunari Kawabata. Al fin y al cabo se trata de una prictica que se encuentra dentro de su cultura y tradi- cién y que a Mishima legé a obsesionarle. No la muerte natural, sino la violenta y heroica, la muerte como liberacién. En Confesiones de una mascara, escrita a los veintitrés afios, declara que cuandé en su infancia 4 Prblogo leia cuentos de hadas: «Me enamoraba por completo de cualquier joven que fuera muerto.» Lo que nos conduce al pequefio Kimitake Hiraoka (1925), el que leia cuentos de hadas, aquél de quien habria de surgir el escritor: «Para el que escribe, no sélo Ia adolescencia sino también Ia infancia suponen una preciada ciudad natal. Durante esos perfodos, la vida no ¢s experiencia sino suefio, no es raciocinio sino sensi- bilidad» (pag. 70). De aquel conocimiento del mundo que se inicia en él interior en penumbra de la alcoba de su abuela Nat- su nace su pasién por el emperador y los samurais. Ella, siempre sumida en el dolor, la enfermedad y la nostal- gia del lejano mundo aristocritico del que provenia, fasciné al pequefio Kimitake, encerrado entre aquellas cuatro paredes, con el teatro kabuki y los cuentos de misterio del siglo xix. Ali aprendié a escapar median- te fantasias de gloria, heroismo y violencia de fantasti cos guerreros, y quizé entonces descubrié el infinito poder de imaginar mundos e imaginarse en ellos. En realidad, Mishima empez6 a ver ese «mundo virib, al que tan a menudo se refiere, a través de los ojos de una mujer, y accedié al mundo de la literatura gracias a las influencias y al apoyo de otra, su madre. Gracias a ella alcanz6 en parte un éxito que tuvo su gran apogeo en la década de los cincuenta, en que 15 Prblogo publica Confésiones de una mascara (1949), Sed de amor (1950), Colores prohibidos (1951 y 1953), Muerte en el estéo (1953), El rumor de las olas (1954), Seis piezas no (1956), BI pabellin de oro (1956), Los siete puentes (1958) y muchisimo més. Hay que tener en cuenta que mien- tras creaba literatura seria también escribia la destinada a revistas femeninas. En la década siguiente, La casa de Kyoko no tiene el éxito esperado, las ventas son bajas y ademis le rodea un comportamiento escandaloso, que no le favorece: sus posiciones ultranacionalistas —cuya postura queda reflejada en el ya mencionado relato Patriotismo—, el posado para el album fotogrifico Torturado por las rosas, al que pertenece la fotografia de la rosa en la boca a que me referi al principio. ¥ tuvo que responder ante los tribunales por difamacién. Aun asi publicd, entre otras novelas, El marino que perdid la gracia del mar (1963), El sol y el acero (1968) y la tetralogia, iniciada en 1965 y concluida el afio de su muerte (1970), El mar de la fertiidad. En 1968 podria haber sido premio Nobel, pero lo obtuvo Y. Kawabata que, siguiendo los pasos de Mishima, se suicidé en 1972. Fue entonces cuando cre6 su Sociedad de los Escudos (Tate No Kai) con cien hombres, bandera y uniformes. Fanatismo, locura © la aterradora sensacién de no pertenecer a ningiin sitio. 16 Prilego Los escritos reunidos en el presente libro los redac- t6 en el transcurso de los afios 1968, 1969 y 1970. El liltimo del libro también es el iiltimo de su vida, Estin cargados de expresividad, de energia. Se dirige a los j6- venes samurdis,a todos nosotros, de un modo que reve- la que quiere hacerse comprender, que quiere enten- derse a si mismo. Declara con fascinante sinceridad que casi ha acabado siendo como aquellos estudiantes mili- taristas que, en su juventud, le atacaban a él y a sus compatieros diciendo que era vergonzoso que en su escuela «existieran algunos literatos afeminados de tez palida», Escribe Nabokov en una de sus novelas que el mun- do es un perro que pide que jueguen con él. Y Mishi- ‘ma vivid como si jugara, hasta las iiltimas consecuen- cias, hasta perder la camisa © la cabeza, como fue el caso. Sélo parecié tomarse en serio la literatura. Me lo coniirma una anécdota que cuenta en la pagina 152 de este libro: «En mayo de este afio fui invitado a una reu- nién de estudiantes de la izquierda mis radical, con los que me enzarcé en un emocionante debate. Cuando transcribi tal encuentro en un libro, la edicién se con- virtié en un best-seller. Decidi, de acuerdo con los estu- diantes, repartir a partes iguales los derechos de autor. Probablemente con ese dinero habrin comprado cascos y fabricado cécteles molotov; yo, por mi parte, com- ” Prélege pré los uniformes estivales para la Sociedad de los Escudos.» Asomarse a estas piginas es asomarse a Mishima, un gran escritor, que nos ha legado la cara y la cruz de un espiritu que zozobré peligrosamente en la marea que nos Ileva. Clara Sanchez 8 INTRODUCCION Aquella soleada mafiana del 25 de noviembre de 1970, apareci6 en el centro de todos los telediarios el escritor Yukio Mishima, La noticia no era su literatu- 1a, sino un gesto protagonizado por é que verdadera- mente conmocionaria al mundo. Se le vefa en la imagen vistiendo un extrafio uniforme con doble botonadura y el hashimaki en la frente: la banda blanca con leyen- das que se colocaban los viejos guerreros japoneses antes de entrar en combate 0, mas recientemente, los, pilotos kamikazes antes de volar hacia la muerte. El suyo tenfa un sol rojo y, a simple vista, algo impercep- tible escrito en su idioma Mishima pronunciaba un discurso, de pie sobre el parapeto de una terraza alta. Parecia una arenga, pero sus palabras apenas se ofan debido al ensordecedor rui- do de los helicépteros sobrevolando la zona y las sire nas de los coches de policia y ambulancias que iban y venian. Los congregados alli, en el exterior, tampoco le escuchaban, y algunos se lo tomaban a broma o le insultaban, pensando que se trataba de otra de esas bra~ 19 Introduccién vatas o llamadas de atencién en las que tiltimamente venia prodigindose. El informador del telediario afia~ dio entonces: «Ante la imposibilidad de hacerse ofr, el esctitor guardé silencio y, desplegando una iltima mirada, dio media vuelta y entré de nuevo en el edifi- cio. En el despacho, delante del retenido general Kane- toshi Masuda y de algunos miembros jévenes de la Sociedad de los Escudos (Tate No Kai) fundada por el propio Mishima, se hizo el haraquiri’ en compaiifa de otro de los suyos, que también murié.» Fue, en efecto, el acontecimiento mundial de aquel 25 de noviembre de 1970. No se hablaba de otra cosa, En Japon, desde lucgo, pero igualmente en Europa y América. Entre nosotros, en efecto, la noticia no fue la litera tura de Yukio Mishima. La mayoria, incluso la gente Tetrada, ni siquiera habia oido hablar de él, y casi nadie lo habia leido. Las traducciones de sus obras eran esca~ sas en Occidente, y en Espafia apenas existian. Qué duda cabe, la informacién de la jornada fue —una vez mis— la espada japonesa. ¥ todo sucederia conforme Mishima lo habia planeado. Sabia que su actitud llama- ria mis la atencién si el destello frio y azulado de un "Cuando se habla de suiciio ritual de acuerdo a las normas establecidas por el cédigo de honor samuri, nos estamos refisendo a un verdadero acto lixirgico, por eso es mejor decieseppuku, kup o k-sumgo-bu, 20 Introduccién acero bien templado brillaba en el centro de la escena. Como en aquella ocasién en que, tiempo atris, con- versaba con una elegante dama de la nobleza inglesa sobre las espadas japonesas. Mishima cuenta la anécdo- ta eneste libro. Intrigada, le pregunt6: «Como se com- bate con esta arma?» Mishima —a la saz6n maestro de kendo— le hizo una demostracion al instante. Desen- vaind y, con rapidez, rasgé el aire imitando un golpe oblicuo. La dama se estremeci6, Escribe Mishima: «La sefiora palidecié y estuvo a punto de desmayarse. Entonces comprendi que lo que impresiona a los occi- dentales no es nuestra literatura sino nuestras espadas.» Esa es la raz6n, No nos sorprendia, ni siquiera sabja~ mos que el hombre que tenfamos delante habja escri- to més de un centenar de libros*, que habia sido poe- ta, autor teatral, director de escena y actor, que habia dominado como pocos el estilo arcaico japonés de los siglos x y Xl, que escribia en el barroco modo del Bn Occidente, a bibliografia mas completa que se conoce es la pubicada por su amigo Henry Scott Stokes, en su Vida y muerte de Yuio Mishima, Much= nik Editres, Barcelona, 1985, Scott proporciona la cronologia de 102 tialos del escrtor y la de sus obras completas (36 voliimenes) Juan Antonio Vallejo- Nigera, por su lado, proporciona una fotografia en su libro Mishima o l placer de mori, Planeta, Barcelona, 1991, En el pie dice: «Obras publicadas hasta noviembre de 1970, Doscientos cuarenta y cuatro volimenes. a

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